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Palabras de saludo 2001-09-23 2 Buenos Aires AR 00:00:00 false

Muy buenas noches amados amigos y hermanos presentes aquí en Buenos Aires, república de Argentina. Es para mí una bendición grande estar con ustedes en esta ocasión para saludarles y pedirle a Cristo Sus bendiciones sobre cada uno de ustedes.

Que las bendiciones de Jesucristo, el Ángel del Pacto sean sobre cada uno de ustedes y sobre mí también y pronto se complete el número de los escogidos de Dios y pronto los muertos en Cristo sean resucitados y nosotros los que vivimos seamos transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero en el Cielo. En el Nombre Eterno del Señor Jesucristo. Amén y amén.

Conscientes de que estamos viviendo en el tiempo final, o sea, en el Día Postrero, donde las promesas divinas de la resurrección de los muertos en Cristo prometida por Cristo para el Día Postrero tiene que hacerse realidad en este tiempo final, porque hemos entrado al Día Postrero delante de Dios que es el séptimo milenio para los seres humanos, el séptimo milenio de Adán hacia acá o tercer milenio de Cristo hacia acá.

Porque un día delante del Señor, pues, es como mil años y mil años como un día dice el Salmo 90, verso 4 y también San Pedro en Segunda de Pedro, capítulo 3, verso 8, nos dan testimonio de que un día delante de Dios, para los seres humanos, es como mil años y mil años es como un día. Ya llevamos de Cristo hacia acá dos mil años y delante de Dios solamente son dos días.

Ahora podemos ver que estamos ya en el Día Postrero ya que los días postreros quinto, sexto y séptimo milenio por eso los apóstoles San Pedro, en el capítulo 2, verso 14 en adelante, del Libro de los Hechos y San Pablo en Hebreos, capítulo 1, versos 1 al 3, nos dicen que aquellos eran los días postreros.

Dice San Pablo:

“Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas,

en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, (¿Quién es heredero de toda la creación, con todo lo que contiene toda la creación? Jesucristo) y por quien asimismo hizo el universo”.

Dios por medio de Jesucristo hizo el universo. Y ¿cómo era Jesucristo cuando Dios hizo el universo? Jesucristo era en Su cuerpo angelical, era el verbo que era con Dios, y era Dios, llamado también el Ángel del Pacto y también llamado el Ángel de Jehová en el Antiguo Testamento.

“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.

Este era en el principio con Dios.

Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho”.

San Juan, capítulo 1, verso 1 al 3, y luego el capítulo 1, mismo, verso 14, dice: Y aquel verbo se hizo carne, o sea, fue hecho carne y habitó entre nosotros. Y cuando el verbo que era con Dios y era Dios se hizo hombre, se hizo carne, habitó en medio de los seres humanos y fue conocido por el nombre de Jesús.

Ahí podemos ver a Dios con su cuerpo angelical, llamado el Ángel del Pacto y a Dios con Su cuerpo de carne llamado Jesús. Dios en toda Su plenitud en Su cuerpo angelical, y Dios en toda su plenitud en Su cuerpo de carne.

Dentro del cuerpo de carne estaba el cuerpo angelical, el Ángel del Pacto y dentro de ese cuerpo angelical estaba Dios. ¿Ven? Dios en toda Su plenitud.

Ahora podemos ver quien es nuestro amado Señor Jesucristo. Para muchos fue un revolucionario, un rebelde, para otros fue belcebú, para otros era un loco, pero para nosotros es Emanuel, Dios hecho carne en medio de la raza humana llevando a cabo la Obra de Redención con Su sacrificio en la Cruz del Calvario. Y luego resucitando y sentándose en el Trono de Dios.

Ahora podemos ver quién es nuestro amado Señor Jesucristo. Por eso Él dice: Yo soy el primero y el último, y también Él dice: Yo soy el que vivo y estuve muerto, pero he aquí vivo por los siglos de los siglos, o sea, eternamente. Ahora podemos ver quién es nuestro amado Señor Jesucristo.

Y ahora Él está realizando una nueva creación de seres con vida eterna a Su imagen y a Su semejanza. Por eso en el Salmo que leyó Tirso, en el Salmo 17, verso 15, dice ahí algo muy importante.

Dice:

“En cuanto a mí, veré tu rostro en justicia; Estaré satisfecho cuando despierte a tu semejanza”.

Y cuando los muertos en Cristo resuciten, despertarán a la semejanza de Jesucristo, un cuerpo glorificado. Y nosotros los que vivimos y permanecemos vivos seremos transformados, si alguno se va alante pues resucitará, despertará en un cuerpo semejante al cuerpo de Jesucristo, pues esa es la promesa hecha para todos los hijos e hijas de Dios.

Dice Filipenses capítulo 3, verso 20 al 21:

“Mas nuestra ciudadanía está en los cielos…”

O sea, que somos ciudadanos celestiales por medio del nuevo nacimiento, porque cada persona tiene su ciudadanía terrenal en y de la nación donde nació.

Y ahora por cuanto nosotros hemos nacido del cielo, nuestra ciudadanía es celestial, nuestro nuevo nacimiento es del cielo, celestial. Por eso somos ciudadanos celestiales.

“Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo;

el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya…”

¿Cómo será el cuerpo que Él nos dará cuando nos transforme? Un cuerpo semejante al cuerpo de la gloria Suya. Un cuerpo glorificado igual al cuerpo glorificado Suyo y, por consiguiente, será joven para toda la eternidad y perfecto y eterno. Y así obtendremos en su totalidad la imagen y semejanza de Dios. La imagen de Dios es Cristo en Su cuerpo angelical y la semejanza física de Dios es Cristo en Su cuerpo de carne glorificado.

Así mismo seremos todos nosotros con cuerpos teofánicos angelicales el cual recibimos al nacer de nuevo, al recibir Su Espíritu Santo y cuerpo físico también seremos, tendremos el cual recibiremos cuando Cristo resucite a los muertos creyentes en Él y nos transforme a nosotros los que vivimos.

Y así estará en la tierra una nueva raza con vida eterna. la raza descendiente de Dios por medio de Jesucristo nuestro Salvador en el Programa de la Creación de una nueva raza.

Esta nueva raza viene por medio del segundo Adán porque la raza caída que viene por medio del primer Adán es mortal a causa del pecado allá en el Huerto del Edén. Pero la raza que viene por medio del segundo Adán, por medio de Cristo es inmortal.

Ya recibimos la inmortalidad interior al recibir a Cristo como nuestro Salvador, lavar nuestros pecados en Su Sangre, ser bautizados en Su Nombre y recibir Su Espíritu Santo. Ya tenemos vida eterna, somos inmortales, por eso si nuestro cuerpo físico que todavía es mortal, que es lo que nos queda mortal, muere, no hay ningún problema, continuemos viviendo porque somos eternos, hemos recibido vida eterna. Continuamos viviendo en nuestro cuerpo angelical teofánico hasta que Cristo nos dé el cuerpo físico glorificado igual a Su cuerpo glorificado, y entonces, cuando tengamos el nuevo cuerpo ya seremos inmortales físicamente también. Ya no habrá forma de que nuestros días terminen en ese cuerpo nuevo que hemos de recibir.

Así como Cristo dice: Yo soy el que vivo y estuve muerto, y he aquí que vivo por los siglos de los siglos. Así también nosotros viviremos por los siglos de los siglos, o sea, por toda la eternidad en el cuerpo glorificado que Él nos dará.

Por lo cual nosotros hemos sido colocados en el Programa de Redención, el Programa de Restauración a la vida eterna. En ese programa es que nosotros hemos sido colocados por el mismo Cristo porque nuestros nombres están ¿dónde? en el Cielo, escritos en el Libro de la Vida del Cordero.

Y ahora tenemos buenas noticias de parte del Cielo, que nuestros nombres están allí escritos en el Cielo en el Libro de la Vida del Cordero y que somos ciudadanos celestiales, los cuales hemos venido aquí a la tierra para pasar esta temporada en estos cuerpos mortales para hacer contacto con Cristo, la vida eterna, y ser confirmados, nuestra posición, nuestro lugar en la vida eterna.

Por lo tanto, nuestros días aquí en la tierra en estos cuerpos mortales son pocos pero en el cuerpo nuevo que recibiremos serán incontables, serán eternos. O sea, día tras día, semana tras semana, mes tras mes, año tras año, siglo tras siglo, milenio tras milenio y millones de años tras millones de años viviremos con Cristo en Su Reino sin fin de tiempo, sin fin de días.

Ese es el Programa de Cristo para cada uno de ustedes ¿y para quién más? Para mí también. Por lo cual, le damos gracias a Cristo por tenernos en Su Programa colocados en este tiempo final.

Todo ha cuadrado en el Programa de Cristo, vean, nos ha colocado nuestras almas en el occidente, en cuerpos acá del occidente y si alguno se ha ido a otro continente, hasta allá le ha llegado el Mensaje. Y si hay alguna persona de otro continente que está escrito en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, también le llega el Mensaje a esa persona.

Por tanto, las palabras de Cristo que las ovejas que el Padre le dio nadie las arrebatará de Su mano, se convierte en una realidad en nosotros, en cada uno de nosotros y nos muestra que no podemos perdernos, porque Él dijo: “Nadie las arrebata de Mi mano. Mi Padre que me las dio mayor que todos es y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre”.

Ahora podemos ver, quiénes somos nosotros también y quién es Jesucristo nuestro Salvador. Él es nuestro hermano mayor, el cual tiene vida eterna en Su cuerpo angelical, y tiene vida eterna en Su cuerpo físico glorificado. En Su alma, que es Dios, tiene vida eterna también, y así son los hijos e hijas de Dios en el Programa de Redención. Primero somos restaurados a la vida eterna recibiendo el Espíritu de Cristo y recibiendo así un cuerpo angelical teofánico y luego seremos restaurados físicamente a la vida eterna recibiendo un cuerpo físico glorificado, eterno, como el cuerpo glorificado de Jesucristo. Vean lo sencillo que es todo el Programa.

Ahora, Cristo dijo: “Los entendidos, entenderán”. Y también dijo: “Mis ovejas oyen Mi Voz y Me siguen”. Es por medio de la Voz de Cristo que los escogidos escuchan la Voz de Cristo, por medio de Su Palabra correspondiente a cada tiempo, los escogidos de cada tiempo, escuchan la Voz de Cristo por medio del mensajero de cada tiempo, de cada edad con ese mensajero Cristo recoge Sus escogidos de cada edad. Y Cristo dice: “Oyen mi Voz y me siguen”. Siguen a Cristo, la manifestación de Cristo correspondiente a cada edad. Y esos son los entendidos que entienden. Los entendidos, entenderán.

Ahora hemos visto la bendición tan grande que hay para nosotros en el Reino de Dios. No porque nosotros nos merecemos esas bendiciones, sino porque así Dios lo determinó desde antes de la fundación del mundo. Y nosotros estábamos en Dios y por eso toda bendición divina nos corresponde a nosotros.

Así es que adelante sirviendo a Cristo nuestro Salvador, sabiendo quiénes somos en el Programa de Dios, y quiénes somos para Dios y quién es nuestro amado Señor Jesucristo. Y que las bendiciones de Jesucristo, el Ángel del Pacto sean sobre todos ustedes y sobre mí también.

En el Nombre Eterno del Señor Jesucristo. Amén y amén.

Dejo nuevamente con nosotros al reverendo Tirso Ramiro Girón Pinzón para algún otro cántico por ahí, él tiene dos cánticos nuevos, el de Ángeles y el otro es ¿cuál? Ha resucitado… algo así es el tema.

Vamos a tener por aquí…

Que Dios les bendiga y les guarde a todos y nos veremos ¿cuándo? Mañana, Dios mediante. ¿Dónde?

Así es que, ya ustedes saben dónde es, nosotros somos los que no sabemos, no conocemos el sitio, pero nos van a llevar.

Bueno, vamos a tener por aquí a nuestro hermano Tirso Ramiro Girón Pinzón para continuar.

Por eso es que todas esas bendiciones las cuales hemos hablado en esta noche son para nosotros, porque Él resucitó.

“PALABRAS DE SALUDO”.