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Cristo, nuestra Vida 2003-10-12 1 Bogotá D.C. Cundinamarca CO 00:00:00 false

Muy buenos días, amados amigos y hermanos presentes; es para mí un privilegio y bendición grande estar con ustedes en esta ocasión, para compartir con ustedes aquí en Bogotá, Colombia unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente a este tiempo final. En esta ocasión me acompaña mi esposa Erica, quien seguramente nuestro hermano Bermúdez ya presentó, y aquí nuevamente les puede dar un saludito a todos, aquí en este lado se encuentra. También los niños reciban saludos de mis niñas América y Yahannah Gabriela.

Para esta ocasión leemos en Colosenses, capítulo 3, verso 1 al 4, donde dice San Pablo:

Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios.

Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra.

Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios.

Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria.”

Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.

Nuestro tema es: “CRISTO, NUESTRA VIDA.”

Cristo es nuestra vida. En el Evangelio según San Juan, capítulo 1, verso 1 en adelante nos muestra que Cristo es la vida nuestra, dice:

En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.

Este era en el principio con Dios.

Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.

En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.”

¿Ven? Jesucristo es la vida de todo ser humano. También encontramos en Colosenses palabras del Apóstol San Pablo en el capítulo 1, verso 15 en adelante, donde nos dice:

El es la imagen del Dios invisible (hablando de Jesucristo), el primogénito de toda creación.

Porque en él fueron creadas todas las cosas.”

O sea, que toda la creación fue creada en Jesucristo. Algunas personas no pueden comprender este misterio, pero es más sencillo de lo que cualquier persona se puede imaginar.

Así como usted puede ver un árbol o puede ver una planta de trigo, y puede preguntarse: “¿Y dónde estaba este árbol con estos frutos antes de estar aquí? ¿O dónde estaba esta planta de trigo con todos estos granos de trigo?” Pues estaba, la planta de trigo con esos granos de trigo, estaba en la semilla de trigo; allí estaban; y potencialmente en ese grano de trigo estaba una planta de trigo con muchos granos de trigo.

Como también un árbol de aguacate estaba con todos esos aguacates. ¿Dónde estaba? Estaba en la semilla de aguacate. ¿Y dónde estábamos nosotros? En la semilla, que es Jesucristo nuestro Salvador. Jesucristo es la simiente, la semilla, que fue plantada para la creación de todas las cosas, del mundo invisible y del mundo visible también.

Y ahora, podemos entender lo que leímos: “Porque en Él fueron creadas todas las cosas.” Potencialmente nosotros estábamos en Jesucristo.

Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él.”

¿Por qué Jesucristo creó todas las cosas? Porque todas las cosas estaban en Él. Como la semilla de trigo. ¿Cómo una semilla de trigo puede traer a existencia una planta de trigo con muchos granos de trigo? Porque estaba esa planta de trigo con esos granos de trigo, estaban ¿dónde? En esa semilla de trigo.

Cualquier persona puede decir: “Eso no puede ser posible.” Pero un agricultor le dice: “Eso es posible. Yo siembro trigo, y para obtener todas estas plantas de trigo lo que hago es: siembro semillas de trigo.”

Ahora, todos nosotros estábamos en Jesucristo, toda la creación estaba en Jesucristo, el mundo invisible y el mundo visible también, las cosas que hay en el Cielo y las que hay en la Tierra también; todos los principados, dominios, potestades y tronos, todo estaba en Cristo. Y por eso Dios en Cristo y a través de Jesucristo trajo a existencia toda la creación, porque en Cristo moró, mora y morará la plenitud de la divinidad, la plenitud de Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Ese es el misterio de Dios el Padre y de Jesucristo. Dios estaba, está y estará eternamente en Jesucristo.

Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten.”

O sea, el que le da subsistencia a toda la creación es Jesucristo.

Y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia;

por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud,

y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz.

Y a vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y enemigos en vuestra mente, haciendo malas obras, ahora os ha reconciliado.”

La reconciliación del ser humano es llevada a cabo por medio de Jesucristo nuestro Salvador.

Toda persona que desea vivir eternamente tiene que obtener el perdón de sus pecados, no tiene que arrepentirse de los pecados de Adán y de Eva, porque ya Cristo cuando murió en la Cruz del Calvario quitó el pecado del mundo, el pecado original fue quitado.

Pero ahora cada persona responde a Dios por sus propios pecados; por lo tanto, es de nuestros pecados que nosotros tenemos que arrepentirnos ante Dios y pedirle perdón a Dios por nuestros pecados. Y es por medio de Jesucristo que pedimos perdón a Dios, Cristo nos perdona y con Su Sangre nos limpia de todo pecado, y así quedamos justificados ante Dios, o sea, quedamos como si nunca en la vida hubiésemos pecado.

Y entonces somos bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo nos bautiza con Espíritu Santo y Fuego, y produce en nosotros el nuevo nacimiento, y obtenemos un cuerpo angelical, igual al cuerpo angelical de Jesucristo nuestro Salvador, un cuerpo angelical de la sexta dimensión y la sexta dimensión es el Paraíso; y así quedamos reconciliados con Dios y restaurados a la Vida eterna de la cual cayó Adán y Eva en el Huerto del Edén cuando pecaron contra Dios, y por consiguiente perdieron el derecho a vivir físicamente eternamente, y perdieron el derecho a la gloria de Dios, fueron destituidos de la gloria de Dios, por consiguiente vinieron a ser mortales cuando pecaron.

Dios había dicho que el día que comieran del árbol de ciencia del bien y del mal, ese día morirían; pero algunas personas al leer la Biblia, luego ven que Adán continuó viviendo y Eva también, y Adán vivió 930 años.

Ahora, ¿por qué continuó viviendo si Dios dijo que el día que comiera del árbol de ciencia del bien y del mal, ese día moriría Adán? ¿Murió o no murió? Murió. ¿Pero cómo es posible que haya muerto y haya continuado viviendo y vivió 930 años? Continuó viviendo una vida temporal, mortal y corruptible, pero el día que pecó, ese día murió a la Vida eterna.

Era a la Vida eterna que el ser humano moriría si comía del árbol de ciencia del bien y del mal, y luego solamente le quedaría una vida temporal que se le acabaría en cierta cantidad de años.

Ahora, el ser humano ha deseado vivir eternamente, y así como para morir, el ser humano comió del árbol de ciencia del bien y del mal (el cual es el diablo), el ser humano para poder ser restaurado a la Vida eterna y vivir eternamente, tiene que comer del otro Árbol, que es el Árbol de la Vida, el cual es Jesucristo nuestro Salvador.

¿Y cómo comemos del Árbol de la Vida para vivir eternamente? Vean aquí en el capítulo 2 del Apocalipsis, vamos a ver, capítulo 2 del Apocalipsis, tenemos una promesa, capítulo 2, verso 7, dice:

El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios.”

Y ahora, el ser humano perdió en el Huerto del Edén el derecho a comer del Árbol de la Vida cuando pecó, y fue sacado del Huerto del Edén.

Ahora, en el libro del Apocalipsis nos habla nuevamente Dios del Árbol de la Vida, y nos dice que al Vencedor le dará a comer del Árbol de la Vida.

Y toda persona que quiera vivir eternamente, tiene que comer del Árbol de la Vida, el cual es Cristo, y la persona come del Árbol de la Vida cuando recibe a Cristo, el Árbol de la Vida lo recibe como su Salvador, lava sus pecados en la Sangre de Cristo, es bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo y Cristo lo bautiza con Espíritu Santo y Fuego, y la persona ha obtenido la Vida eterna, ha sido restaurado a la Vida eterna porque ha comido del Árbol de la Vida, el cual es Jesucristo nuestro Salvador. Cristo dijo: “Yo Soy el Camino, la Verdad y la Vida, y nadie viene al Padre sino por mí.” (San Juan, capítulo 14, verso 6).

También Él dijo en San Juan, capítulo 11, versos 25 al 26 ó al 27, dice, Jesús hablando con Marta, le dice:

Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.

Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?

Le dijo: Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo.”

¿Y nosotros qué decimos a la pregunta de Cristo? Sí Señor, nosotros también creemos que Jesucristo es el Hijo de Dios que ha venido al mundo. Nosotros creemos que el que cree en Jesucristo tiene Vida eterna y aunque muera físicamente continúa viviendo en su cuerpo angelical, continúa viviendo en el Paraíso y algún día Cristo lo resucitará en un cuerpo nuevo, eterno inmortal, incorruptible y glorificado, para vivir físicamente también en un cuerpo igual al cuerpo glorificado de Jesucristo nuestro Salvador, porque Cristo es nuestra vida.

Ninguna persona puede recibir Vida eterna y ninguna persona puede vivir eternamente a menos que sea a través de Jesucristo nuestro Salvador, porque Él es el que imparte Vida eterna a todos los que lo reciben como su Salvador, Él es el que salva nuestra alma, la salva de la segunda muerte, que es la muerte eterna, salva nuestra alma del lago de fuego, que es la segunda muerte. Él nos salva, nos da Vida eterna para que vivamos con Él en Su Reino por toda la eternidad.

Nosotros estamos viviendo en este planeta Tierra en estos cuerpos mortales, corruptibles y temporales con un y para un propósito divino: es para que comamos del Árbol de la Vida, que es Cristo, el cual es nuestra vida, porque Él es el Árbol de la Vida.

Nadie puede recibir Vida eterna, a menos que sea a través de Jesucristo nuestro Salvador. ¿Y cómo comemos del Árbol de la Vida? Creyendo en Él, en Cristo como nuestro Salvador, creyendo en Su Primera Venida y Su Obra de Redención en la Cruz del Calvario. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquél que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” Vida en abundancia, Vida que nunca se acabará. San Juan, capítulo 3, verso 16. Es cuando nos dice:

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.”

Y también sigue diciendo:

Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.

El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.”

Es un asunto de fe; de creer para tener Vida eterna o de no creer para ser condenado; pero ninguno quiere ser condenado sino que todos queremos ser salvos y vivir eternamente con Cristo en Su Reino. En Primera de Juan, capítulo 5 dice el Apóstol San Juan, capítulo 5, verso 10 en adelante, dice:

El que cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a Dios, le ha hecho mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo.

Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo.”

¿Dónde está la Vida eterna? En el Hijo de Dios: Jesucristo, Dios nos ha dado Vida eterna y esta vida está en Jesucristo, para que toda persona alcance la Vida eterna recibiendo a Cristo como su Salvador, y eso es comer del Árbol de la Vida, porque el Árbol de la Vida es Jesucristo nuestro Salvador.

Por eso también Cristo hablando de sí mismo dice en el Evangelio según San Juan, capítulo 6, versos 39 en adelante:

Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero.”

“Y esta es la voluntad del que me envió, ¿cuál? Que de todo lo que El me ha dado, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el Día Postrero.”

Por lo tanto, todas las ovejas, que son las almas de Dios, que Dios el Padre le ha dado a Jesucristo para que les dé Vida eterna, esas personas son las que en el tiempo que les toca vivir en este planeta Tierra, escuchan la predicación del Evangelio de Cristo y creen, creen en la Primera Venida de Cristo y Su Obra de Redención en la Cruz del Calvario, y reciben a Cristo como su Salvador personal, hacen una confesión pública de que creen en Jesucristo y lo reciben como su Salvador, Cristo dijo: “El que me confesare delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los Cielos.”

Por lo tanto, esas personas al confesar a Cristo como su Salvador recibiéndolo como su Salvador, han asegurado su futuro eterno con Cristo en Su Reino en la Vida eterna, esas personas vivirán eternamente con Jesucristo en Su Reino. Sigue diciendo en Primera de Juan, capítulo 5:

Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna.”

Esa es la buena noticia para todos los creyentes en Cristo: que tenemos Vida eterna, hemos sido restaurados a la Vida eterna.

...y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios.”

Por lo tanto, siendo creyentes en el Hijo de Dios, Jesucristo, estamos conscientes que tenemos Vida eterna, que hemos asegurado con Cristo nuestro futuro eterno en Su Reino y Su Reino es eterno.

Por lo tanto, hemos de recibir un cuerpo físico eterno, joven que representará de 18 a 21 años de edad y un cuerpo incorruptible y glorificado como el cuerpo glorificado de Jesucristo nuestro Salvador.

Cuando Cristo complete Su Iglesia, cuando haya llamado y juntado todas Sus ovejas en Su Redil, Su Iglesia, luego resucitará a los muertos creyentes en Él en cuerpos glorificados y luego nos transformará a nosotros los que vivimos. De esto también habló el Apóstol San Pablo en Filipenses, capítulo 3, verso 20 al 21, donde dice:

Mas nuestra ciudadanía está en los cielos.”

¿Por qué nuestra ciudadanía está en los Cielos siendo que nosotros hemos nacido en esta Tierra en un país y en una ciudad o en cierto lugar, y somos ciudadanos terrenales, cómo dice San Pablo que nuestra ciudadanía está en el Cielo? La ciudadanía terrenal es la que hemos obtenido al nacer en esta Tierra.

Pero la ciudadanía celestial es la ciudadanía de toda persona que ha recibido a Cristo como su Salvador, ha lavado sus pecados en la Sangre de Cristo, ha sido bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo y Cristo lo ha bautizado con Espíritu Santo y Fuego, y ha obtenido el nuevo nacimiento, y el nuevo nacimiento no es de la Tierra es del Cielo; por lo tanto usted es un ciudadano celestial de la Nueva Jerusalén al ser un creyente en Cristo nacido de nuevo.

Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo;

el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.”

Con ese mismo poder es que Él transformará nuestro cuerpo físico para que sea un cuerpo glorificado y eterno como Su propio cuerpo físico glorificado; y entonces todos seremos jóvenes e inmortales con cuerpos glorificados como el de Jesucristo nuestro Salvador.

Han transcurrido alrededor de dos mil años desde que Cristo estuvo en la Tierra, y tuvo Su ministerio y murió, resucitó y luego ascendió al Cielo y ascendió al Cielo glorificado, y ese cuerpo glorificado de Cristo no se ha puesto viejo, aunque han transcurrido alrededor de dos mil años desde que Él se fue. ¿Pero por qué no se ha puesto viejo Jesucristo sino que Su cuerpo físico está tan joven como cuando se fue, como cuando ascendió al Cielo victorioso? Porque el cuerpo glorificado no se pone viejo, es un cuerpo eterno, inmortal, incorruptible.

Hay tres clases de cuerpos: está el cuerpo espiritual, que es el espíritu de las personas y también es el cuerpo espiritual de los Ángeles; esa es una clase de cuerpo. Otra clase de cuerpo es el cuerpo físico de carne que nosotros tenemos. Pero hay un tercer cuerpo que es el cuerpo glorificado el cual tiene Jesucristo en la actualidad. Desde que Él ascendió al Cielo Él tiene Su cuerpo glorificado, y esa es la clase de cuerpo que Él ha prometido para cada uno de ustedes y para mí también, un cuerpo semejante a Su cuerpo glorificado.

Porque Jesucristo es nuestra vida, el que tiene a Jesucristo el Hijo de Dios, tiene la Vida eterna. El que no tiene a Jesucristo el Hijo de Dios, no tiene la vida, no tiene la Vida eterna, lo que tiene es una vida temporal que en algún momento se le ha de acabar, y ni siquiera sabe cuándo se le va a acabar su vida terrenal.

Pero el que tiene a Jesucristo en su alma, el que lo ha recibido como su Salvador y ha pedido perdón a Cristo por sus pecados, Cristo lo ha perdonado y con Su Sangre lo ha limpiado de todo pecado, lo ha dejado como si nunca en la vida hubiese pecado, y ha sido bautizada la persona en agua en el Nombre del Señor Jesucristo por un ministro y Cristo lo ha bautizado con Espíritu Santo y Fuego, y la persona ha obtenido el nuevo nacimiento, la persona ha nacido de nuevo, ha nacido del Cielo, ha nacido en el Reino de Jesucristo nuestro Salvador con y a la Vida eterna.

El nuevo nacimiento es en y a la Vida eterna; el nacimiento físico que obtuvimos de nuestros padres terrenales no fue un nacimiento a la Vida eterna, fue un nacimiento a la vida terrenal y temporal, pero el nacimiento a la Vida eterna se adquiere recibiendo a Cristo como nuestro Salvador, y siendo bautizados en agua en Su Nombre, y Cristo nos bautiza con Espíritu Santo y Fuego y obtenemos el nuevo nacimiento, nacemos en el Reino de Cristo con y a la Vida eterna.

Ahora, podemos ver el misterio del nuevo nacimiento, el misterio por el cual Cristo dijo a Nicodemo: “De cierto, de cierto te digo, que el que no nazca de nuevo, no puede ver el Reino de Dios.”

Y Nicodemo siendo un hombre religioso, y un líder religioso y un maestro en asuntos religiosos y siendo una persona que estaba interesado en vivir eternamente, le pregunta Cristo... eso está en el capítulo 3 de San Juan, el verso 4, dice:

Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?

Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.

Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.

No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo.”

Y ahora, toda persona que quiere entrar en el Reino de Dios tiene como requisito nacer de nuevo, nacer del Agua y del Espíritu, necesita nacer otra vez, porque cuando nació en la Tierra a través de sus padres terrenales, nació en este mundo y nació en el reino de las tinieblas y por consiguiente nació a una vida temporal, pero para entrar al Reino de Dios y vivir eternamente en el Reino de Dios necesita nacer de nuevo, nacer a la Vida eterna, y solamente eso es posible a través de Jesucristo nuestro Salvador, que es el Segundo Adán.

Los que nacen en la Tierra a través de sus padres terrenales, nacen como descendientes del primer Adán que pecó allá en el Huerto del Edén, por lo tanto nacen como descendientes de Adán y Eva.

Pero los que nacen de nuevo, nacen en el Reino de Dios como descendientes del Segundo Adán, que es Jesucristo nuestro Salvador, y por consiguiente han nacido a la Vida eterna en una Raza eterna que está encabezada por nuestro amado Señor Jesucristo, esa es una Raza con Vida eterna, nace a la Vida eterna cada creyente en Cristo que lo ha recibido como su Salvador y ha sido bautizado en agua en Su Nombre y ha recibido el Espíritu Santo, ha obtenido el nuevo nacimiento. Vean, a la familia a la cual ustedes pertenecen y yo también. En Efesios, capítulo 2, versos 19 al 22, San Pablo, dice:

Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios.”

Somos miembros de la Familia de Dios como hijos e hijas de Dios, somos descendientes de Dios, estábamos en Dios eternamente y de Dios hemos venido a la Tierra para hacer contacto con Cristo la Vida eterna y así ser restaurados a la Vida eterna y ser reconciliados con Dios.

Edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo,

en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor.”

Ese Templo es la Iglesia de Jesucristo como Cuerpo Místico de creyentes y ese Templo como individuo es usted como individuo y soy yo como individuo también.

En quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu.”

¿Ven? Para Dios morar en Espíritu Santo en cada persona creyente en Cristo. También nos dice el Apóstol Pablo, hablándonos de los creyentes en Cristo, en el capítulo 12 de Hebreos, versos 22 en adelante, dice:

Sino que os habéis acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos millares de ángeles,

a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos, a Dios el Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos,

a Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel.”

Y ahora, todas estas personas pertenecientes a la Iglesia de Jesucristo son seres celestiales porque han nacido del Cielo, han obtenido el nuevo nacimiento y sus nombres están escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero.

Por lo tanto, estas personas están dentro del Nuevo Pacto cubiertos con la Sangre del Nuevo Pacto, la Sangre de Jesucristo nuestro Salvador. En Hebreos, capítulo 13, verso 20 al 21 dice San Pablo:

Y el Dios de paz que resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor de las ovejas, por la sangre del pacto eterno,”

Ahora, la Sangre del pacto eterno es la Sangre de Jesucristo nuestro Salvador. No hay nada que pueda quitar los pecados del ser humano sino la Sangre del Pacto eterno, que es la Sangre de Jesucristo nuestro Salvador, y así la persona es reconciliada con Dios. Vean en Romanos, capítulo 5 también San Pablo nos dice, desde el verso 8 en adelante:

Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.

Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira.

Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida.

Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación.”

La reconciliación la hemos recibido a través de Jesucristo nuestro Salvador.

En el Antiguo Testamento el pueblo hebreo tenía una fiesta, la cual era muy importante, la cual es la fiesta de la expiación, en donde se sacrificaba un macho cabrío por el pecado de las personas, y el sumo sacerdote entraba al lugar santísimo con la sangre de ese sacrificio y esparcía con su dedo siete veces sobre el propiciatorio y luego que terminaba sus labores el sumo sacerdote ese día salía del lugar santísimo y salía luego al pueblo y el pueblo se regocijaba, ¿por qué? Porque los pecados de las personas que se habían arrepentido de sus pecados habían sido perdonados y habían sido reconciliados con Dios para vivir un años más.

¿Por qué un año más? Porque los animales no tienen alma, y por consiguiente la sangre de los animales no puede quitar el pecado del ser humano, solamente cubría el pecado de los creyentes del Antiguo Testamento.

Y ese sacrificio por el pecado que efectuaban en el Antiguo Testamento, era tipo y figura del sacrificio perfecto de Jesucristo nuestro Salvador.

Ahora, veamos lo que sucedía en ese día. Dice capítulo 23, verso 26 en adelante del libro de Levítico, dice:

También habló Jehová a Moisés, diciendo:

A los diez días de este mes séptimo será el día de expiación; tendréis santa convocación, y afligiréis vuestras almas, y ofreceréis ofrenda encendida a Jehová.

Ningún trabajo haréis en este día; porque es día de expiación, para reconciliaros delante de Jehová vuestro Dios.

Porque toda persona que no se afligiere en este mismo día, será cortada de su pueblo.”

Este era el día más importante para el pueblo porque era el día en que obtenía el perdón por sus pecados y era el día en que eran reconciliados con Dios para vivir un año más, un año más porque no era un sacrificio perfecto sino que solamente era el tipo y figura de un sacrificio perfecto que vendría más adelante.

Ahora, toda persona que no se afligía por haber pecado contra Dios y no le pedía perdón a Dios por haber pecado, arrepentido de sus pecados, ¿qué sucedía? No quedaba perdonado, no quedaba cubierto con la sangre de la expiación y por consiguiente no quedaba reconciliado con Dios y perdía el derecho a continuar viviendo.

Por lo tanto, esa persona tenía que morir, Dios la cortaba del pueblo, perdía el derecho a pertenecer al pueblo de Dios y a continuar viviendo, a vivir un año más, cada año tenían que hacer este mismo sacrificio por el pecado.

Pero cuando Cristo murió en la Cruz del Calvario, este Sacrificio por el pecado fue cumplido en Cristo y el Sacrificio de Cristo es un Sacrificio perfecto, y la Sangre de Cristo es una Sangre perfecta, la cual nos limpia de todo pecado.

Por lo tanto, toda persona que arrepentida por haber pecado contra Dios recibe a Cristo como su Salvador y le pide perdón a Cristo por haber pecado contra Dios, Cristo lo perdona y con Su Sangre lo limpia de todo pecado, y es bautizada la persona en agua en el Nombre del Señor Jesucristo y Cristo lo bautiza con Espíritu Santo y fuego, y la persona obtiene Vida eterna, queda reconciliada con Dios para vivir eternamente con Cristo en Su Reino.

Pero toda persona que no recibe a Cristo como su Salvador, pierde el derecho a vivir eternamente con Cristo en Su Reino porque no recibió al Rey del Reino eterno, por lo tanto la persona no quiso vivir eternamente, por lo tanto Cristo no lo va obligar a vivir eternamente, más bien Cristo lo va a condenar en el juicio final y lo va a echar en el lago de fuego que es la segunda muerte, porque no quiso vivir eternamente con Cristo en Su Reino.

El único Reino que permanecerá por toda la eternidad será el Reino de Jesucristo, y si no quiso vivir con Cristo en Su Reino, no quiso entrar al Reino de Cristo, pues no podrá vivir eternamente con Cristo en Su Reino, porque no entró al Reino de Cristo.

Ahora, podemos ver que la situación para todo ser humano es la misma, es un asunto de escuchar la predicación del Evangelio de Cristo y creer en Jesucristo, recibirlo como su Salvador, y Cristo lo perdona, lo limpia con Su Sangre de todo pecado y es bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo y Cristo lo bautiza con Espíritu Santo y Fuego, y así la persona ha obtenido el nuevo nacimiento, ha nacido del Agua y del Espíritu, y viene a ser una persona eterna con Cristo en Su Reino, porque Cristo le ha impartido Vida eterna. En San Marcos, capítulo 16, versos 15 al 16, Cristo dijo:

Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.

El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.”

Por lo tanto, toca a toda persona que escucha la predicación del Evangelio de Cristo creer para obtener la salvación de su alma, vivir eternamente con Cristo en Su Reino.

Esa es la bendición para todo el que cree, y es bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo. El Apóstol Pedro, en el libro de los Hechos, capítulo 2, verso 36 en adelante, dijo predicando el Día de Pentecostés:

Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.”

Por eso es que a Jesús lo llamamos Señor Jesucristo, porque Dios lo ha hecho Señor y Cristo; y no hay otro Nombre debajo del Cielo dado a los hombres en que podamos ser salvos, solamente hay un Nombre para salvación, ese Nombre es Señor Jesucristo, y solamente hay una obra de salvación y es la Obra de Cristo en la Cruz del Calvario por cada uno de nosotros. Sigue diciendo San Pedro:

Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?

Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.

Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.

Y con otras muchas palabras testificaba y les exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación.”

La raza humana está condenada a la muerte, pero todos aquellos que reciben a Cristo como su Salvador, salen de esa condenación y entran a la bendición de la Vida eterna.

Sed salvos de esta perversa generación.

Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas.”

Como tres mil personas creyeron, recibieron a Cristo como su Salvador, fueron bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo y Cristo los bautizó con Espíritu Santo y Fuego y obtuvieron el nuevo nacimiento, nacieron del Cielo, nacieron en el Reino de Jesucristo nuestro Salvador, y por consiguiente vinieron a formar parte de la Iglesia del Señor Jesucristo, que es el Redil del Buen Pastor, donde Él llama y junta Sus ovejas.

Esa es la Iglesia del Señor Jesucristo, donde Cristo ha estado llamando y juntando Sus ovejas de etapa en etapa, de edad en edad.

Cristo está en medio de Su Iglesia en Espíritu Santo llevando a cabo la obra del llamado y recogimiento de todos Sus hijos, de todos Sus escogidos.

Por lo tanto, en este tiempo final Cristo está llamando y juntando Sus hijos, Sus escogidos en Su Reino, en Su Iglesia, para que así todos tengamos Vida eterna y tengamos la esperanza de vivir con Cristo en Su Reino en cuerpos glorificados por toda la eternidad.

Todo esto es así porque Cristo es nuestra vida, nadie más es nuestra vida, solamente el Señor Jesucristo, Él es la Vida eterna.

Por lo tanto, la Vida eterna viene a nosotros de Dios a través de Jesucristo nuestro Salvador.

Por eso es que se le da la oportunidad a toda persona que escucha la predicación del Evangelio, para que reciba a Cristo como su Salvador, arrepentido de sus pecados y Cristo lo perdonará y con Su Sangre Jesucristo lo limpiará de todo pecado, y el ministro lo bautizará en agua en el Nombre del Señor Jesucristo y Cristo lo bautizará con Espíritu Santo y Fuego, y así habrá obtenido el nuevo nacimiento, habrá nacido del Agua y del Espíritu en el Reino de Jesucristo nuestro Salvador.

Y ahora, ¿para cuántos Cristo es nuestra vida? Para todos nosotros, Cristo es para mí mi vida, la Vida eterna y para ustedes también.

Toda persona que ha recibido a Cristo como su Salvador, ha lavado sus pecados en la Sangre de Cristo, ha sido bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo y Cristo lo ha bautizado con Espíritu Santo y Fuego, esa persona ha obtenido el nuevo nacimiento y está en el Reino de Cristo, nació en el Reino de Cristo y tiene Vida eterna, y esa persona nunca se perderá, esa persona nunca dejará de existir, existirá eternamente con Cristo en Su Reino.

Pero toda persona que no ha recibido a Cristo como su Salvador, no tiene Vida eterna y no tiene esperanzas de vivir eternamente con Cristo en Su Reino.

La única esperanza que puede tener es ser echado en el lago de fuego, que es la segunda muerte, pero nadie quiere ir a ese lugar, nadie quiere ser echado en el lago de fuego, donde será echado el diablo, el anticristo, el hombre de pecado, la bestia y todos los que siguieron al maligno.

Toda persona desea vivir eternamente con Cristo en Su Reino, y en esta ocasión hemos visto cómo eso es posible para todos aquellos que reciben a Cristo como su Salvador, lo cual significa comer del Árbol de la Vida porque el Árbol de la Vida es Cristo, y comer del Árbol de la Vida significa que usted ha comido algo que le da Vida eterna, y comemos del Árbol de la Vida por la fe en Cristo para vivir eternamente con Cristo en Su Reino, porque Cristo es nuestra vida. CRISTO ES NUESTRA VIDA.

Si hay alguna persona que todavía no ha recibido a Cristo, sabe que no tiene Vida eterna de acuerdo a lo que hemos leído aquí de la Biblia, y de las Palabras que Cristo habló, pero usted desea tener Vida eterna, y puede obtener la Vida eterna a través de Cristo en esta ocasión, recibiéndolo como su Salvador.

Por lo tanto estaré orando por esas personas que levanten sus manos para recibir a Cristo como su Salvador personal. “El que creyere y fuere bautizado, será salvo, mas el que no creyere será condenado.”

Todos los que levanten sus manos, oraré por ustedes, para que Cristo les perdone, les reciba y puedan ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo y Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego y obtengan el nuevo nacimiento.

Veo manos levantadas en esta parte y también en esta otra parte y también acá al frente. Pueden pasar al frente y estaré orando por ustedes lo más pronto posible, para que Cristo les reciba, les perdone y con Su Sangre les limpie de todo pecado, y puedan ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo y Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y así aseguren su futuro eterno con Cristo en Su Reino.

Pueden continuar pasando las personas de esta sección, y las personas también del centro y de esta otra sección para orar por ustedes en esta ocasión, para que así Cristo, nuestra vida, les dé Vida eterna a ustedes también.

Recuerden que es un asunto de Vida eterna o de muerte eterna. No recibir a Cristo significa la muerte eterna para el ser humano. Recibir a Cristo como su Salvador significa la Vida eterna para la persona, y eso es lo que queremos: la Vida eterna. Por eso es que recibimos a Cristo como nuestro Salvador personal, para que Él nos dé Vida eterna, porque Él vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.

Por lo tanto, el ser humano está perdido, pero Cristo lo salva cuando la persona recibe a Cristo como su Salvador personal.

Todavía siguen pasando más personas, por lo tanto esperaremos algunos minutos en lo que todos pasan, porque así como ustedes quieren Vida eterna, también hay muchos más que quieren Vida eterna los cuales están viniendo para estar aquí todos junto a ustedes, para recibir la oración en donde ustedes estarán haciendo la confesión pública de que creen en Jesucristo como su Salvador, lo reciben como su Salvador, y piden a Cristo les perdone y con Su Sangre les limpie de todo pecado.

¿Por qué recibimos a Cristo como nuestro Salvador? Porque Cristo es nuestra vida, nuestra Vida eterna, Él es la Vida eterna para nosotros; y cuando lo recibimos acá en nuestra alma estamos recibiendo la Vida eterna, porque Él es la Vida eterna, y estábamos con Él, por eso nos manifestamos como creyentes en Él, expresando que creemos en Él.

Todavía continúan pasando más personas porque hay más personas que desean vivir eternamente con Cristo, y han reconocido en esta ocasión que Cristo es nuestra vida, nuestra Vida eterna, la Vida eterna está escondida ¿dónde? En Jesucristo, en el Árbol de la Vida, que es Cristo.

Todavía siguen pasando más personas, es que han reconocido que Cristo es nuestra vida, y han reconocido que recibiendo a Cristo como nuestro Salvador, reciben la salvación del alma y Vida eterna para vivir con Cristo en Su Reino por toda la eternidad.

El alma de todo ser humano desea vivir eternamente, y cuando recibimos a Cristo, le hemos dado a nuestra alma la oportunidad de recibir la Vida eterna, y nuestra alma queda regocijada y feliz con Cristo, la Vida eterna.

No hay nada más importante para el ser humano que la Vida eterna. La ciencia ha estado buscando cómo vivir un poco más el ser humano.

La ciencia ha estado buscando el misterio o secreto de la vida, y ha estado buscando el secreto de la Vida eterna, pero el secreto de la Vida eterna está en Jesucristo, Él es la Vida eterna, Él es el Árbol de la Vida eterna que estaba en el Huerto del Edén, y que luego apareció en carne humana y fue conocido por el nombre de Jesús.

Y luego aparece en el libro del Apocalipsis también, para que toda persona pueda comer de Cristo el Árbol de la Vida eterna y vivir eternamente.

Mientras continúan pasando los que faltan por pasar, vean lo que Cristo dice aquí, capítulo 6, verso 47 del Evangelio según San Juan, dice:

De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna.

Yo soy el pan de vida.

Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y murieron.

Este es el pan que desciende del cielo, para que el que de él come, no muera.

Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre (o sea, eternamente); y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo.”

Sigue diciendo:

Entonces los judíos contendían entre sí, diciendo: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?

Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros.

El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.”

Tienen las personas creyentes en Cristo la esperanza que serán resucitados en cuerpos eternos si mueren físicamente, pero si permanecen vivos, serán transformados en este tiempo final.

Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.

El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él.

Como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por mí.

Este es el pan que descendió del cielo; no como vuestros padres comieron el maná, y murieron; el que come de este pan, vivirá eternamente.”

Y Cristo es el pan de Vida eterna: “Yo Soy el pan vivo que descendí del Cielo.” Dijo Jesucristo nuestro Salvador. Por lo tanto, el que come de este pan vivirá eternamente, vivirá para siempre en un cuerpo inmortal, incorruptible y glorificado, igual al cuerpo glorificado de Jesucristo nuestro Salvador. Y joven para toda la eternidad.

En el Reino de Cristo no habrán viejos, ni niños tampoco, todos serán jóvenes que representarán de 18 a 21 años de edad, como nuestro amado Señor Jesucristo, el cual está jovencito todavía y seguirá jovencito por toda la eternidad.

Vamos a dar unos segundos para los últimos que faltan por pasar y estaremos orando por todos ustedes, para que Cristo les reciba, les perdone y con Su Sangre les limpie de todo pecado.

Vamos a dar unos segundos y ya estaremos orando por todas las personas que han pasado al frente, si falta alguno, puede pasar rápidamente y estaremos ya orando por todos.

Todavía vienen más personas, por eso estamos esperando unos segunditos aquí... vamos ya a orar. Inclinemos nuestros rostros y estaremos orando por todas las personas que han pasado. Repitan conmigo esta oración, lo cual es la confesión de fe en Cristo que ustedes hacen ante Dios de que reciben a Cristo como su Salvador personal. Repitan conmigo esta oración. Inclinemos nuestros rostros y nuestros ojos cerrados:

Señor Jesucristo, yo creo que Tú eres el Hijo de Dios, yo creo en Tu Primera Venida, y en Tu Sacrificio en la Cruz del Calvario, y creo que Tu Sangre me limpia de todo pecado, y creo que Tú llevaste mis pecados en Tu cuerpo en la Cruz del Calvario. Señor Jesucristo reconozco que soy pecador y necesito un Salvador, que me salve de mis pecados.

Señor Jesucristo, reconozco que Tú eres ese Salvador, que Tú eres el único que puede salvar mi alma, porque reconozco que no hay otro Nombre bajo el Cielo dado a los hombres en que podamos ser salvos. Reconozco que no puedo ser salvo en otro nombre sino en Tu Nombre.

Por lo tanto, Señor Jesucristo, Te ruego perdones mis pecados y Te ruego que con Tu Sangre me limpies de todo pecado, y Te ruego Señor Jesucristo que al ser bautizado en agua en Tu Nombre, luego Tú me bautices con Espíritu Santo y Fuego, y produzcas en mí el nuevo nacimiento, yo quiero nacer en Tu Reino, a la Vida eterna contigo, quiero vivir eternamente contigo en Tu Reino, y públicamente confieso que Te recibo como mi Salvador, Te ruego me confieses delante del Padre Celestial.

Señor Jesucristo, he hecho una confesión pública de que Te he recibido como mi Salvador, Señor Jesucristo en Tus manos encomiendo mi alma para que me des Vida eterna, porque Tú eres mi vida, mi Vida eterna. Señor Jesucristo en Tu Nombre he hecho esta confesión pública a Ti. Señor Jesucristo en Tus manos me encomiendo. Dios Eterno en Tus manos estoy. En el Nombre del Señor Jesucristo.

He recibido a Jesucristo como mi Salvador. Y ahora confieso que la Sangre de Jesucristo me ha limpiado de todo pecado. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén y amén.

Jesucristo les ha perdonado y con Su Sangre les ha limpiado de todo pecado.

Podemos confesar: la Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado. La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado. La Sangre del Señor Jesucristo me ha limpiado de todo pecado.

La Sangre de Jesucristo les ha limpiado de todo pecado.

Y ahora, ustedes preguntarán, por cuanto Cristo dijo: “El que creyere y fuere bautizado será salvo. Ya yo he creído, ahora me falta ser bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, ¿cuándo me van a bautizar?”

Así habló el eunuco a Felipe luego de creer en Cristo, le dice a Felipe: “Ahí hay agua, ¿qué impide que yo sea bautizado?” Felipe le dice: “Si crees de todo corazón, bien puedes.” Y el eunuco le dice: “Yo creo que Jesucristo es el Hijo de Dios.” Y bajaron del carro y Felipe lo bautizó en agua en el Nombre del Señor.

También el día de pentecostés Pedro dijo: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo.”

Y ahora, ustedes me preguntan: “¿Y cuando me van a bautizar a mí?” — “¿Han creído de todo corazón?” — “Claro que sí.” Por lo tanto, no hay nada que impida que ustedes sean bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.

Y ahora, pregunto al ministro aquí: ¿Si hay agua? Hay agua. ¿Hay bautisterios aquí con agua? ¿Hay ropa también? Hay ropas bautismales, para que se cambien de ropa y no mojen la ropa que tienen puesta, y sean bautizados en agua y luego se cambian de nuevo de ropa, y regresan felices y contentos, y agradecidos a Cristo por la salvación de sus almas, y con su ropa seca.

Dejo aquí al Rvdo. Fernando Cubillos, para que les indique hacia dónde tienen que caminar para ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.

Y que Dios me los bendiga grandemente, los guarde y los fortalezca en vuestra trayectoria cristiana, y cuando Cristo me transforme a mí, también a ustedes los transformará, y entonces nos veremos en el cuerpo nuevo, eterno, inmortal, incorruptible y glorificado, y recordaremos que en este día ustedes recibieron a Cristo como su Salvador, y eso marcó el futuro eterno de cada uno de ustedes con Cristo en Su Reino eterno.

Dejo al Rvdo. Fernando Cubillos, para que les indique hacia dónde moverse para recibir las ropas bautismales y ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo. “El que creyere y fuere bautizados será salvo.”

Que Dios les bendiga y muchas gracias por vuestra amable atención.

CRISTO NUESTRA VIDA.”