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Prosiguiendo adelante 2000-11-22 1 Brasília Distrito Federal BR 01:04:51 true

Muy buenas noches, jóvenes y niños, y también adultos; es para mí una bendición grande estar con ustedes en esta ocasión, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente a este tiempo final. Reciban también saludos de mi esposa Erica, y los niños reciban saludos de América. Ellas desean verles de nuevo, algún día le verán, aunque sea cuando tengamos el cuerpo nuevo, porque nosotros nos hemos conocido, para estar siempre viéndonos por toda la eternidad.

Y vamos a ver en esta noche porqué eso es así, porqué nos vamos a ver por toda la eternidad. Dice San Pablo en su carta a los Filipenses, capítulo 3, verso 10 al 14, de la siguiente manera:

a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte,

si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos.

No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús.

Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante,

prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.”

PROSIGUIENDO HACIA ADELANTE.”

¿Hacia qué? Hacia la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús; por lo tanto, nosotros también estamos prosiguiendo adelante, a la meta, porque hay una meta.

Conforme al Programa Divino, la meta es llegar a ser a imagen y semejanza de Jesucristo, llegar a ser inmortales, en cuerpos teofánicos y en cuerpos físicos también, cuerpos físicos glorificados como el cuerpo físico glorificado de Jesucristo. Así llegaremos a ser, y llegaremos a ser inmortales por consiguiente físicamente también. Esa es la meta: llegar a ser a imagen y semejanza de Jesucristo.

Es como cuando usted quiere llegar a la parte alta de una montaña, y usted tiene que ir subiendo esa montaña. Y para llegar a la estatura de la Venida de Cristo, hay un varón perfecto con un cuerpo glorificado físico, y con un cuerpo teofánico angelical eterno también, tenemos que subir, tenemos que ir cuesta arriba, hasta llegar a la perfección; por lo tanto, es una ruta, un camino, hacia arriba, hacia la perfección, para llegar a ser perfectos como nuestro Señor Jesucristo, para vivir con El por toda la eternidad.

Ahora, podemos ver que hay una meta: llegar a tener Vida eterna física, como también espiritual; física en el cuerpo físico que será glorificado, y entonces será otro cuerpo, eterno, inmortal, incorruptible, igual al cuerpo de Jesucristo, y jovencito para toda la eternidad.

También hay un cuerpo espiritual, angelical, que es el espíritu teofánico que recibimos de parte de Cristo. Cuando hemos creído en Cristo como nuestro Salvador, hemos lavado nuestros pecados en Su Sangre, hemos sido bautizados en Su Nombre, y hemos recibido el Espíritu Santo, hemos entonces recibido el nuevo nacimiento, hemos nacido en la Casa de Dios, y hemos obtenido un cuerpo teofánico, un cuerpo angelical de la sexta dimensión, la dimensión de los Angeles; esa es la dimensión del cuerpo teofánico de los escogidos de Dios, esta sexta dimensión es el Paraíso, ahí van los muertos en Cristo.

Los que mueren físicamente, pero que estaban en Cristo, van a vivir al Paraíso, que es la sexta dimensión, van a vivir en el cuerpo teofánico que recibieron cuando nacieron de nuevo. Siempre que hay un nacimiento, un cuerpo tiene que haber nacido, porque de otra forma sería un nacimiento irreal.

Pero un nacimiento real tiene que producir un cuerpo; si es para un pueblo como nación, tiene que producir un cuerpo como nación. Si es para la persona como individuo, tiene que producir un cuerpo. Si es en el hogar que ha surgido un nacimiento, se aumentó la familia, un miembro más nació en la familia; y los padres (la madre y el padre) pueden proclamar: “Nos ha nacido en la familia un miembro más, un hijo más.”

Pero si vienen los familiares y le dicen: “Queremos ver el nuevo miembro de la familia.” Y no le pueden mostrar un cuerpecito, era solamente cuentos de ellos. Si le dicen los familiares: “Nosotros la vimos a ella, tu esposa, con la barriga grande.” Pero si no dio a luz un bebé, era un embarazo mental, o que había comido mucha grasa y se había puesto gruesa.

Pero cuando hay un nacimiento real, hay un bebé que ha nacido en la familia, que puede comer, que puede llorar, que puede reír. Así sucede cuando obtenemos el nuevo nacimiento, obtenemos un cuerpo teofánico de la sexta dimensión; es algo real, aunque no es de esta dimensión, pero es de una dimensión más real que esta dimensión; porque las cosas en esta dimensión son temporales, en esa sexta dimensión son eternas.

Ha nacido en la Casa de Dios, en la Iglesia del Señor Jesucristo, un hijo de Dios; y toma la misma trayectoria de Jesucristo, el Hijo de Dios, el cual antes de nacer en Su cuerpo de carne aquí en la Tierra, ya tenía Su cuerpo teofánico de la sexta dimensión. Y en la sexta dimensión es llamado el Angel del Pacto, el Angel de Jehová. Por eso Jesús podía decir en San Juan, capítulo 8, versos 56 al 58:

Abraham vuestro padre se gozó de que había de ver mi día; y lo vio, y se gozó.

Entonces le dijeron los judíos: Aún no tienes cincuenta años, ¿y has visto a Abraham?”

Pensaron que Jesús estaba mintiéndoles, o como dicen algunos, tomándoles el pelo, el cabello, cogiéndolos de bobos; porque ellos sabían que Jesús había nacido en esta Tierra, y no tenía 50 años. Cuando comenzó Su ministerio tenía 29 años y medio; y cuando murió en la Cruz del Calvario tenía 33 años, era un hombre joven; y ahora está diciendo que Abraham había visto Su día, y se había gozado.

Ellos no comprenden que aquella ocasión en que Abraham fue visitado por tres varones, a los cuales Abraham invitó a comer un becerro tierno, con todo lo que conlleva una buena comida como esa, conlleva, lleva quesos, para ir picando y comiendo, también leche, también tortas y cosas así, y todas las demás cosas que ellos usaban en esos tiempos.

Esos tres varones que le aparecieron a Abraham, el día antes de la destrucción de Sodoma y Gomorra, le aparecieron en carne humana; pero Abraham se postró delante de uno de ellos, y le dijo: “Mi Señor,” o sea, Elohím, lo reconoció como su Señor.

El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, visitó a Abraham en la forma de hombre; porque Dios creó para Sí mismo del polvo de la Tierra un cuerpo de carne, y creó otro para el Arcángel Miguel y otro para el Arcángel Gabriel, y dijo a ellos: “Entren en esos cuerpos, cada uno en el cuerpo que le fue asignado.” Y vinieron a ser tres hombres en esta dimensión, visitando a Abraham, para darle a conocer las cosas que iban a suceder en aquellos días.

Para Abraham la más importante era la promesa del hijo que Dios le había prometido, desde hacía 25 años, ó 24 años, y Abraham estaba esperando; y su esposa se había puesto bastante avanzada en edad, ya la costumbre de las mujeres le había pasado, por lo tanto no podía tener niños, y para colmo era estéril.

Cualquier persona puede pensar: “Dios haciéndole promesas a un hombre, para que tenga un hijo a través de una mujer estéril.” Eso no cabe en la cabeza, no cabe en la mente humana, pero en la mente de Dios sí; porque la pregunta es: ¿Hay alguna cosa imposible para Dios? ¡Todos sabemos que no hay! Por lo tanto, una mujer estéril puede tener hijos; solamente resta o se necesita que esa mujer lo crea, y el esposo de esa mujer también lo crea.

Miren, el caso de Zacarías: ya estaba avanzado en edad, era un sacerdote, había orado a Dios por un niño, su esposa Elisabet era estéril; pero Zacarías había orado a Dios para que le diera un niño. Y cuando está ya avanzada en edad Elisabet, y también su esposo Zacarías, llegó el tiempo para Dios cumplirles el deseo del corazón de Zacarías y Elisabet, y contestarle la petición, su oración, dándole un hijo.

Y para eso Dios le envió al Arcángel Gabriel, para darle la buena noticia que su oración había sido escuchada, y por esa causa había sido enviado Gabriel: para decirle que iba a tener un niño, un hijo, por medio de su esposa Elisabet, y le pondría por nombre Juan, y sería Profeta de Dios, y le prepararía el camino al Señor, para tener un pueblo bien apercibido, vendría con el espíritu y virtud de Elías, para preparar ese pueblo para el Señor.

La promesa fue cumplida; aunque la petición hecha por Zacarías a Dios, tardó en ser contestada. Pero mientras más tarda la contestación a una petición que uno haga a Dios, más grande es la bendición. Le da un hijo, y le dio al hombre del cual Cristo dijo: “De los nacidos de mujer no hubo ninguno mayor que Juan; pero el más pequeño del Reino de los Cielos es mayor que Juan.” [San Lucas 7:28 —Editor].

Ahora, le dio un hombre, un hijo Profeta de Dios, para prepararle el camino al Señor, y cumplir la profecía de la Venida de Elías, preparándole el camino al Señor, conforme a Malaquías, capítulo 3, verso 1: “He aquí Yo envío a Elías, he aquí Yo envió al Profeta, he aquí Yo envío mi Mensajero delante de mí.” ¿Quién lo enviaba? El mismo Dios, el mismo Angel del Pacto, el cual vendría en carne humana en medio del pueblo hebreo.

Y ahora, vean cómo dice Malaquías, capítulo 3, verso 1:

He aquí, yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí (ése fue Juan el Bautista).”

Esa bendición de traer a esta Tierra este niño, esa bendición y privilegio se la dio Dios al sacerdote Zacarías y a su esposa Elisabet, los cuales habían orado a Dios; por lo tanto, Juan el Bautista cuando nació fue un niño dado por Dios a Zacarías y su esposa Elisabet, para servir a Dios.

Y así es que nosotros deseamos que Dios nos dé niños, sean niños de Dios, para servir a Dios cuando vienen a esta Tierra. No queremos tener niños que no sirvan a Dios. ¿Para qué sirven esos niños, y para qué sirven esas personas? De estorbo para las demás personas.

Nosotros queremos tener niños, que Dios nos dé niños, niños de Dios, del Cielo, para que sirvan a Dios al venir a esta Tierra, y así estén en el Programa de Dios, sirviendo a Dios. Así fue el niño Juan el Bautista, que Dios le dio al sacerdote Zacarías y su esposa Elisabet.

...y vendrá súbitamente a su templo el Señor a quien vosotros buscáis (después de Juan el Bautista ¿quién vendría? El Señor), y el ángel del pacto, a quien deseáis vosotros. He aquí viene, ha dicho Jehová de los ejércitos (el Angel del Pacto, el Angel de Jehová).”

Era el Angel de Jehová enviando a Juan el Bautista, a Su Mensajero, para prepararle el camino, y después vendría el que lo envió, se presentaría el que lo envió, el Angel del Pacto, el mismo Señor, Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. ¿Y cómo vendría? En un cuerpo de carne humana nacido en Belén de Judea, conforme a la profecía de Miqueas, capítulo 5.

Ahora, podemos ver quién era el que estaba enviando a Su precursor: era el Señor, el Angel del Pacto, el Angel de Jehová, el cual había libertado al pueblo hebreo de la esclavitud en Egipto, ése mismo fue el que le apareció a Abraham con Sus Arcángeles Gabriel y Miguel, que le apareció en la forma de hombres, con Sus Arcángeles, y comieron con Abraham. Y mientras comían, le confirmó a Abraham y a Sara la promesa del niño que Dios le había prometido a Abraham, el cual nacería por medio de Sara, por medio de una mujer estéril.

Pero no hay ningún imposible, no hay ninguna cosa imposible para Dios. La escritura dice que la estéril dará a luz, y eso es por Obra de Dios, por bendición de Dios cumpliendo la promesa divina.

Ahora, ese hijo prometido tipifica a Cristo en Su Primera Venida y en Su Segunda Venida.

Ahora, Abraham creyó a Dios, sabiendo que no hay ninguna cosa imposible para Dios. Cuando Elohím, con Sus Arcángeles le apareció a Abraham, Abraham tenía 99 años y Sara 89 años; a esa edad le confirmó Su Palabra de la promesa a Abraham, y que sería por medio de Sara que vendría ese niño.

Trataron anteriormente de obtener ese niño prometido por medio de Agar, pero el que le vino no fue el hijo prometido; porque el hijo prometido tenía que venir por medio de Sara, la esposa de Abraham; esto es muy importante, porque mujeres en la Biblia tipifica iglesias.

Ahora, podemos ver que por medio de una mujer viene el hijo prometido a Abraham, tipo y figura de Cristo.

Y ahora, el Hijo prometido para el pueblo hebreo es el Mesías, y vino por medio de una mujer virgen, lo cual conforme a la Escritura... era imposible humanamente para traer un niño, porque no había tenido relaciones íntimas con un hombre; pero vendría por creación divina, el Espíritu Santo haría sombra sobre María y concebiría, y luego tendría su lapso de tiempo de 9 meses, el bebé en la barriga estaría ahí creciendo, y luego nacería en Belén de Judea, conforme a la profecía.

Todo se cumplió en esa forma, y el cuerpo físico de Jesús nació en la Tierra por medio de una virgen; pero el que estaba dentro de ese cuerpo físico era el Angel del Pacto, el Angel de Jehová, el mismo que le había aparecido a Abraham y había comido con Abraham, y Abraham allí vio lo que sería la Venida del Mesías en medio del pueblo hebreo en la forma de hombre con un cuerpo de carne.

Por eso Jesús podía decir: “Antes que Abraham fuese, Yo Soy.” Eso fue en la contestación que les dio, cuando le dijeron: “No tienes cincuenta años, ¿y dices que has visto a Abraham?”

Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy.”

Y entonces pensaron que estaba más loco todavía; pero no estaba más loco, estaba dándoles testimonio de Su pre-existencia, antes de Su existencia en el cuerpo de carne.

Tomaron entonces piedras para arrojárselas; pero Jesús se escondió y salió del templo; y atravesando por en medio de ellos, se fue .”

Ellos no comprendían quién era el que estaba entre ellos, no se dieron cuenta que era el mismo Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Angel del Pacto, hecho hombre, visitando Su pueblo, Israel; pero no comprendieron, no entendieron la visitación de Dios. “Y por cuanto no conocisteis tu visitación,” entonces Cristo les dice que Jerusalén será destruida, el templo será destruido. Y todas esas cosas, por cuanto no conocisteis el tiempo de tu visitación. San Lucas, capítulo 19, versos 41 en adelante:

Y cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre ella,

diciendo: ¡Oh, si también tú conocieses, a lo menos en este tu día, lo que es para tu paz! Mas ahora está encubierto de tus ojos.”

Lo que era para la paz de Israel, la Venida del Mesías, el Príncipe de Paz para traer la paz para Israel. Su Venida fue en forma tan sencilla que no pudieron creer que ése era el Mesías; ellos estaban esperando un rey con toda la gala de rey, pero vino con toda la simplicidad divina. Porque Dios cuando hace algo grande, lo cumple en forma sencilla.

Y ahora, los ojos de ellos estaban ciegos, todo estaba encubierto de los ojos de ellos, veían con sus ojos al joven Jesús, pero no creían que ése era su Mesías.

Sin embargo, ellos veían que resucitaba los muertos, le daba vista a los ciegos, oídos a los sordos, lengua para hablar a los mudos, liberación a los endemoniados, salud a los enfermos, y un Mensaje de paz y de esperanza para los necesitados, para los pobres, mostrándoles que hay un mundo mejor después de nuestra vida terrenal, un mundo de felicidad y Vida eterna, para los que creen en Jesucristo nuestro Salvador. Cristo dijo: “El que cree en mí no morirá eternamente.”

Dice en San Juan, capítulo 11, cuando estuvo hablando con Marta... capítulo 11, verso 21 en adelante, dice:

Y Marta dijo a Jesús: Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto.

Mas también sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará.

Jesús le dijo: Tu hermano resucitará.”

Y eso es lo que El dice para todos nuestros amados hermanos, es lo que dice de todos nuestros amados hermanos de nuestro tiempo y de las edades pasadas que han partido: “Ellos resucitarán.” Jesucristo dijo en el capítulo 6, de San Juan, verso 39 al 40:

Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero.” ¡Ellos resucitarán!

Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.”

La meta y la corona, la corona que recibimos al servir a Cristo, es la corona de la Vida eterna, es la Vida Eterna. Si alguno está en Cristo, nueva criatura es [2 Corintios 5:17 —Editor], es una persona nueva, ha nacido en el Reino de Dios, ha sido trasladado del reino de las tinieblas, al Reino de Jesucristo, al Reino de Luz. Y ahora tiene Vida eterna, y aunque muera físicamente, no morirá eternamente, será resucitado en el Día Postrero, que es el milenio postrero, el milenio postrero de los tres milenios postreros, y es el milenio postrero de los siete milenios de Adán hacia acá.

Y ahora, la resurrección que está establecida por Cristo, es para ser llevada a cabo en el Día Postrero, esa es la primera resurrección, la resurrección de los santos con Vida eterna, serán resucitados en cuerpos eternos, jovencitos y glorificados; ese es el cuerpo que Dios diseñó y predestinó para cada uno de Sus hijos. Y nosotros los que vivimos seremos transformados en el Día Postrero, cuando hayan resucitado los muertos en Cristo.

Y ahora, comprendemos mejor estas Palabras de Jesús: “Tu hermano resucitará.

Marta le dijo: Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero.”

Y nosotros sabemos que todos los creyentes en Cristo que han muerto físicamente resucitarán en el Día Postrero, que es el Séptimo Milenio de Adán hacia acá, o Tercer Milenio de Cristo hacía acá. Pero ahora Cristo va a mostrar la resurrección de todos los creyentes en El, resucitando a Lázaro allí. Lázaro ya llevaba cuatro días de muerto; por lo tanto, su cuerpo estaba corrompiéndose. ¿Pero hay alguna cosa imposible para Dios?

Los cuerpos de los creyentes en Cristo del tiempo de los Apóstoles se corrompió y se volvió polvo, el del tiempo de San Pablo también, el del tiempo del segundo Angel Mensajero, tercer Angel Mensajero, cuarto Angel Mensajero, quinto Angel Mensajero, sexto Angel Mensajero, y ya también el cuerpo del séptimo Angel Mensajero, desde el 1965 hacia acá, ya lleva ¿35 años Miguel? 35 años. Así que, ya el cuerpo se corrompió. Pero Jesucristo ha dicho, hablando de los creyentes en El, que “todo aquél que ve al hijo y cree en El, tenga Vida eterna, y Yo le resucitaré en el Día Postrero.” Capítulo 6, verso 40 de San Juan.

El creyente en Cristo nacido de nuevo ya tiene Vida eterna; si su cuerpo físico se muere, él sigue viviendo en el cuerpo teofánico, en el Paraíso, que es la sexta dimensión. Y para el Día Postrero será resucitado en un cuerpo eterno, un nuevo cuerpo, igual al cuerpo glorificado de nuestro amado Señor Jesucristo. Por eso Marta le dice: “Yo sé que resucitará en el Día Postrero.” Ya Jesucristo lo había enseñado.

Pero ahora Cristo va a poner como ejemplo a Lázaro, de lo que será la resurrección de todos los creyentes en Cristo que han partido, y ahora le dice:

Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.

Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?

Le dijo: Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo.”

¿Y nosotros lo creemos también? ¡Claro que lo creemos también! El que vive y cree en Cristo no morirá eternamente; y nosotros estamos viviendo en esta Tierra, pero somos creyentes en Cristo. Por lo tanto, nuestro cuerpo físico si muere, eso es temporal, porque nos resucitará en un nuevo cuerpo eterno. Es una promesa de Jesucristo. Por lo tanto, no le tenemos miedo a la muerte; sabemos a dónde vamos cuando el cuerpo físico muere, y sabemos que regresamos en la resurrección en un cuerpo eterno.

Ahora, la promesa es que seremos iguales a Jesucristo, al Hijo de Dios, como es Jesucristo, el Hijo de Dios: con un cuerpo teofánico eterno y un cuerpo físico eterno, seremos también nosotros con un cuerpo teofánico eterno y un cuerpo físico eterno y glorificado como el de Jesucristo; y así seremos a imagen y semejanza de Jesucristo nuestro Salvador.

Esa es la meta: ser iguales a Jesucristo, a imagen y semejanza de Jesucristo nuestro Salvador; y así estará restaurada la imagen y semejanza de Dios en los escogidos de Dios. Esa imagen y semejanza de Dios que perdió el ser humano, cuando cayó Adán y Eva en el Huerto del Edén.

Ahora, podemos ver que el creyente en Jesucristo tiene una meta. No seguimos a Jesucristo por ser religiosos o por tener alguna religión, o por ser buenos; es que Cristo ha prometido que nos hará como El, a Su imagen y a Su semejanza, es un Programa Celestial que Jesucristo está llevando a cabo. El es el Principio de la Creación de Dios, de esa Nueva Creación, El es el Segundo Adán; y con el Segundo Adán Dios ha comenzado una Nueva Creación de una Raza con Vida eterna, una Raza inmortal.

Por eso, con el nuevo nacimiento obtenemos la inmortalidad, somos restaurados a la Vida eterna, y comienza esa restauración, recibiendo el Espíritu Santo al creer en Cristo como nuestro Salvador, lavar nuestros pecados en Su Sangre, ser bautizados en Su Nombre y recibir Su Espíritu Santo, y así obtenemos el nuevo nacimiento, nacemos de nuevo, nacemos en una Nueva Raza, en una Raza con Vida eterna, de la cual Jesucristo es el Segundo Adán, El es la Cabeza de esa Nueva Raza; y esa Nueva Raza es de hijos e hijas de Dios, es la descendencia de Dios.

Y ahora, Jesucristo, el Hijo de Dios, es la Cabeza, el primero, el Primogénito de esa Nueva Raza. Y por medio de Jesucristo se está reproduciendo Dios en hijos e hijas de Dios, son hijos e hijas de Dios los que nacen por medio de Cristo en el nuevo nacimiento, es una Familia con Vida eterna la que está siendo creada por Dios. Esta es la Obra de Creación más grande que Dios ha estado llevando a cabo, y la comenzó con Jesucristo, y la ha continuado con todos nosotros. Somos la continuación de la Obra de Creación de Dios, la Obra de Creación que comenzó con Jesucristo; a esa Obra de Creación es que pertenecemos nosotros.

Y la meta es: ser iguales al primer Hijo de Dios, a Jesucristo nuestro Salvador. “Si el Grano de Trigo no cae en Tierra y muere, El solo queda.” Dijo Jesús en San Juan, capítulo 12, verso 24. Si Jesucristo no moría en aquel tiempo en que estuvo en la Tierra, en el día correcto, El quedaba solo; porque El dijo: “Nadie me quita la Vida.” El podía continuar viviendo en Su cuerpo por toda la eternidad. Pero El dijo: “Nadie me quita la Vida, Yo la pongo por mí mismo, para volverla a tomar.” Y para ponerla tenía que tener pecado; porque sin pecado no hay muerte, porque la paga del pecado es la muerte, pero si no tiene pecado, pues no puede recibir la paga del pecado.

Tomó nuestros pecados, se hizo mortal, quitó de nosotros nuestros pecados, para que nosotros tengamos Vida eterna. El llevó nuestros pecados; y ahora nos hace personas eternas.

Cuando confesamos a Cristo como nuestro Salvador, lavamos nuestros pecados en Su Sangre, somos bautizados en Su Nombre y recibimos Su Espíritu Santo, quedamos justificados, como si nunca en la vida hubiésemos pecado, y quedamos en el Reino de Jesucristo nacidos de nuevo con Vida eterna; y así comienza una vida nueva para esas almas de Dios que están en el Cielo, escritas en el Libro de la Vida del Cordero, pero que han venido a esta Tierra para hacer contacto con la Vida eterna, y así confirmar su lugar en la Vida eterna.

Cuando la persona recibe a Cristo como su Salvador, lava sus pecados en la Sangre de Cristo, es bautizado en el Nombre del Señor Jesucristo en agua y recibe el Don del Espíritu Santo, ha obtenido el nuevo nacimiento, ha obtenido un cuerpo teofánico de la sexta dimensión, y ha confirmado su lugar en la Vida eterna, ha sido sellado por el Espíritu Santo, por lo tanto, tiene Vida eterna, ha sido sellado con el Sello de Dios.

Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención.” [Efesios 4:30 —Editor]. Sellados por Dios para el Día de la Redención, para el Día en que nuestros cuerpos serán transformados, y los muertos en Cristo resucitados en cuerpos eternos. La Redención del cuerpo es la transformación de nuestros cuerpos, cuando seamos transformados, y la resurrección de los muertos en Cristo en cuerpos eternos, cuando sean resucitados; esa es la Redención del cuerpo, y esa es la Adopción de los hijos e hijas de Dios.

En lo espiritual, al recibir el Espíritu Santo obtuvimos la Adopción espiritual, obtuvimos la Adopción en el cuerpo teofánico; y ahora nos falta la Adopción física en el cuerpo nuevo y eterno que El nos dará. Cuando tengamos el nuevo cuerpo, eso será nuestra Adopción como hijos e hijas de Dios.

¿Ven que hay una meta? Un cuerpo teofánico, eterno, angelical, y un cuerpo físico, eterno, inmortal, incorruptible y glorificado, para ser todos a imagen y semejanza de nuestro amado Señor Jesucristo, para ser iguales a Jesucristo; y así el Grano de Trigo que cayó en Tierra y murió, murió en la Cruz del Calvario, ahora ha estado reproduciéndose conforme a la Ley de Reproducción de Dios, para la reproducción de Jesucristo, el Primogénito de Dios, en hijos e hijas de Dios.

¿Somos qué? La reproducción de Jesucristo, la reproducción de hijos e hijas de Dios por medio de Jesucristo nuestro Salvador. Así es como Jesucristo se reproduce: por medio del Programa de Redención, donde recibimos a Cristo como nuestro Salvador, lavamos nuestros pecados en Su Sangre, somos bautizados en Su Nombre y recibimos Su Espíritu Santo, y así obtenemos el nuevo nacimiento, y obtenemos un cuerpo teofánico de la sexta dimensión, así nacemos en el Reino de Jesucristo; y luego obtendremos el cuerpo físico, eterno, inmortal, incorruptible y glorificado.

ESA ES LA META: SER IGUALES A JESUCRISTO.

Y cuando seamos transformados habremos obtenido la corona de la Vida eterna, no solamente en cuerpo teofánico, sino en cuerpo físico también, pero eterno, inmortal, incorruptible y glorificado, y jovencito para toda la eternidad, y sin los problemas de salud que tenemos en nuestro cuerpo terrenal, y sin los problemas que rodean a estos cuerpos terrenales, problemas económicos, problemas de salud y problemas de tiempo, porque se nos pone viejo el cuerpo y después se muere; esos problemas no los tendremos en el nuevo cuerpo, porque ya para ese tiempo habremos llegado a la meta, a ser iguales a Jesucristo nuestro Salvador, a imagen y semejanza de Jesucristo nuestro Salvador. Esa es la meta.

Y cuando tengamos el cuerpo nuevo, habremos obtenido la corona de la Vida; cuando se termina la carrera es que los atletas, el que ganó recibe la corona.

Y ahora, todos los que están corriendo, caminando, prosiguiendo adelante con Cristo, llegaremos a la meta, recibiremos la corona de la Vida eterna, obtendremos la inmortalidad en un cuerpo inmortal, incorruptible y glorificado como el de Jesucristo, y jovencito para toda la eternidad, para vivir con Cristo en Su Reino Milenial y en la eternidad, y ser con El Reyes y Sacerdotes, y gobernar con El en esta Tierra.

Estaremos viviendo con Cristo en la Tierra, en el Reino Milenial estaremos con El en Jerusalén, y también iremos a otros lugares. No tendremos limitaciones. En ese nuevo cuerpo tendremos el equipo para transportarnos, no solamente caminando a pies, sobre la Tierra, sino que podremos caminar a otros planetas, o podremos caminar de una ciudad a otra, viajar a la velocidad del pensamiento. O sea, que es un cuerpo inter-dimensional.

Jesucristo apareció a Sus discípulos caminando sobre el mar; Jesucristo cuando resucitó, apareció a Sus discípulos, estando los discípulos de Jesucristo con las puertas cerradas, entró y se le apareció a ellos, y después también se fue sin que le abrieran la puerta; porque en el cuerpo glorificado no hay limitaciones, pasa de una dimensión a otra y se va a otro lugar, y después vuelve a la dimensión terrenal y aparece en otro lugar. Así es en y con el nuevo cuerpo.

¿Pero saben ustedes una cosa? Que ese nuevo cuerpo no es para cualquier persona, es para los que han proseguido adelante, mirando la meta, hasta llegar a la meta y obtener la corona de la Vida eterna, el cuerpo eterno, inmortal y glorificado.

Por lo tanto, adelante, hacia la meta. No quite su vista de la meta. Camine siempre hacia adelante, sirviendo a Cristo en las buenas y en las malas también, en todo tiempo, prosiguiendo hacia adelante, hacia la meta.

¡Vamos a llegar a la meta, vamos a recibir el cuerpo eterno, vamos a recibir la corona de la Vida eterna. No se detenga, prosiga hacia adelante, hacia la meta; y llegaremos muy pronto a la meta, y seremos coronados con Vida eterna!

Que las bendiciones de Jesucristo, el Angel del Pacto, sean sobre ustedes y sobre mí también, y nos fortalezca en esta trayectoria, en la cual vamos hacia la meta. Que nos fortalezca, y también que nos use en esta trayectoria, y nos llene de gozo en esta trayectoria, y que pronto lleguemos a la meta, y pronto recibamos la corona de la Vida eterna, el cuerpo eterno, inmortal, incorruptible y glorificado.

Y luego se manifieste Cristo en nosotros en toda Su plenitud, y nos use en ese nuevo cuerpo también, y estremezca este mundo; y luego nos lleve con El a la Cena de las Bodas del Cordero en el Cielo, a esa gran Fiesta que está profetizada para ser llevada a cabo muy pronto. Mientras la Tierra estará pasando por los tres años y medio de la gran tribulación, en el Cielo se estará llevando a cabo la Fiesta más grande, la Fiesta de las Bodas del Cordero, Jesucristo con Su Iglesia.

Que pronto se cumpla esa profecía, nos lleve con El a la Cena de las Bodas del Cordero. En el Nombre Eterno del Señor Jesucristo. Amén y amén.

Muchas gracias por vuestra amable atención amados amigos y hermanos.

Muchas gracias por vuestra amable atención nuevamente. Y que Jesucristo les fortalezca para proseguir adelante, a la meta, a la meta establecida por Dios para nosotros: llegar a ser a imagen y semejanza de Cristo, llegar a ser perfectos, llegar a ser eternos físicamente también, inmortales físicamente. Esa es la meta. Y vamos a llegar ¿por qué? Porque estamos en el Camino, que es Jesucristo, y estamos caminando hacia esa meta.

Esa es la meta de todo cristiano: llegar a ser a imagen y semejanza de Cristo, y así obtener la corona de la Vida eterna.

Que Dios les bendiga a todos, que Dios les guarde, y continúen pasando todos una noche llena de las bendiciones de Jesucristo. Con nosotros nuevamente el Rvdo. Miguel Bermúdez Marín, para continuar y finalizar nuestra parte en esta noche. Mañana estaré nuevamente con ustedes a la hora establecida para la actividad o actividades de mañana.

Que Dios les bendiga, y hasta mañana Dios mediante.

PROSIGUIENDO HACIA ADELANTE:”