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El Día de la Expiación 2003-11-02 1 Asunción Asunción PY 00:00:00 false

Muy buenos días, amados amigos y hermanos presentes; es para mí un privilegio y bendición grande estar con ustedes en esta ocasión, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente a este tiempo final. Reciban todos saludos de mi esposa Erica, y también los niños reciban saludos de América y de Yahannah Gabriela.

Para esta ocasión leemos en Levítico, capítulo 23, versos 26 en adelante (26 al 29), donde dice Dios a Moisés y Moisés al pueblo:

También habló Jehová a Moisés, diciendo:

A los diez días de este mes séptimo será el día de expiación; tendréis santa convocación, y afligiréis vuestras almas, y ofreceréis ofrenda encendida a Jehová.

Ningún trabajo haréis en este día; porque es día de expiación, para reconciliaros delante de Jehová vuestro Dios.

Porque toda persona que no se afligiere en este mismo día, será cortada de su pueblo.”

Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.

Para esta ocasión nuestro tema es: “EL DÍA DE LA EXPIACIÓN.”

Este día de la expiación establecido por Dios para el pueblo hebreo, es el día más importante para el pueblo hebreo y por consiguiente para toda la humanidad, porque es tipo y figura del día universal de la expiación.

Ahora, para poder comprender porqué se llevaba a cabo este día de la expiación, tenemos que comprender que desde que el ser humano pecó en el Huerto del Edén, de ahí en adelante el ser humano perdió la bendición grande de la imagen del Dios Viviente, perdió la bendición de la gloria de Dios, y por consiguiente el ser humano quedó preso y esclavizado en el reino de las tinieblas, porque el diablo venció allí al ser humano engañando a Eva, y por consiguiente la raza humana pecó; pues la raza humana estaba representada en Adán y Eva.

Así como un árbol de mango o un árbol de aguacate o una planta de trigo está representada en una semilla, y si esa semilla se enferma, luego cuando se siembra y nace, nace un árbol enfermo con fruto enfermo. Así también Adán era la semilla que Dios colocó en la Tierra, y de esa semilla Dios sacó a la compañera para Adán, por lo tanto Eva es parte de Adán; y luego entró la enfermedad, la plaga del pecado a través de Eva y luego pasó a Adán.

Por lo tanto, la descendencia de Adán y de Eva aparece en la Tierra contaminada con el pecado que entró a la raza humana cuando la raza estaba representada en Adán y Eva.

Ahora, encontramos que Dios le dio vestiduras de pieles al ser humano para cubrir su desnudez, y por consiguiente un animalito tuvo que morir, murió por el pecado de Adán y Eva, y por consiguiente ahí se estableció el sacrificio por el pecado; y por eso encontramos que luego más adelante Abel ofreció a Dios un sacrificio, una ofrenda de un animalito, de un cordero a Dios; y agrado a Dios, ofreció esa ofrenda por su pecado.

Caín trajo una ofrenda a Dios de los frutos del campo, pero no trajo un sacrificio por el pecado, y a Dios no le agradó la ofrenda que trajo Caín, porque la ofrenda requerida por el pecado es una ofrenda de sangre, una ofrenda de un animalito que sea sacrificado.

Por lo tanto, Abel tenía la revelación, el conocimiento de que Dios solamente aceptaba por el pecado del ser humano un sacrificio de un animalito, y eso tenía que ser hecho con fe y por fe.

Por lo tanto, Abel trajo ese sacrificio por el pecado, y fue aceptado por Dios; el de Caín no fue aceptado porque no fue un sacrificio por el pecado, no fue un sacrificio de un animalito, fueron frutos del campo.

Y Dios no acepta por el pecado del ser humano ningún sacrificio, ninguna ofrenda, que no sea un sacrificio de un animalito, así está establecido en el Antiguo Testamento, y por eso encontramos que los patriarcas y todas estas personas de Adán en adelante sacrificaban animalitos por el pecado de ellos.

Y Dios aceptaba esos sacrificios, y el pecado de las personas era perdonado y era cubierto el pecado con la sangre de esos animalitos, porque la sangre de los animalitos no puede quitar el pecado, solamente lo cubre, porque los animales no tienen alma, y por esa razón no son perfectos esos sacrificios, sino que solamente son el tipo y figura de un Sacrificio perfecto que vendría más adelante.

Pero mientras llegaba ese Sacrificio perfecto, Dios colocó sustitutos de ese Sacrificio perfecto, esos sacrificios de animalitos son un sustituto en lo que llega el Sacrificio perfecto, por lo tanto, son tipo y figura de un Sacrificio perfecto que ha de venir.

Por eso fueron establecidos así por Dios, y encontramos al pueblo hebreo llevando a cabo esos sacrificios, y encontramos que el sacrificio de la expiación en donde se sacrificaba un macho cabrío por el pecado del pueblo, ese sacrificio tipifica un Sacrificio perfecto que ha de llegar más adelante.

Encontramos que también otro macho cabrío de los dos machos cabríos que eran presentados al sumo sacerdote, el otro macho cabrío que era por Azazel, ese no lo sacrificaban sino que el sumo sacerdote colocaba sus manos sobre la cabeza de ese macho cabrío y confesaba los pecados del pueblo, y luego era enviado lejos por el desierto ese macho cabrío, y llevaba lejos los pecados del pueblo.

Ambos machos cabríos: el que era por Jehová, que era sacrificado, y el otro que era por Azazel, sobre el cual confesaban los pecados del pueblo, el sumo sacerdote confesaba los pecados del pueblo, representan a Cristo, y todos esos sacrificios por el pecado que ofrecían a Dios en el Antiguo Testamento, tipifican, representan a Cristo.

Por lo tanto, el pueblo hebreo tenía que realizar estos sacrificios, el sumo sacerdote era el único que podía ofrecer el sacrificio por el pecado el día diez del mes séptimo de cada año, él tenía que sacrificar ese macho cabrío de la expiación, y tenía que llevar dentro del lugar santísimo la sangre en una vasija y esparcir con su dedo siete veces sobre el propiciatorio.

Y toda persona hebrea ese día tenía que afligirse en su alma por haber pecado contra Dios, o sea, estar arrepentido por haber pecado contra Dios y pedir perdón a Dios, y Dios lo perdonaba y quedaba cubierto con la Sangre de la expiación, y quedaba reconciliado con Dios para vivir un año más.

¿Por qué un año más? Por cuanto los animales no son perfectos porque no tienen alma, esos sacrificios no eran perfectos, sino que solamente eran el tipo y figura del Sacrificio de Jesucristo en la Cruz del Calvario.

Por eso cada año tenían que ofrecer a Dios ese sacrificio de la expiación. También por cuanto los animales no tienen alma, el espíritu del animal no puede venir sobre la persona.

Pero cuando se realizara el Sacrificio perfecto por el pecado, cuando se realizara la expiación por el pecado del ser humano, el Espíritu de ese Sacrificio vendría sobre el creyente, el Espíritu de Cristo vendría sobre los creyentes, porque el Sacrificio de la expiación, el Sacrificio perfecto, es el Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario.

Ahora, vean que aquí en el Antiguo Testamento este sacrificio de la expiación era para la reconciliación de las personas con Dios, no había otra forma para la persona ser reconciliada con Dios. Y toda persona que no se afligiera ese mismo día, sería cortada de Su pueblo ese mismo día.

Ahora, encontramos que ese mismo día la persona tenía que arrepentirse de sus pecados y pedir perdón a Dios por sus pecados, y Dios lo perdonaba y entonces podía vivir un año más bajo el pacto divino establecido para el pueblo hebreo.

Si no se arrepentía de sus pecados, no quedaba perdonado y por consiguiente no quedaba dentro del pacto establecido por Dios con el pueblo hebreo, y por consiguiente perdía el derecho a vivir un año más.

Ahora, todo esto es tipo y figura de lo que sucedería más adelante, cuando apareciera el Sacrificio de la expiación, cuando apareciera Jesucristo, el Cordero de Dios, para ser sacrificado por la raza humana.

Ahora, veamos lo que nos dice San Pedro, San Pedro nos habla acerca de Cristo, y nos dice:

...quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero , para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados.” Primera de Pedro, capítulo 2, verso 24.

Y en Primera de Pedro, capítulo 1, versos 17 en adelante, San Pedro nos habla acerca de Jesucristo, y nos muestra algo muy importante que nosotros no podemos dejar pasar por alto. Dice Primera de Pedro, capítulo 1, versos 18 en adelante, donde nos muestra cómo hemos sido nosotros rescatados, dice:

Sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata,

sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación,

ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros,

y mediante el cual creéis en Dios, quien le resucitó de los muertos y le ha dado gloria, para que vuestra fe y esperanza sean en Dios.

Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro;

siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre.”

Ahora, en este pasaje encontramos que San Pedro dice que nosotros hemos sido rescatados... “no con cosas corruptibles, como oro o plata,

sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación,

ya destinado desde antes de la fundación del mundo.”

O sea, que desde antes de la fundación del mundo ya Jesucristo estaba destinado a morir en la Cruz del Calvario por todos nosotros.

Así que, la muerte de Cristo en la Cruz del Calvario no fue una casualidad, fue algo que estaba destinado, predestinado por Dios, desde antes de la fundación del mundo, porque Dios ha dado a Su Hijo unigénito para morir por nosotros en la Cruz del Calvario.

Ahora, vean aquí en San Juan lo que nos habla en el capítulo 3 de San Juan. Capítulo 3, verso 14 en adelante, dice:

Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado,

para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.

Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.

El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.”

Y ahora, en el Nuevo Testamento desde la muerte de Cristo en adelante, el día de la expiación se abrió en el Templo Celestial; no en el templo allá que estaba en Jerusalén, sino en el Templo del Cielo. Y el Sacrificio por el pecado del ser humano fue realizado en la Cruz del Calvario por nuestro amado Señor Jesucristo, Él es nuestra expiación por el pecado.

Y por esa causa Cristo llevó al Cielo Su propia Sangre y la colocó allá sobre el Trono de Dios, el lugar de intercesión, y Jesucristo ya con Su cuerpo resucitado glorificado, está en el Cielo como Sumo Sacerdote haciendo intercesión por cada persona que arrepentido de sus pecados, afligido en su alma por haber pecado contra Dios, pide perdón a Dios, pide perdón a Cristo, Cristo lo perdona y con Su Sangre lo limpia de todo pecado, y es bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, pues Cristo dijo:

Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.

El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.” (San Marcos, capítulo 16, versos 15 al 16). Y San Pedro el Día de Pentecostés predicando su primer mensaje ya lleno del Espíritu Santo, dice a los que estaban allí presentes, dice en el capítulo 2, versos 34 en adelante, dice:

Porque David no subió a los cielos; pero él mismo dice:

Dijo el Señor a mi Señor:

Siéntate a mi diestra,

Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies.

Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.”

Por eso es que llamamos al Jesús: Señor Jesucristo, porque Dios lo ha hecho Señor y Cristo, y no hay otro Nombre debajo del Cielo dado a los hombres en que podamos ser salvos, solamente hay un Nombre, y ese Nombre es Señor Jesucristo.

Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?

Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.

Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.

Y con otras muchas palabras testificaba y les exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación.

Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas.”

Como tres mil personas creyeron el mensaje que San Pedro les predicó, en el cual y con el cual les dio a conocer el misterio de la Primera Venida de Cristo y Su muerte en la Cruz del Calvario; y les dio a conocer que arrepintiéndose de sus pecados y recibiendo a Cristo y siendo bautizados en agua en el Nombre de Jesucristo, recibirían el perdón de sus pecados y Cristo los bautizaría con Espíritu Santo y Fuego, y obtendrían el nuevo nacimiento.

Y como tres mil personas creyeron y fueron bautizadas ese mismo día en el Nombre del Señor Jesucristo, y fueron llenos del Espíritu Santo y fueron añadidos a la Iglesia del Señor Jesucristo, entraron al Reino de Jesucristo el Hijo de Dios.

Así como Cristo había dicho a Nicodemo: “De cierto, de cierto te digo, que el que no nazca de nuevo no puede ver el Reino de Dios.” Nicodemo le pregunta: “¿Cómo puede hacerse esto? ¿Puede acaso un hombre ya siendo viejo entrar en el vientre de su madre y nacer?” Cristo le dice: “De cierto, de cierto te digo, que el que no nazca del Agua y del Espíritu, no puede entrar al Reino de Dios.”

Y toda persona quiere entrar al Reino de Dios y toda persona quiere vivir eternamente con Jesucristo en Su Reino, para lo cual toda persona necesita recibir a Cristo como su Salvador, para que pueda Cristo producir en la persona el nuevo nacimiento y así la persona entrar al Reino de Dios.

Ahora, desde la caída del ser humano en el Huerto del Edén el ser humano perdió la bendición de la Vida eterna, pero ahora siendo el ser humano reconciliado con Dios es restaurado a la Vida eterna. Cristo hablando acerca de las personas que creerían en Él dice en el capítulo 5, verso 24 de San Juan:

De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida.”

La única forma en que el ser humano puede ser restaurado a la Vida eterna es creyendo en Cristo, recibiendo Su Palabra, y así recibe la salvación y Vida eterna. También tenemos aquí la promesa para los creyentes en Cristo en San Juan, capítulo 6, versos 39 al 40, donde Cristo dice:

Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero.

Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.”

La promesa para todo creyente en Cristo, es que Cristo le da Vida eterna y por consiguiente vivirá eternamente con Cristo en Su Reino; si su cuerpo físico muere, en el Día Postrero, que es el Séptimo Milenio de Adán hacia acá, en cierto año del Día Postrero, en cierto año de ese Séptimo Milenio Cristo llevará a cabo la resurrección de los muertos creyentes en Él, los resucitará en cuerpos glorificados, cuerpos eternos y jóvenes para toda la eternidad. Y a nosotros los que vivimos y permanecemos vivos hasta ese momento, seremos transformados, y entonces tendremos un cuerpo nuevo, eterno, inmortal, incorruptible y glorificado, como el cuerpo glorificado de Jesucristo nuestro Salvador, y será un cuerpo joven para toda la eternidad, que representará de 18 a 21 años de edad.

Esas son las bendiciones que hay en la Expiación que Jesucristo ha realizado, porque Él es nuestra Expiación por nuestros pecados.

Por lo tanto, todas estas bendiciones corresponden a ese Día de la Expiación: ser perdonados, ser limpiados con la Sangre de Cristo, y ser llenos del Espíritu Santo y obtener el nuevo nacimiento, y obtener el cuerpo angelical teofánico, y luego si nuestro cuerpo físico muere, seremos resucitados en cuerpos eternos; pero si permanecemos vivos hasta ese momentos de la resurrección seremos transformados y entonces todos tendremos un cuerpo eterno, como el cuerpo eterno y glorificado de Jesucristo nuestro Salvador, y entonces seremos inmortales físicamente también.

Ahora, podemos ver la bendición tan grande que hay en el día de la expiación que el pueblo hebreo efectuaba, pero que ahora en el Nuevo Testamento se cumplió en Jesucristo siendo sacrificado; y desde el día en que Cristo fue sacrificado, crucificado, desde ese día en el Templo Celestial comenzó el Día de la Expiación.

Y por eso es que desde ese tiempo de los días de Jesucristo hacia acá, desde la muerte de Jesucristo hacia acá, encontramos que se ha estado dando a conocer lo que sucedió allá en Jerusalén con Jesucristo.

Pedro el Día de Pentecostés abrió la Puerta, con la llave de la revelación divina que tenía, abrió la Puerta (y la Puerta es Cristo), abrió el misterio de la Primera Venida de Cristo y Su muerte en la Cruz del Calvario, para que entraran por esa Puerta, que es Cristo, al Reino de Dios, todos los que lo recibirían como Salvador.

La Expiación por nuestros pecados es Cristo sacrificado en la Cruz del Calvario.

Y ahora, no se requieren sacrificios de animalitos por el pecado, porque ya fue efectuado un Sacrificio perfecto por una persona perfecta: nuestro amado Señor Jesucristo, y ese es el Sacrificio por el pecado para todo ser humano.

Ninguna persona puede ni siquiera orar a Dios si no es un creyente en Jesucristo, ¿por qué? Porque si no tiene el Sacrificio por el pecado, si no lo ha recibido, pues no puede presentarse ante Dios.

Como Caín, vean, no tenía el sacrificio por el pecado y su ofrenda y sus peticiones fueron rechazadas. Abel tenía el sacrificio por el pecado y fue aceptado por Dios, porque ese sacrificio que Abel llevó, tipificaba el Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario.

Lo que Caín llevó: frutos del campo, no tipificaban el Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario, no tipificaban la expiación por el pecado.

Y toda persona necesita el Sacrificio por el pecado, la expiación, que es el Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario. De otra manera la persona tendrá sus pecados y no podrá presentarse ante Dios.

Lo único que quita el pecado del ser humano es la Sangre de Jesucristo nuestro Salvador. La Sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado, y por consiguiente tenemos que recibir a Cristo como nuestro Salvador, porque Él es nuestra Expiación por nuestros pecados.

Y ya hemos visto que desde el día que Cristo murió en la Cruz del Calvario comenzó el Día de la Expiación en el Templo Celestial; y por eso se ha estado predicando el Evangelio de Cristo por estos dos mil años que han transcurrido de Cristo hacia acá, para que toda persona tenga la oportunidad de conocer el día de la expiación y el Sacrificio de la expiación, el Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario, para que así la persona tenga la oportunidad de afligido en su alma, arrepentido por haber pecado contra Dios, venir a los pies de Cristo y pedirle perdón a Cristo por sus pecados, y Cristo lo perdona y con Su Sangre lo limpia de todo pecado; y el ministro bautiza a la persona en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo lo bautiza con Espíritu Santo y Fuego, y la persona ha obtenido el nuevo nacimiento, la persona ha nacido de nuevo, ha nacido en el Reino de Jesucristo nuestro Salvador, ha entrado al Reino de Dios.

Y por consiguiente la persona ha obtenido la salvación de su alma y Vida eterna de su alma (ya la ha obtenido), y por consiguiente la persona ha obtenido la Misericordia de Dios y ha quedado reconciliada con Dios, para vivir, ¿cuánto tiempo? ¿Un año más? No, para vivir eternamente con Jesucristo en Su Reino.

Estamos todavía en el Día de la Expiación, se está presentando todavía a todo ser humano la Expiación por el pecado, o sea, el Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario. Esto es presentado bajo la predicación del Evangelio de la Gracia, del Evangelio de Cristo, para que toda persona que vive en este planeta Tierra tenga la oportunidad de salvación y Vida eterna.

Por lo tanto, el Día de la Expiación en el Templo Celestial todavía está vigente, para que toda persona que vive en este tiempo final pueda recibir a Cristo como su Salvador, pueda recibir la expiación por el pecado y obtener el perdón de sus pecados, ser limpios de todo pecado con la Sangre de Cristo, ser bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y recibir el Espíritu Santo y obtener el nuevo nacimiento, y así quedar reconciliada la persona con Dios.

San Pablo hablándonos en su carta a los Romanos en el capítulo 5, dice verso 6 en adelante:

Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos.

Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno.

Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.”

¿Ven? Cristo murió por nosotros:

Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira.

Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida.

Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación.”

La reconciliación la recibimos por medio de Jesucristo nuestro Salvador, hemos sido reconciliados con Dios por medio de Cristo y Su Sacrificio en la Cruz del Calvario. Sin ese Sacrificio no hay perdón de pecados ni puede ser ninguna persona limpia de todo pecado, ni puede ser reconciliada con Dios.

Toda persona necesita a Cristo y Su Sacrificio en la Cruz del Calvario para ser reconciliado con Dios y poder vivir eternamente con Cristo en Su Reino. Todo esto fue mostrado en el Día de la Expiación en el Antiguo Testamento, en el capítulo 23, versos 26 en adelante que leímos al principio.

Y ahora, en el Nuevo Testamento se cumplió el Sacrificio de la expiación por el pecado del ser humano cuando Cristo fue sacrificado en la Cruz del Calvario, Él fue tipificado en el macho cabrío de la expiación.

Y ahora, el Sacrificio por el pecado es Jesucristo sacrificado en la Cruz del Calvario. Sin ese Sacrificio ninguna persona puede obtener el perdón de sus pecados.

Por lo tanto toda persona tiene que tener el Sacrificio por el pecado, y para eso tiene que recibir a Cristo como su Salvador personal, para lo cual damos siempre la oportunidad a toda persona que reciba a Cristo como su Salvador personal.

Toda persona que ya ha recibido a Cristo como su Salvador, ha obtenido el perdón de sus pecados, ha sido limpio con la Sangre de Cristo de todo pecado, ha sido bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo lo ha bautizado con Espíritu Santo y Fuego y ha obtenido el nuevo nacimiento, y ha nacido de nuevo, ha nacido en el Reino de Cristo, ha entrado al Reino de Cristo, al Reino de Dios, y tiene Vida eterna, ha sido reconciliado con Dios y ha entrado al Nuevo Pacto, al Pacto Divino que está establecido en la Escritura.

Ninguna persona puede estar reconciliada con Dios si no está dentro del Nuevo Pacto, cubierta con la Sangre del Nuevo Pacto, que es la Sangre de Jesucristo nuestro Salvador. En Hebreos, capítulo 12, verso 24, dice:

...a Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel.”

El mediador del Nuevo Pacto es Jesucristo el Sumo Sacerdote del Templo Celestial, y con Su Sangre Él hace intercesión por toda persona que lo recibe como su Salvador. También en el capítulo 13 de Hebreos, verso 20 al 21 dice San Pablo:

Y el Dios de paz que resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor de las ovejas, por la sangre del pacto eterno.”

Vean, la Sangre del Pacto Eterno es la Sangre de Jesucristo nuestro Salvador, por lo tanto, cuando recibimos a Cristo como nuestro Salvador, Él perdona nuestros pecados y con Su Sangre: la Sangre del Pacto Eterno, nos limpia de todo pecado y somos bautizados en agua en Su Nombre, y Él nos bautiza con Espíritu Santo y Fuego y produce en nosotros el nuevo nacimiento, y entramos al Pacto Eterno y quedamos cubiertos con la Sangre del Pacto Eterno: la Sangre de Jesucristo nuestro Salvador.

Por lo tanto, todas las personas que ya han recibido a Cristo y han sido bautizadas en agua en Su Nombre y han recibido su Espíritu Santo, ya están dentro del Pacto Eterno, cubiertos con la Sangre del Pacto Eterno, y ya están reconciliados con Dios y tienen Vida eterna, por lo tanto si mueren físicamente, si su cuerpo físico muere, serán resucitados en el Día Postrero dice Jesucristo.

Pero si permanecemos vivos hasta ese momento de la resurrección, seremos transformados y entonces todos tendremos cuerpos eternos y glorificados, porque estamos dentro del Pacto Eterno, cubiertos con la Sangre del Pacto Eterno, porque tenemos a Jesucristo como nuestro Sacrificio por el pecado, tenemos la expiación por el pecado, el Sacrificio de Jesucristo, y estamos viviendo todavía en el Día de la Expiación.

El Día de la Expiación todavía está vigente en el Cielo, por lo tanto ya el Sacrificio del Día de la Expiación fue efectuado por Cristo en la Cruz del Calvario, y ahora Él está como Sumo Sacerdote en el Cielo haciendo intercesión por toda persona que lo recibe como su Salvador.

Si hay alguna persona que todavía no ha recibido a Cristo como su Salvador, puede hacerlo en esta tarde o en este día levantando su mano, y oraré por usted para que Cristo le perdone y con Su Sangre le limpie de todo pecado, y Cristo lo bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en usted el nuevo nacimiento, y entre al Reino de Cristo para que pueda vivir eternamente con Jesucristo en Su Reino.

Puede levantar su mano toda persona que desea que Cristo lo perdone y lo limpie con Su Sangre preciosa. Veo manos levantadas por esta sección, también veo acá manos levantadas. Por favor, pasen acá al frente y estaré orando por ustedes para que Jesucristo nuestro Salvador les reciba, les perdone y con Su Sangre les limpie de todo pecado, y así entren al Pacto Eterno y queden cubiertos con la Sangre del Pacto Eterno: la Sangre de Jesucristo nuestro Salvador.

Hemos visto que ya no se requieren sacrificios de animalitos por el pecado, porque ya el Sacrificio de Cristo fue efectuado, y ese es el Sacrificio por el pecado para todo ser humano, eso es un Sacrificio universal para todo ser humano de todo pueblo, nación y lengua, para hebreos y para gentiles también, para los ricos y para los pobres también, para los grandes y para los pequeños también, para todo ser humano que desea vivir eternamente en el Reino de Dios con Jesucristo como Rey de ese Reino.

Y todos deseamos vivir eternamente con Jesucristo como Rey en ese glorioso Reino del Hijo de Dios, para eso fue hecho el Sacrificio de la Expiación por Jesucristo en la Cruz del Calvario, para que así seamos reconciliados con Dios y podamos vivir eternamente con Dios en Su Reino, teniendo a Jesucristo como Rey de ese Reino, de ese Reino eterno.

Todavía siguen pasando más personas, más personas que quieren obtener el perdón de sus pecados, y quieren ser limpios con la Sangre de Cristo de todo pecado, y quieren ser reconciliados con Dios para vivir eternamente con Jesucristo en Su Reino.

Todavía pueden seguir pasando las personas; esperaremos por ustedes para orar por todos ustedes en esta ocasión. Cristo está llamando y juntando Sus ovejas, llamando y juntando a todos Sus hijos bajo la expiación por el pecado, bajo Su Sacrificio por el pecado.

Él murió por todos nosotros, y Él realizó el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados, y Él dijo: “El que me confesare delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre.”

Por lo tanto, toda persona que quiere que Jesucristo le confiese delante del Padre Celestial, pues necesita confesar a Cristo como su Salvador, recibir a Cristo como su Salvador, recibir a Cristo públicamente como su Salvador, y Cristo lo confesará delante del Padre Celestial, y dirá: “Esta persona me recibió como su Salvador, Yo lo he perdonado y con mi Sangre Yo lo he limpiado de todo pecado. Padre, permítele entrar al Reino, al Reino Celestial.” Y el Padre otorga el privilegio de entrar al Reino a esa persona.

“Nadie viene al Padre, sino por mí,” dijo Cristo cuando dijo: “Yo Soy el Camino, la Verdad, y la Vida; y nadie viene al Padre, sino por mí.” Por lo tanto, todos los seres humanos necesitamos a Jesucristo como nuestro Salvador, como la Expiación por el pecado.

Sin Cristo somos nada, con Cristo estamos a salvo y reconciliados con Dios para vivir eternamente con Jesucristo en Su Reino eterno. Es importante que toda persona asegure su futuro eterno. Y preguntarán: “¿Y con quién podemos asegurar el futuro eterno?” Con el único que asegura el futuro eterno: con Jesucristo nuestro Salvador, nos asegura el futuro eterno en Su Reino eterno.

Por lo tanto, tenemos que asegurar nuestro futuro eterno para vivir eternamente con Cristo en Su Reino. Todavía hay oportunidad para los que faltan todavía, y ya estaremos orando dentro de algunos segundos por todas las personas que han pasado.

Si falta alguno más puede pasar para que sea incluido en la oración que estaré haciendo por ustedes en esta ocasión, en donde ustedes confiesan públicamente su fe en Jesucristo como su Salvador personal.

Cristo dijo: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.” Tan simple como eso. Es un asunto de fe, es un asunto de creer en Jesucristo para ser salvo y vivir eternamente con Cristo en Su Reino.

Todavía siguen pasando más personas, y todavía hay oportunidad para toda persona que falte por pasar para que quede incluida en esta oración que estaré haciendo por todos ustedes. Todavía veo más personas que vienen porque desean vivir eternamente con Jesucristo en Su Reino, como también ustedes que ya han pasado.

Por eso es que recibimos a Cristo como nuestro Salvador: porque queremos vivir eternamente con Jesucristo en Su Reino. El Reino de Cristo es el único Reino eterno. ¿De qué le vale al hombre si ganare todo el mundo y perdiere su alma? De nada le habrá servido vivir en esta Tierra.

El propósito de vivir en esta Tierra es que recibamos a Cristo como nuestro Salvador, y así seamos reconciliados con Dios y confirmemos nuestro lugar en la Vida eterna, en el Reino de Jesucristo, para vivir eternamente con Jesucristo en Su Reino. Ese es el propósito de nuestra existencia aquí en la Tierra: hacer contacto con Cristo la Vida eterna, para asegurar nuestro futuro eterno con Cristo en Su Reino.

Esta vida aquí en estos cuerpos físicos es temporal, pero tiene un propósito, el propósito que nosotros escuchemos la predicación del Evangelio de Cristo y creamos en Jesucristo como nuestro Salvador. “Y el que creyere y fuere bautizado, será salvo; el que no creyere será condenado,” perdió la oportunidad de la Vida eterna.

Pero ustedes han aprovechado la oportunidad que Dios les ha dado, para recibir a Cristo y así recibir la Vida eterna. Todavía estamos esperando por las últimas personas para ya orar por todos los que ya han pasado. Si falta alguno más, puede pasar y ya estaremos orando por todos.

Todavía veo que vienen más personas, es que Dios tiene mucho pueblo en este país y en esta ciudad acá en el país del Paraguay. Ustedes están aquí porque el nombre de ustedes está escrito en el Cielo en el Libro de la Vida, por esa causa ustedes han venido en esta ocasión a esta actividad, y han escuchado el Evangelio de Cristo y han recibido a Cristo como su Salvador.

Todavía hay oportunidad para que continúen pasando las personas que desean vivir eternamente con Jesucristo en Su Reino. Estaremos dando unos segundos para orar luego por las personas que han pasado.

Es un asunto de Vida eterna para todos los que reciben a Jesucristo como su salvador, para eso es el Día de la Expiación, el Día de la Expiación en el Templo Celestial que comenzó con la muerte de Cristo en la Cruz del Calvario: es para la salvación de todo ser humano que recibe a Cristo como su Salvador, y así asegura su futuro eterno con Jesucristo en Su Reino.

“El que me confesare delante de los hombres, Yo le confesaré delante de mi Padre.” Todavía pueden pasar los que faltan por pasar, para que queden incluidos en esta oración, y luego estaremos orando por todas las personas que ya han pasado. Todavía hay oportunidad de pasar al frente para recibir a Cristo como su Salvador, porque Él es nuestra Expiación por el pecado.

Vamos a orar ya por las personas que han pasado; mientras vamos a comenzar a orar ya, puede también pasar alguna otra persona y se acomoda aquí al frente, y será incluida en esta oración también.

Recuerden que es un asunto de creer en Jesucristo para ser salvos y vivir eternamente con Jesucristo en Su Reino. Ninguna otra persona le puede a usted prometer o dar la Vida eterna, solamente hay uno, y se llama: nuestro amado Señor Jesucristo. “Porque no hay otro Nombre dado a los hombres en que podamos ser salvos.” Solamente hay un Nombre, y ese es SEÑOR JESUCRISTO.

Vamos a ya a orar por todas las personas que han pasado. Vamos a inclinar nuestros rostros y repitan conmigo esta oración:

Señor Jesucristo, vengo a Ti reconociendo que soy pecador, y reconociendo que Tú eres la Expiación por mis pecados. Reconozco que Tú viniste a la Tierra en carne humana, y en la Cruz del Calvario moriste por mí como la Expiación por mis pecados.

Señor Jesucristo, reconozco que Tu Sangre es la única que puede limpiarme de todo pecado, y que Tú eres la única persona que me puedes perdonar todos mis pecados.

Señor Jesucristo, yo Te recibo como mi Salvador, Te recibo públicamente en esta ocasión, y Te pido perdones mis pecados, y Te ruego que con Tu Sangre me limpies de todo pecado.

Y Te ruego que, Señor, cuando yo sea bautizado en agua en Tu Nombre, Tú me bautices con Espíritu Santo y Fuego, y produzcas en mí el nuevo nacimiento.

Señor Jesucristo, en Tus manos encomiendo mi alma. Señor Jesucristo, Te he recibido como mi Salvador, he reconocido que Tu eres la expiación por mis pecados, Tú eres el Sacrificio de la Expiación por mis pecados.

Señor Jesucristo, Tú eres el que me reconcilias con Dios, reconcilíame con el Padre Celestial, y Señor, restaúrame a la Vida eterna, quiero vivir contigo en Tu Reino por toda la eternidad. En Tus manos me encomiendo, salva mi alma. Te lo ruego en Tu Nombre, Señor Jesucristo. Amén.

Y ahora, oraré por ustedes (no tienen que repetir esta oración):

Padre nuestro que estás en el Cielo, ante Tu presencia vengo trayendo todas estas personas que han recibido a Jesucristo como su Salvador, han recibido a Cristo como la Expiación por sus pecados.

Señor, recíbeles en Tu Reino, cuídales, y Señor, a sus familiares tráeles también a los pies de Jesucristo, y Dios Eterno, que Tus bendiciones sean sobre estas personas todos los días de su vida terrenal.

Dios Eterno, en Tus manos los encomiendo, bautízales con Espíritu Santo y Fuego, luego que ellos sean bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y que entren a Tu Reino eterno y vivan eternamente en Tu Reino con Cristo como Rey de ese Reino por toda la eternidad. Padre, Te lo ruego en el Nombre del Señor Jesucristo. Amén y amén.

Y ahora repitan conmigo:

La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado. La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado. La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado.

Cristo ha perdonado vuestros pecados y con Su Sangre les ha limpiado de todo pecado. Y ahora, me preguntarán: “¿Y cuando puedo ser bautizado? Porque Cristo dijo: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo.” Por cuanto ustedes han creído de todo corazón, con todo el corazón en Jesucristo como vuestro Salvador, bien pueden ser bautizados hoy mismo en agua en el Nombre del Señor Jesucristo. Nada impide que sean bautizados.

¿Hay agua? Le pregunto al ministro aquí si hay agua. ¿Sí hay bautisterios para ser bautizados? Hay bautisterios, dos bautisterios para ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.

¿Recuerdan los días de Juan el Bautista y de Jesús de Nazaret? Que todos los que creían eran bautizados en agua, y en los días de los Apóstoles. Hemos vuelto a los días de Jesús y de los Apóstoles. Por eso ellos seguida que las personas creían, los bautizaban, vean el Día de Pentecostés creyeron y fueron bautizados en agua como tres mil personas.

Y hoy han creído ustedes y hoy tienen la oportunidad de ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo. ¿Hay ropas bautismales también? Hay ropas bautismales. Y hay un lugar donde pueden cambiarse de ropa también.

Por lo tanto, dejaré al Rvdo. aquí presente, para que les indique hacia dónde caminar para recibir las ropas bautismales y cambiarse de ropas y ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.

Ha sido para mí un privilegio grande estar con ustedes dándoles testimonio de: “EL DÍA DE LA EXPIACIÓN.”

Muchas gracias por vuestra amable atención, y continúen pasando un día lleno de las bendiciones de Jesucristo nuestro Salvador, y nos veremos más adelante, ya sea en estos cuerpos físicos o en el nuevo cuerpo, el cuerpo glorificado, y nos veremos en el Reino Milenial de Cristo y en la eternidad, y reinaremos con Cristo por toda la eternidad.

Que Dios me los bendiga a todos y me los guarde, y con nosotros aquí tenemos al ministro, al Rvdo. aquí presente.

EL DÍA DE LA EXPIACIÓN.”

NOTA - ESTE DÍA PASARON AL FRENTE, AL LLAMAMIENTO, UNAS 80 PERSONAS, Y 27 DE ELLAS INMEDIATAMENTE FUERON BAUTIZADAS EN AGUA