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| Caminando hacia la Ciudad Eterna | 2001-04-30 | 5 | Topochico | Monterrey | Nuevo León | MX | 00:00:00 | false |
Muy buenas noches, amados amigos y hermanos presentes; es para mí una bendición grande estar con ustedes en esta ocasión, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente a este tiempo final. Reciban también saludos de mi esposa Erica, y los niños reciban saludos también de América, quien les ama y en alguna ocasión desea estar nuevamente con ustedes, Cachorritos del León de la tribu de Judá.
En esta ocasión leemos en Hebreos, capítulo 11, versos 8 al 16, donde dice el Apóstol San Pablo:
“Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba.
Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa;
porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.
Por la fe también la misma Sara, siendo estéril, recibió fuerza para concebir; y dio a luz aun fuera del tiempo de la edad, porque creyó que era fiel quien lo había prometido.
Por lo cual también, de uno, y ése ya casi muerto, salieron como las estrellas del cielo en multitud, y como la arena innumerable que está a la orilla del mar.
Conforme a la fe murieron todos éstos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra.
Porque los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una patria (porque los que dicen esto, claramente dan a entender, que buscan ¿qué? Una patria);
pues si hubiesen estado pensando en aquella de donde salieron, ciertamente tenían tiempo de volver.
Pero anhelaban una mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad.”
Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.
“CAMINANDO HACIA LA CIUDAD ETERNA.” Ese es nuestro tema para esta ocasión.
Abraham, el padre de la fe, caminó hacia esa Ciudad eterna. Para el tiempo de Abraham todavía no estaba en existencia en la Tierra materializada esa Ciudad, la cual es la Nueva Jerusalén, la cual después del Reino Milenial estará en este planeta Tierra; pues el terreno o territorio será levantado en la forma de un monte alto, por los volcanes que estarán en erupción al final del Reino Milenial, cuando la Tierra estará siendo purificada por el fuego, y será renovada la Tierra, tendrá un nuevo nacimiento la Tierra, pues Dios la transformará.
En la actualidad la Tierra es redonda (aparentemente), pero durante la eternidad la Tierra, al ser transformada al final del Reino Milenial, obtendrá una forma de trompo, a causa de que la Nueva Jerusalén, que será la capital del mundo y del Universo completo, estará establecida en la Tierra en el territorio que hoy es Jerusalén; y aun más: el territorio que cubre todo el terreno o lugar del pueblo hebreo, y aun más que eso, porque la Ciudad Celestial que será establecida en la Tierra, en cuanto a territorio físico, terreno físico, es de doce mil estadios, que son cerca de 1500 millas por cada lado; la Ciudad es cuadrada, por cada lado tiene 1500 millas; y si lo multiplicamos por cuatro, entonces son ¿cuánto? 6000 millas.
Y hacia arriba tiene también la misma altura de 1500 millas aproximadamente, o sea, que el mismo ancho de cada lado, el mismo ancho de un lado, es el mismo alto que tiene la Ciudad; por lo tanto es en la forma de una pirámide, lo cual será un monte muy alto que pasará de las nubes actuales; y estará tan alto que en la actualidad ni los aviones vuelan a esa altura.
Es quizás más alta que donde están los satélites. ¿A cuántas millas es que están los satélites Benjie? Bueno, esa ciudad es más alta, está más alta de lo que están los satélites en la actualidad, más alta de lo que vuelan los aviones; pero eso lo confirmaremos... Benjie se los va a confirmar allá, en algunas de las actividades les vamos a dar confirmado a cuánto están los satélites en la actualidad, y entonces ver la diferencia que hay en altura entre los satélites y la Nueva Jerusalén. Vamos a dejar eso para confirmarlo y ver cuál es más alto: si la Nueva Jerusalén o los satélites en la actualidad.
Ahora, también Benjie puede buscar también a cuántas millas está la luna de la Tierra, para también que veamos ahí un cuadro más claro.
Ahora, esta gran ciudad, miren ustedes, es la más importante de los Cielos y de la Tierra, por lo tanto, será la capital, no solamente de la Tierra sino del Universo completo. Esa es la Ciudad que Abraham estaba buscando.
Ahora, él salió buscando esa Ciudad, y llegó al territorio donde estará establecida esa Ciudad, aunque todavía no era el tiempo para estar en la Tierra esa Ciudad.
Y ahora, esa Ciudad como territorio físico de terreno, nacerá de la Tierra a través de los volcanes y toda esa etapa por la cual pasará el planeta Tierra después del Reino Milenial. Y los habitantes de la Nueva Jerusalén son los redimidos por la Sangre de nuestro amado Señor Jesucristo. Por lo tanto, esa Ciudad física tendrá en cada uno de sus detalles, como los muros, las puertas en los muros; y en todas las demás partes de esa Ciudad tendrá algo muy importante, ¿y saben lo qué es? Tendrá la expresión del Amor Divino que ha sido manifestado de etapa en etapa en Su pueblo.
O sea, cada detalle, cada cosa de esa Ciudad será la expresión de lo que Dios ha realizado en y con Su pueblo; será un testimonio de gracia para con Su pueblo cada detalle de esa Ciudad. Sus muros, vean ustedes, o su muro, dice que tiene doce, doce fundamentos ese muro, y cada fundamento dice que es de cierta clase. Vamos a ver capítulo 21 del Apocalipsis... capítulo 21, verso 14, dice:
“Y el muro de la ciudad tenía doce cimientos, y sobre ellos los doce nombres de los doce apóstoles del Cordero.”
Vean dónde están los nombres de los doce Apóstoles del Cordero allí en esa Ciudad: en el muro de esa Ciudad. Y por cuanto tiene doce cimientos, cada cimiento corresponde a un nombre de Apóstol; por lo tanto en cada cimiento estará representado cada Apóstol del Señor. ¿Ven que todo los detalles contenidos en esa Ciudad son un testimonio de la Obra de Amor y Gracia de nuestro Dios a través de Cristo?
Al ver los muros, y siendo que están los nombres de los Apóstoles allí, pues estaremos recordando los Apóstoles y recordando a quién representa ese fundamento, ese muro con esos doce fundamentos. Allí estarán representados los doce Apóstoles.
Y ahora, miren cómo son esos muros. Dice:
“El que hablaba conmigo tenía una caña de medir, de oro, para medir la ciudad, sus puertas y su muro.
La ciudad se halla establecida en cuadro, y su longitud es igual a su anchura; y él midió la ciudad con la caña, doce mil estadios; la longitud, la altura y la anchura de ella son iguales.
Y midió su muro, ciento cuarenta y cuatro codos, de medida de hombre, la cual es de ángel.
El material de su muro era de jaspe; pero la ciudad era de oro puro, semejante al vidrio limpio;
y los cimientos del muro de la ciudad estaban adornados con toda piedra preciosa. El primer cimiento era jaspe; el segundo, zafiro; el tercero, ágata; el cuarto, esmeralda;
el quinto, ónice; el sexto, cornalina; el séptimo, crisólito; el octavo, berilo; el noveno, topacio; el décimo, crisopraso; el undécimo, jacinto; el duodécimo, amatista.
Las doce...”
Ahí tenemos que ese muro tiene doce fundamentos, y cada uno de ellos está formado por una piedra preciosa; y cada uno de esos fundamentos tiene un color; y si así es el muro, ¿cómo será la Ciudad por dentro? Dice:
“Las doce puertas eran doce perlas; cada una de las puertas era una perla.”
Y ahora, las doce puertas son doce perlas.
Y ahora, vamos a ver esto de las doce puertas, dice el verso 12 (leímos el verso 21 del mismo capítulo 21)... ahora leemos el verso 12 del capítulo 21 del Apocalipsis, que dice:
“Tenía un muro grande y alto con doce puertas; y en las puertas, doce ángeles, y nombres inscritos, que son los de las doce tribus de los hijos de Israel.”
En esas doce puertas están los nombres de las doce tribus de Israel.
Y ahora, vean ustedes, en el muro y en las doce puertas están los Apóstoles y los doce nombres de los patriarcas; y en los veinticuatro ancianos están los doce patriarcas y los doce Apóstoles, que suman veinticuatro.
Y ahora, en San Mateo, capítulo 19, versos 28 en adelante, dice:
“Y Jesús les dijo: De cierto os digo que en la regeneración (esto es durante el Reino Milenial)... en la regeneración (o sea, en el Reino de Cristo Milenial)... en la regeneración cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria (o sea, en el Trono de David), vosotros que me habéis seguido también os sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel.”
Y ahora, en la ciudad, ¿dónde estaban los jueces? ¿Dónde fue que Booz fue para reclamar la heredad de Noemí, y redimir así a Rut? A la puerta de la ciudad, porque es la puerta de la ciudad donde se sentaban los jueces para juzgar.
Y ahora, aquí en la Nueva Jerusalén, vean ustedes, Cristo colocará a Sus Apóstoles, cada uno en cada puerta; pero en el Reino Milenial, en la Jerusalén que estará (que no será la Nueva Jerusalén durante el Reino Milenial), los Apóstoles ya estarán en esa Ciudad para juzgar a las doce tribus de Israel. Y en el Reino, después del Reino Milenial, también estarán, pero en la Nueva Jerusalén. O sea, que la posición que Cristo le da a Sus Apóstoles, será efectiva para el Reino Milenial, en ese Reino Milenial allí en Jerusalén, desde donde se gobernará al pueblo hebreo y a la humanidad completa, a todos los países, a todas las naciones de la Tierra que estarán establecidos en este planeta Tierra.
Ahora, el ministerio de los Apóstoles, vean ustedes, es para con el pueblo hebreo. Durante el tiempo de los jueces en el Antiguo Testamento, Dios gobernaba al pueblo hebreo por medio de los jueces, los libertaba y les daba la victoria a través de esos hombres que eran instrumentos de Dios; tenemos a Sansón, tenemos a Samuel, y a otros hombres que fueron jueces establecidos por Dios. Y eso fue establecido así por Dios porque se estaba viviendo en una etapa en donde Dios estaba reinando sobre el pueblo hebreo. Y el Reino de Dios es un Reino teocrático, y la forma de Dios gobernar es por medio de jueces, y es Dios el que por decreto Suyo le establece a Su pueblo Sus leyes, Sus estatutos y Sus ordenanzas.
Y ahora, por eso es que la Escritura dice que Dios es nuestro Legislador, El es el Legislador del pueblo hebreo; y si es Legislador nadie más tiene nada que añadirle a lo que Dios establece por decreto Suyo para Su pueblo. Lo que estamos llamados a hacer es a entender esas leyes, estatutos y decretos divinos, que Dios ha establecido.
Por eso es que en Malaquías, capítulo 4, Dios dice por medio del Profeta Malaquías (capítulo 4, verso 4):
“Acordaos de la ley de Moisés mi siervo, al cual encargué en Horeb ordenanzas y leyes para todo Israel.”
Ahora, el encargado de dar esa ley al pueblo hebreo y esas ordenanzas fue Moisés. Por eso al Instrumento que Dios usó se le conoce también como legislador. Pero no fue Moisés el que legisló, sino que fue Dios, El fue el Legislador; y por decreto de Dios fueron dadas esas leyes divinas a Moisés para el pueblo hebreo.
Ahora, encontramos que por cuanto el Reino Milenial es un Reino teocrático, entonces el Rey para Israel, el cual es Cristo, heredero al Trono de David, gobernará usando Jueces, como los Apóstoles; y éstos son los jueces para el pueblo hebreo. ¿Pero qué de los gentiles? Pues Dios ha enviado siete Angeles Mensajeros para Sus siete edades entre los gentiles. Y luego en este tiempo final El dice:
“Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias.”
Ahora, tiene Cristo Jueces para gobernar con el pueblo hebreo, para a través de ellos juzgar al pueblo hebreo, y tiene también Angeles Mensajeros que envió entre los gentiles para juzgar y para gobernar entre los gentiles.
¿Y qué del Angel del Señor Jesucristo, ya que no pertenece a ninguna de las siete edades? Pues Cristo dice:
“Al que venciere, yo le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono.”
Por lo tanto, ése tendrá que ver con gentiles y con hebreos también, pues tendrá los ministerios de Moisés por quinta ocasión y de Elías por segunda ocasión. El ministerio de Moisés fue para los hebreos, en favor de los hebreos, y el ministerio de Elías fue para hebreos y gentiles.
Así que, vean ustedes, encontramos que ese Angel Mensajero tendrá que ver con gentiles y con hebreos, por eso es enviado a la Iglesia del Señor Jesucristo entre los gentiles, y después es enviado al pueblo hebreo para llamar y juntar ciento cuarenta y cuatro mil hebreos. ¿Ven?
Así que, ése podrá trabajar con gentiles y con hebreos.
Ahora, cuando el Señor Jesucristo mostró a Sus discípulos en el capítulo 17 de San Mateo, mostró la Venida del Hijo del Hombre con Sus Angeles viniendo en Su Reino, encontramos que aparecieron allí Moisés y Elías, uno a cada lado del Señor (esos son los ministerios, los que están uno a cada lado del Señor), por lo tanto, esos ministerios estarán en el glorioso Reino Milenial, son los ministerios de la derecha y de la izquierda, y por consiguiente tienen una labor muy importante en el glorioso Reino Milenial de Cristo.
Vean ustedes, Moisés fue para los hebreos, pero Elías fue para hebreos y gentiles. Por lo tanto, ese ministerio que estará allí a la derecha y a la izquierda de Cristo, tendrá que ver con el gobierno Milenial de Cristo, y por consiguiente ministrará para hebreos y para gentiles, tendrá que ver con la administración de ese Reino Milenial. Y ese es el ministerio que está establecido para el Siervo fiel y prudente, del cual habla San Mateo, capítulo 24, versos 44 en adelante, donde dice:
“Por tanto, también vosotros estad preparados; porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no pensáis.
¿Quién es, pues, el siervo fiel y prudente, al cual puso su señor sobre su casa para que les dé el alimento a tiempo?”
¿Cuál es la Casa de Su Señor? Su Iglesia.
“Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando su señor venga, le halle haciendo así.
De cierto os digo que sobre todos sus bienes le pondrá.”
Por lo tanto, en el Reino Milenial y luego en la eternidad, estará en esta función: en la administración de los bienes de Su Señor, estará con Cristo en ese Reino Milenial, en la parte de la administración de ese Reino Milenial.
Cuando Cristo habló en San Mateo, capítulo 16, versos 26 al 28, al decir:
“Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?”
Recuerden que lo más importante de la persona es su alma, eso es lo que en realidad es la persona; el cuerpo físico es temporal. También el espíritu de la persona es un cuerpo de otra dimensión. Son dos casas: una de esta dimensión y otra de otra dimensión. Pablo dice: “Si nuestra casa terrestre se deshiciese o deshiciera, tenemos una no hecha de manos.” Ese es el cuerpo teofánico nuestro que El nos ha dado, el cual viene de parte de Cristo; no es hecho por mano humana. Y después nos dará una casa física, inmortal e incorruptible y glorificada para vivir en ella, que será el cuerpo glorificado que El nos dará, en adición a la casa espiritual que es el cuerpo teofánico.
Y ahora, ¿qué recompensa dará el hombre por su alma? Si pierde su alma, ¿qué recompensa puede dar? Nada puede dar, porque la Redención para el alma de la persona no es con dinero, sino que tiene que ser con la Sangre de Dios a través de Jesucristo, porque la Sangre que estaba en Jesucristo era la Sangre de Dios.
Así que, el precio de la Redención Cristo lo pagó derramando Su Sangre.
Ahora, miren ustedes una cosa: una persona puede perder todo su dinero que tenga, su casa, todo lo que tenga; si es el hombre más rico del mundo, puede perderlo todo y todavía sigue viviendo. Pero si pierde toda su sangre, ¿qué le pasa? Se muere. ¿Ven que la sangre es de más valor? Aunque lo que hay en el cuerpo no llega a un galón, ¿verdad? O no llega a un galón quizás. Pero vean, es de más valor que toda la riqueza que pueda tener el hombre más rico del planeta Tierra.
Pero vean ustedes, si la persona pierde toda su sangre y le colocan una de otra persona, del mismo tipo, ¿qué sucede? Vive, tiene derecho a continuar viviendo.
Y ahora, aunque la sangre nuestra fue contaminada con el pecado, con la caída del ser humano, y por consiguiente fuimos condenados a la muerte, y la raza humana murió espiritualmente y físicamente, pues usted puede ver que cada ser humano nace, vive, y después se muere, porque la paga del pecado es la muerte (Romanos, capítulo 6, verso 23). Y en Romanos, capítulo 3, verso 23, dice:
“Por cuanto todos pecaron, todos están destituidos de la gloria de Dios.”
Todos pecaron al pecar Adán allá en el Huerto del Edén, porque el pecado entró por un hombre a la raza humana, y por consiguiente toda la raza humana nacida en esta Tierra viene como descendiente de Adán y Eva, por consiguiente viene a la Tierra cada persona en una raza caída condenada a muerte, fue juzgada y condenada a la muerte.
“Por cuanto todos pecaron, todos están destituidos de la gloria de Dios.”
Todos han sido destituidos de la gloria de Dios y por consiguiente no reciben un cuerpo teofánico cuando nacen en la Tierra, y por consiguiente no reciben un cuerpo físico, inmortal, incorruptible y eterno, cuando nacen en la Tierra, porque fueron destituidos de la gloria de Dios. No nacen primero en la sexta dimensión, para luego nacer en esta dimensión terrenal.
Adán había nacido primero en la sexta dimensión, donde recibió un cuerpo angelical, teofánico, y recibió toda autoridad para gobernar como rey en la Tierra sobre todo lo creado en el planeta Tierra, o sea, gobernar el planeta Tierra completo con todo lo que Dios colocó en él.
Y luego, encontramos que él estando en su cuerpo angelical teofánico, gobernaba sobre los animales, sobre los peces, sobre las aves, sobre todo, pero él no podía trabajar en la tierra, en el Huerto del Edén, ¿por qué? Porque no tenía un cuerpo de carne sino angelical, pero gobernaba sobre toda la creación.
Ahora, Dios le crea un cuerpo del polvo de la tierra, y entonces coloca a Adán, que estaba con su cuerpo teofánico angelical, lo mete dentro del cuerpo de carne, y le da así la oportunidad de trabajar físicamente, de cosechar todas las frutas del Huerto del Edén, y comer de ellas; porque en el cuerpo teofánico, cuerpo angelical no podía comer.
¿Y de qué vale que hayan muchas frutas y haya mucha comida y usted no pueda comer? Miren, los santos que han partido están en el Paraíso y todavía no han podido comer, no han podido comer nada físicamente porque están en cuerpos angelicales, cuerpos teofánicos. Pero ellos dijeron al Rvdo. William Branham cuando los visitó en una ocasión, antes de su ida final al Paraíso, cuando los visitó ellos le dijeron: “Mira, aquí nosotros ni dormimos ni trabajamos ni comemos, pero nosotros vamos a regresa r a la Tierra contigo y entonces comeremos.” Están deseosos de comer.
¿De quién aprenderían eso? Cuando el Señor Jesucristo resucitó y no creían que era El, el que había resucitado, El les dice: “¿Tienen ustedes algo de comer ahí?” Le traen un pedazo de pescado y le traen un panal de miel y entonces comió delante de ellos. El les había dicho: “Miren, Soy Yo.” Ellos pensaban que era un espíritu, que era Cristo en Su cuerpo teofánico (si creían que era Cristo); aunque ellos dudaron que Cristo estuviera resucitado y dudaron que era El, ¿por qué? Porque así como nosotros cuando seamos transformados y los muertos en Cristo cuando sean resucitados en el cuerpo glorificado, todos tendremos un cuerpo jovencito que representará de 18 a 21 años de edad. Y la Escritura dice que nosotros vamos a ser a Su imagen y a Su semejanza, vamos a tener un cuerpo a Su gloria, o sea, vamos a tener un cuerpo semejante al cuerpo de Su gloria.
Por lo tanto, Cristo al resucitar, resucitó Su cuerpo en una condición glorificada, y por consiguiente el físico de Jesús fue cambiado, de un joven que tenía físicamente unos 33 años, a un joven de 18 a 21 años de edad. Y no se sabe si hasta la barba o fue quitada, o algo así, porque le arrancaban la barba sus enemigos cuando lo condenaron, y ya cuando fue crucificado no se sabe si le habían arrancado toda la barba o parte de ella, y lo habían llenado de golpes, lo habían desfigurado. Pero ahora aparece resucitado, jovencito y hablando con ellos, y sin siquiera dolor en el cuerpo.
Ellos no podían creer que en tres días Jesucristo estuviera de regreso en la Tierra, y estuviera tan contento como lo estaba; porque ninguna persona se recupera de algo así como le sucedió a El, no se recupera en tres días, y más, había muerto. Pero El les había dicho que el Hijo del Hombre iba a ser tomado preso, iba a ser juzgado, iba a ser condenado, iba a ser crucificado, entregado a la muerte, pero al tercer día El se levantaría, resucitaría; y allí lo tenían a El cumpliendo lo que El prometió.
Ahora, el tercer día es muy importante, porque ese fue el día de resurrección; en el tercer día, al tercer día se levantaría.
Ahora, ¿qué tiene que ver el tercer día con la resurrección? Bueno, para Cristo tuvo que ver mucho. Es domingo de resurrección el día que El se levantó.
Ahora, ¿qué tiene que ver el tercer día? Pues El resucitando al tercer día, por cuanto El es el Hijo Unigénito y también Primogénito de Dios. Todo hijo Primogénito de Dios que ha partido será resucitado al tercer día.
¿Y cuál de los días de la semana? ¿En qué tercer día? Eso lo vamos a ver, porque Cristo ha prometido la resurrección para los creyentes en El que partirían, y para los que permaneceríamos vivos y permaneciéramos vivos hasta la resurrección de los muertos en Cristo, El ha prometido una transformación. En San Juan, capítulo 6, verso 39 al 40, dice el Señor Jesucristo:
“Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero.
Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.”
Si continuamos leyendo este capítulo 6 de San Juan, encontraremos dos lugares más que El dice: “Y Yo le resucitaré en el Día Postrero.” Y si leemos en San Juan, capítulo 11, encontraremos que Marta sabía que la resurrección iba a ser en el Día Postrero. Dice San Juan, capítulo 11, versos 23 en adelante, dice Jesús a Marta:
“Jesús le dijo: Tu hermano resucitará.
Marta le dijo: Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero.”
Y todos nosotros sabemos que la resurrección es para el Día Postrero. Nuestros amados que han partido resucitarán en el Día Postrero, los creyentes que han partido resucitarán en el Día Postrero, y el Día Postrero tiene que ser también el tercer día. Y el Día Postrero delante de Dios, contando de Adán hacia nuestro tiempo, viene a ser nada menos que el Séptimo Milenio; porque un día delante del Señor es como mil años para el ser humano, dice Segunda de Pedro, capítulo 3, verso 8, y dice Pedro que esto es una cosa... San Pedro dice que esto es una cosa que no podemos ignorar, ¿por qué? Porque si lo ignoramos entonces nunca entenderemos qué son y cuáles son los Días Postreros.
Para poder comprender el misterio de los Días Postreros tenemos que entender que un día delante del Señor es como mil años y mil años como un día.
“Mas, oh amados, no ignoréis esto (¿ven? Es algo que no se puede ignorar): que para con el Señor un día es como mil años, y mil años como un día.”
¿Y de dónde sacó San Pedro esto? El Profeta Moisés en el Salmo 90, verso 4, nos habla de esto mismo.
Y ahora, la promesa es que para el Día Postrero delante de Dios, Cristo resucitará a todos los creyentes en El que han partido.
Y ahora, así como el sábado, el séptimo día de la semana, es el Día Postrero de la semana, una semana delante de Dios, siendo que para los seres humanos representa siete mil años, entonces el Séptimo Milenio es el Día Postrero delante de Dios. Pero Cristo nos habla acerca de este Día Postrero, y también San Pablo y San Pedro nos hablan de los Días Postreros.
Ahora, veamos lo que nos dice San Pablo en Hebreos, capítulo 1, versos 1 en adelante, dice:
“Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas,
en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo;
el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas.”
Y ahora, San Pablo dice que Dios habló en otros tiempos por medio de los Profetas. Y luego dice: “Y en estos Postreros Días nos ha hablado por el Hijo.” Señala que en el tiempo en que Jesucristo estuvo aquí en la Tierra y estuvo Dios manifestado en Jesús en toda Su plenitud, y estuvo hablándole al pueblo hebreo, San Pablo establece que eran los Días Postreros.
Y ahora, no solamente San Pablo dice que aquellos eran los Días Postreros, sino que San Pedro también en el libro de los Hechos en su primer Mensaje, dice en el capítulo 2, verso 14 en adelante, dice:
“Entonces Pedro, poniéndose en pie con los once, alzó la voz y les habló diciendo: Varones judíos, y todos los que habitáis en Jerusalén, esto os sea notorio, y oíd mis palabras.
Porque éstos no están ebrios, como vosotros suponéis, puesto que es la hora tercera del día (o sea, de 8:00 a 9:00 de la mañana).
Mas esto es lo dicho por el profeta Joel:
Y en los postreros días, dice Dios (¿cuándo?)...
Y en los postreros días, dice Dios:
Derramaré de mi Espíritu sobre toda carne.”
Esto está en Joel, capítulo 2, en donde establece que Dios derramará de Su Espíritu sobre toda carne.
“Y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán.”
Ahora, “sobre toda carne.” Cualquier persona puede pensar: “Sobre todos los seres humanos.” No, sobre toda carne que recibe a Cristo como su Salvador, lava sus pecados en la Sangre de Cristo y es bautizado en Su Nombre, entonces Dios le da, derrama sobre la persona el Espíritu Santo, y la persona obtiene, recibe el nuevo nacimiento, y la persona recibe un cuerpo teofánico, angelical de la sexta dimensión.
“Vuestros jóvenes verán visiones,
Y vuestros ancianos soñarán sueños;
Y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días
Derramaré de mi Espíritu, y profetizarán.”
Aquí podemos ver que es para los Postreros Días que Dios derramaría de Su Espíritu.
Y ahora, en Proverbios también nos dice que Dios derramaría de Su Espíritu, y si Dios ha prometido que derramaría de Su Espíritu, entonces Dios tiene que cumplir Su promesa. Proverbios, capítulo 1, verso 23 (capítulo 1, verso 23), ya lo tenemos aquí listo:
“Volveos a mi reprensión (ese es el llamado y eso es lo que se predica en el Evangelio de la Gracia)...
Volveos a mi reprensión;
He aquí yo derramaré mi espíritu sobre vosotros,
Y os haré saber mis palabras.”
¿Ven? Dios revela Su Palabra a Su pueblo, y como individuos a las personas que reciben a Cristo como su Salvador, lavan sus pecados en la Sangre de Cristo y son bautizados en Su Nombre, y entonces esas personas se han vuelto a Dios, se han vuelto a la reprensión de Dios y han recibido a Cristo como su Salvador; por lo tanto Cristo, Dios, derrama de Su Espíritu sobre esas personas.
“He aquí yo derramaré mi espíritu sobre vosotros.”
Y ahora, veamos también otros lugares como Isaías 44, verso 3, dice:
“Porque yo derramaré aguas sobre el sequedal, y ríos sobre la tierra árida; mi Espíritu derramaré sobre tu generación, y mi bendición sobre tus renuevos.”
Y ahora, los renuevos del pueblo hebreo y la generación, vean ustedes, sobre la cual Dios derramará de Su Espíritu, vamos a ver cuál es... capítulo 53 de Isaías, verso 8 dice (y está hablando de Cristo). Dice:
“Por cárcel y por juicio fue quitado (lo juzgaron, lo condenaron y lo crucificaron); y su generación, ¿quién la contará? Porque fue cortado de la tierra de los vivientes, y por la rebelión de mi pueblo fue herido.”
Y ahora, Su generación, Su generación como hijos de Jesucristo por medio del nuevo nacimiento, ¿quién la contará? Pues son millones de hijos de Dios por medio de Jesucristo, son millones los hijos de Abraham del Cielo, son millones los descendientes de Abraham celestiales que vienen por medio del Isaac prometido, en el cual serían benditas todas las naciones, que es nuestro amado Señor Jesucristo. ¿Como que el Isaac prometido a Abraham es Jesucristo? En el Isaac terrenal se reflejó el Isaac Celestial.
En Gálatas, capítulo 3, nos dice San Pablo (Gálatas, capítulo 3, verso 13 al 16):
“Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero),
para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu.
Hermanos, hablo en términos humanos: Un pacto, aunque sea de hombre, una vez ratificado, nadie lo invalida, ni le añade.”
Y el Nuevo Pacto bajo la Sangre de Cristo, la Sangre del Nuevo Pacto ha sido ratificado, y nadie le puede añadir ni le puede quitar.
“Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo.”
Y ahora, la simiente real y celestial de Abraham en la cual serían benditas todas las naciones es Cristo, y fue tipificado Cristo en Isaac. Por eso Cristo es dueño del Título: Hijo de Abraham. Fue tipificado en Isaac, hijo de Abraham, y nació en medio del pueblo hebreo como descendiente de Abraham de la tribu de David y de la línea del rey David según la carne.
Ahora, veamos en la página... en el capítulo 3, verso 6 al 9 de Gálatas, dice San Pablo:
“Así Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia.
Sabed, por tanto, que los que son de fe, éstos son hijos de Abraham (pertenecen al Israel Celestial, son ciudadanos de la Jerusalén Celestial, porque nuestra ciudadanía está en los Cielos, de donde también esperamos a nuestro Señor Jesucristo en Su Segunda Venida).
Y la Escritura, previendo que Dios había de justificar por la fe a los gentiles, dio de antemano la buena nueva a Abraham, diciendo: En ti serán benditas todas las naciones.
De modo que los de la fe son bendecidos con el creyente Abraham.”
Y ahora, pasamos al capítulo 3, verso 26 al 29, donde dice:
“Pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús; porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos.
Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús.
Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa.”
Y ahora, miren cómo este linaje de Abraham viene por medio del Hijo de Abraham, Cristo, que es el Hijo de Abraham prometido, y que fue tipificado en Isaac. Por eso de Isaac viene Jacob, de Jacob los patriarcas, y de los patriarcas el pueblo hebreo: porque está reflejando en Isaac y su descendencia, en el Israel terrenal, está reflejando el Israel Celestial. En el Israel terrenal, que son los siervos de Dios, está reflejando Dios al Israel Celestial que está compuesto por los hijos e hijas de Dios.
Y ahora, ¿qué es más grande? ¿Quién es más grande: el Isaac terrenal, hijo de Abraham, o Cristo como el Isaac Celestial? Cristo es mayor. Aun en una ocasión Cristo dijo: “He aquí uno mayor que Salomón.” Y también dijo: “He aquí uno mayor que el templo.” Así que, El también es uno mayor que Isaac, el Hijo de Abraham según la carne.
Y ahora, si Cristo es mayor que Isaac según la carne, el hijo de Abraham según la carne, pues los descendientes de Cristo, del Isaac Celestial, son mayores que los hijos del Isaac terrenal. Los descendientes del Isaac terrenal vienen por medio del nacimiento según la carne, y los descendientes del Isaac Celestial vienen por medio del nuevo nacimiento, al nacer de nuevo nacen como hijos de Abraham por medio del Isaac Celestial; y por medio del Isaac Celestial es que todas las naciones serían benditas.
Por medio de la predicación del Evangelio se le anuncia a los seres humanos la bendición de Dios a través de Cristo; y los que reciben a Cristo como su Salvador, lavan sus pecados en la Sangre de Cristo, y son bautizados en el Nombre del Señor Jesucristo (en agua), reciben el Don del Espíritu Santo y reciben así la promesa de Dios dada a Abraham, reciben la Bendición de la Primogenitura que es el bautismo del Espíritu Santo.
Y ahora, vean ustedes la bendición tan grande que tiene el Isaac Celestial, Cristo, el cual al venir a la Tierra también vino como descendiente de Abraham según la carne, y vino por la descendencia de Isaac.
Y ahora, una nueva Nación Celestial ha estado creando Dios, así como Dios fue el que creó al Israel terrenal. El Israel terrenal descendiente de Abraham, Isaac y Jacob y los patriarcas, vean ustedes, estuvo en Egipto como un pueblo esclavo, pero Dios los libertó; y de ese grupo de personas de unos 12 millones, El creo una nación grande y poderosa, como Dios le había dicho a Abraham: que él sería padre de una gran nación, pero también sería padre de naciones.
Ahora, fue Dios el que creó a Israel como nación, lo sacó de la esclavitud, los libertó, los llevó al monte Sinaí, y allí les dio leyes y estatutos y decretos por medio del Profeta Moisés, y los estableció como nación, le fue dando todo lo que necesitaba una nación, y después lo llevó a la tierra donde se establecerían como una nación poderosa. Eso ha hecho Dios al libertar al pueblo hebreo; pero con todo y eso sigue siendo el pueblo de los siervos, en el cual Dios reflejó el pueblo de los hijos e hijas de Dios.
Y ahora, Dios por medio de nuestro libertador Jesucristo, así como libertó por medio de Moisés al pueblo hebreo, ha libertado al Israel Celestial por medio de Jesucristo. ¿Y cómo que nos ha libertado Jesucristo de alguna nación y algún rey o faraón? Claro que sí.
En Colosenses, capítulo 1, dice San Pablo (verso 12 en adelante):
“Con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz;
el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo,
en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados.”
Y ahora, así como Dios por medio del Profeta Moisés libertó al pueblo hebreo, lo sacó del imperio que lo tenía esclavizado, del imperio egipcio y del faraón egipcio, el faraón egipcio representa al diablo, y el imperio egipcio representa al reino del diablo.
Y ahora, Cristo nuestro libertador nos ha libertado del diablo y del imperio del diablo, del reino del diablo, y nos ha trasladado Dios por medio de Cristo al Reino de Jesucristo nuestro Salvador; es una liberación a un nivel más alto, con Vida eterna. El nos ha dado Vida eterna en Su Reino, porque es un Reino con Vida eterna.
El reino de las tinieblas no tiene Vida eterna, ni siquiera tienen seguridad de los días que van a vivir en la Tierra. Pero en el Reino de Cristo, en el cuerpo nuevo que El nos dará, tendremos la seguridad de que nunca nos enfermaremos, nunca nos pondremos viejos, ni una canita nos saldrá, y nunca moriremos, reinaremos con Cristo en Su Reino por el Milenio y por toda la eternidad; y ese es un Reino de Luz.
Y ahora, a ese Reino es que pertenecemos todos nosotros por medio del Isaac Celestial que traería bendición para todas las naciones.
Y ahora, la bendición para todas las naciones durante estos dos mil años aproximadamente que han transcurrido de Cristo hacia acá, ha estado siendo anunciada en todas las naciones, para que reciban la bendición de Abraham por medio de Jesucristo nuestro Salvador, y reciban así Vida eterna y confirmen su lugar en la Vida eterna las personas, para que puedan vivir eternamente en el Reino glorioso de nuestro amado Señor Jesucristo. El reino del maligno será quitado, será destruido, y permanecerá el Reino de Jesucristo por el Milenio y por toda la eternidad.
Ahora, hemos visto la liberación que Cristo ha llevado a cabo.
Y ahora, ¿por qué todavía tenemos nuestro cuerpo físico, mortal, corruptible y temporal? Porque tienen que ser redimidos con la Sangre de Cristo, tienen que ser colocados en el Cuerpo Místico de Cristo todos los que están escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, que es el Libro de los Siete Sellos de Apocalipsis, capítulo 5, verso 1 en adelante, y Apocalipsis, capítulo 10, verso 1 en adelante.
Y cuando haya entrado al Cuerpo Místico de Cristo hasta el último de los escogidos, el cual tiene que entrar en nuestro tiempo en la Edad de la Piedra Angular, y es llamado y juntado con el Mensaje de la Gran Voz de Trompeta del Evangelio del Reino, pues Cristo dijo: “Y enviará Sus Angeles con Gran Voz de Trompeta y juntarán a Sus escogidos.” Los escogidos del Cuerpo Místico de Cristo son juntados, llamados y juntados con el Mensaje de la Gran Voz de Trompeta del Evangelio del Reino, que gira alrededor de la Segunda Venida de Cristo como el León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores en Su Obra de Reclamo, y después serán llamados y juntados los hebreos, que son ciento cuarenta y cuatro mil hebreos escogidos de Dios.
Y ahora, hemos visto el porqué todavía estamos con estos cuerpos mortales, luchando, y todos los días dándole descanso, más o menos 8 horas (algunos más, otros menos), y dándole comida todo el día, todos los días, tres veces al día normalmente, dándole agua, colocándole ropa; y cuando tiene algún problema de salud, pues tomamos alguna cosa que ayuda, porque no rechazamos lo que nos ayuda al cuerpo, como tampoco rechazamos la comida que nos ayuda al cuerpo; pero sí desechamos las cosas que le hacen daño al cuerpo: como drogas y cosas parecidas, licor, cigarrillo, y drogas, y todas esas cosas las rechazamos, porque eso le hace daño al cuerpo, le hacen daño al cerebro, y por consiguiente nos daña también el espíritu.
¿Por qué nos daña el espíritu, nos afecta el espíritu? Porque nos afecta la forma de pensar. Y el ser humano no piensa con el cuerpo, sino que piensa con el espíritu. El alma suya piensa a través de su espíritu, y por consiguiente le haría daño también a nuestra alma.
Por eso, jóvenes y adultos: cuiden su cuerpo, mantengan libres sus cuerpos de todas esas cosas que le hacen daño.
Ahora, encontramos que todavía estamos con este cuerpo, y es como cuando una persona tiene la promesa de que le van a regalar un auto nuevo, o que se sacó el premio, un premio de un sorteo, o un familiar suyo quiere regalarle un auto nuevo, y la persona está desesperada que le llegue el auto nuevo, porque el auto que tiene está viejito, y cada vez hay que estar empujándolo para que encienda y arranque. Dice: “¿Cuándo me llegará el auto nuevo? Para echar este a un lado. Este ya no sirve mucho; pero en lo que me llegue el otro tengo que estar revisándolo por aquí para que me dé un servicio que yo necesito. No lo puedo echar a un lado todavía, pero cuando me llegue el nuevo, hasta aquí llegó el carrito viejo.”
Así va a ser cuando nos llegue el cuerpo nuevo, con el cuerpo nuevo tendremos todo lo que nosotros necesitamos tener, tendremos transportación sin pagar ni un sólo centavo, no solamente de aquí a su casa, sino de aquí aun al planeta más lejano de la galaxia más lejana. Y es tan rápido que el mismo tiempo que usted se echa en pesar y venir de donde usted está a donde yo estoy, será el mismo tiempo que usted se echará en ir de donde usted está al planeta de la galaxia más lejana, porque será a la velocidad del pensamiento, y no del pensamiento humano, sino del pensamiento del cuerpo glorificado y del espíritu teofánico, y del alma ya redimida.
Así que, miren la velocidad a que viajaremos nosotros, no tendremos necesidad de automóviles ni de aviones ni de cohetes ni de naves espaciales, porque en el nuevo cuerpo lo tendremos todo.
Mire, Jesús no le dijo a Sus discípulos: “Pues, ya se me cumplieron los 40 días de estar aquí con ustedes, tengo que irme a la Casa de mi Padre Celestial, vayan a buscar un boleto a la agencia de viajes para irme en el primer vuelo.” Pues no había ningún vuelo ni habían líneas aéreas que viajaran a la séptima dimensión, ni siquiera en esta dimensión terrenal en aquel tiempo hubo líneas aéreas. Pero cuando llegó el momento de irse fue levantado, los discípulos lo vieron subir, en una nube lo cubrió y se lo llevó y desapareció.
Así mismo nosotros cuando tengamos el cuerpo nuevo, luego de estar de 30 a 40 días aquí nos iremos con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero, a la séptima dimensión, a la Casa de nuestro Padre Celestial. Y todo eso es para el Día Postrero.
Y ahora, San Pedro y San Pablo dijeron que aquellos eran los Días Postreros, ¿se equivocarían ellos? No se equivocaron. Es que los Días Postreros delante de Dios, para los seres humanos son los Milenios Postreros; y los Días Postreros delante de Dios, así como los Días Postreros de la semana para nosotros son jueves, viernes y sábado, que son el quinto día de la semana que es el jueves, el sexto día de la semana que es el viernes, y el séptimo día de la semana que es el sábado.
Una semana delante de Dios, vean ustedes, tiene siete días delante de Dios, y los Días Postreros de esa semana equivalen al jueves, viernes y sábado. Por lo tanto, el jueves, viernes y sábado de esa semana delante de Dios, para los seres humanos es el quinto milenio, sexto milenio y Séptimo Milenio; esos son los Días Postreros delante de Dios, que para los seres humanos son los Milenios Postreros, los tres Milenios Postreros.
Y Jesucristo vivió en la Tierra en el quinto milenio, que era el primero de los Días Postreros delante de Dios. Cuando tenía de 3 a 10 años de edad (aproximadamente) comenzó el quinto milenio. Por eso predicando Cristo en Su ministerio terrenal, estaba predicando, y Dios estaba hablando por medio de Jesucristo en los Días Postreros, y habló por medio de los Apóstoles en los Días Postreros, y derramó de Su Espíritu Santo el Día de Pentecostés en los Días Postreros, en el primero de los Días Postreros.
Pero vean ustedes, dice Joel y San Pedro que Dios derramará de Su Espíritu sobre toda carne, ¿cuándo? En los... no dice: “En...” Sino: “En los Días Postreros,” que son quinto milenio, sexto milenio y Séptimo Milenio.
Y ahora, nos vamos a donde Oseas, el capítulo 6 de Oseas, a ver lo que nos dice allí con relación al pueblo hebreo, dice:
“Venid y volvamos a Jehová; porque él arrebató, y nos curará; hirió, y nos vendará (esa es la conversión del pueblo hebreo como nación, en donde Dios llamará ciento cuarenta y cuatro mil hebreos).
Nos dará vida después de dos días; en el tercer día nos resucitará, y viviremos delante de él. ”
¿Ven? Aquí también está la resurrección para el tercer día. Ya han transcurrido dos días delante de Dios de los Días Postreros, y ahora en este año 2001 que ha comenzado, conforme al calendario gregoriano ha comenzado el Tercer Milenio de Cristo hacia acá, que viene a ser el Día Postrero de los tres Días Postreros delante de Dios, que para los seres humanos son los 3 milenios postreros. Ya dos han transcurrido de Cristo hacia acá, y nos queda el último que es el tercero de Cristo hacia acá o séptimo de Adán hacia acá.
Y ahora, para los creyentes en Cristo que han partido, o sea, que han muerto físicamente, la resurrección es para el Día Postrero, por consiguiente es para el tercer día de los tres Días Postreros. Y para el pueblo hebreo la resurrección del pueblo hebreo como nación... ¿Recuerdan los huesos secos que le mostró Dios a Ezequiel, los cuales estaban muertos y secos en gran extremo? Dios le preguntó al Profeta: “¿Resucitarán estos huesos secos?” *El Profeta le dijo: “Tú lo sabes Señor.” Dios le dijo que iban a resucitar, que Dios iba a colocar en ellos tendones, iba a juntar cada hueso, iba a colocar tendones, nervios, o sea, nervios y músculos y carne, y después espíritu.
Y todo eso se lo mostró al Profeta Ezequiel en el capítulo 38, por ahí; y luego le dijo al Profeta Ezequiel: “Ahora profetiza.” Profetizó y fue cada cosa cumpliéndose, pero estaba un ejército en pie, pero todos estaban sin espíritu. Y entonces le dijo Dios: “Profetiza al espíritu que venga de los cuatro cantones de la Tierra, de las cuatro esquinas de la Tierra; y profetizó y el espíritu regresó, y dice: “Para que venga eso porque no estaba allí.”
Y el Espíritu de Dios salió del pueblo hebreo cuando rechazaron a Cristo, y luego ya dejó de tratar Dios con el pueblo hebreo como nación, y comenzó el juicio divino sobre el pueblo hebreo. Por eso dice el pueblo aquí:
“...porque él arrebató, y nos curará; hirió, y nos vendará.”
Por eso durante estos dos mil años han estado siendo heridos los hebreos, masacrados, perseguidos a muerte durante estos dos mil años que han transcurrido. Pero Dios los curará, los vendará, y les dará vida después de dos días. Después de los dos Días Postreros, al tercer día, el Séptimo Milenio de Adán hacia acá o Tercer Milenio de Cristo hacia acá es que Dios le dará vida al pueblo hebreo como nación, y colocará Su Espíritu en medio del pueblo hebreo como al Enviado, al Mensajero que irá con el Espíritu de Cristo, el Angel que viene con el Sello del Dios vivo para llamar y juntar ciento cuarenta y cuatro mil hebreos y sellarlos en sus frentes (Apocalipsis, capítulo 7, verso 2 en adelante).
Y ahora, viene una resurrección para el pueblo hebreo como nación, donde estará el Espíritu de Dios en medio del pueblo hebreo, llamándolos y juntándolos y luego estableciendo el Reino Milenial de Cristo en medio del pueblo hebreo, y Cristo sentándose en el Trono de David, y entonces estarán completamente establecidos como una nación poderosa en medio del planeta Tierra, en donde estará el Mesías gobernando sobre el pueblo hebreo y sobre todas las naciones.
Y en este tercer día, pues tiene que venir la resurrección del Israel Celestial, de los muertos en Cristo, y la transformación de nosotros los que vivimos, para quedar totalmente establecidos como la Nación Celestial con cuerpos glorificados. Estos son los habitantes de la Nueva Jerusalén: los redimidos por la Sangre de nuestro amado Señor Jesucristo.
Ahora, sigue diciendo:
“Y conoceremos, y proseguiremos en conocer a Jehová.”
Porque el conocimiento de Dios tiene que ser continúo. Cada día usted debe conocer más de Dios, debe continuar en conocer a Dios, o sea, debe conocer más y más cosas de Dios. No debe nunca usted estancarse; porque Dios tiene mucha revelación para cada uno de ustedes y para mí también. Con el Maná escondido siendo dado, la revelación de la Segunda Venida de Cristo, tenemos mucho que conocer, proseguiremos en conocer a Dios en una Nueva Dispensación.
“...como el alba está dispuesta su salida (como el alba, como la mañana).”
¿Y cómo está la mañana dispuesta para salir? Primero aparece, se ve el lucero de la mañana, el cual tipifica a Cristo, y luego se ve una claridad por el este que va saliendo, y luego se ve el sol que sale, el cual alumbra toda la Tierra. Eso es la Segunda Venida de Cristo: “A los que temen mi Nombre nacerá el Sol de Justicia y en Sus alas traerá Salvación.” ¿Dónde está eso? En Malaquías, capítulo 4, verso 2.
Así que, como el alba está dispuesta Su salida, Su Segunda Venida, para el pueblo hebreo recibir la Luz de la Segunda Venida de Cristo y ser resucitado como nación.
“...y vendrá a nosotros como la lluvia, como la lluvia tardía y temprana a la tierra.”
¿Y cómo va a venir la lluvia tardía primero que la temprana? Vendrá a nosotros como la lluvia tardía y temprana. Dios dice en el libro de Deuteronomio, capítulo 32, verso 1 en adelante, que goteará Su enseñanza, ¿y cómo dice que será? Capítulo 32, verso 1 en adelante de Deuteronomio:
“Escuchad, cielos, y hablaré;
Y oiga la tierra los dichos de mi boca.
Goteará como la lluvia mi enseñanza;
Destilará como el rocío mi razonamiento;
Como la llovizna sobre la grama,
Y como las gotas sobre la hierba;
Porque el nombre de Jehová proclamaré.
Engrandeced a nuestro Dios.
El es la Roca, cuya obra es perfecta.”
Y la Obra de Cristo de Redención es perfecta, la Obra de Reclamo es una Obra perfecta también, y la Obra que El está realizando de la creación de una Nueva Raza, que es Su Iglesia, los redimidos con Su Sangre (con Su Sangre) es una Obra perfecta también.
Y ahora, dice: “Goteará como la lluvia mi enseñanza.” La lluvia tardía es la enseñanza de la Segunda Venida de Cristo, es la revelación divina del Séptimo Sello, la Segunda Venida de Cristo como el León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores en Su Obra de Reclamo, es la predicación del Evangelio del Reino.
¿Y qué es entonces la lluvia temprana? Es la predicación del Evangelio de la Gracia, la enseñanza de la Primera Venida de Cristo como Cordero de Dios en Su Obra de Redención en la Cruz del Calvario, para quitar nuestros pecados con Su Sangre, limpiarnos de todo pecado, y darnos Su Espíritu Santo y producir en nosotros el nuevo nacimiento y obtener un cuerpo inmortal y eterno, espiritual, que es el cuerpo angelical, cuerpo teofánico. Y para el Día Postrero tenemos la promesa de que en adición de ese cuerpo teofánico angelical vamos a recibir un cuerpo físico, eterno, inmortal y glorificado.
Y así como necesitamos la lluvia de la enseñanza de la Primera Venida de Cristo, que es la lluvia temprana, para poder obtener la revelación de la Primera Venida de Cristo y Su Obra de Redención, y poder obtener el perdón de nuestros pecados, recibiendo a Cristo como nuestro Salvador y lavando nuestros pecados en Su Sangre y ser bautizado en Su Nombre, para recibir el Espíritu Santo y obtener el cuerpo angelical teofánico.
Así también para recibir el cuerpo físico, eterno y glorificado, necesitamos la lluvia tardía de la enseñanza de la Segunda Venida de Cristo como el León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores en Su Obra de Reclamo. Eso es lo que le da a la Iglesia del Señor Jesucristo en el Día Postrero la fe para ser transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero, eso es lo que nos da la fe para nosotros recibir el cuerpo eterno, inmortal, incorruptible y glorificado, y para los muertos en Cristo recibir el cuerpo glorificado también en la resurrección de los muertos en Cristo; esa es la clase de cuerpo que El nos dará, y para eso es Su Segunda Venida.
Y la lluvia tardía de la enseñanza de la Segunda Venida es para darnos la revelación, la fe de este misterio, para que podamos obtener ese cuerpo eterno, inmortal, incorruptible y glorificado. Luego esa misma lluvia, vean ustedes, es lluvia tardía, la enseñanza del Evangelio del Reino que revela el misterio de la Segunda Venida de Cristo y es lluvia temprana la enseñanza del Evangelio de la Gracia, que revela el misterio de la Primera Venida de Cristo.
Ahora, el pueblo hebreo dice aquí que vendrá, dice: “Vendrá a nosotros como la lluvia, como la lluvia tardía y temprana.” O sea, como la enseñanza de la Segunda Venida de Cristo primero y la enseñanza de la Primera Venida de Cristo; primero obtiene el conocimiento de la Segunda Venida de Cristo, y luego obtienen el conocimiento de lo que ha sido la Primera Venida de Cristo.
Y conforme a Apocalipsis, capítulo 7, y Apocalipsis, capítulo 11, ¿quién le lleva la revelación, la enseñanza al pueblo hebreo, para que sea convertido a Dios el pueblo hebreo? Pues el Angel que viene con el Sello del Dios vivo, que es el Angel donde estarán los ministerios de los Dos Olivos, los ministerios de Moisés y Elías. Es Moisés y Elías, el ministerio de Moisés y Elías en el Angel que viene con el Sello del Dios vivo, que llevan al pueblo hebreo la lluvia tardía y la lluvia temprana.
Pero la Iglesia del Señor Jesucristo tiene la promesa de que tendrá también la lluvia tardía y temprana cayendo a la misma vez sobre ella, por consiguiente tendrá la enseñanza de la Segunda Venida y también de la Primera Venida de Cristo; ambas lluvias, ambas enseñanzas cayendo a la misma vez en la Iglesia de Jesucristo, en el Día Postrero, en la Edad de la Piedra Angular.
Vamos a ver Miguel por aquí me puede ayudar, en el libro de “Citas,” donde habla... aquí lo conseguimos ya, página 155, párrafo 1383, es un extracto del Mensaje: “¿Cuál es la atracción en el Monte?” Predicado en el mes de Agosto, día 25 y año 1965. No mes de Agosto, mes de Julio, que es el mes séptimo. Mes de Julio, 25 de Julio de *1965 (el año que él partió). Ahora, dice:
“Oh, habrá una verdadera lluvia temprana y tardía en los postreros días sobre ese grupo pequeño que viene con El sobre este asno manso y humilde, sin denominación, clamando: ‘Hosanna al Rey que viene en el nombre del Señor.”
Ese grupo tendrá la lluvia tardía y temprana, por consiguiente conocerá el misterio de la Segunda Venida de Cristo y el misterio de la Primera Venida de Cristo. El misterio de la Primera Venida de Cristo como Cordero de Dios en Su Obra de Redención, y el misterio de la Segunda Venida de Cristo como Rey de reyes y Señor de señores en Su Obra de Reclamo. Por eso viene ese grupo clamando: “Hosanna al Rey que viene en el Nombre del Señor.” Así como clamaron los discípulos de Jesucristo de aquel tiempo y el grupo de jóvenes y niños que le dieron la bienvenida en Jerusalén el día de Su entrada triunfal.
Aunque el pueblo hebreo como nación y la religión hebrea como grupo religioso con el concilio del sanedrín, el sumo sacerdote, no lo recibieron, no le dieron la bienvenida. Pero los creyentes en Jesús sí le dieron la bienvenida y proclamaron: “¡Hosanna al que viene en el Nombre del Señor, bendito el Reino de David que viene!”
Y para este tiempo final tiene que venir el Reino de Dios. Cristo dijo: “Orad porque...” Y ellos le dijeron: “Enséñanos a orar.” Y una de las cosas que les dijo Cristo fue: “Oren diciendo: Venga Tu Reino, hágase Tu voluntad como en el Cielo aquí en la Tierra.” Y Cristo hablando acerca de la Venida del Hijo del Hombre, dijo que el Hijo del Hombre vendría con Sus Angeles en Su Reino.
Así que, esto será la entrada triunfal de Cristo a Su Iglesia y después al pueblo hebreo como Rey de reyes y Señor de señores. Por eso el Jinete del Caballo Blanco de Apocalipsis 19, tiene escrito en Su muslo y en Su vestidura: Rey de reyes y Señor de señores. A ése es que le damos la bienvenida, el cual es Cristo, nuestro amado Salvador.
Hemos visto que de etapa en etapa, aun en el Antiguo Testamento y en el Nuevo Testamento los creyentes en Dios han caminado hacia la Ciudad eterna. Y de edad en edad durante las siete edades han caminado rumbo a la tierra o a la ciudad eterna, la Nueva Jerusalén.
Y ahora, nosotros pues estamos caminando hacia la Ciudad eterna. Pero hay un requisito para llegar, para entrar en esa ciudad eterna, la cual es el siguiente:
“Bienaventurados los que lavan sus ropas, para tener derecho al árbol de la vida, y para entrar por las puertas en la ciudad.”
¿Y cómo vamos a lavar nuestras ropas, nuestras vestiduras? Vamos a ver cómo es que se lavan las vestiduras para entrar a esa ciudad. En el capítulo 7 del Apocalipsis, dice verso 14:
“Yo le dije: Señor, tú lo sabes. Y él me dijo: Estos son los que han salido de la gran tribulación, y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero.”
¿Ven con qué lavamos nuestra ropas? Con la Sangre del Cordero. No hay persona que pueda entrar a esa Santa Ciudad, la Nueva Jerusalén en el Reino eterno, a menos que hayan lavado primero sus ropas, sus vestiduras, en la Sangre del Cordero.
En Apocalipsis 21, verso 27, dice:
“No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero.”
Esos son los que han lavado sus vestiduras en la Sangre del Cordero y han obtenido la victoria.
En Apocalipsis, capítulo 12, también dice, verso 11:
“Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte.”
Así que, podemos ver lo importante que es la Sangre de Jesucristo, porque con ella somos lavados de todo pecado. La Sangre de Jesucristo, dice en Primera de Juan, capítulo 1... capítulo 1 de Primera de Juan, verso 7:
“Pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado.”
Caminemos en Luz en el Reino de Luz, que es el Reino de Jesucristo, donde El nos ha colocado cuando nos libertó del Reino de las tinieblas.
Y ahora, caminando en el Reino de Jesucristo (que es Su Iglesia), la Sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado, nos ha limpiado de todos los pecados del pasado, y si cometemos algún error, error, falta o pecado, lo confesamos a Cristo y El nos limpia con Su Sangre de todo pecado, porque Su Sangre está disponible para cada uno de ustedes y para mí las 24 horas del día. Por lo tanto, es necesario que cada persona comprenda que mientras más rápido confiese su falta, su error o pecado a Cristo, más rápido su vestidura queda limpia de todo pecado.
Ahora, hemos visto quiénes son los ciudadanos de la Nueva Jerusalén: los redimidos por la Sangre de nuestro amado Señor Jesucristo, que han lavado sus vestiduras en la Sangre del Señor Jesucristo, y las han emblanquecido, han emblanquecido sus vestiduras, porque hemos recibido una vestidura teofánica, un cuerpo teofánico blanco, puro, limpio, y recibiremos un cuerpo físico limpio también; cuerpo teofánico, cuerpo glorificado sin pecado, sin manchas de pecado, porque hemos lavado nuestras vestiduras en la Sangre de nuestro amado Señor Jesucristo, el Cordero de Dios. Y así vamos caminando hacia la Ciudad eterna. ¿Ven?
Hay personas que dicen: “Yo quiero estar en esa Ciudad.” Pero si no ha recibido a Cristo como su Salvador, no ha lavado sus pecados en la Sangre de Cristo, no ha sido bautizado en Su Nombre y no ha recibido el Espíritu Santo, no podrá entrar por las puertas de esa Ciudad; solamente los que han lavado sus vestiduras en la Sangre del Cordero, son los que tienen el derecho a entrar a esa nueva Ciudad y eterna Ciudad. Y esa es la Iglesia del Señor Jesucristo: la Ciudad eterna, la Nueva Jerusalén.
Por eso cuando se forme el Monte alto, al final del Reino Milenial, ahí estarán todos los habitantes de esa Ciudad, que son los redimidos por la Sangre de nuestro amado Señor Jesucristo. Cuando Cristo murió, la Sangre de Cristo limpió el pecado de los santos del Antiguo Testamento, el cual estaba cubierto por la sangre de los animalitos que ellos habían sacrificado a Dios, y nos limpió también a todos nosotros. Y cuando nosotros lo hemos recibido, se materializa en nosotros ese milagro.
Y cuando se nos mancha la vestidura, así como hacemos con nuestra ropa física: que se usa un blanqueador para sacar la mancha, así tenemos un blanqueador para sacar toda mancha de pecado de nuestra vida, que es la Sangre de nuestro amado Señor Jesucristo, para que permanezca emblanquecido, emblanquecida nuestra vestidura.
Así que, nunca se desanimen en su vida cristiana en el camino hacia la Ciudad eterna. Nuestra ciudadanía es celestial, está en Sion, en la Nueva Jerusalén.
Hemos venido a la Tierra pero somos de esa Ciudad Celestial, y se ha estado haciendo carne en la Tierra esa Ciudad Celestial, los habitantes celestiales se han estado haciendo carne en la Tierra. Usted es celestial, su alma vino del Cielo. ¿Y dónde está eso escrito? San Pablo dijo que nuestra ciudadanía está en los Cielos. Si nuestra ciudadanía está en los Cielos, pues somos de allá; esto es por medio del nuevo nacimiento.
Y ahora, San Pablo en Primera de Corintios, capítulo 15, dice:
“El primer hombre es de la tierra, terrenal; el segundo hombre, que es el Señor, es del cielo.”
Por eso Jesús podía decir: “Nadie subió al Cielo sino el que descendió del Cielo, el Hijo del Hombre que está en el Cielo.” Dice:
“Cual el terrenal, tales también los terrenales (o sea, cual Adán, tales también los terrenales, la descendencia terrenal de Adán); y cual el celestial (o sea, cual Cristo), tales también los celestiales (tales también los creyentes en Cristo nacidos de nuevo).”
Ahora: “Así como hemos traído la imagen del terrenal (o sea, de Adán), traeremos también la imagen del celestial.”
Por lo tanto, seremos a imagen y semejanza de nuestro amado Señor Jesucristo, cuerpo angelical, es la imagen de Cristo, que es la imagen de Dios, el cuerpo angelical o teofánico. Y la semejanza física de Dios, que es el cuerpo físico de Jesucristo, el cual ya está glorificado. Y nosotros seremos a imagen y semejanza de Jesucristo, por consiguiente seremos a imagen y semejanza de Dios, la imagen de Dios, que es el cuerpo angelical, llamado el Angel del Pacto o Angel de Jehová. Esa clase de cuerpo es el que recibimos cuando nacemos de nuevo, cuando recibimos el Espíritu Santo.
Y la semejanza de Dios física es el cuerpo físico de Jesucristo, ese es el cuerpo físico de Dios. Dios estaba en Cristo en toda Su plenitud, reconciliando consigo mismo al mundo, al ser humano. Y esa misma clase de cuerpo físico glorificado, es el que El nos dará a todos nosotros. Eso es así para los que están caminando hacia la Tierra o la Ciudad eterna.
Por lo tanto, continuemos caminando hacia la Ciudad eterna, la Ciudad eterna Celestial, la cual se está materializando en la Tierra en carne humana en seres humanos, que son los miembros de la Iglesia de Jesucristo.
Por lo tanto, la Ciudad eterna Celestial, la Nueva Jerusalén es la Iglesia del Señor Jesucristo. Esos son los habitantes celestiales que vienen a la Tierra en cuerpos de carne, para hacer contacto con Cristo, la Vida eterna, y entrar al Cuerpo Místico de Cristo, en donde se materializa la Ciudad eterna, la Nueva Jerusalén; y la cual se materializará físicamente también en una Ciudad sobre el territorio que ahora es el territorio de Israel, donde está también la Jerusalén terrenal. Pero los habitantes son los redimidos por la Sangre de Jesucristo nuestro Salvador.
La Sangre de Cristo es la que quita todo peso del pecado.
¿Cómo vamos a quitar el peso del pecado del ser humano? Pues con la Sangre de nuestro amado Señor Jesucristo.
Bueno, entonces quitando todo peso del pecado con la Sangre de Cristo, caminamos hacia el blanco o hacia la meta que Dios ha establecido para todos nosotros, de llegar a la Ciudad eterna, de llegar a tener el cuerpo glorificado como nuestro amado Señor Jesucristo lo tiene, para luego ir con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero al Cielo, a la Casa de nuestro Padre Celestial.
Recuerden que somos celestiales, pero hemos venido a la Tierra con un y para un propósito divino: para estar caminando hacia la Ciudad eterna y celestial, la cual estará luego en la Tierra en el Reino eterno después del Reino Milenial.
“CAMINANDO HACIA LA CIUDAD ETERNA.”
Estamos caminando como Abraham hacia la Ciudad eterna. Abraham caminó, y él es el padre de la fe, por lo tanto los hijos de Abraham, los hijos de Abraham por medio de Cristo, los hijos de Abraham celestiales, estarían caminando también hacia la Ciudad eterna, y pronto también los ciento cuarenta y cuatro mil entrarán en esa caminata hacia la Ciudad eterna.
Que las bendiciones de Cristo en y para la Ciudad eterna Celestial, la Nueva Jerusalén, sean sobre todos ustedes y sobre mí también; y pronto se complete el número de los ciudadanos de esa Ciudad en el Cuerpo Místico de Cristo, y pronto Cristo resucite a los muertos creyentes en El y nos transforme a nosotros los que vivimos. En el Nombre Eterno de nuestro amado Señor Jesucristo. Amén y amén.
Muchas gracias por vuestra amable atención, y continúen pasando todos una noche llena de las bendiciones celestiales de Jesucristo, el Rey de esa Ciudad Celestial.
Dejo nuevamente con ustedes a nuestro amigo y hermano, el misionero, Rvdo. Miguel Bermúdez Marín para finalizar nuestra parte en esta ocasión. Que Dios les bendiga y les guarde a todos.
“CAMINANDO HACIA LA CIUDAD ETERNA.”
Nota - El Hermano William regresa y agrega unas palabras
Recuerden que estamos caminando hacia la tierra prometida, y el Camino es Cristo: “Yo Soy el Camino, la Verdad y la Vida; y nadie viene al Padre sino por mí.” Por lo tanto, nadie va a la Ciudad Celestial si no va por ese Camino. Ese es el Camino cristiano, es el Camino, el cual es Cristo. ¿Ven? Es que ese texto no se los había dado, y había que dárselos para que sepan por que Camino vamos caminando hacia la Ciudad Eterna y Celestial.
“CAMINANDO HACIA LA CIUDAD ETERNA.”