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El Misterio del Nuevo Nacimiento 2003-08-21 1 Torreón Coahuila MX 00:00:00 false

Muy buenos días, amados amigos y hermanos presentes; es para mí una bendición y privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente a este tiempo final. Me acompañan también mi esposa Erica y mis niñas América y Yahannah Gabriela, las cuales el Rvdo. Miguel Bermúdez Marín ya presentó en esta ocasión. También nos acompaña la doctora Nelly Fuentes del Perú, y también el Rvdo. José Benjamín Pérez: mi copastor, allá en Puerto Rico.

Para esta ocasión leemos en San Juan, capítulo 3, versos 1 al 6, Palabra de Jesucristo, donde dice:

Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos.

Este vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él.

Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.

Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?

Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.

Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.

No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo.”

Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.

Nuestro tema para esta ocasión es: “EL MISTERIO DEL NUEVO NACIMIENTO.”

El misterio del nuevo nacimiento ha sido para todo ser humano un signo de interrogación, porque todo ser humano desea entrar al Reino de Dios, que es el único Reino en que hay Vida eterna. Pues el ser humano cuando en el Huerto del Edén pecó, el ser humano murió a la Vida eterna, y luego solamente le quedó al ser humano una vida temporal, una vida pasajera, una vida en un cuerpo mortal, corruptible y temporal.

Y ahora, el ser humano ha deseado regresar a la Vida eterna desde el Huerto del Edén, y ahora, para regresar el ser humano a la Vida eterna tiene que nacer de nuevo.

Toda persona que nace en este planeta Tierra, nace en una raza caída, en una raza que murió a la Vida eterna, por lo tanto nace en una raza que está muerta a la Vida eterna; solamente tiene vida temporal. Y toda persona que quiera vivir eternamente tiene que nacer de nuevo, nacer a la Vida eterna y en la Vida eterna, y por consiguiente la persona al nacer de nuevo nace a la Vida eterna en el Reino de Jesucristo nuestro Salvador; ése es el Reino de Dios, y viene a formar parte de la Iglesia del Señor Jesucristo, que es el Cuerpo Místico de Cristo, donde nacen todos los hijos e hijas de Dios en y a la Vida eterna.

La Iglesia del Señor Jesucristo, siendo producto de Cristo (pues salió de Cristo); Cristo siendo tipificado en el grano de trigo que cayó en Tierra, como Él nos dice en el capítulo 12, verso 24 de San Juan, cuando Cristo dice:

De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto.”

Si Cristo, el grano de trigo, no moría, quedaba viviendo en este planeta Tierra solo, pues Él no tenía pecado, por lo tanto no había causa por la cual Él morir. Él vino a la Tierra y vino a esta Tierra con Vida eterna; por eso Él dijo: “Nadie me quita la vida, Yo la pongo por mí mismo, para volverla a tomar.” Y Él puso Su vida por todos nosotros, para poder producir el nuevo nacimiento en toda persona que lo recibe como su Salvador.

El grano de trigo es Cristo, y así como usted toma un grano de trigo o de algún árbol y siembra esa semilla, luego nace una planta de trigo, o un árbol, ya sea de aguacate o de mango, o de algún otro fruto, y luego crece esa plantita que nació, crece, y luego lleva fruto igual a la semilla que fue sembrada en tierra.

Ésa es la forma de la reproducción de las diferentes simientes. Y Cristo siendo la Simiente de Dios, Cristo siendo el grano de trigo que vino a la Tierra para reproducirse en muchos granos de trigo, en muchos hijos e hijas de Dios (porque Jesucristo es el Hijo de Dios), encontramos que así como Dios colocó a Adán en la Tierra y luego sacó de Adán una costilla y formó una compañera para Adán, en la cual colocó el espíritu femenino que estaba en Adán, y luego Adán recibió esa compañera, la cual llamó “Varona,” la cual ya sabemos que fue Eva. Dios le dio una compañera para que Adán pudiera reproducirse en ella y a través de ella en muchos hijos e hijas de Dios.

Pero por cuanto él pecó, perdió el derecho de reproducirse en hijos e hijas de Dios con Vida eterna, y luego encontramos que él se reprodujo en hijos e hijas, pero sin Vida eterna, porque había pecado y había caído de la Vida eterna, había perdido la Vida eterna; su cuerpo físico ya no sería eterno y el de Eva tampoco, y de los hijos y de los nietos y bisnietos, y tataranietos, toda esa descendencia de Adán sería mortal.

Y ahora, nosotros hemos nacido en esta dimensión terrenal en medio y a través de una raza mortal descendiente de Adán y Eva, y por consiguiente hemos nacido en la Tierra sin Vida eterna en nuestro cuerpo físico y sin Vida eterna en nuestro espíritu; pero nuestra alma es eterna, nuestra alma vino de Dios, nuestra alma es parte de Dios.

Estábamos en Dios eternamente; pero al aparecer en esta dimensión terrenal, en medio de una raza que está muerta a la Vida eterna, encontramos que hemos aparecido en una dimensión terrenal, en donde toda la humanidad está perdida, perdidos, se perdieron de la Vida eterna. Pero Dios envió un Segundo Adán, para que se reproduzca en muchos hijos e hijas de Dios.

Ese Segundo Adán se tipificó en el grano de trigo que es colocado en la Tierra y muere para reproducirse en muchos granos de trigo; pero todo eso tiene un orden divino, porque cada semilla, cada simiente, tiene que reproducirse según su género. Y para reproducirse en muchos granos de trigo (la semilla de trigo), tiene que nacer en la forma de una planta de trigo, y luego crecer y luego lleva los granos de trigo, que son los hijos e hijas de Dios: los granos de trigo de Cristo, el grano de trigo que fue sembrado en Tierra.

Por eso es que Cristo tuvo que morir en la Cruz del Calvario, llevando nuestros pecados, se hizo pecado por nosotros, para así quitar de nosotros nuestros pecados y restaurarnos a la Vida eterna.

Cristo vino con la comisión divina de buscar y salvar lo que se había perdido. Eso es lo que dice Cristo en San Lucas, capítulo 19, versos... capítulo 19, verso 10, dice:

Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.”

Y en el capítulo 20 de San Mateo, verso 28, dice:

Como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.”

Cristo vino para dar Su vida en rescate por muchos, para rescatar de la muerte a todos aquellos que están escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero; son esas personas las almas de Dios que estaban en Dios eternamente, pero tenían que ser manifestados en esta Tierra,;y por cuanto el pecado entró a la raza humana por medio de un hombre: Adán, la raza humana se ha encontrado muerta, sin Vida eterna.

Y en medio de una raza muerta a la Vida eterna, tuvimos que nosotros como almas de Dios aparecer aquí en la Tierra y recibir en la permisiva voluntad de Dios un cuerpo físico, mortal, corruptible y temporal, y un espíritu del mundo; pero con la esperanza de volver a nacer, con la esperanza de nacer de nuevo, nacer de nuevo a y con Vida eterna.

El patriarca Job nos habla algo en el capítulo 14, verso 14 de su libro, y dice:

Si el hombre muriere, ¿volverá a vivir? Todos los días de mi edad esperaré,

Hasta que venga mi liberación.”

Ahora, aquí el Profeta Job, ese Patriarca tenía la preocupación que tiene todo ser humano: “¿Si el hombre muere volverá a vivir?”

Todo ser humano se pregunta: “¿Qué hay después de esta vida terrenal? ¿Qué hay después que nuestro cuerpo físico muera?” Y eso causa la angustia existencial de la raza humana. Pero Job también en el capítulo 19, verso 25 nos dijo algo que es una buena noticia para todo ser humano:

Yo sé que mi Redentor vive,

Y al fin se levantará sobre el polvo;

Y después de deshecha esta mi piel,

En mi carne he de ver a Dios;

Al cual veré por mí mismo,

Y mis ojos lo verán, y no otro,

Aunque mi corazón desfallece dentro de mí.”

Y ahora, Job tuvo la esperanza de ver a su Redentor, y el Redentor es Jesucristo, Él es el que liberta al ser humano del pecado y de la muerte; porque Él vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.

Por lo tanto, todo ser humano para obtener la Vida eterna necesita un Redentor que lo liberte, que lo liberte de esta vida terrenal que no tiene Vida eterna, un Redentor que lo resucite, por cuanto la humanidad desde que Adán y Eva pecaron murió a la Vida eterna. Por lo tanto, la humanidad no es otra cosa sino una masa de muertos a la Vida eterna, y la misma muerte está en los cuerpos físicos y a cierta cantidad de años deja de existir el cuerpo físico.

Cada día la muerte está matando el cuerpo físico; lo está matando con la vejez, con enfermedades y así por el estilo. Por lo tanto, la raza humana es una masa de seres muertos a la Vida eterna; pero siendo que lo más importante que usted y yo somos es nuestra alma: eso es lo más importante en usted y en mí. Lo más importante que somos es que somos alma viviente.

El ser humano es: cuerpo, espíritu y alma. El cuerpo físico es una casa terrenal, el cuerpo espiritual, el espíritu de la persona es otra casa, pero de otra dimensión, un cuerpo parecido a nuestro cuerpo pero de otra dimensión; pero lo que está dentro del espíritu y del cuerpo es el alma; y eso es lo que usted es en realidad y yo soy en realidad. Por eso la Escritura dice: “El alma que pecare, ésa morirá.”

Ahora, encontramos que cuando se habla del alma, se está hablando de la persona, no del cuerpo, sino de la persona que es alma viviente. Por eso Cristo preguntó en San Mateo, capítulo 16, versos 26 en adelante:

Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?

Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras.”

Y ahora, Cristo enfoca directamente al alma del ser humano, porque eso es lo que es en realidad la persona: alma viviente; por eso el alma solamente tiene un sentido que es el libre albedrío, para creer o no creer, creer a Dios o no creer a Dios. Y en su cuerpo físico tiene cinco sentidos y en su espíritu tiene cinco sentidos también.

Ahora, lo más importante de la persona es su alma. Por eso Cristo vino a salvar el alma de las personas, y luego Él nos dará un nuevo cuerpo físico, eterno, inmortal, incorruptible y glorificado. Y en cuanto al espíritu, que es un cuerpo angelical de otra dimensión, Él nos da un cuerpo espiritual nuevo, un cuerpo espiritual parecido a nuestro cuerpo, pero de la sexta dimensión.

Y ése es el que la persona recibe cuando recibe a Cristo como su Salvador, lava sus pecados en la Sangre de Cristo, es bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo lo bautiza con Espíritu Santo y Fuego, y así la persona nace de nuevo, ha obtenido el nuevo nacimiento, ha nacido del Agua y del Espíritu, ha nacido de la Palabra, del Evangelio de Cristo, al escucharlo y creer y recibir a Cristo como su Salvador, y Cristo lo ha bautizado con Espíritu Santo y Fuego, y la persona ha nacido del Agua y del Espíritu Santo, y ha obtenido un cuerpo angelical de la sexta dimensión parecido a nuestro cuerpo, pero joven, que representa de 18 a 21 años de edad.

Y cuando Cristo complete esa Iglesia, cuando Cristo termine de crear esa Nueva Creación en esa esfera espiritual de darle el cuerpo angelical de la sexta dimensión a cada alma de Dios; esas almas de Dios son los que reciben a Cristo como su Salvador personal.

Cuando Él termine de dar a todas esas personas esos cuerpos angelicales, luego Él se levantará del Trono del Padre, tomará el Título de Propiedad, que es el Libro de la Vida del Cordero, el Libro de los Siete Sellos, y hará Su Obra de Reclamo y reclamará a todas esas personas en las cuales Él ha producido el nuevo nacimiento. Esas personas ya al nacer de nuevo han sido restauradas a la Vida eterna, ya tienen Vida eterna, y ya tienen un cuerpo angelical con Vida eterna, y solamente les falta el cuerpo físico, eterno, inmortal, incorruptible y glorificado, el cual Cristo nos dará muy pronto, cuando Él complete Su Iglesia.

Por eso hemos sido sellados con el Espíritu Santo, y así hemos obtenido el nuevo nacimiento y hemos sido sellados para el Día de la Redención, para el Día en que Él nos dará el cuerpo físico, el cuerpo glorificado igual a Su cuerpo glorificado.

Vean, en Efesios, capítulo 4, verso 30, dice:

Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención.”

Hemos sido sellados con el Espíritu Santo para el Día de la Redención, para el Día en que Él nos transformará y nos dará un cuerpo físico eterno. Ya al recibirlo como nuestro Salvador, lavar nuestros pecados en Su Sangre, ser bautizados en agua en Su Nombre y recibir Su Espíritu Santo, hemos obtenido el nuevo nacimiento y hemos recibido el cuerpo angelical de la sexta dimensión, y nos falta el cuerpo físico glorificado.

Ahora, vean ustedes cómo Cristo ha estado llevando a cabo esta labor tan importante en esta Tierra desde el Día de Pentecostés en adelante, pues el Día de Pentecostés cuando recibieron el Espíritu Santo, obtuvieron el nuevo nacimiento como ciento veinte que estaban allí reunidos, como ciento veinte personas recibieron el Espíritu Santo; y luego creyeron como tres mil personas más, y fueron bautizadas en agua por los Apóstoles y recibieron el Espíritu Santo y fueron añadidos a la Iglesia como tres mil personas más.

Y así Cristo ha estado produciendo el nuevo nacimiento en millones de seres humanos y por consiguiente han estado naciendo en el Reino de Cristo, han estado entrando al Reino de Jesucristo, que es el único Reino eterno. Los reinos de este mundo son temporales, pero el Reino de Cristo es eterno. Y para una persona tener Vida eterna tiene que entrar a un Reino eterno, que es el Reino de Jesucristo, el cual se encuentra en la esfera espiritual en la forma de Su Iglesia.

Su Iglesia es la planta de trigo donde nacen los granos de trigo, productos de Cristo el grano de trigo; ahí es donde nacen los hijos e hijas de Dios, obtienen el nuevo nacimiento y por consiguiente nacen con y a la Vida eterna. Cristo dijo en una ocasión: “Yo Soy el Camino, la Verdad y la Vida; y nadie viene al Padre sino por mí.” Eso está en San Juan, capítulo 14, verso 6.

Y ahora, en el capítulo 11 de San Juan, el Señor Jesucristo hablando a Marta le dice... capítulo 11, verso 25 en adelante; esto fue cuando fue a resucitar a Lázaro, aquí hablando con Marta le dice:

Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.

Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?

Le dijo: Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo.”

Y ahora, la promesa de Cristo es que todo aquél que vive y cree en Él no morirá eternamente, o sea, que aunque el cuerpo físico muera, porque es mortal, corruptible y temporal, la persona sigue viviendo en el cuerpo angelical y luego recibirá en la resurrección de los muertos en Cristo, resucitará en un cuerpo nuevo, eterno, inmortal, incorruptible y glorificado, igual al cuerpo glorificado de Jesucristo nuestro Salvador; y ése es un cuerpo joven que representará de 18 a 21 años de edad.

Y con ese cuerpo nosotros viviremos eternamente con Cristo en Su Reino, y en Su Reino seremos Reyes literales, seremos también Sacerdotes literales del Orden Sacerdotal de Melquisedec, y seremos también Jueces, porque los santos juzgarán al mundo y aún a los ángeles, dice San pablo en Primera de Corintios, capítulo 6, verso 2.

Ahora, siendo que la promesa para todo creyente es que vivirá eternamente con Cristo en Su Reino en un cuerpo y con un cuerpo glorificado, igual al cuerpo glorificado de Jesucristo. Toda persona que desea vivir eternamente con Cristo en Su Reino necesita nacer de nuevo: “No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo,” dijo Cristo a Nicodemo.

El misterio del nuevo nacimiento es que las personas que están escritas en el Cielo en el Libro de la Vida del Cordero, estaban eternamente con Dios, son las almas de Dios, representadas en el trigo, en la Parábola del trigo y de la cizaña de San Mateo, capítulo 13, verso 30 en adelante, donde ya ahí Cristo explica esa Parábola; aunque esta parábola comienza antes, comienza en el mismo capítulo 13, el verso 24, desde el verso 24 hasta el verso 43; ahí está la Parábola del trigo y de la cizaña, en donde Cristo señala que el trigo son los hijos del Reino y la cizaña son los hijos del malo.

Los hijos del malo no tienen Vida eterna y nunca tendrán Vida eterna. Pero el trigo, el trigo por cuanto es representante o representa a los hijos del Reino, vean, los hijos del Reino sí reciben Vida eterna, o sea, son restaurados a la Vida eterna.

Usted y yo en nuestra alma teníamos, tenemos y tendremos Vida eterna; pero al venir a esta Tierra en estos cuerpos mortales salimos de la Vida eterna y aparecimos perdidos en medio de una raza que está muerta a la Vida eterna, y por consiguiente aparecimos en esta Tierra perdidos y muertos, muertos a la Vida eterna físicamente, nuestro cuerpo no tiene Vida eterna, no es eterno, es temporal.

Pero Cristo ha prometido darnos un cuerpo eterno, un cuerpo glorificado. Cristo dijo: “El que vive y cree en mí, no morirá eternamente.” Por lo tanto, aunque estamos en esta dimensión terrenal entre mortales, tenemos la promesa de que físicamente si alguno de los nuestros muere, no morirá eternamente, será resucitado en la resurrección de los muertos en Cristo en un cuerpo nuevo y glorificado, y cuando eso ocurra nosotros los que vivimos y permanezcamos vivos para ese tiempo, y permanezcamos fieles a Cristo, seremos transformados.

Vean, eso está aquí en Filipenses, capítulo 3, verso 20 al 21, en donde San Pablo dice:

Mas nuestra ciudadanía está en los cielos.”

Somos ciudadanos celestiales, y al obtener el nuevo nacimiento, nuestro nuevo nacimiento es del Cielo. Por lo tanto, somos ciudadanos del lugar donde hemos nacido de nuevo, aunque todavía mantengamos la ciudadanía terrenal de la nación donde hayamos nacido; eso no es ningún problema.

Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo;

el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.”

Y ahora, Cristo en Su Segunda Venida va a resucitar los muertos creyentes en Él y nos va a transformar a nosotros, para que seamos físicamente iguales a Jesucristo, para que tengamos un cuerpo semejante al cuerpo Suyo: un cuerpo glorificado con Vida eterna, un cuerpo que nunca se pondrá viejo.

Y cuando podemos escuchar estas promesas divinas hechas para los creyentes en Cristo, toda persona entonces dice: “Yo deseo esa clase de cuerpo, porque el que tengo se me enferma en algunas ocasiones con una gripe, como algún resfriado o algún otro problema de salud; también se me cansa el cuerpo y necesita sueño, y también siento hambre y tengo que darle comida, y se me va poniendo viejo este cuerpo.”

Y si no tiene la persona la esperanza de volver a vivir, lo cual será en un cuerpo nuevo; pues para la persona el vivir en la Tierra en estos cuerpos mortales le es de sufrimiento la mayor parte del tiempo. Cada vez que tiene que madrugar para ir a trabajar como que la sábana y la almohada no se le quieren despegar, y hasta sufre para levantarse y sufre en el trabajo y en dondequiera; o sea, es una vida de sufrimiento, de lucha, de luchas porque tenemos que luchar para sobrevivir físicamente.

Por lo tanto, la raza humana se encuentra como estaba el pueblo hebreo en Egipto esclavizado. La raza humana está esclavizada en la actualidad y siempre ha estado esclavizada, porque la raza humana al pecar, entonces pasó del Reino de Dios al reino del maligno; y en el reino del maligno, que es el diablo, el cual es el reino de las tinieblas, la raza humana ha estado esclavizada.

Vean las palabras de Cristo hablando acerca del maligno, el cual es el diablo, dice Cristo en San Juan, capítulo 12, verso 31:

Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera.”

Y ahora, encontramos que el príncipe de este mundo es el diablo, es el diablo el príncipe del reino de las tinieblas, en donde cayó esclavizado el ser humano al pecar. En el capítulo 14 de San Juan también, verso 30, Cristo dice:

No hablaré ya mucho con vosotros; porque viene el príncipe de este mundo, y él nada tiene en mí.”

Por lo tanto, el príncipe de este mundo que es el diablo nada tiene en Cristo, trató de que Cristo lo aceptara y el diablo le ofreció los reinos de este mundo (a Cristo), y Cristo rechazó la oferta del diablo; porque Cristo no sería el príncipe de las tinieblas. El reino que le ofreció el diablo es el reino de las tinieblas, reino que tiene esclavizada a la raza humana.

Él (Cristo) es el Príncipe del Reino de Dios. Por lo tanto, en el Reino de Dios toda persona que quiera tener Vida eterna necesita nacer. Cuando nacemos en esta Tierra físicamente, nacemos en el reino de las tinieblas, por eso nacemos sin Vida eterna, porque el diablo y su reino no tienen Vida eterna. El único que tiene un Reino con Vida eterna es Jesucristo nuestro Salvador.

Ahora, Cristo dijo que este mundo ya ha sido juzgado, porque Él dijo que el juicio de este mundo vendría en aquellos días, dice:

Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera.”

Ya este mundo ha sido juzgado, por lo tanto este mundo, este reino de las tinieblas, siendo ya juzgado y condenado va a ser destruido. Y cuando una persona vive en una ciudad o en una nación donde está anunciada una destrucción, ya sea por una guerra o por un terremoto, o algo así, en donde digan que va a desaparecer esa ciudad o esa nación ¿quién se va a quedar ahí? Nadie se va a quedar ahí, el que se quede es muy tonto, muy ignorante. Quizás diga: “Es que tengo muchos bienes aquí.” Pues va a perecer con todo lo que tenga ahí.

Y ya Cristo ha dicho que el reino de este mundo ha sido, o sería juzgado en aquellos días, y ya ha sido juzgado y va a ser destruido. Por lo tanto, toda persona que quiera salvar su alma y quiera vivir eternamente, tiene que salir del reino de las tinieblas, del reino de este mundo, y pasar al Reino de Jesucristo, que es el único que tiene promesas de Vida eterna; porque en el Reino de Cristo está Cristo y Él es la Vida eterna; por lo tanto Su Reino es un Reino eterno.

Y los que nacen de nuevo nacen en el Reino de Jesucristo con Vida eterna y no perecerán jamas, vivirán eternamente con Cristo en Su Reino en cuerpos nuevos y eternos, en cuerpos eternos, que es cuerpos con Vida eterna, nunca se pondrán viejos, nunca se enfermarán, nunca morirán. Ése es el Reino en el cual todos deseamos vivir. Y para entrar a ese Reino: “No te maravilles de que te dije que es necesario nacer de nuevo.”

Es necesario nacer de nuevo, nacer en el Reino de Cristo, nacer de nuevo para entrar al Reino de Cristo con Vida eterna. Por eso es que Cristo vino a la Tierra y murió en la Cruz del Calvario: para quitar nuestros pecados y darnos salvación y Vida eterna; Él murió para que usted y yo podamos vivir eternamente.

Por lo tanto, toda persona necesita escuchar la predicación del Evangelio y comprender los beneficios que hay en creer en Cristo y recibirlo como nuestro Salvador personal. En San Lucas, capítulo 24, versos 45 en adelante, dice:

Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras...”

Recuerden que ninguna persona puede entender las Escrituras, a menos que Dios les abra el entendimiento:

...y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día;

y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén.”

Y ahora, se predica en el Nombre del Señor Jesucristo el arrepentimiento y el perdón de los pecados. Por lo tanto, toda persona tiene derecho al escuchar la predicación del Evangelio y escuchar que Jesucristo es nuestro Salvador, el cual murió por nuestros pecados, toda persona ahora tiene derecho a recibir a Cristo como su Salvador personal y arrepentido de sus pecados confesar a Cristo sus pecados y Cristo lo perdona, y con Su Sangre preciosa Cristo lo limpia de todo pecado, y la persona es bautizada por el ministro en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo lo bautiza con Espíritu Santo y Fuego y la persona ha nacido del Agua y del Espíritu en el Reino de Jesucristo nuestro Salvador.

La persona ha entrado al Reino de Dios, al Reino de Jesucristo, ha entrado al Cuerpo Místico de Cristo, que es Su Iglesia. El Cuerpo Místico de Cristo, que es Su Iglesia es el Reino de Jesucristo en la esfera espiritual; y ahí nadie puede entrar a menos que nazca del Agua y del Espíritu, por medio del nuevo nacimiento es que entra toda persona a formar parte del Cuerpo Místico de Jesucristo, o sea, de la Iglesia del Señor Jesucristo.

Ninguna persona se une a la Iglesia de Jesucristo, sino que se nace en la Iglesia de Jesucristo por medio del nuevo nacimiento, por medio de recibir a Cristo como nuestro Salvador personal, lavar nuestros pecados en la Sangre de Cristo, arrepentidos de nuestros pecados, y Cristo nos limpia de todo pecado con Su Sangre y somos bautizados en agua en Su Nombre, y Cristo nos bautiza con Espíritu Santo y Fuego y obtenemos el nuevo nacimiento, nacemos en la Iglesia de Jesucristo. No nos unimos, sino que nacemos en ella, y por consiguiente somos parte del Cuerpo Místico de Cristo, somos parte del Reino de Jesucristo nuestro Salvador; ciudadanos del Reino de Jesucristo, ciudadanos celestiales con Vida eterna.

Y ya tenemos Vida eterna y tenemos un cuerpo angelical de la sexta dimensión, y solamente nos falta recibir nuestra transformación, para así tener el cuerpo físico glorificado y tener Vida eterna física también, lo cual pronto va a suceder, y entonces tendremos un cuerpo igual al cuerpo glorificado de Jesucristo nuestro Salvador.

Ahora, hemos visto lo importante que es nacer del Agua y del Espíritu para entrar al Reino de Cristo. Hemos visto lo sencillo que es todo.

Vean, en San Marcos, capítulo 16... Recuerden que lo más importante para el ser humano es la vida, y si la vida física es importante para los seres humanos, mucho más importante es la Vida eterna. Por lo tanto, lo más importante es la Vida eterna; porque ¿de qué le vale al hombre si gana todo el mundo y pierde su alma? De nada le sirvió vivir en esta Tierra.

Hemos venido a este planeta Tierra para una cosa: para recibir Vida eterna, para ser redimidos, para ser restaurados a la Vida eterna, y eso lo logramos a través de Jesucristo nuestro Salvador. Por lo tanto, hemos venido a este planeta Tierra para recibir a Cristo como nuestro Salvador: ese ha sido el propósito por el cual Dios le ha enviado a usted y a mí a este planeta Tierra.

En San Marcos, capítulo 16, versos 15 al 16, Cristo ya resucitado, antes de ascender al Cielo, dice:

Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.

El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.”

Nadie quiere ser condenado, todos quieren ser salvos, todos quieren vivir eternamente con Cristo en Su Reino; pero esto es para los que escuchan la predicación del Evangelio y creen en Jesucristo nuestro Salvador, lo reciben como su Salvador personal y son bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, Cristo los bautiza con Espíritu Santo y Fuego y han obtenido así el nuevo nacimiento, han nacido del Agua y del Espíritu y han entrado al Reino de Dios con Vida eterna, han sido restaurados a la Vida eterna.

En el libro de los Hechos, capítulo 2, verso 34 en adelante, el Apóstol Pedro predicando el Día de Pentecostés, lleno del Espíritu Santo dice:

Porque David no subió a los cielos; pero él mismo dice: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra,

Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies...”

Y ahora, Cristo está sentado a la Diestra de Dios en el Cielo.

Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.”

Por eso es que llamamos a Jesús SEÑOR JESUCRISTO: porque Dios lo ha hecho: Señor y Cristo.

Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?

Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.

Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.

Y con otras muchas palabras testificaba y les exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación.”

Por cuanto la generación descendiente de Adán está muerta a la Vida eterna, hay que escapar ¿cómo? Recibiendo a Cristo como nuestro Salvador, para pasar a la generación de Jesucristo, para venir a ser nuevas criaturas de la Nueva Creación que Jesucristo está realizando; porque Cristo está creando una Nueva Raza con Vida eterna.

Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas.”

Y ahora, siendo que necesitamos escapar de la generación que está muerta a la Vida eterna, que murió a la Vida eterna, para pasar a la generación de Jesucristo, para pasar al Reino de Cristo con Vida eterna, entonces toda persona necesita arrepentida de sus pecados recibir a Cristo como su Salvador, y Cristo lo perdonará y lo limpiará con Su Sangre preciosa de todo pecado, y será bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo lo bautizará con Espíritu Santo y Fuego, y así obtendrá el nuevo nacimiento y así entrará al Reino de Jesucristo con Vida eterna.

En el Antiguo Testamento se llevaba a cabo, se celebraba el Día de la Expiación el día diez del mes séptimo de cada año, en donde toda persona tenía que arrepentido de sus pecados pedir perdón a Dios. Y toda persona que no lo hiciera sería cortado del pueblo de Dios.

Y ahora, en el Nuevo Testamento tenemos el Sacrificio por el pecado, que es el Sacrificio de Cristo, y toda persona está responsabilizada, llamada a venir a los Pies de Cristo arrepentido de sus pecados, para que Cristo perdone sus pecados y con Su Sangre le limpie de todo pecado, y sea bautizada en agua la persona en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo lo bautice con Espíritu Santo y Fuego y obtenga así el nuevo nacimiento y sea reconciliado con Dios.

Porque la reconciliación del ser humano con Dios es a través de Jesucristo, es Cristo el que reconcilia al ser humano con Dios, al ser humano que lo recibe como su Salvador.

Toda persona que el Día de la expiación no se arrepentía de sus pecados y no pedía perdón a Dios por sus pecados, no quedaba reconciliado con Dios, y por consiguiente Dios lo cortaba de en medio del pueblo hebreo, perdía el derecho a vivir un año más. Solamente era un año lo que vivían las personas reconciliadas con Dios, y el otro año tenían que hacer lo mismo para ser reconciliadas de nuevo un año más; porque esos sacrificios no eran perfectos.

Pero ahora, el Sacrificio de Cristo, siendo un Sacrificio perfecto nos da el perdón de los pecados (Cristo), y con Su Sangre nos limpia de todo pecado y nos bautiza con Espíritu Santo y Fuego y nos reconcilia con Dios para vivir, no por un año más, sino por toda la eternidad con Cristo en Su Reino. Mas toda persona que no lo recibe como su Salvador no queda reconciliada con Dios y pierde el derecho a vivir con Cristo en Su Reino eternamente; o sea, que pierde el derecho a la Vida eterna.

Pero nadie quiere perder el derecho a vivir eternamente con Cristo en Su Reino; por lo tanto, todos entonces hemos recibido a Cristo como nuestro Salvador, hemos lavado nuestros pecados en Su Sangre y hemos sido bautizados en agua en Su Nombre y Él nos ha bautizado con Espíritu Santo y Fuego y ha producido así en nosotros el nuevo nacimiento, y así hemos nacido en el Reino de Jesucristo nuestro Salvador, el cual es el Segundo Adán, el cual está trayendo a Vida eterna hijos e hijas de Dios, almas de Dios que han venido a esta Tierra para hacer contacto con Cristo, la Vida eterna, y ser restaurados a la Vida eterna en el Reino de Jesucristo nuestro Salvador.

Hemos visto: “EL MISTERIO DEL NUEVO NACIMIENTO.”

Y hemos visto que toda persona necesita nacer de nuevo, nacer del Agua y del Espíritu y así entrar al Reino de Dios, así es como se entra al Reino de Dios.

Las personas que han recibido a Cristo como su Salvador, han lavado sus pecados en la Sangre de Cristo, han sido bautizados en agua en Su Nombre y han recibido Su Espíritu Santo, han nacido del Agua y del Espíritu y han entrado al Reino de Dios.

Los que no han recibido a Cristo como su Salvador, no han entrado al Reino de Dios todavía, no han recibido el perdón de sus pecados todavía, no han sido limpios de todo pecado con la Sangre de Cristo, no han sido bautizados en agua en Su Nombre todavía y no han obtenido todavía el nuevo nacimiento. Por lo tanto, están condenados, están condenados a dejar de existir, o sea, están condenados a la muerte eterna, o sea, a dejar de existir eternamente.

Pero ¿qué pueden hacer estas personas? Pues lo mismo que nosotros hemos hecho: recibir a Cristo como nuestro Salvador personal, para poder vivir eternamente con Cristo en Su Reino.

Y ahora, yo he recibido a Cristo como mi Salvador personal, y por consiguiente tengo Vida eterna. ¿Y quiénes mas tienen Vida eterna? Ustedes también. Vean, aquí lo habla claro Jesucristo en San Juan, capítulo 5, verso 24, dice:

De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida.”

Hemos pasado de muerte a vida, y hemos pasado del reino de muerte, del reino de las tinieblas, al Reino de Luz, al Reino de Jesucristo, al Reino de Vida eterna, hemos entrado a Su Reino y por consiguiente tenemos Vida eterna. Aunque nuestro cuerpo físico todavía es mortal, pero tenemos la promesa de que Él nos dará un nuevo cuerpo eterno y glorificado.

En Primera de Juan, capítulo 5, versos 10 en adelante dice:

El que cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a Dios, le ha hecho mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo.

Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo.

El que tiene al Hijo, tiene la vida...”

O sea, el que tiene a Jesucristo, el Hijo de Dios, tiene la Vida eterna. ¿Y quiénes son los que tienen a Jesucristo, el Hijo de Dios? Todos nosotros que lo hemos recibido acá en nuestra alma como nuestro Salvador, y estando Él acá dentro de nosotros, siendo Él la Vida eterna, tenemos la Vida eterna dentro de nosotros, y hemos sido restaurados a la Vida eterna.

...el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida.”

O sea, no tiene la Vida eterna; lo que tiene es una vida temporal que no sabe cuando se le acaba, y luego no tiene Vida eterna, por consiguiente no volverá a vivir en un cuerpo eterno, no tendrá el derecho a vivir de nuevo para vivir en un cuerpo eterno, sino que será juzgado en el juicio final, condenado y echado al lago de fuego, que es la segunda muerte, donde dejará de existir en cuerpo, espíritu y alma; porque no creyó en el Unigénito Hijo de Dios: Jesucristo nuestro Salvador, no creyó y no lo recibió como su Salvador personal; por incrédulo es que dejará de existir entonces la persona.

Pero para los creyentes en Cristo, por ser creyentes en Cristo, han sido restaurados a la Vida eterna y vivirán eternamente con Cristo en Su Reino.

Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna.”

Todos los creyentes en Cristo nacidos de nuevo tienen Vida eterna, han asegurado su futuro eterno con Cristo en Su Reino, han asegurado y se han asegurado con la Vida eterna. Por lo tanto, cuando la persona ya ha asegurado su futuro con Cristo, ha recibido Vida eterna, y ya sea que las cosas sean buenas en el país en que viven, o no sean buenas, la persona no tiene ningún problema, ya tiene Vida eterna y no perecerá jamas.

Por lo tanto, las circunstancias que le rodeen no le afectarán la Vida eterna que ha recibido de Jesucristo nuestro Salvador, y además de eso tiene la Paz de Cristo en su alma. Cristo dijo: “Mi paz os dejo, mi paz os doy; no como el mundo la da, Yo os la doy.”

Y también tenemos la Sangre del Nuevo Pacto, la Sangre de Jesucristo nuestro Salvador que nos limpia de todo pecado, y estamos dentro del Nuevo Pacto, cubiertos con la Sangre del Nuevo Pacto, la Sangre de Jesucristo nuestro Salvador. Es un Pacto con y de Vida eterna para ustedes y para mí; ése es el Nuevo Pacto en la Sangre de Jesucristo nuestro Salvador.

Y ahora, siendo que la paga del pecado es la muerte, Cristo al quitar nuestros pecados, ahora quitó la muerte de nosotros por consiguiente; mas la dádiva de Dios es Vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro. Y ahora tenemos a Cristo, la dádiva de Dios, que es Vida eterna en y para nosotros.

Y ahora, ¿cuántos ya han recibido a Cristo como su Salvador y han entrado al Reino de Cristo? (Nota - La congregación responde: “¡Amén!”) Yo también. Ustedes y yo tenemos Vida eterna, continuaremos existiendo eternamente; cuando se nos acabe el tiempo de vivir en este cuerpo Él nos dará un nuevo cuerpo eterno, glorioso, igual a Su cuerpo glorificado, y entonces nunca nos pondremos viejos.

Ahora, las personas que todavía no han recibido a Cristo como su Salvador, o que se apartaron de Cristo, no tienen Vida eterna. Pero en esta ocasión pueden recibir a Cristo como su Salvador, y Cristo los perdonará y con Su Sangre los limpiará de todo pecado y serán bautizados en agua en el Nombre de Jesucristo, y Cristo los bautizará con Espíritu Santo y Fuego y obtendrán el nuevo nacimiento, nacerán del Agua y del Espíritu en el Reino de Jesucristo nuestro Salvador, y así entrarán al Reino de Dios con Vida eterna.

Hemos visto: “EL MISTERIO DEL NUEVO NACIMIENTO.”

Y toda persona necesita ese nuevo nacimiento, es necesario nacer del Agua y del Espíritu.

En esta ocasión, para todas las personas que desean recibir a Cristo como su Salvador, también los niños de 12 años en adelante, pueden levantar sus manos y el Rvdo. Miguel Bermúdez Marín estará orando por ustedes, y pueden pasar también al frente, para que aquí el Rvdo. Miguel Bermúdez Marín ore por ustedes, para que Cristo les reciba, les perdone y con Su Sangre les limpie de todo pecado. Y así puedan también ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo y Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego y entren al Reino de Cristo, entren al Reino de Dios, obtengan el nuevo nacimiento.

Por lo tanto, dejo al Rvdo. Miguel Bermúdez Marín, para que ore por las personas que recibirán a Cristo como su Salvador personal.

Ha sido para mí un privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión, dándoles testimonio de: “EL MISTERIO DEL NUEVO NACIMIENTO.”

Nuestro tema ha sido: “EL MISTERIO DEL NUEVO NACIMIENTO.”

Muchas gracias por vuestra amable atención, amables amigos y hermanos presentes.

Y que las bendiciones de Jesucristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes y sobre mí también. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.

Con nosotros nuevamente el Rvdo. Miguel Bermúdez Marín, para orar por las personas que pasarán al frente para recibir a Cristo como su Salvador personal.

Con nosotros el Rvdo. Miguel Bermúdez Marín.

EL MISTERIO DEL NUEVO NACIMIENTO.”