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Cristo, el Sol de Justicia 2003-05-24 1 Nezahualcóyotl Estado de México MX 00:00:00 false

Muy buenas tardes, amados amigos y hermanos presentes; es para mí una bendición grande estar con ustedes en esta ocasión, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente a este tiempo final. Reciban todos saludos de mi esposa Erica, y también los niños reciban saludos de mis niñas América y Yahannah Gabriela.

Para esta ocasión, leemos en Malaquías, capítulo 4, verso 1 al 6, donde nos habla de este tiempo final.

Porque he aquí, viene el día ardiente como un horno, y todos los soberbios y todos los que hacen maldad serán estopa; aquel día que vendrá los abrasará, ha dicho Jehová de los ejércitos, y no les dejará ni raíz ni rama.

Mas a vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el Sol de justicia, y en sus alas traerá salvación; y saldréis, y saltaréis como becerros de la manada.

Hollaréis a los malos, los cuales serán ceniza bajo las plantas de vuestros pies, en el día en que yo actúe, ha dicho Jehová de los ejércitos.

Acordaos de la ley de Moisés mi siervo, al cual encargué en Horeb ordenanzas y leyes para todo Israel.

He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible.

El hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición.”

Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.

Nuestro tema es: “CRISTO, EL SOL DE JUSTICIA.”

Este capítulo 4 de Malaquías desde el 1 al 6, es una profecía que corresponde a este tiempo final; aunque parte de ella ya ha sido cumplida, por ejemplo aquí, cuando nos dice:

He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible.

El hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres.”

Esa profecía está cumplida parcialmente, una parte ya ha sido cumplida. Cuando Dios dice que envía a Elías, al cual ya envió y vivió allá en Primera de Reyes, ese Elías que vino fue Elías Tisbita; pero luego el espíritu de Elías vino en una doble porción sobre Eliseo, y el Espíritu Santo operó en Eliseo el ministerio de Elías en una doble porción; porque esa fue la petición de Eliseo, cuando Elías le dijo: “Pide lo que tú quieras antes que yo me vaya, y te será concedido.”

Y Eliseo habiendo sido predestinado por Dios para ser el sucesor del Profeta Elías, por lo tanto, sería otro Profeta, el que vendría después de Elías Tisbita. Pues Eliseo dijo: “Yo lo que quiero es que venga sobre mí una doble porción del espíritu que está en ti.” Y Elías Tisbita le dice a Eliseo: “Cosa difícil has pedido.”

¿Por qué es cosa difícil esa que él pidió? Porque una persona no puede ser profeta de Dios porque diga: “Yo quiero ser Profeta de Dios, o porque quiero una doble porción del espíritu que está en este profeta anterior.” Eso es algo difícil; pues Dios no le concede a una persona el ser Profeta porque esa persona quiera ser Profeta.

Los Profetas de Dios han sido predestinados por Dios desde antes de la fundación del mundo, para venir en carne humana y tener este ministerio de Profeta, tienen las dos conciencias juntas: el conciente y el sub-conciente lo tienen juntos; por lo tanto, ellos pueden ver en otras dimensiones y pueden escuchar también en otras dimensiones, pueden oír la Voz de Dios, y pueden también ver a Dios, y tener visiones de Dios, ver al Ángel de Jehová y a los Ángeles de Dios, y así por el estilo.

Y esos hombres de Dios, son predestinados por Dios desde antes de la fundación del mundo, son espíritus ministradores enviados por Dios a los herederos de salvación; por eso aparecen en la escena y hacen cosas tan grandes y tan importantes que ningún otro hombre puede hacer, ¿por qué? Porque es el Espíritu de Dios en ellos obrando.

Dios obra a través de Sus Profetas y la Palabra de Dios para el pueblo siempre ha venido, viene y vendrá a través de un Profeta siempre. “Porque no hará nada el Señor Jehová, sin que antes revele Sus secretos a Sus siervos Sus Profetas.” Dice Dios por medio del Profeta Amos en el capítulo 3, verso 7. Y en el capítulo 8, verso 1 ó verso 11, dice que Dios enviará hambre sobre la Tierra, no hambre de pan, ni sed de agua; sino de oír la Palabra de Jehová.

Así como nosotros sentimos hambre física en nuestro cuerpo físico, también sentimos hambre en nuestra alma, pero no hambre de pan literal, ni sed de agua literal; sino de oír la Palabra de Dios. Porque la Palabra de Dios es el Alimento Espiritual para el alma de todo ser humano. Por eso Cristo en San Juan, capítulo 7, versos 37 al 39, dijo en una ocasión:

En el último y gran día de la fiesta...” Dice... esa fue la Fiesta de los Tabernáculos. Vamos a ver en el verso... capítulo 7, verso 1 al 2, dice:

Después de estas cosas, andaba Jesús en Galilea; pues no quería andar en Judea, porque los judíos procuraban matarle.

Estaba cerca la fiesta de los judíos, la de los tabernáculos.”

¿Ven? Eso fue en la Fiesta de los Tabernáculos, ya en donde Jesús va a hablar estas Palabras. Dice ya en el capítulo 7, verso 37 en adelante:

En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba.

El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva.

Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado.”

Y ahora, aquí está tipificado en el agua, el Espíritu Santo, el Bautismo del Espíritu Santo, es agua para nuestro interior. Por eso el salmista en uno de los Salmos dice: “Mi alma tiene sed de Dios, sed del Dios vivo.” ¿Ven?

El alma, así como el cuerpo siente hambre y siente sed, nuestra alma acá, siente hambre y siente sed, así como escogemos el alimento y sabemos qué alimento tenemos que darle al cuerpo; también tenemos que saber qué alimento tenemos que darle a nuestra alma, porque nuestra alma siente hambre y siente sed. “No solamente de pan vivirá el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios.” Dice Dios por medio del Profeta Moisés, en el capítulo 8 de Deuteronomio, lo cual también Cristo citó en el capítulo 4, verso 4 de San Mateo. Ahora, capítulo 8 del libro de Deuteronomio, verso 3 (para no leer mucho), dice:

Y te afligió, y te hizo tener hambre, y te sustentó con maná, comida que no conocías tú, ni tus padres la habían conocido, para hacerte saber que no sólo de pan vivirá el hombre, mas de todo lo que sale de la boca de Jehová vivirá el hombre.”

Esto mismo es lo que citó Cristo en San Mateo, cuando el diablo le dice a Cristo: “Si eres Hijo de Dios, dí que estas piedras se conviertan en pan.” Vamos a ver, capítulo 4 de San Mateo, verso 1 en adelante (esto fue cuando Jesús ayunó, y terminó Su ayuno de cuarenta días), dice:

Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo.

Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre.

Y vino a él el tentador, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, dí que estas piedras se conviertan en pan.

El respondió y dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.”

Y ahora, así como para el cuerpo físico necesitamos pan físico, para el alma necesitamos pan espiritual, que es la Palabra de Dios, la Palabra que sale de la boca de Dios; y la boca de Dios son los Profetas de Dios, a través de ellos es que viene la Palabra de Dios al pueblo de Dios, a través de ellos es que Dios por medio de Su Espíritu Santo habla a Su pueblo.

Veamos aquí en Zacarías, capítulo 7, verso 11 al 12, donde encontramos la forma en que Dios le hablaba al pueblo hebreo, pero el pueblo hebreo no quería escuchar la Voz de Dios a través de los Profetas de Dios:

Pero no quisieron escuchar, antes volvieron la espalda, y taparon sus oídos para no oír;

y pusieron su corazón como diamante, para no oír la ley ni las palabras que Jehová de los ejércitos enviaba por su Espíritu, por medio de los profetas primeros; vino, por tanto, gran enojo de parte de Jehová de los ejércitos.”

¿Cómo Dios hablaba a Su pueblo, al pueblo hebreo? Por medio de Su Espíritu Santo a través de los Profetas de Dios, porque lo que los Profetas de Dios, de parte de Dios hablaban, no eran palabras humanas, sino que era la Palabra de Dios por medio del Espíritu de Dios que estaba en ellos hablando.

Vean, en el capítulo... Primera de Pedro, capítulo 1, verso 10 en adelante, dice:

Los profetas que profetizaron de la gracia destinada a vosotros, inquirieron y diligentemente indagaron acerca de esta salvación,

escudriñando qué persona y qué tiempo indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos...”

El Espíritu de Cristo, el Espíritu Santo, era el que estaba en ellos, y el cual hablaba a través de los Profetas.

... el cual anunciaba de antemano los sufrimientos de Cristo, y las glorias que vendrían tras ellos.”

Vean, el Espíritu Santo por medio de los Profetas, anunciaba las aflicciones que le vendrían al Mesías, a Cristo y también las glorias que vendrían tras esos sufrimientos. Por eso también en Hebreos, capítulo 1, verso 1 en adelante, dice San Pablo:

Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas...”

¿Cómo habló Dios al pueblo hebreo? Por medio de los Profetas.

... en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo.”

Desde los días de Jesús comenzaron los Días Postreros delante de Dios, que para los seres humanos son los milenios postreros. “Porque un día delante del Señor es como mil años, y mil años como un día.” Dice Segunda de Pedro, capítulo 3, verso 8, y también el Profeta Moisés en el Salmo 90, verso 4.

Por lo tanto, los días postreros delante de Dios son los milenios postreros para los seres humanos. Por eso es que Pablo puede decir que Dios habló por medio de los Profetas y luego habló por medio de Su Hijo, dice:

En estos postreros días nos ha hablado por el Hijo.”

Si no fuesen los días postreros delante de Dios para los seres humanos los tres milenios postreros, entonces Pablo estaba equivocado, diciendo que en los días de Jesús ya eran los días postreros. Pero no se había equivocado, eran los días postreros, los cuales habían comenzado, porque habían comenzado para los seres humanos los milenios postreros, que son quinto milenio, sexto milenio y séptimo milenio, ya había comenzado el quinto milenio.

Así como los días postreros de la semana son: Jueves, viernes y sábado, y el postrero, pues es el sábado, que es el séptimo día, tipo y figura del Séptimo Milenio que ya ha comenzado, porque ya estamos dentro del Séptimo Milenio de Adán hacia acá o Tercer Milenio de Cristo hacia acá.

Ahora, por eso también Cristo en San Juan, capítulo 6, verso 39 al 40, dice, habla también de los... del Día Postrero, y vean lo que nos dice ahí. Ya Cristo ahí está profetizando de lo que Él va a hacer, revelando lo que Él va a hacer con todos los creyentes en Él. Aunque hayan muerto físicamente, no tendrán problemas los creyentes en Cristo, porque ya tienen Salvación y Vida eterna. Dice, capítulo 6, verso 39 al 40 de San Juan, Cristo hablando, dice:

Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero.

Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.”

Aquí tenemos dos lugares donde dice que Dios, que Cristo va a resucitar los creyentes en Él en el Día Postrero; esas son las ovejas que el Padre le ha dado a Cristo para que les dé Vida eterna.

Por lo tanto, la persona que cree en Jesucristo, lo recibe como su Salvador y arrepentido de sus pecados confiesa a Cristo sus pecados y humillado en su alma, afligido por haber pecado contra Dios, se acerca a Cristo recibiéndolo como su Salvador y es bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, Cristo lo perdona y Cristo lo lava con Su Sangre preciosa, lo limpia de todo pecado y lo bautiza con Espíritu Santo y Fuego, y esa persona ha obtenido, ¿ha obtenido qué? Ha obtenido el nuevo nacimiento.

Porque si el que no nazca de nuevo, no puede ver el Reino de Dios, el que no nazca del Agua y del Espíritu no puede entrar al Reino de Dios; pues el que nazca del Agua y del Espíritu, sí entra al Reino de Dios. Eso está en San Juan, capítulo 3, verso 1 al 6, cuando Cristo habló a Nicodemo, diciéndole: “De cierto, de cierto te digo: que el que no nazca de nuevo, no puede ver el Reino de Dios (o sea, no lo puede comprender).” Y Nicodemo le pregunta: “¿Cómo puede hacerse esto? ¿Puede acaso un hombre ya siendo viejo entrar en el vientre de su madre y nacer?” Cristo le dice: “De cierto, de cierto te digo, que el que no nazca del Agua y del Espíritu, no puede entrar al Reino de Dios.” No puede entrar en el Reino de Dios, el que no nazca del Agua y del Espíritu. Y le dice: “No te maravilles que te dije: Os es necesario nacer de nuevo.”

Y nadie se debe maravillar al escuchar que es necesario nacer de nuevo, es un requisito. No hay otra forma para entrar al Reino de Dios; se requiere nacer de nuevo.

¿Y cómo podemos nacer de nuevo? Así como para entrar a esta dimensión terrenal y vivir como un ser humano entre los demás seres humanos y pertenecer a la raza humana, ¿cómo lo obtuvimos? Naciendo, naciendo aquí en esta Tierra a través de nuestros padres terrenales, para poder entrar a este reino terrenal de los humanos.

Y para entrar al Reino de Dios, del cual Cristo es el Rey, se requiere nacer de nuevo, un nuevo nacimiento, se requiere nacer. ¿Cómo nacemos? Recibiendo a Cristo como nuestro Salvador, lavando nuestros pecados en Su Sangre, siendo bautizados en agua en Su Nombre y recibiendo Su Espíritu Santo, y así obtenemos el nuevo nacimiento y obtenemos un cuerpo angelical de la sexta dimensión, de esa dimensión del Reino de Dios.

Y ahora, ¿vieron lo sencillo que es entrar al Reino de Dios? Naciendo en el Reino de Dios, naciendo de nuevo. Así como fue sencillo entrar aquí a esta dimensión terrenal. ¿Cómo lo logró usted? Naciendo. Los que no nacieron, pues no entraron a esta dimensión terrenal.

Ahora, hay muchas personas que viven como viven muchos bebés en el vientre de sus madres, que están un tiempo en el vientre de sus madres y nunca nacen vivos, mueren. Así también pasan muchos seres humanos por este Planeta Tierra y no nacen de nuevo; por lo tanto no nacen a la Vida eterna, a la Vida de Dios, no nacen en y el Reino de Dios; por lo tanto no tendrán parte en el Reino de Dios, porque no nacieron, no nacieron a y con Vida eterna en el Reino de Dios; por lo tanto, pasaron por la Tierra como un abortivo. ¿Ven?

Como le sucede a muchos bebés que luego son un abortivo, y por consiguiente no tienen parte en la vida terrenal. Y a nadie le gustaría haber sido un abortivo, haber sido una persona que estuvo en el vientre de su madre y que fue abortado; sino uno que fue nacido con vida y para vivir en esta Tierra.

Y así es en lo espiritual también, y en lo espiritual es más importante; porque aquí nacemos para vivir una temporada de tiempo. En el Reino de Dios nacemos para vivir eternamente con Cristo en Su Reino. Por lo tanto, es más importante el nuevo nacimiento y nacer en el Reino de Cristo que el nacimiento natural que hemos obtenido. Pero algunas personas no lo comprenden de esa manera, porque no han escuchado la predicación del Evangelio de Cristo, y creen que lo más importante es esta vida terrenal; pero no, esta vida terrenal es temporal.

Y no se pueden llevar las personas nada de lo que han obtenido en esta vida; no se pueden llevar las riquezas que han obtenido, para después vivir ricos en otra dimensión a donde van.

Por lo tanto, lo más importante es nacer de nuevo y así entrar al Reino de Dios; por eso Cristo dijo: “Buscad primeramente el Reino de Dios y Su Justicia.” Eso es lo primero que todo ser humano tiene que buscar cuando aparece en este Planeta Tierra.

Por eso es que cuando nacen nuestros niños, los traemos a la Iglesia y los colocamos frente al ministro, para que el ministro los presente a Dios, para que Dios los reciba en Su Reino y vengan a ser parte del Reino de Dios, del Reino de Cristo. Pues queremos que nuestros niños también estén en el Reino de Cristo y vivan eternamente con Cristo en Su Reino, y así los tengamos en toda la eternidad con nosotros. Aunque no van a estar como bebés cuando estemos en el Reino Milenial, sino que ya estarán jovencitos, porque en el nuevo cuerpo no hay niños, ni hay viejos; todos son jóvenes que representarán de 18 a 21 años de edad.

Por eso, los niños no se preocupen porque son niños, porque cuando sean transformados ya lo que tendrán será un cuerpo joven que representará de 18 a 21 años. Y los ancianos, no se preocupen porque son ancianos, porque cuando sean transformados serán jóvenes en un cuerpo eterno y glorificado, como el cuerpo glorificado de Jesucristo nuestro Salvador. Y los que mueren, no se preocupen, porque Cristo los va a resucitar en un cuerpo nuevo y glorificado; y entonces todos vamos a estar juntos con Cristo en Su Reino, viviendo por el Milenio y por toda la eternidad, como Reyes, como Sacerdotes y como Jueces en ese Reino.

En el Reino de Cristo es que nosotros tenemos una posición importante asegurada. En este reino terrenal aquí tenemos que luchar, tenemos que estudiar y tenemos que luchar para obtener una buena posición en el trabajo para ganar un poquito más; así es en esta dimensión terrenal. Pero en el Reino de Cristo, ya Cristo nos tiene una posición bien importante asegurada en Su Reino, y nos tiene asegurada la Vida eterna, y nos tiene asegurado un cuerpo nuevo, glorificado y joven para toda la eternidad.

Todas esas son bendiciones que tiene Cristo, el Sol de Justicia, para ¿quiénes? Para ustedes y para mí también. Cristo es el Sol de Justicia, por eso Él dijo: “Yo Soy la Luz del mundo, el que me sigue no andará en tinieblas, mas tendrá la Luz de la vida (o sea, la Luz de la Vida eterna).”

Ahora, viendo que todas estas cosas son así, nosotros necesitamos escuchar la Voz de Dios por medio de Su Espíritu Santo para el tiempo que nos ha tocado vivir, como tuvieron necesidad de escucharla todos los creyentes en Cristo de edades pasadas. ¿Cómo habló en el Antiguo Testamento? Por medio de Sus Profetas, Sus Mensajeros, luego habló por medio de Jesucristo nuestro Salvador, y luego Cristo dice que enviará el Espíritu Santo, el Espíritu de verdad, el cual nos enseñará todas las cosas y nos guiará a toda justicia y a toda verdad.

Por lo tanto, el Espíritu Santo estaría en medio de la Iglesia de Jesucristo guiando a la Iglesia y enseñándole todas las cosas que la Iglesia debe conocer y que cada creyente como individuo debe conocer.

¿Y cómo lo ha estado haciendo? Ha estado revelando todas estas cosas por medio de los Apóstoles y luego de los Ángeles Mensajeros de las diferentes edades de la Iglesia; y para el Día Postrero a través del Ángel de Jesucristo, está prometido que nos dará a conocer todas estas cosas que deben suceder pronto en este tiempo final, luego de las que ya han sucedido en edades pasadas.

Ahora, continuemos aquí leyendo en Hebreos, capítulo 1, lo cual habíamos comenzado e hicimos una pausa donde dice:

Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas,

en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo.”

Ahora, vean por medio de Cristo Dios hizo el Universo, y el Heredero de toda la creación es Jesucristo, a través del cual Dios hizo todas las cosas. Dice:

...a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo.”

Cristo es Heredero a todo el Universo, Cristo es Heredero a toda la creación, porque por medio de Jesucristo fue que Dios creó todas las cosas.

Por eso Cristo podía decir en San Juan, capítulo 8, verso 56 al 58: “Abraham deseó ver mi día; lo vio, y se gozó.” Le dijeron los judíos: “Aún no tienes cincuenta años, ¿y dices que has visto a Abraham?” Cristo les dice: “Antes que Abraham fuese, Yo Soy.” Y entonces se escandalizaban porque no creían que Cristo era primero que Abraham. Ahora, porque ellos sabían que ese cuerpo de carne había nacido en algún lugar y no tenía todavía 50 años; pero ellos no sabían que Cristo era el Ángel de Jehová, el Ángel del Pacto del Antiguo Testamento y era antes que Abraham. Cristo en Su cuerpo angelical era entes que Abraham, y era antes que Noé, y era antes que Adán también y era antes que toda la creación.

¿Que Jesucristo era antes que toda la creación? Claro que sí, porque Jesucristo es la imagen del Dios invisible.

Cuando algunas personas vieron en el Antiguo Testamento a Dios, y dijeron: “Hemos de morir, porque hemos visto a Dios cara a cara.” Como Manoa y la esposa de Manoa, cuando vieron al Ángel de Jehová, luego Dios le dice... también le había dicho Dios a Moisés: “No podrás ver mi rostro, porque no me verá hombre y vivirá. Solamente vas a ver mis espaldas cuando yo haya pasado.” Va a ver las espaldas de Dios como las espaldas de un hombre; porque va a ver a Cristo en Su cuerpo angelical, en quien estaba Dios caminando, pasando frente a Moisés. Cristo es el Ángel de Jehová, el Ángel del Pacto, y Él es antes de todas las cosas, por eso es que Cristo es el Heredero de toda la creación.

En Colosenses, capítulo 1, verso 12 en adelante, dice:

Con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz...”

¿Ven? Los santos en luz tienen una herencia.

...el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo.”

Así como Dios por medio de Cristo a través del Profeta Moisés libertó al pueblo hebreo, los sacó de la esclavitud en Egipto, los libertó del reino del faraón y los llevó a la tierra prometida; así Cristo nos ha libertado a nosotros del reino de las tinieblas, del reino del maligno, de un reino de la quinta dimensión, del reino del infierno, y nos ha colocado (Cristo) en Su Reino con Vida eterna.

...en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados.

El es la imagen del Dios invisible (¿ven? Les había dicho que Cristo es la imagen del Dios invisible)... el primogénito de toda creación (y es también el Primogénito, el Primero)... el primogénito de toda creación (fue primero que toda la creación).

Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él.”

Nadie tiene nada, excepto Jesucristo, Él es el Heredero de toda la creación. Por eso dice la Escritura que Él siendo rico se hizo pobre por nosotros. La Persona más rica, no solamente de la Tierra, sino del Universo completo, es Jesucristo; pero vino como pobre, se hizo pobre, y cuando le preguntan a Jesús; Juan y Andrés, el hermano de Pedro: “¿Dónde moras?” Cristo les dice: “Vengan y vean.” Y también les dice: “El Hijo del Hombre no tiene donde recostar Su cabeza. Las zorras tienen cuevas, los pajaritos tienen nidos; pero el Hijo del Hombre, no tiene ni donde recostar Su cabeza.” ¿Ven?

Y sin embargo es la Persona más rica de todo lo que existe, porque es el Heredero de toda la creación, y por medio de Él fue que Dios creó todas las cosas. Por eso dice: “Todo fue creado por medio de Él y para Él.” Por eso cuando leemos Génesis, capítulo 1, verso 1, que dice: “En el principio creó Dios los Cielos y la Tierra.” ¿Pero cómo los creó? ¿Por medio de quién? De Jesucristo nuestro Salvador, Cristo en Su cuerpo angelical. Por eso es llamado en el Antiguo Testamento el Ángel de Jehová, el Ángel del Pacto.

Cuando vino en carne humana, entonces vino para establecer un Nuevo Pacto, el Nuevo Pacto, y colocar la Sangre del Nuevo Pacto, que fue Su Sangre derramada en la Cruz del Calvario.

Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten;

y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia;

por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud.”

Toda la plenitud de Dios habitó en Cristo: Padre, Hijo y Espíritu Santo, todo habitó en Jesucristo. Por eso Él decía: “El Padre que mora en mí, Él hace las Obras.” Y también en el capítulo 4 de San Lucas, Él dijo: “El Espíritu del Señor está sobre mí.” ¿Ven? Estaba el Padre, estaba el Espíritu Santo ¿en quién? En Jesucristo el Hijo de Dios, en Él estaba la plenitud de la Divinidad.

En el capítulo 2, verso 9 al 10 también dice de Colosenses:

Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad,

y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad.”

Ahora, hemos visto quién es Jesucristo. Sigue diciendo en el capítulo 1, verso 20:

...y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos...”

La reconciliación de todas las cosas es por medio de Jesucristo, tanto las cosas que están en la Tierra, como las cosas que están en el Cielo.

...haciendo la paz mediante la sangre de su cruz.

Y a vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y enemigos en vuestra mente, haciendo malas obras, ahora os ha reconciliado

en su cuerpo de carne, por medio de la muerte, para presentaros santos y sin mancha e irreprensibles delante de él.”

Y ahora, podemos ver que la reconciliación del ser humano es por medio de Jesucristo nuestro Salvador. Ninguna persona puede acercarse a Dios, a menos que sea a través de Jesucristo. Cristo dijo en San Juan, capítulo 14, verso 6:

Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; y nadie viene al Padre, sino por mí.”

Para una persona acercarse a Dios, llegar a Dios, tiene que hacerlo a través de Jesucristo. Toda persona antes de acercarse a Dios, tiene que ser perdonado y limpio de todo pecado, y el único que perdona nuestros pecados es Jesucristo, al cual los confesamos, y el único que nos limpia de todo pecado es Jesucristo con Su Sangre. La Sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado, dice Primera de Juan, capítulo 1, verso 7.

Por lo tanto, no hay otra persona que pueda perdonar los pecados suyos y los pecados míos, ni tampoco hay nadie que pueda limpiarlo a usted o a mí de todo pecado, excepto uno, y Su Nombre es Señor Jesucristo, Él es el que perdona nuestros pecados y Él es el que con Su Sangre nos limpia de todo pecado.

Todo eso fue tipificado en el Antiguo Testamento en la Fiesta de la Expiación, en donde era sacrificado un macho cabrío, el cual había sido escogido por Jehová; la suerte es echada sobre dos machos cabríos y la suerte de uno caería sobre Jehová, la suerte, para ser sacrificado a Dios, el otro caería sobre Azazel.

Ahora, en el capítulo 23 de Levítico, verso 26 en adelante, nos muestra el orden para la reconciliación del ser humano con Dios. Todo esto fue reflejado en medio del pueblo hebreo, porque el pueblo hebreo tipifica a la Iglesia del Señor Jesucristo. Por lo tanto, lo que tendría la Iglesia de Jesucristo se había reflejado en el pueblo hebreo.

El pueblo hebreo tuvo también el cordero pascual, para ser preservada la vida de todo primogénito del pueblo hebreo allá en Egipto en la noche de la pascua, que iba a pasar la muerte por la Tierra e iba a morir todo primogénito. Pero los primogénitos del pueblo hebreo no morirían, porque tendrían la sangre del cordero pascual.

Y los miembros del Israel Celestial, que son los miembros de la Iglesia de Jesucristo, no mueren, son los Primogénitos de Dios, escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, o sea, no reciben la segunda muerte, sino que viven eternamente con Cristo en Su Reino, porque ellos tienen el Cordero Pascual y tienen la Sangre de Cristo, la Sangre del Cordero Pascual aplicada en los postes y el dintel de la puerta de su corazón. Por lo tanto, la muerte espiritual no puede entrar al alma de nosotros, tenemos el Cordero Pascual, a Cristo.

Por eso, Pablo en Primera de Corintios, capítulo 5, verso 7, nos habla acerca de esto, diciéndonos de la siguiente manera:

Limpiaos, pues, de la vieja levadura, para que seáis nueva masa, sin levadura como sois; porque nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros.” (Primera de Corintios, capítulo 5, verso 7).

Por lo tanto, vean así como el sacrificio de la pascua y la sangre aplicada en el dintel de los postes de las puertas de los hogares hebreos, libró a los primogénitos hebreos de la muerte la noche de la pascua.

Ahora la raza humana está pasando por una etapa de noche espiritual, y en esa etapa de noche espiritual, los primogénitos de Dios del Israel Celestial, han aplicado la Sangre de Cristo en sus almas, sus corazones y la muerte espiritual no puede entrar a sus almas, por lo tanto, tienen Vida eterna y son preservados para vivir eternamente con Cristo en Su Reino.

Y ahora, eso es así también para la Iglesia como Cuerpo Místico de Cristo.

Y ahora, en Levítico, capítulo... eso está por allá en el Antiguo Testamento. Lo de la pascua está en el capítulo 12 del Éxodo, del verso 1 al 28. Pero aquí la fiesta de la expiación está en Levítico, capítulo 23, verso 26 en adelante:

También habló Jehová a Moisés, diciendo:

A los diez días de este mes séptimo será el día de expiación; tendréis santa convocación, y afligiréis vuestras almas, y ofreceréis ofrenda encendida a Jehová.

Ningún trabajo haréis en este día; porque es día de expiación, para reconciliaros delante de Jehová vuestro Dios.

Porque toda persona que no se afligiere en este mismo día, será cortada de su pueblo.”

Las personas eran reconciliadas con Dios cuando venían arrepentidos de sus pecados y afligidos en sus almas por haber pecado contra Dios, tristes por haber pecado contra Dios, y pidiendo perdón a Dios. Mientras el sumo sacerdote efectuaba el sacrificio de la expiación, el sacrificio de ese macho cabrío por Jehová, y luego llevaba la sangre al lugar santísimo y esparcía con su dedo siete veces sobre el propiciatorio, que es la tapa del arca, el propiciatorio de oro que tiene dos querubines de oro, uno en cada lado, y sobre el propiciatorio en medio de los dos querubines de oro estaba la Columna de Fuego, aquella Luz que le apareció a Moisés y luego guió al pueblo hebreo por el desierto.

Allí frente a Dios, era llevada la sangre de la expiación, para el perdón de los pecados del pueblo, de todas aquellas personas que afligían sus almas por haber pecado contra Dios y pedían perdón a Dios.

El propiciatorio es el Trono de Dios. Aquel propiciatorio en el tabernáculo que construyó Moisés y el templo que construyó Salomón, tipifica el Trono Celestial de Dios.

Y ahora, desde el Día que se efectuaba esa expiación, quedaban reconciliadas con Dios todas las personas que arrepentidos de sus pecados pedían perdón a Dios. Los que no lo hacían así, no quedaban reconciliados con Dios, no quedaban perdonados sus pecados y por consiguiente no quedaban cubiertos con la sangre de la expiación y por consiguiente Dios los miraba, y los veía con pecado, y entonces el juicio divino venía sobre esas personas. “Porque la paga del pecado es muerte,” dice San Pablo en Romanos, capítulo 6, verso 23.

Por lo tanto, venía la muerte sobre esas personas, perdían el derecho y la oportunidad de vivir un año más. ¿Por qué un año y no para siempre? Porque aquellos sacrificios no eran perfectos; solamente eran tipo y figura del Sacrificio perfecto que llevaría a cabo Jesucristo, el Mesías en Su Primera Venida, el cual perdonaría nuestros pecados, nos limpiaría con Su Sangre preciosa, nos reconciliaría con Dios y nos restauraría a la Vida eterna, y así obtendríamos el derecho a vivir eternamente con Cristo en Su Reino.

Desde la muerte de Cristo en la Cruz del Calvario, en el Templo Celestial comenzó el Día de la Expiación, ya no con un animalito, sino con un hombre del cual Juan dijo: “He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.”

Todo lo que se realizaba en el templo terrenal de Salomón, que construyó Salomón, y en el tabernáculo que construyó Moisés, es tipo y figura de las cosas que suceden en el Templo Celestial. Y las cosas que estaban en el tabernáculo que construyó Moisés y el que construyó el rey Salomón, representan las cosas que hay en el Templo Celestial. Por eso fue construido el tabernáculo por Moisés conforme al modelo que Dios le dio al Profeta Moisés, un modelo conforme al diseño del Templo Celestial. Cada cosa en el tabernáculo representa algo del Templo Celestial. Por lo tanto, nosotros estamos representados en el templo que construyó Salomón y en el templo que construyó el Profeta Moisés.

Y por esa causa, así como Moisés sacrificó el macho cabrío de la expiación y roció todo el tabernáculo y todos los vasos del ministerio y llevó la sangre al lugar santísimo y la esparció sobre el propiciatorio, y también esparció sobre el pueblo hebreo, tipificando que el sumo sacerdote del Templo Celestial, el cual es Jesucristo, Melquisedec, estaría esparciendo Su Sangre sobre todos los escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero. Todos los miembros de la Iglesia de Jesucristo son personas Celestiales.

San Pablo dice de los creyentes en Cristo, que son personas que tienen su ciudadanía Celestial; no importa que físicamente hayamos nacido en la Tierra y tengamos una ciudadanía terrenal del país donde nacimos; eso es por causa de que nacimos a través de nuestros padres terrenales y aparecemos como descendientes de Adán y Eva, tenemos una ciudadanía terrenal. Pero al nacer de nuevo, del Agua y del Espíritu, hemos nacido del Cielo y tenemos una ciudadanía Celestial; porque la persona al nacer obtiene la ciudadanía del país donde nació.

Y el nuevo nacimiento, ¿es de la Tierra o es del Cielo? Es del Cielo. Como cuando Cristo preguntó a los doctores de la ley y fariseos y saduceos. “El bautismo de Juan, ¿era de los hombres o era del Cielo?” ¿Ven? Porque el bautismo de Juan era del Cielo, fue ordenado por Dios, fue ordenado desde el Cielo.

Ahora, vean el Filipenses, capítulo 3, verso 20 al 21, dice:

Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo;

el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.”

Con ese poder con el cual pudo sujetar a Sí mismo toda la creación, el mundo visible y el mundo invisible; Él con ese poder va a transformar nuestros cuerpos, para que sea nuestro cuerpo semejante al cuerpo de la gloria Suya, para que nuestro cuerpo sea un cuerpo glorificado, joven y eterno como el cuerpo glorificado de Jesucristo nuestro Salvador. Esto es para los ciudadanos Celestiales.

¿Cómo obtenemos esa ciudadanía? Recibiendo a Cristo como nuestro Salvador, lavando nuestros pecados en Su Sangre, siendo bautizados en agua en Su Nombre y recibiendo el Espíritu Santo, así obtenemos el nuevo nacimiento, así obtenemos ese nacimiento del Cielo, y por consiguiente somos ciudadanos Celestiales. Aunque mantenemos nuestra ciudadanía terrenal, pero somos ciudadanos del Cielo, y vamos a obtener también la literal, cuando seamos transformados, por cuanto esa transformación viene del Cielo, entonces físicamente también seremos físicamente ciudadanos Celestiales, ya no seremos mortales, sino inmortales, iguales a Jesucristo con cuerpos jóvenes, ¿para cuánto tiempo? Para toda la eternidad; porque hemos sido reconciliados, no por un año, sino para toda la eternidad.

Ahora, hemos visto este misterio de quién es Cristo y lo que ha hecho por mí y por usted, y hemos visto cómo recibir Sus bendiciones. Recibiendo a Cristo recibimos todas Sus bendiciones, porque Él tiene todas Sus bendiciones y las da a aquél que lo recibe como su Salvador personal.

Cristo es el Sol de Justicia, Él dijo:

Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.” (San Juan, capítulo 8, verso 12).

En Malaquías también dice:

Mas a vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el Sol de justicia, y en sus alas traerá salvación.” (Malaquías, capítulo 4, verso 2).

¿Y qué significa esto? Esto nos habla de la Segunda Venida de Cristo, es Cristo en Su Segunda Venida. Y Él siendo el Sol de Justicia, en el cumplimiento de Su Segunda Venida, tendremos el Sol de Justicia resplandeciendo y alumbrándonos el alma, la mente y todo nuestro ser.

¿Y qué significan las alas del Sol de Justicia? Vamos a ver en San Mateo, capítulo 16, donde nos habla acerca de la Venida del Hijo del Hombre. Capítulo 16, versos 26 en adelante, 26 al 28, dice Cristo:

Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?”

O sea, ¿qué aprovecha a una persona convertirse aquí en un multimillonario y perder su alma, no haber recibido a Cristo como su Salvador y no tener Vida eterna? ¿De qué le habrá servido? De nada le sirvió vivir en esta Tierra. No sirve de nada vivir sin Cristo en esta Tierra. No tiene sentido la vida sin Cristo.

Vean que sentido tiene para las personas: nacer, comer, dormir, crecer, luego ir a estudiar, cuando ya tienen la edad, ir a la escuela, donde algunas veces se cansan los niños de ir a la escuela y algunas veces da trabajo para que se levanten en la mañana y más los lunes, es el día (algunas veces) más difícil. No solamente para los niños ¿verdad? Para los padres también y para los que van a trabajar en la mañana ese día para algunos es más difícil. Y para las madres que tienen que preparar a los niños, luego de haber tenido sábado y domingo libres, y el lunes otra vez. ¿Ven?

Es un circulo así en la vida de los niños, y después ya van entrando a grados más altos, luego van a la universidad (algunos), se hacen de una profesión, otros no van a la universidad y van a un colegio y se hacen de alguna carrera corta, y otros no van a ningún sitio y se van a trabajar a la construcción, o a cualquier otro trabajo; porque no pueden esperar que los llamen para ser un gerente de un lugar si no ha estudiado, porque en esos lugares para esas posiciones necesitan alguien, alguna persona que haya estudiado. Por lo tanto, tiene que conformarse con lo que encuentre para trabajar y ganar dinero y tener el sostén para él y su familia.

Luego, lo mismo que hicieron cuando nacieron, que empezaron a comer, a buscar comida y la buscan en el pecho de la madre, y después ya la madre más adelante le da sus botellas y sus comiditas y luego ya come solo, y siguen comiendo solos hasta que se mueren. ¿Ven? Y siguen después trabajando, comiendo, durmiendo, levantándose en la mañana a trabajar y algunos hacen bastante dinero y otros no hacen mucho, solamente consiguen a través de esos trabajos para el sostén de ellos, de sus familias.

Pero el rico y el pobre, les llega un día que mueren ¿ven? El final es el mismo. Y los que mueren sin haber recibido a Cristo como su Salvador, mueren sin esperanza de volver a vivir en un nuevo cuerpo eterno, inmortal, incorruptible y glorificado y joven para toda la eternidad; mueren sin esperanza. Por lo tanto, ¿de qué le sirvió vivir en esta Tierra? De nada le sirvió, porque no hicieron lo que Jesús dijo: “Buscad primeramente el Reino de Dios y Su justicia.” Por lo tanto, lo primero es lo primero: buscar a Cristo, recibir a Cristo como nuestro Salvador y asegurar nuestro futuro eterno.

Y ahora, dice: “Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?”

Recuerde que el ser humano es: alma, espíritu y cuerpo, lo más importante de la persona es el alma, eso es lo que usted y yo somos: almas vivientes, almas que vivimos en estos cuerpos mortales y tenemos también un cuerpo espiritual llamado espíritu, un cuerpo parecido a nuestro cuerpo de carne, pero de otra dimensión. Pero el alma es lo más importante; el alma tiene dos cuerpos: el cuerpo espiritual de otra dimensión parecido al cuerpo de carne, y tiene el cuerpo de carne. Cuando muere nuestro cuerpo físico, lo que murió fue uno de los dos cuerpos: el cuerpo de carne.

El cuerpo espiritual no puede morir, hasta que los que no han recibido a Cristo, sean juzgados y condenados en el lago de fuego, sean juzgados y condenados en el juicio final y echados al lago de fuego, que es la segunda muerte, donde morirán en cuerpo, espíritu y alma. Digo “en cuerpo,” porque van a ser resucitados todos los muertos que no creyeron en Cristo, van a ser resucitados para ir al juicio final, y van a ir en cuerpo físico; pero luego cuando sean condenados, serán echados al lago de fuego, y entonces en cuerpo, espíritu y alma morirán.

Por eso Cristo dijo: “No teman ustedes a los que matan el cuerpo y después no tienen poder para matar el alma y el espíritu. Teman a aquel que puede destruir, matar en el infierno el cuerpo y el alma de la persona, (cuerpo, espíritu y alma).” Y ése es ¿quién? Dios, es el único que puede destruir, matar al ser humano completo: cuerpo, espíritu y alma.

¿Y qué podemos hacer para no morir de esa muerte, de la segunda muerte? Pues haber recibido a Cristo como nuestro Salvador. “El que oye mi Palabra, y cree al que me ha enviado, tiene Vida eterna; y no vendrá a condenación, mas pasó de muerte a vida.”

Hay que asegurar nuestro futuro, hay que asegurar el futuro nuestro, el futuro de nuestra alma, porque nosotros somos alma viviente, alma viviente viviendo en estos cuerpos de carne, que son temporales. Tenemos que asegurar con Cristo nuestro futuro eterno, y Él nos dará un cuerpo de ese Reino Suyo, un cuerpo inmortal y nos da un cuerpo espiritual, angelical, el cual es el Ángel de Jehová que acampa en derredor de los que le temen y los defiende. Cada creyente en Cristo tiene un Ángel, es un cuerpo angelical que recibe cuando obtiene el nuevo nacimiento.

Y por eso también Cristo es llamado el Ángel de Jehová, porque Cristo en Su cuerpo angelical es el Ángel de Jehová del Antiguo Testamento, en quien estaba, está y estará el Nombre de Dios.

Y ahora, hemos visto que lo más importante para el ser humano es la Vida eterna y para poder obtener la Vida eterna, necesita recibir al que es la Vida eterna y el que otorga la Vida eterna al ser humano, que es Jesucristo nuestro Salvador.

No hay otra forma, ni hay otra persona, es Jesucristo el que puede perdonar tus pecados y mis pecados, y el que puede limpiarte con Su Sangre de todo pecado y a mí también, y el que puede producir en ti el nuevo nacimiento, bautizarte con Espíritu Santo y Fuego, y producir en ti el nuevo nacimiento y darte un cuerpo angelical primero, y después te dará un cuerpo físico glorificado, cuando haya completado Su Iglesia.

Por lo tanto, Cristo, el Sol de Justicia, es el único que puede salvar nuestras almas del pecado y de las consecuencias del pecado, que es la muerte. Por lo tanto, la segunda muerte puede ser evitada, ¿cómo? Siendo quitados nuestros pecados.

¿Y cómo pueden ser quitados? Con la Sangre de Cristo. ¿Y cómo la Sangre de Cristo nos puede quitar los pecados? Pues recibiendo a Cristo como nuestro Salvador, y siendo bautizados en agua en Su Nombre.

Por eso Cristo dijo en San Marcos, capítulo 16, versos 15 al 16:

Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.

El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.”

Tan simple como eso, es un asunto de creer para ser salvo, creer ¿en qué? Creer en Jesucristo. Y para los que serán condenados, fue un asunto de que no creyeron, fueron incrédulos, no creyeron en Cristo, no lo recibieron como su Salvador, por lo tanto, sus pecados no fueron quitados, porque no recibieron al que tiene la Sangre que quita el pecado del ser humano.

Por lo tanto, vean, el futuro de todo ser humano está resumido aquí; el futuro de los que serán echados al lago de fuego está resumido aquí: escucharon la predicación del Evangelio y no creyeron, y por consiguiente no fueron bautizados y no recibieron el Espíritu Santo y no obtuvieron el nuevo nacimiento; por lo tanto, no pudieron entrar al Reino de Dios, que es el único Reino que existirá por toda la eternidad.

Y el futuro de los que vivirán eternamente, está aquí también; el futuro de ellos es el futuro de estas personas que recibieron a Cristo: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo.” Esas son las personas que escucharon la predicación del Evangelio y recibieron a Cristo como su Salvador, fueron bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo y Cristo los bautizó con Espíritu Santo y Fuego, y obtuvieron la salvación de sus almas, obtuvieron Vida eterna.

Por eso San Pedro en el libro de los Hechos, capítulo 2, en su primer mensaje predicó lleno del Espíritu Santo el Día de Pentecostés. Dice en el capítulo 2 del libro de los Hechos, capítulo 2, verso 36 en adelante, dice:

Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.

Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?

Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.

Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.

Y con otras muchas palabras testificaba y les exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación.

Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas.”

Hemos visto aquí que cuando Pedro predicó este mensaje el Día de Pentecostés y presentó a Cristo como el Mesías, el Salvador, tres mil personas, como tres mil personas creyeron, recibieron a Cristo como su Salvador, y fueron bautizadas en agua en el Nombre del Señor Jesucristo y Cristo los bautizó con Espíritu Santo y Fuego; porque enseguida que una persona recibe a Cristo como su Salvador, dice: “¿Cuándo voy yo a ser bautizado?”

Como el eunuco que creyó cuando Felipe le habló, le enseñó, le predicó la Palabra, luego el eunuco cuando van en el carro y ve agua, le pregunta a Felipe, le pregunta, cuándo él puede ser bautizado: “¿Qué impide que yo sea bautizado?” O sea, el eunuco, piensa: “¿Tendré yo que irme a mi país y esperar a regresar acá a Jerusalén, un año esperar para después ser bautizado?” No, Felipe le había enseñado acerca del bautismo en agua también.

Y el Día de Pentecostés a los que creyeron los bautizaron ese mismo día, y eran como tres mil personas. Y ahora el eunuco habiendo creído en Cristo, habiéndolo recibido como su Salvador y sabiendo que la orden de Cristo es:

Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.”

El eunuco dice: “¿Qué impide que yo sea bautizado?” Felipe le dice: “Si crees con toda tu alma, con todo tu corazón, de todo corazón, bien puedes.” Y el eunuco le dice a Felipe: “¡Yo creo!” Por lo tanto creyó, y bajaron del carro y fue bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo. El eunuco dijo: “Yo creo que Jesucristo es el Hijo de Dios.”

Y ahora, toda persona que escucha la predicación del Evangelio y recibe a Cristo como su Salvador, es porque ha creído que Jesucristo es el Hijo de Dios, que vino para buscar y salvar lo que se había perdido; para morir por nosotros y limpiarnos con Su Sangre de todo pecado y reconciliarnos con Dios y restaurarnos a la Vida eterna.

Por lo tanto, toda persona que recibe a Cristo como su Salvador, luego pregunta: “Bueno, ¿y cuándo me van a bautizar?” Y si ve agua, si ve un bautisterio, dice: “¿Qué impide que yo sea bautizado hoy?”

En algunos lugares, como el Día de Pentecostés, no piensen que ellos tenían tres mil vestiduras bautismales, para decirles: “Cambiénse de ropa, y se ponen esta, para que después se coloquen la de ustedes luego y se regresen secos.” Cuando fue predicado ese Mensaje (Pedro), bautizaron a todas esas personas y las personas entraban al agua y no se preocupaban si se les mojaba la ropa, pues después seguían caminando y se les secaba, o llegaban a sus hogares y se cambiaban de ropa, o si llevaban la maleta (que en aquel tiempo de seguro era como un morral), pues sacaban ropa seca y se la colocaban.

Pero tomando medidas de precaución en la actividad en todas las congregaciones, no solamente se tienen los bautisterios, sino que también se tienen ropas para que se las coloquen y no mojen la ropa seca que tienen, y luego de ser bautizados se colocan la ropa seca que traían y se van a sus hogares secos, con ropa seca, y no tienen que mojar la ropa con la que venían.

Eso es tomando las precauciones. Pero a Pedro y a los Apóstoles no les dio tiempo para tomar esas precauciones, ni sabían ellos que iban a bautizar todas esas personas; ellos no sabían cómo iba a ser ese momento en que ellos iban a recibir el Espíritu Santo.

Ahora, toda persona que recibe a Cristo como su Salvador, es porque ha escuchado la predicación del Evangelio y ha creído que Jesucristo es el Hijo de Dios, que vino para tomar nuestros pecados y morir por nosotros y quitar de nosotros nuestros pecados, limpiandonos con Su Sangre preciosa.

Desde el día que murió Cristo, desde ese día se abrió en el Cielo el Día de la Expiación; ya no es en el templo de Jerusalén, sino en el Cielo, a donde Cristo entró con Su Sangre y la colocó sobre el Propiciatorio del Templo Celestial, que es el Trono de Dios, y mientras esté Cristo allá como Sumo Sacerdote haciendo Intercesión con Su propia Sangre, desde el Trono de Dios es extendida la Misericordia de Dios para todo aquel que cree, para todo aquel que recibe a Cristo como su Salvador personal, y obtiene el perdón de sus pecados y es lavado con la Sangre de Cristo de todo pecado y es bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo lo bautiza con Espíritu Santo y Fuego, y así la persona obtiene el nuevo nacimiento, ha nacido del Agua y del Espíritu, ha obtenido esa transformación interior y ha obtenido un cuerpo angelical de la sexta dimensión.

La sexta dimensión es el Paraíso; si muere físicamente después, va a vivir al Paraíso en y con ese cuerpo angelical, donde están los Apóstoles y todos los santos de diferentes edades que han partido, los cuales están allá muy felices, pero están esperando que Cristo los resucite en cuerpos glorificados. Y nosotros perseveramos sirviendo a Cristo esperando nuestra transformación, para ser todos inmortales, glorificados, iguales a Jesucristo nuestro Salvador.

Él es el Sol de Justicia, el cual nos alumbra el alma, la mente y todo nuestro ser, para que podamos comprender Su Programa de Salvación, de Redención, Su Programa en el cual Él nos da y nos asegura la Vida eterna en Su Reino.

No hay ningún otro programa que tengan las naciones o algún otro reino, que le asegure a usted el perdón de sus pecados y que le asegure a usted la Vida eterna con el Rey de ese Reino: con Cristo. No hay otro programa, ni ninguna nación tiene un programa así, solamente el Reino de Dios, y Cristo es el Rey de ese Reino, el cual tiene ese Programa, y el cual está llevando a cabo ese Programa para Vida eterna del ser humano que lo recibe como su Salvador personal.

Les dije que Cristo es el Sol de Justicia, del pasaje que tuvimos al principio, y Sus alas, dijo Cristo:

Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?

Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras.” [Nota - San Mateo 16:26]

Los Ángeles del Hijo del Hombre son las alas del Sol de Justicia, y los Ángeles del Hijo del Hombre son los ministerios de los Dos Olivos, los ministerios de Moisés y Elías. Eso es Cristo en Su Segunda Venida con Sus alas, Cristo en Su Segunda Venida con Sus Ángeles, para pagar a cada uno conforme a sus obras. Cristo es el Sol de Justicia, Sus alas son los ministerios de los Dos Olivos, los ministerios de Moisés y Elías: los Ángeles del Hijo del Hombre.

Y ahora, en el Monte de la Transfiguración, por eso, cuando Cristo subió con Pedro, Jacobo y Juan en el capítulo 17, que es lo que sigue a lo que ya leímos; verso 1 en adelante, dice:

Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano, y los llevó aparte a un monte alto;

y se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz.

Y he aquí les aparecieron Moisés y Elías, hablando con él.”

Ahí tenemos a Cristo, el Hijo del Hombre con Su rostro como el Sol, porque Él es el Sol de Justicia, y a cada lado de Cristo, Moisés y Elías, ahí tenemos las alas del Sol de Justicia: los ministerios de Moisés y Elías. Estaba prometido en el verso 28 de ese capítulo 16 que leímos anteriormente:

De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte, hasta que hayan visto al Hijo del Hombre viniendo en su reino.”

Esa es la forma de la Venida del Reino de Dios, en el cual viene el Hijo del Hombre con Sus Ángeles, porque Cristo es el Sol de Justicia y en Sus alas traerá salud en Su Segunda Venida. Por lo tanto, todos necesitamos a Cristo, el Sol de Justicia, trayendo Salvación, salud en Sus alas en este tiempo final. Por lo tanto, todos necesitamos recibir a Cristo como nuestro Salvador, lavar nuestros pecados en Su Sangre y ser bautizados en agua en Su Nombre, para recibir el Espíritu Santo y así obtener el nuevo nacimiento.

Y en San Marcos, capítulo 16, verso 15 al 16. Repito esa lectura que tuvimos en unos minutos atrás:

Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.

El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.”

Todos queremos ser salvos, por lo tanto todos creemos en Jesucristo y lo recibimos como nuestro Salvador y Él nos ha limpiado con Su Sangre preciosa y hemos sido bautizados en agua en Su Nombre, y por consiguiente hemos recibido Salvación y Vida eterna. “El que creyere y fuere bautizado, será salvo.” Esa es la promesa de Cristo para los creyentes en Él.

¿Y qué de los que no han creído? Pues no están salvos, no tienen Salvación y Vida eterna y no tienen esperanzas de volver a vivir en un cuerpo nuevo y en un reino nuevo: el Reino de Jesucristo por toda la eternidad, no tienen esa esperanza. Pero pueden obtener esa esperanza, recibiendo a Cristo como su Salvador, lavando sus pecados en la Sangre de Cristo y siendo bautizados en agua en Su Nombre y Cristo los bautizará con Espíritu Santo y Fuego, y obtendrán así el nuevo nacimiento y así habrán obtenido Salvación y Vida eterna, habrán nacido en el Reino de Cristo y tendrán la esperanza de vivir en un cuerpo nuevo y eterno en el Reino de Jesucristo nuestro Salvador por el Milenio y por toda la eternidad.

Y eso es lo más importante para todo ser humano; pues la vida en este cuerpo es corta, pero en el nuevo cuerpo será sin límites, será una Vida eterna. Y eso es lo que todo ser humano quiere: quiere vivir eternamente, y quiere permanecer joven, pero algunos quieren eso pero sin Cristo, y sin Cristo eso es imposible; solamente es posible tener un cuerpo nuevo, eterno e inmortal y glorificado como el de Jesucristo, ¿cómo? Con Cristo, recibiendo a Cristo como nuestro Salvador.

Por lo tanto, eso es lo que Cristo ha prometido para usted y para mí. Ese es el seguro más importante que todo ser humano necesita tener, el seguro de la Vida eterna, y solamente hay uno que tiene ese seguro, y es el Señor Jesucristo.

¿Cuántos ya tienen el seguro de la Vida eterna? Ya el precio de ese seguro fue pagado por Cristo en la Cruz del Calvario, Él aseguró toda la Familia de Dios. Como el padre asegura, no solamente se asegura él, sino que asegura su familia cuando saca un seguro familiar, ya sea de salud u otro tipo de seguro. Ya Cristo nos aseguró a todos nosotros. Solamente tenemos que recibirlo como nuestro Salvador y entramos en el seguro de la Vida eterna que Cristo ha establecido para toda la Familia de Dios.

Y ahora, todo ser humano necesita el seguro de la Vida eterna, para poder vivir eternamente.

Por lo tanto, las personas que todavía no tienen ese seguro, porque no han recibido a Cristo como su Salvador, pueden obtener ese seguro, el seguro de la Vida eterna, ¿cómo? Pues recibiendo al que tiene y estableció ese seguro: a Jesucristo nuestro Salvador, el cual vino para buscar y salvar lo que se había perdido.

Por lo tanto, en esta tarde todos los que levantarán sus manos para recibir a Cristo como su Salvador, para que Dios desde Su Trono Celestial, extienda Su Misericordia hacia ustedes. El Rvdo. Miguel Bermúdez Marín estará orando por ustedes, para que Cristo extienda Su Amor y Misericordia hacia ustedes, perdone sus pecados y les limpie con Su Sangre de todo pecado, y puedan clamar: “¡Yo creo! ¡Yo he creído en el Nombre del Hijo de Dios, en el Nombre de Jesucristo! ¡Yo he creído que Jesucristo es el Hijo de Dios! Y ahora, ¿qué impide que yo sea bautizado?” Y puede decir el Rvdo. Miguel Bermúdez Marín y el ministro aquí: “Nada impide, bien puedes ser bautizado.”

Y el bautismo en agua es lo próximo y lo más inmediato a la conversión a Cristo de un ser humano. Después de la persona recibir a Cristo como su Salvador, el próximo paso es ser bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo. “Porque el que creyere y fuere bautizado, será salvo.” Por lo tanto, el que recibe a Cristo, quiere cumplir todo el mandamiento de Cristo: “El que creyere.” Pues dice: “Yo he creído.” “Y fuere bautizado.” “Pues yo voy a ser bautizado, quiero ser bautizado.” ¿Por qué? “Porque quiero ser salvo.”

Lo que deseamos es la salvación de nuestra alma, para vivir con Cristo luego en un nuevo cuerpo en Su Reino; pero ya Cristo transforma a la persona interiormente, lo hace una nueva criatura y después le transformará el cuerpo físico.

Bueno, hemos visto nuestro tema: “CRISTO, EL SOL DE JUSTICIA.”

Ha sido para mí un privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión, dándoles testimonio de: Jesucristo como el Sol de Justicia.

Muchas gracias por vuestra amable atención, amables amigos y hermanos presentes. Y continúen pasando una tarde llena de las bendiciones del Sol de Justicia, de Jesucristo nuestro Salvador.

Y pido al Rvdo. Miguel Bermúdez Marín pase nuevamente para estar con nosotros y orar por las personas que levantarán sus manos, para recibir a Cristo como su Salvador, para que Cristo les dé Vida eterna, para que así aseguren su futuro con Cristo en Su Reino con Vida eterna.

Con nosotros nuevamente el misionero, Rvdo. Miguel Bermúdez Marín, para orar por todas las personas que levantarán sus manos en esta tarde.

Que Dios les bendiga y les guarde a todos.

CRISTO, EL SOL DE JUSTICIA.”