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| El cuerpo de Dios | 2002-12-04 | 1 | Leme | São Paulo | BR | 00:00:00 | false |
Muy buenas noches, amados amigos y hermanos presentes; es para mí una bendición y privilegio grande estar con ustedes aquí en Leme, San Pablo, República del Brasil.
Reciban también saludos de mi esposa Erica, quién está aquí para que sepan de quién les envía saludos, también aquí la encontramos, y también reciban saludos de mis niñas América, ya tiene nueve años, y también reciban saludos de Yahannah Gabriela, aquí está con América, y también aquí está solita; ya en la actualidad ha cumplido un año, ya comenzó a caminar antes del año, y no hay quién la detenga.
Sucede como nos ha sucedido a nosotros, que comenzamos a caminar con Cristo y no hay quién nos detenga, caminaremos con Cristo toda nuestra vida terrenal, después en el Milenio y en toda la eternidad.
Los niños cuando comienzan a caminar es para seguir caminando el resto de su vida, y así es con el creyente en Cristo, así es con el cristiano, comienza a caminar con Cristo para el resto de su vida.
En esta noche leemos en Segunda de Corintios, capítulo 5, versos 14 al 20 ó al 21, para completar el pasaje, dice San Pablo:
“Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron;
y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.
De manera que nosotros de aquí en adelante a nadie conocemos según la carne; y aun si a Cristo conocimos según la carne, ya no lo conocemos así
De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.
Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación;
que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación.
Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios.
Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.”
Nuestro texto principal es: “que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo.” Por lo tanto, nuestro tema: “EL CUERPO DE DIOS,” identifica a Jesucristo como el Cuerpo de Dios, el cuerpo humano de Dios a través del cual Dios reconcilió al ser humano consigo mismo.
Dios estaba en Cristo reconciliando al ser humano consigo mismo, era Emanuel: Dios con nosotros, dentro de un hombre llamado Jesús, a través del cuál se manifestó y llevó a cabo la Obra de Redención en la Cruz del Calvario.
El Apóstol San Pablo nos dice: que sin contradicción grande es el misterio de la piedad, Dios fue manifestado en carne, ¿en qué cuerpo de carne? En el cuerpo de carne llamado Jesús, en Jesús estaba Dios en toda Su plenitud reconciliando al ser humano. Dice San Pablo en Colosenses, capítulo 1, verso 12 en adelante:
“Con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz;
el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo,
en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados.”
Así como Dios libertó al pueblo hebreo de la esclavitud en Egipto, los libertó del imperio del faraón; el faraón tipifica al diablo, y el imperio del faraón tipifica el reino del diablo, el reino de las tinieblas.
Y ahora, Cristo ha libertado a los hijos e hijas de Dios, al Israel Celestial, ¿de dónde? Del reino de las tinieblas y del poder del príncipe de las tinieblas, que es el diablo; nos ha libertado y nos ha colocado en Su Reino, el Reino de Cristo, así como libertó al pueblo hebreo y los llevó a la tierra prometida.
Y ahora, un Segundo Éxodo ha sido realizado por el mismo que llevó a cabo el Primer Éxodo: fue Dios por medio de Su Ángel, el Ángel de Jehová, el cual le apareció al Profeta Moisés y se identificó con Moisés como el Dios de Amram, (el padre de Moisés), y Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, y era el Ángel de Jehová.
¿Entonces quién es el Ángel de Jehová? El Ángel de Jehová es Cristo en Su cuerpo angelical; por eso en el capítulo 3 del Éxodo se identifica con Moisés como el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, y luego en el capítulo 23 del Éxodo, dice verso 20 en adelante:
“He aquí yo envío mi Angel delante de ti para que te guarde en el camino, y te introduzca en el lugar que yo he preparado.
Guárdate delante de él, y oye su voz; no le seas rebelde; porque él no perdonará vuestra rebelión, porque mi nombre está en él.
Pero si en verdad oyeres su voz e hicieres todo lo que yo te dijere, seré enemigo de tus enemigos, y afligiré a los que te afligieren.
Porque mi Angel irá delante de ti, y te llevará a la tierra del amorreo, del heteo, del ferezeo, del cananeo, del heveo y del jebuseo, a los cuales yo haré destruir.”
Y ahora, ¿dónde está el Nombre de Dios? En el Ángel de Jehová; por eso cuando Moisés le preguntó cuál era Su Nombre, El le dio cuatro letras consonantes que son: la Y (griega), la H, la W y la H. Ese fue el Nombre que le dio el Ángel de Jehová a Moisés como Su Nombre, es llamado también el Tetragrámaton.
Y ahora, el Nombre de Dios está en el Ángel de Jehová. Y ahora, el Ángel de Jehová fue el que guió al pueblo hebreo, fue el que le habló al pueblo hebreo por medio de los Profetas de Dios, y el pueblo hebreo, dice Zacarías en el capítulo 7, versos 11 al 12, que el pueblo hebreo no quiso escuchar, dice:
“Pero no quisieron escuchar, antes volvieron la espalda, y taparon sus oídos para no oír;
y pusieron su corazón como diamante, para no oír la ley ni las palabras que Jehová de los ejércitos enviaba por su Espíritu, por medio de los profetas primeros; vino, por tanto, gran enojo de parte de Jehová de los ejércitos.”
Ahí tenemos que Dios habló por medio de los Profetas a través de Su Espíritu Santo y el pueblo hebreo no quiso escuchar, Dios había prometido que El le hablaría al pueblo por medio de Profetas; Deuteronomio, capítulo 18, verso 15 en adelante, donde nos dice el Profeta Moisés:
“Profeta de en medio de ti, de tus hermanos, como yo, te levantará Jehová tu Dios; a él oiréis.”
¿Por qué Moisés ordena que escuchen a ese Profeta? Porque Dios estaría en ese Profeta que El levantaría; esta profecía se ha cumplido en cada Profeta y se cumplió plenamente en Jesucristo nuestro Salvador, y luego se cumple en cada Profeta Mensajero que Jesucristo envía en el Nuevo Testamento, y se cumplirá en la Segunda Venida de Cristo en toda Su plenitud.
Y ahora, ¿por qué Moisés dice: ‘a él oiréis’? El verso 18 dice y 19, Dios hablando a Moisés, esto fue lo que le dijo:
“Profeta les levantaré de en medio de sus hermanos, como tú; y pondré mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que yo le mandare.”
¿Dónde Dios coloca Sus palabras? En el Profeta que El envía para cada tiempo, para cada edad y para cada dispensación. Los Profetas tienen las dos conciencias juntas y escuchan a Dios, y reciben de Dios el Mensaje para el pueblo de Dios, y le hablan al pueblo todo lo que Dios le dice a ellos para el pueblo.
“Mas a cualquiera que no oyere mis palabras que él hablare en mi nombre, yo le pediré cuenta.”
Toda persona que no escucha a ese Profeta que Dios envía en diferentes tiempos cuando lo envía, no ha querido escuchar a Dios, porque a través de ese Profeta, Dios por medio de Su Espíritu le habla a Su pueblo.
Y ahora, esa ha sido la forma de Dios hablarle a Su pueblo. San Pablo también dice en Hebreos, capítulo 1, verso 1 en adelante:
“Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas,
en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo.”
Y ahora, San Pablo dice que Dios habló por medio de los Profetas al pueblo, y dice: “ Y en estos Postreros días nos ha hablado por el Hijo, por Jesucristo.” ¿Por qué dice: ‘en estos Postreros días,’ y ya han transcurrido dos mil años aproximadamente? Porque realmente los Postreros días comenzaron en los días de Jesús.
Los Postreros días, así como los postreros días de la semana son: jueves, viernes y sábado, el postrero es el sábado.
Ahora, delante de Dios los días Postreros para los seres humanos son los milenios postreros, porque delante de Dios un día es como mil años para los seres humanos, Segunda de Pedro, capítulo 3, verso 8, ahí lo dice San Pedro, y Moisés lo dice en el Salmo 90, verso 4.
Ahora, veamos lo que dice San Pedro, Segunda de Pedro, capítulo 3, verso 8 dice:
“Mas, oh amados, no ignoréis esto: que para con el Señor un día es como mil años, y mil años como un día.”
Ahora, podemos ver que un día delante del Señor para los seres humanos son mil años, también San Pedro cuando estuvo predicando el Día de Pentecostés en el capítulo 2 del libro de los Hechos, dice en el verso 15 en adelante:
“Porque éstos no están ebrios, como vosotros suponéis, puesto que es la hora tercera del día. (O sea, de 9:00 a 10:00 de la mañana.)
Mas esto es lo dicho por el profeta Joel:
Y en los postreros días, dice Dios,
Derramaré de mi Espíritu sobre toda carne,
Y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán;
Vuestros jóvenes verán visiones,
Y vuestros ancianos soñarán sueños;
Y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días
Derramaré de mi Espíritu, y profetizarán.”
¿Para qué tiempo Dios prometió derramar de Su Espíritu Santo? Para los Postreros días, y el Día de Pentecostés derramó de Su Espíritu Santo sobre ciento veinte creyentes en Cristo.
¿Para quiénes Dios prometió derramar de Su Espíritu Santo? Para los creyentes en Cristo, para los que reciben a Cristo como su Salvador arrepentidos de sus pecados, y Cristo perdona sus pecados, los limpia de todo pecado con Su Sangre preciosa, son bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo los bautiza con Espíritu Santo y Fuego.
Ahora, podemos ver para quiénes fue prometido que Dios derramaría de Su Espíritu Santo: es para los creyentes en Cristo.
Los creyentes en Juan el Bautista no habían recibido el Espíritu Santo, cuando Pablo llegó a ellos en el capítulo 19, ya habían transcurrido muchos años que Juan el Bautista había muerto, y que Jesús había muerto y había resucitado y estaba en el Cielo haciendo intercesión, y todavía los creyentes en Juan el Bautista, el precursor de la Primera Venida de Cristo, no habían recibido el Espíritu Santo, y cuando Pablo llega a ellos y les pregunta: “¿Ustedes ya recibieron el Espíritu Santo cuando creyeron?” Ellos dicen: “Ni sabemos que hay Espíritu Santo.” ¿Por qué? Porque no habían recibido a Cristo como su Salvador, solamente habían recibido al precursor de la Primera Venida de Cristo, y miren lo que sucedió.
Pablo entonces les habla todo el misterio de Juan el Bautista y de Jesucristo, y así les abre la puerta del Reino de los Cielos a estos discípulos de Juan el Bautista. Capítulo 19, verso 1 en adelante dice:
“Aconteció que entre tanto que Apolos estaba en Corinto, Pablo, después de recorrer las regiones superiores, vino a Efeso, y hallando a ciertos discípulos,
les dijo: ¿Recibisteis el Espíritu Santo cuando creísteis? Y ellos le dijeron: Ni siquiera hemos oído si hay Espíritu Santo.”
Y Juan el Bautista les había dicho: “El que viene después de mí, es mayor que yo, es más poderoso que yo, El es primero que yo, El es el que les bautizará con Espíritu Santo y Fuego.”
Y estos discípulos de Juan ni sabían que había Espíritu Santo, y ya Dios estaba derramando de Su Espíritu Santo desde el Día de Pentecostés, ¿sobre quiénes? Sobre los creyentes en Cristo. No bastaba con ser discípulo de Juan, aunque era muy bueno ser discípulo de Juan, pero hubo un proposito cuando Dios envió a Juan el Bautista: fue para preparar el camino al Señor. Sigue diciendo Pablo:
“Entonces dijo: ¿En qué, pues, fuisteis bautizados? Ellos dijeron: En el bautismo de Juan.
Dijo Pablo: Juan bautizó con bautismo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyesen en aquel que vendría después de él, esto es, en Jesús el Cristo.”
El ministerio de Juan fue para preparar al pueblo para que creyeran en el que vendría después de Juan, el cual es mayor que Juan, y es primero que Juan y es antes de Abraham también; porque El es el Ángel de Jehová, el Ángel del Pacto que se hizo hombre, se hizo carne para llevar a cabo la Obra de Redención en la Cruz del Calvario y reconciliarnos con Dios.
“Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús.
Y habiéndoles impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo; y hablaban en lenguas, y profetizaban.
Eran por todos unos doce hombres.”
Y ahora, vean ustedes, se requiere que la persona para ser llena del Espíritu Santo y obtener el nuevo nacimiento, y así nacer del agua y del Espíritu y entrar al Reino de Dios, se requiere que la persona reciba a Cristo como su Salvador, arrepentido de sus pecados, y pida perdón a Cristo por sus pecados, Cristo lo perdonará, lo limpiará con Su Sangre preciosa de todo pecado, y la persona es bautizada en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo lo bautizará con Espíritu Santo y Fuego, porque para vosotros es la promesa, o sea, para todos cuantos el Señor nuestro Dios llamare. Eso fue lo que Pedro dijo el Día de Pentecostés cuando mostró que Jesús era el Cristo, al cual Dios había hecho Señor y Cristo. En el libro de los Hechos, capítulo 2, verso 35 en adelante, donde dice... 36, dice:
“Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.”
Por eso es que a Jesús lo llamamos: SEÑOR-JESUCRISTO, porque Dios lo ha hecho Señor y Cristo, por cuanto en El moró la plenitud de la Divinidad, la plenitud de la Deidad.
O sea, que en Jesús moró el Padre y el Espíritu Santo, en el Hijo de Dios moró: Padre, Hijo y Espíritu Santo, allí estaba en la Persona de Jesucristo Dios reconciliando consigo mismo al mundo, al ser humano. Por eso encontramos que no hay otro nombre dado a los hombres en que podamos ser salvos, solamente hay un Nombre: SEÑOR-JESUCRISTO. Por eso es que el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo es: Señor Jesucristo, ese es el Nombre de la Divinidad que estaba morando en Jesucristo.
Por eso los Discípulos para cumplir la orden de Cristo, de bautizar en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, bautizaban en el Nombre del Señor Jesucristo, porque el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo es: Señor Jesucristo.
Ahora, podemos ver porqué San Pedro y San Pablo y los demás Apóstoles bautizaban en el Nombre del Señor Jesucristo.
Ahora, encontramos que el Nombre del Hijo de Dios, ¿cuál es? Jesús. Por lo tanto, tenemos que tener el nombre del Hijo, pero también el nombre del Padre y del Espíritu Santo, y es: Señor Jesucristo; porque Dios estaba en Cristo en toda Su plenitud reconciliando consigo mismo al mundo. ¿Que el Nombre del Padre es Señor Jesucristo? Cristo dijo: “Yo he venido en Nombre de mi Padre.”
Ahora, podemos ver el misterio de porqué los Apóstoles que estaban llenos del Espíritu Santo fueron guiados por el Espíritu Santo a bautizar a las personas en el Nombre del Señor Jesucristo. El Espíritu Santo fue enviado para guiar a toda justicia y a toda verdad a la Iglesia de Jesucristo, y recordarle todas las cosas que El les había hablado y también todas las cosas que han de suceder.
Por lo tanto, el Guía de la Iglesia de Jesucristo es el Espíritu Santo, por lo tanto, El guió a los Discípulos a bautizar en el Nombre del Señor Jesucristo. San Pedro sabía que el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo era: Señor Jesucristo.
San Pedro fue el que recibió las llaves del Reino, la revelación divina de Cristo, de la Primera Venida de Cristo y Su Obra de Redención en la Cruz del Calvario, y él abrió el misterio de la Primera Venida de Cristo y Su Obra de Redención en la Cruz del Calvario el Día de Pentecostés a los hebreos, y después abrió la Puerta a los gentiles en la casa de Cornelio, porque San Pedro tenía las llaves del Reino de los Cielos para abrir la puerta, y la Puerta es Cristo, El dijo: “Yo soy la puerta, el que por mí entrare será salvo.”
Por lo tanto, Pedro con las llaves de la revelación divina abrió la puerta, abrió a Cristo, el misterio de la Primera Venida de Cristo y Su Obra de Redención en la Cruz del Calvario, y mostró ese gran misterio y mostró que recibiendo a Cristo como su Salvador arrepentido de los pecados, y siendo bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, las personas recibirían el perdón de sus pecados y recibirían el Espíritu Santo.
No hay otra forma para recibir esa bendición tan grande. Buscar otra forma no es escritural, tenemos que ir por la Escritura, porque de otra forma Dios no respaldará a la persona, y no se efectuará la reconciliación de las personas con Dios.
Ahora, podemos ver que por medio de Jesucristo, el cual es el cuerpo físico de Dios, en el cual Dios moró en toda Su plenitud, el único cuerpo en el cual Dios ha morado en toda Su plenitud, y el cual fue creado por Dios en el vientre de María.
Y ahora, encontramos que Jesucristo es la Persona, el Hombre más importante de la Tierra y de los Cielos, El es nada menos que la Persona que pudo decir: “Antes que Abraham fuese, Yo soy.” San Juan, capítulo 8, verso 56 al 58.
¿Y por qué pudo decir Jesús esas palabras? ¿Sería que Jesús quería hacerse grande? No, El era grande y se hizo pequeño, se hizo sencillo, se hizo hombre en medio de la raza humana, y vino en sencillez, visitando la raza humana, ¿para qué? Para Dios por medio de Jesucristo reconciliar consigo mismo al ser humano. San Juan, capítulo 8, verso 56 en adelante, dice:
“Abraham vuestro padre se gozó de que había de ver mi día; y lo vio, y se gozó.”
En el capítulo 18 y 19 del Génesis encontramos a Elohim con dos Varones más, visitando a Abraham y comiendo con Abraham, Elohim, Dios, ése era Jesucristo; ahí fue donde Abraham vio Su día y se gozo allí. Sigue diciendo la Escritura:
“Entonces le dijeron los judíos: Aún no tienes cincuenta años, ¿y has visto a Abraham?”
Es que el cuerpo físico tenía 30 a 33 años y había nacido en Belén de Judea, ¿y cómo va decir un hombre que Abraham vio su día y se gozo?
“Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy.”
¿Cómo era Jesucristo antes de Abraham? Porque el cuerpo de carne nació en Belén de Judea y tenía de 30 a 33 años de edad en Su ministerio terrenal, es que Cristo antes de tener Su cuerpo de carne ya existía, y en el Antiguo Testamento es llamado el Ángel de Jehová, por eso Dios dijo que escucharan al Ángel, y El dijo: “El no perdonará vuestra rebelión, porque mi Nombre está en él.” Y cuando se hizo carne Cristo dijo: “Yo he venido en Nombre de mi Padre.” ¿Ven? Allí estaba el Nombre de nuestro Padre Celestial.
Y ahora, ¿que Jesucristo era el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová del Antiguo Testamento? Si ese Ángel de Jehová no era Jesucristo, ¿quién era entonces? El fue el que le dio el Pacto al pueblo hebreo, el que le dio la ley en el Monte Sinaí al pueblo hebreo, por eso San Pablo en Hebreos dice que la Ley fue dada por comisión de Ángeles, y también en el libro de los Hechos nos habla de la palabra dicha por los Ángeles.
Y ahora, en Malaquías, capítulo 3, verso 1 al 2, vean lo que dice:
“He aquí, yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí.”
¿Quién fue ese Mensajero? Juan el Bautista, fue enviado delante del Señor para prepararle el camino; y ahora vean quién vendrá después de ese Mensajero.
“...y vendrá súbitamente a su templo el Señor a quien vosotros buscáis, y el ángel del pacto, a quien deseáis vosotros.”
¿Quién vendría? El Señor, el Ángel del Pacto a quién deseaba el pueblo hebreo y a quien buscaba el pueblo hebreo, el mismo Ángel del Pacto, Ángel de Jehová que le dio la ley en el Monte Sinaí, el cual le dio un Pacto, estableció un Pacto con el pueblo hebreo.
Pero El había dicho por medio de los Profetas, que El establecería con Su pueblo un nuevo Pacto, y si El dijo que establecería un nuevo Pacto, El tenía que venir a la Tierra en carne humana para establecer un nuevo Pacto, el nuevo Pacto, el cual tendría la Sangre del nuevo Pacto, que es la Sangre de Jesucristo nuestro Salvador.
Por eso en la última cena Cristo en San Mateo 26, dice: “Tomad, esta es mi Sangre, la Sangre del nuevo Pacto que por vosotros es derramada.” La Sangre de Cristo es la Sangre del nuevo Pacto, por eso también en Hebreos, capítulo 13, verso 20 al 21, nos habla de la Sangre de Cristo y nos habla del Pacto divino, y dice San Pablo, capítulo 13, verso 20 al 21:
“Y el Dios de paz que resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor de las ovejas ,por la sangre del pacto eterno.” Por la sangre del Pacto eterno.
Y ahora, ¿cuál es la Sangre del Pacto eterno? La Sangre de nuestro amado Señor Jesucristo, por eso en el Nuevo Testamento, bajo el nuevo Pacto ya no se necesitan sacrificios de animalitos, ya no se necesitan esas fiestas hebreas, porque en Cristo han sido cumplidas.
Y ahora, el día de la expiación, el día diez, del mes séptimo de cada año, el sumo sacerdote sacrificaba el macho cabrio de la expiación por Jehová, tomaba la sangre en una vasija y se dirigía al lugar santísimo del templo, y en el lugar santísimo entraba y esparcía sobre el propiciatorio siete veces, de la sangre del macho cabrio de la expiación, tipo y figura de la Sangre de Cristo durante las siete edades siendo esparcida sobre la Iglesia de Jesucristo, y así Cristo confirmándole el nuevo Pacto a Su Iglesia de edad en edad.
Y ahora, encontramos que en el lugar santísimo se efectuaba la reconciliación, la intercesión, allí el sumo sacerdote llevaba a cabo la labor de intercesión, y cuando él terminaba ya en la tarde esas labores, salía y se cambiaba sus ropas y se colocaba las ropas doradas.
Y las personas que se habían arrepentido de sus pecados, que se habían lamentado en sus almas por haber pecado contra Dios, quedaban reconciliadas con Dios por un año, al otro año se tenía que hacer lo mismo.
¿Y por qué? Porque los animales no son perfectos, ni su sangre tampoco, porque no tienen alma, aquellos animalitos tipificaban a Cristo, solamente cubrían el pecado de las personas, pero no lo podían quitar, pero eran tipo y figura, eran la sombra de lo que habría de venir en el Nuevo Testamento.
Ahora, las personas que no se arrepentían de sus pecados y se lamentaban en ese día por haber pecado, y pedían perdón a Dios, no quedaban reconciliados con Dios y por consiguiente serían cortados del pueblo, Dios los cortaría del pueblo, o sea, morirían esas personas, porque no fueron reconciliadas con Dios, porque no se arrepintieron de sus pecados, y no se afligieron en sus almas por haber pecado contra Dios, y no buscaron la misericordia de Dios, y no pidieron el perdón de Dios, por lo tanto, morirían en algún momento de ese año.
Y ahora, por cuanto el día de la expiación y el macho cabrio de la expiación, es tipo de Cristo y Su muerte en la Cruz del Calvario para expiar el pecado, Cristo es nuestra expiación.
Por lo tanto, desde el día que Cristo murió en la Cruz del Calvario, en el Templo celestial comenzó el día de la expiación, para que todo aquél que arrepentido de sus pecados recibe a Cristo como su Salvador, sea lavado con la Sangre de Cristo, sea perdonado, sea bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo lo bautice con Su Espíritu Santo y Fuego, y así la persona nazca de nuevo, nazca del agua y del Espíritu, y así la persona quede reconciliada con Dios y quede colocada en el Reino de Dios, que es la Iglesia del Señor Jesucristo, el Cuerpo Místico del Señor Jesucristo.
Y ahora, podemos ver que desde la muerte de Cristo en adelante en el Templo Celestial se ha estado viviendo el día de la expiación, el día del perdón, el día de la reconciliación del ser humano con Dios.
Toda persona que no aprovecha este siclo divino del Templo Celestial, pierde el derecho a vivir eternamente como parte del pueblo de Dios, y por consiguiente será juzgado en el juicio final como incrédulo, porque no creyó en el Nombre del Hijo de Dios, y por consiguiente no pudo ser salvo, porque no creyó en el Nombre del Hijo de Dios.
Pero Cristo fue levantado en la Cruz del Calvario, como Moisés levantó la serpiente en el desierto, para que todo aquél que en El cree no se pierda, mas tenga Vida eterna.
Así como en el tiempo de Moisés, allá en el desierto, las serpientes venenosas estaban mordiendo al pueblo hebreo, y Dios le dijo a Moisés: “Coloca una serpiente de bronce en una vara, levántala”, y toda persona mordida por serpientes venenosas, las cuáles por consiguiente están condenadas a la muerte, y estando vivos están muertos porque tienen la muerte dentro, tienen el veneno de las serpientes; pero delante de Dios siempre hay esperanzas para los creyentes.
Dios le dijo a Moisés que todo aquél que mirara a la serpiente de bronce no moriría, sino que viviría, porque la serpiente de bronce representa el pecado ya juzgado.
Y ahora, el pecado del pueblo hebreo era juzgado, y ya estaba pagado el precio por el pecado allí, en aquella serpiente de bronce.
El bronce representa el juicio divino, por lo tanto, todo el juicio divino había caído sobre la serpiente de bronce, estaba allí en la serpiente de bronce juzgado y condenado el pecado de los hebreos; por lo tanto, el que mirara la serpiente de bronce quedaba libre, era salvo, el pecado era quitado, y quedaba anulado el veneno y por consiguiente la muerte no vendría a las personas.
Toda persona que era mordida por serpientes venenosas, y sabiendo que había una esperanza de vida, decía: “¿Cómo puede esa serpiente de bronce al mirarla quitar, anular el veneno en mí?” y no miraba la serpiente de bronce, ¿qué le sucedía a esa persona? Moría por incrédulo, porque no creyó que aquello funcionaría.
Y ahora, en Cristo todo el pecado nuestro fue colocado y fue juzgado nuestro pecado, y fuimos juzgados nosotros en Cristo, El es nuestra representación, estamos representados en Cristo, por lo tanto todo el pecado nuestro fue colocado sobre Cristo y Dios juzgó nuestro pecado en Cristo, y todo el juicio divino cayó sobre Jesucristo y nosotros quedamos libres.
Ahora, la Escritura dice: “la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios, Vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.” Romanos, capítulo 5, verso 23 ó capítulo 6... vamos a ver, capítulo 6, capítulo 6 de Romanos, verso 23:
“Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.”
Y ahora, por cuanto todo el pecado del ser humano fue juzgado y condenado en Cristo, porque nuestros pecados El los llevó y pagó el precio por el pecado que es muerte, por eso El murió, El murió por nosotros.
Y Ahora, toda persona que da una mirada de fe, como había que hacerlo en el Antiguo Testamento al mirar la serpiente de bronce; ahora, la serpiente de bronce del Antiguo Testamento ahora es un Hombre: Jesucristo nuestro Salvador, porque aquello tipificaba a Jesucristo muriendo en la Cruz del Calvario por ustedes y por mí.
Y ahora, toda la raza humana en el Huerto del Edén fue mordida por la serpiente que engañó a Eva, y ese pecado entró a la raza humana, el diablo a través de la serpiente trajo el pecado a la raza humana; por lo tanto, la raza humana es una raza moribunda, y solamente hay una esperanza para todo ser humano y es: una mirada de fe a Cristo crucificado en la Cruz del Calvario, y reconocer que Cristo llevó nuestros pecados y que El murió por nuestros pecados, y recibirlo como nuestro Salvador, eso hace que el pecado no tenga efecto sobre nosotros, porque la Sangre de Cristo nos limpia de todo pecado. Y por consiguiente la muerte, la segunda muerte no tiene potestad sobre nosotros.
La muerte física sobre este cuerpo físico tiene potestad si se nos pone viejo el cuerpo, o si se enferma de una enfermedad que lleve el cuerpo a la muerte, o por un accidente; pero Cristo nos dará un nuevo cuerpo, eterno, inmortal, incorruptible y glorificado, y entonces no habrá muerte, ni enfermedad en el nuevo cuerpo, la muerte estará vencida físicamente también. Todo esto es para los que reciben a Cristo como su Salvador.
Ahora, las personas que dicen: “Yo no sé que significado pueda tener eso de recibir a Cristo como mi Salvador”. Y no lo recibe, pierde el derecho a vivir eternamente en el Reino de Jesucristo nuestro Salvador, será juzgado por incrédulo en el juicio final, por no haber creído en Jesucristo, y será condenado y echado al Lago de fuego, que es la segunda muerte, porque no creyó en Jesucristo el Hijo de Dios, para ser reconciliado con Dios y ser restaurado a la Vida eterna. Por eso es tan importante recibir a Cristo como nuestro Salvador.
No hay otra esperanza para el ser humano. Ningún gobierno puede darle esa esperanza al ser humano de que hará algo para que el ser humano pueda vivir eternamente, no hay ningún gobierno, ni tampoco los científicos pueden hacer nada; pero Jesucristo, el cual dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la Vida; y nadie viene la Padre sino por Mí.” El sí tiene la solución, El ya realizó la solución para que el ser humano pueda vivir eternamente en el Reino de Dios.
Y ahora, todas las personas creyentes en Cristo son el Cuerpo Místico de Jesucristo, son el Templo Espiritual de Jesucristo, y por consiguiente son la Casa de Dios, son el Cuerpo de Dios, Cuerpo espiritual de Dios, son la Familia de Dios, donde mora Dios en Espíritu Santo acá en el alma de cada creyente en Cristo.
Y ahora, encontramos que para ser parte del Cuerpo Místico de Dios, que es la Iglesia de Jesucristo, que es el Templo espiritual de Dios, que es la Casa de Dios, se requiere que el ser humano nazca de nuevo, nazca del agua y del Espíritu para poder entrar al Reino de Dios y tener Vida eterna, y vivir con Cristo en Su Reino por toda la eternidad.
¿Cómo podemos obtener el nuevo nacimiento del agua y del Espíritu? Recibiendo a Cristo como nuestro Salvador, lavando nuestros pecados en Su Sangre y siendo bautizados en agua en Su Nombre, Cristo le bautizará con Espíritu Santo y Fuego, y así obtendrá el nuevo nacimiento, y así entrará el Reino de Dios.
Cristo ya resucitado en San Marcos, capítulo 16, verso 15 al 16 dijo:
“Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.
El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.”
Es un asunto de creer para ser salvo y ser bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, o de no creer y ser condenado, y ser echado al Lago de fuego después del juicio final.
Pero toda persona desea vivir eternamente, y desea vivir eternamente en un cuerpo que no tenga los problemas que tiene nuestro cuerpo terrenal, y en un reino que no tenga los problemas que hay en el reino terrenal de las diferentes naciones; el único Reino es el Reino de Jesucristo, y el Único que lo puede salvar a usted es Jesucristo, El es el único que lo puede reconciliar con Dios. Es por medio de Jesucristo la reconciliación del ser humano con Dios.
Desde el día de la crucifixión de Cristo en adelante en el Templo Celestial se abrió el Día de la expiación y por consiguiente el día de la reconciliación del ser humano con Dios. Por eso San Pablo dijo: que Dios por medio de él estaba como clamando: ‘reconciliaos hoy con Dios.’
Por lo tanto, para todos los seres humanos de este tiempo, es tiempo en el Cielo para el ser humano ser reconciliado con Dios. Cristo todavía está en el Trono del Padre, haciendo intercesión con Su Sangre por cada persona que lo recibe como Su Salvador.
Y ahora, ¿cuántos ya han sido reconciliados con Dios por medio de Jesucristo? Es un privilegio ver tantas personas que ya han recibido a Cristo, y han sido reconciliados con Dios, ustedes tienen Vida eterna, vivirán con Cristo en Su Reino por toda la eternidad.
Los que todavía no han recibido a Cristo como su Salvador, no están reconciliados con Dios y por consiguiente no tienen Vida eterna, y por consiguiente están condenados.
Como la persona que es mordida por una serpiente venenosa, está condenada a la muerte, y el ser humano está condenado a la muerte a causa del pecado que introdujo el diablo, la serpiente antigua en la raza humana, el veneno del pecado él lo colocó en la raza humana, por lo tanto, la raza humana está condenada a la muerte, a la segunda muerte, y físicamente también el ser humano vive un tiempo y después muere.
Ahora, para ser libres de la condenación del pecado y por consiguiente de la segunda muerte que es el Lago de fuego, ¿qué pueden hacer los que todavía no han recibido a Cristo como su Salvador? Sencillo: recibirlo como su Salvador, para que sus pecados sean perdonados, sea limpiado con la Sangre de Cristo, sea justificado, sea bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo lo bautice con Espíritu Santo y Fuego, y así obtenga el nuevo nacimiento, y así entre al Reino de Cristo, y sea reconciliado con Dios y tenga Vida eterna, y así viva en el Cuerpo Místico de Cristo, el Cuerpo Místico de Dios que es la Iglesia de Jesucristo, con salvación y Vida eterna.
Hemos visto el misterio del Cuerpo de Dios, el Cuerpo de Dios como Jesús, es el Cuerpo físico de Jesús, y el Cuerpo Místico de Dios es la Iglesia del Señor Jesucristo, que está siendo creada, construida por Cristo de edad en edad, Cristo en Espíritu Santo construyendo ese Nuevo Templo.
Ya no tenemos el tabernáculo que construyó Moisés, ni el templo que construyó Salomón, pero Jesucristo, el Hijo de David, ha estado construyendo un Nuevo Templo con piedras vivas, seres humanos, ese Nuevo Templo es la Iglesia del Señor Jesucristo, a la cual usted entra por medio del nuevo nacimiento, hay que nacer en la Familia de Dios, la Iglesia del Señor Jesucristo, la Casa de Dios, el Cuerpo Místico de Dios.
Por lo tanto, en esta noche todas las personas que no han recibido todavía a Cristo como su Salvador, tienen la oportunidad de hacerlo, levantando sus manos y el Rvdo. Miguel Bermúdez estará orando por ustedes, para que Cristo perdone sus pecados, les limpie con Su Sangre preciosa y sean bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo los bautice con Espíritu Santo y Fuego, y así nazcan en el Reino de Dios, en la Iglesia del Señor Jesucristo, en el Cuerpo Místico de Dios.
Ha sido para mí un privilegio grande estar dándoles testimonio del Cuerpo de Dios, ese Cuerpo Místico de Dios, que es la Iglesia de Jesucristo nuestro Salvador.
Muchas gracias por vuestra amable atención, amables amigos y hermanos presentes, y que las bendiciones de Jesucristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes y sobre mí también. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén y amén.
Con nosotros nuevamente el Rvdo. Miguel Bermúdez Marín, para orar por todas las personas que levantarán sus manos, para que el Rvdo. Miguel Bermúdez Marín ore por ustedes.
Que Dios les bendiga, y pasen todos muy buenas noches.
“EL CUERPO DE CRISTO.”