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|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|
| Creciendo hasta producir el fruto | 2000-10-20 | 2 | Ibarra | EC | 00:54:42 | true |
Muy buenas noches, amados amigos y hermanos presentes; es para mí una bendición y privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente para este tiempo final.
Para lo cual quiero leer una parábola: la parábola del sembrador, donde nos dice nuestro amado Señor Jesucristo, en la explicación que dio de esta parábola, dice capítulo 4, verso 13 de San Marcos, 13 en adelante, dice:
“Y les dijo: ¿No sabéis esta parábola? ¿Cómo, pues, entenderéis todas las parábolas?
El sembrador es el que siembra la palabra.
Y éstos son los de junto al camino: en quienes se siembra la palabra, pero después que la oyen, en seguida viene Satanás, y quita la palabra que se sembró en sus corazones.
Estos son asimismo los que fueron sembrados en pedregales: los que cuando han oído la palabra, al momento la reciben con gozo;
pero no tienen raíz en sí, sino que son de corta duración, porque cuando viene la tribulación o la persecución por causa de la palabra, luego tropiezan.
Estos son los que fueron sembrados entre espinos: los que oyen la palabra,
pero los afanes de este siglo, y el engaño de las riquezas, y las codicias de otras cosas, entran y ahogan la palabra, y se hace infructuosa.
éstos son los que fueron sembrados en buena tierra: los que oyen la palabra y la reciben, y dan fruto a treinta, a sesenta, y a ciento por uno.”
Nuestro tema para esta ocasión es: “CRECIENDO HASTA PRODUCIR EL FRUTO.”
Para poder comprender el misterio contenido en esta parábola de nuestro amado Señor Jesucristo, necesitamos comprender que Dios representa al ser humano en la tierra (o sea, la tierra representa al ser humano), porque del polvo de la tierra fue tomado el ser humano. Por eso es que nos dice San Pablo en Hebreos, capítulo 6, verso 7 al 8:
“Porque la tierra que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella, y produce hierba provechosa a aquellos por los cuales es labrada, recibe bendición de Dios;
pero la que produce espinos y abrojos es reprobada, está próxima a ser maldecida,
y su fin es el ser quemada.”
Y ahora, podemos ver que hay tierra buena y tierra mala, los agricultores conocen acerca de esto. Y vean ustedes, Jesús conocía acerca de la agricultura y podía hablar de la tierra buena y de la tierra mala, de la tierra que está llena de piedras, es pedregales, tierra pedregosa, y también otra tierra llena de espinos, de plantas de espinos que no sirven para otra cosa, no sirven para producir buen fruto en la simiente que se coloca allí.
Y ahora, también Jesucristo muestra que hay una buena tierra donde la semilla es sembrada, nace, crece y produce fruto a treinta, a sesenta y a ciento por uno.
Ahora, esto representa a los seres humanos. Aquí Jesucristo en esta parábola del sembrador coloca a los seres humanos en cuatro grupos:
• Los de junto al camino que son los que oyen la Palabra cuando se predica, pero viene el diablo y arranca del corazón de la persona esa Palabra que escuchó la persona; por lo tanto esas personas no pueden heredar la Vida Eterna.
• Luego están aquellos que escuchan la Palabra y la reciben con gozo, pero luego a causa de la persecución por causa de la Palabra que han recibido, ya sea en sus hogares o en su trabajo o en la calle, cuando le dicen: “Ahora te metiste a la religión,” y se burlan, o los familiares le dicen: “Nosotros no te vamos a seguir, te quedarás solo”; y hasta lo botan de la casa.
Y entonces la persona dice: “Pero yo no sabía que por recibir a Cristo como mi Salvador me iban a tratar así. Cuando me iba a beber con los amigos y llegaba al otro día, me decían: “¿Dónde estabas mi hijo?” Si era la mamá, o si era la esposa: “Mi amor ¿dónde estabas? ¿qué te ha pasado?”
Pero ahora porque recibo a Cristo, y luego voy a las actividades y regreso, entonces me dicen: “Ahora, ¿a esta hora regresas de la Iglesia? Y ahora no tienes tiempo sino para ir a la Iglesia, y ahora estás envuelto en este asunto religioso.” Y lo tratan así. En vez de decir: “Gracias a Dios porque ahora ha buscado a Cristo, sirve a Cristo, y ahora su vida ha cambiado a una fase mucho mejor; y ahora nosotros le vamos a acompañar, para que también Dios nos bendiga a nosotros y lo vamos a ayudar para que él siga hacía adelante.”
¿Ven? Esa es la forma correcta de hacer con las personas que reciben a Cristo como su Salvador, para que sigan adelante y sigan creciendo espiritualmente.
Pero para aquellos que están representados en terreno pedregoso, cuando le vienen las pruebas (porque todo ser humano tiene que ser probado), cuando le llegan las pruebas, entonces se apartan, porque son de corta duración.
Eso es lo que vemos en muchas personas que reciben a Cristo como su Salvador: están un tiempo asistiendo a la Iglesia y después se apartan y se van al mundo de nuevo, son de corta duración, no tienen raíz, no se arraigaron en Cristo, la Palabra; era para ellos solamente un asunto de ir a la Iglesia, pero no se arraigaron para alimentarse de la Palabra revelada para el tiempo en que vivían, y seguir creciendo, pero con fundamento. No se puede crecer sin fundamento.
Un árbol no puede crecer a una altura de 10 ó 20 metros, si no tiene buenas raíces para que el árbol no se caiga; pero si crece sin raíces, el árbol llega a cierta altura y se cae.
Necesita la persona crecer para abajo y para arriba: echar raíces, arraigarse en Cristo para que su vida espiritual vaya creciendo bien fundada en Cristo. Pero eso no lo tienen los que están representados en el terreno lleno de piedras, no es un buen terreno para la semilla de la Palabra de Dios.
• Luego los otros, el tercer grupo en el cual también están otras personas representadas, es el terreno lleno de espinos, lleno de plantas de espinas (o sea, plantas que no llevan buen fruto). Cristo dijo que todo árbol que no lleva buen fruto será cortado y echado en el fuego.
Y ahora, ese terreno lleno de espinos (o espinas o plantas de espinas) es o representan esas personas que escuchan la Palabra, reciben la Palabra, pero luego de estar sembrada la Palabra en ellos, los afanes de esta vida y las riquezas, y muchas otras cosas de la vida terrenal ahogan esa Palabra. “Que si mi negocio tengo que atenderlo y no puedo el domingo ir a la Iglesia, que si tengo que atenderlo de noche también y no puedo ir a actividades que den de noche para servir a Dios, que no tengo tiempo para nada, ni para ir a la Iglesia.” Es un perfecto terreno lleno de plantas de espinas, esas riquezas y afanes de la vida son los espinos o plantas de espinos o espinas, que ahogan la Palabra de Dios que fue sembrada en el corazón.
Pero la persona sigue diciendo: “Yo creo en Jesucristo” ¿Pero qué hace? La Palabra en él no crece para llevar fruto, el fruto que tiene que llevar esa Palabra de Dios en la vida y a través de la vida de esa persona.
Así que, tenemos tres grupos de personas que tienen problemas en cuanto a las cosas de Dios; y la humanidad, todo ser humano está representado en una de esas cuatro clases de personas, pues ya hemos visto tres clases de personas que no pueden llevar el fruto de la Palabra correspondiente al tiempo que les toca vivir.
Ahora, los espinos y todas esas cosas, que son los afanes de este siglo y el engaño de las riquezas, vean ustedes, las riquezas es un engaño, porque la persona trabaja y trabaja, y se convierte en una persona multimillonaria, y luego él cree que es grande, que es importante. Pero Cristo dice: “¿De qué le vale al hombre si ganare todo el mundo, y pierde su alma?” [San Mateo 16:26 —Editor] De nada pues le sirvió, no era nada de grande, sino que obtuvo más riquezas o más dinero que otras personas. Pero después que se muere no le sirve de nada todo lo que obtuvo, porque no se lo puede llevar para donde va. Y si no servía a Cristo y llevaba fruto (el fruto correspondiente a su tiempo), entonces no puede ir al Paraíso, y le toca ir a donde fue el hombre rico en la parábola del rico y Lázaro (del cual habló Jesucristo), el cual murió y fue llevado al infierno, luego también murió Lázaro (el mendigo), y fue llevado al Seno de Abraham, al Paraíso.
Y el rico levantando sus ojos miró hacía el Paraíso, al Seno de Abraham (porque estaban en cierto lugar donde se podía ver de un lado al otro, pero en medio del infierno y del Paraíso estaba una sima, un precipicio, que no podían pasar los que estaban en un lado hacía el otro, ni los del otro lado hacía el Paraíso).
Y el rico levantando sus ojos miró hacia el Paraíso y vio a Abraham (el padre de la fe) al otro lado de ese abismo, y llamó a Abraham: “¡Abraham! Envía a Lázaro con su dedo mojado en agua, porque yo estoy atormentado aquí en este lugar.”
Vean, no tenía ni para comprar un vaso de agua y era un hombre rico. ¿Ven? De nada le sirvieron las riquezas que tuvo en la Tierra, porque no sirvió a Dios como tenía que servir, para llevar el fruto correspondiente al tiempo en que él vivió.
Ese hombre rico está representado en terreno lleno de espinos y cosas similares, que no produjo el fruto, sino que esas riquezas y los afanes de la vida que él tuvo, ahogaron la Palabra de Dios; aunque él creía en Dios y aunque llamaba a Abraham, el padre de la fe “¡Padre Abraham!” Le dijo. Pero vean ustedes, dejó que las riquezas y los afanes de esta Tierra ahogaran la Palabra de Dios que había recibido.
No podemos dejar que los afanes de esta vida, las riquezas y compromisos terrenales ahoguen la Palabra de Dios, que Dios ha colocado en nuestras almas, porque nos pasaría como al hombre rico, que perdió la bendición de Dios, porque la Palabra de Dios fue ahogada por las riquezas y afanes de la vida que él tenía en su vida.
Pero ahora, tenemos a la cuarta persona, la cuarta persona (vean, son cuatro clases de personas que existen en la Tierra, representados en estos cuatro clases de terrenos)...
• Y ahora, la cuarta clase de persona que existe en la Tierra es de la que Cristo dice [San Marcos 4: 20 —Editor]:
“Y éstos son los que fueron sembrados en buena tierra: los que oyen la palabra y la reciben, y dan fruto a treinta, a sesenta, y a ciento por uno.”
Todo ser humano está llamado a ser una buena tierra, donde Cristo nuestro Salvador siembra Su Palabra, el Evangelio, para que nazca, crezca y lleve mucho fruto.
Así es para todo ser humano como individuo y también para la Iglesia del Señor Jesucristo como Cuerpo Místico de creyentes. Cada ser humano representado en la buena tierra, son aquellos que oyen la Palabra y llevan fruto a treinta, a sesenta y a ciento por uno, son buena tierra, la reciben con gozo en su alma y crece, nace, crece esa Palabra ahí y produce mucho fruto.
Encontramos que la persona (esto es como individuo) tiene que ir creciendo en fe, virtud, conocimiento, dominio propio, paciencia, piedad, amor fraternal o afecto fraternal, y amor: Amor Divino. Así debe ir creciendo cada individuo, para que así la persona lleve muchos frutos en el Reino de Dios, y sea un instrumento de nuestro amado Señor Jesucristo en la Obra que Jesucristo ha señalado para realizar en el tiempo en que vive la persona, para que así seamos instrumentos de Cristo, somos Sus manos, Su boca, Sus ojos, Su cuerpo, como individuos y como parte del Cuerpo Místico del Señor Jesucristo.
Y ahora, se requiere que toda persona que recibe a Cristo como su Salvador, sea una buena tierra, porque la buena tierra es la única que produce fruto a treinta, a sesenta y a ciento por uno.
Y si usted ve que hay algunas hierbas malas en su vida, abrojos, espinos, afanes de la vida o las riquezas de la vida que le están impidiendo, entonces usted tiene que tener mucho cuidado que no ahoguen esa Palabra de Dios que está sembrada en su vida. Porque lo más importante para todo ser humano es la Vida Eterna.
Y si el hombre gana todo el mundo y pierde su alma, de nada le sirvió ser una persona rica; fue una persona entonces llena de abrojos, que son los afanes de esta vida y las riquezas de esta vida, lo cual es un engaño, porque no le pueden proveer el ser humano Vida Eterna. Pero Cristo dijo: “Buscad primeramente el Reino de Dios y su justicia, y las demás cosas serán añadidas.”
Por lo tanto, toda persona representada en la buena tierra busca, primeramente el Reino de Dios y Su justicia, y ahí es donde obtiene la Vida Eterna, y no le importa si su vida terrenal tiene dificultades económicas, eso no es ningún problema, Dios lo ayudará a seguir hacia adelante; y cuando reciba su transformación, entonces ya no tendrá más problemas, ni económicos ni de salud ni sociales, porque será Rey con Cristo, serán Reyes y Sacerdotes esas personas, y no hay Reyes pobres en el Reino de Jesucristo.
Por lo tanto, cuando tengamos el nuevo cuerpo y estemos con Cristo en Su glorioso Reino, seremos las personas más ricas, pero no riquezas temporales, sino para toda la eternidad.
Por lo tanto, en este reino terrenal no es que nosotros deseamos ser ricos, sino en el glorioso Reino de nuestro amado Señor Jesucristo, con las riquezas de la Vida Eterna, la juventud eterna y todas las demás riquezas que Cristo tiene en Su glorioso Reino, para compartir con cada uno de ustedes y conmigo también, para compartir con todos los que están representados en la buena tierra, los cuales van creciendo. Se requiere que vayamos creciendo.
Ahora, ¿qué será de la mala tierra, de la que no lleva buen fruto, de la que no lleva fruto para Dios? Dice Hebreos, 6:7 al 8:
“Porque la tierra que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella, y produce hierba provechosa a aquellos por los cuales es labrada, recibe bendición de Dios (eso es para la buena tierra, eso es para aquellos que oyen la Palabra, la reciben en sus almas y llevan fruto a treinta, a sesenta y a ciento por uno).”
En San Mateo también nos habla algo acerca de la buena tierra; porque ahora vamos a enfocar nuestra atención en la buena tierra, porque no nos interesa a nosotros ser otro tipo de tierra, de terreno, sino la buena tierra donde Cristo coloca Su Palabra.
En esta misma parábola mostrada aquí en San Mateo, capítulo 13, verso 23, dice:
“Mas el que fue sembrado en buena tierra, éste es el que oye y entiende la palabra.”
La Palabra no es solamente para escucharla, sino para escucharla y entenderla. Por lo tanto la persona va obteniendo cada día más conocimiento de la Palabra de Dios, y se va arraigando más en Cristo, la Palabra, y así va entendiendo cada día mejor la Palabra. La buena tierra es aquellos que oyen la Palabra y la entienden, porque la Palabra es para entenderla, el Evangelio es para entenderlo.
Y ahora, se requiere entonces escuchar la Palabra siendo enseñada, siendo predicada para cada día obtener mayor conocimiento de la Palabra de Dios, y así ser las personas que oyen y entienden la Palabra.
¿Cuántos saben quién es el Cordero de Dios? Jesucristo nuestro Salvador. ¿Ven? ¿Cuántos saben por qué Jesucristo murió en la Cruz del Calvario? [La congregación responde: “Amén ” —Editor] Así que, ustedes entienden la Palabra, van entendiendo cada parte de la Palabra ¿por qué? Porque la buena tierra son aquellos que oyen y entienden la Palabra.
Ahora, el mundo no comprende porqué Cristo murió en la Cruz del Calvario, y no comprenden porqué la persona al escuchar la predicación del Evangelio está siendo llamado para recibir a Cristo como su Salvador: porque no comprende que el pecado solamente es quitado con el Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario. Con Su Sangre El nos limpió de todo pecado, y cuando lo recibimos como nuestro Salvador se materializa en nosotros ese Sacrificio que El realizó en la Cruz del Calvario, se materializa en nosotros Su Obra de Redención y desaparecen nuestros pecados, y somos justificados delante de Dios.
¿Y qué significa ser justificados delante de Dios? Significa que quedamos como si nunca en la vida hubiésemos pecado, porque la Sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado.
Así como cuando usted tiene una prenda de vestir, una camisa o blusa, y se mancha con alguna cosa, tinta o alguna otra cosa, y es una prenda blanca, usted le coloca un blanqueador donde está la mancha, y desaparece, y usted dice: “Quedó como si nunca se hubiese manchado.” Y así queda cada persona cuando la Sangre de Jesucristo lo limpia de todo pecado, como si nunca en la vida hubiese pecado, así queda delante de Dios.
Y ahora, todo esto sucede con la buena tierra, y la buena tierra lo comprende y sigue hacia adelante sirviendo a Cristo, creciendo, la Palabra de Dios sigue creciendo en la persona como una plantita que va creciendo y llevando mucho fruto en la vida de esa persona; y así las cosas que son manifestadas en la vida de la persona son fruto de la Palabra que fue sembrada en su vida.
Ahora, ¿cómo vamos a crecer? Pues como crecen los niños, los bebés cuando nacen, y como crecen las plantas y también los animales. Cuando ha nacido una plantita o un animal o un bebé, necesita alimento; agua y sol: las plantas, más los minerales y vitaminas que contiene la tierra, se le echa agua, Dios le da lluvia, agua, y las plantitas dan gracias a Dios y van creciendo, y sale el sol y le da vitaminas también, y van creciendo hasta que llegan a la estatura y al tiempo de producir fruto, y luego el fruto es cosechado.
Y ahora, ¿los animalitos cómo crecen? Luego de nacer, pues primero tomando leche de su mamá y luego también comiendo del pasto, y de otras cosas que otros animales comen; pero las ovejas, pues pasto que les es provisto por los pastores, y así van creciendo y van luego llevando fruto, van reproduciéndose y llevando más hijitos, más corderitos, y produciendo leche para el dueño de ese rebaño.
Y los niños, luego de nacer van creciendo a medida que van comiendo, si usted no le da comida a su bebé, ¿qué le pasa? Se muere; hay que darle comida, pero comida de acuerdo a su naturaleza, que tengan las vitaminas y minerales que requiere la alimentación de ese bebé, y darle agua y leche; y así esos alimentos que come se van convirtiendo en células sobre células, y así va creciendo el bebé hasta que llega a lo que es una persona que ha llegado a su máximo crecimiento.
Y para los bebes nacidos de nuevo en Cristo Jesús, hay que darle el Alimento que está establecido conforme a la Palabra de Dios.
Cristo citando las palabras de Moisés, de Deuteronomio, capítulo 8, verso 1 al 6, donde el diablo tentó a Cristo diciéndole: “Si tu eres el Hijo de Dios di a estas piedras que se conviertan en pan (porque Cristo tenía hambre y había ayunado cuarenta días, eso está en San Mateo, capítulo 4, verso 4).” Cristo le dice: “No solamente de pan vivirá el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios.” Ese es el Alimento Espiritual para nuestra alma.
Toda Palabra que sale de la boca de Dios es el Alimento Espiritual para nosotros, por eso recibimos la Palabra de Dios siendo predicada de edad en edad para cada hijo e hija de Dios.
Dios ha enviado de etapa en etapa, de edad en edad, el Mensajero de cada edad con la Palabra revelada para cada edad, con el Alimento de Dios revelado para cada edad. Y ese mensajero en cada edad ha sido el Siervo fiel y prudente colocado en la Casa de Dios, la Iglesia de Jesucristo, para alimentar a todos en la Casa de Dios, toda la Familia de Dios, que son los hijos e hijas de Dios que necesitan de edad en edad el Alimento Espiritual para ir creciendo, creciendo como individuos, como cristianos, y creciendo la Iglesia de Jesucristo como Cuerpo Místico de creyentes.
Y ahora, la Iglesia del Señor Jesucristo va creciendo de edad en edad a medida que viene el Alimento Espiritual de la Palabra de Dios a través del Mensajero de cada edad, en el cual el Espíritu Santo está manifestado en cada edad revelando Su Palabra, y dando así Su Alimento Espiritual para Su Iglesia como Cuerpo Místico de creyentes, para así ser llamado y juntado cada escogido de Dios en cada edad, y así la Iglesia de Jesucristo va creciendo.
Y así la Iglesia de Jesucristo va creciendo en sus diferentes etapas, hasta que en el Día Postrero llegará a su madurez, en donde los escogidos del Día Postrero llegarán a la perfección como cristianos, como individuos, pues llegaremos a obtener nuestra transformación, y entonces seremos iguales a nuestro amado Señor Jesucristo. Pero eso todo ha tomado un proceso de crecimiento por medio de la Alimentación Espiritual que han estado recibiendo los hijos e hijas de Dios, de edad en edad en el Cuerpo Místico del Señor Jesucristo.
Y la Iglesia de Jesucristo como Cuerpo Místico ha estado recibiendo ese Alimento Espiritual, y ella ha ido creciendo a medida que Dios ha ido añadiendo a Su Iglesia los que han de ser salvos, los cuales están escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero.
Y ahora, para este tiempo final es que la Iglesia del Señor Jesucristo, conforme al Programa Divino, llegará a la perfección y se completará así el número de los escogidos de Dios escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, los cuales en este tiempo final, por medio de la Gran Voz de Trompeta del Evangelio del Reino, son llamados y juntados en el Cuerpo Místico de Jesucristo, en la Edad de la Piedra Angular.
Cristo dijo en San Mateo, 24, verso 31:
“Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos.”
Los escogidos de Dios de entre los gentiles son los miembros de la Iglesia del Señor Jesucristo, y los escogidos de Dios del pueblo hebreo son ciento cuarenta y cuatro mil hebreos que serán llamados y juntados en este tiempo final.
Así que, este tiempo es un tiempo muy importante en el Programa Divino, porque en este tiempo final es que la Iglesia de Jesucristo recibirá el último grupo de escogidos para completarse la Iglesia de Jesucristo, y llegar así a su madurez y a su perfección, y obtener su Adopción, y obtener así la transformación de cada escogido de Dios que vivió en el pasado y los que vivimos en este tiempo final.
Los que vivieron en el pasado, estando vivos no pudieron ser transformados, no pudieron obtener la perfección física, porque está prometida para el tiempo final, en donde Cristo resucitará a los muertos creyentes en El y a nosotros nos transformará, y entonces todos tendremos el cuerpo eterno, inmortal, incorruptible y glorificado, el cual es un cuerpo perfecto y es interdimensional, es un cuerpo igual al cuerpo glorificado de nuestro amado Señor Jesucristo. Eso es lo que Dios tiene para la buena tierra, que representa los hijos e hijas de Dios, los escogidos de Dios en este y para este tiempo final.
¿Pero qué será del resto de la humanidad? Bueno, estarán representados en los otros terrenos: junto al camino (unos), otros el terreno lleno de pedregales, y otros el terreno lleno de espinos y abrojos, que son las riquezas y los afanes de este mundo, y no pudieron producir el fruto correspondiente a la semilla de la Palabra de Dios que fue sembrada en sus vidas.
Pero la buena tierra habrá producido el fruto: unos a treinta, otros a sesenta y otros a ciento por uno, y por consiguiente la buena tierra es bendecida, y la mala tierra es maldecida y será quemada; los que están representados en la mala tierra serán quemados como dice la Escritura.
Vean, en San Mateo, capítulo 3, verso 2 en adelante, dice Juan el Bautista predicando... vamos a ver, comenzamos en el verso 10, del capítulo 3 de San Mateo:
“Y ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado en el fuego.”
¿Ven? Luego el verso 12, dice:
“Su aventador está en su mano, y limpiará su era; y recogerá su trigo en el granero, y quemará la paja en fuego que nunca se apagará.”
Luego, en Malaquías nos da Dios un cuadro claro de cómo va a ser quemado el que no da buen fruto. Malaquías, capítulo 4, verso 1, dice:
“Porque he aquí, viene el día ardiente como un horno, y todos los soberbios y todos los que hacen maldad serán estopa; aquel día que vendrá los abrasará, ha dicho Jehová de los ejércitos, y no les dejará ni raíz ni rama.”
Esos son la mala tierra que produce abrojos y espinos; por lo tanto está cerca a maldición, y la maldición vendrá bajo los juicios de la gran tribulación, en donde fuego atómico y volcánico quemará la mala tierra, esos que están representados en terreno malo, en donde la Palabra de Dios no produce fruto. Pero la buena tierra está cerca a ser bendecida porque produce buen fruto para Su Señor; y la bendición será nuestra transformación, esa será la bendición de Cristo para cada uno de ustedes y para mí también, y así viviremos con Cristo por toda la eternidad.
En la parábola del trigo y de la cizaña, vean ustedes, también están representados los que son la buena tierra en esta otra parábola del sembrador, y están representados los que son la mala tierra, están representados en la cizaña, y en el trigo los que son la buena tierra. O sea, que Cristo usó diferentes parábolas para enfocar este misterio del ser humano y la clase de ser humano que es cada persona, y ahí encontramos que la cizaña será atada en manojos y será quemada en el fuego que nunca se apagará (o sea, que no se extinguirá ese fuego, hasta que desaparezca toda esa cizaña).
Durante la gran tribulación el fuego atómico y volcánico quemará la cizaña. Pero el trigo será recogido y será colocado en el Alfolí de Dios, seremos transformados, colocados en cuerpos eternos, y luego seremos llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero, al Cielo, a la Casa de nuestro Padre Celestial; y así se cumplirá esta parábola del trigo y de la cizaña, y se cumplirá también la parábola del sembrador.
Y ahora, podemos ver porqué cada persona que ha recibido a Cristo como su Salvador, tiene que alimentarse con la Palabra de Dios revelada para su tiempo, para poder crecer. “Porque no solamente de pan vivirá el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios.” De esa Palabra es que el alma del ser humano tiene hambre. Porque en Amós, capítulo 8, verso 11, dice:
“He aquí yo envió hambre sobre la tierra, no hambre de pan, ni sed de agua, sino de oír la palabra de Jehová.”
La Palabra de Dios correspondiente al tiempo en que vive la persona. ¿Por qué? Porque ese es el Alimento Espiritual para el alma de la persona, para poder crecer; y así células sobre células espirituales, se van añadiendo a la persona, y va creciendo espiritualmente. Sin esa Palabra revelada las personas no pueden ni siquiera vivir, ni crecer ni vivir; así como el cuerpo físico sin alimento físico no puede ni crecer, ni puede vivir, se muere.
Y ahora, hemos visto el misterio de cómo la Palabra crecer en nuestras vidas: recibiendo la Palabra revelada para el tiempo que nos ha tocado vivir, y manteniéndonos recibiendo esa Palabra, escuchándola, leyéndola, y dejando que esa Palabra viva en nosotros, que produzca su fruto, que produzca de acuerdo a la vida que tiene esa Palabra.
No es cosa de tratar de imitar, sino de comer el Alimento Espiritual, para que así se reproduzca a través de nosotros esa Palabra, y así crezcamos y lleguemos a la perfección, a la madurez, y seamos transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero. Así es para cada individuo y así también es para la Iglesia de Jesucristo, como Cuerpo Místico de creyentes.
Y ahora, tenemos que proseguir conociendo a Dios en el tiempo que nos ha tocado vivir, porque para nuestro tiempo Dios tiene más conocimiento divino para darnos a nosotros, para que conozcamos mucho mejor a nuestro Dios, a nuestro Salvador, y todo el Programa que El tiene para nosotros en y para este tiempo final, sabiendo que pertenecemos a una Familia Celestial: la Familia de Dios.
Toda persona ha deseado pertenecer a una familia bien importante, rica, y preferiblemente a una familia descendiente de un rey. Pero miren ustedes, todo eso que desea el corazón de toda persona, lo tenemos nosotros, somos descendientes de Dios, del Rey del universo completo, pertenecemos a la Familia de Dios, somos hijos e hijas de Dios.
¿Y qué significa eso? Pues que pertenecemos a la Realeza Celestial. Y por esa causa es que somos Reyes y Sacerdotes, porque los reyes tienen que ser de la realeza, de la familia real. Y por eso Cristo al limpiarnos con Su Sangre Preciosa nos ha hecho para nuestro Dios Reyes y Sacerdotes, hemos nacido de nuevo por medio de Cristo, al darnos Su Espíritu Santo, y hemos nacido en la Familia de Dios como hijos e hijas de Dios; por lo tanto, por medio del nuevo nacimiento hemos nacido como miembros de la Realeza Celestial.
Todo lo que el alma de una persona puede desear en cuanto a las cosas más grandes, las tenemos nosotros en Cristo nuestro Salvador; por lo tanto, usted según la carne es hijo de su papá y su mamá, pero por medio del nuevo nacimiento usted es hijo de nuestro Padre celestial, y por consiguiente un miembro de la Familia de Dios: la Familia Celestial. Por lo tanto, como miembros de la Familia Celestial vamos creciendo, para ir llevando el fruto que nos corresponde como miembros de la Familia Real, la Familia Celestial, la Familia de Dios.
Continuemos entonces CRECIENDO HASTA PRODUCIR EL FRUTO establecido en la Escritura, que todos tenemos que llevar; unos llevan más, unos llevan menos, pero todos tenemos que producir el fruto de acuerdo a la semilla que fue sembrada en nuestra alma; de acuerdo a la Palabra de Dios tenemos que llevar fruto en nuestra vida cristiana.
Así que, continuemos CRECIENDO HASTA PRODUCIR EL FRUTO, ¿por qué? Porque somos la buena tierra, donde la Palabra de Dios ha sido sembrada.
También en el Cuerpo Místico de Cristo cada etapa de la Iglesia ha sido la buena tierra correspondiente a cada edad en el territorio donde se cumplió cada edad; pero ahora estando viviendo en el tiempo del fin, la buena tierra como territorio es la América Latina y el Caribe, para producir mucho futo, buen fruto en el Reino de Dios, muchos hijos e hijas de Dios.
Y ahora, la buena tierra como edad en el Cuerpo Místico de Cristo, es la Edad de la Piedra Angular donde Cristo está obrando en este tiempo final, para el Cuerpo Místico de Cristo llegar a la perfección total, y los que estarán en esa edad llegar a la perfección total (como individuos), y ser a imagen y semejanza de nuestro amado Señor Jesucristo.
Por eso, la Iglesia del Señor Jesucristo va creciendo también en este tiempo, en la Edad de la Piedra Angular como creció en cada edad. Y nosotros como individuos vamos creciendo también espiritualmente en el conocimiento de Dios, y en la manifestación de los frutos de Dios a través de nuestra vida, hasta que todos lleguemos a la perfección.
Por lo tanto, continuemos creciendo como individuos espiritualmente, y continúe la Iglesia del Señor Jesucristo creciendo en este tiempo final, en esta etapa de su último crecimiento, hasta que llegue a su perfección; porque somos la buena tierra como individuos, y como edad la buena tierra también, y como territorio la buena tierra también; por eso se siembra la Palabra de Dios correspondiente a nuestro tiempo, y produce hijos e hijas de Dios para la Edad de la Piedra Angular, la Edad correspondiente a este tiempo final.
Así que, adelante creciendo para llevar, para producir el fruto. Eso es lo que Cristo está obrando en este tiempo final, El es el que da el crecimiento, cuando nosotros dejamos que El sea el que obre en nuestras vidas; y El es el que produce el fruto a través de nosotros, es el fruto de Cristo en nuestras vidas, y en la Iglesia del Señor Jesucristo como Cuerpo Místico de creyentes.
Y ahora, hemos visto como individuos el crecimiento que hemos tenido, el cual Cristo es el que ha dado. Y hemos visto también en la Iglesia del Señor Jesucristo el crecimiento que ha tenido la Iglesia de Jesucristo, porque Cristo es el que ha dado ese crecimiento.
La Iglesia de Jesucristo está en la Edad de la Piedra Angular, y esa es la buena tierra para este tiempo final, y nosotros como individuos al estar en Cristo, la Palabra, en la Edad correspondiente a este tiempo, somos representados también en la buena tierra, en donde está la Palabra de Dios correspondiente a nuestro tiempo, sembrada para llevar mucho fruto en este tiempo final.
Continuemos CRECIENDO HASTA PRODUCIR EL FRUTO correspondiente a la buena tierra en este tiempo final.
Que las bendiciones de nuestro amado Señor Jesucristo, el Sembrador, sean sobre todos ustedes y sobre mí también, y siga produciendo el crecimiento en nuestras vidas como individuos, y el crecimiento en la Iglesia del Señor Jesucristo, hasta que lleguemos a la perfección, y hasta que demos el fruto perfecto señalado por Cristo en Su Palabra, y seamos transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero en el Cielo. En el Nombre Eterno del Señor Jesucristo. Amén y amén.
Muchas gracias por vuestra amable atención amados amigos y hermanos presentes, y será hasta una próxima ocasión en que estaré nuevamente con ustedes aquí en Ibarra, Ecuador. Mañana estaré en la actividad de la mañana con los ministros, pero la actividad pública aquí en Ibarra (la última) ha sido en esta noche, ya la de mañana será en otro lugar, en donde se han estado reuniendo todos estos días los ministros, y en donde estaré con ellos para compartir unos momentos de compañerismo ministerial.
Sigan adelante sirviendo a Cristo, creciendo, y que esa Palabra siga creciendo en vuestras vidas y llevando fruto en abundancia, porque la buena tierra que produce buen fruto es bendecida por Dios.
Que Dios les bendiga, y pasen todos muy buenas noches. Nuevamente con nosotros el Rvdo. Miguel Bermúdez Marín, para finalizar nuestra parte en esta noche, mientras escuchamos el cántico del Hombre que nos transformó, el cual es Jesucristo nuestro Salvador (cántico que podemos también nosotros acompañar, cantando junto al cántico que estaremos escuchando).
“CRECIENDO HASTA PRODUCIR EL FRUTO.”