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El nombre para salvación 2003-04-01 1 Santiago de Cali Valle del Cauca CO 00:00:00 false

Muy buenas noches, amables y amados amigos presentes; es para mí una bendición grande estar con ustedes en esta ocasión, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente a este tiempo final.

Reciban todos saludos de mi esposa Erica y también de mis niñas América y Yahannah Gabriela. América les envía muchos saludos a los niños, y ella ama mucho a todos los niños de toda la América Latina y el Caribe. Por aquí están quiénes les envían saludos: mi esposa Erica, Yahannah Gabriela y América, la cual está aquí en la esquina.

Bueno, en esta noche vamos a leer en el libro de los Hechos, capítulo 4, verso 5 al 12, donde los Apóstoles Pedro y Juan habían sido tomados presos, habían sido llevados al concilio y estaban siendo juzgados allí por el concilio. Vamos a ver... vamos a comenzar en el verso 1, para que tengan el cuadro claro, dice:

Hablando ellos al pueblo, vinieron sobre ellos los sacerdotes con el jefe de la guardia del templo, y los saduceos,

resentidos de que enseñasen al pueblo, y anunciasen en Jesús la resurrección de entre los muertos.

Y les echaron mano, y los pusieron en la cárcel hasta el día siguiente, porque era ya tarde.

Pero muchos de los que habían oído la palabra, creyeron; y el número de los varones era como cinco mil (o sea, una multitud grande).

Aconteció al día siguiente, que se reunieron en Jerusalén los gobernantes, los ancianos y los escribas,

y el sumo sacerdote Anás, y Caifás y Juan y Alejandro, y todos los que eran de la familia de los sumos sacerdotes;

y poniéndoles en medio, les preguntaron: ¿Con qué potestad, o en qué nombre, habéis hecho vosotros esto?

Entonces Pedro, lleno del Espíritu Santo, les dijo: Gobernantes del pueblo, y ancianos de Israel:

Puesto que hoy se nos interroga acerca del beneficio hecho a un hombre enfermo, de qué manera éste haya sido sanado,

sea notorio a todos vosotros, y a todo el pueblo de Israel, que en el nombre de Jesucristo de Nazaret, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de los muertos, por él este hombre está en vuestra presencia sano.

Este Jesús es la piedra reprobada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo.

Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.

Entonces viendo el denuedo de Pedro y de Juan, y sabiendo que eran hombres sin letras y del vulgo, se maravillaban; y les reconocían que habían estado con Jesús.”

Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.

Nuestro tema para esta ocasión es: “EL NOMBRE PARA SALVACIÓN.”

La salvación de Dios, vean, tiene un nombre, la salvación de Dios es manifestada siempre en un nombre, y por eso en el Antiguo Testamento el Dios Todopoderoso, el cual dice que El es el único que puede salvar y no hay otro.

Ahora, encontramos que el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, manifestado en Su Ángel, el Ángel de Jehová, tenía un nombre, y llevó a cabo la salvación de Israel, la liberación del pueblo hebreo, el cual estaba cautivo en Egipto. Egipto representa el reino de las tinieblas y el faraón representa al diablo.

Por lo tanto, en esa liberación que Dios realizó por medio de Su Ángel, el Ángel de Jehová, manifestado a través del Profeta Moisés, encontramos que allí Dios representó la salvación, que Dios por medio de Cristo (lo cual es nada menos que Dios por medio de Su Ángel, el Ángel de Jehová, manifestado en carne humana, hecho hombre, hecho carne), llevaría a cabo en medio del pueblo hebreo esa salvación, en donde Dios sacaría, libertaría, salvaría a Su pueblo del reino de las tinieblas, del reino del diablo.

Ahora, encontramos que hay un Nombre en esa y para esa salvación en el Nuevo Testamento, y no hay otro nombre en el cual nosotros podamos ser salvos; ese es el Nombre de Dios para salvación manifestado en Jesucristo. Por eso Cristo dijo: “Yo he venido en Nombre de mi Padre.” También El dijo en una ocasión: “Padre glorifica Tu Nombre.” Y Dios dijo: “Lo he glorificado y lo glorificaré otra vez.” En Su Primera Venida lo glorificó, y en Su Segunda Venida lo glorificará otra vez.

Ahora, encontramos que en el Antiguo Testamento estaba allí el Nombre de Dios, ¿en quién? En el Ángel de Jehová. Por eso Moisés en el capítulo 3 del Éxodo quiso saber cuál era el Nombre del Ángel de Jehová, y le dice al Ángel de Jehová: “Ahora llego yo a los hijos de Israel y les digo que el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de vuestros padres me ha aparecido, y si ellos me preguntan: ¿Cuál es Su nombre? ¿Qué les voy a responder?”

El Ángel de Jehová, en el cual estaba Dios, porque el Ángel de Jehová es Cristo en Su cuerpo angelical, es el cuerpo angelical de Dios, es el cuerpo teofánico de Dios, el cual es un hombre, pero de otra dimensión, a través del cual Dios creó los Cielos y la Tierra; y ése es nuestro amado Señor Jesucristo antes de venir a la Tierra en carne humana.

Ahora, de que Dios haya creado los Cielos y la Tierra a través de Cristo, eso está muy claro en la Biblia. En el libro, o en el Evangelio según San Juan, capítulo 1, verso 1 en adelante, dice:

En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.

Este era en el principio con Dios.

Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.”

Y ahora, todas las cosas fueron hechas por medio del Verbo. ¿Y quién las hizo por medio del Verbo? Dios.

Y ahora, sabemos que el Verbo es Jesucristo, el Ángel de Jehová. Ahora, vean:

En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres...”

Por lo tanto, toda cosa que haya venido a existencia: los Cielos y la Tierra, vino, ¿de dónde? De Dios a través de Jesucristo, porque en El estaba la vida. Por lo tanto, todo lo que ha venido a existencia, a vida, a venido a través de Jesucristo, toda la creación de Dios.

Y ahora, en el capítulo 1 mismo, verso 14, dice:

Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.”

Y ahora, el Verbo que era con Dios y era Dios, a través del cual Dios estaba manifestado, ahora se hizo carne, se hizo hombre en esta dimensión terrenal y fue conocido por el nombre de Jesús.

También en... les leí el verso 14, del capítulo 1 de San Juan, ahora veamos lo que dice San Pablo en el capítulo 1 del libro, de la carta a los Colosenses, verso 12 en adelante, dice:

Con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz;

el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo.”

Y ahora, hemos sido libertados de las tinieblas, de la potestad del poder de las tinieblas, y hemos sido trasladados al Reino de Jesucristo, el Hijo de Dios. Eso es el Segundo Éxodo, el cual Cristo, el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová, ha llevado a cabo cuando se hizo carne y murió por todos nosotros en la Cruz del Calvario. Y todo eso fue reflejado en el Éxodo que llevó a cabo con el pueblo hebreo. Y ahora nos ha colocado, ¿dónde? En Su Reino, el Reino de Cristo, que es el Reino de Luz.

...en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados.”

No hay Redención a menos que sea por medio de la Sangre de Cristo. Por eso en el Antiguo Testamento se llevaban a cabo sacrificios de animalitos para obtener las personas el perdón de sus pecados y ser cubiertos de todo pecado con la sangre de esos animalitos.

Encontramos que el día diez del mes séptimo de cada año se efectuaba el sacrificio por el pecado, el sacrificio del macho cabrio de la expiación, para el pueblo ser perdonado y ser reconciliados con Dios por un año; luego el otro año tenían que hacer lo mismo, porque los sacrificios de animalitos, por cuanto no tienen alma los animales no son perfectos, y por eso se tenían que repetir año tras año esos sacrificios, hasta que llegara un sacrificio perfecto, se efectuara un sacrificio perfecto, y entonces sería una reconciliación para toda la eternidad.

No se requieren ya más sacrificios, porque ya el Sacrificio perfecto fue llevado a cabo por Cristo, el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová con Su cuerpo físico que El obtuvo aquí en la Tierra. Cristo murió físicamente, pero Su espíritu no murió, ni Su alma tampoco. El fue en espíritu y predicó a los espíritus encarcelados que estaban en el infierno, los cuales habían sido desobedientes en el tiempo de Noé. Eso está en Primera de Pedro, capítulo 3, verso 17 al 25 por ahí (más o menos), al 22, dice:

Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados (o sea, una sola vez sería el sufrimiento de Cristo, el padecimiento de Cristo por los pecados)... el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu;

en el cual también fue y predicó a los espíritus encarcelados, los que en otro tiempo desobedecieron, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, mientras se preparaba el arca, en la cual pocas personas, es decir, ocho, fueron salvadas por agua.”

Y ahora, encontramos que para el tiempo de Noé, la paciencia de Dios esperaba. ¿Por qué esperaba Dios? ¿Por qué Dios tenía paciencia? Dios esperaba por Noé. No estaba esperando por el mundo, el mundo ya había sido condenado, hacía ya muchísimos años. Desde que Dios le apareció a Noé y le dijo que había decidido el fin de toda carne, ya la sentencia estaba dictada, y no sería anulada esa sentencia.

Pero vean, fue diferido el tiempo del juicio divino por causa de Noé, el cual fue hallado justo delante de Dios, porque Noé ofrecía a Dios el sacrificio por el pecado, por él y pos su familia. Y Dios le dio a conocer a Noé que había llegado el fin para toda carne, y le dio a conocer a Noé cómo escapar del juicio divino que vendría sobre la Tierra; pues por cuanto Dios no puede destruir el justo con los injustos, entonces Dios le dio a conocer a Noé cómo escapar del juicio divino, o sea, le dio una puerta de salida para escapar del juicio divino.

Como también para este tiempo final Cristo dijo (profetizando) que este tiempo sería como en los días de Noé y también como los días de Lot. El mundo ya está condenado, y encontramos que hace muchos años que la humanidad dice: “Hace un año que ya están diciendo lo mismo, están diciendo lo mismo: que Dios va destruir la raza humana, que viene el juicio divino, que viene la gran tribulación, y no ha venido.” Y creen que no va venir.

¿Pero qué está sucediendo? La paciencia de Dios, la paciencia de Dios, no por el mundo, sino por los escogidos.

El Hijo del Hombre, dijo Cristo que vendrá con Sus Ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras. Y El dice que la Venida del Hijo del Hombre será como en los días, ¿de quién? De Noé y como en los días de Lot. En los días de Noé fue que le apareció Dios a un Profeta dispensacional, se le reveló, le reveló todas las cosas que iban a suceder en ese tiempo y Noé las predicó, pero vean, solamente ocho personas creyeron, ocho personas estaban bajo la sangre del sacrificio, y ocho personas (contando a Noé) escaparon.

El número 8, ahí es bien importante, porque el número 8 nos habla de eternidad, y nos habla de los que escaparon, por lo tanto habrá un número 8; será la Edad octava, la Edad eterna, la Edad de la Piedra Angular. Y es por ellos que Dios ha tenido paciencia en este tiempo final: por los que han de escapar. Por que así como Dios le dio a Noé una salida, una puerta de escape: era la construcción del arca, en donde luego entrarían Noé y su familia para escapar del juicio divino.

Y ahora, ¿cómo vamos a escapar nosotros del juicio divino que ha de venir sobre la raza humana, el cual será fuego, de fuego?, porque Dios dice en Su Palabra, en Malaquías, capítulo 3 como va ser este tiempo, capítulo 4... vamos a ver capítulo 4, verso 1 en adelante, dice:

Porque he aquí, viene el día ardiente como un horno, y todos los soberbios y todos los que hacen maldad serán estopa; aquel día que vendrá los abrasará (o sea, los quemará), ha dicho Jehová de los ejércitos, y no les dejará ni raíz ni rama.”

Por lo tanto, será un día ardiente como un horno, y eso nos habla de la radioactividad siendo desatada en una tercera guerra mundial. Y la humanidad ahora mismo en estos días está muy asustada por la guerra que está aconteciendo. Pero todavía no puede ser esa tercera guerra mundial atómica, porque todavía falta completarse la Iglesia, y todavía nosotros estamos en estos cuerpos mortales.

Así que la paciencia de Dios todavía está esperando. Por eso en Apocalipsis, capítulo 7, cuando hubo riesgos de una guerra atómica, el Ángel que viene con el Sello del Dios vivo, ordenó a los cuatro Ángeles que tenían el poder sobre las guerras, les ordenó que no soplaran vientos sobre los cuatro ángulos de la Tierra, que no soplaran vientos sobre la Tierra, ni sobre el mar, ni sobre las aguas; esto es que no viniera, que no formara una guerra atómica, una guerra mundial.

Ahora, dice:

Hasta que hayamos sellado en sus frentes a los siervos de nuestro Dios.”

Y dice:

Y oí el número de los sellados: ciento cuarenta y cuatro mil sellados de todas las tribus de los hijos de Israel.”

O sea, que ese Ángel enviado por Dios con el Sello del Dios vivo, con el Espíritu Santo, es el que impide que se forme una tercera guerra mundial atómica, porque ese Ángel tiene una misión en la Tierra: y es de llamar, juntar y sellar ciento cuarenta y cuatro mil hebreos, después que haya llamado y juntado los escogidos de la Iglesia del Señor Jesucristo en el tiempo final.

Pero luego que haya completado, se haya completado la Iglesia vendrá la resurrección de los muertos en Cristo y la transformación de nosotros los que vivimos, y luego habrá un tiempo también muy grande. Cuando tengamos ya la transformación, el cuerpo nuevo, estaremos aquí de treinta a cuarenta días; ahí estará la manifestación plena de Dios y tendremos ahí la doble porción, seremos iguales a Jesucristo con cuerpos glorificados, eternos y jóvenes, y el pueblo hebreo va a ver a Cristo manifestado en medio de Su Iglesia, y va a ver esa manifestación de Cristo tan grande que dirá: “Éste es el que nosotros estamos esperando.”

Por lo tanto, esa es la forma en que va a ser convertido el pueblo hebreo a Cristo, de lo cual no podemos explicar mucho, para que no se interrumpa el Programa que Cristo tiene con el pueblo hebreo.

Son miles los predicadores que han tratado de convertir el pueblo hebreo a Cristo y no han podido. Pero para este tiempo final habrá UNO que obtendrá el Espíritu de Cristo y la comisión de Cristo para llevar a cabo esa labor. Será el Espíritu Santo a través de ese Mensajero el que llamará y juntará ciento cuarenta y cuatro mil hebreos; ése será el que viene con el Sello del Dios vivo en Apocalipsis, capítulo 7, y luego en Apocalipsis, capítulo 14, ya están llamados, juntados y sellados en sus frentes, y tendrán el Nombre de Dios, del Padre, en sus frentes escrito y el Nombre del Cordero.

Ahora, vean ustedes, ellos también para recibir salvación, tendrán que tener el conocimiento del Nombre de salvación del Cordero y el Nombre del Padre celestial. Porque no hay otro nombre en que podamos ser salvos, solamente en el Nombre de nuestro amado Señor Jesucristo, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Ya lo quitó y se materializa en la persona cuando la persona recibe a Cristo como su Salvador arrepentido de sus pecados y es bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, Cristo perdona a la persona, lo limpia con Su Sangre, y queda como si nunca en la vida hubiese pecado.

Y Cristo, luego que la persona es bautizada en agua en Su Nombre, Cristo lo bautiza con Espíritu Santo y Fuego y la persona obtiene el nuevo nacimiento, nace de nuevo, nace en el Reino de Cristo, nuestro Salvador, nace del Cielo, porque el nuevo nacimiento no es terrenal, es del Cielo.

Y ahora, cuando la persona nace de nuevo ha nacido en el Reino de Cristo. Por eso Cristo dijo a Nicodemo: “De cierto, de cierto te digo, que el que no nazca de nuevo, no puede ver el Reino de Dios.” Nicodemo le pregunta: “¿Cómo puede hacerse esto? ¿Puede un hombre ya siendo viejo entrar en el vientre de su madre y nacer de nuevo?” Cristo le dice: “De cierto, de cierto te digo, que el que no nazca del Agua y del Espíritu no puede entrar al Reino de Dios. No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo.”

Es necesario que todo ser humano nazca de nuevo para entrar al Reino de Dios, de otra forma no puede entrar al Reino de Dios. ¿Cómo? Es necesario que toda persona nazca a través de un hombre y de una mujer y pueda así entrar a esta dimensión terrenal y ser un ser humano, de otra forma no puede aparecer en esta Tierra y ser un ser humano, tiene que nacer a través de un hombre y de una mujer.

Por lo tanto, eso coloca al ser humano en esta dimensión terrenal entre mortales. Pero para nacer como inmortal, como un ser inmortal, tiene que nacer de nuevo del Agua y del Espíritu, de la Palabra de Dios, de la predicación del Evangelio, en donde se presenta a Cristo como el único Salvador, el cual tiene el único Nombre de salvación; porque no hay otro nombre dado a los hombres en que podamos ser salvos los humanos.

Por lo tanto, todo ser humano para entrar al Reino de Dios, necesita nacer de nuevo, y ese nacimiento es del Cielo. Por lo tanto, necesita la persona recibir a Cristo como su Salvador arrepentido de sus pecados, ser bautizado en agua en Su Nombre, Cristo lo perdonará, lo limpiará con Su Sangre preciosa y lo bautizará con Espíritu Santo y Fuego, y así la persona habrá nacido de nuevo, y habrá entrado al Reino de Dios, y habrá nacido por consiguiente en la Iglesia del Señor Jesucristo como un hijo o una hija de Dios.

Pues, la Iglesia del Señor Jesucristo es el Reino de Dios en forma espiritual, en donde están todos los hijos e hijas de Dios. Todos los miembros del Reino de Dios, todos los nacidos de nuevo, ¿están dónde? En la Iglesia del Señor Jesucristo. Ninguna persona puede nacer de nuevo fuera de la Iglesia del Señor Jesucristo, tiene que ser en la Iglesia del Señor Jesucristo, donde está Cristo en Espíritu Santo de edad en edad, llamando y juntando Sus escogidos y produciendo en esas personas el nuevo nacimiento, el cual es del Cielo.

Ahora, por eso es que Pablo dice en Filipenses, capítulo 3, verso 20 (y luego continuamos con Colosenses, capítulo 3, verso 20 al 21), dice:

Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo.” Y ahora, ¿dónde está nuestra ciudadanía? En los Cielos. Así como su ciudadanía terrenal está en el país donde usted nació. Al nacer en un país usted es ciudadano de ese país, usted es un hijo de ese país, y su nombre está escrito en ese país en el registro de los que han nacido en ese país.

Y ahora, cuando se nace del Agua y del Espíritu, cuando se obtiene el nuevo nacimiento, el cual es del Cielo, entonces la persona viene a ser un ciudadano Celestial del Cielo, porque nació del Cielo.

Y ahora, físicamente tenemos la ciudadanía terrenal del país en el cual hemos nacido, pero espiritualmente tenemos una ciudadanía más importante, que es la Celestial. Y todos los nacidos del Cielo, nacen para vivir eternamente en el Reino de Cristo, el cual se encuentra en una fase espiritual en Su Iglesia, pero va a ser durante el Reino Milenial un Reino físico, en el cual Cristo se sentará en el Trono de David y reinará sobre el pueblo hebreo y sobre todas las naciones.

En ese Reino estaremos con Cristo en cuerpos físicos, pero glorificados, igual al cuerpo glorificado de Jesucristo, nuestro Salvador, y ahí estaremos como reyes, como sacerdotes y jueces. Por lo tanto, la parte jurídica pertenece a Cristo y a Sus redimidos, la parte de gobierno pertenece a Cristo y a Sus redimidos, y la parte religiosa sacerdotal, pertenece a Cristo y Sus redimidos; porque Cristo es el Sumo Sacerdote, y nosotros somos sacerdotes con El.

Cristo es el Rey de los Cielos y de la Tierra, y Cristo es el Rey de ese Reino Milenial, Cristo es el Hijo de David, por lo tanto es el Heredero al reino terrenal. El es el Rey mayor, y nosotros somos Reyes con El, nosotros somos de la Realeza, de la Realeza Celestial, la cual será establecida literalmente, físicamente aquí en la Tierra.

Así que sepa usted quién es usted: Usted pertenece a la Realeza Celestial.

¿Y cómo sabemos que pertenecemos a la Realeza Celestial? En la misma forma en que cualquier príncipe o princesa sabe que pertenece a la realeza de su país: porque desciende del rey y la reina de su país. Y nosotros descendemos de Dios, el Rey de los Cielos y de la Tierra, por lo tanto, siendo hijos e hijas de Dios, pues somos príncipes y princesas de Dios, del Reino divino, el cual será establecido físicamente aquí en la Tierra, y entonces se cumplirá la petición que Cristo enseñó a Sus discípulos que todos hiciéramos orando: “Venga Tu Reino, hagase Tu voluntad como en el Cielo, aquí en la Tierra, o también en la Tierra.”

Durante el Reino Milenial se hará la voluntad de Dios aquí en la Tierra, porque será Cristo el que estará reinando, y las leyes que estarán establecidas en la Tierra, serán las leyes que Cristo establecerá; o sea, que las leyes terrenales, que tienen los hombres en la actualidad no serán las leyes para el Reino Milenial; serán las leyes de Dios, que serán dadas a través de Jesucristo, nuestro Salvador.

Por lo tanto, en ese Reino Milenial, estará establecida una sola forma de adoración, una sola forma religiosa: y es la adoración a Dios. Cristo establecerá esa forma, y la cual es la forma que ha dado a Su Iglesia. Todas las demás formas religiosas desaparecerán. Por eso en el libro del Apocalipsis no aparecen luego, no aparecen grupos religiosos, nombres de grupos religiosos.

Por lo tanto, todos los escogidos de Dios, estaremos con Cristo en Su Reino y todas las leyes divinas estarán siendo dadas a los seres humanos, en ese Reino, desde Jerusalén, que será la capital de ese Reino, donde estará el Trono de David, y donde estará Cristo, el Hijo de David, sentado en el Trono de David.

Ahora, podemos ver la bendición tan grande que hay para todos los que conocen y reciben el Nombre de Salvación. No hay otro Nombre dado a los hombres en que nosotros podamos ser salvos.

Ahora, vean lo que dice aquí, donde habíamos leído, donde nos decía, donde nos dice en Filipenses, capítulo 3, verso 20 al 21:

Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo;

el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra.”

¿Ven? ¿Para qué es la Segunda Venida de Cristo? Para transformar el cuerpo de la humillación nuestra. En este cuerpo humano hemos estado pasando por una vida de humillación, porque siendo descendientes de Dios, príncipes y princesas, hemos estado viviendo en la Tierra como personas comunes: algunos agricultores, otros albañiles, otros carpinteros, otros oficinistas, y así por el estilo; pero sin ocupar la posición de reyes, sin ocupar una posición importante, porque el Reino de Dios no está establecido en la Tierra todavía.

Pero cuando esté establecido físicamente en la Tierra, ahí seremos reyes y sacerdotes con Cristo, y tendremos el cuerpo que nos corresponde, el cuerpo que Dios desde antes de la fundación del mundo diseñó para cada uno de ustedes y para mí también, en el cual no tendremos problemas de ninguna clase. Los años no nos harán daño, porque no nos pondremos viejos, y las enfermedades tampoco, ningún problema tendremos en el nuevo cuerpo que El nos va a dar.

Y no le encontraremos ninguna falta, como algunas veces encontramos en nuestro cuerpo. Algunos son gorditos, y se miran al espejo y dicen: “Tengo que hacer dieta para ponerme en el peso que debo tener.” Otros son bien altos y delgados, y dicen: “Tengo que hacer ejercicio, aumentar un poquito, porque si no me veo muy delgado.” Otros dicen: “Yo estoy muy bajito, o muy bajita, y entonces me veo muy pequeño cuando me paro al lado de otras personas que son más altas.”

¿Ven? Es que este no es el cuerpo que Dios predestinó para nosotros para vivir eternamente, este es un cuerpo temporal. Use ese cuerpo por un tiempo y busque el Reino de Dios mientras este en ese cuerpo, y manténte en el Reino de Dios. Obtén la Vida eterna, has contacto con la Vida eterna. Y si eres fiel en lo poco, en lo mucho te voy a poner, te voy a colocar en lo grande, en lo mucho. Te voy a colocar en un cuerpo eterno, inmortal, incorruptible y glorificado, igual al cuerpo glorificado de Jesucristo, nuestro Salvador, y te voy a colocar en mi Reino, el Reino terrenal que va a ser establecido en la Tierra.

Todo eso Cristo lo tiene para usted y para mí. Todo eso es el Programa de Cristo.

Por lo tanto, se requiere que toda persona reciba a Cristo como su Salvador, si quiere vivir eternamente con Cristo en Su Reino, si no quiere vivir eternamente con Cristo en Su Reino, pues no tiene que recibirlo. Pero tampoco tendrá que hacer reclamo que después quiere, cuando ya no hay tiempo.

Por lo tanto, es necesario que toda persona sepa cuál será su futuro. Ninguna persona tiene futuro, el futuro lo tiene Dios en Su mano, y para aquellos que reciben a Cristo como su Salvador, el futuro que Dios tiene es la Vida eterna en el Reino de Cristo nuestro Salvador. Para los que no le reciben, su futuro es el lago de fuego, donde serán quemados, destruidos como está establecido en la Escritura.

Así que es bueno que las personas no se hagan de ilusiones si no han recibido a Cristo como su Salvador, tienen que ser realistas, porque si son realistas, entonces pueden darse cuenta que necesitan a Cristo como su Salvador y necesitan a Cristo, porque El tiene el Nombre de salvación.

Y ahora, vamos a ver un pasaje muy importante en San Mateo, capítulo 10, verso 28, donde dice:

Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno.”

Y todos aquellos que no temen a Dios y no reciben a Cristo como su Salvador, van a ser destruidos en ese lugar de fuego, en el infierno, o lago de fuego, ahí serán destruidos. Pero aquellos que temen a Dios y han recibido a Cristo como su Salvador personal, serán herederos del Reino de Dios, porque serán coherederos con Cristo y estarán con Cristo en Su Reino por el Milenio y por toda la eternidad.

Así que podemos ver porqué necesitamos tener a Cristo, recibir a Cristo como nuestro Salvador. En Cristo fueron creadas todas las cosas, las que hay en los Cielos y las que hay en la Tierra, y fueron creadas por El y para El. O sea, que nadie tiene nada, todo le pertenece a Jesucristo, nuestro Salvador. Por lo tanto, El es el único que puede darle Vida eterna a usted y a mí, porque El tiene el Nombre de salvación. No hay otro nombre dado a los hombres en que podamos ser salvos, solamente hay uno y es: Señor Jesucristo.

Y ahora, veamos en San Marcos, capítulo 16, verso 15 en adelante, vean lo que nos dice: “Y les dijo...” Cristo luego de resucitado, dice:

Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.

El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.”

Son palabras textuales de nuestro amado Señor Jesucristo. Por lo tanto, toda persona tiene que enfrentarse a la realidad de estas palabras: “El que crea y sea bautizado, será salvo; el que no crea será condenado y será echado al lago de fuego, donde será destruido en alma, espíritu y cuerpo.” Pero nadie quiere ser destruido, todo el mundo quiere seguir viviendo, todo el mundo quiere seguir viviendo, y por eso es que comemos, bebemos, dormimos y trabajamos y respiramos.

Si una persona deja de respirar se muere, si una persona deja de comer, se va debilitando y después se muere; si deja de tomar líquidos, también se muere; y si deja de dormir, también se muere. Pero todos luchamos por vivir, luchamos por la vida. Pero algunos se olvidan de luchar por la Vida eterna. San Pablo decía a Timoteo: “Echa mano de la Vida eterna.” No hay nada más importante para el ser humano que la Vida eterna, no hay otra cosa más importante.

Por eso Cristo dijo en San Mateo, capítulo 16, versos 28 en adelante: “¿De qué le vale al hombre si ganare todo el mundo y perdiere su alma?” Si se convierte en una persona multimillonaria y pierde su alma, de nada le sirvió vivir en esta Tierra y convertirse en un hombre multimillonario.

Ahora, si la persona ha recibido a Cristo como su Salvador, ha sido bautizado en agua en Su Nombre y ha recibido Su Espíritu, la persona ha obtenido el nuevo nacimiento, y aunque sea pobrecita como el mendigo Lázaro, no perdió nada aquí en la Tierra al ser pobre, sino que recibió Vida eterna a través de Jesucristo.

Por lo tanto, no tiene de que lamentarse de que era pobre aquí en la Tierra, porque recibió lo más grande, que es la Vida eterna a través de Jesucristo, el cual es el que tiene el Nombre de Salvación, y el cual es el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová, y por eso vino para establecer un Nuevo Pacto; y la Sangre del Nuevo Pacto es la Sangre de Jesucristo nuestro Salvador.

Cuando las persona recibe a Cristo como su Salvador, lava sus pecados en la Sangre de Cristo, es bautizada en agua en Su Nombre, en el Nombre del Señor Jesucristo (que es el Nombre de Salvación), y Cristo lo bautiza con Espíritu Santo y Fuego; la persona ha obtenido el nuevo nacimiento, y la persona ha obtenido por consiguiente salvación y Vida eterna, esa persona no perecerá jamas, esa es una persona perteneciente al Redil de las ovejas que el Padre Celestial le dio a Cristo, ¿para qué? Para que les dé Vida eterna.

Por lo tanto, es muy importante que toda persona reconozca el Nombre de salvación, que es SEÑOR JESUCRISTO, y reciba a Cristo como su Salvador, y sea bautizado en agua en el Nombre de salvación, que es el Nombre: Señor Jesucristo, para que pueda vivir eternamente con Cristo en Su Reino.

El Día de Pentecostés el Apóstol Pedro predicando dijo en el capítulo 2, verso 34 en adelante del libro de los Hechos:

Porque David no subió a los cielos; pero él mismo dice: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra,

Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies.

Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.”

Por eso es que a Jesús lo llamamos: Señor Jesucristo, porque Dios lo ha hecho Señor y Cristo.

Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?

Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.

Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.

Y con otras muchas palabras testificaba y les exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación.”

La persona tiene que ser salva de la generación humana, de la raza humana que está condenada a muerte, y la única forma de salir de esa condenación es a través del Nombre de Salvación, a través del Nombre de Jesucristo. Es Cristo el único que puede salvar al ser humano de condenación.

Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas.”

Y ahora, podemos ver que no hay otro nombre dado a los hombre en que podamos ser salvos, el Nombre de salvación es SEÑOR JESUCRISTO. Y por eso es que los Apóstoles predicaban el arrepentimiento y el perdón de los pecados en el Nombre del Señor Jesucristo, conforme a como Cristo les ordenó en San Lucas, capítulo 24, versos 46 en adelante.

Y toda persona que cree en el Nombre del Señor Jesucristo, y es bautizado en Su Nombre en agua, arrepentido, por su puesto, de sus pecados, Cristo lo perdona, lo lava con Su Sangre preciosa, y Cristo lo bautiza con Espíritu Santo y Fuego, y queda la persona reconciliada con Dios, queda reconciliada, no por un año, sino por toda la eternidad, es una reconciliación para toda la eternidad.

Y ahora, si la persona comete algún error, falta o pecado en su vida cristiana, pues la confiesa a Cristo, y Cristo lo perdona y lo limpia con Su Sangre preciosa, porque Cristo como Sumo Sacerdote está en el Cielo en el Lugar de Intercesión, haciendo intercesión por cada persona que arrepentido de sus pecados los confiesa a Cristo nuestro Salvador.

Por lo tanto, el cristiano no se queda estancado pensando que porque falló ante Dios ya se acabó todo para él, ya perdió la Vida eterna, no, la persona fue reconciliada para toda la eternidad. Por lo tanto, arrepentido de sus pecados los confiesa a Cristo y Cristo lo perdona y lo limpia con Su Sangre preciosa.

Y ahora, podemos ver la importancia de conocer el Nombre de salvación. No hay otro nombre dado a los hombres en que podamos ser salvos, solamente en el Nombre del Señor Jesucristo.

Y ahora, Romanos, capítulo *10, verso 8 al 14, dice:

Mas ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Esta es la palabra de fe que predicamos:

que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.

Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.

Pues la Escritura dice: Todo aquel que en él creyere, no será avergonzado.

Porque no hay diferencia entre judío y griego, pues el mismo que es Señor de todos, es rico para con todos los que le invocan;

porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.”

Y ahora, podemos ver la importancia del Nombre de salvación, el Nombre del Señor Jesucristo. Todo el que invocare el Nombre del Señor Jesucristo, será salvo. La persona recibe a Cristo como su Salvador, ahí es invocado el Nombre.

Cuando la persona es bautizada en agua, el ministro invoca el Nombre del Señor Jesucristo, diciendo: “Yo te bautizo en el Nombre del Señor Jesucristo.” No es que tenga que decir: “Yo invoco el Nombre del Señor Jesucristo sobre ti.” Invocar el Nombre es decir el Nombre, no es decir: “Yo invoco.” No, sino hacerlo, decir: “Yo invoco,” no es hacerlo. Invocarlo es decir el Nombre de salvación: “Yo te bautizo en el Nombre del Señor Jesucristo.” Eso es invocar el Nombre de salvación sobre la persona.

Por lo tanto, todo aquel que invocare el Nombre del Señor, será salvo. Por eso es que cuando las personas reciben a Cristo como su Salvador y se ora por ellos, enseguida dicen: “Yo quiero ser bautizado.” Es que Cristo dijo: “El que creyere y fuere bautizado será salvo, mas el que no creyere será condenado.”

Por lo tanto, toda persona necesita creer en el Nombre de salvación, que es el Nombre del Señor Jesucristo, y arrepentido de sus pecados recibir a Cristo como su Salvador, lavar sus pecados en la Sangre de Cristo, ser bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo lo bautizará con Espíritu Santo y Fuego; esa persona ha sido reconciliada con Dios, y esa persona ha obtenido salvación y Vida eterna en el Nombre de salvación, que es el Nombre SEÑOR JESUCRISTO.

Y ahora, ¿cuántos ya han recibido a Cristo y ha sido invocado el Nombre del Señor Jesucristo sobre ustedes? Todos nosotros. Por lo tanto, tenemos salvación y Vida eterna.

Y ahora, toda persona sobre la cual no ha sido invocado el Nombre de salvación, el Nombre del Señor Jesucristo en el bautismo, no tiene Vida eterna. Por lo tanto, necesita recibir a Cristo como su Salvador, lavar sus pecados en la Sangre de Cristo, ser bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, en donde es invocado el Nombre del Señor Jesucristo sobre la persona; y Cristo lo bautizará con Espíritu Santo y Fuego, y entonces la persona habrá obtenido el nuevo nacimiento, y la persona habrá obtenido salvación y Vida eterna, la persona habrá sido reconciliada con Dios.

Ahora, todo eso está bajo el Nombre de Salvación, que es el Nombre del Señor Jesucristo. No hay otro nombre en que podamos ser salvos. Todo gira alrededor de un nombre: EL NOMBRE DEL SEÑOR JESUCRISTO.

Y ahora, hemos visto porqué se predica el Evangelio en el Nombre del Señor Jesucristo, se predica el arrepentimiento y el perdón de los pecados en el Nombre del Señor Jesucristo, y todo aquel que en El cree, no será condenado, sino que tendrá Vida eterna; para eso fue que Dios envió a Su Hijo Jesucristo. “De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo Unigénito, para que todo aquél que en El cree no se pierda, mas tenga Vida eterna.” Es creyendo en el Señor Jesucristo.

Y ahora, los que todavía no lo han hecho en su vida, pueden hacerlo, para que así obtengan el perdón de sus pecados, sean bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, el Nombre de salvación, y Cristo los bautice con Espíritu Santo y Fuego y obtengan salvación y Vida eterna.

Toda persona que en esta noche desea que Cristo tenga Misericordia de él, puede levantar su mano y el Rvdo. Miguel Bermúdez Marín orará por ustedes, para que Cristo les perdone, Cristo le limpie con Su Sangre preciosa, y Cristo les reciba y sean bautizados en agua en el Nombre de salvación, en el Nombre del Señor Jesucristo, y luego Cristo los bautice con Espíritu Santo y Fuego; y así obtengan la salvación de su alma, que es lo más importante que una persona puede recibir.

La salvación del alma es lo más importante, porque la Vida eterna es lo más importante, y la persona la obtiene cuando recibe a Cristo como su Salvador, lava sus pecados en la Sangre de Cristo, es bautizado en agua en Su Nombre y Cristo lo bautiza con Espíritu Santo y Fuego.

Así que ya el Rvdo. Miguel Bermúdez Marín, va estar orando por las personas que levantarán sus manos para recibir a Cristo como su Salvador personal.

Nuestro tema ha sido: “EL NOMBRE PARA SALVACIÓN.”

Porque no hay otro nombre dado a los hombres en que podamos ser salvos, solamente hay uno y ese nombre es: Señor Jesucristo. SEÑOR JESUCRISTO. Por eso necesitamos recibir a Cristo como nuestro único Salvador.

Ha sido para mí un privilegio y una bendición grande estar con ustedes, dándoles testimonio de: “EL NOMBRE PARA SALVACIÓN,” que es el Nombre del Señor Jesucristo.

Dejo nuevamente con nosotros al Rvdo. Miguel Bermúdez Marín, para orar por todas las personas que levantarán sus manos para recibir a Cristo como su Salvador personal.

Muchas gracias por vuestra amable atención, y continúen pasando una noche llena de las bendiciones de Jesucristo, nuestro Salvador. Y nos veremos pasado mañana en la actividad pública que hemos de tener en el lugar... el Rvdo. Miguel Bermúdez Marín les dirá el nombre: “Coliseo Evangelista Mora.” Eso es acá en el centro, al lado sur del estadio, ya ustedes saben mejor que yo donde es.

Así que Dios les bendiga y nos vemos en esa actividad de pasado mañana, que será la actividad pública que hemos de tener.

Bueno, vamos a tener a nuestro hermano Bermúdez aquí. Mañana es solamente de ministros, ¿verdad? De día y de noche es de ministros.

Así que Dios les bendiga, y con nosotros nuevamente el Rvdo. Miguel Bermúdez Marín para orar por todas las personas que levantarán sus manos para recibir a Cristo como su Salvador personal, para que Cristo tenga Misericordia de ustedes.

Que Dios les bendiga y les guarde.

EL NOMBRE PARA SALVACIÓN.”