61 KiB
| title | date | activity | place | city | state | country | duration | public | youtube | translations | files |
|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|
| Un Nombre sobre todo nombre | 2003-06-12 | 1 | San José | CR | 00:00:00 | false |
Muy buenas noches, amables amigos y hermanos presentes; es para mí una bendición y privilegio grande estar con ustedes en esta noche, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente a este tiempo final. Reciban todos saludos de mi esposa Erica, y también los niños reciban saludos de mis niñas América y Yahannah Gabriela.
Para esta noche leemos en la carta de San Pablo a los Filipenses, Filipenses, capítulo 2, verso 5 al 11, donde dice el gran Apóstol San Pablo:
“Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús,
el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse,
sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres;
y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.
Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre,
para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra;
y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.”
Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.
Nuestro tema es: “UN NOMBRE SOBRE TODO NOMBRE.” “UN NOMBRE SOBRE TODO NOMBRE.”
Dios estableció en el Antiguo Testamento que Él escogería un lugar, una ciudad, donde Dios colocaría Su Nombre. Está en Deuteronomio, capítulo 12, verso 4 en adelante: Dios había ordenado que destruyeran todos los dioses paganos y las imágenes, todas las estatuas. Vean aquí, verso 3 en adelante, dice:
“Derribaréis sus altares, y quebraréis sus estatuas, y sus imágenes de Asera consumiréis con fuego; y destruiréis las esculturas de sus dioses, y raeréis su nombre de aquel lugar.
No haréis así a Jehová vuestro Dios,
sino que el lugar que Jehová vuestro Dios escogiere de entre todas vuestras tribus, para poner allí su nombre para su habitación, ése buscaréis, y allá iréis.
Y allí llevaréis vuestros holocaustos, vuestros sacrificios, vuestros diezmos, y la ofrenda elevada de vuestras manos, vuestros votos, vuestras ofrendas voluntarias, y las primicias de vuestras vacas y de vuestras ovejas;
y comeréis allí delante de Jehová vuestro Dios, y os alegaréis, vosotros y vuestras familias, en toda obra de vuestras manos en la cual Jehová tu Dios te hubiere bendecido.”
Aquí vemos que Dios estableció que Él escogería un lugar, una ciudad, donde Dios colocaría Su Nombre, y en donde estaría el tabernáculo que Dios le ordenó a Moisés construir. En ese lugar sería donde el pueblo sacrificaría el sacrificio por el pecado, y en donde llevarían sus ofrendas, sus diezmos, y en donde comerían delante de Dios, en los días especiales de fiestas establecidos por Dios, y donde se regocijarían delante de Dios.
En Éxodo, capítulo 3, versos 13 al 14, cuando Dios ordenó a Moisés ir a Egipto, para libertar el pueblo hebreo, vean, Dios le apareció en una llama de fuego, y Moisés dice que era el Ángel de Jehová, el cual le dijo a Moisés en el capítulo 3, verso 1 en adelante, dice:
“Y se le apareció el Angel de Jehová en una llama de fuego en medio de una zarza; y él miró, y vio que la zarza ardía en fuego, y la zarza no se consumía.
Entonces Moisés dijo: Iré yo ahora y veré esta grande visión, por qué causa la zarza no se quema.
Viendo Jehová que él iba a ver, lo llamó Dios de en medio de la zarza, y dijo: ¡Moisés, Moisés! Y él respondió: Heme aquí.
Y dijo: No te acerques; quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es.
Y dijo: Yo soy el Dios de tu padre, Dios de Abraham, Dios de Isaac, y Dios de Jacob. Entonces Moisés cubrió su rostro, porque tuvo miedo de mirar a Dios.
Dijo luego Jehová: Bien he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus exactores; pues he conocido sus angustias,
y he descendido para librarlos de mano de los egipcios, y sacarlos de aquella tierra a una tierra buena y ancha, a tierra que fluye leche y miel.”
Ahora vean, el Ángel de Jehová que le aparece a Moisés, le dice: “Yo Soy el Dios de tu padre (o sea, el Dios de Amram, el padre de Moisés), Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob.” Ahora se le está apareciendo el Dios creador de los Cielos y de la Tierra, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, se le está apareciendo a Moisés para enviar a Moisés a Egipto, para que Moisés liberte al pueblo hebreo; aunque Moisés no era el que lo iba a libertar, sino que era Dios, pero iba a usar un hombre, a través de un hombre Dios se iba a manifestar, y Él iba a llevar a cabo esa liberación, la cual Dios había prometido a Abraham.
Pues antes de Abraham tener hijos a través de su esposa Sara, ya Dios le había dicho que iba a tener un hijo, y le pondría por nombre Isaac. Y le dijo también que la descendencia de Abraham sería esclava en tierra ajena, iba a ser una descendencia que iba a ir a una tierra extraña, e iba a quedar en esa Tierra, y luego iba a ser esclavizada en esa tierra; no le dijo el país que era, pero fue Egipto.
Ahora, esto está aquí, la promesa tanto de la descendencia de Abraham, como de la esclavitud del pueblo de Israel, la descendencia de Abraham, y también la liberación que Dios llevaría a cabo. En Génesis, capítulo 15, verso 12 en adelante, Dios hablando con Abraham, dice:
“Mas a la caída del sol sobrecogió el sueño a Abram, y he aquí que el temor de una grande oscuridad cayó sobre él.
Entonces Jehová dijo a Abram: Ten por cierto que tu descendencia morará en tierra ajena, y será esclava allí, y será oprimida cuatrocientos años.
Mas también a la nación a la cual servirán, juzgaré yo; y después de esto saldrán con gran riqueza.
Y tú vendrás a tus padres en paz, y serás sepultado en buena vejez.”
Abraham murió a los 175 años, y eso es una buena vejez, porque en la actualidad es difícil que una persona llegue a 175 años. Sigue diciendo:
“Y en la cuarta generación volverán acá; porque aún no ha llegado a su colmo la maldad del amorreo hasta aquí.”
Y ahora, encontramos que ya Dios le está diciendo a Abraham que su descendencia va a ser peregrina, va a morar en una tierra extraña, y va a ser esclava allí. Pero a los 400 años; o sea, va a ser esclava por un tiempo, unos 400 años; pero a los 400 años, Dios los va a libertar, a los 400 años de esclavitud.
Y todavía no tenía Abraham hijos a través de su esposa Sara, y ya su esposa Sara estaba anciana, y Dios le está prometiendo a Abraham, el cual era un anciano, le está prometiendo que va a tener un hijo, le está prometiendo que su descendencia va a ser esclava en una tierra extraña donde van a ir a vivir, y que luego de 400 años de esclavitud, Dios los va a libertar, porque Dios conoce todas las cosas. Él sabe el día que usted y yo íbamos a nacer en la Tierra, pues Él fue el que lo envió a usted y me envió a mí a vivir en este planeta Tierra, y Él sabe cuánto tiempo hemos de vivir en este planeta Tierra, en estos cuerpos de carne.
Por lo tanto, Dios sabe todas las cosas, porque Él es Omnisciente y Él es Omnipresente también. Dios puede ver hacia atrás, hacia el pasado, y ver todo lo que sucedió allá; y puede ver en el presente, y puede ver todo lo que está sucediendo; y Él puede ver hacia el futuro y ver todo lo que va a suceder en el futuro.
Por lo tanto, todo lo que está sucediendo en este tiempo, ya Él lo vio antes de la Creación del Universo completo. Por lo tanto, ante los ojos de Dios no hay nada escondido, Él es Omnipresente, Él es Omnisciente, y Él es Omnipotente. Por lo tanto, no hay nada que Él no conozca. Él sabe desde antes de la fundación del mundo que usted estaría aquí en esta noche, y estaría escuchándome en esta noche; y Él sabe cuál iba a ser la actitud suya acá en el corazón, al escuchar la predicación de la Palabra de Dios en esta noche.
Por lo tanto, usted no puede esconder, ni siquiera los pensamientos del corazón suyo, delante de Dios. Todo está descubierto a la vista de Dios, todas las cosas están desnudas a los ojos de Dios, aun los pensamientos de nuestra alma, de nuestro corazón. Por eso es que nos enseña la Escritura que vamos a dar cuenta a Dios aun de los pensamientos de nuestro corazón, de nuestra alma; porque los pensamientos del ser humano son los que luego el ser humano habla, porque el ser humano primero piensa y después habla. Aunque hay personas que dicen: “Yo no pensé lo que iba a hablar.” Está un poquito mal de la cabeza, porque si su cabeza no piensa lo que va a hablar, entonces va a hablar disparates, va a estar siempre cometiendo errores.
Cuando uno habla, tiene que hacer como Dios hace: Dios piensa y después habla. Dios pensó todo lo que Él iba a hablar, y Dios pensó también todo lo que Él iba a crear. Por lo tanto, eso Él lo hizo desde antes de la fundación del mundo. Algunas personas se preguntan: “Antes de la creación, ¿qué hacía Dios?” Él estaba pensando y diseñando todo lo que Él iba a crear. Por lo tanto, Él pensó muy bien lo que iba a crear, y lo que Él iba a hablar.
Por lo tanto, los pensamientos de Dios son expresados a través de los Profetas de Dios, para que todos los seres humanos conozcan los pensamientos de Dios. Y cuando Dios ha estado hablando a través de los diferentes Profetas, esos han sido los pensamientos de Dios, Dios expresando Sus pensamientos a través de Sus Profetas, que son la boca de Dios.
Vean, en Zacarías, capítulo 7, dice, hablando del pueblo hebreo que no quiso escuchar la Voz de Dios, dice capítulo 7, verso 21 en adelante:
“Pero no quisieron escuchar, antes volvieron la espalda, y taparon sus oídos para no oír;
y pusieron su corazón como diamante, para no oír la ley ni las palabras que Jehová de los ejércitos enviaba por su Espíritu, por medio de los profetas primeros; vino, por tanto, gran enojo de parte de Jehová de los ejércitos.”
¿Cómo Dios hablaba al pueblo hebreo? Por medio de Su Espíritu Santo a través de los Profetas que Él envió. Encontramos que el Ángel de Jehová que le apareció a Moisés, el Ángel de Jehová es nada menos que nuestro amado Señor Jesucristo en Su cuerpo angelical; y por consiguiente por medio del Ángel de Jehová, en el cual Dios estaba manifestado en toda Su plenitud, era que Dios le estaba hablando al pueblo hebreo, pero usaba un Profeta; usó al Profeta Moisés y luego usó a diferentes Profetas, a través de la historia del pueblo hebreo.
Vean cómo en el Nuevo Testamento también el Apóstol Pablo nos habla algo con relación a la forma en que Dios habló, en Hebreos, capítulo 1, verso 1 al 3, y dice:
“Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas.”
¿Cómo dice San Pablo que habló Dios al pueblo hebreo, a los padres? Por medio de los Profetas, por los Profetas.
“...en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo (o sea, por Jesucristo; y Jesucristo es un Profeta también, un Profeta mayor, el Profeta de todos los Profetas), a quien constituyó heredero de todo...”
Y si Jesucristo fue constituido heredero de todo, nadie tiene nada, todo lo tiene Jesucristo. Cuando Cristo murió en la Cruz del Calvario, Él pagó al precio de la Redención, y todo le pertenece a Jesucristo: los buenos y los malos también, todo le pertenece a Cristo; todos nosotros pertenecemos a Jesucristo nuestro Salvador, el cual tiene un Nombre que es sobre todo nombre.
“...y por quien asimismo hizo el universo.”
Y ahora miren quién fue el que hizo el Universo. Pablo dice: “Y por quien asimismo hizo el Universo.” ¿Por medio de quién Dios hizo el Universo? Por medio de Jesucristo nuestro Salvador, porque Jesucristo es el Ángel de Jehová, el Ángel del Pacto. Jesucristo es ese Ángel del Antiguo Testamento que le apareció al Profeta Moisés en Su cuerpo angelical.
Por lo tanto, Jesucristo es la persona más importante de los Cielos y de la Tierra, porque en Él Dios moró, mora y morará en toda Su plenitud. Y Él es el instrumento a través del cual Dios creó el Universo completo.
Por lo tanto, lo que dice en Génesis, capítulo 1:
“En el principio creó Dios los cielos y la tierra.”
Vamos a ver cómo fue, cómo fue que Dios creó los Cielos y la Tierra. Ya leímos lo que dijo San Pablo en Hebreos, capítulo 1, versos 1 al 2, que fue por medio de Él, de Jesucristo.
Ahora, veamos en el Evangelio según San Juan, capítulo 1, verso 1 en adelante, dice:
“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.”
El Verbo es el cuerpo angelical de Dios, y el cuerpo angelical de Dios es Jesucristo en Su cuerpo angelical. Jesucristo es la imagen del Dios viviente. Eso también lo dice aquí en Hebreos, capítulo 1, verso 3:
“...el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia (¿ven?), y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas.”
Y ahora, Jesucristo es la imagen del Dios invisible, Jesucristo en Su cuerpo angelical es la imagen del Dios invisible. Ese Ángel de Jehová que aparece en el Antiguo Testamento en diferentes ocasiones, es nada menos que Jesucristo en Su cuerpo angelical.
Veamos también (luego continuaremos con San Juan, capítulo 1), vamos a ver en San Juan, capítulo 8, porque es importante que conozcamos quién es Jesucristo, porque no hay otro Nombre dado a los hombres en que podamos ser Salvos (Hechos, capítulo 4, verso 12). Y no hay otro nombre mayor que el de Jesucristo, no hay otro nombre ni en el Cielo ni en la Tierra, es un Nombre que es sobre todo nombre en el Cielo y en la Tierra, para que en el Nombre de Jesús se doble toda rodilla.
Por lo tanto, toda rodilla se tiene que doblar ante el Nombre de Jesús para adorar a Dios. No hay otro nombre en el cual nosotros podamos acercarnos a Dios, para adorar a Dios; no hay otro nombre, ni en el Cielo ni en la Tierra, en el cual podamos nosotros acercárnos a Dios, para pedirle perdón por nuestros pecados. No hay otro nombre en el cual podamos acercarnos a Dios para que nuestros pecados sean quitados de nosotros; no hay otro nombre ni hay otra sangre, la Sangre de Cristo nos limpia de todo pecado.
Ahora, veamos lo que dice en San Juan, capítulo 8, para que podamos ver más claramente quién es Jesucristo nuestro Salvador. En el capítulo 8, versos 51, dice Cristo... un poquito antes, vean, tildaban a Cristo de que estaba loco, de que tenía demonios, de que era un engañador, y así por el estilo. Vean, versos 47 en adelante, dice:
“El que es de Dios, las palabras de Dios oye; por esto no las oís vosotros, porque no sois de Dios.”
La diferencia entre un hijo de Dios y uno que no es un hijo de Dios, es que el hijo de Dios oye la Palabra de Dios, y el que no es un hijo de Dios no escucha la Palabra de Dios. Es como en la familia: ¿Quién escucha la voz del padre de la familia? Pues los hijos. Y las personas que no son de la familia, pues dicen: “Yo no tengo que escuchar la voz de ese señor, él no es mi papá, él no es mi padre.” ¿Ven?
Y ahora, ¿quiénes son los que escuchan la Voz de nuestro Padre Celestial? Los hijos e hijas de Dios. Los demás dicen: “Yo no tengo que escuchar, no tengo que escuchar la Palabra de Dios.” ¿Ven?
Ahora, es importante que sepan que la Palabra de Dios, la Voz de Dios, siempre ha venido por medio de los Profetas de Dios.
Ahora, continuemos aquí leyendo; esto que les dijo: que ellos no eran hijos de Dios, eso era duro, pero era la verdad; y la verdad es dura para algunas personas, pero para otros es dulce, es agradable. Vean, para los que no querían escuchar era duro que les dijera a ellos que ellos no eran de Dios, cuando eran líderes religiosos muchos de ellos, cuando ellos decían que guardaban la ley, que creían a Moisés, y Jesús les dice que no son hijos de Dios.
Y para los que escuchaban la Palabra, pues la Palabra que escuchaban era buena, porque Cristo dijo: “El que es de Dios, el que es de Dios, la Palabra de Dios oye.” Por lo tanto, todas aquellas personas que creían en Jesús y seguían a Jesús estaban muy contentos, porque estaban escuchando la Voz de Dios a través de Jesucristo. Dios habló por medio de los Profetas en el Antiguo Testamento y luego habló por Su hijo, Jesucristo. Los que escucharon a los Profetas en el Antiguo Testamento, estaban escuchando a Dios hablando a través de un hombre, de un Profeta. Un Profeta es un hombre con las dos consciencias juntas que viene a la Tierra enviado por Dios, para escuchar la Voz de Dios, y transmitir la Voz de Dios al pueblo de Dios, a todos los que son de Dios.
Luego habló Dios por medio de Jesucristo, y vean, los que son de Dios en aquel tiempo, los que eran de Dios en aquel tiempo escucharon la Voz de Dios; como en el Antiguo Testamento los que eran de Dios escucharon la Voz de Dios a través de los Profetas. Los que no eran de Dios, no escucharon la Voz de Dios. Eso ha sido así en todos los tiempos.
Por eso ninguna persona se debe dejar llevar por el dicho de algunas personas que dicen: “Es que todo el mundo, o no todo el mundo está de acuerdo.” Es que no todo el mundo está de acuerdo con la verdad.
Vean, ni el sumo sacerdote, ni los del concilio del sanedrín, que eran los miembros del concilio de la religión hebrea, no estaban de acuerdo con Cristo; y el líder máximo de la religión hebrea, el sumo sacerdote, tampoco estaba de acuerdo con Cristo. Pero eso no era motivo para que Cristo no fuese la verdad. Él dijo: “Yo Soy el Camino, la Verdad y la Vida; y nadie viene al Padre sino por mí.”
Así que el sumo sacerdote podía decir: “Ese joven, Jesús de Nazaret está loco, porque nosotros nos acercamos a Dios llevando a cabo un sacrificio por el pecado.” Pero Cristo dijo que nadie puede llegar a Dios si no es por medio de Él.
Así que una nueva dispensación se estaba abriendo, y un Nuevo Pacto iba a ser establecido. Y Cristo, por cuanto es el Ángel del Pacto del Antiguo Testamento, vino en carne humana para establecer el Nuevo Pacto que Dios había prometido que establecería con la casa de Israel, y con la casa de Judá, y sería un pacto de paz, en el cual el ser humano hallaría la paz de su alma, y estaría cubierto con la Sangre del Nuevo Pacto, que es la Sangre de Jesucristo nuestro Salvador. Y por consiguiente ya ninguna persona del pueblo hebreo podría acercarse a Dios bajo el Antiguo Pacto, sino dentro del Nuevo Pacto.
Por lo tanto, el antiguo pacto terminó, y por consiguiente ya toda persona tiene que someterse al Programa de Dios, y recibir y tener el Sacrificio por el pecado, que es el Sacrificio de Jesucristo nuestro Salvador.
Y ahora, Dios en el Nuevo Testamento no acepta que los seres humanos sacrifiquen animalitos por el pecado, eso era para el pacto del Antiguo Testamento. Y esos sacrificios del Antiguo Testamento tipificaban a Cristo siendo crucificado. Y ya cuando Cristo apareció, apareció el Sacrificio por el pecado, cuando fue crucificado, fue sacrificado el Sacrificio por el pecado, fue sacrificado el Cordero de Dios y Macho Cabrío de la Expiación.
Por lo tanto, ya Dios no acepta sacrificios de animalitos, solamente Dios acepta el Sacrificio perfecto de Jesucristo, en el cual usted y yo hemos obtenido el perdón de nuestros pecados, hemos sido limpiados con la Sangre de Jesucristo, la Sangre del Sacrificio del Nuevo Pacto, y nos ha hecho perfectos ante Dios, nos ha justificado, o sea, nos ha dejado como si nunca en la vida hubiésemos pecado.
Y si en el camino o trayectoria cristiana fallamos ante Dios, al cometer algún error, falta o pecado, lo confesamos a Cristo, y Cristo nos limpia con Su Sangre preciosa, porque la Sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado. “Nos limpia,” eso es tiempo presente; o sea, que no solamente cuando lo recibimos como nuestro Salvador, sino todo el tiempo está disponible, las 24 horas, para usted y para mí, para limpiarnos de todo pecado que hayamos cometido y confesamos a Cristo, lo confesamos a Cristo pidiéndole perdón, para que Él nos perdone y nos limpie de todo pecado, y quedamos justificados como si nunca en la vida hubiésemos pecado.
Ahí está la bendición para todo creyente, la bendición está en Cristo, el cual tiene el Nombre que es sobre todo nombre, y tiene la Sangre que es sobre toda sangre, la única Sangre que limpia al ser humano de todo pecado. Y Él es el único que puede perdonar los pecados del ser humano, ninguna otra persona puede perdonar los pecados suyos, ni yo puedo perdonar los pecados de ustedes, ni ustedes pueden perdonar mis pecados, solamente Jesucristo nuestro Salvador. Por eso es que se predica el arrepentimiento y el perdón de los pecados en el Nombre del Señor Jesucristo, en el Nombre que es sobre todo nombre.
Por lo tanto, para el perdón de los pecados hay un Nombre en el cual venimos a Dios y le pedimos perdón a Dios por nuestros pecados, y Él nos perdona, y la Sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado.
Ahora, continuemos aquí leyendo, sigue diciendo:
“Respondieron entonces los judíos, y le dijeron: ¿No decimos bien nosotros, que tú eres samaritano, y que tienes demonio?”
Vean, al rey de Israel, al Cristo, al Mesías, al Verbo hecho carne, vean cómo lo trataron, lo trataron muy mal. Siempre las personas que están ciegas espiritualmente al Programa que Dios está llevando a cabo para el tiempo en que viven, si son religiosos o son líderes religiosos y están ciegos, vienen a ser ciegos fanáticos que ofenden al mismo Dios, ofenden la Obra que Dios está haciendo, ofenden al Mensajero que Dios envía; y ahí estaban ofendiendo al mismo Mesías, en quien estaba Dios en toda Su plenitud.
La deidad estaba morando en aquel cuerpo llamado Jesús, porque en Él moró la plenitud de la divinidad, la Deidad; Padre, Hijo y Espíritu Santo, estaba todo allí en la persona de Jesucristo. Cristo decía: “Las obras que Yo hago, no las hago de mí mismo, sino que el Padre que mora en mí, Él es el que hace las obras.” Y también Juan el Bautista cuando bautizó a Jesús, vio al Espíritu Santo que descendió en forma de paloma sobre Jesús, y permaneció sobre Jesús.
Vean, ¿dónde estaba el Espíritu Santo? Estaba en Jesús. ¿Dónde estaba el Padre? En Jesús, morando en Jesús. Dios en toda Su plenitud: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Pero vean cómo trataron al Mesías, en quien estaba Dios en toda Su plenitud; por consiguiente vean cómo trataron a Dios hecho hombre, hecho carne en medio del pueblo hebreo, a Emanuel, que traducido es: “Dios con nosotros,” conforme a la profecía de Isaías, capítulo 7, verso 14, donde dice que Dios daría una señal, una señal para y en medio del pueblo hebreo. Eso está en Isaías, capítulo 7, y vamos a leerla para que ustedes vean aquí cómo dice. Capítulo 7, verso 14 de Isaías, dice:
“Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel (que traducido es: ‘Dios con nosotros.’).”
Ahora, no tenían que ponerle por nombre: “Emanuel,” a ese niño, sino que Él sería Emanuel, sería Dios con nosotros, Dios en medio de la raza humana en un cuerpo de carne. Pero el nombre le iba a ser dado más adelante. En el Antiguo Testamento no fue revelado el nombre que tenían que ponerle al Mesías que iba a venir. Pero cuando llegó el tiempo, Dios envió al Arcángel Gabriel, para que le apareciera a la virgen que estaba profetizada ahí, de la cual estaba profetizado que tendría ese niño.
Nadie sabía quién sería esa mujer virgen bienaventurada. Quizás el sumo sacerdote diría: “Debe ser alguna joven bien importante, debe ser una joven multimillonaria, pues tiene que ser descendiente del rey David;” porque tenía que ser descendiente del rey David, para que el niño que naciera fuera hijo de David, descendiente del rey David, y fuera el Príncipe prometido, el Rey de Israel.
Pero vean, cuando Dios promete algo grande, lo cumple en forma bien sencilla; porque Dios es más sencillo que la gente más sencilla. Dios es tan sencillo que las personas que se creen que saben algo no lo pueden entender.
Ahora, veamos a San Lucas aquí, en San Lucas, capítulo 1, Dios envió al Arcángel Gabriel a la virgen María, así como había enviado al Arcángel Gabriel al sacerdote Zacarías, para anunciarle que tendría un hijo, y sería Profeta de Dios, del Altísimo, y le prepararía el camino al Señor, y vendría con el espíritu y virtud de Elías.
Cuando Dios promete que enviará un Profeta que ya envió en el pasado, es el Espíritu Santo viniendo en otro hombre y operando ese ministerio que operó en aquél otro Profeta. Por eso cuando le dice que vendrá con el espíritu y virtud de Elías, ese hijo que va a tener el sacerdote Zacarías a través de su esposa Elisabet, luego le dice: “Y le pondrás por nombre Juan.” No le dijo: “Le pondrás por nombre Elías.” Sino: “Le pondrás por nombre Juan.” Luego Jesús dijo que Juan era aquel Elías que había de venir. Eso está en San Juan, capítulo 11, versos 11 al 14, vamos a ver... o en San Mateo, San Mateo, capítulo 11, verso 9 en adelante, dice:
“Pero ¿qué salisteis a ver? ¿A un profeta? Sí, os digo, y más que profeta (está hablando de Juan el Bautista).
Porque éste es de quien está escrito: He aquí, yo envío mi mensajero delante de tu faz,
El cual preparará tu camino delante de ti.”
Eso estaba profetizado en Isaías, capítulo 40, verso 3 en adelante. Y también estaba profetizado en Malaquías, capítulo 3, verso 1, en donde Dios enviaría Su Mensajero delante de Él, para preparar el camino al Señor, al Ángel del Pacto, al Ángel de Jehová, el cual es Cristo.
“De cierto os digo: Entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino de los cielos, mayor es que él.”
Y ahora, ¿cómo puede ser el más pequeño del Reino de los Cielos mayor que Juan el Bautista, siendo que *Juan el Bautista dice que no se ha levantado ninguno mayor que Juan el Bautista? Juan el Bautista pertenece al pueblo hebreo, al pueblo de los siervos, y el más pequeño del Reino de los Cielos pertenece al Israel Celestial, a la Iglesia del Señor Jesucristo, que está compuesta por los hijos e hijas de Dios. ¿Y qué es mayor, un siervo o un hijo? Para Dios es mayor un hijo que un siervo.
Por lo tanto, el más pequeño de los hijos e hijas de Dios es mayor que Juan el Bautista, y es mayor que cualquiera de los Profetas del Antiguo Testamento, porque es un hijo o una hija de Dios. ¿Vieron lo sencillo que es entender la Escritura? Dice:
“Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan.
Porque todos los profetas y la ley profetizaron hasta Juan.
Y si queréis recibirlo, él es aquel Elías que había de venir.”
Y ahora vean, Cristo mismo dice que Juan el Bautista es aquel Elías que había de venir, estaba prometido que vendría Elías, y cuando vino Elías se llamaba Juan el Bautista. Pero en él estaba el ministerio de Elías siendo operado por el Espíritu Santo conforme a como fue prometido.
Luego, también en San Mateo, capítulo 17, versos 10 en adelante, cuando bajó Cristo con Sus discípulos, Pedro, Jacobo y Juan del Monte de la Transfiguración, vean lo que sucede:
“Entonces sus discípulos le preguntaron, diciendo: ¿Por qué, pues, dicen los escribas que es necesario que Elías venga primero?
Respondiendo Jesús, les dijo: A la verdad, Elías viene primero, y restaurará todas las cosas.
Mas os digo que Elías ya vino, y no le conocieron, sino que hicieron con él todo lo que quisieron; así también el Hijo del Hombre padecerá de ellos.
Entonces los discípulos comprendieron que les había hablado de Juan el Bautista.”
Y ahora, vean ustedes, todavía el pueblo hebreo está esperando a Elías, Elías, el que le prepararía el camino al Señor en Su Primera Venida, y ya van unos dos mil años que vino, y todavía no saben que vino. Y ya vino el Mesías hace unos dos mil años, y estuvo en medio del pueblo hebreo, y lo condenaron a la muerte, y pidieron al imperio romano que lo crucificara, cuando le pidieron a Pilato que crucificaran a Cristo.
Ahora, dos mil años aproximadamente y no saben todavía que ya el Mesías, el Rey de Israel, vino y lo rechazaron. Pero gracias a Dios por eso, porque si no lo rechazan, el Nuevo Pacto no podía ser establecido y la Sangre del Nuevo Pacto, que es la Sangre de Cristo, no podía ser derramada para limpiarnos de todo pecado. Gracias a Dios, todo ha obrado para bien.
Por eso fue que Cristo en la Cruz del Calvario dijo: “Padre, perdónalos, no saben lo que hacen.” No sabían que estaban crucificando, matando a Su propio Rey, al Hijo de David, al heredero al Trono de David.
Y ahora, continuando acá, vamos a San Lucas, donde quedé en leerles aquí lo que el Arcángel Gabriel dijo, dice capítulo 1, verso 30 en adelante (el resto lo pueden leer, desde el verso 26 más adelante, en otra ocasión):
“Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios.
Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS.
Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre;
y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.”
Y ahora vean las palabras del Arcángel Gabriel a la virgen María, le da la buena nueva, la buena noticia de que ella será esa virgen que va a tener ese hijo prometido, será la mujer virgen que va a concebir del Espíritu Santo, porque ella estaba preocupada, vean, y le dice al Ángel:
“Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto? pues no conozco varón (estaba muy contenta pero tenía una pregunta: ‘¿Cómo va a ser esto?’).
Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios.”
Y ahora, para subirle la fe a María, dice:
“Y he aquí tu parienta Elisabet, ella también ha concebido hijo en su vejez; y este es el sexto mes para ella, la que llamaban estéril;
porque nada hay imposible para Dios.”
Y ahí cuando le dice: “Porque nada hay imposible para Dios.” Vean, una mujer estéril y ya avanzada en edad con un esposo ya también avanzado en edad, un hombre ya viejo, como le dice Zacarías al Ángel, cuando le dice: “¿Cómo será esto? Pues yo soy ya un hombre viejo y mi esposa es una mujer avanzada en edad.” El Ángel... eso fue por incredulidad que hizo esa pregunta, no para saber sino por incredulidad, fue incrédulo, no creyó que eso era posible, no se recordó que Dios le dio un hijo a Abraham, siendo Sara ya de 90 años y Abraham de 100 años. Dios rejuveneció a Sara cuando tenía 89 años y a Abraham cuando tenía 99 años, y entonces tuvieron el hijo.
Si Dios tiene que rejuvenecer a alguien para cumplir lo que Él prometió, Él tiene el poder para hacerlo. Por lo tanto, para Dios no hay nada imposible.
Y cuando le dice así:
“Porque nada hay imposible para Dios.
Entonces María dijo: He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra. Y el ángel se fue de su presencia.”
Por lo tanto, María aceptó esa Palabra del Ángel, que es la Palabra de Dios traída por el Arcángel Gabriel, la creyó con toda su alma y creyó que iba a tener el hijo prometido, el Mesías prometido, y lo tuvo.
Ahora, vean ustedes, cómo la promesa de la Venida del Mesías se cumplió naciendo Jesús a través de la virgen María.
Ahora, el cuerpo físico fue lo que nació allí, el cuerpo físico fue el que tuvo comienzo allí. Y cuando estaba en Su ministerio terrenal, comenzando casi a los 30 años Su ministerio y terminándolo a los 33 años; lo que tenía de 30 a 33 años era el cuerpo de carne, pero el que estaba dentro del cuerpo de carne, vean, no tenía 33 años. Vamos a ver, Juan el Bautista cuando estuvo hablando acerca de Cristo, dijo en San Juan también, dice capítulo 1 de San Juan, verso 26 en adelante, dice:
“Juan les respondió diciendo: Yo bautizo con agua; mas en medio de vosotros está uno a quien vosotros no conocéis.
Este es el que viene después de mí, el que es antes de mí.”
Y ahora, Juan dice que el que viene después de él, es antes que él, y Juan el Bautista nació seis meses antes que Jesús. Y ahora, Juan anuncia que el que viene después de él, es antes que él.
¿Y cómo una persona puede ser antes que otra, si nace seis meses después del nacimiento del otro, del otro que viene diciendo, que el que viene después de él es antes que él? Podían pensar luego al ver a quién presenta como el que viene después de él, podían pensar: “Juan está equivocado, Juan parece que piensa que Jesús es mayor que él.” Pero no es eso... vamos a ver:
“Este es el que viene después de mí, el que es antes de mí, del cual yo no soy digno de desatar la correa del calzado.
Estas cosas sucedieron en Betábara, al otro lado del Jordán, donde Juan estaba bautizando.
El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.
Este es aquel de quien yo dije: Después de mí viene un varón, el cual es antes de mí; porque era primero que yo.”
Era primero que Juan, y nació después de Juan.
“Y yo no le conocía; mas para que fuese manifestado a Israel, por esto vine yo bautizando con agua.
También dio Juan testimonio, diciendo: Vi al Espíritu que descendía del cielo como paloma, y permaneció sobre él.
Y yo no le conocía; pero el que me envió a bautizar con agua, aquél me dijo: Sobre quien veas descender el Espíritu y que permanece sobre él, ése es el que bautiza con el Espíritu Santo.
Y yo le vi, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios.”
Vean el testimonio tan hermoso que Juan dio del que vendría después de él, al cual él le estaba preparando el camino.
Ahora, vamos a ver si Jesucristo confirma que Él es primero que Juan. En San Juan, capítulo 8, es la lectura que estábamos leyendo y nos detuvimos, dice... cuando le dijeron que Él, cuando le dicen:
“Respondieron entonces los judíos, y le dijeron: ¿No decimos bien nosotros, que tú eres samaritano, y que tienes demonio?
Respondió Jesús: Yo no tengo demonio, antes honro a mi Padre; y vosotros me deshonráis.”
Cuando se habla mal en contra de una persona, usted está deshonrando a esa persona, cuando le dice algo así, está deshonrando a la otra persona, cuando la otra persona lo que está haciendo es algo bueno. Pero toda obra de excelencia causa envidia en y a otras personas.
Vean, Jesús era un sencillo carpintero que no había ido a estudiar al seminario de la religión hebrea, y estaba predicando, estaba echando fuera demonios, estaba sanando a los enfermos, estaba abriendo los ojos a los ciegos, estaba abriéndole los oídos a los sordos, dándoles la audición, y estaba sanando a los paralíticos y resucitando a los muertos; y no había ido a estudiar a ningún seminario de la religión hebrea.
Y ahora viene el sumo sacerdote y los doctores de la ley y los miembros del concilio del sanedrín, que habían estudiado en los seminarios y tenían sus doctorados en teología, y no podían sanar a una persona con una fiebre, y dicen: “Y ahora éste que no ha estudiado, ¿de dónde saca Él esta sabiduría sin haber estudiado?” ¿Ven? Se ponían celosos, porque se supone que si estudiaron tanto, sepan cómo echar fuera los demonios, sepan cómo sanar un paralítico, sepan cómo sanar a un hombre ciego, dar la vista a un hombre ciego, y sepan cómo darle la audición a un hombre sordo, y sepan cómo resucitar un muerto. Pero en su teología nada de eso habían aprendido, y sin embargo Jesús, que no había ido a un seminario y no tenía un doctorado en teología podía hacer todas esas cosas, y eso los ponía celosos. ¿Ven? Porque ellos no podían hacer lo que un joven carpintero de Nazaret hacía en favor de las personas.
Pero vean, eso estaba profetizado que sería hecho por el Mesías. Isaías, capítulo 61, versos 1 al 2, dice:
“El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel;
a proclamar el año de la buena voluntad de Jehová, y el día de venganza del Dios nuestro; a consolar a todos los enlutados.”
Vean, estas son las cosas que el Mesías, el Señor, haría en Su Venida.
Y ahora, la Venida del Señor tiene dos partes; las cosas que están aquí prometidas y que no hizo Jesús en Su Primera Venida, las hará en Su Segunda Venida. En San Lucas, capítulo 4, dice, verso 14 en adelante, dice:
“Y Jesús volvió en el poder del Espíritu a Galilea...”
¿Ven? Las cosas que Jesús hacía, las hacía en el poder del Espíritu Santo, era el Espíritu Santo en Él haciendo esas cosas.
“Y Jesús volvió en el poder del Espíritu a Galilea, y se difundió su fama por toda la tierra de alrededor.
Y enseñaba en las sinagogas de ellos, y era glorificado por todos.
Vino a Nazaret, donde se había criado; y en el día de reposo entró en la sinagoga, conforme a su costumbre (o sea, que Él iba siempre los sábados a la sinagoga), y se levantó a leer.
Y se le dio el libro del profeta Isaías; y habiendo abierto el libro, halló el lugar donde estaba escrito:
El Espíritu del Señor está sobre mí,
Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres;
Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón;
A pregonar libertad a los cautivos,
Y vista a los ciegos (¿ven? Él estaba sanando a los ciegos, dándole vista a los ciegos; ya estaba profetizado que Él iba a hacer eso bajo el poder de Dios a través del Espíritu Santo);
A poner en libertad a los oprimidos (a todos los oprimidos por el diablo, los iba a libertar);
A predicar el año agradable del Señor (el año de la buena voluntad de Jehová).”
Y ahí se detuvo, no siguió leyendo, porque si continuaba leyendo lo próximo decía: “Y el día de venganza del Dios nuestro.” El día de venganza del Dios nuestro es proclamado, es predicado en este tiempo final, en este tiempo es que Cristo en Su Segunda Venida, en el cumplimiento de Su Segunda Venida, estará hablándonos del día de venganza del Dios nuestro, del juicio divino que va a venir sobre la raza humana, que es el día ardiente como un horno, del cual dice Malaquías, capítulo 4, verso 1, que vendrá sobre la raza humana, sobre todos aquellos que no recibieron a Cristo como su Salvador.
“Y enrollando el libro, lo dio al ministro, y se sentó; y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él.
Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros.”
Vean cómo Cristo se identificó como el cumplimiento de esa promesa divina. Y Él identificándose como el Mesías prometido, como el hombre sobre el cual el Espíritu de Dios estaría conforme a la profecía de Isaías, ¿creen ustedes que todos dijeron: ‘Gloria a Dios, que Dios ha enviado al Mesías.’? Vamos a ver:
“Y todos daban buen testimonio de él, y estaban maravillados de las palabras de gracia que salían de su boca, y decían: ¿No es éste el hijo de José?
El les dijo: Sin duda me diréis este refrán: Médico, cúrate a ti mismo; de tantas cosas que hemos oído que se han hecho en Capernaum, haz también aquí en tu tierra.
Y añadió: De cierto os digo, que ningún profeta es acepto en su propia tierra.
Y en verdad os digo que muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando el cielo fue cerrado por tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en toda la tierra;
pero a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda en Sarepta de Sidón.
Y muchos leprosos había en Israel en tiempo del profeta Eliseo; pero ninguno de ellos fue limpiado, sino Naamán el sirio.
Al oír estas cosas, todos en la sinagoga se llenaron de ira.”
¿Y no habían ido a adorar a Dios? ¿Y por qué se llenan de ira?
“...y levantándose, le echaron fuera de la ciudad, y le llevaron hasta la cumbre del monte sobre el cual estaba edificada la ciudad de ellos, para despeñarle (para matarlo).
Mas él pasó por en medio de ellos, y se fue.”
Ahora vean cómo ese espíritu de homicidio estaba en ellos, hasta que luego de los tres años de ministerio lograron la muerte de Cristo.
Ahora, vamos a continuar aquí - todo eso tenía que suceder para beneficio de todos nosotros.
Por lo tanto, el pueblo hebreo estaba ciego, sus líderes religiosos estaban ciegos. Cristo dijo: “Ciegos, guías de ciegos.” Y también dijo: “Si el ciego guía al otro ciego, ambos caerán en el hoyo, en el hueco.” Así que cuando una persona está ciega, no importa cuántos doctorados en divinidad tenga, está ciego, y combate el Programa que Dios está llevando a cabo en ese tiempo, y cree que no es el Programa de Dios sino que es del maligno; lo que creían de Jesús, creían que era un endemoniado, creían que estaba loco, creían que era un samaritano y decían que era un samaritano, y hablaban mal de Jesús para que las demás personas no escucharan a Jesús y no siguieran a Jesús.
Ahora, continuemos leyendo aquí:
“Respondió Jesús: Yo no tengo demonios...”
Esto está en San Juan, capítulo 8, verso 49:
“Respondió Jesús: Yo no tengo demonio, antes honro a mi Padre; y vosotros me deshonráis.
Pero yo no busco mi gloria; hay quien la busca, y juzga.
De cierto, de cierto os digo, que el que guarda mi palabra, nunca verá muerte.
Entonces los judíos le dijeron: Ahora conocemos que tienes demonio. Abraham murió, y los profetas; y tú dices: El que guarda mi palabra, nunca sufrirá muerte.
¿Eres tú acaso mayor que nuestro padre Abraham, el cual murió? ¡Y los profetas murieron! ¿Quién te haces a ti mismo?
Respondió Jesús: Si yo me glorifico a mí mismo, mi gloria nada es; mi Padre es el que me glorifica, el que vosotros decís que es vuestro Dios.
Pero vosotros no le conocéis; mas yo le conozco, y si dijere que no le conozco, sería mentiroso como vosotros; pero le conozco, y guardo su palabra.”
Vean cómo les habló Jesús:
“Abraham vuestro padre se gozó de que había de ver mi día; y lo vio, y se gozó.
Entonces le dijeron los judíos: Aún no tienes cincuenta años, ¿y has visto a Abraham?
Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy.”
“Antes que Abraham fuese, Yo Soy.” Se identificó como el Yo Soy que le había aparecido a Moisés y a Abraham, y le había aparecido a Adán también.
Y ahora, Cristo no es solamente antes que Juan el Bautista, aquí Cristo dice: “Antes que Abraham fuese, Yo Soy.” Por lo tanto, Abraham podía decir que el que le apareció a Él era antes que Él también. Y también Noé podía decir que el que le dijo que vendría un diluvio, podía decir: “Él es antes que yo.” Era Dios en Cristo, Dios en el cuerpo angelical de Cristo, llamado el Ángel de Jehová, el cual aparecía a los Profetas del Antiguo Testamento, es el mismo que le apareció a Adán también en diferentes ocasiones.
Y ahí podemos ver que Cristo es eterno, y que Él es el único que tiene Vida eterna para darle al ser humano. Por lo tanto, Cristo es la persona más importante de los Cielos y de la Tierra, y Su Nombre es el Nombre más importante de los Cielos y de la Tierra.
Cristo dijo: “Yo he venido en Nombre de mi Padre.” Vean, Él vino en Nombre de Su Padre. El Nombre de Dios para la Redención del ser humano es Jesús, el Nombre Jesús significa: “Redentor, Salvador.” Es el mismo Nombre Josué en hebreo, en hebreo es “Josué,” y en griego es “Jesús.”
Así que en medio del pueblo hebreo Jesús era Josué, o sea, Su Nombre es Josué, que significa: “Salvador, Redentor.” El mismo Nombre que Moisés le colocó a su sirviente, a su siervo, Oseas hijo de Nun, le cambió el Nombre Oseas, por Josué.
Ahora, podemos ver que no hay otro nombre dado a los hombres en que podamos ser salvos, sino en el Nombre del Señor Jesucristo. Jesucristo es la persona más importante que hay en los Cielos y en la Tierra. Y Su Nombre es sobre todo nombre en el Cielo y en la Tierra, y en el Nombre de Jesús se inclina toda rodilla para adorar a Dios, tanto de los que están en el Cielo como de los que están en la Tierra. Toda rodilla se doblará en el Nombre de Jesús, para adorar a Dios.
Por lo tanto, no hay otro nombre mayor que el Nombre de nuestro amado Señor Jesucristo, y toda persona que desea vivir eternamente necesita recibir a Cristo como su Salvador personal, y confesar el Nombre de Jesucristo como su Salvador. “Porque el que invocare el Nombre del Señor será salvo,” dice Dios por medio del Profeta Joel.
Ahora, vean en San Juan, capítulo 11, verso 25 en adelante, Cristo hablando con Marta, la hermana de Lázaro, cuando fue a resucitar a Lázaro, le dijo Jesús:
“Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.
Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?
Le dijo: Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo.”
Ella era una creyente en Jesucristo, ella creía con toda su alma que Jesucristo era el Hijo de Dios que había venido al mundo. ¿Y ustedes qué dicen a eso? Amén, nosotros también, nosotros creemos en el Nombre del Señor Jesucristo; y para todos los creyentes en el Nombre del Señor Jesucristo tenemos buenas noticias aquí en la Escritura en San Juan, capítulo 5, versos 10 en adelante, dice (Nota - Primera de Juan):
“El que cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a Dios, le ha hecho mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo.
Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo.”
La Vida eterna usted no la encuentra en ningún otro lugar ni en ninguna otra persona, sino en nuestro amado Señor Jesucristo. Esta Vida eterna está ¿en quién? En Jesucristo, en el Hijo de Dios.
“Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios (o sea, que creéis en el Nombre del Señor Jesucristo), para que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios.”
¿Y cuál es el Nombre del Hijo de Dios? Señor Jesucristo. “Porque no hay otro nombre dado a los hombres en que podamos ser salvos.” Solamente hay un Nombre de Salvación, y es Señor Jesucristo. Por eso San Pablo y San Pedro daban testimonio de ese Nombre. Cristo ordenó a Sus discípulos antes de ascender al Cielo, luego de resucitado en San Marcos, capítulo 16, versos 15 al 16:
“Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.
El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.”
Y todos queremos ser salvos, todos queremos la salvación de nuestra alma, nosotros todos queremos vivir eternamente con Cristo en Su Reino. Y para eso hay que creer en el Nombre de Jesucristo, el Hijo de Dios, recibirlo como nuestro Salvador, lavar nuestros pecados en Su Sangre, y obtenemos así el perdón de nuestros pecados, y somos bautizados en agua en Su Nombre y recibimos el bautismo del Espíritu Santo, Cristo nos da el bautismo del Espíritu Santo y obtenemos el nuevo nacimiento, porque el que no nazca de nuevo, el que no nazca del Agua y del Espíritu, no puede entrar al Reino de Dios.
Pero el que nace del Agua y del Espíritu, el que escucha la predicación del Evangelio y cree en Jesucristo como su Salvador y es bautizado en agua en Su Nombre, recibe la salvación y Vida eterna. Por lo tanto, esa es la forma para ser salvos conforme a las Escrituras.
Y ahora veamos en el libro de los Hechos, San Pedro predicando el Día de Pentecostés, libro de Hechos, capítulo 2, verso 36 en adelante, dice:
“Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.”
Por eso es que a Jesús lo llamamos SEÑOR JESUCRISTO: porque Dios lo ha hecho Señor y Cristo, porque en Él moró, mora y morará la plenitud de la divinidad, la plenitud de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, moró, mora y morará en Jesucristo nuestro Salvador. Y por eso el Nombre de Jesucristo es el Nombre que es sobre todo nombre en el Cielo y en la Tierra: porque en Él moró la plenitud de Dios, la plenitud de la divinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Cuando Cristo dijo que sería enviado el Espíritu Santo sobre los creyentes, Él dijo que sería enviado ¿en qué Nombre? En el Nombre de Jesucristo.
Ahora vean, porque no hay otro nombre dado a los hombres en que podamos ser salvos. Vamos a ver esto que les dije aquí, vamos a buscarlo aquí para que lo tengan claro, porque lo mejor para poner claras las cosas de Dios es la Biblia. En el capítulo 14, verso 26 del Evangelio según San Juan, dice:
“Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho.”
¿En qué Nombre el Padre enviaría el Espíritu Santo? En el Nombre del Señor Jesucristo, eso lo dijo Jesucristo, el cual... “A quien el Padre enviará en mi Nombre.” Así que si Cristo lo dijo, eso es así. Hay otras Escrituras también, donde nos habla de la Venida del Espíritu Santo, donde dice capítulo 15, verso 26 de San Juan (también dice):
“Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí.”
Y también en el capítulo 16, versos 12 al 15 de San Juan, dice:
“Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar.
Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir.”
¿Quién es el que revela a la Iglesia de Jesucristo todas las cosas que han de venir, y quien enseña a la Iglesia de Jesucristo todas las cosas, y quien guía a la Iglesia de Jesucristo? ¿Quién es? El Espíritu Santo, el cual el Padre envió en el Día de Pentecostés en el Nombre del Señor Jesucristo, porque no hay otro nombre dado a los hombres en que podamos ser salvos; no hay otro nombre, ni en el Cielo ni en la Tierra, mayor que el Nombre de nuestro amado Señor Jesucristo, es un Nombre que es sobre todo nombre.
Y ahora, podemos ver este misterio del Nombre del Señor Jesucristo.
“El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber.
Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber.”
Y ahora, todo lo que tiene el Padre es de Jesucristo. ¿Porque el Padre dónde está? En Jesucristo. Por lo tanto, Él es heredero de los Cielos y de la Tierra.
Y ahora veamos, cuando San Pedro dijo:
“Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.”
Estoy leyendo ahora aquí en el libro de los Hechos, capítulo 2, verso 36 en adelante:
“Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?
Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.
Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.
Y con otras muchas palabras testificaba y les exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación.
Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas.”
Como tres mil personas estaban escuchando a Pedro, o quizás más, pero como tres mil personas creyeron y fueron bautizadas, fueron bautizadas en el Nombre del Señor Jesucristo, porque no hay otro Nombre dado a los hombres en que podamos ser salvos.
Vean, también en el capítulo 22 del libro de los Hechos, cuando Pablo da testimonio de su conversión, dice que vino a él un varón de Dios llamado: “Ananías,” y le habló, y él dijo:
“Y él dijo: El Dios de nuestros padres te ha escogido para que conozcas su voluntad, y veas al Justo, y oigas la voz de su boca.
Porque serás testigo suyo a todos los hombres, de lo que has visto y oído.
Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre.”
Por eso en el bautismo en agua se invoca el Nombre del Señor Jesucristo, y por eso San Pedro dijo: “Arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros en el Nombre de Jesucristo.” El bautismo en agua se realiza en el Nombre del Señor Jesucristo, como los Apóstoles lo realizaron; y al bautizar en el Nombre del Señor Jesucristo, por consiguiente se está bautizando en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, que es Señor Jesucristo: ése es el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; por consiguiente los Apóstoles bautizaban en el Nombre del Señor Jesucristo.
Y toda persona que no estaba bautizada en el Nombre del Señor Jesucristo, San Pedro y San Pablo los bautizaban en el Nombre del Señor Jesucristo. No hay otro Nombre dado a los hombres en que podamos ser salvos. Por lo tanto, el arrepentimiento y el perdón de los pecados se predica en el Nombre del Señor Jesucristo, y se bautizan las personas en el Nombre del Señor Jesucristo, porque no hay otro Nombre dado a los hombres en que podamos ser salvos.
Él ordenó predicar el Evangelio y predicar el arrepentimiento en el Nombre, en Su Nombre. Vean, San Lucas, capítulo 24, verso 46 en adelante, 45 en adelante, dice:
“Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras;
y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día;
y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén.”
Y por eso es que se predica el arrepentimiento y el perdón de los pecados en el Nombre del Señor Jesucristo, y se bautiza en el Nombre del Señor Jesucristo a todas las personas que vienen arrepentidos de sus pecados recibiendo a Cristo como su Salvador, Cristo los perdona, Cristo los limpia de todo pecado con Su Sangre preciosa, son bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo los bautiza con Espíritu Santo y Fuego, y obtienen el nuevo nacimiento, y así nacen en el Reino de Dios, entran al Reino de Dios, porque han nacido del Agua y del Espíritu, han creído en el Evangelio, han recibido a Cristo como su Salvador, lo cual es nacer del Agua; y luego nacen del Espíritu al recibir el Espíritu Santo luego de ser bautizados en agua, y así han obtenido el nuevo nacimiento y han entrado al Reino de Dios, han nacido en el Reino de Dios como unos bebés, para ahí ir creciendo espiritualmente, ir alimentándose espiritualmente con la Palabra de Dios.
“Porque no solamente de pan vivirá el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios.” Ése es el Alimento para nuestra alma y para nuestro espíritu. Así como el arroz y los frijoles; y la carne de pollo y la carne de res; y los vegetales; es el alimento para nuestro cuerpo; y el pan también, y otros alimentos. Pero usted no le puede dar a su alma y a su espíritu un pedazo de pan o un plato de arroz con frijoles, o un pedazo de carne de pollo o de carne de res, no. A su alma y a su espíritu usted tiene que darle el Alimento Espiritual de la Palabra de Dios. “No solamente de pan vivirá el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios.”
Y si no le da ese Alimento, ¿qué sucede? Lo mismo que sucede con su cuerpo físico; déjelo sin darle alimento y usted verá lo que le pasa: se va poniendo flaco, se va enfermando y luego se muere. Y si no le da el Alimento Espiritual de la Palabra de Dios a su alma y a su espíritu, ¿qué le pasa? Su alma muere y su espíritu también, y no vivirá eternamente con Cristo en Su Reino, ¿por qué? Porque no alimentó su alma y su espíritu con el Alimento correspondiente, que es la Palabra de Dios.
En ningún otro lugar usted encuentra la promesa de ser resucitado con Cristo y ser resucitado para vivir con Cristo en Su Reino. Cristo dijo: “El que vive y cree en mí no morirá eternamente.” Él dijo: “Yo le resucitaré en el Día Postrero.” San Juan, capítulo 6, versos 39 al 40.
Por lo tanto, cuando la persona ha recibido a Cristo como su Salvador, recibe la paz de Cristo, y sabe que su futuro está asegurado con Cristo en Su Reino para vivir por toda la eternidad. Lo más importante es la Vida eterna. No hay cosa más importante para el ser humano, para el alma del ser humano, que la Vida eterna. Y donde único usted y yo la podemos encontrar es en nuestro amado Señor Jesucristo. Él es la Vida eterna.
Por lo tanto, todo ser humano necesita a Cristo, todo ser humano necesita creer en el Nombre del Hijo de Dios, que es sobre todo nombre, es un Nombre sobre todo nombre, es el Nombre de salvación para todo ser humano, para que así todo ser humano asegure su futuro eterno con Cristo en Su Reino. Si no recibe a Cristo como su Salvador, la persona no tendrá un futuro eterno con Cristo en Su Reino, será condenada la persona en el juicio final, y será echada en el lago de fuego, que es la segunda muerte, donde será echado también el diablo, y donde van a ser quemados en el lago de fuego todas las personas que allí sean echadas; y serán echados allí, ¿quiénes? Los incrédulos, los que no creyeron en el Nombre del Hijo de Dios, no creyeron en el Nombre de nuestro amado Señor Jesucristo.
Pero todos queremos estar con Cristo en Su Reino y vivir con Cristo por toda la eternidad, y Él nos dará un nuevo cuerpo que será eterno, inmortal, incorruptible y glorificado, igual a Su cuerpo glorificado, y entonces viviremos felices con Cristo en Su Reino, y jovencitos para toda la eternidad, será un cuerpo glorificado como el cuerpo glorificado de Jesucristo nuestro Salvador; y entonces se habrán terminado todas las luchas y los problemas de nuestra vida terrenal, porque los problemas son mientras tengamos este cuerpo de carne.
Pero cuando Él nos dé el nuevo cuerpo ya no tendremos problemas, no tendremos problemas de salud, ni siquiera una gripe nos dará, no tendremos problemas de la vejez, ni siquiera una arruga nos saldrá en el rostro, ni siquiera una cana en el cabello, nada; seremos inmortales como Jesucristo nuestro Salvador, seremos inmortales físicamente.
Pero cuando la persona recibe a Cristo como su Salvador, recibe la inmortalidad de su alma, y ya tiene Vida eterna. Lo único después que le falta es la inmortalidad física, lo cual será en el cuerpo nuevo que Él nos dará. Si continuamos vivos hasta el cumplimiento pleno de Su Segunda Venida, hasta la resurrección de los muertos en Cristo, entonces seremos transformados y tendremos el nuevo cuerpo, el cuerpo eterno y glorificado, para ir con Cristo a la Casa de nuestro Padre Celestial, a la Cena de las Bodas del Cordero, a esa Gran Fiesta que está esperando por todos nosotros allá en el Cielo, en la Casa de nuestro Padre Celestial.
Nombre glorioso y precioso en el Cielo y en la Tierra, ¿y cuál es ese Nombre? SEÑOR JESUCRISTO, es el Nombre de nuestro amado Señor Jesucristo, el cual es un Nombre sobre todo Nombre.
“UN NOMBRE SOBRE TODO NOMBRE.”
Ha sido para mí un privilegio grande estar con ustedes, dándoles testimonio de un Nombre sobre todo nombre. ¿Y cuál es ese Nombre sobre todo nombre? Señor Jesucristo, es el Nombre de nuestro amado Salvador Jesucristo.
Que las bendiciones de nuestro amado Señor Jesucristo sean sobre todos ustedes y sobre mí también; y pronto se complete el número de los escogidos de Dios en el Cuerpo Místico de Cristo, y pronto Cristo resucite a los muertos creyentes en Él, y nos transforme a nosotros los que vivimos, y nos lleve con Él a la Cena de las Bodas del Cordero. En el Nombre Eterno de nuestro amado Señor Jesucristo. Amén y amén.
Y ahora, todos los que ya han recibido a Cristo tienen Vida eterna, los que no lo han recibido todavía no tienen Vida eterna, pero pueden recibir Vida eterna en esta noche, recibiendo a Cristo como su Salvador personal, y el Rvdo. Miguel Bermúdez Marín estará orando por ustedes, para que Cristo les reciba, les perdone, y les limpie con Su Sangre preciosa, y sean bautizados en agua en el Nombre que es sobre todo nombre, el Nombre de nuestro amado Señor Jesucristo.
Y pueden pasar al frente todos los que desean que el Rvdo. Miguel Bermúdez Marín ore por ustedes, para que Cristo les perdone y les reciba, y reciban la salvación de su alma.
Dejo al Rvdo. Miguel Bermúdez Marín para orar por las personas que en esta noche recibirán a Cristo como su Salvador personal. Con nosotros el Rvdo. Miguel Bermúdez Marín.
Que Dios les continúe bendiciendo a todos.
“UN NOMBRE SOBRE TODO NOMBRE.”