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| Los Hijos de Dios | 2002-06-25 | 1 | Reynosa | Tamaulipas | MX | 00:00:00 | false |
Muy buenos días, amados amigos y hermanos reunidos en esta ocasión; es para mí un privilegio y bendición grande estar con ustedes en esta ocasión, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente a este tiempo final. Reciban todos también saludos de mi esposa Erica y también de mis niñas América y Yahannah Gabriela.
Para esta ocasión leemos en Primera de Juan, capítulo 3, verso 1 al 2, dice:
“Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él.
Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es.”
Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.
Nuestro tema es: “LOS HIJOS DE DIOS.”
El misterio de los hijos de Dios es grande, pero es sencillo.
Ahora, encontramos que la idea de los seres humanos es que toda persona es un hijo o una hija de Dios; pero Cristo enseñó que hay trigo y hay cizaña. En la parábola del trigo y de la cizaña en San Mateo, capítulo 13, versos 30 en adelante (30 al 43), y El dijo que la cizaña son los hijos del malo, del diablo, y El dijo que el trigo son los hijos del Reino, son los hijos de Dios.
Por lo tanto, hay hijos de Dios y hay hijos del maligno, del diablo, es una realidad que algunos se han negado a aceptarla, pero Cristo dio testimonio de que esto es así.
Ahora, el misterio de los hijos de Dios es grande, pero es sencillo. Encontramos que todos los hijos e hijas de Dios estaban en Dios eternamente. Así como Leví estaba en Abraham, cuando Abraham pagó los diezmos a Melquisedec, y Melquisedec le dio pan y vino a Abraham, en el capítulo 14 del Génesis.
Pero vean ustedes, no se veía Leví, pero estaba allí, estaba en Abraham. Dice San Pablo en Hebreos, capítulo 7. Por lo tanto, vean, capítulo 7, verso 6 en adelante, dice:
“Pero aquel cuya genealogía no es contada de entre ellos (o sea, Jesús, la ascendencia de Jesús no es contada de entre los levitas; porque Su descendencia según la carne aparece que nació de la tribu de Judá por la familia de David. Dice:), tomó de (ahora, aquí cuando habla de la genealogía que no es contada de entre ellos, está hablando de Melquisedec)...
Pero aquel cuya genealogía no es contada de entre ellos, tomó de Abraham los diezmos, y bendijo al que tenía las promesas.
Y sin discusión alguna, el menor es bendecido por el mayor.
Y aquí ciertamente reciben los diezmos hombres mortales; pero allí, uno de quien se da testimonio de que vive.
Y por decirlo así, en Abraham pagó el diezmo también Leví, que recibe los diezmos;
porque aún estaba en los lomos de su padre cuando Melquisedec le salió al encuentro.”
Aquí podemos ver que toda la descendencia de Abraham, no solamente Isaac, Jacob, Leví y demás hijos de Jacob, estaban en Abraham, sino toda la descendencia de Abraham, todo el pueblo hebreo estaba en Abraham.
Y ahora, encontramos que así también todo hijo y toda hija de Dios estaba eternamente en Dios. Por eso es que cuando Cristo dice que el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido, vean, antes de perderse algo, pues no estaba perdido.
Ahora, podemos ver que Cristo viene para salvar todos esos hijos e hijas de Dios; esas son las ovejas que el Padre le dio para que les dé Vida eterna, conforme al capítulo 10 del Evangelio según San Juan. Y Cristo siendo el Hijo de Dios, encontramos que... vean, la cita que les dí ahorita, de que el Hijo del Hombre vino a salvar, a buscar y a salvar lo que se había perdido, está en San Mateo 18, verso 11, donde dice:
“Porque el Hijo del Hombre ha venido para salvar lo que se había perdido.”
También esa cita la encontramos en San Lucas, también se encuentra esa cita: 19:10, también en San Lucas.
Ahora, encontramos que todos esos hijos de Dios, el Padre los ha dado a Cristo para que los salve, para que muera por ellos y los redima, los restaure a la Vida eterna.
Ahora, de Dios Padre, pasa cada hijo e hija de Dios, a Jesucristo nuestro Salvador, para recibir Vida eterna. Esas son las ovejas que el Padre le ha dado a Cristo para que les dé Vida eterna, y Cristo dice: “Nadie las arrebatará de mi mano, el Padre que me las dio mayor que todos es, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre.”
Ahora, por cuanto todas las cosas Dios las ha creado por medio de Cristo, el cual es el Verbo que era con Dios y era Dios, El es el Hijo de Dios, aun antes de estar en Su cuerpo de carne llamado Jesús. Cristo dijo en San Juan, capítulo 8, algo muy importante que estremeció a las personas que lo escucharon, y pensaron que Cristo estaba loco; porque una persona que habla así, si no es verdad lo que está hablando, pues es una imaginación de la persona, y está trastornada. Pero por cuanto lo que Cristo dijo es la verdad, pues no estaba loco, estaba cuerdo, estaba consciente El de quién El era.
Y ahora, vean capítulo 8, verso 56 en adelante, dice:
“Abraham vuestro padre se gozó de que había de ver mi día; y lo vio, y se gozó.
Entonces le dijeron los judíos: Aún no tienes cincuenta años, ¿y has visto a Abraham?
Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy.
Tomaron entonces piedras para arrojárselas; pero Jesús se escondió y salió del templo; y atravesando por en medio de ellos, se fue.”
Hay personas con las cuales no se puede hablar estas cosas profundas de Dios de la existencia de los hijos de Dios, antes de venir a la Tierra en carne humana.
Y ahora, Cristo está hablando de Su existencia antes de estar en el cuerpo de carne, o sea, de Su pre-existencia. Y todo hijo de Dios existía en Dios. Por lo tanto, todo hijo de Dios tiene que venir a manifestación en este planeta Tierra, para obtener el perdón de sus pecados, y ser restaurado a la Vida eterna, para recibir la salvación de su alma. No es del que quiere ni del que corre, sino de Dios que tiene Misericordia. ¿De quién tiene El Misericordia? De Sus hijos.
Ahora, Cristo es el que tiene todo el Programa Divino para llevar a cabo toda la creación, porque Cristo, el cual dice: “Antes que Abraham fuese, Yo Soy,” es el que creó todas las cosas. En Palabras más claras: Dios a través de Jesucristo creó todas las cosas.
Ahora, si Cristo dice: “Antes que Abraham fuese, Yo Soy,” ¿cómo era Jesucristo antes de Abraham? ¿Cómo era Jesucristo antes de venir a la Tierra en un cuerpo de carne? ¿Cómo era y quién era? El era en un cuerpo angelical. ¿Quién era? El Angel de Jehová Así era Jesucristo antes de venir en carne humana: era en un cuerpo angelical teofánico, ¿y quién era? Era el Angel de Jehová, el Angel del Pacto.
Y ahora, Dios por medio de Cristo representa a todos los hijos e hijas de Dios del Cielo, los representa, los tipifica en el pueblo hebreo. Y por consiguiente el pueblo hebreo, descendientes de Abraham, pasaría por diferentes etapas, las cuales ellos no podrían controlar, estarían fuera del control de ellos, porque serían un reflejo de las etapas por las cuales pasaría cada hijo e hija de Dios, tanto un reflejo de las cosas que pasarían en el futuro, los hijos de Dios de aquel tiempo en adelante, y tanto un reflejo de las cosas que habían pasado antes de venir a existencia el pueblo hebreo.
Ahora, vean ustedes en Génesis, capítulo 15, verso 12 en adelante, dice Dios a Abraham en esta ocasión, dice:
“Mas a la caída del sol sobrecogió el sueño a Abram, y he aquí que el temor de una grande oscuridad cayó sobre él.
Entonces Jehová dijo a Abram: Ten por cierto que tu descendencia morará en tierra ajena, y será esclava allí, y será oprimida cuatrocientos años.”
Y ahora, en estos momentos en que Dios le está hablando a Abraham, Abraham todavía no tiene a su hijo Isaac, y luego Isaac tendría a Jacob, y luego Jacob tendría a los patriarcas, y luego los patriarcas se multiplicarían y se formaría el pueblo hebreo.
Pero vean, ya Dios le está hablando de la trayectoria por la cual pasará la descendencia de Abraham, porque Dios conoce el futuro desde antes de la creación. No solamente el futuro del Universo, sino el futuro de cada ser humano.
“Mas también a la nación a la cual servirán, juzgaré yo; y después de esto saldrán con gran riqueza.
Y tú vendrás a tus padres en paz, y serás sepultado en buena vejez.
Y en la cuarta generación volverán acá.”
Vean, le está diciendo hasta en cuál de las generaciones el pueblo hebreo va a regresar a la tierra de Israel, donde está viviendo Abraham en estos momentos; o sea, que en estos momentos en que Dios le está hablando, Abraham está viviendo en la tierra de Israel, la tierra prometida.
“Y en la cuarta generación volverán acá; porque aún no ha llegado a su colmo la maldad del amorreo hasta aquí.”
Y ahora, aquí podemos ver a Dios hablándole a Abraham y diciéndole la trayectoria por la cual pasará Su descendencia, la descendencia de Abraham. Y todo esto que va a suceder con la descendencia de Abraham, el pueblo hebreo, va a estar reflejando lo que sucedería con la descendencia de Dios, los hijos e hijas de Dios.
Luego encontramos que el pueblo hebreo llega a la tierra de Israel, representado en los patriarcas, y la familia de los patriarcas, en el tiempo en que José era segundo en el reino del faraón; y van a vivir a Gosén, porque en Egipto hubo alimento en aquel tiempo y en el resto de los países alrededor de Egipto no hubo alimento, porque hubo una grande sequía, que causó que la agricultura tuviera problemas.
Ahora, llegan a Gosén, viven en Gosén, y mientras José estaba vivo, todo estaba bien; pero luego de muerto José y luego de muerto también el farón que era amigo de José, luego más adelante viene otro faraón que no conocía a José, y ve que el pueblo hebreo se está multiplicando a tal grado que ya es un pueblo igual o mayor que el pueblo Egipcio, y consulta con sus sabios y sus generales, y llegan a darse cuenta que si este pueblo hebreo en una guerra se llega a aliar con los enemigos de los egipcios, entonces derrotarían a los egipcios; y entonces ordenan que toda partera al ver la criatura cuando va a nacer, si veían que era varón, tenía que hacerlo morir antes de nacer; o sea, que no naciera vivo, una sentencia de muerte para los niños.
Y ahora vean, fue en el tiempo en que tenía que nacer el libertador, porque siempre el diablo trata de que no nazca el instrumento que Dios va a usar.
Y ahora, siempre que va a ocurrir algo grande en el Programa Divino, Dios ya lo ha prometido en Su Palabra y el diablo trata de impedirlo. Por lo tanto, el tiempo para la liberación del pueblo hebreo estaba llegando; y antes de efectuarse la liberación del pueblo hebreo, Dios tenía que tener al hombre ya, y tenía que ser un hombre mayor, por lo tanto, tenía que nacer antes, y el diablo pues se da cuenta que ya estaba llegando al tiempo en que se cumplirían los cuatrocientos años, y en algún momento tenía que nacer el libertador, el instrumento que Dios usaría para la liberación del pueblo hebreo, y el diablo trata de impedir que nazcan varones en medio del pueblo hebreo, para que no nazca el libertador.
Ahora, podemos ver que el diablo estaba asustado, le tenía miedo no a todos los niños, sino a un niño que iba a nacer; como cuando Jesús nació: el rey Herodes le tenía miedo a un niño.
Ahora vean, mandó a matar a todos los niños allá en Belén de Judea, ¿ven? Porque le tenía miedo a un niño que sería el Rey de Israel.
Ahora, podemos ver en el pueblo hebreo el reflejo perfecto de los hijos e hijas de Dios. El pueblo hebreo es el pueblo de los siervos y en el pueblo de los siervos se refleja el pueblo de los hijos e hijas de Dios. Un hijo o una hija de Dios viene a la Tierra, su alma, de la eternidad, su alma es eterna. Por eso es que Cristo murió por Su pueblo, el pueblo celestial, para El quitar los pecados de Su pueblo, limpiarnos con Su Sangre de todo pecado y restaurarnos a la Vida eterna, reconciliarnos con Dios.
Ninguna persona puede ser reconciliada con Dios, a menos que sea por medio de Jesucristo nuestro Salvador. A Cristo le han sido dadas todas esas almas para que las reconcilie con Dios, para que les dé Vida eterna.
Ahora, cada alma de Dios tiene que venir a la Tierra, ser manifestada en carne humana, para escuchar la predicación del Evangelio de la Gracia, y recibir a Cristo como su Salvador, porque por medio de la predicación del Evangelio de la Gracia, obtiene la persona el conocimiento de cómo ser restaurado a la Vida eterna, de cómo ser reconciliado con Dios, de cómo regresar a la Vida eterna y ser a imagen y semejanza de Jesucristo, el Hijo de Dios.
Ahora, ningún hijo o hija de Dios se perderá. Ninguno. Cristo dijo que ninguno se perderá; por lo tanto, Cristo se encargaría de realizar toda la labor correspondiente para que ninguno se pierda. No pueden perderse los hijos de Dios. Dice Cristo en San Juan, capítulo 10... recuerden que Cristo compara los hijos e hijas de Dios con ovejas, y Cristo se compara con la Puerta de las ovejas; y también Cristo se compara con el Pastor, y El dice que El es el Buen Pastor. Dice el capítulo 10 de San Juan, verso 9:
“Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos.”
En esta forma tan sencilla Cristo está mostrando los misterios de Dios, de los hijos e hijas de Dios, y de Cristo, el Hijo de Dios viniendo para salvar lo que se había perdido. En el mismo capítulo 10, verso 14 en adelante, dice Cristo en San Juan:
“Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen,
así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas.
También tengo otras ovejas que no son de este redil (o sea, que no son del pueblo hebreo, ¿dónde están? Entre los gentiles, son de entre los gentiles); aquéllas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor.”
Por lo tanto, durante la Dispensación de la Gracia desde el Día de Pentecostés en adelante, Cristo en Espíritu Santo estaría buscando Sus ovejas de edad en edad y de nación en nación, y estaría enviando Sus Mensajeros a través de los cuales Cristo se manifestaría y traería el Mensaje con el cual serían llamados y juntados los escogidos de Dios, los hijos de Dios en cada edad.
Por lo tanto, de edad en edad, Dios estaría enviando esas almas de Dios a la Tierra en cuerpos humanos, viniendo primeramente en un cuerpo mortal, corruptible y temporal, con un espíritu del mundo, para hacer contacto con Cristo, la Vida eterna, recibir a Cristo como nuestro Salvador, lavar nuestros pecados en Su Sangre, ser bautizados en agua en Su Nombre, y recibir Su Espíritu Santo y así obtener el nuevo nacimiento, y así nacer en el Reino de Cristo como un hijo o una hija de Dios.
Al nacer nosotros en la Tierra en cuerpos mortales no hemos nacido como hijos de Dios, hemos nacido en una raza caída, y hemos nacido en el reino del maligno; pero al recibir a Cristo como nuestro Salvador, ser bautizados en agua en Su Nombre y recibir Su Espíritu Santo, hemos obtenido el nuevo nacimiento del cual Cristo le habló a Nicodemo, cuando le dijo: “De cierto, de cierto te digo, que el que no nazca de nuevo no puede ver el Reino de Dios.”
Nicodemo pensando en nacimiento físico dijo: “¿Cómo puede hacerse esto? ¿Puede acaso el hombre ya siendo viejo entrar en el vientre de su madre y nacer de nuevo?” Cristo le dijo: “De cierto, de cierto te digo, que el que no nazca del agua y del espíritu no puede entrar en el Reino de Dios.” Es un nuevo nacimiento, un nacimiento espiritual, que se obtiene cuando la persona recibe a Cristo como su Salvador arrepentido de sus pecados, y es bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, entonces Cristo le da Su Espíritu Santo y la persona obtiene el nuevo nacimiento, nace en el Reino de Cristo como un hijo o una hija de Dios.
Y ahora, continuamos leyendo, dice:
“Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar.
Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre.”
Aquí podemos ver que Cristo murió voluntariamente. El quiso morir por todos nosotros para darnos Vida eterna. Cristo dijo en San Juan, capítulo 12, verso 24: “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, él solo queda, pero si cae en tierra y muere mucho fruto lleva (o sea, muchos granos de trigo lleva).”
Ahora, Cristo se tipifica en el grano de trigo que tiene que morir, y cuando se siembra un grano de trigo, entonces muere ese grano de trigo, pero nace una planta, ese es el producto del grano de trigo. Y con la muerte de Cristo luego el Día de Pentecostés nació la Iglesia del Señor Jesucristo, que es el producto de Cristo, el grano de trigo, trayendo a existencia Su Iglesia, la cual es la planta de trigo.
Y ahora, ¿dónde están originalmente los granos de trigo que van a aparecer en la planta? Pues están en el grano de trigo. ¿Dónde estaban los hijos de Jacob y todo el pueblo hebreo? Estaban en Abraham, allí estaba Leví, estaban todos ellos.
Ahora, todos los hijos e hijas de Dios, ¿dónde estaban? En Dios.
Y ahora, cuando Dios se hace carne y habita en medio del pueblo hebreo en la forma de un hombre llamado Jesús, porque Jesús es el velo de carne donde Dios habitó en toda Su plenitud. En Jesús habitó Dios, la divinidad corporalmente en toda Su plenitud.
Y ahora, ¿dónde están todos los granos de trigo, todos los hijos e hijas de Dios? Están en el grano de trigo, Jesucristo.
Vean de dónde es que vienen los granos de trigo que aparecen en una planta de trigo: vienen del grano de trigo que es sembrado en tierra, nace en la forma de una planta y se reproduce, produciendo muchos granos de trigo iguales al grano de trigo que fue sembrado en tierra. Si usted siembra un grano de trigo, pues va a nacer una planta de trigo. Usted si siembra un grano de trigo, no espera que nazca una planta o un árbol de mango o de mangó; y si usted siembra un grano de trigo, pues va a nacer una planta de trigo. Y si nace esa planta de trigo, usted espera que lleve ¿qué? ¿aguacate? No, usted espera que lleve muchos granos de trigo.
Y Cristo, el grano de trigo, fue sembrado en tierra, y nació una planta de trigo: La Iglesia del Señor Jesucristo, para llevar ¿qué? Muchos granos de trigo, muchos hijos e hijas de Dios. Es en la Iglesia del Señor Jesucristo donde nacen los hijos e hijas de Dios.
Ninguna persona puede decir: “Yo me voy a unir a una religión, yo me voy a unir a una iglesia, porque yo quiero ser un hijo de Dios.” No, en su alma la persona es un hijo o una hija de Dios, o no es un hijo o una hija de Dios; en su alma ya desde antes de la fundación del mundo la persona es o no es un hijo o una hija de Dios.
Así que, podemos ver que usted no se puede hacer usted mismo un hijo o una hija de Dios, usted en su alma ya es un hijo o una hija de Dios. Y por eso es que Dios ha provisto el Programa de Redención para esas almas de Dios. Redimir es volver al lugar de origen. Y Cristo siendo el Redentor es el que nos lleva al lugar de origen nuestro, que es la eternidad, la Vida eterna. El nos lleva de regreso a Dios, nos reconcilia con Dios y nos restaura a la Vida eterna. Y esto porque eternamente estábamos en Dios.
Por lo tanto, usted no se puede perder, quizás lleve muchos golpes aquí en la Tierra, y si no es obediente a Dios y Su Palabra, llevará muchos golpes, tendrá muchos problemas; pero los problemas de la vida no significa que usted sea o no sea un hijo o una hija de Dios, porque ya eso viene acá en el alma; usted en su alma es o no es.
Ahora, ¿cómo se conocen los hijos de Dios? Si Cristo estuviera aquí, pues le preguntaríamos a El, pero ya esto El lo contestó aquí en Su Palabra. Por lo tanto, vamos a ver lo que El dice aquí... San Juan, capítulo 10, verso 14, dice:
“Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen,
así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas.
También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquéllas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor.”
Las ovejas que el padre le ha dado a Cristo para que les dé Vida eterna, para que las llame y les dé Vida eterna, oyen la Voz de Cristo, el Buen Pastor. “Y oirán mi Voz.” Y Su Voz es Su Palabra, escucharán la predicación del Evangelio y recibirán a Cristo como su Salvador. Vamos a ver también en San Juan, capítulo 10, este mismo capítulo, versos 22 en adelante, y ahí vamos a ver la diferencia que hay entre los hijos de Dios y los que no son hijos de Dios.
Dice: “Celebrábase en Jerusalén la fiesta de la dedicación. Era invierno,
y Jesús andaba en el templo por el pórtico de Salomón.
Y le rodearon los judíos y le dijeron: ¿Hasta cuándo nos turbarás el alma? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente.”
Ahora vean, algunas personas quieren que les hablen abiertamente, no para creer, sino para buscar motivos para criticar.
“Jesús les respondió: Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ellas dan testimonio de mí;
pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas, como os he dicho (ya Cristo se lo había dicho también a ellos, que ellos no podían creer porque no eran de las ovejas de Cristo, que el Padre le había dado a Jesucristo).
Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen.”
La identificación de toda persona que es oveja de Dios, que es oveja de Cristo, que en su alma es un hijo o una hija de Dios, su identificación es que oye la Voz de Cristo, el Buen Pastor, lo recibe como su Salvador, lava sus pecados en la Sangre de Cristo, es bautizado en agua en Su Nombre, y Cristo le da Su Espíritu Santo, y se produce en la persona el nuevo nacimiento, obtiene el nuevo nacimiento, nace en el Reino de Cristo como un hijo o una hija de Dios.
Y con ese nacimiento obtiene un cuerpo angelical teofánico de la sexta dimensión; y luego en el Día Postrero en la Segunda Venida de Cristo cuando Cristo haya completado Su Iglesia, se levantará del Trono del Padre, tomará el Título de Propiedad, que es el Libro de los Siete Sellos de Apocalipsis, capítulo 5, lo abrirá en el Cielo y hará Su Obra de Reclamo, y resucitará a los muertos creyentes en El que han partido de edades pasadas, y algunos de los nuestros que también han partido, y alguno de los nuestros que esté vivo y vaya y tenga que irse.
Aunque ninguno quiere irse. Por lo tanto, portémonos bien y oremos a Cristo: “Señor, permíteme vivir en esta Tierra todos los días que Tú predestinaste para mí, y úsame en Tu Obra como Tú deseas usarme.”
Y ahora, cuando Cristo termine Su Obra de Intercesión en el Cielo, porque El está haciendo intercesión en el Cielo por todas esas personas que tienen sus nombres escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, que es el Libro de los Siete Sellos, porque esas personas son las almas de Dios, los hijos e hijas de Dios, a los cuales Cristo tiene que darle Vida eterna, restaurarlos a la Vida eterna, reconciliarlos con Dios, para que puedan vivir eternamente.
Y ahora, cuando se complete en la Iglesia de Jesucristo todos los que están escritos en el Libro de la Vida del Cordero, se habrá completado todos los hijos e hijas de Dios en la Iglesia del Señor Jesucristo.
Vean lo que nos dice aquí en San Juan, capítulo 11, verso 51 en adelante. Vamos a ver 49 en adelante, que esto fue cuando estaban juzgando a Jesús el concilio del sanedrín y Caifás, el sumo sacerdote; entonces no encontraban forma para condenar a Jesús o para hacer algo con relación a Jesús. Veamos verso 47 en adelante, para que tengan el cuadro claro, dice:
“Entonces los principales sacerdotes y los fariseos reunieron el concilio, y dijeron: ¿Qué haremos? Porque este hombre hace muchas señales (o sea, Jesús hacía muchas señales).
Si le dejamos así, todos creerán en él...”
O sea, que se estaban dando cuenta que si Jesús seguía en Su ministerio todo el pueblo iba a creer en El; los únicos que no iban a creer en El era el sumo sacerdote y los miembros del concilio del sanedrín, excepto algunos que ya creían, como Gamaliel, Nicodemo y José de Arimatea, y quizás algún otro que estaría calladito, para que no lo fueran a sacar del concilio del sanedrín para que no le fueran a quitar la posición de privilegio tan grande que tenían.
Ahora, continuamos leyendo, dice:
“Si le dejamos así, todos creerán en él; y vendrán los romanos, y destruirán nuestro lugar santo y nuestra nación.
Entonces Caifás, uno de ellos, sumo sacerdote aquel año, les dijo: Vosotros no sabéis nada;
ni pensáis que nos conviene que un hombre muera por el pueblo, y no que toda la nación perezca.
Esto no lo dijo por sí mismo, sino que como era el sumo sacerdote aquel año, profetizó que Jesús había de morir por la nación;
y no solamente por la nación, sino también para congregar en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos.”
Y ahora, Cristo moriría para congregar en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos, para congregar en el Cuerpo Místico de Cristo, que es Su Iglesia, a todos los hijos e hijas de Dios. La Iglesia de Jesucristo es el mismo Cristo en la forma de Su Iglesia, porque es el producto del grano de trigo que fue sembrado en tierra.
Y ahora, Cristo obra en Espíritu Santo en Su Iglesia y por medio de Su Iglesia, y envía a Su Iglesia Mensajeros de edad en edad, para llamar y juntar Sus escogidos en cada edad.
Y ahora, cuando se complete esa labor, habrán nacido en la Iglesia de Jesucristo, en el Reino de Cristo, todos los hijos e hijas de Dios, habrán obtenido el nuevo nacimiento, y entonces ya todos tendrán el cuerpo angelical, teofánico de la sexta dimensión; pues para vivir eternamente una persona, tiene que primero obtener el cuerpo angelical teofánico de la sexta dimensión; y eso es lo que El está haciendo con toda alma de Dios, con toda alma que es hija de Dios: dándole primero el cuerpo angelical teofánico, que es un cuerpo parecido a nuestro cuerpo, pero de otra dimensión, de la sexta dimensión.
Y luego para el Día Postrero Cristo dijo en San Juan, capítulo 6, versos 39 al 58, y también en San Juan, capítulo 11, cuando estuvo hablando con Marta, la hermana de Lázaro, le dijo que Lázaro resucitaría. Ella le dice: “Yo sé que resucitará en la resurrección en el Día Postrero.” Porque ya ella sabía que Jesús había enseñado que en el Día Postrero Cristo resucitaría a todos los creyentes en El que estarían físicamente muertos, o sea, los despertaría.
Pero Cristo le dijo: “Yo Soy la resurrección y la vida, el que cree en mí aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí no morirá eternamente.” O sea, que el creyente en Cristo que vive en esta Tierra tiene la promesa de Cristo, que aunque su cuerpo físico muera no será para toda la eternidad que estará muerto físicamente, porque Cristo lo resucitará en el Día Postrero en un cuerpo glorificado, un nuevo cuerpo eterno, inmortal, incorruptible, igual al cuerpo glorificado de Jesucristo nuestro Salvador, y entonces seremos eternos físicamente también, seremos inmortales físicamente también, como nuestro amado Señor Jesucristo.
Y así cuando Cristo termine Su Obra de Intercesión en el Cielo, resucitará a los muertos creyentes en El en cuerpos glorificados. Ese cuerpo glorificado es un cuerpo jovencito que representará para siempre de 18 a 21 años de edad. Los jóvenes no saben la bendición tan grande que es tener un cuerpo joven. Y algunas veces se descuidan y hay jóvenes que se meten en vicios, que les destruyen su cuerpo físico, y después cuando llegan a viejos, pues llegan a viejos con un cuerpo lleno de problemas, y aun con el cerebro afectado por causa de cosas que usan algunos jóvenes, como drogas, licor, cigarrillo y cosas así, tabaco y todas estas cosas que dañan el cuerpo físico y hasta el cerebro.
Ahora, es una bendición grande vivir en este cuerpo porque nos da la oportunidad de hacer contacto con Cristo, la Vida eterna, para confirmar nuestro lugar en la Vida eterna, y confirmar así que vamos a vivir eternamente con Cristo, nuestro Salvador, con un cuerpo eterno, inmortal, incorruptible y glorificado, y jovencito para toda la eternidad.
Así que vean, el cuerpo joven es el tipo de cuerpo que Dios escoge para darnos a nosotros cuando nos dé el nuevo cuerpo glorificado, representará de 18 a 21 años de edad. Por lo tanto, ustedes jóvenes, están en la flor de la juventud, y por lo tanto ustedes son la representación de todos los escogidos de Dios, cuando estemos - para cuando estemos en el cuerpo nuevo y glorificado; o sea, que cuando todos los muertos en Cristo resuciten y nosotros seamos transformados, los que se van a reunir, serán los jóvenes.
Pero habrá miles o millones de personas que verán a esos jóvenes y estarán escuchando lo que esos jóvenes estarán diciendo, será en un lapso de tiempo de treinta a cuarenta días después que sean resucitados los muertos en Cristo y nosotros seamos transformados, habrá una manifestación plena del poder de Dios, y será en y con jóvenes, porque estaremos en cuerpos jóvenes y glorificados.
Ahora, podemos ver la bendición tan grande que hay para todos los hijos e hijas de Dios. En estos cuerpos mortales nos ponemos viejos, pero en el nuevo cuerpo que El nos dará nunca nos pondremos viejos. Cuando transcurra un millón de años nos veremos en el espejo y diremos: “El cuerpo está igualito a como estaba cuando lo recibí.” Porque será un cuerpo eterno, inmortal, incorruptible y glorificado y perfecto, no tendrá imperfecciones ese cuerpo.
Por lo tanto, no se preocupe usted por los problemas y por las imperfecciones que pueda tener el cuerpo físico que usted tenga; en el nuevo no tendrá esos problemas, será tan perfecto que usted dirá: “Este era el cuerpo que yo quería tener; así como me veo en el espejo con este cuerpo, era que yo quería verme.” Y será aun mayor de lo que usted deseaba. ¿Sabe porqué? Porque será como Dios deseaba para usted y para mí. Y el deseo de Dios es más grande que el de nosotros.
Así que vean, Dios tiene todas esas bendiciones ¿para quiénes? Para todos ustedes y para mí también, ¿por qué? Porque somos los hijos de Dios.
“Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él.
Amados, ahora somos hijos de Dios.”
Somos hijos de Dios. No es que vamos a ser, somos hijos de Dios en nuestra alma, y ahora nos ha dado un cuerpo angelical teofánico de la sexta dimensión, al recibirlo a El como nuestro Salvador, lavar nuestros pecados en Su Sangre, ser bautizados en agua en Su Nombre y recibir Su Espíritu Santo, y así hemos nacido en el Cuerpo Místico de Cristo, hemos nacido en el Reino de Cristo como hijos e hijas de Dios.
Y vamos a recibir pronto el cuerpo físico y eterno, y entonces físicamente también estaremos como hijos e hijas de Dios; o sea, el cuerpo angelical es un cuerpo hijo de Dios, porque es dado por Dios, viene de Dios; y el cuerpo físico que vamos a recibir será un cuerpo hijo de Dios, porque es un cuerpo que Dios nos dará; y nuestra alma es alma hija de Dios, porque viene de Dios.
Hemos venido de Dios, por eso somos hijos e hijas de Dios.
Ahora, somos hijos de Dios en nuestra alma, y también ya en espíritu, en cuerpo angelical, y nos falta ser hijos de Dios en cuerpo físico en cuanto al cuerpo físico glorificado, hijo de Dios, que El creará para ustedes y para mí. En cuanto al cuerpo físico, somos hijos de papá y mamá terrenal, ¿ven? Pero cuando tengamos el nuevo cuerpo, ese cuerpo glorificado será un cuerpo glorificado hijo de Dios.
Ahora, hemos visto la bendición tan grande que Dios nos ha dado: que seamos hijos e hijas de Dios.
Ahora somos hijos de Dios, y aun no se ha manifestado lo que hemos de ser, aun no se ha manifestado la resurrección de los muertos en Cristo en cuerpos glorificados, y la transformación nuestra, porque vamos a ser inmortales físicamente como nuestro amado Señor Jesucristo, vamos a tener un cuerpo glorificado como el cuerpo glorificado de nuestro amado Señor Jesucristo.
Y así como El ascendió al Cielo y se sentó en el Trono de Dios, nosotros ascenderemos al Cielo con Cristo, a la Casa de nuestro Padre Celestial, y estaremos con Cristo en la Cena de las Bodas del Cordero; esto es porque somos hijos de Dios. Pero sabemos que cuando El se manifieste seremos semejantes a El, seremos transformados y entonces seremos a Su imagen y semejanza, la imagen es el cuerpo angelical teofánico, la semejanza es el cuerpo físico glorificado que El nos dará, seremos semejantes a El, porque le veremos tal como El es; entonces es que veremos a Cristo en Su cuerpo glorificado, porque también nosotros tendremos un cuerpo glorificado.
Así como podemos vernos los unos a los otros ¿por qué? Porque tenemos la misma clase de cuerpo. Usted no puede ver los que están en cuerpos angelicales teofánicos, ¿por qué? Porque usted está en un cuerpo de carne. Pero si ellos vienen en cuerpos físicos, entonces los podemos ver.
Ahora, Cristo está en un cuerpo glorificado y eterno, y cuando nosotros tengamos el cuerpo glorificado, entonces lo veremos a El, podremos verlo tal y como El es.
¿Y por qué vamos a tener un cuerpo físico glorificado, igual al cuerpo glorificado de Jesucristo nuestro Salvador? Porque somos los hijos de Dios, y seremos como el Hijo de Dios, Jesucristo: a Su imagen y a Su semejanza. Ese es el Programa de Dios manifestado en el Programa de Redención.
Hemos visto: “EL MISTERIO DE LOS HIJOS DE DIOS.”
Todavía hay mucho que podemos hablar aquí, pero el tiempo ya se nos está acabando. Por ser hijos e hijas de Dios Cristo nos ha dado Su Espíritu, Dios ha enviado el Espíritu de Su Hijo, Jesucristo, a nuestros corazones.
Ahora, seremos pronto adoptados, porque hemos sido predestinados para ser adoptados hijos e hijas de Dios. En Efesios, capítulo 1, verso 5, dice:
“En amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad.”
O sea, que la Adopción de hijos e hijas de Dios viene por medio ¿de quién? De Jesucristo nuestro Salvador. El es el que lleva a cabo el Programa de y para la Adopción de todas esas almas que vienen de Dios, que son almas de Dios.
Y ahora, hemos sido predestinados para ser adoptados hijos e hijas de Dios, hemos sido predestinados para recibir a Cristo como nuestro Salvador, para ser bautizados en agua en Su Nombre, para recibir Su Espíritu Santo y para obtener el nuevo nacimiento, y obtener el cuerpo angelical teofánico, y para en el Día Postrero obtener en adición el cuerpo físico glorificado.
La Adopción espiritual es el bautismo del Espíritu Santo donde obtenemos el cuerpo angelical, y la Adopción física es nuestra transformación, donde obtendremos el cuerpo físico glorificado.
Y ahora, no es del que quiere ni del que corre, no es que usted lucha o luche para que Dios diga: “Como ese lucha, a ese le voy a dar un cuerpo glorificado.” No. Nosotros luchamos porque eso está en nuestra sangre: luchar para vencer, porque hemos sido predestinados para luchar y obtener la victoria, porque hemos sido predestinados para ser adoptados hijos e hijas de Dios por medio de Jesucristo nuestro Salvador.
No se puede recibir la Adopción espiritual ni tampoco la física, a menos que sea por medio de Jesucristo. La Adopción espiritual la recibimos al recibir a Cristo como nuestro Salvador. Y por medio del Evangelio de la Gracia obtenemos la revelación, la fe, para obtener esa Adopción espiritual. Y por medio de la predicación del Evangelio del Reino que gira alrededor de la Segunda Venida de Cristo obtenemos la fe, la revelación para la Adopción física, para nuestra transformación, recibimos la fe de Rapto, que es la fe, la revelación, que nos prepara para ser transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero; porque la Segunda Venida de Cristo es para nuestra Adopción física, es para nuestra transformación.
¿Dónde está eso escrito? En Filipenses, capítulo 3, verso 20 al 21, dice:
“Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo;
el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.”
Con ese mismo poder con el cual Cristo sujeta a Sí mismo todas las cosas y las gobierna, con ese mismo poder El transformará nuestro cuerpo, y nos dará un nuevo cuerpo. Para eso es la Segunda Venida de Cristo. Por eso en Primera de Tesalonicenses, capítulo 4, verso 12 al 17 nos habla de la gran Voz de Trompeta, la Trompeta de Dios, nos habla de Voz de Arcángel y Trompeta de Dios, y nos habla también de la aclamación.
Y también en Primera de Corintios, capítulo 15, versos 49 en adelante, nos habla de nuestra transformación, nos enseña que vamos todos a ser transformados, y nos enseña que será a la final Trompeta. La final Trompeta es la predicación del Evangelio del Reino que gira alrededor de la Segunda Venida de Cristo. Bajo el tiempo de la predicación del Evangelio del Reino, con el cual son llamados y juntados los escogidos de Dios en este tiempo final, esa es la gran Voz de Trompeta con la cual Cristo envía Sus Angeles. “Y enviará Sus Angeles con gran Voz de Trompeta, y juntarán a Sus escogidos, desde un extremo del Cielo hasta el otro (San Mateo, capítulo 24, versos 31).”
Bajo la predicación del Mensaje de la gran Voz de Trompeta del Evangelio del Reino, que gira alrededor de la Segunda Venida de Cristo como el León de la Tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores en Su Obra de Reclamo, es que Cristo terminará Su Obra, en el Cielo, de Intercesión, y se levantará del Trono del Padre, resucitará a los muertos en Cristo y nos transformará a nosotros los que vivimos y nos llevará con El a la Cena de las Bodas del Cordero en el Cielo.
Ahora, ¿por qué tantas bendiciones para nosotros? Porque somos los hijos de Dios.
¿Quiénes van a ser transformados? (Nota - Los presentes responden: “¡Amén!”) Nosotros, ¿por qué? Porque somos los hijos de Dios.
¿Quiénes van a ser arrebatados al Cielo, llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero? (Nota - Los presentes responden: “¡Amén!”) Nosotros, ¿por qué? Porque somos los hijos de Dios.
No es del que quiere ni del que corre, sino de Dios que tiene Misericordia de Sus hijos, los cuales estaban en El eternamente.
“LOS HIJOS DE DIOS.”
Hemos visto: “EL MISTERIO DE LOS HIJOS DE DIOS.”
Ahí vamos a detenernos, porque si continuamos no hay dónde... no hay dónde parar, porque desde el Génesis hasta el Apocalipsis se habla de los hijos de Dios. Por lo tanto, tendríamos que continuar aquí muchos días sin detenernos. Pero vamos a hacer entonces una pausa, y en la próxima actividad continuaremos con lo que tengamos de tema para la próxima actividad, y continuaremos hablando de los hijos de Dios, porque en todos los Mensajes que yo predico, ¿saben ustedes una cosa? De lo que yo hablo es de Dios y Sus hijos.
Así que, siempre estoy hablando de Dios y los hijos de Dios, y de las bendiciones que Dios tiene para todos Sus hijos. Las bendiciones de Dios son para ustedes y para mí. Somos herederos de Dios y coherederos con Cristo Jesús, Señor nuestro.
¿Ven que todas las bendiciones Dios las tiene para todos nosotros? Porque somos los hijos de Dios.
Ha sido para mí una bendición grande y un privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión, dándoles testimonio de: “LOS HIJOS DE DIOS.”
Que Dios les continúe bendiciendo a todos, que Dios les guarde, y dejo nuevamente con ustedes a nuestro amigo y hermano, el misionero, Rvdo. Miguel Bermúdez Marín, para finalizar nuestra parte en esta ocasión, y será hasta la próxima actividad en el lugar en donde ha de ser llevada a cabo, para los que estén en esa actividad.
El tema de esa próxima actividad no estaba en la lista Miguel, ¿o estaba en la lista? Así que vamos a continuar, voy a continuar hablando de ustedes y de mí, y de Jesucristo, el Hijo de Dios, y de Dios.
Así que solamente es una pausa, y en la próxima actividad continuaremos hablando de: LOS HIJOS DE LUZ, que son los hijos e hijas de Dios.
Bueno, que Dios les continúe bendiciendo a todos, y con nosotros nuestro amigo y hermano Miguel Bermúdez Marín.
“LOS HIJOS DE DIOS.”