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| Aguardando la Esperanza Bienaventurada | 2003-05-22 | 2 | Pachuca de Soto | Hidalgo | MX | 00:00:00 | false |
Muy buenas noches, amables amigos y hermanos presentes aquí en Pachuca, República Mexicana; es para mí una bendición y privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente a este tiempo final. Reciban todos saludos de mi esposa Erica, y los niños reciban saludos de mis niñas América y Yahannah Gabriela.
Para esta noche leemos las palabras del Apóstol San Pablo, dirigidas a Tito, en la epístola a Tito, capítulo 2, versos 11 al 14, donde dice San Pablo:
“Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres,
enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente,
aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo,
quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras.”
Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.
Nuestro tema es: “AGUARDANDO LA ESPERANZA BIENAVENTURADA.”
Así como el Patriarca y Profeta Abraham esperaba el hijo que Dios le prometió, y él esperaba al hijo que Dios le prometió. Esperanza contra esperanza. ¿Y qué significa eso? Pues usted no puede esperar que a un hombre de más de setenta y cinco años y una mujer de unos sesenta y algo de años, les nazca un hijo; y Abraham continuaba esperando algo contra algo que no se podía esperar.
No se podía esperar de un anciana. ¿De cuántos años Miguel, cuando Dios le dio la promesa? De sesenta y cinco años. Abraham le llevaba diez años a Sara. Y ahora cuando Dios le hace la promesa a Abraham, se la hace cuando Sara ya tiene sesenta y cinco años de edad, y Abraham tenía setenta y cinco años de edad.
Es como si viene una persona a unos ancianos, el esposo de setenta y cinco años y la esposa de sesenta y cinco años, y les dicen: “Dios les va a dar un hijo.” ¿Qué dice el esposo, y qué dice la esposa? “Tú estas loco. Ya mi esposa no puede concebir; ya le pasó el tiempo de la costumbre de las mujeres, y para colmo ella es estéril.”
Pero cuando Dios le apareció a Abraham y le dijo que le iba a dar un hijo, Abraham no dijo que no podía, él dijo: “¡Amén, yo lo creo!” Y él colocó su fe en Dios y su esperanza en lo que Dios le había prometido. Por lo tanto, él estaba esperando algo que Dios le había prometido; y él tenía bien fundada su fe y su esperanza, ¿por qué? Porque la tenía fundada en Dios y Su Palabra. Y los Cielos y la Tierra pueden pasar, pueden desaparecer, pero la Palabra de Dios permanece para siempre.
Por lo tanto, Abraham, a través de su esposa Sara, iba a tener un hijo, aunque ya estaban ancianos. Y cuando tuvieron ese hijo, el gozo iba a ser mayor que si lo hubiesen tenido cuando tenían veinticinco años, ¿por qué? Porque cuando un anciano tiene un hijo y una anciana tiene un hijo, eso es el gozo del hogar; un hijo a una edad avanzada, eso trae mucho gozo y alegría.
Como pasó el nacimiento de Juan el Bautista, el Arcángel le dijo que iban a tener gozo y alegría. Vean, eso está en San Lucas, capítulo 1. El gran Arcángel Gabriel, el Arcángel Profeta de la sexta dimensión, vean lo que dice aquí en el capítulo 1 de San Lucas, dice... capítulo 1, verso 11 en adelante, dice:
“Y se le apareció un ángel del Señor puesto en pie a la derecha del altar del incienso.
Y se turbó Zacarías al verle, y le sobrecogió temor.”
Zacarías era sacerdote y le tocó en ese tiempo estar ofreciendo el incienso a Dios en el templo. Su esposa Elisabet era estéril, y él había orado a Dios para que le diera un hijo; y ahora el sacerdote Zacarías está ya viejo, avanzado en edad, y su esposa también ya tiene cierta edad, está un poco ya entrada en edad.
“Pero el ángel le dijo: Zacarías, no temas; porque tu oración ha sido oída, y tu mujer Elisabet te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Juan.”
La oración del sacerdote Zacarías (que había pedido un hijo a Dios) había sido escuchada por Dios. Pero Dios es el que determina el momento en que la contestación de parte de Dios se materializará en la vida del que pidió a Dios alguna cosa.
“Y tendrás gozo y alegría (¿ven?)...
Y tendrás gozo y alegría, y muchos se regocijarán de su nacimiento;
porque será grande delante de Dios. No beberá vino ni sidra, y será lleno del Espíritu Santo, aun desde el vientre de su madre.
Y hará que muchos de los hijos de Israel se conviertan al Señor Dios de ellos.
E irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y de los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto.
Dijo Zacarías al ángel: ¿En qué conoceré esto? Porque yo soy viejo, y mi mujer es de edad avanzada.”
En vez de decir: “¡Gloria a Dios, que Dios ha contestado mi oración y voy a tener el hijo que le he pedido a Dios, y Dios me ha mandado un Arcángel poderoso con la contestación de que voy a tener un hijo; me ha mandado un Mensajero!” En vez de decir así, dice: “¿En qué voy a conocer que voy a tener un hijo? Si yo estoy viejo y mi esposa...” ¿Cómo dice aquí?:
“Porque yo soy viejo, y mi mujer es de edad avanzada.”
O sea, que el sacerdote Zacarías ya había dado por perdida su oración. Pero las oraciones de los santos llegan a Dios; no están perdidas las oraciones de todos los santos de Dios. Dios ha escuchado la oración de cada uno de ustedes y la mía también. Por lo tanto, esperen de un momento a otro la respuesta a vuestra oración.
Ya el sacerdote Zacarías había perdido la esperanza de tener un hijo a través de su esposa Elisabet.
“Respondiendo el ángel, le dijo: Yo soy Gabriel...”
Y ahora el sacerdote Zacarías no sabía con quién estaba hablando y quién era el que estaba hablando con él.
“Yo soy Gabriel.”
Gabriel significa: “Varón de Dios, Hombre de Dios.” Es un hombre pero de otra dimensión, de la sexta dimensión, es un hombre de la dimensión de los Ángeles; pero es un Ángel mayor: un Arcángel.
“Yo soy Gabriel, que estoy delante de Dios; y he sido enviado a hablarte, y darte estas buenas nuevas.
Y ahora quedarás mudo y no podrás hablar, hasta el día en que esto se haga, por cuanto no creíste mis palabras, las cuales se cumplirán a su tiempo.
Y el pueblo estaba esperando a Zacarías, y se extrañaba de que él se demorase en el santuario.
Pero cuando salió, no les podía hablar; y comprendieron que había visto visión en el santuario. El les hablaba por señas, y permaneció mudo.”
Ahora, vean ustedes cómo esta promesa de Dios, luego se cumplió en la vida del sacerdote Zacarías y de su esposa Elisabet, porque era la Palabra de Dios enviada a través del Arcángel Gabriel. Por lo tanto, el sacerdote Zacarías tenía que poner su fe y su esperanza en la Palabra de Dios, que vino a través del Arcángel Gabriel.
Y ahora, el sacerdote Zacarías era un hombre muy bienaventurado, porque iba tener un hijo que sería grande delante de Dios, porque sería un Profeta de Dios, el cual sería el precursor de la Primera Venida de Cristo; tendría el hijo prometido para precursar la Primera Venida de Cristo.
¿Cómo que tendría el hijo prometido para precursar la Primera Venida de Cristo? Claro que sí, porque ese hijo fue prometido que vendría a la Tierra.
Vean, en Malaquías, capítulo 3, verso 1 en adelante, dice:
“He aquí, yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí; y vendrá súbitamente a su templo el Señor a quien vosotros buscáis, y el ángel del pacto, a quien deseáis vosotros. He aquí viene, ha dicho Jehová de los ejércitos.”
¿Ven que estaba prometido aquí ese hijo que tenía que nacer?, el cual crecería y luego vendría a ser el precursor de la Primera Venida de Cristo, del cual Cristo dijo: “De los nacidos de mujer, no hubo ninguno mayor que Juan; pero el más pequeño del Reino de los Cielos es mayor que Juan.” Porque Juan el Bautista pertenece al pueblo de los siervos de Dios, pertenece al pueblo hebreo bajo la Ley; pero el más pequeño del Reino de los Cielos pertenece al pueblo de la Iglesia de Jesucristo, pertenece al Israel Celestial; y el Israel Celestial está compuesto por los hijos e hijas de Dios.
¿Y qué es más grande? En la familia de Abraham hubo un siervo llamado Eliezer, el cual era el administrador de la casa de Abraham, y era el siervo más grande; pero cuando nació Isaac, un bebé, ese bebé tan pequeño era más grande que el siervo más grande que Abraham tenía, ¿por qué? Porque Isaac era el hijo de Abraham, pero el siervo no era hijo de Abraham.
Y ahora, cuando nace en el Reino de Dios un hijo o una hija de Abraham celestial, que son los escogidos de Dios, los que reciben a Cristo como su Salvador, lavan sus pecados en la Sangre de Cristo, y son bautizados en agua en Su Nombre y reciben el Espíritu Santo, ha nacido en el Reino de los Cielos, ha nacido en el Cielo un hijo o una hija de Dios; y hay gozo en el Cielo, pues dice la Escritura que cuando un pecador se arrepiente, hay gozo en el Cielo; y cuando son dos los que se arrepienten, hay un gozo doble; y cuando son tres, hay un gozo triple; y cuando son veinte, hay más gozo; y cuando son cincuenta, hay mucho más gozo, ¿por qué? Porque están naciendo en el Reino de los Cielos hijos e hijas de Dios.
Y así como los padres se gozan cuando nacen sus hijos en sus hogares, nuestro Padre Celestial se goza cuando nace un hijo o una hija de Dios en el Reino de Dios.
Cristo habló acerca de este nacimiento a Nicodemo, cuando le dijo en el capítulo 3 de San Juan, verso 1 al 6: “De cierto, de cierto te digo, que el que no nazca de nuevo, no puede ver el Reino de Dios.” Y Nicodemo siendo un hombre muy inteligente con sus doctorados en teología, vean, dice a Cristo en el verso 4 de San Juan, capítulo 3:
“Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?
Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.
Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.
No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo.”
Y nosotros no podemos maravillarnos de que Cristo ha dicho que es necesario nacer de nuevo, nacer del Agua y del Espíritu para entrar al Reino de Dios. Pues todos los seres humanos quieren entrar al Reino de Dios y vivir eternamente con Cristo en el Reino de Dios, y es algo posible para todo ser humano que recibe a Cristo como su Salvador, lava sus pecados en la Sangre de Cristo, es bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo lo bautiza con Espíritu Santo y Fuego, y así la persona obtiene el nuevo nacimiento, nace en el Reino de Dios, entra al Reino de Dios, nace como un bebé en el Reino de Dios, y luego va a estar comiendo Alimento Espiritual, para ir creciendo espiritualmente. Así es en el Reino de Dios. “Porque no solamente de pan vivirá el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios.” Ese es el Alimento Espiritual para el alma de cada creyente en Cristo.
Y ahora, hemos visto que hay una forma para entrar al Reino de Dios; como hubo una forma para usted entrar a este reino terrenal, para usted entrar a esta dimensión terrenal, hubo una forma ¿cuál fue? Usted naciendo a través de sus padres terrenales.
Y para entrar al Reino de Dios hay una forma también: usted naciendo del Agua y del Espíritu, usted escuchado la predicación del Evangelio de la Gracia y recibiendo a Cristo como su Salvador, lavando sus pecados en la Sangre de Cristo y siendo bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo y Cristo lo bautiza con Espíritu Santo y Fuego, y usted obtiene el nuevo nacimiento; y así es como usted nace en el Reino de Dios y viene a ser un miembro del Reino de Dios, nace en esa dimensión espiritual, obtiene un cuerpo angelical teofánico de la sexta dimensión, de esa dimensión de los Ángeles de Dios.
Jesucristo antes de venir a la Tierra, ya Él existía. Cuando Él nació en Belén de Judea a través de la virgen María, lo que nació fue Su cuerpo físico, pero Él tenía ya Su cuerpo angelical. Por eso es que en San Juan, capítulo 8, versos 56 al 58, dice:
“Abraham vuestro padre se gozó de que había de ver mi día; y lo vio, y se gozó.
Entonces le dijeron los judíos: Aún no tienes cincuenta años, ¿y has visto a Abraham?
Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy.”
Cristo aquí muestra que antes de venir a existencia Abraham a esta Tierra, ya Jesucristo existía: “Antes que Abraham fuese, yo soy.”
¿Y cómo era Jesucristo antes que Abraham? ¿Cómo era Jesucristo antes de nacer Abraham? Veamos quién es Jesucristo y así entonces comprenderemos este misterio de Cristo existiendo antes de Abraham. En Primera de Pedro, capitulo 1, dice el Apóstol Pedro... capítulo 1, verso 10 en adelante de Primera de Pedro, dice:
“Los profetas que profetizaron de la gracia destinada a vosotros, inquirieron y diligentemente indagaron acerca de esta salvación,
escudriñando qué persona y qué tiempo indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, el cual anunciaba de antemano los sufrimientos de Cristo, y las glorias que vendrían tras ellos.”
Y ahora, Cristo existía en Espíritu Santo, Cristo en Espíritu Santo aparece aquí prometido para venir en medio del pueblo hebreo en la lectura que tuvimos de Malaquías, capítulo 3, verso 1 en adelante, en donde aparece también el que le iba a preparar el camino al Mesías, el cual fue Juan el Bautista.
Ahora, vamos a leerlo de nuevo. Malaquías, capítulo 3, verso 1 en adelante, dice:
“He aquí, yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí; y vendrá súbitamente a su templo el Señor a quien vosotros buscáis, y el ángel del pacto, a quien deseáis vosotros. He aquí viene, ha dicho Jehová de los ejércitos.”
¿Quién vendría? El Ángel del Pacto, Jehová el Señor; porque el Ángel del Pacto es Jesucristo en Su cuerpo angelical allá en el Antiguo Testamento.
También en el capítulo 1 de San Juan, verso 1 en adelante, dice:
“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.
Este era en el principio con Dios.
Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.
En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.”
Este es el Verbo que era con Dios, a través del cual Dios creó todas las cosas. Vamos a ver ahora en el verso 14, de este mismo capítulo 1, quién es el Verbo:
“Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.”
Y ahora, el Verbo que era con Dios, el Verbo que creó todas las cosas, el Verbo en quien estaba Dios manifestado, se hace carne y es conocido como Jesús. Jesucristo es el Verbo que era con Dios, a través del cual Dios creó todas las cosas, y luego se hizo hombre, se hizo carne y habitó en medio de la raza humana.
En Colosenses también, San Pablo nos dice, hablando de Cristo, capítulo 1 de Colosenses, verso 12 en adelante, dice:
“Con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz;
el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo (o sea, que nos sacó del reino de las tinieblas, del reino del Maligno, y nos colocó —Cristo— en Su Reino, el Reino de Cristo).
en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados. El es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación.”
Jesucristo es la imagen del Dios invisible, Jesucristo en Su cuerpo angelical es la imagen del Dios invisible. La imagen de Dios es el cuerpo angelical de Jesucristo. Sigue diciendo:
“Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él.”
Por medio de Jesucristo, estando Cristo en Su cuerpo angelical, fue que Dios creó a través de Jesucristo todas las cosas: el mundo invisible y el mundo visible también; todas las galaxias, todos los planetas, todo fue creado por Dios a través de Jesucristo; y Cristo estaba en Su cuerpo angelical, Su cuerpo teofánico, un cuerpo parecido a nuestro cuerpo, pero de otra dimensión.
Y ahora, Cristo en el Antiguo Testamento, antes de tener Su cuerpo de carne es llamado el Ángel de Jehová, el Ángel del Pacto.
Continuamos aquí leyendo, dice:
“Todo fue creado por medio de él y para él.”
O sea, que nadie tiene nada, sólo - el único que tiene algo es Jesucristo. ¿Y qué tiene Él? Toda la creación. Todo le pertenece a Él, y por medio de Él fue que Dios creó todas las cosas y para Él.
“Y él es antes de todas las cosas.”
Y ahora, no solamente es antes de Abraham, sino que es antes de todas las cosas, antes de toda la creación, antes de los planetas, antes de los sistemas solares, antes de las galaxias, antes de que apareciera un grano de arena en este planeta, o antes que apareciera el primer grano de arena, no solamente en este planeta, sino antes que apareciera en el Universo cualquier comienzo de vida, ya Cristo existía; en Él estaba la vida, y por eso de Él vino toda la creación.
La vida de toda la creación viene de Dios a través de Jesucristo. Dios siempre ha obrado y siempre obra y siempre obrará a través de Jesucristo; porque Él es la imagen del Dios invisible, Él es el cuerpo angelical de Dios.
“Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten (toda la creación subsiste ¿por qué? Porque Cristo les da vida, les mantiene en existencia),
y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia;
por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud.”
En Jesucristo habitó toda plenitud, toda la plenitud de Dios, esto es: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Todo estaba en un hombre llamado: Jesús. Por eso, Él decía que Él no hablaba, ni hacía nada de Sí mismo, sino que era el Padre en Él, Él decía: “El Padre que mora en mí, Él hace las obras.” Era Dios el Padre, obrando a través de Jesucristo nuestro Salvador.
“Y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos...”
La Obra de Redención realizada por Cristo en la Cruz del Calvario, reconcilia no solamente las cosas que están en la Tierra, sino las que están en el Cielo también.
“...haciendo la paz mediante la sangre de su cruz.
Y a vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y enemigos en vuestra mente, haciendo malas obras, ahora os ha reconciliado.”
La reconciliación del ser humano con Dios es a través de Jesucristo. Ninguna persona puede ser reconciliada por Dios o con Dios, y obtener el perdón de sus pecados, a menos que sea a través de Jesucristo nuestro Salvador.
En el Antiguo Testamento encontramos el sacrificio de la expiación, en donde el día diez del mes séptimo de cada año, el sumo sacerdote sacrificaba el macho cabrío de la expiación, y llevaba la sangre de ese macho cabrío dentro del lugar santísimo y esparcía con su dedo siete veces sobre el propiciatorio, y mientras eso sucedía, el pueblo estaba arrepentido de sus pecados, pidiendo a Dios perdón por sus pecados. Y cuando el sumo sacerdote terminaba esas labores en ese día, ya en la tarde, el pueblo quedaba perdonado y reconciliado con Dios.
Pero los que no se arrepentían de sus pecados y no pedían perdón a Dios por sus pecados y no creían que obtendrían el perdón de Dios y que serían reconciliados con Dios, porque no creían en ese sacrificio por el pecado, pues no quedaban reconciliados con Dios. Ese día era el día del perdón, para la reconciliación de los hijos de Israel con Dios; el que no quedaba reconciliado en ese día con Dios, perdía el derecho a vivir un año más; él moría, Dios cortaba su vida de en medio del pueblo.
Pero ahora ya no hay sacrificios de animalitos, porque ya Cristo realizó el Sacrificio perfecto en la Cruz del Calvario para la reconciliación, no solamente de los hebreos, sino también de los gentiles, para que ya sean hebreos o gentiles, puedan obtener el perdón de sus pecados, arrepentidos de sus pecados y puedan ser lavados con la Sangre de Cristo y puedan recibir el perdón de sus pecados y puedan ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo los bautice con Espíritu Santo y Fuego, y obtengan así el nuevo nacimiento, nazcan en el Reino de Dios del Agua y del Espíritu, y así sean una nueva criatura, sean ciudadanos del Cielo, celestiales, como está establecido que serían los creyentes en Cristo.
Ahora, podemos ver el significado de la Primera Venida de Cristo y Su muerte en la Cruz del Calvario: fue para que nosotros fuésemos perdonados y fuésemos reconciliados con Dios.
Por lo tanto, todo ser humano necesita a Cristo para poder obtener el perdón de sus pecados y poder ser bautizado con Espíritu Santo y Fuego y obtener el nuevo nacimiento y entrar al Reino de Dios. Cristo dijo: “Buscad primeramente el Reino de Dios.” Porque, ¿de que le vale al hombre si ganare todo el mundo y pierde su alma? Pues de nada le habrá servido estar viviendo en la Tierra y luego terminar sus días sin haber recibido a Cristo y haber obtenido el perdón de sus pecados y haber sido reconciliado con Dios para tener derecho a vivir, no por un año más, sino por toda la eternidad.
La reconciliación que Cristo hace del ser humano con Dios, es para toda la eternidad; porque el Sacrificio de Cristo es un Sacrificio perfecto; fue hecho una sola vez, porque es un Sacrificio perfecto, para que todo ser humano pueda ser reconciliado con Dios, ¿cómo? creyendo la predicación del Evangelio de Cristo, recibiendo a Cristo como su Salvador, arrepentido de sus pecados, y Cristo lo perdona, Cristo lo limpia con Su Sangre preciosa, y queda justificado ante Dios como si nunca en la vida hubiese pecado, y es bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo lo bautiza con Espíritu Santo y Fuego y obtiene el nuevo nacimiento.
Así es como se entra al Reino de Dios, así es como se nace en el Reino de Dios, así es como la persona obtiene el nuevo nacimiento. No hay otra forma para entrar al Reino de Dios. Cristo dijo: “El que no nazca del Agua y del Espíritu, no puede entrar al Reino de Dios.” Y todos queremos entrar al Reino de Dios, para vivir con Cristo por toda la eternidad.
Por lo tanto, toda persona necesita a Cristo como su Salvador personal, y luego en la Segunda Venida de Cristo, lo cual es una promesa dada desde el Antiguo Testamento y luego en el Nuevo Testamento. Los muertos en Cristo, las personas que han muerto físicamente, pero que son creyentes en Cristo, serán resucitados en cuerpos glorificados.
Cristo hablando de los creyentes en Él, dice en San Juan, capítulo 6, versos 39 al 40:
“Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero.”
Aquí tenemos la promesa de que Cristo resucitará a todos los creyentes en Él que han muerto físicamente.
“Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.”
Esta esperanza solamente la pueden tener los creyentes en Cristo, esta es la esperanza bienaventurada de todos los creyentes en Cristo que han recibido el perdón de sus pecados y han recibido salvación y Vida eterna.
Todos los que ya han muerto están en el Paraíso esperando que Cristo los resucite en cuerpos glorificados; y nosotros los que vivimos estamos esperando que acontezca la resurrección, para que Cristo entonces nos transforme a nosotros y nos dé un cuerpo glorificado, como Su cuerpo glorificado. Esa es una promesa divina, la cual esperamos: esperanza con esperanza.
O sea, que nosotros tenemos más ventaja que Abraham; porque Abraham estaba esperando el hijo prometido, cuando un hombre de setenta y cinco años en adelante con una esposa de sesenta y cinco años en adelante estéril, no puede esperar un hijo. Pero ahora nosotros estamos esperando: esperanza con esperanza, porque estamos esperando algo que Dios prometió, y nosotros sabemos que para Dios no hay nada imposible, y sabemos que este es el tiempo en que Dios cumplirá esa promesa. Por lo tanto, estamos esperando algo que será convertido en una realidad.
La Iglesia del Señor Jesucristo ha sido rejuvenecida en este tiempo final, como Sara fue rejuvenecida y como Abraham fue rejuvenecido para poder tener el hijo prometido.
Y ahora la Iglesia de Jesucristo ha sido rejuvenecida, y por consiguiente en la etapa de la Edad de la Piedra Angular es una Iglesia joven, una Iglesia en donde está la Vida de Cristo, el Espíritu Santo, para producir el cumplimiento de lo que Él ha prometido.
La esperanza bienaventurada para todos los hijos e hijas de Dios, depende de la Segunda Venida de Cristo. Todo está depositado en la Segunda Venida de Cristo: la resurrección de los muertos en Cristo y la transformación de nosotros los que vivimos.
En Filipenses, capítulo 3, verso 20 al 21, San Pablo dice:
“Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo;
el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya.”
Va a transformar nuestro cuerpo físico, para que sea semejante al cuerpo glorificado que Cristo tiene; y entonces todos seremos a Su imagen y a Su semejanza, y entonces tendremos Vida eterna física también.
“... por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.”
Ahora, hemos visto que estamos aguardando, esperando, la esperanza bienaventurada, estamos esperando en la Segunda Venida de Cristo y la resurrección de los muertos creyentes en Él y la transformación nuestra. La Segunda Venida de Cristo es para llevar a cabo la Obra de Reclamo, donde Él resucitará los creyentes que han partido y nos transformará a nosotros los que vivimos, y nos llevará con Él a la Cena de las Bodas del Cordero, a la Casa de nuestro Padre Celestial. Para eso es la Segunda Venida de Cristo.
Y así como hubo un precursor para la Primera Venida de Cristo, que le preparó el camino al Señor, para este tiempo final Dios también envió un precursor para la Segunda Venida de Cristo. Juan fue el precursor de la Primera Venida de Cristo con el espíritu y virtud de Elías, con el ministerio de Elías; aunque no era Elías, pero el ministerio que estaba operando en él, sí era el ministerio de Elías, el cual el Espíritu Santo estaba operando en Juan el Bautista. Por eso Jesús señaló a Juan el bautista como el Elías que había de venir en aquel tiempo. Y vean, vino llamando el pueblo al arrepentimiento y bautizando con bautismo de arrepentimiento al pueblo.
Y luego, cuando Jesús fue a Juan para ser bautizado y Juan lo bautizó, Juan dice que vio al Espíritu Santo descender en forma de paloma sobre Jesús y permaneció sobre Él, y luego dice: “Éste es aquél del cual yo hablé.” Vamos a ver cómo lo dice aquí, en el capítulo... vamos a ver aquí en San Juan, capítulo... ya les voy a dar el capítulo: San Juan, capítulo 1, versos... versos 26 en adelante, dice Juan:
“Juan les respondió diciendo: Yo bautizo con agua; mas en medio de vosotros está uno a quien vosotros no conocéis.
Este es el que viene después de mí, el que es antes de mí.”
Jesús nació seis meses después que Juan nació, y Juan ahora dice que es antes que él. Juan era antes que Jesús en su cuerpo de carne cuando nació; pero en su cuerpo espiritual, angelical, Jesús es primero que Juan, es primero que Abraham y es primero que toda la creación.
“Este es el que viene después de mí, el que es antes de mí, del cual yo no soy digno de desatar la correa del calzado.
Estas cosas sucedieron en Betábara, al otro lado del Jordán, donde Juan estaba bautizando.
El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.”
Al presentarlo en esta forma, está también anunciando, por consiguiente, la muerte de Cristo; porque muriendo Cristo, sería que Él llevaría nuestros pecados y quitaría el pecado del mundo.
“Este es aquel de quien yo dije: Después de mí viene un varón, el cual es antes de mí; porque era primero que yo.
Y yo no le conocía; mas para que fuese manifestado a Israel, por esto vine yo bautizando con agua.
También dio Juan testimonio, diciendo: Vi al Espíritu que descendía del cielo como paloma, y permaneció sobre él.
Y yo no le conocía; pero el que me envió a bautizar con agua, aquél me dijo: Sobre quien veas descender el Espíritu y que permanece sobre él, ése es el que bautiza con el Espíritu Santo.
Y yo le vi, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios.
El siguiente día otra vez estaba Juan, y dos de sus discípulos.
Y mirando a Jesús que andaba por allí, dijo: He aquí el Cordero de Dios.
Le oyeron hablar los dos discípulos, y siguieron a Jesús.”
Esos dos discípulos era Andrés el hermano de Pedro y Juan el Apóstol.
Y ahora, encontramos que más adelante está sucediendo algo, porque Cristo comenzó Su Ministerio, y ya en el capítulo 3, verso 22 en adelante, dice... de San Juan, capítulo 3, verso 22 al 30, dice:
“Después de esto, vino Jesús con sus discípulos a la tierra de Judea, y estuvo allí con ellos, y bautizaba.
Juan bautizaba también en Enón.”
Ahora vean, Jesús...
“Después de esto, vino Jesús con sus discípulos a la tierra de Judea, y estuvo allí con ellos, y bautizaba.”
Y ahora, aparecen dos predicadores, dos Profetas bautizando; Juan comenzó primero a predicar y a bautizar, y después comenzó Jesús a predica y a bautizar. Esto es muy importante, porque el precursor y el precursado aparecieron predicando y bautizando y los dos eran Profetas; pero sin embargo, uno estaba con sus discípulos y el otro estaba con sus discípulos.
“Juan bautizaba también en Enón, junto a Salim, porque había allí muchas aguas; y venían, y eran bautizados.
Porque Juan no había sido aún encarcelado.
Entonces hubo discusión entre los discípulos de Juan y los judíos acerca de la purificación.
Y vinieron a Juan y le dijeron: Rabí, mira que el que estaba contigo al otro lado del Jordán, de quien tú diste testimonio, bautiza, y todos vienen a él (o sea, de quien Juan dio testimonio, el cual era Jesús).
Respondió Juan y dijo: No puede el hombre recibir nada, si no le fuere dado del cielo.
Vosotros mismos me sois testigos de que dije: Yo no soy el Cristo, sino que soy enviado delante de él.
El que tiene la esposa, es el esposo; mas el amigo del esposo, que está a su lado y le oye, se goza grandemente de la voz del esposo; así pues, este mi gozo está cumplido.
Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe.”
Estas son palabras del precursor de la Primera Venida de Cristo, hablando acerca del que vendría después de él. Y para este tiempo final, el Rvdo. William Branham siendo el precursor de la Segunda Venida de Cristo, apareció predicando y bautizando en agua a las personas en el Nombre del Señor Jesucristo, y anunciando que pronto la Segunda Venida de Cristo sería cumplida; o sea, preparando al pueblo para la Segunda Venida de Cristo, para la Venida al cual él le estaba preparando el camino.
Y ahora, así como es importante conocer las palabras de Juan el Bautista, el precursor de la Primera Venida de Cristo, habló acerca del que vendría después de él; porque las palabras de Juan fueron las que identificaron al Mesías prometido.
Ahora, veamos para este tiempo final las palabras del precursor de la Segunda Venida de Cristo. Porque así como envió Dios un precursor, un Profeta preparándole el camino al Mesías para Su Primera Venida y lo envió bautizando en agua y predicando el arrepentimiento; para este tiempo final también envió el precursor de la Segunda Venida de Cristo, predicando y llamando al pueblo al arrepentimiento y bautizando en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.
Y ahora, en el libro de “Los Sellos,” página 474 y 475, dice el Rvdo. William Branham, que fue el precursor de la Segunda Venida de Cristo, el Elías que vendría en este tiempo final, dice:
“Quizás sea ahora el tiempo y la hora cuando aparezca esta gran persona que hemos estado esperando. Quizás este ministerio, por el cual he tratado de convertir a la gente a la Palabra, ha servido de fundamento. Si así es, entonces les estaré dejando para siempre. No habrá dos aquí al mismo tiempo. Y aun si así fuera, él crecerá y yo menguaré. ¡Yo no sé!”
Ahora vean, lo mismo que Juan el Bautista dijo: “Él crecerá, a Él le conviene crecer y a mí menguar.”
Y ahora, los dos estaban predicando y los dos tenían discípulos y los dos bautizaban en agua a las personas y llamaban al pueblo al arrepentimiento.
Y ahora, podemos ver que esto es una señal muy grande para todos los seres humanos que viven en este tiempo final, para que no se nos escape lo que Dios ha prometido para este tiempo final, para que no perdamos la esperanza bienaventurada, para que no perdamos la bendición en este tiempo final de estar preparados y listos para recibir a Cristo en Su Segunda Venida; porque Él viene para transformar nuestros cuerpos en este tiempo final, para así lo que hemos estado guardando (la esperanza bienaventurada) se convierta en una realidad en nuestras vidas y seamos transformados y seamos convertidos en personas jóvenes, en personas con cuerpos eternos y glorificados, igual al cuerpo glorificado de Jesucristo nuestro Salvador.
Ahora, Cristo todavía sigue llamando y juntando a Sus escogidos, a Sus hijos, en este tiempo final; y Él puede salir del Trono de Intercesión en el Cielo, hasta que haya llamado y juntado en Su Redil, Su Iglesia, todos los que están escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero.
Por lo tanto, el llamado al arrepentimiento, para obtener el perdón de los pecados y ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, sigue en pie y siguen siendo llamados y juntados todos los escogidos de Dios en este tiempo final. Por eso se continúa predicando el Evangelio de Jesucristo nuestro Salvador y siguen siendo bautizadas las personas en el Nombre del Señor Jesucristo.
Cristo dijo en San Marcos, capítulo 16, versos 15 al 16, luego que resucitó:
“Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.
El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.”
Tan sencillo, tan simple como eso. Se predica el Evangelio de Cristo y el que cree en Cristo arrepentido de sus pecados y le pide perdón a Cristo por pecar contra Dios, recibe el perdón de sus pecados; porque Cristo es el único que puede perdonar sus pecados y es el único que lo puede limpiar con Su Sangre de todo pecado y dejarlo sin pecado, y la persona es bautizada en agua en el Nombre del Señor Jesucristo y Cristo lo bautiza con Espíritu Santo y Fuego, y la persona obtiene el nuevo nacimiento, y la persona nace en el Reino de Cristo y la persona ha obtenido la salvación de su alma; por lo tanto, esa persona vivirá eternamente con Cristo en Su Reino, esa persona ha sido reconciliada con Dios.
Por lo tanto, se sigue predicando el Evangelio de la Gracia, el Evangelio de Cristo, y se sigue ofreciendo a todo ser humano la oportunidad para recibir a Cristo como su Salvador, ser bautizados en agua en Su Nombre, para que Cristo los bautice con Espíritu Santo y Fuego.
Por eso el Día de Pentecostés, San Pedro en el capítulo 2 del libro de los Hechos, verso 36 en adelante, dijo:
“Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.”
Por eso es que a Jesús lo llamamos Señor Jesucristo: porque Dios lo ha hecho Señor y Cristo.
“Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?
Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.
Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.
Y con otras muchas palabras testificaba y les exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación.
Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas.”
Y en el capítulo 4, verso 12 del libro de los Hechos, San Pedro dice:
“Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.”
No hay otro nombre para la salvación del ser humano, no hay otro nombre para la salvación del alma del ser humano, solamente hay uno, y ese Nombre es SEÑOR JESUCRISTO.
Por lo tanto, toda persona está llamada a recibir a Cristo, para recibir el perdón de sus pecados y tener la esperanza bienaventurada, estar esperando a Cristo en Su Segunda Venida para la transformación de su cuerpo físico, para tener un cuerpo eterno, inmortal, incorruptible y glorificado.
Tito, capítulo 2 y verso 13, dice:
“Aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo.”
“AGUARDANDO LA ESPERANZA BIENAVENTURADA.”
¿Cómo se aguarda esa esperanza bienaventurada? ¿Cómo se aguarda la Segunda Venida de Cristo? ¿Cómo se espera la Segunda Venida de Cristo? Habiendo recibido a Cristo como nuestro Salvador, habiendo lavado nuestros pecados en Su Sangre, habiendo sido bautizados en agua en Su Nombre y habiendo recibido Su Espíritu Santo y habiendo obtenido el nuevo nacimiento, habiendo nacido en el Reino de Cristo. Esas son las personas que están aguardando la esperanza bienaventurada para obtener la transformación de sus cuerpos. ¿Y quiénes son esas personas? Todos nosotros.
Y si alguno no tiene la esperanza bienaventurada de esperar la Segunda Venida de Cristo para ser transformados y ser iguales a Jesucristo, en esta noche puede obtener esa esperanza bienaventurada, para estar guardando la Segunda Venida de Cristo, para la transformación de su cuerpo. Podrá levantar su mano para recibir a Cristo como su Salvador, y el Rvdo. Miguel Bermúdez Marín estará orando por ustedes, para que Cristo tenga Misericordia de ustedes, perdone sus pecados, les limpie con Su Sangre preciosa, y sean bautizados en agua en Su Nombre y Cristo los bautice con Espíritu Santo y Fuego, y obtengan el nuevo nacimiento y nazcan así en el Reino de Cristo, y así obtengan la salvación de su alma, y sepan conscientemente que vivirán eternamente con Cristo en Su Reino; y así vivan esperando la esperanza bienaventurada de la Segunda Venida de Cristo para nuestra transformación.
Ha sido para mí un privilegio grande estar con ustedes en esta noche, dándoles testimonio de nuestro tema: “ESPERANDO LA ESPERANZA BIENAVENTURADA.” “AGUARDANDO LA ESPERANZA BIENAVENTURADA.”
Que las bendiciones de Cristo, el Ángel del Pacto, nuestro Salvador, sean sobre todos ustedes y sobre mí también. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén y amén.
Ya con nosotros el misionero, el Rvdo. Miguel Bermúdez Marín, para orar por las personas que levantarán sus manos, para que Cristo tenga Misericordia de ustedes.
Muchas gracias y continúen pasando una noche llena de las bendiciones de Jesucristo nuestro Salvador.
“AGUARDANDO LA ESPERANZA BIENAVENTURADA.”