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Predestinados para Creer 2000-09-16 1 Cabaret HT 01:10:46 true

Muy buenas tardes, amados amigos y hermanos presentes, aquí en Kabarete, Haití. Es una bendición grande para mí estar con ustedes en esta ocasión, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo, alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente a este tiempo final. Reciban saludos también de mi esposa Erica y mi niña América; para los Cahorritos saludos de América.

Leemos en Romanos, capítulo 8, versos 28 en adelante, donde nos dice el gran apóstol San Pablo:

Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.

Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos.

Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó.

¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?

El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?

¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica.

¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros.

¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?

Como está escrito:

Por causa de ti somos muertos todo el tiempo;

Somos contados como ovejas de matadero.

Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.

Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir,

ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.”

Conforme a este pasaje, nada nos podrá apartar del Amor de Dios, que es en Cristo Jesús. Tomamos el pasaje del capítulo 8, versos 28 al 30, que nos dice:

Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.

Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conforme a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos.”

Nuestro tema es: “PREDESTINADOS PARA CREER.”

PREDESTINADOS PARA CREER.”

Predestinados para creer, para ser a imagen y semejanza de Jesucristo nuestro Salvador, para obtener la salvación del alma, y poder obtener el perdón de nuestros pecados, y poder obtener el Espíritu de Cristo, el Espíritu Santo, y obtener así el nuevo nacimiento. “Porque el que no nazca de nuevo, del agua y del espíritu, no puede entrar al Reino de Dios,” dijo Cristo en San Juan, capítulo 3, verso 1 al 6.

Este misterio del nuevo nacimiento debe ser comprendido por todo ser humano, para que así busque el Reino de Dios y Su Justicia, primero en su vida, porque eso es lo más importante para todo ser humano: la Vida Eterna; y solamente la encuentra en Jesucristo nuestro Salvador.

Toda persona tiene libre albedrío, Dios ha colocado delante de todo ser humano, la vida y la muerte. El ser humano cuando cayó en el Huerto del Edén, tuvo la oportunidad de escoger, entre el árbol de ciencia del bien y del mal, y el Arbol de la Vida; pero el ser humano escogió el árbol de ciencia del bien y del mal, el cual produce muerte; pues el diablo es el árbol de ciencia del bien y del mal, que produce la muerte para el ser humano. Por medio del pecado, el diablo trajo la muerte a la raza humana.

Pero Cristo es el árbol de la Vida, y por medio del Sacrificio realizado en la Cruz del Calvario, trae la Vida Eterna para el ser humano. Y toda persona que lo recibe como su Salvador, lava sus pecados en la Sangre de Cristo, es bautizado en Su Nombre, y recibe el Espíritu Santo, ha comido del Arbol de la Vida, que es Cristo, y tiene Vida Eterna. “El que oye mi Palabra y cree al que me ha enviado, tiene Vida Eterna, y no vendrá a condenación, más pasó de muerte a Vida.” San Juan, capítulo 5, verso 24. Y capítulo 3 de San Juan, nos dice el mismo Cristo, verso 12 en adelante:

Si os he dicho cosas terrenales, y no creéis, ¿cómo creeréis si os dijere las celestiales?.”

Cristo hablaba de las cosas celestiales, usando como ejemplo cosas terrenales, para que las personas pudieran comprender. Pero aún con todo y eso, hablando en esa forma terrenal, no podían comprender algunas personas.

Y ahora, miren cómo nos habla de Sí mismo, diciendo:

Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo.

Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado.”

En el libro de Números, capítulo 21, verso 7 al 9, ahí fue levantada en el desierto una serpiente de bronce en una vara, para que toda persona que era mordida o picada por serpientes venenosas, con las cuales quedaban condenadas a la muerte, miraran a la serpiente de bronce, y fuera anulado el veneno de esa serpiente, y no murieran, sino que pudieran seguir viviendo.

Encontramos que los pecados del pueblo ocasionaron ese juicio, y las serpientes venenosas mordían al pueblo hebreo. Pero Dios tiene siempre una puerta de escape. Por cuanto el bronce representa el juicio divino, aquella serpiente de bronce representaba el juicio divino o el pecado ya juzgado, el pecado ya juzgado; por lo tanto, todo pecado de los que eran mordidos por las serpientes venenosas, ya había sido juzgado y condenado, en aquella serpiente de bronce; por lo tanto, las personas que habían sido mordidas por serpientes venenosas, daban una mirada de fe a aquella serpiente de bronce levantada, y desaparecía el veneno de aquellas personas mordidas por serpientes venenosas; esa era la medicina, la solución divina, para el veneno que había sido colocado por las serpientes venenosas en las personas.

Y ahora, esa serpiente de bronce representaba a Cristo, que sería levantado en la Cruz del Calvario, en donde el pecado nuestro fue juzgado, porque El tomó nuestros pecados y fue juzgado, condenado, y murió por todos nosotros, para aquel que en El cree, no se pierda, mas tenga Vida Eterna, sus pecados sean quitados, y el veneno del pecado sea anulado en la persona, y pueda la persona tener Vida Eterna, nacer de nuevo, a una nueva vida celestial.

Ahora, podemos ver porqué aquella serpiente de bronce fue levantada: tipo y figura de Cristo que sería levantado en la Cruz del Calvario, para sanar a las personas, las cuales por causa del pecado en el Huerto del Edén, que ocasionó el diablo a través de la serpiente, y colocó el veneno del pecado en la raza humana; y ese veneno del pecado solamente puede ser anulado, quitado completamente, por medio de una mirada de fe a Jesucristo crucificado. No hay otra cosa que pueda quitar sus pecados.

Y ahora, la humanidad está condenada a la muerte a causa del pecado; y solamente aquellas personas que pueden creer en Jesucristo, dando una mirada de fe a Jesucristo crucificado, obtienen la sanidad, la sanidad del veneno del pecado; y esas personas, aunque estaban condenadas a muerte, son sanadas, y entonces vivirán eternamente.

Ahora, continuamos leyendo las palabras de Jesús:

Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado,

para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.”

La humanidad está condenada a la muerte, a causa del pecado cometido en el Huerto del Edén, por Eva primero, y después Adán. “Por cuanto todos pecaron, todos están destituidos de la Gloria de Dios.” Nos dice San Pablo en su carta a los Romanos. Y también nos dice en esa misma carta, que la paga del pecado es la muerte.

Y siendo la muerte para el alma de los seres humanos la paga del pecado, todo ser humano está condenado a la muerte, porque ha nacido en medio de una raza caída, una raza donde la serpiente antigua, el diablo, Satanás, mordió la raza humana con el veneno del pecado; por lo tanto esta vida terrenal es temporal. La raza humana al nacer, encontramos que cayó en el Huerto del Edén; allí en Adán y Eva, todos los seres humanos están representados.

Y ahora, toda persona que nace por medio de padres terrenales, nace en medio de una raza caída, condenada a la muerte. ¿Qué significa esto? Que todo ser humano que viene a esta Tierra está condenado a morir, a dejar de existir en cuerpo, en espíritu, y en alma también.

• La muerte del cuerpo físico es mala, nadie quiere morir; pero con todo y eso, ni la ciencia, por mas avanzada que está en la actualidad, no ha podido conseguir el secreto de evitar la muerte.

La muerte física, la muerte del cuerpo, es algo que nadie desea; pero por cuanto hemos nacido en una raza mortal, contaminada por el pecado, el cuerpo se va poniendo viejo y se muere; y aun antes de ponerse viejo, algunos mueren físicamente también. Porque después que la persona nace, lo más cerca que tiene es la muerte.

• Luego está la muerte del espíritu: el espíritu es otro cuerpo de otra dimensión. Cuando la persona nace en esta Tierra, obtiene un espíritu de la quinta dimensión, un espíritu del mundo.

Y luego, la persona en realidad es alma, alma viviente, que vive en y con un cuerpo espiritual, que es el espíritu, y con un cuerpo físico de carne. Pero si pierde su cuerpo físico, la persona sigue viviendo en otra dimensión. Si no ha recibido a Cristo como su Salvador, la persona va a vivir al lugar de donde es su espíritu. El espíritu de la persona que recibió al nacer en esta Tierra es de la quinta dimensión, es un espíritu del mundo; por lo tanto la persona va a vivir a la quinta dimensión, que es el infierno, ésa es la quinta dimensión.

El infierno es una dimensión, de la cual Cristo dijo que fue creada por Dios, para el diablo y sus ángeles, los ángeles que se rebelaron en contra de Dios, con el diablo, que siguieron al diablo. El diablo era un arcángel, llamado también “querubín cubridor,” y tenía su ejército, y se rebeló en contra de Dios.

Y ahora, encontramos que hay una lucha entre dos mundos, y entre dos personas: una es Dios y la otra es el diablo, el cual se llamaba “Lucero o Lucifer,” pero al rebelarse en contra de Dios, es llamado “Satanás o diablo,” que es “adversario o enemigo.”

Ahora, podemos ver que la raza humana tiene un enemigo, que es el diablo, que es Satanás, que quiere que el alma de las personas no tenga Vida Eterna, sino que muera eternamente, él quiere que toda persona que vive en la Tierra, al morir vaya a vivir al infierno, que es la quinta dimensión. Y la persona que no ha recibido a Cristo como su Salvador, al morir físicamente, es llevada al infierno por esos ángeles caídos, y permanece en esa dimensión viviendo en un cuerpo espiritual, que es el espíritu que recibió cuando nació en la Tierra.

Esa quinta dimensión, llamada “el infierno,” es una cárcel, de donde no pueden salir las personas, hasta que Cristo los resucite después del Reino Milenial, para juzgarlos por incrédulos, por no creer.

Cuando Cristo murió, dice la Escritura, que El descendió al infierno, y le predicó a las almas que estaban allí encarceladas, que fueron desobedientes en el tiempo de Noé, que fueron incrédulos, que no creyeron el mensaje de Dios a través del profeta Noé. De esto nos habla San Pedro en su primera carta, capítulo 3, verso 18 en adelante, donde dice:

Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu.”

Cuando Cristo murió en la Cruz del Calvario, lo que murió fue Su cuerpo físico, pero Su cuerpo teofánico de la sexta dimensión no murió. En ese cuerpo teofánico de la sexta dimensión, que es llamado en el Antiguo Testamento “el Angel de Jehová,” el cual libertó al pueblo hebreo, fue en ese cuerpo teofánico, cuerpo angelical, bajó al infierno, y vamos a ver lo que hizo allí:

... en el cual también fue y predicó a los espíritus encarcelados (le predicó a aquellas personas que estaban en esos cuerpos espirituales, que son espíritus de la quinta dimensión; en esos cuerpos estaban viviendo en el infierno),

los que en otro tiempo desobedecieron, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, mientras se preparaba el arca, en la cual pocas personas, es decir, ocho, fueron salvadas por agua.”

Podemos ver lo qué sucede con los incrédulos, con los que no creen la Palabra de Dios, para el tiempo en que están viviendo: cuando mueren físicamente van al infierno, ya no tienen el cuerpo físico, sino que solamente les queda el cuerpo espiritual, que es un cuerpo de la quinta dimensión.

El ser humano no puede esperar a morir, para entonces creer, porque le pasaría como al hombre rico, que después que murió, quiso arrepentirse, pero no hubo oportunidad para Dios recibir el arrepentimiento de él, y se encontró en el infierno desesperado.

Para que tengan una idea de cómo es el infierno, escuchen bien: el infierno, siendo la quinta dimensión, es un lugar donde habitan seres humanos que ya han muerto, sin recibir a Cristo como su Salvador; allí también están las personas que no creyeron en Dios y Su Programa, para el tiempo en que vivieron en el Antiguo Testamento. Siendo que esa dimensión Dios la creó para el diablo y sus ángeles, ese es el mundo del diablo y sus ángeles.

Ahora, vean ustedes a dónde van las personas incrédulas: al mundo del diablo. En esa dimensión llamada “el infierno,” vive el diablo, que es el príncipe, rey y/o gobernante, de esa dimensión; y ahí están todos los ángeles que cayeron, que se rebelaron en contra de Dios; por lo tanto ellos tienen diferentes posiciones, de acuerdo al nivel al cual ellos pertenecen. Ahí hay diferentes clases de ángeles caídos, de demonios, y todas esas criaturas que se rebelaron en contra de Dios.

A ese lugar es que van las personas que no creen en Jesucristo como su Salvador, ése es el lugar más terrible, al cual una persona puede ir, es un lugar donde ni se ve, ni se siente la presencia de Dios; es un lugar en el cual la persona puede gritar y orar a Dios, y Dios no la escuchará, porque la oportunidad que tuvo de clamar a Dios, por el perdón de sus pecados, fue cuando estuvo aquí en la Tierra, en donde tuvo la oportunidad de dar una mirada de fe a Jesucristo, recibiéndolo como su Salvador, lavando sus pecados en la Sangre de Cristo, siendo bautizado en Su Nombre, y recibiendo el Espíritu Santo, y así recibiendo el nuevo nacimiento, para así nacer en la dimensión sexta, la cual es el Paraíso.

Cuando la persona ha recibido a Cristo como su Salvador, la persona luego de ser bautizada y recibir el Espíritu Santo ha nacido de nuevo, por lo tanto pertenece a un nuevo mundo, al mundo de Cristo, su cuerpo espiritual ahora es un cuerpo espiritual de la sexta dimensión, la sexta dimensión es el Paraíso. Y cuando la persona creyente muere, es llevada por los ángeles de Dios al Paraíso, como fue llevado el méndigo Lázaro, del cual habló Cristo en Su Ministerio terrenal.

Y ahora, podemos ver que Dios ha colocado delante del ser humano la vida y la muerte; porque Dios le ha dado al ser humano libre albedrío, para que crea en Cristo como su Salvador, y obtenga Vida Eterna; el que no cree ya ha sido condenado.

Y ahora, es muy importante para todo ser humano creer en Jesucristo, no importa su nacionalidad, no importa el color de su piel, no importa su posición económica, no importa su posición social; todo ser humano necesita creer en Cristo como su Salvador, para que sus pecados sean quitados, y pueda recibir el don del Espíritu Santo, y pueda obtener la salvación de su alma.

Dios ha colocado delante del ser humano la Vida Eterna, pero le toca a la persona creer. “Con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se hace confesión para Salvación.” [Romanos 10:10 —Editor]. Por lo tanto, le toca la persona creer con toda su alma, y confesar públicamente que cree en Jesucristo, y ser bautizado en Su Nombre, para recibir el don del Espíritu Santo, y recibir el nuevo nacimiento, para poder vivir eternamente; toda persona quiere vivir eternamente, y está al alcance de toda persona la Vida Eterna.

Ahora, Dios sabe desde antes de la fundación del mundo quiénes van a creer, y también El sabe quiénes van a ser incrédulos.

• Ahora, le corresponde al ser humano creer o no creer; el que no cree es ya contado como un incrédulo, por lo tanto su futuro es muy triste, porque su alma y su espíritu, y su cuerpo también... se preguntará usted: “¿que el cuerpo físico también?” El cuerpo físico también, en cuerpo físico, en espíritu (que es el cuerpo de la otra dimensión), y el alma, será echado en el lago de fuego, que es la muerte segunda, y estará ahí por una cantidad de tiempo, el cual sólo Dios conoce. De acuerdo a la sentencia que dicte Cristo en el juicio final, unos estarán más tiempo en el lago de fuego y otros estarán menos tiempo.

Pero el final de los que serán echados en el lago de fuego, será la muerte total, será dejar de existir en cuerpo, en espíritu y en alma; eso es la desintegración total del cuerpo, espíritu y alma; eso es la aniquilación de la persona, en cuerpo, espíritu y alma. Las personas que serán condenadas en el juicio final, tendrán esa situación, tendrán ese futuro: que dejarán de existir en el lago de fuego, serán aniquiladas, porque no creyeron, por incrédulos, serán destruídos, como si nunca hubiesen existido.

Ahora, ¿por qué en cuerpo también? Porque al final del Reino Milenial, todo ser humano que ha vivido en esta Tierra, y no resucitó en la primera resurrección, será resucitado en la segunda resurrección, que es después del Reino Milenial de Cristo, para ser juzgados por Cristo, desde Su Trono de Juicio, el Trono Blanco de Juicio, y ahí todos estarán con cuerpos. Por eso las personas que serán condenadas allí, serán echados en el lago de fuego, en cuerpos, en espíritu, y en alma también, para la aniquilación total de esas personas; unos estarán más tiempo allí y otros estarán menos tiempo; para unos el juicio, la condenación, será mayor, pero para todos será la aniquilación total de las personas.

Y al final todos habrán desaparecido de la existencia; y el lago de fuego, luego desaparecerá también, porque el lago de fuego no es eterno, ni el infierno tampoco es eterno, fue creado por Dios con un propósito: para el diablo y sus ángeles, donde van todos los que no han recibido a Cristo como su Salvador. Por eso es tan importate creer en Jesucristo como nuestro Salvador, y esa oportunidad la tiene todo ser humano cuando viene a este planeta Tierra, para así hacer contacto con la Vida Eterna, para así identificarse con Cristo, y en esa forma decir: “Presente,” al llamado de Cristo en este planeta Tierra, para así quedar confirmado el individuo en la Vida Eterna con Cristo; esa es la forma de confirmar nuestro lugar en la Vida Eterna: recibiendo a Cristo como nuestro Salvador, en el tiempo que nos toca vivir a nosotros. Así fue para los que vivieron en tiempos pasados.

Por lo tanto, toda persona teniendo el libre albedrío, le corresponde creer, si no cree, automáticamente es contado con todos los demás incrédulos.

Cuando la persona nace en la Tierra, no nace como un creyente, nace como un incrédulo, pero cuando recibe a Cristo como su Salvador, se ha identificado como un creyente, y nace de nuevo como un creyente en el Reino de Dios.

Ahora, continuamos leyendo en San Juan, capítulo 3, pues nos habíamos detenido, nos habíamos detenido en el verso 15, donde decía:

Para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.”

¿Para qué ha venido Cristo en Su Primera Venida? Para darnos Vida Eterna, para que todo aquel que en El cree, no se pierda, más tenga Vida Eterna. No hay otra forma para recibir Vida Eterna. No busque otra forma, reconozca que solamente Jesucristo es la Vida Eterna, el cual le puede impartir a usted Vida Eterna, para usted vivir eternamente en el Reino de Jesucristo nuestro Salvador, El es el Rey de reyes y Señor de señores; por lo tanto todos queremos vivir en el Reino de Jesucristo nuestro Salvador, ése es el Reino de Dios.

Y ahora, creyendo en Jesucristo recibimos Vida Eterna, y somos trasladados a Su Reino, el Reino de Jesucristo. Hacemos una pausa de lo que estamos leyendo en este capítulo 3 de San Juan, para pasar a Colosenses, capítulo 1, verso 12, en adelante, donde dice:

con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz;

el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo,

en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados.”

Y ahora, por medio de creer en Jesucristo, lavar nuestros pecados en Su Sangre, ser bautizado en Su Nombre, y recibir Su Espíritu Santo, obtenemos el nuevo nacimiento, y así hemos sido trasladados del reino de las tinieblas, del maligno, al Reino de Jesucristo.

El es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación.

Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él.

Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten;

y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia;

por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud,

y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz.”

Y ahora, por medio de la Sangre derramada en la Cruz del Calvario, El nos ha reconciliado con Sigo mismo, nos ha restaurado a Dios. Cristo dijo en San Juan, capítulo 14, verso 6:

Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.”

No hay otra forma para ser reconciliados con Dios, no hay otra forma para regresar a Dios, nuestro Padre Celestial, solamente hay un Camino: Jesucristo; solamente hay una Vida Eterna: Jesucristo; solamente hay una Verdad: Jesucristo. Es por medio de Jesucristo que somos redimidos, somos restaurados a Dios, llevados a Dios, para vivir eternamente con Jesucristo nuestro Salvador, en un cuerpo eterno, inmortal y glorificado, y jovencito para toda la eternidad; ésas son buenas noticias para los predestinados creyentes en El.

Hemos sido predestinados para ser iguales a Jesucristo, para ser a imagen y semejanza de Jesucristo. Y para obtener esa bendición tan grande, estamos llamados a creer en nuestro amado Señor Jesucristo. Sigo leyendo en San Juan, capítulo 3, verso 16:

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.”

Los que no creen perderán el privilegio y bendición de vivir eternamente, pero el que en El cree vivirá eternamente, no se perderá su alma, sino que vivirá en un nuevo cuerpo, perfecto y jovencito, por toda la eternidad. Este cuerpo que tenemos es temporal; pero tenemos la oportunidad, estando en este cuerpo terrenal, de recibir a Cristo como nuestro Salvador, de creer en El, para así no se pierda nuestra alma, no sea echada en el lago de fuego, sino que viva eternamente en un nuevo cuerpo físico y glorificado, y jovencito, y perfecto, para toda la eternidad, y con un cuerpo teofánico, un espíritu teofánico, también eterno.

Ese es el futuro para los creyentes en Cristo, una bendición que está al alcance de todos ustedes y de todo ser humano; pero Dios sabe quiénes creerán y quiénes no creerán, pero la oportunidad se le ha dado a todo ser humano; por lo tanto, las almas que se pierdan, no podrán decir que no tuvieron la oportunidad; se estuvo predicando el Evangelio a toda criatura, y si no creyó la persona, tiene que atenerse a lo que será el futuro de los incrédulos: dejarán de existir.

Pero si creyó, pues el futuro es glorioso: vivirá eternamente con Jesucristo en el Reino de Jesucristo. Los incrédulos, comenzando con el diablo y sus ángeles, serán destruidos en el lago de fuego, y ahí también irán todas las personas incrédulas, todas las personas que no creyeron en Jesucristo como su Salvador.

Sigo leyendo en el verso 17:

Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.

El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.”

Ahora, podemos ver lo que es el futuro de los que no han creído en nuestro amado Señor Jesucristo: es condenada la persona, su alma es condenada y será echada en el lago de fuego, donde dejará de existir, será aniquilada totalmente. Pero el futuro de los creyentes en Cristo es Vida Eterna en un cuerpo eterno, para vivir con Cristo en Su Reino por toda la eternidad, como Reyes y Sacerdotes.

Todo hombre y mujer ha deseado, si es hombre ser un rey, y si es una mujer, ha deseado ser una reina. ¿Y por qué hay ese deseo en el alma de los seres humanos? Porque en el Reino de Jesucristo, los creyentes en El, son hechos por Cristo Reyes y Sacerdotes, para reinar con Cristo en ese Reino Milenial y por toda la eternidad, ése es el Gabinete de Cristo, los creyentes en El, ésa es la clase más alta que Dios tiene, los creyentes en Cristo, ésa es la Realeza del Reino de Dios, Cristo y los creyentes en El. Por eso Cristo es Rey de reyes y Señor de señores, y los creyentes en El son Reyes también: porque Cristo nos ha limpiado con Su Sangre, y nos ha hecho para nuestro Dios Reyes y Sacerdotes.

Ahora, vean la bendición tan grande que hay para los creyentes en Cristo, y hemos sido predestinados para ser a la imagen y a la semejanza de Jesucristo, o sea, hemos sido predestinados como creyentes, para tener un cuerpo glorificado y eterno, y un espíritu eterno también. Para eso han sido predestinados los creyentes en nuestro amado Señor Jesucristo.

Cuando la persona escucha la predicación del Evangelio, esa predicación está llegando al alma de la persona, para que la persona, con el libre albedrío que tiene, diga de todo corazón: “Yo creo en Jesucristo como mi Salvador, y lo recibo en mi alma como mi Salvador, yo quiero vivir eternamente; y la única forma que hay para vivir eternamente, es recibiendo a Cristo como mi Salvador, es creyendo en Jesucristo y Su Sacrificio realizado en la Cruz del Calvario. No hay otra forma.”

Ahora, cada persona tiene el libre albedrío, para hacer esta decisión desde lo profundo de su alma, y le toca a la persona hacer esa decisión. Cristo ha colocado delante del ser humano la Vida Eterna, y la muerte; “escoge la vida para que vivas,” dice Dios en Deuteronomio. Y es una oportunidad que está delante de todo ser humano: la Vida y la muerte, para que la persona escoja la Vida Eterna.

Si nosotros cuando nos enfermamos, vamos al médico o a la farmacia, buscando alguna medicina, para que sea sanado el cuerpo, porque no queremos morir, cuanto más para nuestra alma, buscamos la medicina para nuestra alma, que es Jesucristo, el que sana nuestra alma de todo pecado, nos limpia de todo pecado y nos da Vida Eterna, nos restaura con Dios, nos reconcilia con Dios, para vivir eternamente con Dios en Su Reino, en donde Jesucristo estará como Rey, gobernando en este planeta Tierra y en el universo completo; y todos los creyentes en El, estarán con Cristo, como Reyes y Sacerdotes, gobernando en este planeta Tierra y en el universo completo.

Hemos visto la bendición tan grande que hay para los creyentes en Jesucristo nuestro Salvador; y son predestinados para creer, predestinados para ser a imagen y semejanza de Jesucristo nuestro Salvador.

Ha sido para mí un privilegio grande estar con ustedes en esta noche, dándoles testimonio de los predestinados para creer. De ellos Cristo dijo: “Mis ovejas oyen mi Voz y me siguen.” También El dijo: “El que es de Dios, la Palabra de Dios oye”; o sea, las almas que son de Dios, oyen la Palabra de Dios, la Voz de Dios, la Voz de Cristo, y El les da Vida Eterna.

Ahora, podemos ver este misterio de los que son de Dios, esas personas tienen en el Cielo sus nombres escritos en el Libro de la Vida del Cordero, han nacido en esta Tierra para creer y recibir la Salvación, y recibir la reconciliación con Dios; están representados en el trigo, la buena semilla, son los predestinados para creer, los predestinados para ser iguales a Jesucristo nuestro Salvador; esa bendición está frente a toda persona que escucha la predicación del Evangelio.

Por lo tanto, no hay otra cosa para hacer, sino creer en Jesucristo como nuestro Salvador, lavar nuestros pecados en Su Sangre, ser bautizados en Su Nombre, y recibir el Don del Espíritu Santo, y así recibir el nuevo nacimiento, y ser colocados en el Reino de Jesucristo, para vivir por toda la eternidad; así la persona asegura su futuro eterno, en el Reino de Dios.

Hemos visto este misterio de la Vida Eterna: es Jesucristo, ¿para quiénes? Para los predestinados, los predestinados para ser a imagen y semejanza de Cristo, esos son los predestinados que vienen a la Tierra para creer, creer en Jesucristo como nuestro Salvador, y así confirmar nuestro lugar en el Reino de Dios, en la Vida Eterna, con Jesucristo nuestro Salvador.

Toda persona que ha escuchado en esta noche, no debe perder ni un minuto en recibir a Cristo como Su Salvador, si no lo ha recibido hasta el momento, porque Cristo le da la oportunidad de vivir eternamente, y es una oportunidad que únicamente tenemos cuando estamos en esta Tierra, y viviendo en estos cuerpos mortales; y nadie sabe cuándo terminan sus días aquí en la Tierra; las personas viven en esta Tierra sin saber el día en que han de morir físicamente.

Por lo tanto, lo más importante es creer en Jesucristo como nuestro Salvador mientras estamos vivos, porque después ya no hay más oportunidad; es una realidad que todo ser humano tiene que enfrentar. La única solución es creer en nuestro amado Señor Jesucristo como nuestro Salvador, y ser bautizados en Su Nombre, y recibir Su Espíritu Santo, para vivir eternamente con Jesucristo nuestro Salvador en Su glorioso Reino.

Ha sido para mí un privilegio estar con ustedes en esta noche, dándoles testimonio de los predestinados para creer.

Que las bendiciones de Jesucristo, el Angel del Pacto, sean sobre todos ustedes y sobre mí también, y pronto se complete el número de los escogidos de Dios, y pronto Cristo termine Su Obra de Intercesión en el Cielo, resucite los muertos en Cristo y nos transforme a nosotros los que vivimos. En el Nombre Eterno del Señor Jesucristo. Amén y amén.

Muchas gracias por vuestra amable atención, y pasen todos muy buenas noches.

Dejo con ustedes al Rvdo. Miguel Bermúdez Marín, para finalizar nuestra parte, mientras escuchamos el cántico que nos habla de Jesucristo, el Hombre que nos transformó.

PREDESTINADOS PARA CREER.”