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Perseverando en la Fe 2002-02-13 1 Dallas Texas US 01:09:20 false

Muy buenas noches, amados amigos y hermanos presentes, aquí en Dallas, Texas; es para mí una bendición grande estar con ustedes en esta ocasión, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente a este tiempo final. Reciban todos también saludos de mi esposa Erica, y también de mi niña América y también de mi niña Yahannah Gabriela.

Para esta ocasión tenemos dos lecturas: primero en San Marcos, capítulo 16, versos 15 al 16, donde dice:

Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.

El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.”

Y en Hebreos, capítulo 3, versos 7 al 19, dice (hablando acerca del cristiano y del pueblo hebreo que salió de Egipto), dice:

Por lo cual, como dice el Espíritu Santo:

Si oyereis hoy su voz,

No endurezcáis vuestros corazones,

Como en la provocación, en el día de la tentación en el desierto,

Donde me tentaron vuestros padres; me probaron,

Y vieron mis obras cuarenta años.

A causa de lo cual me disgusté contra esa generación,

Y dije: Siempre andan vagando en su corazón,

Y no han conocido mis caminos.

Por tanto, juré en mi ira:

No entrarán en mi reposo.

Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo;

antes exhortaos los unos a los otros cada día, entre tanto que se dice: Hoy; para que ninguno de vosotros se endurezca por el engaño del pecado.

Porque somos hechos participantes de Cristo, con tal que retengamos firme hasta el fin nuestra confianza del principio,

entre tanto que se dice:

Si oyereis hoy su voz,

No endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación.

¿Quiénes fueron los que, habiendo oído, le provocaron? ¿No fueron todos los que salieron de Egipto por mano de Moisés?

¿Y con quiénes estuvo él disgustado cuarenta años? ¿No fue con los que pecaron, cuyos cuerpos cayeron en el desierto?

¿Y a quiénes juró que no entrarían en su reposo, sino a aquellos que desobedecieron?

Y vemos que no pudieron entrar a causa de incredulidad.”

Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.

Nuestro tema es: “PERSEVERANDO EN LA FE.”

Así como Dios prometió a Abraham que su simiente sería esclava en tierra ajena y moraría en una tierra ajena, y sería esclava por cuatrocientos años, pero luego Dios los libertaría, los sacaría con gran riqueza y los llevaría a la tierra prometida.

Vean, para Dios cumplir todo eso, tuvo que venir la descendencia de Abraham, luego ir a Egipto, vivir allá, y luego quedar allá esclavizados por un faraón que no conocía a José, se multiplicó la descendencia de Abraham allá; y luego cuando llegó el tiempo señalado por Dios, Dios le apareció al Profeta Moisés, pues el pueblo hebreo estaba gimiendo a causa de la opresión con que los egipcios los oprimían y los tenían esclavizados.

Y ahora, Dios desciende y le aparece a Moisés allá en el Sinaí en una zarza, y encontramos que le habla a Moisés acerca de lo que Dios le había prometido a Abraham, y le dice que ha descendido para libertar al pueblo hebreo, pues ha escuchado (Dios) el gemido del pueblo hebreo y ha descendido para libertarlos conforme a como Dios le prometió a Abraham.

Ahora, por cuanto Dios siempre obra por medio de un hombre aquí en la Tierra, El tenía un hombre preparado para por medio de ese hombre llevar a cabo el cumplimiento de lo que Dios le prometió a Abraham, o sea, la liberación de la descendencia de Abraham de la esclavitud en Egipto.

El Angel de Jehová, el Angel del Pacto, se le revela a Moisés y lo envía a Egipto para que saque al pueblo hebreo de Egipto. Moisés le dice: “¿Pero quién soy yo para que vaya a faraón y saque de Egipto al pueblo hebreo?” Pero Moisés no comprendía que era Dios el que había prometido que libertaría el pueblo hebreo, y para Dios realizar esa promesa tenía que usar a un hombre. Dios obra por medio del ser humano para cumplir lo que El ha prometido.

Por lo tanto, Dios colocó Sus pensamientos en el corazón y la mente de Moisés, para que Moisés hablara esos pensamientos divinos, y cuando Moisés los hablaba, eso era la Palabra creadora de Dios siendo hablada, por lo tanto, tenía que cumplirse.

Y ahora, ese Angel de Jehová que le apareció al Profeta Moisés, es nada menos que Jesucristo en Su cuerpo angelical. Por eso Jesucristo en San Juan, capítulo 8, versos 56 al 58, podía decir: “Abraham deseó ver mi día, lo vio y se gozó.” ¿Cuándo lo vio? Cuando le apareció a Abraham con los Arcángeles Gabriel y Miguel, y comieron con Abraham un becerro tierno que Abraham les preparó; eso fue el día antes de la destrucción de Sodoma y Gomorra. Eso fue en el capítulo 18 del Génesis, y ya en el 19 vino la destrucción de Sodoma y de Gomorra (capítulo 19 ya es la destrucción de Sodoma y de Gomorra).

Ahora, también Cristo dijo... le dicen: “No tienes cincuenta años, ¿y dices que has visto a Abraham?” Le están diciendo: “Tú estás mintiendo, tú no tienes cincuenta años y dices que has visto a Abraham; si Abraham vivió hace ya miles de años, ¿cómo vas a decir que has visto a Abraham?” Cristo les dice: “Antes que Abraham fuese, Yo Soy.” Así que, aun antes que Abraham ya Cristo era.

Ahora, eso es un misterio, es el misterio de Cristo antes de venir en carne humana; el misterio de Cristo antes de venir en carne humana es el misterio del Angel de Jehová, que es Jesucristo en Su cuerpo angelical. ¿Ven? Ahora vean lo grande que es nuestro amado Señor Jesucristo. Por eso Cristo podía decir: “Yo Soy la Luz del mundo, y el que me sigue no andará en tinieblas, más tendrá la luz de la vida.”

El Angel de Jehová, el Angel del Pacto, vendría en carne humana para llevar a cabo la Obra de Redención. No podía llevar a cabo la Obra de Redención otra persona, sino el Angel de Jehová, que es Jesucristo en Su cuerpo angelical.

Ahora, vean ustedes, a ése fue al cual Juan el Bautista le preparó el camino. “Y vendrá a Su Templo el Señor, el Angel del Pacto, a quien deseáis vosotros.” ¿Ven quién era el que vendría después de Juan el Bautista? El Angel del Pacto, el Angel de Jehová, El fue el que libertó al pueblo hebreo, fue el que le dio la Ley en el Monte Sinaí y fue el que los llevó a la tierra prometida. Por eso la Escritura dice que la Ley fue dada por comisión de Angeles al pueblo hebreo; fue Cristo, el Angel del Pacto, el Angel de Jehová, el que le dio la ley al pueblo hebreo.

Ahora, eso es el misterio de Cristo en el Antiguo Testamento, el misterio de Cristo en el Nuevo Testamento es el Angel de Jehová manifestado en carne humana, llevando a cabo la Obra de Redención en la Cruz del Calvario, y luego ascendiendo al Cielo cuando resucitó, ascendiendo al Cielo y con Su Sangre haciendo Intercesión en el Cielo, en el Trono de Intercesión Celestial.

Ahora, vean ustedes, así como Dios ordenó al pueblo hebreo, a Moisés, que construyera un templo, el cual tendría: lugar santo, lugar santísimo y atrio; atrio, lugar santo y lugar santísimo, así también en el Cielo, vean ustedes, está el Templo Celestial.

Por lo tanto, lo que Moisés construiría sería de acuerdo al modelo que Dios le mostró en el Monte Sinaí; por lo tanto sería un templo o un tabernáculo conforme al Templo Celestial. Por eso se ofrecían allí los sacrificios en aquel templo o tabernáculo terrenal, y eran aceptados por Dios: porque eran tipo y figura del Sacrificio que Cristo llevaría a cabo, y sería llevado al Templo Celestial, Cristo y Su Sangre, y allí Su Sangre haría la labor que fue tipificada en el templo o tabernáculo terrenal que Moisés construyó.

Vean, en el templo o tabernáculo terrenal que Moisés construyó, el sumo sacerdote el día diez del mes séptimo, tomaba el macho cabrío de la expiación que era por Jehová, lo sacrificaba, no podía hacerlo otra persona, ese día era para el sumo sacerdote llevar a cabo todas las labores correspondientes al día de la expiación; porque las labores para la expiación Cristo sería el único que las podría llevar a cabo. Por lo tanto, está tipificado en el sumo sacerdote llevando las labores de ese día allá en el tabernáculo terrenal que Moisés construyó.

Y el sumo sacerdote sacrificaba el macho cabrío de la expiación, tomaba la sangre de ese macho cabrío en una vasija, y entraba al lugar santísimo, y esparcía con su dedo siete veces sobre el propiciatorio, y después salía y llevaba a cabo las demás labores; durante ese día él entraba unas cuantas veces al lugar santísimo.

Y vean ustedes, es ahí también donde el sumo sacerdote entraba en ese día con el.... con... vamos a ver aquí en Hebreos: un incensario de oro, y echaban dentro del incensario de oro que estaba con los carbones ahí encendidos, echaba dentro (vamos a ver) el incienso, y al quemarse formaba el humo y subía a la presencia de Dios, y ahí subían las oraciones del pueblo hebreo por Misericordia, porque se habían arrepentido de sus pecados, se habían afligido en sus almas, como estaba establecido en la Escritura en Levítico, capítulo 23, vean ustedes... capítulo 23 de Levítico, verso 26 en adelante, dice:

También habló Jehová a Moisés, diciendo:

A los diez días de este mes séptimo será el día de expiación; tendréis santa convocación, y afligiréis vuestras almas, y ofreceréis ofrenda encendida a Jehová.

Ningún trabajo haréis en este día; porque es día de expiación, para reconciliaros delante de Jehová vuestro Dios.”

¿Para qué? Para reconciliarlos delante de Dios, era el día de la reconciliación con Dios; afligían sus almas por haber pecado durante ese año, haber pecado contra Dios, y Dios tenía Misericordia de ellos y con ese sacrificio que era efectuado, los pecados de ellos quedaban cubiertos, no quedaban quitados, ¿por qué? Porque era sangre de un animalito, y los animales no son perfectos; pero era tipo y figura, ese macho cabrío de la expiación era tipo y figura de Cristo, y la sangre de ese macho cabrío de la expiación era tipo de la Sangre de Cristo, que vendría en cierto tiempo del Programa Divino, y sería derramada esa Sangre, y quitaría el pecado.

La Sangre de Cristo no cubre el pecado de los seres humanos, sino que lo quita, cuando los seres humanos afligidos en sus almas por haber pecado contra Dios, se arrepienten de sus pecados, los confiesan a Dios, la Sangre de Cristo nos limpia de todo pecado, los quita de nosotros. Eso es lo que enseña la Escritura: “La Sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado.” ¿Ven? No cubre el pecado sino que lo quita.

La sangre de los animalitos en el Antiguo Testamento lo cubría (el pecado), porque no era una sangre perfecta, pero era tipo y figura de la Sangre de perfecta de Cristo que vendría más adelante en el Nuevo Testamento.

Ahora vean, ese día de la expiación era para la reconciliación del pueblo hebreo como nación y de cada persona como individuo, ser reconciliados con Dios.

Ahora vean, vamos a seguir leyendo aquí, dice:

Porque toda persona que no se afligiere en este mismo día, será cortada de su pueblo.”

O sea, que esto es algo de vida o muerte para las personas; este día de la expiación es tan importante que vean, en medio del pueblo hebreo en donde se estaba llevando a cabo el tipo y figura, el simbolismo, se estaba llevando a cabo allá la sombra, era la sombra de lo que vendría más adelante en el Nuevo Testamento.

Y si en el tipo y figura las personas que no se afligían en ese día, no se afligían arrepintiéndose de sus pecados y pedían perdón a Dios, serían cortados del pueblo de Dios, cuánto más en el Nuevo Testamento para las personas que no se arrepientan de sus pecados,, recibiendo a Cristo como su Salvador, lavando sus pecados en la Sangre de Cristo para... y siendo bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, para recibir el Espíritu Santo.

Toda persona que no aflija su alma, que no se arrepiente de sus pecados afligido en su alma, y confiesa a Cristo como su Salvador, y lava sus pecados en la Sangre de Cristo, y sea bautizado en agua en Su Nombre, no puede recibir el Espíritu Santo y no puede ser reconciliado con Dios.

Ahora, aquello que sucedió el día diez del mes séptimo de cada año, el día de la expiación es lo que ha estado sucediendo desde que Cristo murió en la Cruz del Calvario, estamos en el Día de la Expiación espiritual, en donde se ha estado materializando todo lo que sucedía el día de la expiación allá en medio del pueblo hebreo.

Y ahora, no es en el templo terrenal de Salomón ni del tabernáculo terrenal que construyó Moisés, ni en medio del pueblo hebreo como nación, sino en el Cielo, en donde se abrió ese ciclo divino del día de la expiación. Por eso el Sacrificio de Cristo y Su Sangre no fue llevada al templo terrenal de Jerusalén cuando Cristo murió, sino que fue llevada la Sangre de Cristo, ¿dónde? Al Templo Celestial, al Lugar Santísimo; y con esa Sangre Cristo como Sumo Sacerdote con Su propia Sangre, ha estado intercediendo por cada persona que tiene su nombre escrito en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, porque esas personas pertenecen al Israel Celestial; el Israel terrenal, el pueblo hebreo, representa al Israel Celestial, representa a la Iglesia del Señor Jesucristo.

Y todo lo que está en el Antiguo Testamento es tipo y figura de lo que estaría en el Nuevo Testamento. Por lo tanto, nosotros estamos representados en el Antiguo Testamento, por eso usted encontrará que en su vida habrá personajes del Antiguo Testamento que se parecen a usted en muchas cosas; es que estamos representados en el Antiguo Testamento, y en el pueblo hebreo del Antiguo Testamento; porque la Iglesia del Señor Jesucristo es el Israel Celestial del Nuevo Testamento, la cual está bajo el Nuevo Pacto divino.

Y ahora no necesitamos un templo terrenal en donde se esté sacrificando cada año, el día diez del mes séptimo de cada año, un macho cabrío de la expiación, y llevar su sangre al lugar santísimo de un templo terrenal, porque ya eso era para el Antiguo Testamento, en lo que llegaba la realidad celestial, en donde Cristo, el Sumo Sacerdote Celestial, que es Melquisedec, entraría con Su propia Sangre al Lugar Santísimo del Templo Celestial, para hacer intercesión ¿por quiénes? Por todos nosotros. ¿Ven? Y así reconciliarnos con Dios.

Y ahora, de etapa en etapa, de edad en edad, durante estos dos mil años aproximadamente que han transcurrido de Cristo hacia acá, y lo que falta por transcurrir, mientras El esté en el Cielo, se está llevando a cabo la intercesión por cada persona que tiene su nombre escrito en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, para ser reconciliado con Dios.

Ya millones de personas escritas en el Cielo han sido reconciliadas con Dios, las cuales han vivido en edades pasadas, y también los que han recibido a Cristo como su Salvador en este tiempo final, han sido bautizados en agua en Su Nombre y han recibido Su Espíritu Santo, han sido reconciliados con Dios.

Pero todavía faltan algunos de ser reconciliados con Dios, de recibir a Cristo como su Salvador y ser colocados en el Cuerpo Místico de Cristo; y mientras falte aunque sea una sola persona de entrar al Cuerpo Místico de Cristo (persona que esté escrita en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero), Cristo no se puede levantar del Trono de Intercesión para tomar el Título de Propiedad, abrirlo en el Cielo y hacer Su Obra de Reclamo, y venir y resucitar a los muertos en Cristo y transformarnos a nosotros los que vivimos.

Pero algún día entrará hasta el último de los escogidos escritos en el Cielo, y entonces Cristo habrá terminado Su Obra de Intercesión y habrá reconciliado a toda persona escrita en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, habrá reconciliado al Israel Celestial, a todos; ya millones han sido reconciliados, ya quedan pocos por ser reconciliados; pero hasta que entre hasta el último, Cristo se puede levantar del Trono del Intercesión en el Cielo.

Ahora, vean ustedes algo muy importante: cuando la persona recibe a Cristo como su Salvador, lava sus pecados en la Sangre de Cristo, es bautizado en Su Nombre y recibe el Espíritu Santo, esa persona ha sido perdonada de todos sus pecados y esa persona ha nacido de nuevo, porque ha recibido el Espíritu Santo, ha entrado a la tierra prometida del bautismo del Espíritu Santo, y ha recibido un cuerpo espiritual, celestial, un cuerpo angelical teofánico.

Cuando nacimos en la Tierra recibimos un cuerpo de carne, mortal, corruptible y temporal, y recibimos un espíritu del mundo, de la quinta dimensión; pero con el nuevo nacimiento recibimos un espíritu celestial, un espíritu del Cielo, un espíritu de la sexta dimensión, igual al Espíritu de Jesucristo, igual al cuerpo angelical de Jesucristo, igual al Angel de Jehová, que es el cuerpo angelical de Jesucristo.

Y entonces tenemos representación en el Paraíso, en la sexta dimensión: nuestro cuerpo teofánico. Por eso cuando el cristiano muere, no muere, sino que lo que muere es su cuerpo físico, pero la persona sigue viviendo, sigue viviendo en alma y en espíritu, espíritu teofánico angelical (porque tiene Vida eterna, porque recibió a Cristo como su Salvador), va al Paraíso, que es otra dimensión, donde hay árboles, donde hay flores, donde hay animales, donde hay aves, donde hay lagos, y así por el estilo; pero donde no hay los problemas que hay en esta dimensión terrenal, allí ni se cansan ni trabajan tampoco, porque ya ellos descansaron de sus labores terrenales, no se trabaja allí, no hay necesidades allí; ni se duerme tampoco, ni se cansan de estar allí, ni comen tampoco.

Pero están esperando allí la venida de Cristo al Paraíso, así como los santos del Antiguo Testamento estaban en el Paraíso esperando la Venida del Señor, y cuando Cristo murió, descendió al inferno, predicó a los espíritus encarcelados que habían sido desobedientes en el tiempo de Noé, y luego salió del infierno, pues tuvo una lucha allí y le quitó las llaves del infierno y de la muerte al diablo, y luego salió del infierno, porque al tener las llaves, pues podía salir; y pasó al Paraíso donde estaba Abraham, Isaac, Jacob y los patriarcas y toda la descendencia de Abraham que vivió por la fe, creyendo la Palabra de Dios y haciendo conforme a como Dios ordenó en el Antiguo Testamento, y allí también estaba Juan el Bautista, y cuando llegó al Paraíso allí se regocijaron.

Y luego salió Cristo con todos los santos del Antiguo Testamento, salió del Paraíso el domingo de resurrección, y dice la Escritura que le aparecieron a muchos en la ciudad, los santos que habían resucitado. Eso está en el capítulo 27 de San Mateo, capítulo 27, versos 51 al 53, y Cristo también apareció a Sus discípulos en diferentes ocasiones, estuvo apareciendo a ellos por unos 40 días, en un lapso de 40 días apareció no menos de 8 ocasiones, comió con los discípulos y hasta les dijo dónde echar las redes para pescar.

Así que, vean ustedes, en el cuerpo nuevo, pues Cristo resucitó glorificado, en el cuerpo glorificado se puede comer. Por eso cuando los santos de la séptima edad de la Iglesia que recibieron el Mensaje del Rvdo. William Branham, precursor de la Segunda Venida de Cristo, o sea, sus convertidos, cuando él los visitó en una ocasión, le dijeron que allí ni comían, ni bebían, ni dormían, ni se cansaban, pero que estaban esperando la Venida del Señor; y le dijeron: “Cuando El venga, El vendrá primero a ti y te juzgará, y si tú entras nosotros entraremos contigo y regresaremos a la Tierra y tomaremos cuerpos y entonces comeremos.” Ellos van a aparecernos a nosotros acá como aparecieron los santos del Antiguo Testamento y como Cristo también apareció cuando resucitó.

Ahora, ellos van a aparecer en este tiempo final en cuerpos glorificados, pero van a poder comer con nosotros, van a poder comer hasta chile. Así que no va a haber ningún problema; pues en el sazón de las comidas mexicanas no falta el chile, son pocas las personas que no comen chile; por lo tanto, pues ellos van a comer también de lo que nosotros le ofrezcamos.

Ahora, eso va a suceder cuando haya entrado hasta el último escogido de Dios, por lo tanto estamos llamados a estar firmes perseverando en la fe, hasta que se complete el número de los escogidos de Dios.

Ahora, algunas personas dicen... se desaniman algunas veces porque luego de haber recibido a Cristo como su Salvador, haber sido bautizados en agua en Su Nombre, luego cometen algunos errores y dicen: “Ya me perdí.” Cristo lo salva a usted y no lo pierde. Lo que sucede es que por falta de conocimiento algunas personas piensan que ya se perdieron de nuevo, no, El lo salvó a usted y usted tiene Vida eterna.

¿Pero qué va a hacer? Pues va a confesar los pecados que ha cometido a Cristo, y Cristo con Su Sangre lo va a limpiar, porque no solamente El nos limpia cuando lo hemos recibido como nuestro Salvador, sino luego que ya El nos ha salvado y estamos en Su Cuerpo Místico de creyentes, cuando cometemos algún error, falta o pecado, lo confesamos a Cristo, y El con Su Sangre nos limpia de todo pecado, porque Su Sangre está disponible para nosotros 24 horas al día.

Por lo tanto, no deje que el sol se ponga sobre usted sin haber confesado a Cristo sus faltas, errores y pecados; o sea, que diariamente antes de acostarnos a dormir, en la oración que hacemos debemos incluir toda, en toda esa petición, confesar nuestras faltas, errores y pecados que hayamos cometido durante el día, y clamar a Cristo por perdón; y así dormimos con nuestras vestiduras limpias, limpias por la Sangre de Cristo nuestro Salvador.

Ahora, vean ustedes cómo la Sangre de Cristo no solamente nos limpió de todo pecado, sino que nos mantiene limpios de todo pecado. Eso está representado, vean ustedes, en la Santa Cena, ahí está representada, representado todo lo que Cristo hace por nosotros. El pan representa el Cuerpo de Cristo y el vino representa la Sangre de Cristo, la Sangre del Nuevo Pacto que nos ha limpiado de todo pecado.

Y el Lavatorio de pies representa ahí la Sangre de Cristo limpiándonos de todo pecado que hayamos cometido después de ya ser cristianos; cuando los confesamos a Cristo esos pecados o errores, El nos limpia de todo pecado, y así nos mantiene limpios a todos nosotros de todo pecado.

Por eso cuando Cristo fue a lavar los pies de los discípulos y Pedro no quería, Cristo le dijo: “Si no te lavare, si no te lavares no tienes parte conmigo, o sea, no vas a tener parte conmigo.” Pedro entonces le dice... porque Pedro le había dicho: “Nunca jamás me vas a lavar los pies.” Lo que sucede es que allá en el Antiguo Testamento y allá en el medio oriente, el lavar los pies a las personas era algo para los siervos y los esclavos, o sea, era el trabajo más bajo que una persona podía llevar a cabo.

Y ahora, por eso es que cuando llegaban a una casa, le lavaban los pies a las personas, el dueño de la casa tenía a sus siervos que hacían esa labor: le lavaban los pies a las personas. Recuerden que en aquellos tiempos no tenían carreteras y autos como tenemos en este tiempo, y usaban normalmente las sandalias, y caminando por todos estos caminos polvorientos se ensuciaban los pies, aunque estuvieran bañados pero llegaban con los pies sucios, llenos de polvo. Y les lavaba los pies en las casas, y después iban a cenar.

Ahora, encontramos que Cristo se coloca en la posición de siervo, haciendo una labor de siervo, lavando los pies a Sus discípulos, y Pedro no estaba de acuerdo con eso, pero conforme a la Escritura Cristo vino como siervo para llevar a cabo una labor en la Casa de Dios.

Y ahora, Pedro dice que nunca se va dejar lavar los pies de El, de Jesús, y Jesús le dice: “Bueno, si no te lavares no tienes parte conmigo.” Entonces Pedro dice: “Bueno, hasta la cabeza lávame, no solamente los pies; si la cosa es de vivir con Cristo, si no me dejo lavar los pies no puedo vivir con El, pues entonces hasta la cabeza también.” ¿Ven? Así que, por cuanto en el Programa de Dios la cosa es de vida o muerte, de vivir con Cristo o no vivir con Cristo en Su Reino, entonces nosotros nos rendimos a Cristo para ser conforme a como El ha establecido en Su Palabra, y perseverar en la fe.

Ahora, Cristo dice, cuando Pedro quiere que también la cabeza, le lave hasta la cabeza (o sea, un baño completo). Cristo dice: “El que está lavado no tiene necesidad sino que le sean lavados los pies.” ¿Ven? Porque al caminar, pues aunque no se ensucie hasta el cuerpo, los pies se ensucian porque los caminos son polvorientos. Y en el camino cristiano, en la vida cristiana, caminando se nos ensucian los pies (hablando en términos espirituales), que son las faltas, errores y pecados, y eso se lo lleva la Sangre de Cristo, y eso es lo que tipifica el Lavatorio de pies.

Y ahora, Cristo dijo: “Vosotros estáis limpios, pero los que están limpios solamente necesitan que se les laven los pies.” ¿Ven? O sea, que la persona creyente en Cristo, convertida a Cristo, ha sido limpiada por la Sangre de Cristo, no tiene que todos los días estar convirtiéndose a Cristo, porque ya lo hizo una vez.

Pero sí tiene que estar siempre lavando sus pies (en términos espirituales), y es confesando sus errores, sus faltas y pecados a Cristo, que comete en su trayectoria de la vida cristiana en algunas ocasiones. No queremos cometer errores, ni faltas ni pecados, pero los cometemos en algunas ocasiones, y eso no quiere decir que ya estamos perdidos; pero si no nos lavamos, si no nos lava Cristo con Su Sangre preciosa, no tendremos parte con El. Por lo tanto, hay que diariamente lavar nuestros pies en el tipo y figura del lavado de los pies, lo cual significa estar confesando siempre a Cristo nuestras faltas, errores y pecados.

O sea, confesando siempre a Cristo las que cometemos; cuando ya la confesó, ya eso quedó quitado de usted; por lo tanto no tiene que volver a decirle que le perdone, porque ya lo perdonó y lo limpió de todo pecado, y lo echó Dios en el mar del olvido. Por lo tanto, usted tampoco tiene que estar recordándolo. Pero tiene que mantenerse así limpio, y eso es mantenerse limpio y purificado delante de Dios, con sus vestiduras limpias delante de Dios por la Sangre de Jesucristo nuestro Salvador. Y son bienaventurados los que lavan sus vestiduras, ¿dónde? En la Sangre del Cordero, de Jesucristo nuestro Salvador.

Vean, aquí en Apocalipsis, capítulo 7, también nos habla de esto, dice:

Yo le dije: Señor, tú lo sabes. Y él me dijo: Estos son los que han salido de la gran tribulación, y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero.”

¿Ven? La Sangre del Cordero es la que limpia nuestras vestiduras.

En Apocalipsis también, capítulo 22, dice: “Bienaventurados los que lavan sus ropas...”

Ahora, ¿dónde las lavan? Pues en la Sangre de Jesucristo, el Cordero de Dios.

Bienaventurados los que lavan sus ropas, para tener derecho al árbol de la vida, y para entrar por las puertas en la ciudad.”

Si no te lavares no tendrás parte con Cristo. Pero si lavas tus vestiduras en la Sangre de Cristo, tendrás parte con Jesucristo en Su glorioso Reino para toda la eternidad.

Y ahora, en Hebreos habíamos leído que el pueblo hebreo no siguió por fe a Dios, por lo tanto no pudo entrar a la tierra prometida. Pero nosotros perseveramos y seguimos a Cristo por fe y en fe, y entraremos a la Tierra prometida del cuerpo físico nuevo glorificado, y entraremos a la tierra prometida del glorioso Reino Milenial de Cristo.

Así como hemos entrado a la tierra prometida del nuevo cuerpo, del cuerpo teofánico. Al recibir a Cristo como nuestro Salvador, lavar nuestros pecados en Su Sangre, ser bautizados en agua en Su Nombre y recibir Su Espíritu Santo, y así hemos obtenido el nuevo nacimiento y hemos obtenido un cuerpo angelical teofánico de la sexta dimensión, del Paraíso, igual al cuerpo teofánico angelical de Jesucristo; y el cuerpo teofánico angelical de Jesucristo es el Angel de Jehová, que apareció en el Antiguo Testamento en muchas ocasiones, y le apareció a Moisés y también usó a Moisés para libertar al pueblo hebreo. Luego también lo encontramos apareciendo a los diferentes Profetas y diferentes personas en diferentes ocasiones.

Ese Angel de Jehová es Jesucristo en Su cuerpo angelical, por eso cuando Moisés le pregunta cuál es Su Nombre, El le da cuatro consonantes que son: Y H W H, las cuales han traducido como YO SOY, y también algunos le han añadido algunas letras y lo han hecho sonar como JEHOVA o YAVE o YAWE.

Ahora, ahí está contenido el Nombre de Dios; y por cuanto el Angel de Jehová es Cristo y se hizo carne y habitó en medio de los seres humanos, El vino y trajo el Nombre de Dios para redención, para salvación. El Nombre humano de Dios para salvación vino manifestado en Jesucristo.

Ahora, El tiene el Nombre de Dios, Cristo.

Ahora, en Su Primera Venida encontramos que fue manifestado, y ahora en el Apocalipsis, capítulo 3, verso 12, El dice que tiene un Nombre Nuevo, y dice:

Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá fuera (nunca más saldrá de allí); y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo.”

El ha prometido escribir sobre el Vencedor el Nombre de nuestro Dios, Nombre Eterno de Dios, el Nombre de la Ciudad de nuestro Dios, o sea, el Nombre de la Nueva Jerusalén (la Nueva Jerusalén tiene un Nombre, ese es el Nombre Eterno de Dios), y mi Nombre Nuevo, dice Cristo.

Ahora, Cristo con un Nombre Nuevo, eso es una sorpresa quizás para todos los ministros del Evangelio, tanto de tiempos pasados como de nuestro tiempo, pues todos han estado esperando la Segunda Venida de Cristo, pero ahora se encuentran que El tiene un Nombre Nuevo y va a venir con un Nombre Nuevo.

Y ahora, se rascan la cabeza y dicen: “¿Cuál será ese Nombre Nuevo?” Pues miren, está contenido en el Nombre que le dio el Angel de Jehová a Moisés, ahí está contenido el Nombre para la Primera Venida y para la Segunda Venida de Cristo.

Ahora, eso es un misterio grande, y es un misterio que para este tiempo será manifestado, con el Nombre usado para la Primera Venida llevó a cabo la Obra de Redención como Cordero de Dios, para la Segunda Venida El hará la Obra como León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores, la Obra de Reclamo, y está ligada esa Obra al Nombre Nuevo del Señor Jesucristo. ¿Ven lo sencillo que es todo?

Ahora, encontramos que todas estas cosas son promesas para este tiempo final, para los que estarán perseverando en la fe, a ellos les será revelado todo lo que ha de acontecer en este tiempo, Cristo en Espíritu Santo estará revelando todas estas cosas por medio de Su Angel Mensajero. Es Cristo el que dice en Apocalipsis, capítulo 22, verso 16 al 17:

Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias.”

Es Jesucristo el que dice que ha enviado Su Angel, ¿y quién va a decir entonces que no puede aparecer un Angel Mensajero de Jesucristo, si Cristo dice que El lo envía? Pues si El dice que lo envía, pues tiene que aparecer. Ese es el Angel que le dio a Juan la revelación del Apocalipsis, y ése es el Angel que estuvo en cuerpo angelical, dándole la revelación del Apocalipsis a Juan en símbolos; y para el tiempo final, así como el Angel de Jehová en el Antiguo Testamento estuvo en su cuerpo angelical teofánico apareciendo a los diferentes Profetas y usándolos, y luego se hizo carne y habitó en medio del pueblo hebreo, y fue conocido por el nombre de Jesús, el Verbo hecho carne.

Y ahora, en el Nuevo Testamento Jesucristo es el que ha enviado Su Angel, lo envió a Juan con la revelación Apocalíptica y lo dio en forma simbólica, y es ese Angel del Señor Jesucristo, el cual ha estado en todo el tiempo en medio de la Iglesia de Jesucristo, y ahora para el tiempo final estará en carne humana; será enviado en carne humana para dar a conocer todas estas cosas que deben suceder pronto en este tiempo final. En la misma forma en que el Padre hizo con Jesús, hace Jesucristo con Su Angel.

Vean, en Apocalipsis, capítulo 2, versos 25 al... 26 al 27, dice:

Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin (¿hasta cuándo? Hasta el fin; y ahora estamos en el tiempo final; así que es para este tiempo), yo le daré autoridad sobre las naciones,

y las regirá con vara de hierro, y serán quebrantadas como vaso de alfarero; como yo también la he recibido de mi Padre.”

¿Ven? Como Cristo la recibió del Padre, esa autoridad, El la otorga al Vencedor. ¿Ven que Cristo hace en la misma forma que el Padre hizo con El? Ahora Cristo hace con el Vencedor, que para el tiempo final será Su Angel Mensajero.

En Apocalipsis, capítulo 3, verso 12, también dice:

Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo.”

Vean, así como el Padre escribió en Jesús Su Nombre. Recuerden que en el Exodo, en el Exodo, capítulo 23, vamos a ver aquí Exodo, capítulo 23, dice: “He aquí...” verso 20 en adelante:

He aquí yo envío mi Angel delante de ti para que te guarde en el camino, y te introduzca en el lugar que yo he preparado.

Guárdate delante de él, y oye su voz; no le seas rebelde; porque él no perdonará vuestra rebelión, porque mi nombre está en él.”

¿Dónde estaba el Nombre de Dios? En el Angel de Jehová, que es Jesucristo en Su cuerpo angelical. Es a través de Jesucristo en Su cuerpo angelical que Dios, el Padre, se manifestaba en el Antiguo Testamento, y estuvo en todo el Antiguo Testamento llevando a cabo toda la Obra de Dios.

Y ahora, cuando se hace carne, pues ahí está el Nombre de Dios, porque el Angel de Jehová hecho carne, vean ustedes, es la persona donde Dios se manifiesta en toda Su plenitud, Dios estaba en Jesucristo en toda Su plenitud; la plenitud de la divinidad estaba corporalmente habitando en Jesús de Nazaret, y ahí estaba el Nombre de Dios, por lo tanto estaba ahí el Nombre de Dios para Redención, para llevar a cabo la Obra de Redención del ser humano.

Y ahora, en el Nuevo Testamento encontramos que Cristo escribe sobre el Vencedor el Nombre de Dios, de la Ciudad de nuestro Dios y Su Nombre Nuevo. Esa bendición corresponde al Angel Mensajero del Día Postrero. Pero ese Nombre está en ese Angel antes de venir a la Tierra, así como estaba en el Angel de Jehová, el Nombre de Dios, antes de venir a la Tierra en carne humana, pues estaba en Su cuerpo angelical.

Así que hay un misterio muy grande en ese Angel del Señor Jesucristo, es sobre el cual Cristo escribe Su Nombre Nuevo, es una promesa de Cristo.

Y ahora, vean ustedes, en la misma forma en el padre hizo con Jesús aun en Su cuerpo angelical, y después lo materializó cuando estaba en Su cuerpo de carne.

Y ahora, Cristo cuando murió, resucitó y ascendió al Cielo, se sentó en el Trono de Dios, se sentó a la diestra de Dios, todo poder le fue dado en el Cielo y en la Tierra.

Y ahora, vean ustedes cómo Cristo hace en la misma forma con el Vencedor. Capítulo 3, verso 21 del Apocalipsis, dice:

Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono.”

¿Ven? En la misma forma en que el Padre hizo con Jesús: de sentarlo con El en Su Trono, ahora Cristo hará con el Vencedor.

Ahora, el Trono del Padre es el Trono Celestial donde Cristo se sentó al ascender al Cielo victorioso. Pero el Trono de Jesucristo es el Trono de David, sobre el cual El reinará durante el Reino Milenial aquí en la Tierra. En ese Trono es que Cristo ha prometido sentar con El al Vencedor.

Y ahora, para Cristo sentarse en el Trono del Padre, tuvo, tenía que tener el Nombre de Dios en El, pues siendo el Angel de Jehová Dios dijo: “Mi Nombre está en El (en el Angel).”

Y ahora, el Angel de Jesucristo para poder sentarse con Cristo en Su Trono, tendrá escrito sobre El, el Nombre de nuestro Dios, Nombre de la Ciudad de nuestro Dios y Nombre Nuevo del Señor Jesucristo. Todo esto es un misterio del Reino de Dios, el cual para este tempo final estará siendo cumplido en la Tierra.

Ahora, Cristo dice: “Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias.”

¿De qué cosas? De todas estas cosas que deben suceder luego de las que ya han sucedido en edades pasadas, y aun para las que sucederían durante las diferentes edades, encontramos que el Angel de Jesucristo que fue enviado, dio testimonio, en toda esta revelación apocalíptica, dándole a Juan el Apóstol toda esta revelación Apocalíptica de todas las cosas que iban a suceder, y se las dio en forma simbólica. En forma simbólica están todas las cosas que iban a suceder. Ese es el Angel de y con la revelación de Jesucristo.

Por eso en Apocalipsis, capítulo 1, verso 1 en adelante, dice:

La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto; y la declaró enviándola por medio de su ángel a su siervo Juan.”

La revelación de Jesucristo, de todas las cosas que iban a suceder, ¿por medio de quién vino a Juan el Apóstol? Por medio del Angel del Jesucristo, porque ése es el Angel Mensajero portador de la revelación de Jesucristo.

Ahora, en Apocalipsis, capítulo 4, verso 1, Cristo con esa Voz de Trompeta, dice: “Sube...” Dice:

Después de esto miré, y he aquí una puerta abierta en el cielo; y la primera voz que oí, como de trompeta, hablando conmigo, dijo: Sube acá, y yo te mostraré las cosas que sucederán después de estas.”

Y ahora, aquí Cristo hace la promesa con esa Voz de Trompeta, hace la promesa de darnos a conocer todas las cosas que han de suceder, luego de las que ya han sucedido en las siete edades de la Iglesia durante estos siglos que han transcurrido.

Y ahora, ¿cómo nos va a dar a conocer todas estas cosas? ¿Y a dónde tenemos que subir? Tenemos que subir a una edad más alta, que es la Edad de la Piedra Angular. ¿Y cómo y por medio de quién nos va a dar a conocer estas cosas?, ya que Cristo está en Su Iglesia, pero en Espíritu Santo, en Su cuerpo angelical y en Su cuerpo glorificado El está en el Cielo; pero en Espíritu Santo El está en medio de Su Iglesia.

Y ahora, en Apocalipsis, capítulo 22, verso 6 está la respuesta de cómo y a través de quién nos va a dar conocer todas estas cosas que han de suceder. Dice:

Y me dijo: Estas palabras son fieles y verdaderas. Y el Señor, el Dios de los espíritus de los profetas, ha enviado su ángel, para mostrar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto.”

¿A quién ha enviado? A Su Angel, ¿para qué? Para mostrar a Sus siervos las cosas que deben suceder pronto. Por lo tanto, ninguna persona podrá comprender, saber, las cosas que han de suceder después de las que ya han sucedido en las siete edades pasadas, a menos que sea por medio de la revelación de Jesucristo a través de Su Angel Mensajero. De otra forma pues las personas estarán tratando de adivinar, estarán conjeturando, diciendo: “Esto puede significar esto, o esto puede significar otra cosa.” Y nunca tendrán seguridad de lo que estarán pensando o diciendo que puede significar lo que está aquí en la Escritura.

Pero por medio de la revelación de Jesucristo, a través del Angel Mensajero de Jesucristo, los escogidos del Día Postrero que estarán perseverando en la fe, tendrán un ASÍ DICE EL SEÑOR, y tendrán el conocimiento correcto de todas las cosas que deben suceder pronto en este tiempo final, estarán conscientes de que Cristo estará construyendo la etapa final de Su Templo Espiritual.

Y siendo que la Iglesia es un Templo Espiritual, el Lugar Santísimo de ese Templo Espiritual es la Edad de la Piedra Angular, ¿ven? Porque un templo como el que construyó Salomón y el que construyó Moisés, tienen atrio, lugar santo y lugar santísimo, así como nosotros como individuos tenemos atrio, lugar santo y lugar santísimo; el atrio es el cuerpo, el lugar santo es el espíritu de la persona, y el *lugar santísimo es el alma de la persona.

Y así también encontramos que está el Templo Celestial: Atrio, Lugar Santo y Lugar Santísimo; el Atrio está en esta dimensión terrenal, el Lugar Santo es la sexta dimensión, y el Lugar Santísimo es la séptima dimensión, donde está Cristo haciendo intercesión por cada persona escrita en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero.

Ahora, en este tiempo final podemos ver que también la Iglesia del Señor Jesucristo como Cuerpo Místico de creyentes, vean, por cuanto Cristo está construyendo, creando una Nueva Raza con Vida eterna, tenemos el Atrio: las personas creyentes en Dios del Antiguo Testamento, desde Adán hasta Cristo, que fueron cubiertas con la sangre de los sacrificios que ellos ofrecieron a Dios, sacrificios que representaban el Sacrificio de Cristo. Por eso tenían un valor grande delante de Dios para cubrir el pecado del ser humano, y Dios pasó por alto los pecados de ellos, porque estaban cubiertos con la sangre de esos sacrificios, Dios no los veía, estaban cubiertos, fueron pasados por alto.

Y el Lugar Santísimo del Templo Espiritual de Dios es: de Cristo y los Apóstoles hasta la séptima edad de la Iglesia, y el Mensajero de la séptima edad de la Iglesia: el Rvdo. William Branham. Y el *Lugar Santísimo: la Edad de la Piedra Angular, nuestra edad.

Cada parte ha tenido el territorio y la gente que componen esa parte del Templo Espiritual de Dios, que está compuesto por seres humanos, por piedras vivas que Dios ha tomado de etapa en etapa para construir un Templo Espiritual con seres humanos, porque somos Templo de Dios como individuos, y la Iglesia del Señor Jesucristo es un Templo que está siendo creado, formado, para Dios.

Ahora, nos encontramos en la Edad de la Piedra Angular, que es el Lugar Santísimo del Templo Espiritual de Cristo. Antes no sabíamos estas cosas, pero ahora sí las sabemos porque han sido abiertas para nosotros, para estar conscientes de la etapa de la Edad que nos ha tocado, y estar en esa edad escuchando la Voz de Cristo.

Si oyes hoy Su Voz no endurezcas tu corazón, como hicieron los hebreos allá en el desierto, y no pudieron entrar a la tierra prometida. Y nosotros hemos salido en un Exodo para entrar a la tierra prometida del cuerpo físico, glorificado.

Por lo tanto, perseveramos en la fe, hasta que obtengamos la entrada a la tierra prometida del cuerpo glorificado; y si alguno parte antes no se preocupe, irá al Paraíso a vivir en el cuerpo angelical, y cuando Cristo termine de hacer la Obra de Intercesión en el Cielo, Cristo pasará por el Paraíso, lo resucitará y volverá a estar con nosotros aquí en la Tierra pero en cuerpo glorificado, como resucitaron los santos del Antiguo Testamento y resucitó nuestro amado Señor Jesucristo.

Y luego nosotros los que vivimos seremos transformados, y entonces tendremos un cuerpo glorificado igual al cuerpo glorificado de nuestro amado Señor Jesucristo; y seremos físicamente personas eternas, y así habremos llegado a la inmortalidad. No será este cuerpo, sino un nuevo cuerpo, que El nos va a dar.

Ahora, podemos ver la importancia de estar perseverando en la fe, luego de haber recibido a Cristo como nuestro Salvador. Es muy importante permanecer firmes en la fe, perseverando todos los días de nuestra vida; porque el que pone su mano en el arado y mira hacia atrás, no es apto para el Reino de Cristo. Tenemos que continuar hacia adelante siempre, perseverando en la fe.

Así que, adelante perseverando en la fe de Jesucristo todos los días de nuestra vida, y obtendremos la gran victoria en el Amor Divino y obtendremos la inmortalidad física también, entraremos a la tierra prometida del cuerpo nuevo y eterno, y luego entraremos a la tierra prometida del glorioso Reino Milenial de Cristo, y ya no estaremos más en un cuerpo en el cual sufrimos, tenemos algunos problemas hasta económicos y también de salud; pero en el nuevo cuerpo ya todo habrá terminado. Dios enjugará toda lágrima de nuestros ojos.

Ahora, nos toca entonces a nosotros permanecer firmes en la fe, perseverando en la fe todos los días de nuestra vida. Continuemos entonces perseverando en la fe de Jesucristo, fe es revelación.

Por lo tanto, perseveremos conscientes, entendiendo la edad en que estamos, el tiempo en que estamos y el Programa de Dios correspondiente a nuestro tiempo, y así estaremos perseverando en la fe, y esperando nuestra transformación; esperando nuestra transformación todos los días de nuestra vida.

Durante el día pues esperando nuestra transformación, y durante la noche ¿qué? Esperando nuestra transformación; todos los días perseverando y esperando nuestra transformación.

Ha sido para mí una bendición grande estar con ustedes en esta ocasión, dándoles testimonio de cómo estar perseverando en la fe. Y cuando seamos transformados continuaremos viéndonos, pero ya sin los problemas que en la actualidad se tienen en estos cuerpos terrenales.

Luego que estemos transformados habrá una manifestación plena del Poder de Dios, y durará por unos 30 ó 40 días. No es que se va a acabar el poder de Dios, sino que después tenemos que irnos para la Cena de las Bodas del Cordero. Por lo tanto, diremos: “Hasta aquí tenemos que irnos porque hay una gran fiesta esperándonos; pero después regresaremos.” Después de tres años y medio de fiesta regresaremos a la Tierra para continuar y tener el glorioso Reino Milenial con Cristo nuestro Salvador, donde estamos como Reyes y Sacerdotes predestinados para ese Reino Milenial. O sea, que nuestra posición como Reyes y Sacerdotes ha sido predestinada por Dios desde antes de la fundación del mundo.

Hay personas que cuando niños o cuando jóvenes, y algunas veces ya cuando están grandes también, ven algunas noticias y ven que aparecen reyes, y reinas de algunos países, y dicen: “Me hubiera gustado haber sido hijo de esa reina o de ese rey que está ancianito.” Pero miren, ustedes son hijos e hijas del Rey, no de un país de acá, sino del Rey de los Cielos y de la Tierra, que es mucho mayor que cualquier hijo de rey terrenal.

Así que la bendición que tenemos es tan grande que solamente podemos decir: “Yo continuaré perseverando en la fe, perseveraré en Jesucristo nuestro Salvador todos los días de mi vida.”

Que las bendiciones de Cristo, el Angel del Pacto, sean sobre todos ustedes y sobre mí también; y nos fortalezca Su Espíritu Santo y nos cuide, y nos ayude para siempre estar perseverando en la fe todos los días de nuestra vida. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén y amén.

Muchas gracias por vuestra amable atención amados amigos y hermanos presentes y los que están también a través de Internet, y los que en alguna ocasión, que escucharán esta conferencia en video.

Que Dios les bendiga grandemente y les fortalezca para continuar siempre perseverando en la fe, y luego nos veremos en el cuerpo nuevo y eterno cuando El nos dé el cuerpo eterno y glorificado.

Dejo nuevamente con nosotros al Rvdo. Juan Ramos para continuar y finalizar nuestra parte y pasar al ministro acá. Que Dios les bendiga y pasen todos muy buenas noches.

PERSEVERANDO EN LA FE.”