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Señor salvanos 2000-07-27 1 Panamá Panamá PA 01:12:37 true

Muy buenas noches, amados amigos y hermanos, aquí en Ciudad Panamá, República de Panamá; es para mí una bendición y privilegio grande estar con ustedes, junto a mi esposa y mi hija América, y también el joven José Benjamín Pérez, aquí en la cámara.

Es realmente un privilegio poder compartir con ustedes en esta noche, y tener así compañerismo alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente a este tiempo final. Para lo cual quiero leer en San Mateo, capítulo 8, versos 23 en adelante (23 al 27), donde dice:

Y entrando él (Jesús) en la barca, sus discípulos le siguieron.

Y he aquí que se levantó en el mar una tempestad tan grande que las olas cubrían la barca; pero él dormía.

Y vinieron sus discípulos y le despertaron, diciendo: ¡Señor, sálvanos, que perecemos!

El les dijo: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Entonces, levantándose, reprendió a los vientos y al mar; y se hizo grande bonanza.

Y los hombres se maravillaron, diciendo: ¿Qué hombre es éste, que aun los vientos y el mar le obedecen?”

Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.

En esta ocasión el tema que tenemos es: “SEÑOR, SALVANOS.”

Antes de comenzar, un saludo también para el ministro que estuvo hablando, saludándoles, y cualquier otro ministro que se encuentre aquí presente en esta noche.

SEÑOR, SALVANOS.”

Jesucristo es el único Salvador. Lo más importante para el ser humano es la salvación del alma, no hay nada más importante para el ser humano, porque lo más importante es la Vida Eterna, y solamente hay Uno que puede salvar al ser humano y ése es Jesucristo nuestro Salvador.

En esta misma forma en que se encontraba la barca con los discípulos de Jesucristo, en donde una tempestad les azotó, y se vio en peligro esa embarcación con todos los que iban dentro, así también es para la persona como individuo, y así también es para la Iglesia del Señor Jesucristo, lo mismo sucede a ambos.

Y ahora, veamos por un momento al ser humano: cuando Dios colocó al ser humano en este planeta Tierra, encontramos que Dios lo creó a Su imagen; esto significa a la imagen teofánica de Dios, que es el cuerpo teofánico, cuerpo angelical, cuerpo de la sexta dimensión; y el ser humano vino a ser en la forma de un ángel; pero luego que Dios le dio ese cuerpo teofánico, cuerpo angelical, la misma clase de cuerpo en que Dios estaba; por eso cuando se habla del Angel de Jehová es el mismo Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob.

Por eso cuando el Angel de Jehová le apareció al Profeta Moisés en el capítulo 3 del Exodo, allí en el Sinaí, cuando Moisés pastoreaba las ovejas de su suegro Jetro, el Angel de Jehová en esa Luz llamó a Moisés, y le dijo a Moisés: “Yo Soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob.” Y ahora, el Angel de Jehová es el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob.

¿Cuál es el misterio del Angel de Jehová? Que el Angel de Jehová es el mismo Dios en Su cuerpo teofánico, cuerpo angelical, por eso es llamado el Angel de Jehová, porque está en cuerpo angelical el mismo Dios, es también conocido como el Verbo de Dios. Cuando se habla del Verbo de Dios en San Juan, capítulo 1, verso 1 en adelante, donde nos dice:

En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.

Este era en el principio con Dios.

Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.”

Y si nada de lo que ha sido hecho fue hecho sin el Verbo, fue el Verbo el que creó todas las cosas, entonces Génesis capitulo 1, verso 1, donde dice:“En el principio creó Dios los cielos y la tierra,” era nada menos que el Verbo que era con Dios y era Dios: “Este era en el principio con Dios.”

Y ahora, vean ustedes, dice: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.” ¿Por qué? Porque es Dios en Su cuerpo teofánico llamado también (ese cuerpo teofánico) el Verbo de Dios, o el Verbo que salió de Dios; ese cuerpo teofánico, o cuerpo angelical salió del mismo Dios.

Y estando Dios en Su cuerpo teofánico, cuerpo angelical, creó todas las cosas, creó el universo completo, toda la creación: ángeles, querubines, serafines; y luego creó al ser humano, le dio un cuerpo teofánico, y ahí colocó el alma de Adán, y luego más adelante lo trajo a existencia en este planeta Tierra, creándole un cuerpo del polvo de la Tierra, y le dio una compañera, la cual sacó de su costado; para que así se multiplicara, para que así la reproducción del ser humano se llevase a cabo en el tiempo correspondiente; porque Dios no quiere nada en Su creación sin fruto, todo tiene que ser productivo.

Por eso dice el mismo Juan el Bautista y Jesús, que el árbol que no lleva buen fruto, será cortado y echado al fuego. Y también dice el mismo Jesús en San Mateo, capítulo 15, verso 13:

Pero respondiendo él (Jesús), dijo: Toda planta que no plantó mi Padre celestial, será desarraigada.”

Porque toda planta que ha sembrado nuestro Padre Celestial es productiva; pero todo árbol que no da buen fruto será cortado y echado al fuego, pierde el derecho a la existencia.

Y ahora, Dios representa a los seres humanos en árboles también, para que así toda persona pueda comprender en forma sencilla todo este misterio del ser humano.

Veamos aquí en el Salmo, número 1, verso 1 en adelante, dice:

Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos,

Ni estuvo en camino de pecadores,

Ni en silla de escarnecedores se ha sentado;

Sino que en la ley de Jehová está su delicia,

Y en su ley medita de día y de noche.

Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas,

Que da su fruto en su tiempo,

Y su hoja no cae;

Y todo lo que hace, prosperará.”

Ahora, vean cómo el salmista tipifica a los seres humanos con y en árboles, también el mismo Jesús, y también los demás profetas que usaron este simbolismo de árboles representando seres humanos. Como también en el Génesis, el Arbol de la Vida es Jesucristo nuestro Salvador, el cual estaba allí en Su cuerpo teofánico, no se había hecho carne todavía.

Y ahora, ¿qué Jesucristo estaba allí en el Huerto del Edén? Pues Jesucristo ha estado en el Antiguo Testamento todo el tiempo, aunque algunas personas no pudieron comprender que aquel Angel de Jehová o Angel del Pacto, es el mismo Jesucristo en Su cuerpo teofánico, cuerpo angelical; por eso es que El pudo decir en San Juan, capítulo 8, verso 56 al 58:

Abraham vuestro padre se gozó de que había de ver mi día; y lo vio, y se gozó.

Entonces le dijeron los judíos: Aún no tienes cincuenta años, ¿y has visto a Abraham?

Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy.

Tomaron entonces piedras para arrojárselas; pero Jesús se escondió y salió del templo; y atravesando por en medio de ellos, se fue.”

Vean cómo Cristo les habla de Su existencia, antes de estar allí en medio del pueblo hebreo en un cuerpo de carne, le habla de Su existencia en el tiempo de Abraham, y dice que Abraham deseó ver Su día, lo vio y se gozó; ésto fue el día antes de la destrucción de Sodoma y de Gomorra, donde Elohím apareció con Sus arcángeles Gabriel y Miguel, se materializaron y comieron con Abraham, una becerra tierna que Abraham les preparó, con todo lo que conlleva una buena comida como la que Abraham les preparó, conlleva colocar panes, y también queso, y así por el estilo, era la forma de comer en esos tiempos.

Y ahora, vean ustedes cómo Jesucristo estuvo allá con Abraham, era el mismo que le aparecía a Abraham en diferentes ocasiones, en visiones y en sueños, y ahí le apareció personalmente, materializado, y compartió con Abraham unas cuantas horas antes de la destrucción de Sodoma y de Gomorra.

Y Cristo dice que como fue en los días de Lot (esos fueron los días en donde Elohím, con Sus arcángeles Gabriel y Miguel, le aparecieron a Abraham). Dice que como fue aquellos días serán los días en que el Hijo del Hombre se manifestará, así será el Día en que el Hijo del Hombre se revelará.

La Venida del Hijo del Hombre para el Día Postrero - cuando se habla del Hijo del Hombre, se habla de un profeta; por eso cuando Cristo estuvo en la Tierra, El se llamaba... El mismo, hablando de Sí mismo decía: “El Hijo del Hombre;” y le pregunta a Sus discípulos: “¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?” Y comenzaron a decirle: “Unos dicen que Tú eres Elías, otros dicen que eres Juan el Bautista, y otros dicen que Tú eres alguno de los profetas.” Y Jesús dice: “¿Y ustedes, quién dicen ustedes que es el Hijo del Hombre?” Pedro dice: “Tú, Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.”

Y ahora, el Hijo del Hombre, ese Profeta que allá estaba parado, era nada menos que el Hijo del Dios viviente. Dios creó en el vientre de María un cuerpo, al crear una célula de sangre, una célula de vida allí, la cual se multiplicó célula sobre célula, y fue así creado el cuerpo de Jesús, el cual nació en Belén de Judea a través de la virgen María.

Y ahora, vean ustedes, ese cuerpo por cuanto vino por Creación Divina, vino sin pecado; por lo tanto con ese cuerpo que Dios se proveyó, porque Dios conforme a Su Programa iba a proveerse un cuerpo, para llevar a cabo el Sacrificio por el pecado, para poder salvar a todo aquel, que como dijeron los discípulos de Cristo allá en la barca: “Señor, sálvanos, que perecemos.”

Y ahora, el ser humano al venir a este planeta Tierra, ha venido en una condición pecaminosa; y solamente clamando a Cristo por salvación podemos obtener la salvación.

Ahora, siendo que Jesucristo es el mismo Angel de Jehová, el mismo Angel del Pacto, el mismo Dios en Su cuerpo teofánico, que se hizo carne y habitó en medio de la raza humana, vean ustedes, en Malaquías, capítulo 3, verso 1 en adelante, nos habla de la Venida del Mesías y de la Venida del precursor, que vendría preparándole el camino al Mesías, el cual fue Juan el Bautista. Dice:

He aquí, yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí; y vendrá súbitamente a su templo el Señor a quien vosotros buscáis, y el ángel del pacto, a quien deseáis vosotros. He aquí viene, ha dicho Jehová de los ejércitos.”

¿Quién vendría? El Señor, al cual buscaba el pueblo hebreo, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Angel del Pacto, el Angel de Jehová, el Angel del Pacto que le dijo a Moisés: “Yo Soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob.” Por eso es que envió a Juan el Bautista, para preparar Su camino. Y cuando vino el Mesías del cual Juan el Bautista habló que vendría, vean, Juan el Bautista también había sido prometido para venir preparándole el camino como la Voz de uno que clamaba en el desierto, conforme a Isaías, capítulo 40, versos 3 en adelante, donde dice:

Voz que clama en el desierto: Preparad camino a Jehová; enderezad calzada en la soledad a nuestro Dios (¿a quién le estaba preparando el camino, calzada, un camino, una carretera? A nuestro Dios) enderezad calzada en la soledad a nuestro Dios.

Todo valle sea alzado, y bájese todo monte y collado; y lo torcido se enderece, y lo áspero se allane.

Y se manifestará la gloria de Jehová, y toda carne juntamente la verá; porque la boca de Jehová ha hablado.”

Luego, si continuamos leyendo en el mismo capítulo 40, verso 9, dice:

Súbete sobre un monte alto, anunciadora de Sion; levanta fuertemente tu voz, anunciadora de Jerusalén; levántala, no temas; dí a las ciudades de Judá: ¡Ved aquí al Dios vuestro!

He aquí que Jehová el Señor vendrá con poder, y su brazo señoreará; he aquí que su recompensa viene con él, y su paga delante de su rostro.”

¿Quién vendría? El Señor, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios del Pueblo hebreo.

Y ahora, vean ustedes a Isaías, capítulo 7, verso 14, lo que nos dice:

Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel.”

¿Y qué significa Emanuel? Dios con nosotros. En Jesús estaba Dios hecho carne en toda Su plenitud, era la Divinidad en carne humana.

Ahora, podemos ver este misterio tan grande de Jesús de Nazaret, que no era cualquier persona, era nada menos que la Casa, el Templo, donde Dios estaba manifestado en toda Su plenitud; el Templo humano, la Casa humana.

Por eso San Pablo hablándole a Timoteo, le escribe en Primera de Timoteo, capítulo 3, palabras muy maravillosas acerca de Jesús. Y dice en el capítulo 3, verso 16:

E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad:

Dios fue manifestado en carne,

Justificado en el Espíritu,

Visto de los ángeles,

Predicado a los gentiles,

Creído en el mundo,

Recibido arriba en gloria.”

¿Y de quién está hablando aquí? Pues de Jesucristo. Y dice: “Dios fue manifestado en carne.” Era la manifestación de Dios en carne. En Palabras más claras: así como usted y yo estamos manifestados en carne, en un cuerpo de carne, Dios estaba manifestado en un cuerpo de carne llamado Jesús; era el Angel de Jehová, el Angel del Pacto, en un cuerpo de carne. Esa es la semejanza humana y visible de Dios: Jesús.

Por eso en Hebreos, capítulo 1, San Pablo, dice (verso 1 al 7):

Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas,

en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo.”

Por medio del Hijo hizo el universo. Y Jesucristo antes de estar en el cuerpo de carne, ¿cómo estaba? En Su cuerpo teofánico; y por medio de ese cuerpo teofánico, que en la sexta dimensión, la dimensión de la teofanía, ése es el Hijo de Dios en esa dimensión; y luego cuando se hace carne es el Hijo de Dios en carne humana.

Y ahora, veamos, dice:

En estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo (¿quién es el Heredero de todo? Jesucristo, el Hijo de Dios, el Angel del Pacto, el Angel de Jehová, que se hizo carne y habitó en medio de la raza humana; porque ése es el mismo Dios, y también El es el que hizo...) y por quien asimismo hizo el universo;

el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia (¿ven? La imagen misma de la sustancia de Dios es Jesucristo, Jesucristo en Su cuerpo teofánico y luego Jesucristo en Su cuerpo de carne, el cual nació en Belén de Judea)... y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas.”

Vean, Cristo llevó a cabo, efectuó la purificación de nuestros pecados por medio de Sí mismo; por medio de Su propio cuerpo, Cristo realizó la purificación de nuestros pecados.

Y ahora, Cristo tomó nuestros pecados, se hizo mortal; y por cuanto la paga del pecado es muerte, tuvo que morir en la Cruz del Calvario; y aunque fue algo triste lo que sucedió, y fue la muerte más cruel la que le tocó a Jesús, sin esa muerte nosotros no estaríamos aquí.

Cristo dijo en San Juan, capítulo 12, verso 24:

Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto.”

¿El fruto del grano de trigo qué es? Más granos de trigo. El fruto de Jesucristo, el Grano de Trigo, siendo Jesucristo el Hijo de Dios, pues son más hijos e hijas de Dios.

Y ahora, Cristo está creando una Nueva Raza con Vida Eterna, porque la raza que comenzó con Adán cayó. “Por cuanto todos pecaron, todos están destituidos de la Gloria de Dios.” [Romanos 3:23 —Editor]. Y por consiguiente perdieron el derecho a la Vida Eterna, perdieron el derecho a recibir un cuerpo teofánico de la sexta dimensión, y perdieron el derecho a recibir un cuerpo eterno en esta dimensión; por eso nacemos por medio de nuestros padres terrenales, obtenemos un cuerpo mortal, corruptible y temporal, y obtenemos un espíritu del mundo, que inclina al ser humano hacia el mal.

Y por eso es que Cristo dijo a Nicodemo: “De cierto, de cierto te digo, que el que no nazca de nuevo, no puede ver el Reino de Dios.” Nicodemo pensó en un nacimiento a través de su madre, pensó que así sería el nuevo nacimiento, y pregunta: “¿Y cómo puede hacerse esto? ¿Puede acaso el hombre ya siendo viejo entrar en el vientre de su madre, y nacer de nuevo?” Jesús le dice: “De cierto, de cierto te digo, que el que no nazca del Agua y del Espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios.”

Y ahora, lo más importante para el ser humano es la salvación de su alma, para lo cual necesita el ser humano nacer del Agua y del Espíritu, para poder entrar al Reino de Dios, y así la persona tener Vida Eterna, ser restaurado a la Vida Eterna; restauración que comienza con una restauración interior, obteniendo Vida Eterna, al recibir a Cristo como su Salvador, lavar sus pecados en la Sangre de Cristo, ser bautizado en Su Nombre y recibir el Don del Espíritu Santo, y así la persona ha nacido de nuevo, y entonces la persona ha obtenido un cuerpo teofánico de la sexta dimensión, igual al cuerpo teofánico de Jesucristo, y ya tiene Vida Eterna, ya ha sido restaurado a la Vida Eterna.

Si físicamente muere la persona, no tiene ningún problema, sigue viviendo, va al Paraíso a vivir (que es la sexta dimensión), y permanecerá allí viviendo con los demás que están allí; y cuando Cristo termine Su Obra de Intercesión en el Cielo, lo cual será cuando entre hasta el último de los escogidos de Dios al Cuerpo Místico de Cristo, entonces Cristo se levantará del Trono del Padre, tomará el Título de Propiedad, que es el Libro de los Siete Sellos de Apocalipsis, capítulo 5, lo abre en el Cielo, y reclama a todos los que El ha redimido con Su Sangre Preciosa, resucitará a los muertos en Cristo (y los resucitará en un cuerpo eterno, inmortal y glorificado), y luego nosotros los que vivimos, cuando los veamos a ellos resucitados, Cristo nos transformará, y así nos dará un cuerpo eterno, inmortal, incorruptible, y glorificado, igual al cuerpo de nuestro amado Señor Jesucristo; y así seremos perfectos físicamente también, así tendremos Vida Eterna física, como también tenemos Vida Eterna espiritual, que es Vida Eterna en el cuerpo teofánico de la sexta dimensión.

Así como obtenemos Vida Eterna en la sexta dimensión, que es la dimensión del Paraíso, tendremos Vida Eterna física en esta dimensión, y tendremos un cuerpo inter-dimensional, que no estará sujeto solamente a esta dimensión, sino que podrá ir a otras dimensiones; como nuestro Señor Jesucristo cuando murió, resucitó y ascendió al Cielo; y no necesitó ir a un aeropuerto, pues en aquellos días tampoco los hubo, pero no necesitó buscar un avión, para ir a la Casa de nuestro Padre Celestial; sino que ascendió al Cielo, porque Su cuerpo siendo un cuerpo perfecto y glorificado, podía ir a la Casa de nuestro Padre Celestial, que es la séptima dimensión; por eso ascendió al Cielo.

Y cuando nosotros tengamos el nuevo cuerpo, será igual al de nuestro amado Señor Jesucristo, y seremos a imagen y semejanza de nuestro amado Señor Jesucristo. A imagen, cuerpo teofánico; semejanza, cuerpo físico y glorificado.

Ahora, podemos ver que ése es el Programa de Cristo, el Programa de Salvación, para todos los que claman a El: “Señor, sálvame, que perezco.” Si la persona no llega a clamar a Cristo por salvación, para que Cristo lo salve, aunque ya El realizó esa Obra de salvación; pero hasta que la persona clama a Cristo y Lo recibe como Su Salvador se materializa en la persona la salvación. Y si la persona no Lo recibe como Su salvador, no cree en Cristo como Su Salvador, su destino será terrible.

Vean, esta es una realidad que todo ser humano necesita conocer, para que sepa qué hacer los días que le toca vivir en este planeta Tierra. En San Juan, capítulo 3, verso 13 en adelante, dice:

Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo.

Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado.”

¿Para qué Moisés levantó la serpiente allá en el desierto cuando el pueblo hebreo, iba guiado por Dios a través del Profeta Moisés rumbo a la tierra prometida? Fue a causa de que el pueblo hebreo por ser un pueblo rebelde, tuvo graves problemas delante de Dios, y serpientes venenosas mordían, o picaban, mordían, a las personas del pueblo hebreo, y eso significaba la muerte para las personas. Y entonces Dios le dijo al Profeta Moisés: “Prepara una serpiente de bronce y levántala en una vara, en un asta, y toda persona que sea mordida por serpientes venenosas, mire hacia esa serpiente y vivirá”; pero el que no miraba esa serpiente, pues se moría.

¿Y cuál era el misterio con esa serpiente de bronce, que al mirarla se anulaba el veneno, y el efecto del veneno, de aquellas serpientes venenosas? Es que la serpiente de bronce representaba el juicio divino o el pecado ya juzgado; el pecado ya juzgado, pues el juicio divino había caído ya, y ya había sido juzgado el pecado de toda persona que miraba a esa serpiente de bronce; y el que no lo hacía, entonces tenía que pagar por su pecado, y la paga del pecado es ¿qué? La muerte.

Y ahora, con una mirada de fe a esa serpiente de bronce, la persona evitaba morir. Es un misterio que una serpiente de bronce, al mirarla una persona que ha sido mordida por serpientes venenosas, quede libre del efecto del veneno, y la muerte no pueda matar a la persona; es que aquella serpiente de bronce representa a Jesucristo nuestro Salvador. Por eso es que Cristo dice: “Como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado.”

Y ahora, nuestros pecados fueron juzgados en Cristo, Cristo tomó nuestros pecados, y el juicio divino vino sobre Jesucristo, la muerte vino sobre Jesucristo, murió físicamente por causa de nuestros pecados, se hizo mortal y tuvo que ir al infierno también, en Su cuerpo teofánico, cuerpo angelical; y le predicó a las almas encarceladas que estaban allá en el infierno, las cuales fueron desobedientes en el tiempo de Noé, cuando él preparaba el arca en donde se salvaron 8 personas conforme a como dice la Escritura; eso está en San Pedro. San Pedro es el que habla en su Primera carta, capítulo 3, verso 18 en adelante:

Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu.”

O sea, que Cristo murió físicamente, por lo tanto fue Dios en Su cuerpo físico el que murió; pero en Su espíritu El no murió, o sea, en Su cuerpo teofánico El no murió, en Su cuerpo teofánico El fue al infierno y predicó a las almas que estaban allí encarceladas. Dice:

...Siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu;

en el cual también fue y predicó a los espíritus encarcelados,

los que en otro tiempo desobedecieron, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, mientras se preparaba el arca, en la cual pocas personas, es decir, ocho, fueron salvadas por agua.”

Cristo al morir tuvo que descender al infierno, porque ése es el lugar donde tiene que ir todo pecador, porque la paga del pecado es muerte, y al morir la persona luego tiene que ir en espíritu; cuando se dice “ir en espíritu,” eso es ir en el cuerpo espiritual.

Y hay cuerpo espiritual de la quinta dimensión, que es el cuerpo espiritual que la persona recibe cuando nace en esta Tierra y se le llama espíritu; y hay cuerpo espiritual de la sexta dimensión, la sexta dimensión es el Paraíso, ése es el cuerpo teofánico de la sexta dimensión, cuerpo en los cuales están los ángeles de Dios también, ésa es la clase de cuerpo que tienen los ángeles, y ésa es la clase de cuerpo espiritual que tenía Jesús antes de venir en carne humana.

Y ahora, Cristo al morir en la carne, físicamente, en la Cruz del Calvario, en Su cuerpo espiritual, Su cuerpo teofánico, bajó al infierno; porque toda persona, que muere siendo pecador tiene que ir al infierno. El infierno viene a ser una cárcel en donde la persona permanece, hasta que sea sacado de esa cárcel, para ser juzgado por Dios en el Trono Blanco del Juicio, el Trono Blanco de Jesucristo, el Trono de Juicio, lo cual ocurrirá después del Reino Milenial.

Ahora, Cristo estando allá, predicó a las almas encarceladas allí, y Cristo luego en Apocalipsis, dice que tiene las llaves del infierno y de la muerte; o sea, que allí tuvo una lucha y El despojó los principados, y tomó las llaves del infierno y de la muerte, y resucitó; y trajo en la resurrección a los santos del Antiguo Testamento, que estaban en el Seno de Abraham, los cuales habían creído en Cristo en el Antiguo Testamento.

Y ahora, ¿cómo se podía creer en Cristo en el Antiguo Testamento? En las cosas que tipificaban a Cristo, al creer en ellas se estaba creyendo en Cristo en tipos y figuras, en el tipo y figura. Las personas que miraron la serpiente de bronce levantada en el tiempo de Moisés, vean ustedes, y habían sido mordidas por serpientes venenosas, ¿qué sucedió con ellos? El veneno de esas serpientes quedó nulo, y por lo tanto la muerte no vino a esas personas, fue una mirada de fe; porque estaban mirando a Cristo tipificado en esa serpiente de bronce.

Y así todos también, los que llevaron a cabo los sacrificios de animalitos por sus pecados, y la sangre de esos animalitos cubrió sus pecados, porque la sangre de los animalitos no podía quitar el pecado, porque era sangre animal, y la vida del animal no podía regresar al creyente.

Y ahora, la sangre de aquellos animalitos solamente cubría el pecado de las personas, en lo que llegaba un sacrificio perfecto, en lo que llegaba lo que aquellos animalitos representaban; porque todos aquellos animalitos que eran sacrificados por el pecado, representaban a Jesucristo, el Cordero de Dios, el cual quitaría el pecado del mundo. Cristo no cubre el pecado de las personas, sino que lo quita.

Ahora, en el Antiguo Testamento, todos los que ofrecieron sacrificios por sus pecados a Dios, estaban llevando a cabo el tipo y figura de Cristo; por lo tanto cuando Cristo murió en la Cruz del Calvario y Su Sangre fue derramada, los pecados de aquellas personas que estaban cubiertos con la sangre de los animalitos que ellos habían sacrificado, quedaron quitados de las personas por la Sangre de Jesucristo; y entonces podían ser resucitados. Y cuando Cristo resucitó, resucitaron con Cristo los santos del Antiguo Testamento, y aparecieron a muchos en la ciudad de Jerusalén. Dice San Mateo, capítulo 27, versos 51 en adelante, dice —vamos a verificar aquí—... capítulo 27, verso 51 en adelante de San Mato, dice:

Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló, y las rocas se partieron;

y se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron;

y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de él (o sea, después de la resurrección de Cristo), vinieron a la santa ciudad, y aparecieron a muchos.”

Y también Jesucristo, cuando resucitó apareció a los creyentes en El; y estuvo con ellos apareciéndole en diferentes ocasiones unos 40 días, y hablándoles del Reino de Dios y también haciendo muchas señales, pero ya en medio de Sus discípulos; ya no era un ministerio público, como lo había tenido antes de Su muerte.

Y ahora, Cristo resucitado con un cuerpo glorificado, miren ustedes, aún con las puertas cerradas los discípulos, entró donde ellos estaban y ellos pensaban que era un espíritu, y estaban muertos de miedo, porque pensaban que era un espíritu, y no podían creer que era Jesús, pero Jesús les dijo: “Soy Yo; miren, el espíritu no tiene carne ni huesos como yo tengo.” Y después les dice: “¿Tienen algo de comer?.” Le dan un pedazo de pescado y un panal de miel, y come delante de ellos; porque el espíritu tampoco puede comer, porque no tiene carne ni huesos, es un cuerpo de otra dimensión.

Y ahora, al ellos ver que Cristo puede comer, se dan cuenta que ha resucitado y está en Su cuerpo glorificado. No lo podían conocer en diferentes ocasiones, aunque estaba con ellos, porque estando en el cuerpo glorificado, las personas no podían ver que era el mismo Jesucristo. Siempre hay un cambio cuando el cuerpo es glorificado.

Para los creyentes de edades pasadas, creyentes en Cristo nacidos de nuevo que han muerto físicamente desde el día de Pentecostés hacia acá, los cuales tienen la promesa de Cristo en el capítulo 6, verso 39 en adelante de San Juan, donde él dice... vamos a ver, capítulo 6, verso 40 para... ustedes pueden leer el resto del capítulo. Dice:

Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.”

Para el Día Postrero Cristo ha prometido la resurrección de todos los creyentes en El que han partido, y para los que vivimos y permanezcamos vivos hasta que los muertos en Cristo resuciten, los veremos y seremos transformados. Ellos resucitarán en cuerpos glorificados y nosotros seremos transformados y entonces tendremos un cuerpo glorificado.

Hay tres clases de cuerpos: cuerpo teofánico de otra dimensión; hay cuerpo de carne, el cual nosotros conocemos; y hay cuerpo glorificado. La clase de cuerpo más importante, del nivel más alto, es el cuerpo glorificado; ésa es la clase de cuerpo que tiene nuestro amado Señor Jesucristo.

El resucitó cuerpo glorificado; los muertos en Cristo cuando resuciten, resucitarán en cuerpo glorificado; nosotros cuando seamos transformados tendremos cuerpo glorificado. Esa clase de cuerpo no tiene limitaciones, con esa clase de cuerpo es que podremos ir a la Casa de nuestro Padre Celestial, a la séptima dimensión, la dimensión de Dios, para la Cena de las Bodas del Cordero; con otra clase de cuerpo, con un cuerpo de carne no podremos ir allá.

Y ahora, todo esto está incluido en el Programa de salvación de Jesucristo.

Y ahora, en el cuerpo glorificado todos los que fueron ancianitos, cuando resuciten en el cuerpo glorificado, serán jovencitos, representarán de 18 a 21 años.

Y ahora, si un abuelito o una abuelita de ustedes, creyente en Cristo partió, cuando resucite y le aparezca un jovencito o una jovencita, y le diga:

—“Mi nieto o mi nieta, me alegro mucho verte de nuevo.”

—Y usted le diga: “Pero, ¿qué es esto de “mi nieto,”? Si tú eres más joven que yo.”

—“Sí, mi nietecito o mi nietecita, pero es que en el otro cuerpo yo era una ancianita o un ancianito, pero en el cuerpo glorificado todos somos jovencitos.”

Y el nietecito o la nietecita, si es un creyente será transformado y tendrá también un cuerpo glorificado, eterno y jovencito para toda la eternidad. Por lo tanto el abuelito o la abuelita le podrá decir:

—“Hijo o nietecito, tú también vas a tener un cuerpo glorificado, un cuerpo jovencito, como el cuerpo mío.”

Porque todos tendremos un cuerpo glorificado y jovencito como el cuerpo de nuestro amado Señor Jesucristo. Los adultos que partieron también resucitarán en cuerpos glorificados jovencitos; los jóvenes que murieron siendo jóvenes, también serán resucitados en cuerpos glorificados jovencitos —si eran creyentes—; y los niños que partieron serán resucitados en cuerpos jovencitos y glorificados, cuerpos que representarán de 18 a 21 años de edad; o sea, cuerpos en la flor de la juventud para toda la eternidad.

Y nosotros los que vivimos cuando los veamos resucitados seremos transformados; y nuestros ancianos, si son creyentes serán transformados, y tendrán entonces un cuerpo glorificado y jovencito para toda la eternidad; y los adultos también serán transformados y tendrán un cuerpo glorificado, jovencito para toda la eternidad; y los jóvenes serán transformados y tendrán un cuerpo glorificado como el de Jesucristo, jovencito para toda la eternidad; y los niños serán transformados y serán también personas con cuerpos glorificados, un cuerpo jovencito para toda la eternidad; y así todos seremos a imagen y semejanza de nuestro amado Señor Jesucristo, iguales a El, y Le veremos como El es, Lo veremos en y con Su cuerpo glorificado, porque también nosotros tendremos un cuerpo glorificado.

Así como para vernos nosotros aquí, hemos tenido que tener un cuerpo físico, para vernos nosotros todos aquí; tener un cuerpo de carne, ha sido una necesidad para nosotros, para así pasar por esta etapa en donde podemos clamar a Cristo: “Señor, sálvame, sálvame que perezco.” Y solamente Uno le puede salvar a usted y a mí: ése es Jesucristo nuestro Salvador.

Y ahora, continuamos con San Juan, capítulo 3, nos habíamos quedado donde dice:

Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado.”

Vean, les dije que todas las personas que eran mordidas por serpientes venenosas, miraban a esa serpiente de bronce con una mirada de fe, creyendo, y entonces el pecado de ellos desaparecía, ¿por qué? Porque el pecado de ellos estaba juzgado ya en la serpiente de bronce; fue transferido a esa serpiente de bronce, para las personas que al mirar con una mirada de fe, creían de todo corazón y entonces su pecado desaparecía, y entonces el veneno de la serpiente se hacía nulo en la persona, tenían que mirar arrepentidos por haber pecado ante Dios.

Y ahora, ¿qué tiene esto que ver con nosotros? Pues Cristo aquí lo menciona. Dice:

...para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.”

Para eso fue necesario que el Hijo del Hombre fuese levantado en la Cruz del Calvario: para que todo aquel que en El cree, para que todo aquel que lo mira con una mirada de fe, el Cristo crucificado en la Cruz del Calvario, no se pierda, más tenga Vida Eterna, porque lo mira con una mirada de fe, arrepentido de sus pecados, pidiéndole a Cristo el perdón de sus pecados, y pidiéndole a Cristo que lo salve, y entonces el veneno del pecado que la serpiente antigua, allá en el Huerto del Edén, introdujo en medio de la raza humana sea anulado, es anulado, porque entonces es transferido a Cristo.

Cristo fue juzgado por nuestros pecados, El llevó nuestros pecados, y se materializa en nuestras vidas cuando Lo hemos recibido como nuestro Salvador; y así el veneno del pecado queda anulado y no puede matar nuestra alma, que es lo más importante que nosotros tenemos.

Lo más importante del ser humano no es el cuerpo, lo más importante del ser humano es el alma de la persona; la persona es alma viviente, es alma, espíritu y cuerpo. El espíritu es un cuerpo de otra dimensión, y el cuerpo físico es un cuerpo de esta dimensión; pero el alma es lo que en realidad es la persona.

Por eso es que Cristo dijo en San Mateo 16, versos 26 en adelante: “¿De qué le vale al hombre si ganare todo el mundo y pierde su alma?.”

¿De qué le habrá servido vivir a una persona aquí en la Tierra y no haber recibido a Cristo como Su Salvador? Vivió una vida sin esperanza, porque no tuvo fe en Jesucristo, el Hijo de Dios, levantado en la Cruz del Calvario, como Moisés levantó la serpiente en el desierto; por lo tanto los pecados de esa persona, no fueron quitados de la persona, teniendo la oportunidad de que fuesen quitados, no aprovechó esa oportunidad que tuvo aquí en la Tierra; por lo tanto la persona fue muy mezquina con su propia alma, se conformó con tener una vida de 50, 75 ó 100 años, ó —digamos— hasta 125 años, aquí en la Tierra en estos cuerpos mortales, lo cual es temporal; en vez de dar una mirada de fe a Jesucristo, al Hijo del Hombre, levantado en la Cruz del Calvario, como Moisés levantó la serpiente en el desierto, para anular el veneno de las serpientes que los mordían allá en el desierto.

Para el ser humano mirar a Cristo y anular el veneno del pecado, que introdujo la serpiente antigua, el diablo, satanás, a través de la serpiente, el animal-serpiente que es el eslabón perdido que la ciencia está buscando, porque la serpiente antes de ser maldecida por Dios no era un reptil, se convirtió en reptil por causa de la maldición. Pero antes la serpiente hablaba, razonaba, era la más astuta de todos los animales, era un animal; pero era el eslabón perdido que está entre el chimpancé y el ser humano, era el eslabón entre el animal y el ser humano, era una raza animal.

La diferencia entre la serpiente y el ser humano, es que la serpiente tenía cuerpo y espíritu, pero no tenía alma; pero tenía un lugar para el alma, pero no tenía alma, y en ese lugar fue que el diablo se metió, y entonces vino a ser la primera encarnación del diablo; pero se encarnó en un animal, la serpiente antigua por medio de la cual engañó a Eva.

Por eso la ciencia en sus excavaciones descubre cuerpos, los cuales dice que tienen millones de años y dicen que son cuerpos de personas, de seres humanos, y dicen que así era el ser humano millones de años atrás; pero lo que está desenterrando son cuerpos de la raza de la serpiente que era muy parecida al ser humano, a la raza humana; lo único, que era una raza en donde podían obtener una altura mucho mayor que la del ser humano, podían obtener una altura que llegaba del piso al techo, o sea, que esos son unos cuatro metros, o más, de altura; pero también desentierran cuerpos pequeños. ¿Pero acaso no hay cuerpos grandes y pequeños en la raza humana también? Hay cuerpos altos y hay cuerpos pequeñitos; si toman el cuerpo de un bebe recién nacido es un cuerpo pequeñito; por lo tanto todos esos cuerpos que descubren y dicen que tienen millones de años, pertenecen a esa raza de la serpiente.

Ahora, podemos ver que es un misterio el de la serpiente que engañó a Eva, en donde el diablo estuvo manifestado, usando ese animal de la raza de la serpiente. Cuando se dice “la serpiente, la raza de la serpiente,” pues se incluye el animal masculino y el femenino. Como también cuando se dice “la raza humana,” se incluye al varón y a la mujer.

Y ahora, podemos ver que todo esto fue un misterio allá, en donde el diablo usando la serpiente trajo el pecado a la raza humana, y así fue como la raza humana recibió la mordida venenosa del diablo, satanás, la serpiente antigua; y para anular el veneno de esa mordida de la serpiente antigua, solamente hay una cosa: así como Moisés levantó la serpiente en el desierto, para que todo aquel que miraba a la serpiente de bronce allá levantada y había sido mordido por serpientes venenosas, no muriera; era una mirada de fe la que daban arrepentidos de sus pecados.

Y una mirada de fe damos a Cristo levantado en la Cruz del Calvario y quedan perdonados nuestros pecados, y queda anulado el veneno del pecado; por lo tanto no tenemos que morir, Cristo dijo: “El que en mí cree tiene Vida Eterna, y no vendrá a condenación, más pasó de muerte a vida.” San Juan, capítulo 5, verso 24. Vamos a leerlo bien como... para que lo tengan claro, dice:

De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida.”

Y ahora, continuemos acá, en San Juan, capítulo 3, dice:

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.”

Si no se pierde, pues tiene Vida Eterna; si no cree, entonces se pierde y no tiene Vida Eterna, será echado en el lago de fuego, y vivirá ahí atormentado por una cantidad de tiempo, hasta que desaparezca de su existencia. Cristo dijo: “No teman a los que pueden matar el cuerpo y después no pueden hacer nada más (no pueden matar el espíritu), temed Aquel que puede matar el cuerpo y también el espíritu, o el alma en el infierno o lago de fuego.”

Ahora, sigue diciendo:

Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.

El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.”

Ahora, vean ustedes que es un asunto de creer o no creer. No creer significa que la persona está condenada. “Por cuantos todos pecaron, todos están destituidos de la Gloria de Dios.” Dice San Pablo en Romanos, capítulo 3, verso 23; y también nos dice que la paga del pecado es muerte; por lo tanto el alma de todo ser humano está condenada a la muerte.

La única forma de salir de esa condenación es una mirada al Hijo del Hombre, a Jesucristo, en la Cruz del Calvario, para pedirle: “Señor, sálvame, que perezco.” Y así El salva nuestra alma, nos da Vida Eterna, quita nuestros pecados y se materializa en nuestra vida la Obra de Redención que El llevó a cabo en la Cruz del Calvario. Es una Obra ya consumada, realizada, en la Cruz del Calvario, la cual se materializa en la persona al mirar a Cristo para pedirle que lo salve. Una mirada de fe a Cristo es la única forma de escape para la persona.

“¡Sálvame Señor que perezco!.” Eso es lo que sucede cuando la persona recibe a Cristo como Su Salvador arrepentido de sus pecados, y lava sus pecados en la Sangre de Cristo, y es bautizado en Su Nombre, y recibe el Don del Espíritu Santo. Ha sido perdonado, ha sido lavado con la Sangre de Cristo, se ha materializado en la persona ese Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario, y la persona recibe el Espíritu Santo y obtiene el nuevo nacimiento, y ahora pertenece a una Nueva Creación, a una Nueva Raza.

Y ahora, ha sido cambiado de la raza que comenzó con Adán, la cual está condenada. “Por cuanto todos pecaron, todos están destituidos de la Gloria de Dios.” Y ahora, al nacer de nuevo ha nacido en una Nueva Raza, de la cual Jesucristo es el Primero; por eso El es el Segundo Adán.

Y ahora, pertenecemos a una Nueva Raza, a la Nueva Raza del Segundo Adán con Vida Eterna, la cual comienza con el nuevo nacimiento; ya ahí tenemos Vida Eterna, hemos sido perdonados y hemos pasado de muerte a vida. Cristo es el principio de la Creación de Dios (Apocalipsis 3, verso 14), de esa Nueva Creación con Vida Eterna, para que todos seamos a Su imagen y a Su semejanza.

Ahora, podemos ver que aquellas palabras de los discípulos que iban en la barca: “Señor, sálvanos,” tienen un significado para nosotros como individuos. Son esas palabras el clamor de nuestra alma, pidiendo la salvación de nuestra alma a Cristo, el único que nos puede salvar, y nos puede dar Vida Eterna, y nos dará un nuevo cuerpo espiritual, el cual recibimos en el nuevo nacimiento, un cuerpo teofánico angelical, y nos dará un cuerpo físico, eterno, inmortal, incorruptible y glorificado, y así todos seremos a Su imagen (cuerpo teofánico) y a Su semejanza (cuerpo físico glorificado); y así todos seremos iguales a nuestro amado Señor Jesucristo, iguales al Segundo Adán.

Es una Nueva Raza lo que Cristo está creando, Cristo se está reproduciendo, el Grano de Trigo que cayó en Tierra, se está reproduciendo en muchos granos de trigo, en muchos hijos e hijas de Dios, ésos son los que componen la Iglesia del Señor Jesucristo.

En otra ocasión hablaremos de este tema: “SEÑOR, SALVANOS,” aplicándolo a la Iglesia del Señor Jesucristo como Cuerpo Místico de creyentes. En esta noche ha tenido una aplicación para nosotros como individuos. Y es muy importante para nosotros nuestra salvación, la cual solamente Cristo puede darla a nosotros.

Ahora, podemos ver la importancia de recibir la salvación: “El que en El cree no es condenado; el que no cree ya ha sido condenado.” Por lo tanto el clamor de toda persona que quiere vivir eternamente es: “¡Señor, salvame!,” ése ha sido nuestro clamor desde lo profundo de nuestra alma.

Permanezca sirviendo a Cristo todos los días de su vida, porque El ha respondido a su clamor de salvación.

Que las bendiciones de Jesucristo, el Angel del Pacto, sean sobre todos ustedes y sobre mí también, y siga Cristo escuchando el clamor del alma de todos los que tienen sus nombres escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero; y siga Cristo salvando, siga Cristo materializando la salvación que El ganó en la Cruz del Calvario, la siga materializando en todos los que faltan por venir al Cuerpo Místico de Cristo, para completar el Cuerpo Místico de Cristo. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén y amén.

Ha sido para mí una bendición grande estar con ustedes en esta noche, dándoles testimonio de lo más importante para nuestra vida: nuestra salvación, la salvación del alma; por lo cual hemos clamado: “SEÑOR, SALVANOS”; y El ha respondido a nuestra petición, a nuestro clamor.

Les agradezco vuestra atención en esta noche, y que Jesucristo les continúe bendiciendo grandemente, a todos ustedes y a mí también, y siga Cristo llamando los que faltan para completar Su Iglesia en este tiempo final.

Ya vamos a pasar al joven José Benjamín Pérez, para colocar el cántico del Hombre que nos transformó, el cual es Jesucristo nuestro Salvador.

Que Dios les bendiga y les guarde a todos, y a los ministros que se encuentran en esta noche aquí, saludos para vuestras congregaciones también.

Que Dios les bendiga y les guarde a todos.

SEÑOR, SALVANOS.”