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Dios Obra en Continuidad 2003-11-20 1 Santa Cruz de la Sierra Santa Cruz BO 00:00:00 false

Muy buenos días, amados amigos y hermanos presentes; es para mí un privilegio y bendición grande estar con ustedes en esta ocasión, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente a este tiempo final. Reciban todos saludos de mi esposa Erica, y los niños reciban saludos de América y de Yahannah Gabriela.

Para esta noche, o para este día, leemos en Eclesiastés, Eclesiastés, capítulo 3, verso 14 al 15, donde dice:

He entendido que todo lo que Dios hace será perpetuo; sobre aquello no se añadirá, ni de ello se disminuirá; y lo hace Dios, para que delante de él teman los hombres.

Aquello que fue, ya es; y lo que ha de ser, fue ya; y Dios restaura lo que pasó.”

Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.

Nuestro tema es: “DIOS OBRA EN CONTINUIDAD.” Por lo tanto, estaremos viendo la continuidad de la Obra de Dios.

Así como en cada uno de ustedes y en mí, encontramos una continuidad, hemos obtenido estos cuerpos mortales y estaban por nueve meses, algunos por siete, se adelantaron un poquito algunos; en el vientre de nuestras madres estaban nuestros cuerpos, porque fueron ahí engendrados, concebidos por nuestro padre terrenal, y encontramos que hubo una continuidad ahí, célula sobre célula, multiplicándose célula sobre célula, hasta que se formó el cuerpo, el cual luego nació; pero hubo ahí una continuidad de células humanas multiplicándose, y se multiplicaban ¿en qué? En células humanas.

No se multiplicaban esta cantidad de células en otra cantidad de células de animales, de monos, o de leones, o de aves, sino en células de la misma clase: humanas; porque Dios obra en continuidad.

Y luego nuestro cuerpo físico nació y continúo creciendo, y al nacer en ese cuerpecito pequeño estaba el cuerpo grande que tenemos, pero tenía que pasar por el proceso de continuidad, y continúa creciendo a medida que fuimos tomando leche y después comida más dura, más solida, y así fue en continuidad nuestro cuerpo creciendo hasta llegar a la estatura completa, a la estatura donde ya no se puede crecer más, donde ya no podemos añadir un codo a nuestra estatura, donde ya no podemos añadir ni medio metro, ni nada más; porque uno llega hasta cierto lugar; y ahí llegó a la estatura perfecta de la persona. Así es en toda obra de Dios: Dios obra en continuidad.

Vean, encontramos entre los animales y entre los seres humanos que Dios ordenó la multiplicación, la reproducción, y la reproducción viene a ser lo mismo pero en forma multiplicada.

Los monos no se reproducen en seres humanos, se reproducen en más monos; la reproducción de los monos son más monos; y los peces, en más peces; las aves, en más aves cada una en su especie; porque hay especies en las diferentes formas de vida, aun en los árboles, en las diferentes plantas, y así por el estilo; y también entre los seres humanos: el ser humano se multiplica, se reproduce en más seres humanos, y eso es una obra que va en continuidad.

Ahora, el ser humano tiene una característica muy especial que no tienen ni las aves, ni los animales, ni las plantas. Encontramos que los monos siguen brincando, siguen comiendo guineos (si encuentran guineos o bananos), y así por el estilo. Pero usted no encuentra que en la actualidad los gobiernos tengan escuelas públicas para los monos ir a estudiar y convertirse en unos profesionales y estar en unas oficinas administrando negocios.

Los monos siguen multiplicándose en más monos, pero siguen con la misma inteligencia; aunque algunos son domesticados y pueden aprender un poco más que otros, pero con todo y eso no pueden convertirse en profesionales y hablar y administrar negocios; aunque en los circos los colocan a trabajar, y pueden decir que son profesionales en lo que hacen, pero solamente eso lo hacen porque fueron domesticados por un entrenador.

Ahora, el ser humano usted encuentra que en la actualidad es más sabio, más inteligente de lo que era cien años atrás; por eso es que tenemos aviones, tenemos cohetes, y así por el estilo tenemos un sinnúmero de cosas que docientos años, o cuatrocientos, o quinientos años atrás no lo tenía la raza humana.

Esta cualidad que hay en el ser humano es a causa de que el ser humano tiene algo que no tienen los animales ni las aves; los animales tienen cuerpo físico y tienen un espíritu en ellos, pero no tienen alma. El ser humano tiene el cuerpo físico, que es la casa terrenal donde vive la persona, y la persona es alma viviente, y tiene espíritu que es otro cuerpo, pero de otra dimensión.

Por cuanto el ser humano tiene alma, por eso tiene inteligencia, y por eso cada día se hace más sabio. Vean, quinientos años atrás no teníamos una computadora, pero en la actualidad sí tenemos grandes cantidades de computadoras, y en la actualidad casi ningún negocio se puede administrar si no hay una computadora, y por consiguiente una persona con la inteligencia correspondiente para saber usar esa computadora.

Así van las cosas en medio de la raza humana, a causa de que el ser humano tiene alma, y por consiguiente cada día es más inteligente.

En la actualidad los niños en la escuela, en la mayor parte de las escuelas, ya saben usar computadoras y los padres que tienen 60 u 80 años de edad, todavía algunas veces no saben ni usar una computadora, y viene un hijo o un nietecito, y le dice: “Mira, papá...” Y le saca una cuenta que el papá para sacarla le da trabajo, y él viene con el dedo ahí y hunde los botones y le saca la cuenta.

Es que la raza humana ha ido creciendo en sabiduría, pero sabiduría terrenal. Pero los escogidos de Dios han ido creciendo en sabiduría del Cielo, para conocer la Obra de Dios que Él ha estado llevando a cabo en continuidad.

Y la Obra más grande de Dios, ¿saben ustedes cuál es? Es Cristo y Su Iglesia, más grande que esa Obra no hay ninguna. Esa es la Obra de Dios que tiene por meta llevar al ser humano a la eternidad, en donde el ser humano tendrá un cuerpo angelical, un espíritu angelical como el cuerpo angelical de Cristo, llamado en el Antiguo Testamento el Ángel de Jehová, y un cuerpo físico eterno, inmortal, incorruptible y glorificado y joven, como el cuerpo glorificado de Jesucristo nuestro Salvador.

Jesucristo desde que ascendió al Cielo (y ya han transcurrido alrededor de dos mil años conforme al calendario profético), no se ha puesto viejo; y si Él no se ha puesto viejo, nosotros queremos conocer ese secreto; el secreto está en la Obra de Dios que Él lleva a cabo en continuidad; y en esa continuidad de la Obra de Dios la meta es que todos lleguemos a ser iguales a Jesucristo, a Su imagen: cuerpo angelical, y a Su semejanza física: cuerpo físico glorificado.

Encontramos que esa Obra que tiene por meta el que todos seamos eternos y jóvenes para toda la eternidad, es la Obra que Dios está realizando en la Iglesia del Señor Jesucristo, Obra que ha estado llevándose a cabo en continuidad, Dios ha estado dándole continuidad a Su Obra. O sea, que el que comenzó la buena obra, la perfeccionará, como Él ha prometido.

Él ha comenzado la buena Obra conforme a Filipenses, capítulo 1, verso 6, en individuos y en la Iglesia de Jesucristo como Cuerpo Místico de creyentes, hasta que esa Obra llega a la perfección, hasta que la Iglesia de Jesucristo como Cuerpo Místico de creyentes llega a la perfección, y a la perfección se llega en la edad perfecta, la Edad eterna, la Edad de la Piedra Angular; ahí es donde la Iglesia de Jesucristo llegará a su perfección total. Pero es una Obra que ha venido en continuidad. Dios ha venido llevando a cabo esa Obra de etapa en etapa.

Dios no dijo en ningún momento: “Esta Obra que comencé con Cristo, mi Hijo amado, y que ahora he continuado con la Iglesia...”- la cual nació el Día de Pentecostés, pero que potencialmente estaba en Cristo, como Eva estaba en Adán hasta el día en que Dios tomó del costado de Adán una costilla, luego de colocar sueño en Adán, y sacó esa costilla y formó un cuerpo femenino para que fuera la compañera de Adán, y colocó el espíritu femenino que estaba en Adán, lo colocó en ese cuerpo femenino, el cual Adán cuando despertó y lo vio, dijo: Esto es carne de mi carne, y huesos de mis huesos. Nunca la había visto antes, pero estaba en él, porque Dios había hecho al ser humano varón y hembra; por lo tanto, la mujer salió de Adán, del hombre.

Así también, el Segundo Adán es Cristo, y en Cristo estaba Su Iglesia. Y el Día de Pentecostés vino el Espíritu de Cristo sobre ciento veinte creyentes en Cristo y allí nació la Iglesia del Señor Jesucristo, y los creyentes en Cristo y Su Sacrificio realizado en la Cruz del Calvario, y por Su llaga fuimos nosotros curados.

Por lo tanto, la Iglesia fue sacada del costado de Cristo, como Eva fue sacada del costado de Adán. Y así como Adán y Eva fueron colocados en la Tierra para reproducirse, multiplicarse en hijos e hijas de Dios, Cristo fue colocado en la Tierra, y luego de Cristo vino la Iglesia para reproducirse Cristo, el Hijo de Dios, en muchos hijos e hijas de Dios.

Cristo dijo: “Si el grano de trigo no cae en Tierra y muere, él solo queda; pero si cae en tierra y muere, mucho fruto lleva.” O sea, muchos granos de trigo. Y Cristo murió para reproducirse en muchos hijos e hijas de Dios, en la Obra de Dios, que es en continuidad.

Por esa causa toda persona que escucha la predicación del Evangelio de Cristo y cree en Cristo como su Salvador, y pide perdón a Cristo por sus pecados, Cristo lo perdona y con Su Sangre lo limpia de todo pecado y es bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo lo bautiza con Espíritu Santo y Fuego, y la persona ha obtenido el nuevo nacimiento, ha nacido de nuevo, ha nacido en el Reino de Dios, el Reino de Cristo, en la Iglesia del Señor Jesucristo, y ha nacido como un hijo o hija de Dios en el Reino eterno de Dios, ha nacido a la Vida eterna.

Porque el nacimiento físico que obtuvimos a través de nuestros padres terrenales fue a la vida, pero no a la Vida eterna, fue a una vida temporal que se nos acaba a la mayor parte de las personas antes de los 100 años, son pocos los que pasan de 100 años en la actualidad.

Ahora, la Obra de Dios en continuidad está llevando a cabo la creación de una nueva Raza con Vida eterna, y esa nueva Raza con Vida eterna es la Iglesia del Señor Jesucristo.

En Hebreos, capítulo 11, dice el Apóstol San Pablo algo aquí muy importante, capítulo 11, verso 1 al 3, dice San Pablo a los hebreos:

Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.

Porque por ella alcanzaron buen testimonio los antiguos.

Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía.”

Dios creó primero el mundo invisible, y luego el mundo invisible lo materializó y vino a ser el mundo visible. Así como hay personas o personajes en este mundo visible, hay personajes en el mundo invisible: los Ángeles de Dios; y también hay personajes malos en el mundo invisible, como el diablo y todos los ángeles que se rebelaron juntamente con el diablo en contra de Dios.

Hay diferentes dimensiones también. Así como nosotros estamos en esta dimensión terrenal de luz, tiempo y materia; pero son siete dimensiones: luz, tiempo y materia (las primeras tres); la cuarta: la dimensión de las ondas, donde viajan las voces de nosotros y donde transmiten las estaciones de radio y las estaciones o canales de televisión. En esa cuarta dimensión de las ondas es que van las imágenes y las voces. Nuestras voces aún aquí, aunque no tengamos una estación de radio, al ser hablado algo entra a esa cuarta dimensión, y ahí permanece.

Por eso la Escritura dice que por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado; o sea, porque nuestras palabras quedan grabadas y por consiguiente cosas que hablen las personas quedarán grabadas; y si son cosas negativas, cosas por las cuales tiene que ser condenado, aparecerán en el juicio final a las personas. Pero los que hablan positivamente y los que hablan el Programa Divino, no tienen porque preocuparse, porque esas son palabras de fe.

“Con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se hace confesión para salvación.” Y Cristo dijo: “El que me confesare delante de los hombres, Yo también le confesaré delante de mi Padre.”

Por lo tanto, nuestras palabras al ser habladas pasan a esa cuarta dimensión, y así como las estaciones de radio o de televisión pasan sus programas y viajan a través de la cuarta dimensión y llegan a las personas a través de radios o televisores, nuestras palabras positivas de las cuales o las cuales son dirigidas a Dios en oración, van directamente a Dios, Cristo las toma (el cual es nuestro Intercesor) y las presenta a Dios, y luego viene la respuesta de parte de Dios.

Ahora, cuando confesamos a Cristo como nuestro Salvador, todo eso llega a Dios.

Encontramos en una ocasión que hubo un hombre llamado Zacarías, un sacerdote, y su esposa Elisabet, los cuales ya estaban ancianos y no habían tenido hijos desde que se casaron, porque Elisabet era estéril. Pero así como todo matrimonio ora a Dios para que les dé niños, ellos habían orado a Dios, pero no podían tener niños porque Elisabet era estéril.

La misma clase de problemas que tuvo Abraham: que Sara era estéril, y que tuvo Isaac, que tenía como esposa a Rebeca, la cual era estéril también. Y también encontramos a Jacob, el cual tenía por esposa a Raquel, y era estéril también. Pero si Dios escuchó la oración de Abraham, la oración de Isaac y la oración de Jacob, también escucharía la oración de cada uno de Sus siervos, de Sus Profetas y de Sus hijos.

Y el sacerdote Zacarías había orado a Dios por un niño y no llegaba el niño. Pero recuerden, corresponde a la persona orar a Dios; pero el contestar, ¿a quién le corresponde? A Dios. Él puede dar la respuesta inmediatamente o suplir la petición inmediatamente, o dejar pasar el tiempo y señalar para cierto tiempo la respuesta a esa petición. Nadie puede obligar a Dios a que Él haga ciertas cosas en el momento en que la persona quiere.

Toda persona que se allega a Dios, tiene que saber y creer que le hay, que existe, y creer con toda su alma que todo lo que le pida a Dios, Dios lo escuchará, y Dios inmediatamente tiene respuesta para la persona, pero luego puede enviarle dentro de cierto tiempo la contestación; pero desde el momento en que la persona hizo la petición, ya Dios dio la respuesta, delante de Dios ya eso quedo: sí o no.

Ahora, toda persona debe estar conciente de esto y orar con fe y creer con toda su alma que Dios ha escuchado su petición y que Dios le va conceder la petición de su corazón, y luego lo que corresponde a la persona es esperar. Cada día pensar: “Hoy, hoy, hoy es el momento en que se materializará lo que le he pedido a Dios.” Y si pasa ese día, al otro día decir la persona: “Hoy, hoy viene la respuesta de parte de Dios; hoy se va materializar lo que le he pedido a Dios.” Siempre en el presente, sabiendo que ya Dios escuchó y dijo sí a lo que usted le pidió. Recuerde siempre pedir conforme a la voluntad de Dios, no pedir incorrectamente; porque la Escritura dice que pedimos y no recibimos, porque pedimos mal.

Ahora, es muy importante que la persona antes de pedir a Dios recuerde que Cristo enseñó a orar, cuando le pidieron a Cristo que les enseñara a orar, y les dijo: “Orad así: Padre nuestro, que estás en los Cielos, santificado sea Tu Nombre, venga Tu Reino, hágase Tu voluntad como en el Cielo aquí en la Tierra (o también en la Tierra), el pan nuestro de cada día, dánoslo hoy, y perdona nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores.”

Es muy importante que siempre que oremos, pidamos perdón a Cristo por nuestras faltas, nuestros errores y nuestros pecados, para que Él nos perdone, y con Su Sangre Cristo nos limpie de todo pecado, y entonces podamos obtener la respuesta a nuestras peticiones; porque Dios, dice la Escritura, que no escucha a los pecadores; pero si alguno es temeroso de Dios, a ése lo escucha. Esa persona tiene que pedir perdón a Dios por sus faltas, errores y pecados, y Cristo lo perdona y con Su Sangre lo limpia de todo pecado, y luego puede obtener lo que le ha pedido a Dios. Así es para todas las peticiones que las personas hacen a Dios.

Ahora, en la Obra de Dios que es en continuidad, podemos ver que lo que Dios hace en el presente, ya lo hizo en otras edades y en otras dispensaciones, y Dios restaura lo que pasó. Por lo tanto, en la misma forma en que Dios obró en otras edades y en otras dispensaciones, tiene que obrar en este tiempo en el cual nosotros estamos viviendo.

Por ejemplo, para el perdón de los pecados desde el Génesis en adelante, la persona tenía que arrepentida de sus pecados, pedir perdón a Dios y tener un sacrificio por el pecado. Encontramos que cuando el ser humano pecó, Dios proveyó pieles de un animal para Adán y Eva cubrir su desnudez, por lo tanto, murió un animal por Adán y Eva; por lo tanto la sangre, esas pieles ensangrentadas cubrían la desnudez de Adán y Eva. Y por consiguiente, a través de la historia de la raza humana, el ser humano creyente en Dios, el ser humano que tiene la revelación de Dios, de cómo acercarse a Dios, ha tenido siempre un sacrificio por sus pecados.

Encontramos la ocasión en que Caín y Abel se presentaron ante Dios, allá en el Edén; y vino Abel con un corderito sacrificado ante Dios para obtener el perdón de sus pecados y ser cubierto con la sangre de ese animalito, y ser perdonado y ser bendecido por Dios. Vino también Caín con una ofrenda de frutos del campo, no trajo un animal, no trajo un sacrificio por el pecado. Y dice la Escritura que fue agradable a Dios la ofrenda de Abel, pero la ofrenda de Caín no fue agradable a Dios, ¿porqué? Ambos eran sinceros, ambos vinieron al lugar correcto: ante la presencia de Dios, la diferencia estuvo en el sacrificio, la ofrenda que trajeron ante Dios.

La ofrenda que Caín trajo de frutos del campo no representaba el Sacrificio de Cristo, por lo tanto no representaba la Sangre que limpia al ser humano de todo pecado. Por lo tanto, con los frutos del campo ninguna persona podía ser perdonada y cubierta, cubiertos sus pecados con la Sangre; pues no tienen sangre como los animales los frutos del campo; y por consiguiente no hay perdón en una ofrenda de frutos del campo.

Pero en la ofrenda o sacrificio que trajo Abel ante Dios, el cual tipificaba el Sacrificio de Cristo, lo cual era la sombra, el tipo y figura del Sacrificio de Cristo, en eso sí hubo arrepentimiento y hubo perdón de pecados; y eso le agradó a Dios, porque era el Tipo y figura, la sombra de la Primera Venida de Cristo y Su Obra de Redención en la Cruz del Calvario.

Y ahora, en la Obra de Dios, la Sangre ha venido en continuidad a través de la raza humana, para el ser humano siempre presentarse ante Dios con un sacrificio de sangre por sus pecados.

Por eso encontramos en el Antiguo Testamento que todos estos hombres de Dios como Adán, Set, Enoc, Noé, y también Abraham, Isaac, Jacob y Moisés, y los demás Profetas, sacrificaban animalitos a Dios por sus pecados y el pecado del pueblo. El sumo sacerdote sacrificaba el macho cabrío de la expiación el día diez del mes séptimo de cada año, y el pueblo que se arrepentía de sus pecados, cada persona como individuo obtenía el perdón de Dios y quedaba cubierto con la sangre de la expiación, conforme a Levítico, capítulo 16, y capítulo 23. Capítulo 23, verso 26 en adelante, y leemos este pasaje para tener un cuadro más claro del Programa Divino, de la continuidad de la Sangre y el Sacrificio que provee esa Sangre. Capítulo 23, verso 26 en adelante de Levítico, dice:

También habló Jehová a Moisés, diciendo:

A los diez días de este mes séptimo será el día de expiación; tendréis santa convocación, y afligiréis vuestras almas, y ofreceréis ofrenda encendida a Jehová.

Ningún trabajo haréis en este día; porque es día de expiación, para reconciliaros delante de Jehová vuestro Dios.

Porque toda persona que no se afligiere en este mismo día, será cortada de su pueblo.”

Perdía el derecho y privilegio de continuar viviendo toda persona que no se afligiere en ese mismo día, o sea, toda persona que arrepentida de sus pecados, no viniera a Dios para pedirle perdón a Dios por sus pecados; ese era el día más importante en medio del pueblo hebreo. Los que venían arrepentidos de sus pecados y pedían perdón a Dios, quedaban perdonados cubiertos con la sangre de la expiación y quedaban reconciliados con Dios por un año más.

¿Por qué por un año más? Porque los animales no tienen alma, no tienen alma y por consiguiente el espíritu del animal no puede venir al creyente, y por consiguiente no puede ser limpio de todo pecado el ser humano en el Antiguo Testamento; o sea, sus pecados permanecían en la persona, pero permanecían cubiertos con la sangre de la expiación hasta que se realizara un Sacrificio perfecto, lo cual sería el Sacrificio de Cristo, del Mesías; y cuando eso sucediera, entonces los pecados de todos esos creyentes del Antiguo Testamento serían quitados con la Sangre de Cristo, y entonces podrían resucitar los santos del Antiguo Testamento, los cuales resucitaron y aparecieron a muchos en la ciudad de Jerusalén cuando Cristo resucitó.

Eso está en San Mateo, capítulo 27, versos 50 en adelante... o vamos a ver, verso 51 al 53, dice:

Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló, y las rocas se partieron;

y se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron;

y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de él, vinieron a la santa ciudad, y aparecieron a muchos.”

Y Cristo apareció a Sus discípulos también y estuvo con ellos por cuarenta días, apareciendo durante esos cuarenta días en diferentes ocasiones (no menos de ocho ocasiones).

Ahora, podemos ver que la sangre de la expiación viene a través de todo el Antiguo Testamento y a través de las diferentes dispensaciones, hasta que se realiza el Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario, y en ese Sacrificio de Cristo y Su Sangre derramada en la Cruz del Calvario, se realiza el Sacrificio perfecto, y tenemos de ahí en adelante el Sacrificio perfecto y la Sangre perfecta para obtener el perdón de nuestros pecados y ser limpios de todo pecado con la Sangre de Jesucristo nuestro Salvador.

Y ahora, toda persona puede recibir el perdón de sus pecados y ser limpio de todo pecado con la Sangre de la expiación, la Sangre de Jesucristo, la Sangre del Sacrificio expiatorio de nuestro amado Salvador Jesucristo.

Ninguna persona puede acercarse a Dios para ninguna cosa, o para cosa alguna, si no se presenta por medio de Cristo y Su Sacrificio realizado en la Cruz del Calvario. Primero la persona tiene que tener el sacrificio por su pecado; como Abel, para presentarse ante Dios realizó el sacrificio por el pecado, sacrificando un animalito y lo presentó a Dios, y así se presentó a Dios y obtuvo el perdón de sus pecados.

Y ahora, en el Nuevo Testamento, tenemos el Sacrificio de Jesucristo, el Cordero de Dios, que quitó el pecado del mundo cuando murió en la Cruz del Calvario. Juan el Bautista presentando a Cristo, dijo: “He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.” Por lo tanto, todo ser humano necesita a Cristo para que perdone sus pecados y con Su Sangre lo limpie de todo pecado y quite así los pecados del individuo, de la persona.

Ninguna persona puede deshacerse de sus pecados con frutas, frutas del campo o con algún jabón, o alguna otra cosa; solamente hay un blanqueador que quita la mancha del pecado del ser humano, y ese blanqueador es: la Sangre de Jesucristo nuestro Salvador.

Por lo tanto, no necesitamos otra cosa, sino la Sangre de Jesucristo derramada en la Cruz del Calvario en Su Sacrificio expiatorio. De ninguna otra forma el ser humano puede obtener el perdón de sus pecados, y de ninguna otra forma el ser humano puede ser limpio de todo pecado; solamente por medio de Jesucristo y Su Sacrificio en la Cruz del Calvario, donde derramó Su Sangre por nosotros para limpiarnos de todo pecado.

Esa Obra la encontramos que viene en continuidad, desde el primer creyente en Cristo hasta el último creyente en Cristo que aparecerá en la Tierra, todos tendrían la Sangre de Jesucristo aplicada por el Espíritu Santo en sus almas y por consiguiente estarían limpios y justificados como si nunca en la vida hubiesen pecado, y por consiguiente estarían sellados con el Espíritu Santo en el Reino de Cristo, estarían nacidos en el Reino de Cristo, nacidos en y a la Vida eterna.

Ese es el nuevo nacimiento del cual Cristo le habló a Nicodemo en el capítulo 3, versos 1 al 6, cuando le dijo: “De cierto, de cierto te digo: que el que no nazca de nuevo, no puede ver el reino de Dios.” Nicodemo le pregunta: “¿Cómo puede hacerse esto? ¿Puede el hombre ya siendo viejo entrar en el vientre de su madre y nacer?” Cristo le dice: “De cierto, de cierto te digo: que el que no nazca del Agua y del Espíritu, no puede entrar al Reino de Dios.”

Requiere un nuevo nacimiento para entrar al Reino eterno de Dios, para entrar a la Vida eterna, y por consiguiente se necesita a Cristo y Su Sacrificio en el cual obtenemos el perdón de nuestros pecados y obtenemos la limpieza de nuestros pecados, y somos bautizados en agua en Su Nombre, porque Él dijo: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.” Por lo tanto, somos bautizados en agua en Su Nombre, y así es invocado el Nombre del Señor Jesucristo sobre nosotros.

Joel, en el capítulo 2, y también en el capítulo 2, versos 14 en adelante del libro de los Hechos, dice que todo aquél que invocare el Nombre del Señor, será salvo. Por lo tanto, la persona invoca el Nombre del Señor recibiendo a Cristo como su Salvador, y luego el ministro invoca el Nombre del Señor Jesucristo sobre la persona cuando lo bautiza en agua y dice: “Yo te bautizo en el Nombre del Señor Jesucristo,” y lo sumerge; y ahí la persona queda identificada con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección.

Cuando la persona es llevada a las aguas bautismales, la persona ha recibido a Cristo como su Salvador y ha muerto al mundo, y ahora es sepultado en las aguas bautismales, lo cual es tipo y figura de la sepultura de Cristo; y luego cuando el ministro lo saca de las aguas, eso es tipo y figura de la resurrección de Cristo, y por consiguiente eso es tipo y figura de que usted murió al mundo y fue sepultado ese viejo hombre, y ahora se ha levantado de las aguas bautismales a una nueva vida, a la Vida eterna en el Reino de Jesucristo nuestro Salvador.

Y ahora, todo le cuenta en la Vida eterna, y por consiguiente todas las obras que usted hace en la Iglesia de Jesucristo le quedan acreditadas en el Reino de Cristo y recibirá su recompensa en el Reino de Cristo cuando ya estemos transformados; y Él repartirá los galardones por todas las cosas que hayamos hecho en favor de Cristo y Su Iglesia.

Ahora, podemos ver que la bendición de parte de Dios para los seres humanos es mayor ahora en el Nuevo Testamento que lo que era en el Antiguo Testamento; en aquel tiempo estaban los tipos y figuras y los gentiles no tenían parte, excepto aquellos que se convertían al judaísmo. Pero ahora, la bendición ha pasado de los hebreos a los gentiles, y ahora hebreos y gentiles son bendecidos por Dios, porque tienen un sacrificio por el pecado, el cual es un Sacrificio universal, el cual fue realizado por Cristo en la Cruz del Calvario.

Por lo tanto, toda persona ya sea hebreo o gentil, puede acercarse a Dios con el Sacrificio de Cristo, el Sacrificio por el pecado, arrepentido de sus pecados, y Cristo lo perdona y con Su Sangre lo limpia de todo pecado, y queda justificado ante Dios y es bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo lo bautiza con Espíritu Santo y Fuego, y así la persona obtiene el nuevo nacimiento, nace en el Reino de Cristo como un hijo o una hija de Dios.

Ahora, podemos ver a Dios y Su Obra en continuidad. Vean, en el Antiguo Testamento se requería un sacrificio y la sangre de ese sacrificio para la expiación por el pecado, y ahora en el Nuevo Testamento la Obra de Dios ha continuado, es una Obra que tiene continuación. Y ahora el Sacrificio es el Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario, porque ese es el Sacrificio perfecto para el ser humano.

Ya Dios no acepta ningún otro sacrificio por el pecado, ni siquiera el sacrificio de un macho cabrío como lo efectuaba el sumo sacerdote en medio del pueblo hebreo; ya todo eso que era el tipo y figura, fue quitado, la sombra fue quitada y ahora tenemos la realidad: el Sacrificio de Cristo en favor de todos nosotros para obtener la misericordia de Dios, obtener el perdón de nuestros pecados y ser limpios con la Sangre de Cristo de todo pecado.

Por eso, luego que la persona ya es un creyente en Cristo, si comete algún error, falta o pecado, no puede desanimarse y apartarse del Señor; sino pedir perdón a Cristo, Cristo lo perdona y Cristo con Su Sangre lo limpia de todo pecado; Cristo con Su Sangre nos limpió de todo pecado y nos mantiene limpios de todo pecado; porque en todo momento en que nos manchemos con algún pecado, al confesarlo a Cristo, Cristo nos limpia de todo pecado, Su Sangre está disponible para nosotros las veinticuatro horas del día, o sea, día y noche.

En San Juan, Primera de Juan, capítulo 1, verso 7, dice, hablándonos de la preciosa Sangre de Cristo nuestro Salvador:

Pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros.”

No nos quedamos en nuestros hogares aislados, sino que estamos en comunión los hermanos unos con otros y nos reunimos en las actividades para alabar a Dios, cantar a Dios, para orar a Dios y para escuchar Su Palabra, y también para trabajar unidos en la Obra del Señor Jesucristo, y así perseveramos en Cristo todos los días de nuestra vida, y participamos de la Santa Cena y el Lavatorio de Pies.

...tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado.”

Por lo tanto, la Sangre de Cristo está disponible para todo creyente en Cristo las veinticuatro horas del día. Por eso cuando oramos a Dios, pedimos perdón a Dios por nuestras faltas, errores y pecados que hayamos cometido, Él nos perdona y con Su Sangre nos limpia de todo pecado, porque Él es el Sumo Sacerdote Melquisedec del Templo Celestial, haciendo intercesión por nosotros ante Dios.

Esa Obra ha tenido continuidad en la Iglesia de Jesucristo en favor de cada creyente en Cristo, y ha tenido continuidad en el Templo celestial, y Cristo ha continuado en Su Iglesia de edad en edad llamando y juntando a Sus escogidos correspondientes a cada edad, en esa Obra que tiene continuidad donde Él está construyendo un Templo espiritual para Dios morar en Espíritu Santo en toda Su plenitud.

Cristo ha enviado un Mensajero en cada edad. Vean, la Obra de Cristo tiene continuidad, si envió un Mensajero para una edad, luego para otra edad tiene que enviar otro Mensajero con un Mensaje para que proclame ese Mensaje y se abra una nueva edad y lleguen, sean llamados y juntados los escogidos de esa nueva edad.

Así ha sido la Obra de Cristo, de Dios, ha tenido continuidad; y luego de las siete edades, si Dios va llamar un pueblo, tiene que llamarlo con un Mensaje, y si un Mensaje va a ser traído, si va a ser traída la revelación de Dios para Su pueblo, para llamar y juntar Su pueblo en una nueva edad, pues tiene que Dios tener un Mensajero, un Profeta en medio de Su Iglesia; porque la Obra de Dios tiene continuidad, y como Él obró en otras edades y dispensaciones, tiene que obrar en nuestro tiempo también, y esta es una Obra en continuidad.

Por ejemplo, si Dios por medio de Su Espíritu Santo fue el que reveló Su Palabra a los Mensajeros en cada edad, para nuestro tiempo tiene que ser de nuevo el Espíritu Santo revelando Su Palabra a Su Iglesia; porque el Espíritu Santo es el que fue enviado para dar testimonio de todas estas cosas, para enseñarnos todas las cosas conforme a las Palabras de Cristo.

Vean, en San Juan, capítulo 14, verso 26, dice Cristo:

Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho.”

¿Quién es el Maestro para la Iglesia en los tiempos de la Iglesia de Jesucristo? Es el Espíritu Santo, el Espíritu que estaba en Cristo viniendo a la Iglesia del Señor Jesucristo.

Luego en el capítulo 15, verso 26 de San Juan, dice:

Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí.”

El que ha venido dando testimonio acerca de Jesucristo por medio de la predicación del Evangelio de Cristo, es el Espíritu Santo manifestado en los Apóstoles y en los Ángeles Mensajeros y en los ministros que Dios ha colocado al lado de esos Mensajeros.

Y para nuestro tiempo, ¿quién es el que tiene que dar testimonio de Cristo? El Espíritu Santo, y tiene que manifestarse en este tiempo, así como se manifestó en los Ángeles Mensajeros, tiene que manifestarse en un Mensajero que tiene que ser el Ángel del Señor Jesucristo, el cual estará en medio de la Iglesia de Jesucristo en carne humana, y a través de Él estará el Espíritu Santo dando testimonio acerca de Cristo, dando testimonio de la Primera Venida de Cristo y Su Obra de Redención en la Cruz del Calvario y de la Obra que ha llevado a cabo a través de las diferentes edades de la Iglesia, y luego también dando testimonio de la Segunda Venida de Cristo y Su Obra de Reclamo.

Es el Espíritu Santo el enviado para dar testimonio de Cristo y dar testimonio de todas estas cosas que sucederán. Por lo tanto, los que escucharon la Voz del Mensajero de cada edad, estaban escuchando la Voz del Espíritu Santo, la Voz de Cristo hablándole a Su Iglesia y llamando y juntando los escogidos de cada edad.

Toda revelación vino por el Espíritu Santo al Mensajero correspondiente a cada edad. Y para nuestro tiempo toda revelación divina tiene que venir a la Iglesia por medio del Espíritu Santo en el Mensajero del Día Postrero, que es el Ángel del Señor Jesucristo. La revelación del Séptimo Sello y su misterio contenido, tiene que venir por medio del Espíritu Santo a la Iglesia de Jesucristo a través del Ángel Mensajero del Señor Jesucristo. Tiene que venir siempre toda revelación divina por medio del Espíritu Santo a un Profeta y por medio de un Profeta al pueblo.

Porque no hará nada Jehová el Señor, sin que revele su secreto a sus siervos los profetas.”(Nota - Amós 3:7)

Dios coloca en la boca de Sus Profetas Su Palabra, Su revelación divina para Su pueblo, y la Revelación divina para el pueblo de Dios, tanto del Antiguo Testamento como del Nuevo Testamento, tanto para la Iglesia de Jesucristo como para los hebreos, viene siempre en la misma forma: por medio del Espíritu Santo a través de un Profeta, y eso es la Obra de Dios en continuidad trayendo la revelación divina a Su pueblo, trayendo la Palabra revelada al pueblo de Dios. No puede ser en otra forma porque rompería la continuidad divina en cuanto a la forma establecida por Dios de traer toda revelación al pueblo.

“Profeta como yo os levantará el Señor vuestro Dios en medio del pueblo, a él oiréis, a él oíd.” Dijo el Profeta Moisés en Deuteronomio, capítulo 18, versos 15 al 16. Luego sigue hablando el Profeta Moisés al pueblo y les dice acerca de esta forma de hablarle al pueblo, establecida por Dios, les dice en el verso 17 en adelante del mismo capítulo 18 de Deuteronomio:

Y Jehová me dijo: Han hablado bien en lo que han dicho.

Profeta les levantaré de en medio de sus hermanos, como tú; y pondré mis palabras en su boca.”

¿Dónde Dios coloca Su Palabra? ¿Dónde está la Palabra que Dios le habla al pueblo? En la boca de un Profeta, siempre ha sido así a través de la Obra de Dios que ha venido en continuidad, tiene continuidad la Obra de Dios. Si Dios usó un Profeta para hablar, luego si vuelve a hablar tiene que usar otro Profeta, otro Mensajero, y si habló en una edad, entonces tiene que venir otra edad para volver a hablar, y Dios coloca Su Palabra, ¿dónde? En la boca de ese hombre, de ese Profeta.

Toda persona ha deseado escuchar a Dios, por lo tanto, toda persona puede escuchar a Dios cuando escucha al Profeta Mensajero que Dios ha enviado para el tiempo en que la persona está viviendo, y puede ver a Dios velado en ese hombre, en ese Profeta y revelado a través de ese Profeta; aunque ese profeta, ese hombre no es Dios, pero Dios está en ese hombre y coloca Su Palabra en ese hombre y por medio de Su Espíritu Santo Dios le habla al pueblo a través de ese hombre, de ese Profeta. Vean, esto está claro aquí:

Y pondré mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que yo le mandare.

Mas a cualquiera que no oyere mis palabras que él hablare en mi nombre, yo le pediré cuenta.”

Luego en Zacarías, capítulo 7, verso 11 al 12, Dios le dice al pueblo hebreo que ellos no quisieron escuchar a Dios, dice:

Pero no quisieron escuchar, antes volvieron la espalda, y taparon sus oídos para no oír;

y pusieron su corazón como diamante, para no oír la ley ni las palabras que Jehová de los ejércitos enviaba por su Espíritu, por medio de los profetas primeros; vino, por tanto, gran enojo de parte de Jehová de los ejércitos.”

Ahora vean, ¿cómo fue que no quisieron escuchar a Dios? No quisieron escuchar a Dios cuando Dios por medio de Su Espíritu Santo, que es Cristo en Su cuerpo angelical, les hablaba al pueblo a través de los Profetas.

Por lo tanto, Dios por medio del Ángel de Jehová, que es Cristo en Su cuerpo angelical, habló a través de los Profetas y el pueblo no quería escuchar; cuando rechazaban a los Profetas, estaban rechazando al Dios Todopoderoso que estaba en ellos, y por consiguiente también estaban rechazando al Ángel del Pacto, al Ángel de Jehová, que es Cristo en Su cuerpo angelical, el cual estaba en esos Profetas, era el Espíritu de Cristo en los Profetas.

Esto está también en Primera de Pedro, capítulo 1, verso 10 en adelante, donde dice:

Los profetas que profetizaron de la gracia destinada a vosotros, inquirieron y diligentemente indagaron acerca de esta salvación,

escudriñando qué persona y qué tiempo indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos.”

El Espíritu de Cristo que estaba en ellos, y el Espíritu de Cristo que estaba en ellos es el Ángel de Jehová, el Ángel del Pacto, ese Varón de esa dimensión invisible llamado el Ángel de Jehová o Ángel del Pacto donde está el Nombre de Dios. De ese Ángel dice Dios que tiene el Nombre de Dios, dice: “He aquí yo envió mi Ángel delante de vosotros, para que te guarde en el camino.” Vamos a verlo aquí claramente y luego continuamos con ese pasaje. Capítulo 23 del Éxodo, verso 20 en adelante, dice:

He aquí yo envío mi Angel delante de ti para que te guarde en el camino, y te introduzca en el lugar que yo he preparado.

Guárdate delante de él, y oye su voz; no le seas rebelde; porque él no perdonará vuestra rebelión, porque mi nombre está en él.”

¿Dónde está el Nombre de Dios? En Su Ángel, el Ángel de Jehová aquí en el Antiguo Testamento, y ese Ángel de Jehová es Cristo en Su cuerpo angelical. Por eso Él podía decir: “Antes que Abraham fuese, Yo Soy.” Capítulo 8, versos 56 al 58 de San Juan:

Pero si en verdad oyeres su voz e hicieres todo lo que yo te dijere, seré enemigo de tus enemigos, y afligiré a los que te afligieren.

Porque mi Angel irá delante de ti.”

Y ahora, la Voz de Dios estaba en el Ángel, el Ángel de Jehová, y luego cuando el Ángel de Jehová estaba manifestado en los Profetas, ¿dónde estaba entonces la Voz de Dios? En los Profetas, era el Ángel de Jehová hablándole al pueblo hebreo. ¿Y dónde estaba Dios? En el Ángel. Por lo tanto, en los Profetas estaba Dios velado en carne humana y revelado a través de carne humana. Pero en Jesús se veló y se reveló en toda Su plenitud, la plenitud de la Divinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo, todo en un Hombre llamado Jesús.

Y por medio de Jesús, Dios habló al pueblo hebreo, y tampoco quiso escuchar a Dios hablando a través de Jesús. Vean, aquí está, dice Hebreos, capítulo 1, verso 1 al 3, dice:

Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas.”

¿Ven? ¿Cómo Dios habló? Por medio de los Profetas.

...en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo (o sea, por Jesucristo), a quien constituyó heredero de todo.”

¿Quién es el Heredero de toda la Creación? Jesucristo.

... y por quien asimismo hizo el universo.”

¿Cómo Dios creó el Universo? Por medio de Su Hijo Jesucristo, por medio de Cristo en Su cuerpo angelical Dios creó el Universo, Dios estaba en Cristo en Su cuerpo angelical creando el Universo, por medio de Cristo Dios hablaba a existencia todas las cosas.

...el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia.”

¿Ven? Jesucristo en Su cuerpo angelical es la imagen de la sustancia de Dios, es la imagen de Dios, es el cuerpo angelical de Dios, y Él también es la semejanza física tangible de Dios. Cristo en Su cuerpo físico, el cual ya está glorificado es la imagen visible de Dios; cuerpo que vieron seres humanos en el tiempo de la Primera Venida de Cristo.

...y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas.”

Y Cristo está a la Diestra de Dios, sentado en el Trono de Dios haciendo intercesión con Su Sangre por toda persona que tiene Su Nombre escrito en el Cielo en el Libro de la Vida del Cordero, los cuales cuando escuchan la predicación del Evangelio de Cristo y escuchan el Plan de Redención que Cristo llevó a cabo muriendo en la Cruz del Calvario, la persona despierta a la realidad de que es un pecador y que por sí mismo no se puede salvar, no se puede quitar los pecados el ser humano por sí mismo.

Por lo tanto, necesita un Salvador, y entonces comprende que el sacrificio que se efectuaba en el Antiguo Testamento para el perdón de los pecados y para el ser humano ser reconciliado con Dios, ahora en el Nuevo Testamento es el Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario. Y entonces la persona clama a Cristo y le dice: “Señor Jesucristo, yo creo que Tú eres el Hijo de Dios, yo creo en Tu Sacrificio en la Cruz del Calvario, yo creo que Tú eres mi sacrificio por mis pecados, yo creo que Tú eres el único que puede perdonar mis pecados y puedes limpiarme de todo pecado con Tu Sangre preciosa. Yo lo creo con toda mi alma y Te recibo como mi Salvador. Señor, sálvame que perezco, Señor salva mi alma.”

Cristo recibe la persona, perdona sus pecados y con Su Sangre lo limpia de todo pecado, y entonces la persona puede ser bautizada en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, pues Cristo dijo: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura; el que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere será condenado.”

Por lo tanto, la persona escucha estas palabras de Cristo, y dice: “Yo creo, yo creo en Jesucristo, yo creo que Él es mi Salvador, lo recibo como mi Salvador.” Y entonces puede ser bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo por un ministro y luego Cristo lo bautiza con Espíritu Santo y Fuego, y produce en la persona el nuevo nacimiento, lo cual es una Obra que Cristo ha venido llevando a cabo desde el Día de Pentecostés hacía acá. Es la Obra de Dios en continuidad, perdonando al ser humano y limpiándolo de todo pecado con la Sangre de Cristo; y la persona siendo bautizada en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo bautizando a la persona con Espíritu Santo y Fuego, y produciendo en la persona el nuevo nacimiento.

El nuevo nacimiento es una obra continua que ha venido realizando Dios por medio de Su Espíritu Santo en cada persona que ha recibido a Cristo como su Salvador. No hay otra forma para el ser humano obtener el perdón de sus pecados y obtener el Espíritu Santo y obtener el nuevo nacimiento. “No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo,” dijo Cristo a Nicodemo. Es necesario nacer del Agua y del Espíritu. Creer en el Evangelio de Cristo, eso es nacer del Agua, y recibir el Espíritu Santo, eso es nacer del Espíritu Santo; nacer en el Reino eterno de Jesucristo en y a la Vida eterna. Y eso es una Obra Divina. “No es con ejércitos ni con fuerzas, mas con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos,” dice Zacarías, capítulo 4, verso 1 al 14.

Por lo tanto, Dios obra en continuidad, en la misma forma en que salvó al primer creyente en Cristo en el Nuevo Testamento, es la misma forma en que ha venido salvando a todos los que han recibido la salvación del alma, hasta que obtenga su salvación hasta el último escogido de Dios.

Por lo tanto, toda persona que ha recibido a Cristo como su Salvador y ha pedido perdón a Cristo por sus pecados, Cristo lo ha perdonado y con Su Sangre lo ha limpiado de todo pecado, y ha sido bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, que es el segundo paso que tiene que dar la persona. Y luego Cristo lo ha bautizado con Espíritu Santo y Fuego, y ha producido el nuevo nacimiento en la persona, ha nacido a una nueva vida, a la Vida eterna. Y por consiguiente ha entrado al Reino eterno de Dios, del cual Jesucristo es el Rey, porque Cristo es el Rey de reyes y Señor de señores.

Por lo tanto, la buena noticia para los creyentes en Cristo es que tenemos Vida eterna, y esta vida está en el Hijo de Dios, en Jesucristo nuestro Salvador.

Vean lo que nos dice San Juan en su primera carta, Primera de Juan, capítulo 5, verso 10 en adelante, dice:

El que cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a Dios, le ha hecho mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo.

Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo.”

La Vida eterna está en Jesucristo. Por eso para recibir la Vida eterna hay que recibir a Cristo porque Él es la Vida eterna. La Vida eterna está en Jesucristo. El que busca la Vida eterna, porque quiere vivir eternamente, está buscando a Jesucristo, aunque no lo haya comprendido, está buscando a Cristo, pero no ha comprendido que necesita recibir a Cristo, porque en Criso está la Vida eterna para mí, ¿y para quién más? Para cada uno de ustedes también.

Sin Cristo no tenemos Vida eterna, pero con Cristo acá en nuestra alma tenemos Vida eterna. “El que tiene al Hijo, tiene la Vida (o sea, tiene la Vida eterna). El que no tiene al Hijo de Dios, no tiene la Vida.” Aunque diga: “Sí, yo tengo vida, estoy vivo.” Tiene vida, pero es una vida temporal. Pero la Vida eterna no la tiene, solamente la tienen aquellos que han recibido a Cristo como su Salvador, y han sido sellados en el Reino de Cristo con el Espíritu Santo, y por consiguiente han asegurado su futuro eterno con Jesucristo en Su Reino eterno.

Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios.”

La buena noticia es que tenemos Vida eterna, hemos nacido a la Vida eterna por medio de Cristo, el cual ha producido en nosotros ese nuevo nacimiento por medio de Su Espíritu Santo.

Por lo tanto, toda persona que todavía no ha recibido a Cristo como su Salvador, y quiere tener Vida eterna y vivir eternamente en el Reino de Dios, preguntará: “¿Qué debo hacer?” Pablo dijo al carcelero de Filipo, el cual preguntó: “¿Qué debo hacer para ser salvo?” Pablo le dijo: “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú... y serás salvo, tú y tu casa.” Y él creyó.

Y ahora, el Día de Pentecostés preguntaron a Pedro y a los demás Apóstoles, las personas que allí estaban escuchando la predicación de Pedro, cuando Pedro predicaba en el capítulo 2, verso 36 en adelante del libro de los Hechos, donde dice:

Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo (por eso llamamos a Jesús: SEÑOR JESUCRISTO).

Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?

Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.

Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.

Y con otras muchas palabras testificaba y les exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación.

Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas.”

Como tres mil personas fueron compungidas de corazón al escuchar la predicación de Pedro, ungido con el Espíritu Santo. Era el Espíritu Santo, Cristo en Espíritu Santo en San Pedro, hablando a través de San Pedro. Y luego el Espíritu Santo colocando convicción de pecados en el alma de las personas, porque el Espíritu Santo es el que convencerá al mundo de sus pecados. Él es el que trae la convicción de pecado al ser humano, para que arrepentido de sus pecados reciba a Cristo, pidiéndole perdón a Cristo por sus pecados, y Cristo lo recibe, lo perdona y con Su Sangre lo limpia de todo pecado, y entonces puede ser bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo entonces lo bautiza con Espíritu Santo y Fuego, y la persona obtiene el nuevo nacimiento, nace en el Reino de Cristo a la Vida eterna.

Y así queda sellado con el Espíritu Santo en el Reino de Cristo para vivir eternamente con Cristo en Su Reino; recibirá el cuerpo físico, glorificado, en el Día Postrero cuando Cristo complete Su Iglesia y luego seremos inmortales físicamente, tendremos un cuerpo joven y glorificado e inmortal como el cuerpo glorificado de Cristo nuestro Salvador.

Todo esto está en la Obra de Dios que Él está llevando a cabo, la cual es una Obra que ha venido en continuidad.

Por lo tanto, una edad se entrelaza con una nueva edad, y así por el estilo, porque es una obra que viene en continuidad. Y un Mensajero se entrelaza con otro Mensajero, y una dispensación con otra dispensación, hasta llegar a este tiempo final en el cual nosotros estamos viviendo.

Ahora, Dios obra en continuidad en este tiempo, en armonía con la forma en que Él obró en edades y dispensaciones pasadas, y en Profetas y Mensajeros pasados, y llama y junta a Sus escogidos de este tiempo final. Dios por medio de Su Espíritu Santo en Su manifestación final llamando y juntando Sus escogidos de este tiempo final. Y eso es para este tiempo final, así como fue en cada edad por medio de un Ángel Mensajero, para este Día Postrero será por medio del Ángel del Señor Jesucristo. Ahí es donde estará la Voz de Cristo, la Voz de Dios, llamando y juntando Sus escogidos de este tiempo final.

Por lo tanto, toda persona que en este tiempo final ha recibido a Cristo como su Salvador, arrepentido de sus pecados, y ha sido bautizado en agua en Su Nombre, y Cristo lo ha bautizado con Espíritu Santo y Fuego, ha obtenido el nuevo nacimiento, ha nacido en el Reino de Jesucristo nuestro Salvador, y ha entrado a la Vida eterna, tiene Vida eterna, vivirá con Cristo en Su Reino por toda la eternidad.

Pero toda persona que no ha recibido a Cristo como su Salvador no tiene Vida eterna, no ha entrado al Reino eterno de Jesucristo, solamente tiene vida temporal, y no sabe cuándo se le va a terminar. Por lo tanto, le conviene asegurar su futuro eterno con Cristo en Su Reino eterno.

¿Y qué debe hacer para asegurar su futuro eterno? Arrepentido de sus pecados recibir a Cristo como su Salvador, y Cristo lo perdonará y con Su Sangre lo limpiará de todo pecado, y podrá ser bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo lo bautizará con Espíritu Santo y Fuego, y producirá en la persona el nuevo nacimiento, nacerá a la Vida eterna en el Reino eterno de Jesucristo nuestro Salvador.

Cristo dijo: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura; el que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.” San Marcos, capítulo 16, versos 15 al 16.

Y también Cristo dijo: “El que me confesare delante de los hombres, Yo le confesaré delante de mi Padre.” Por lo tanto, todos queremos que Cristo nos confiese delante de nuestro padre Celestial, y diga Cristo: “Esta persona me ha recibido como su Salvador, Yo he perdonado sus pecados y con mi Sangre lo he limpiado de todo pecado, y ha sido bautizado en agua en mi Nombre, y Yo quiero Padre, que Tú lo bautices con Espíritu Santo y Fuego, Yo quiero que Tú le des el bautismo del Espíritu Santo, que Tú produzcas en él el nuevo nacimiento.”

Y el Padre celestial por medio de Cristo envía el Espíritu Santo a la persona y produce el nuevo nacimiento en la persona, y así la persona ha nacido en y a la Vida eterna en el Reino eterno de Jesucristo nuestro Salvador. Esta es una Obra que ha venido en continuidad desde el Día de Pentecostés hacia acá y que ha estado en continuidad en el Antiguo Testamento en los tipos y figuras.

Por lo tanto, toda persona que todavía no ha recibido a Cristo como su Salvador, tiene la oportunidad de hacerlo en esta ocasión levantando su mano y yo estaré orando por usted en esta ocasión para que Cristo le reciba, perdone sus pecados y con Su Sangre le limpie de todo pecado, y pueda ser bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo lo bautice con Espíritu Santo y Fuego y produzca en usted el nuevo nacimiento, nazca en el Reino de Cristo en y a la Vida eterna, y así tenga asegurado su futuro eterno en el Reino eterno de Jesucristo nuestro Salvador.

Por lo tanto, toda persona que levante su mano que desee vivir eternamente, y levante su mano para recibir a Cristo como su Salvador, yo estaré orando por usted para que Cristo le reciba, y para que Cristo lo coloque en Su Reino eterno.

Veo por allí una mano levantada, era de un niñito; los niños de 12 años en adelante también pueden recibir a Cristo. Allá veo también manos levantadas, por acá también veo manos levantadas, pueden pasar al frente y estaré orando por ustedes en esta ocasión para que Cristo les reciba y les coloque Cristo en Su Reino eterno, para que así tengan la esperanza de vivir eternamente con Jesucristo en Su Reino, y así la vida de ustedes aquí en la Tierra tenga el sentido correcto que debe tener, tenga el sentido divino.

Pueden continuar pasando todos los que desean vivir eternamente con Cristo y que en esta ocasión reciben en sus almas, en sus corazones a Cristo como su Salvador personal.

El Espíritu Santo, el Espíritu de Cristo ha estado en vuestros corazones colocando Su Palabra hablándoles directamente a vuestras almas para que en esta ocasión ustedes reciban a Cristo como su único y suficiente Salvador. Es una Obra del Espíritu Santo en vuestros corazones, una Obra que ha venido en continuidad a través de todas estas edades pasadas.

Es el Espíritu Santo el que ha colocado en ustedes la convicción de pecado, de que son pecadores y necesitan a Cristo para que perdone vuestros pecados y con Su Sangre les limpie de todo pecado; porque ustedes desean vivir eternamente con Jesucristo en Su Reino eterno. “El que me confesare delante de los hombres, Yo también le confesaré delante de Mi Padre,” dijo nuestro amado Señor Jesucristo.

Es la decisión más grande y más importante que ustedes han hecho en vuestra vida: la decisión de recibir a Cristo como vuestro Salvador, porque es una decisión que les coloca en Cristo, el Camino de la Vida eterna, Cristo la Vida eterna, Cristo nuestro Salvador. Por lo tanto, les coloca, la decisión que ustedes han hecho, les coloca en el Reino eterno de Jesucristo, y por consiguiente les coloca en la Vida eterna, por consiguiente cuando Cristo resucite los muertos creyentes en Él y transforme a todos los creyentes vivos, nos veremos nuevamente en cuerpos nuevos, eternos y glorificados y jovencitos para toda la eternidad, y entonces me dirá: “Aquel día en que recibí a Cristo como mi Salvador, hice la decisión más importante de mi vida, la cual me colocó en la Vida eterna, y ahora tengo un cuerpo eterno joven y glorificado, igual al cuerpo glorificado de Jesucristo mi Salvador.”

Todavía estamos esperando por más personas que vienen de camino que desean vivir eternamente con Cristo en Su Reino, y que desean que la Obra que Cristo ha estado haciendo a través de las edades en todos los que Le han recibido como su Salvador, la haga también en ustedes, es una Obra que tiene continuidad. Por lo tanto, queremos que la Obra de Dios continúe en nosotros, así como fue hecha en los creyentes en Cristo de otras edades pasadas.

Todavía estamos esperando por las otras personas que faltan por pasar para luego orar por todos los aquí presentes. Todavía pueden continuar pasando todos los que desean vivir eternamente con Cristo y por consiguiente necesitan recibir a Cristo como su Salvador. Vamos a dar unos segundos y luego oraremos ya por todos los que han pasado.

“El que me confesare delante de los hombres, Yo le confesaré delante de Mi Padre.” Por lo tanto, necesitamos públicamente recibir a Cristo como nuestro Salvador, esa es una confesión pública de nuestra fe en Cristo: que creemos en Él como el Hijo de Dios y en Su Sacrificio realizado en la Cruz del Calvario.

Todavía hay más personas que desean vivir eternamente y todavía no han recibido a Cristo, y en esta ocasión tienen la oportunidad de hacerlo, y en sus almas sienten el deseo de hacerlo; por lo tanto, pueden pasar para orar por ustedes en esta ocasión. Unos segundos y ya estaremos orando por todos los que han pasado.

Recuerden que en algunas personas hay una lucha mayor que en otras personas para recibir a Cristo, y los primeros que pasan, vencen esa lucha y pasan al frente y reciben a Cristo; los últimos que pasan, han luchado más tiempo, pero a lo último dicen: “Yo recibo a Cristo como mi Salvador, yo quiero vivir eternamente con Cristo en Su Reino; por lo tanto nada va a impedir que yo reciba a Cristo como mi Salvador, porque nada va a impedir que yo viva eternamente con Cristo en Su Reino; yo quiero vivir eternamente con Jesucristo en Su Reino eterno, y esta es mi oportunidad de confesar a Cristo como mi Salvador, de recibirlo como mi Salvador.”

Por lo tanto, los que todavía no han pasado y Dios les habló a sus almas y les mostró la bendición tan grande que Él tiene para usted, puede pasar para que sea incluido en esta ocasión en esta oración que estaré haciendo por todos los que están aquí presentes.

Todavía continúan pasando más personas, a las cuales Dios por medio de Su Espíritu Santo les habló directamente a sus almas y les mostró el Programa de Redención que Dios ha estado llevando a cabo desde el Sacrificio de Cristo hacia acá, lo cual es una Obra que ha venido en continuidad o continuación.

Hemos estado viendo a Dios, y hemos estado viendo la Obra de Dios que ha venido en continuidad, esa misma Obra que ha venido en continuidad en donde han sido salvados millones de seres humanos, continúa en ustedes aquí presentes, como continuó en los que ya hemos recibido a Cristo como nuestro Salvador.

Vamos a esperar ya por los últimos que faltan por pasar para ya orar por todos. Si falta alguno puede pasar ya inmediatamente, diga en su alma: “Yo quiero vivir eternamente con Jesucristo en Su Reino; por lo tanto yo recibo a Cristo como mi Salvador.” Y pase al frente para que quede incluido en esta oración.

Vamos a inclinar nuestros rostros y vamos a orar, y los que han pasado al frente repitan conmigo esta oración:

Señor Jesucristo, reconozco que Tú eres el Hijo de Dios que has venido al mundo para morir por mí en la Cruz del Calvario, para así que yo no me pierda, sino que reciba Vida eterna. Reconozco que Tu Sangre me limpia de todo pecado. Señor Jesucristo reconozco que Tú resucitaste y ascendiste al Cielo, y estas haciendo intercesión por todos los que Te reciben como Salvador.

Señor Jesucristo, yo reconozco que soy pecador. Señor Jesucristo, yo Te recibo como mi Salvador, Señor Jesucristo salva mi alma, perdona mis pecados y con Tu Sangre limpiame de todo pecado; Te lo ruego, Te lo suplico, ¡Oh Señor Jesucristo! Y bautizame con Espíritu Santo y Fuego luego que yo sea bautizado en agua en Tu Nombre, Señor Jesucristo, colócame en Tu Reino. Te lo ruego en Tu Nombre, Señor Jesucristo. Amén y amén.”

Repitan conmigo:

La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado. La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado. La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado.

Jesucristo les ha recibido, ha perdonado vuestros pecados y con Su Sangre les ha limpiado de todo pecado.

Inclinen vuestros rostros y oraré a Dios por todos ustedes:

Padre nuestro que estas en el Cielo, santificado sea Tu Nombre, venga Tu Reino, hágase Tu voluntad como en el Cielo aquí en la Tierra. Y Señor, Dios Todopoderoso, Padre Celestial, estas almas, estas personas que están aquí presentes, han recibido a Jesucristo, Tu Hijo amado, como su Salvador. Padre Celestial, los traigo a Ti, y Te ruego les recibas en Tu Reino eterno y cuides de sus vidas y les bautices con Espíritu Santo y Fuego luego que ellos sean bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, Tu Hijo amado.

Y Te ruego también que a sus familiares los traigas también a los pies de Jesucristo nuestro Salvador, y que reciban salvación y Vida eterna sus familiares también. En Tus manos los encomiendo a todos los que han pasado y a sus familiares también. Padre, en el Nombre del Señor Jesucristo, para quien sea la gloria y la honra por los siglos de los siglos. Amén.

Cristo les ha recibido en Su Reino.

Ahora, me preguntarán, por cuanto Cristo dijo: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo.” Me dirán: “Ya hemos creído, he creído con toda mi alma en Jesucristo como mi Salvador, lo he recibido como mi Salvador, pero me falta ser bautizado, porque Él dijo: El que creyere y fuere bautizado. ¿Cuándo puedo ser bautizado?” Por cuanto ustedes han creído con toda vuestra alma, bien pueden ser bautizados hoy mismo en el Nombre del Señor Jesucristo en obediencia al mandato de Cristo, y en donde se identificarán con la muerte, sepultura y resurrección de Jesucristo nuestro Salvador.

Y pregunto al ministro, al Rvdo. Joel Lara, si hay agua para ser bautizados en el Nombre del Señor Jesucristo, dice que hay cinco bautisterios. ¿Y hay ropas bautismales también? Hay ropas bautismales también; por lo tanto, bien pueden ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo; como fueron bautizados en agua como tres mil personas que creyeron en Cristo el Día de Pentecostés y fueron bautizadas por los Apóstoles en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo los bautizó con Espíritu Santo y Fuego, y fueron añadidos a la Iglesia del Señor Jesucristo, entraron al Reino de Jesucristo nuestro Salvador.

Ha sido para mí un privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión, dándoles testimonio de nuestro tema: “DIOS OBRA EN CONTINUIDAD.”

Y vean, cómo sucedió el Día de Pentecostés, que como tres mil personas creyeron a la predicación de Pedro, ustedes aquí han creído a la predicación del Evangelio de Cristo y han recibido a Cristo como vuestro Salvador, y van a ser bautizados como ellos también fueron bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el Nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.” Y creyeron y fueron bautizados.

Por lo tanto, en esta ocasión tienen la hermosa oportunidad de cumplir el mandato de Cristo: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo.”

Nuestro tema ha sido: “DIOS OBRA EN CONTINUIDAD.”

Lo que está sucediendo aquí es una Obra divina en continuidad, ha venido en continuidad todo el tiempo, y hoy estamos viendo esa continuidad de la Obra de Dios.

Muchas gracias por vuestra amable atención amigos y hermanos presentes, y que Jesucristo nuestro Salvador, los bendiga grandemente y les fortalezca y les ayude a perseverar hasta el fin en la Iglesia del Señor Jesucristo, sirviendo a Cristo todos los días de vuestra vida.

Dejo nuevamente al Rvdo. Joel Lara para que les indique hacia cuál lugar caminar las damas para cambiarse de ropas y ser bautizadas, y los caballeros hacia qué lugar caminar para ser cambiados de ropa y ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.

Que Dios me los bendiga a todos, y con nosotros el Rvdo. Joel Lara para indicarles cómo hacer en este momento.

Que Dios les bendiga y les guarde a todos.

DIOS OBRANDO EN CONTINUIDAD.”