--- title: 'Reconciliaos hoy con Dios' date: 2008-10-26 activity: 1 place: city: Asunción state: Asunción country: PY duration: 00:00:00 public: false youtube: translations: files: --- Muy buenos dí­as, amables amigos y hermanos presentes, y los que están a través del satélite Amazonas, en Puerto Rico y demás paí­ses; y también los que están a través del satélite o de internet también en diferentes naciones. Es un privilegio y bendición grande estar con ustedes en esta ocasión para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios, del Evangelio de Cristo, que es potencia, poder para salvación, para el judí­o primeramente y también para el griego y todos los demás gentiles. Para esta ocasión leemos en Segunda de Corintios, capí­tulo 5, versos 14 al 21, en donde el apóstol Pablo ungido por el Espí­ritu Santo, nos habla en Palabra del Señor de la siguiente forma: *"Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron;* *y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí­, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.* *De manera que nosotros de aquí­ en adelante a nadie conocemos según la carne; y aun si a Cristo conocimos según la carne, ya no lo conocemos así­.* *De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí­ todas son hechas nuevas.* *Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación;* *que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación.* *Así­ que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios.* *Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él."* **Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.** **"RECONCILIAOS HOY CON DIOS." "LA RECONCILIACIÓN CON DIOS."** Para entender estas palabras del apóstol San Pablo en que nos dice: "Reconciliaos hoy con Dios," tenemos que conocer acerca del programa de redención que fue mostrado en el Antiguo Testamento, el cual era tipo y figura del programa de redención que en el Nuevo Testamento bajo un nuevo Pacto estarí­a disponible, no solamente para los judí­os, sino para todos los seres humanos. Con el pueblo hebreo encontramos el reflejo, el tipo y figura de lo que Dios harí­a en favor de la raza humana, en donde por medio de Cristo, por medio del Mesí­as, Dios reconciliarí­a consigo mismo al mundo; no solamente al pueblo hebreo, sino a toda la humanidad. Y ahora, para obtener los beneficios de ese programa de redención en donde el ser humano es reconciliado con Dios, el cual programa que está disponible para todos los seres humanos, la persona escucha la predicación del Evangelio de Cristo en donde se detallan todas las cosas correspondientes a ese programa de redención. En el Antiguo Testamento el pueblo hebreo tení­a un templo en donde se efectuaban los sacrificios, y vean, por la paz se ofrecí­an sacrificios, porque la paz la da Dios, y por consiguiente se requiere pedir a Dios la paz. Y ahora, para la reconciliación en medio del pueblo hebreo, reconciliación con Dios, para vivir un año más, porque cada año tení­an que efectuar el sacrificio de expiación el dí­a diez del mes séptimo de cada año, conforme a Leví­tico, capí­tulo 23, versos 26 al 29; y en ese dí­a se sacrificaba un macho cabrí­o destinado a Dios por el pecado del pueblo; y luego que se efectuaba ese sacrificio y el sumo sacerdote entraba al lugar santí­simo con la sangre de ese sacrificio, y esparcí­a con su dedo sobre el propiciatorio siete veces... el propiciatorio era la tapa del arca del pacto, era de oro y tení­a dos querubines de oro, uno a cada lado, y en medio de los dos querubines estaba la presencia de Dios en la Columna de Fuego o nube que acompañaba al pueblo hebreo en su trayectoria, desde Egipto hasta la tierra prometida. Y ahora, moraba en el lugar santí­simo, tanto del tabernáculo que construyó Moisés, como del templo que construyó el rey Salomón; era la Casa de Dios terrenal que representaba el Templo celestial, el lugar celestial donde mora Dios. Todo lo que estaba en el tabernáculo, como también en el templo que construyó el rey Salomón, era tipo y figura de las cosas celestiales; por consiguiente, dice San Pablo en el capí­tulo 9 de Hebreos, que las cosas celestiales mismas con mejores sacrificios tení­an que ser purificadas, y el sacrificio mejor es el Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario por medio del cual somos reconciliados con Dios, porque la Sangre de Cristo nos limpia de todo pecado y así­ quedamos justificados ante Dios; y por medio de ese Sacrificio de Cristo se ha llevado a cabo la redención del ser humano. Pero ahora, por cuanto el ser humano tiene libre albedrí­o, tiene que el ser humano acercarse a Dios por medio de Cristo, pues Cristo dijo: "Yo soy el camino, la verdad y la Vida; y nadie viene al Padre, sino por mí­." (San Juan, capí­tulo 14, verso 6). Y ahora, para el ser humano acercarse a Dios y ser reconciliado con Dios, necesita a Cristo, que es el Sumo Sacerdote del Templo celestial, el cual intercede con Su propia Sangre ante el Padre, intercede por toda persona que lo recibe como su único y suficiente Salvador. Por eso la Escritura dice: "Si alguno ha pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo." \[Primera de Juan 2:1\]. Él es nuestro Abogado ante Dios, ante el Padre celestial. Cuando una persona es acusada de algún delito y lo llevan a la corte, necesita un abogado. Y toda persona, por cuanto en Adán todos pecaron, dice que por esa causa "todos fueron destituidos de la gloria de Dios." (Romanos, capí­tulo 3, verso 23). Por cuanto en Adán todos pecaron. ¿Y cómo puede ser que en Adán todos hayan pecado? Por ejemplo: una semilla que esté con una plaga, si usted la siembra, luego la planta y luego el fruto que ha de tener, también viene con esa plaga, y así­ también sucede con el ser humano. Por cuanto Adán y Eva pecaron, entró la muerte a la raza humana, y todos han sido constituidos pecadores en Adán, el padre de la raza humana, la cabeza de la raza humana. Por esa causa es que el ser humano ahora, de Adán hacia acá: nace, vive una temporada de tiempo, se va poniendo viejo y se muere de viejo, o antes de eso se puede morir también por algún accidente, o por alguna enfermedad, o algún otro problema. Es que la muerte entró al ser humano a causa del pecado, "porque la paga del pecado es muerte," dice San Pablo en Romanos, capí­tulo 6, verso 23. Pero también dice: "Mas la dádiva de Dios es Vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro." Y ahora, siendo que el ser humano al nacer en esta Tierra nace como descendiente de Adán y Eva, nacen como mortales, porque traen la plaga del pecado y la consecuencia del pecado que es la muerte; ya viene programado así­ su cuerpo fí­sico para nacer, ponerse viejo y morir. Pero gracias a Dios que hemos llegado, porque la solución la tenemos aquí­ en la Tierra mientras estamos viviendo en estos cuerpos mortales, para lo cual Cristo murió en la Cruz del Calvario como el segundo Adán, el postrer Adán, el cual no era mortal. Cristo dijo: "Nadie me quita la vida, yo la pongo por mí­ mismo para volverla a tomar." (San Juan, capí­tulo 10, versos 14 al 18). Él pondrí­a Su vida voluntariamente por las ovejas que el Padre le dio para que las buscara y les diera Vida eterna; vino a salvar, a redimir las ovejas que el Padre le dio. Esas almas de Dios que estaban en Dios eternamente, escritas en el Cielo en el Libro de la Vida del Cordero. Y ahora, Jesucristo es el segundo Adán, el postrer Adán; y por medio de Cristo ahora el ser humano al escuchar la predicación del Evangelio de salvación, el Evangelio de la redención, el Evangelio de la paz, la paz para el alma, por lo cual los predicadores son benditos, sus pies son hermosos. Dice: "Cuán hermosos son sobre los montes los pies de los que anuncian la paz, de los que traen buenas nuevas." Vamos a leerlo aquí­ para que lo tengan tal y como ha sido dado por San Pablo, el cual lo tomó de Isaí­as, capí­tulo 52, verso 7. Ustedes encontrarán que San Pablo era escritural, él lo que hablaba lo basaba en lo que Dios habí­a hablado por medio de los profetas. El capí­tulo 10, verso 8 en adelante \[Romanos\], dice: *"Mas ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Esta es la palabra de fe que predicamos..."* Vean, el Evangelio es la Palabra de fe que se predica, ¿para qué? Para que nazca la fe de Cristo en el alma de la persona. *"Esta es la palabra de fe que predicamos:* *que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo."* Vean lo simple, lo sencillo que es obtener la salvación, y por consiguiente la Vida eterna, dice: *"...y creyeres en tu corazón."* ¿Por qué en el corazón? Porque la fe está acá en el corazón, por cuanto el alma, el corazón tiene solamente un sentido que es el libre albedrí­o para creer o para dudar, para ser creyente o ser un incrédulo. Y ahora, "si con el corazón (o sea, con el alma), si con el alma crees." *"...si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.* *Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación."* Por eso es que Cristo dijo en San Mateo, capí­tulo 10, verso 32 al 33: *"A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos."* Pero también dice: *"Y a cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también le negaré delante de mi Padre que está en los cielos."* Si el ser humano, si la persona niega a Cristo, lo niega como Salvador, lo rechaza como su Salvador, no lo confiesa como su único y suficiente Salvador, no lo recibe como su Salvador, está ¿qué? Negando a Cristo delante de la gente, y Cristo delante del Padre celestial, ¿qué hace? Lo niega a él. La persona al negar a Cristo no le hace daño a Cristo, pero si Cristo niega a la persona en el Cielo delante del Padre, ahí­ sí­ que la persona es perjudicada: pierde el derecho y la oportunidad a vivir eternamente con Cristo en Su Reino eterno, pierde el derecho a la Vida eterna, y su nombre es borrado del Libro de la Vida. *"Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.* *Pues la Escritura dice: Todo aquel que en él creyere, no será avergonzado.* *Porque no hay diferencia entre judí­o y griego."* Lo mismo es para los judí­os que para los gentiles. De esos dos pueblos: los gentiles y los judí­os, Dios ha hecho un solo pueblo por medio de Cristo, y ese solo pueblo es la Iglesia del Señor Jesucristo, que es el pueblo de Dios del Nuevo Testamento, es la Iglesia de Dios del Nuevo Testamento, así­ como la Iglesia de Dios del Antiguo Testamento era el pueblo hebreo. Por eso el pueblo hebreo estaba bajo el Pacto del Antiguo Testamento. Pero ahora, bajo el nuevo Pacto, están los creyentes en Cristo; para estar dentro del nuevo Pacto la persona escucha el Evangelio de Cristo, nace la fe de Cristo aquí­ en el alma, en el corazón, el corazón representa el alma de la persona, y ahí­ llega la Palabra, sabe la persona que ha llegado ahí­ la Palabra, sabe que Dios le está hablando directamente a su alma; cree, nace espontáneamente la fe ahí­, y dice: "Yo estoy creyendo, yo creo eso," es que nació la fe en su alma: "Yo lo creo, yo lo entiendo." ¿Ve? Nació la fe en el alma de la persona. Y ahora, con el corazón: ya llegó la fe por la Palabra, la revelación, y ahora está creyendo; y luego tiene la oportunidad de dar testimonio público de su fe en Cristo recibiéndole como su único y suficiente Salvador. No se puede detener solamente en decir: "Ya nació la fe de Cristo aquí­, estoy creyendo," tiene que luego confesar públicamente a Cristo como su único y suficiente Salvador, "porque con la boca se confiesa para salvación." *"Si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo,"* serás redimido, obtienes la redención de tu alma, y por consiguiente la Vida eterna, obtienes la liberación del reino de las tinieblas y eres colocado en el Reino de Cristo, el Hijo de Dios. Así­ como Israel recibió la redención allá, en Egipto, en donde estaba como esclavo, fue redimido, fue libertado y llevado a la tierra prometida donde fue establecido en el tiempo de Josué. Ahora, sigue diciendo: *"Porque no hay diferencia entre judí­o y griego, pues el mismo que es Señor de todos, es rico para con todos los que le invocan;* *porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo."* Tan simple como eso. De todas las cosas que en la vida la persona desea y puede obtener, lo más fácil, lo más sencillo es la salvación y Vida eterna. ¿Por qué? Porque es por la fe en Cristo. El trabajo difí­cil lo hizo Cristo, Él hizo la obra de redención, y ahora nosotros por la fe creyendo y confesándolo como nuestro Salvador, obtenemos el beneficio de esta obra de redención: obtenemos el perdón de nuestros pecados, somos limpios con Su Sangre de todo pecado, somos bautizados en agua en Su Nombre, y Él nos bautiza con Su Espí­ritu Santo y Fuego y produce en nosotros el nuevo nacimiento, y así­ nacemos en el Reino de Cristo. Y así­ es como Dios ha estado haciendo de los dos: de los judí­os y de los gentiles, ha estado haciendo un solo pueblo, que es la Iglesia del Señor Jesucristo. Dice San Pablo en Filipenses, capí­tulo 3 (y luego continuamos aquí­ con Romanos), dice algo aquí­ muy interesante lo cual no podemos pasar por alto. Dice estas palabras tan hermosas para que sepamos quiénes somos y qué ha sucedido en nuestras vidas. Vean, dice San Pablo en Filipenses, capí­tulo 3, verso 20 al 21: *"Mas nuestra ciudadaní­a está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo;* *el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra..."* Hay una promesa divina, está en Primera de Tesalonicenses, capí­tulo 4, versos 13 al 17; y también en Primera de Corintios, capí­tulo 15, versos 49 al 58, en donde nos dice que a la final Trompeta será realizada la resurrección de los muertos en Cristo en cuerpos incorruptibles, y luego los que estemos vivos, creyentes en Cristo, seremos transformados; y entonces todos tendremos cuerpos eternos, inmortales, incorruptibles, iguales al cuerpo glorificado de Jesucristo nuestro Salvador, el cual está tan joven como cuando se fue al Cielo, a la Casa del Padre celestial para sentarse en el Trono de Dios, y como Sumo Sacerdote hacer intercesión ante el Padre por toda persona que lo recibe como su único y suficiente Salvador. Y ahora, San Pablo nos dice que nuestra ciudadaní­a está ¿dónde? En los Cielos. Cualquier persona puede decir: "No, mi ciudadaní­a está en el paí­s donde yo nací­." Esa es la ciudadaní­a terrenal de su nacimiento terrenal como descendiente de Adán y Eva a través de sus padres terrenales; pero la ciudadaní­a que usted tiene como creyente en Cristo nacido de nuevo, es del Cielo, porque el nuevo nacimiento no es terrenal, es del Cielo, de la Jerusalén celestial. Y ahora, usted tiene una doble ciudadaní­a: una ciudadaní­a, la del viejo hombre nacido aquí­ en la Tierra a través de sus padres terrenales, y la ciudadaní­a celestial que ha obtenido o que tiene por causa del nuevo nacimiento; uno es ciudadano del paí­s en el cual nació, tiene automáticamente la ciudadaní­a de ese paí­s. Y los creyentes en Cristo nacidos de nuevo han nacido del Cielo de la nueva Jerusalén, por lo tanto, la ciudadaní­a de los creyentes en Cristo nacidos de nuevo es celestial, está en los Cielos, en donde está nuestro amado Señor Jesucristo. Por eso Cristo dijo: "No son del mundo, como tampoco Yo soy del mundo." \[San Juan 15:19\]. Y también dijo: "Salí­ de Dios, y vuelvo a Dios." \[San Juan 16:27\].Y nosotros salimos de Dios y regresamos a Dios. Dice: *"...el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra..."* En estos cuerpos mortales estamos en una condición de humillación, porque siendo hijos e hijas de Dios estamos (vamos a decir) aquí­ en la Tierra como plebeyos, siendo de la realeza celestial y aquí­ en la Tierra estamos como todas las demás personas; pero no se preocupen, el que estemos aquí­ en la Tierra en esta condición no quita lo que somos delante de Dios en el Cielo. La Escritura dice que Cristo nos ha limpiado con Su Sangre, y nos ha hecho para nuestro Dios Reyes y Sacerdotes y reinaremos sobre la Tierra. Por lo tanto, un Rey, una persona de la realeza aunque esté en donde esté, sigue entendiendo que es un prí­ncipe o una princesa, y que llegará el momento en que tendrá su posición correspondiente cuando el Reino de Dios sea establecido en este planeta Tierra; y vamos a tener el cuerpo eterno glorificado como el de Jesucristo, y por consiguiente, cuando nos miremos en el espejo ya no vamos a decir: "Tengo unos problemitas por *aquí­*, ya tengo unos cuántos años y ya se nota la edad por *acá* y por el cabello también." Y después piensa la persona: "Ya me faltan pocos años para dejar la Tierra." Pero cuando estemos en el nuevo cuerpo todos los dí­as que nos veamos en el espejo, nos veremos jovencitos; pasarán cien años y estaremos tan jóvenes como cuando comenzamos en ese cuerpo nuevo; pasará un millón de años y nos miraremos en el espejo y nos veremos tan jóvenes como cuando comenzamos a vivir en ese cuerpo nuevo, porque es un cuerpo eterno glorificado igual al cuerpo glorificado de Jesucristo. Jesucristo está tan joven como cuando subió al Cielo. Y es tan joven y tan maravilloso ese cuerpo, que cuando lo vieron Sus discí­pulos, ya resucitado, ni lo conocí­an; así­ pasará también con nuestros familiares que murieron con una edad avanzada: cuando los volvamos a ver ni los conoceremos, si no entendemos que ellos van a resucitar en un cuerpo nuevo eterno, inmortal, incorruptible y joven, y por consiguiente, en la resurrección todos serán jóvenes. Cuando veamos a San Pedro no vamos a ver un ancianito, cuando veamos a San Pablo tampoco vamos a ver un anciano, vamos a ver unos hombres jóvenes, en el esplendor de la juventud y la belleza divina; y así­ será para mí­ también, ¿y para quién más? Para cada uno de ustedes también, porque no es solamente para mí­, es para ustedes también. Por eso se predica el Evangelio de Cristo para que todos tengan la bendición de recibir la fe de Cristo, nacer la fe de Cristo en su alma, creer y dar testimonio público de su fe en Cristo recibiéndole como su único y suficiente Salvador. Y ahora, continuando aquí­, sigue diciendo: *"...el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí­ mismo todas las cosas."* Él tiene el poder para hacerlo, lo ha prometido y lo va a hacer, y yo lo estoy esperando. Y ahora, continuemos acá con el pasaje que tení­amos de Romanos, capí­tulo 10... aquí­ vamos en este capí­tulo 10 de Romanos, vamos a continuar en el verso 13: *"Porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.* *¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creí­do? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oí­do? ¿Y cómo oirán sin haber quién les predique?* *¿Y cómo predicarán si no fueren enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!"* Y en Isaí­as, que es de donde tomó San Pablo esas palabras, Isaí­as, capí­tulo 52, nos dice el verso 7: *"¡Cuán hermosos son sobre los montes los pies del que trae alegres nuevas, del que anuncia la paz, del que trae nuevas del bien, del que publica salvación, del que dice a Sión: ¡Tu Dios reina!"* Y ahora, "son hermosos sobre los montes los pies de los que traen alegres nuevas." Los montes son pueblos, naciones y lenguas, son reinos. Recuerden que la piedra no cortada de manos de Daniel, capí­tulo 2, que hiere a la imagen en los pies de hierro y de barro cocido, esa imagen representa al reino de los gentiles, vean, luego esa Piedra crece y forma un gran monte, un gran Reino que llena toda la Tierra, ese es el Mesí­as Prí­ncipe con Su Reino que llenará toda la Tierra. Él reinará, gobernará no solamente sobre el pueblo hebreo, sino sobre todas las naciones de la Tierra. Y ahora, son hermosos los pies que sobre los montes vienen anunciando, sobre las naciones vienen anunciando alegres nuevas; o sea, vienen trayendo o anunciando buenas noticias, buenas noticias de salvación, de paz por medio del Evangelio de la paz. Son los que predican el Evangelio de Cristo, los que traen esas alegres nuevas. Vean aquí­, ¿y por qué dice que son hermosos sus pies? Vean lo que traen en los pies, Efesios, capí­tulo 6, nos dice en el verso 15: "Y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz." Vienen con el apresto del Evangelio de la paz (esto es el simbolismo, la tipologí­a), vienen caminando con el Evangelio por todas las naciones, todos los reinos, todos los montes trayendo buenas noticias, trayendo noticias de salvación, de Vida eterna, trayendo las buenas noticias de la redención para el ser humano para que así­, por medio de Cristo, tenga paz para con Dios. Por lo tanto, viene anunciando la paz para el ser humano, la paz para el alma del ser humano para ser reconciliado con Dios y estar en paz con Dios. Algunas veces queremos estar en paz con nuestros vecinos, con nuestros amigos, con nuestra familia pero lo más importante, además de ser importante estar en paz con todas las personas, lo más importante es estar en paz con Dios. Y la única forma para el ser humano estar en paz con Dios es: por medio de Cristo nuestro Salvador, al escuchar la predicación del Evangelio de la paz, el Evangelio de Cristo, el Evangelio de nuestra salvación y recibirlo como nuestro único y suficiente Salvador, somos perdonados, limpiados con Su Sangre de todo pecado, somos bautizados en agua en Su Nombre, Él nos bautiza con Espí­ritu Santo y Fuego y produce en nosotros el nuevo nacimiento; y así­ somos reconciliados con Dios, y somos unidos a Dios como hijos e hijas de Dios. Y así­ somos personas que hemos obtenido la Vida eterna, reconciliados con Dios no para vivir un año más, sino para vivir eternamente en el Reino de Dios con Jesucristo, que es el Rey de ese Reino, y que lo establecerá en este planeta Tierra; y la capital de ese Reino será Jerusalén. Por eso ustedes ven tanto problema con Jerusalén, una ciudad pequeña, pero es la Ciudad del Rey dice Jesucristo, y es la ciudad en donde estará Cristo, el Mesí­as, en Su Trono gobernando sobre el pueblo hebreo, y sobre todas las naciones. Jerusalén será no solamente la capital de Israel, sino que será la capital del mundo. Y por eso el que tenga esa ciudad, tiene la capital del mundo; y por eso es que hay tantos problemas por esa ciudad. Todos quieren esa ciudad, porque es la única ciudad que por decreto divino es la capital para el mundo venidero, para el Reino milenial y para toda la eternidad. Ahí­ estará también la nueva Jerusalén, ahí­ estará Dios en Su Trono, estará el Trono de Dios y el Trono del Cordero; o sea, que el Trono del Cordero, el Trono de Cristo, que es el Trono de David, estará ahí­ y también estará el Trono de Dios, o sea, que esa ciudad celestial después del Reino milenial y después del juicio final, va a unirse con la Tierra y va a unirse ahí­ en ese territorio, y por esa causa estará ahí­ también el Trono de Dios; y se convertirá esa ciudad, ese territorio en la capital no solamente de Israel, y no solamente del planeta Tierra, sino del sistema solar completo y de todo el Universo. Miren lo importante que es esa ciudad por la cual se pelea tanto, y en la cual siendo Jerusalén la ciudad de paz hay tanta guerra; es que es la ciudad donde va a estar también el Trono celestial de Dios en la eternidad. Y no solamente eso: en el milenio y en la eternidad yo voy a estar allí­ también, ¿y quién más? Cada uno de ustedes también. Por lo tanto, para mí­ es también muy importante porque yo voy a estar allí­, ¿y quién más? Es importante para ustedes porque van ustedes a estar allí­ también. ¿Y cómo lo sabemos? Somos creyentes en Cristo, Él nos ha redimido, hemos sido reconciliados con Dios por medio de Cristo. Él es nuestro Abogado, Él es nuestro Sumo Sacerdote, el cual ha hecho intercesión por nosotros ante Dios; y nos ha reconciliado, y ahora estamos en paz con Dios por medio de Cristo nuestro Salvador. Y ahora, todos los predicadores son embajadores de Dios, embajadores de Cristo, que a través de la historia del Cristianismo han estado llamando a las personas, a los seres humanos a ser reconciliados con Dios, han estado diciendo a la humanidad: "Reconciliaos hoy con Dios, ¡reconciliaos hoy con Dios!" Ese es el propósito de la predicación del Evangelio de Cristo, del Evangelio de la paz: que el ser humano sea reconciliado con Dios para vivir eternamente en el Reino de Dios. Y esa es la única forma en que el ser humano puede obtener la reconciliación con Dios y puede vivir eternamente. Esa es la única forma en que el ser humano puede tener la esperanza de vivir por toda la eternidad. No hay otra forma. Y como no hay otra forma, y no hay otra persona, solamente hay una y se llama: SEÑOR JESUCRISTO. Él es el Redentor, el Salvador del ser humano, el Salvador del mundo; Él pagó el precio de nuestra salvación, de nuestra redención. Él pagó el precio de la redención también del planeta Tierra completo, Él pagó el precio de la redención del pueblo hebreo también. Por eso Él dijo: "Padre, perdónalos, no saben lo que hacen." \[San Lucas 23:44\]. Se tení­a que llevar a cabo el Sacrificio de Expiación, y gracias a Dios que Cristo murió por nosotros para reconciliarnos con Dios. Y ahora, por medio de la predicación del Evangelio de la paz, el Evangelio de Cristo, el Evangelio de nuestra salvación, se dan a conocer todos estos detalles a la raza humana. Son bienaventurados, son benditos y son hermosos los pies de los que nos anuncian buenas nuevas, o sea, de los que traen buenas noticias, buenas noticias de paz para el ser humano, buenas noticias de salvación y Vida eterna, buenas noticias de reconciliación con Dios por medio de Cristo nuestro Salvador. El más grande Embajador de la paz, el más grande que ha anunciado la paz al ser humano se llama: SEÑOR JESUCRISTO. Luego que resucitó, vino y anunció la paz a los que estaban allá con Él, y les decí­a: "Paz a vosotros," ya la obra de redención la habí­a realizado, y ahora estaba muy feliz. Y Sus discí­pulos algunas veces pensaban que era un espí­ritu, y Él les decí­a: "Toquen, ¿tienen algo de comer?" Le daban de comer, y comí­a también. Y le decí­a que lo tocaran, porque un espí­ritu no tiene carne y hueso como veí­an que Él tení­a. Les explicó ahí­, automáticamente, que un espí­ritu no es tangible porque no tiene carne y hueso como nuestros cuerpos fí­sicos que nosotros poseemos. Un espí­ritu es un cuerpo, pero de otra dimensión, un cuerpo teofánico, un cuerpo angelical. Y ahora, **"RECONCILIAOS HOY CON DIOS."** Yo escuché la predicación del Evangelio de Cristo y fui reconciliado con Dios, recibiendo a Cristo como mi único y suficiente Salvador, ¿y quién más? Cada uno de ustedes también. Si hay alguna persona aquí­ presente o en otro paí­s que está escuchando en estos momentos la predicación del Evangelio de Cristo, puede ser reconciliado con Dios: Reconciliaos hoy con Dios. San Pablo en Segunda de Corintios, capí­tulo 6, verso 2, dice: *"Porque dice:* *En tiempo aceptable te he oí­do,* *Y en dí­a de salvación te he socorrido.* *He aquí­ ahora el tiempo aceptable; he aquí­ ahora el dí­a de salvación."* Ahora es el tiempo aceptable, el tiempo en que Cristo acepta a toda persona que lo recibe como su único y suficiente Salvador, perdona sus pecados y con Su Sangre lo limpia de todo pecado, es bautizado en agua en Su Nombre, y Cristo lo bautiza con Espí­ritu Santo y Fuego y produce en la persona el nuevo nacimiento. Esto es así­ en la Dispensación de la Gracia, y ya llevamos unos dos mil años de Cristo hacia acá. Algún dí­a se cerrará la puerta de la redención; y luego, aunque las personas quieran recibir la salvación y Vida eterna, ya será demasiado de tarde. Pero ahora, hoy es el dí­a de salvación, o sea, tiempo presente. Miren aquí­ lo que pasará con los que no hayan recibido a Cristo como su único y suficiente Salvador cuando se cierre la puerta de la redención. San Pedro la abrió el Dí­a de Pentecostés pues tení­a las llaves del Reino de los Cielos, tení­a la revelación allí­; abrió la puerta, que es Cristo, abrió el misterio de la primera Venida de Cristo como el Redentor, y ha estado abierta esa puerta por dos mil años. Y ahora, dice Cristo en San Lucas, capí­tulo 13, verso 22 en adelante, dice: *"Pasaba Jesús por ciudades y aldeas, enseñando, y encaminándose a Jerusalén.* *Y alguien le dijo: Señor, ¿son pocos los que se salvan? Y él les dijo:* *Esforzaos a entrar por la puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán.* *Después que el padre de familia se haya levantado y cerrado la puerta, y estando fuera empecéis a llamar a la puerta, diciendo: Señor, Señor, ábrenos, él respondiendo os dirá: No sé de dónde sois."* Por eso tenemos que aprovechar este tiempo y entrar por la Puerta abierta, que es Cristo, el cual dijo: "Yo soy la puerta; el que por mí­ entrare, será salvo." \[San Juan 10:9\]. Cristo es la puerta por la cual hay que entrar al Reino de Dios para obtener la Vida eterna. Cristo también dijo: "Porque angosto es el camino que lleva a la Vida eterna." \[San Mateo 7:14\]. Y también dijo que la puerta es angosta, y Cristo es ese camino y Cristo es esa puerta. Cristo dijo: "Yo soy el camino, la verdad y la vida; y nadie viene al Padre sino por Mí­." Hay que estar en ese camino, el Camino que es Cristo, y hay que entrar por esa Puerta el cual es Cristo para entrar al Reino de Dios; y tener asegurado así­ el futuro eterno, pues todos queremos vivir eternamente, y Dios ha enviado a Cristo para que todo aquel que en Él crea, no se pierda, mas tenga Vida eterna. "Porque de tal manera amó Dios al mundo, Él nos ha amado tanto que ha dado a Su Hijo unigénito para que todo aquel que en Él crea no se pierda, mas tenga Vida eterna."\[San Juan 3:16\] Fue para nuestro bien, para nuestro beneficio que Dios envió a Jesucristo a este planeta Tierra, y lo envió con una misión celestial: que muriera por todos nosotros, para que así­ pudiera darnos Vida eterna. "Reconciliaos hoy con Dios," son las palabras de Dios por medio del apóstol San Pablo. Pueden continuar viniendo a los Pies de Cristo los que faltan aquí­ presentes, y los que están a través del satélite Amazonas o de internet en diferentes naciones; pueden continuar viniendo para ser reconciliados con Dios por medio de Jesucristo nuestro Salvador, y así­ asegurar nuestro futuro eterno con Cristo en Su Reino eterno. Todos queremos vivir eternamente. Si vivir en estos cuerpos fí­sicos es tan bueno, cómo será en un cuerpo eterno, joven y glorificado como el cuerpo glorificado de Jesucristo nuestro Salvador. Vamos a estar puestos en pie para orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo. Todaví­a pueden continuar viniendo a los Pies de Cristo, pues Cristo tiene lugar en Su Reino para todos aquellos que escuchan Su Evangelio, nace la fe de Cristo en su alma y lo reciben como su único y suficiente Salvador. En las demás naciones pueden continuar viniendo a los Pies de Cristo, todos puestos en pie también en las demás naciones, mientras esperamos unos segundos en lo que llegan las demás personas que faltan por venir en diferentes naciones. Dios tiene mucho pueblo, muchos hijos en esta ciudad de Asunción, Paraguay, y en todas las ciudades del Paraguay, en toda la República del Paraguay Dios tiene muchos hijos y los está llamando para ser reconciliados con Dios. Lo más importante para el ser humano es la vida. El trabajo es importante, los estudios son importantes, obtener una profesión es importante; pero lo más importante de todo es la vida, porque si la persona pierde la vida, no importa qué profesión tení­a, la perdió, y su profesión no impidió que muriera; porque cuando le llega el dí­a a la persona de partir, le llegó y no puede decir: "Hoy no me quiero ir." Nuestras vidas están en las manos de Dios. Dios es el que determina cuándo usted y yo nos vamos de este planeta Tierra, o sea, cuándo nuestro cuerpo fí­sico termina su vida y nos vamos a otra dimensión; no morimos, sino que lo que muere es el cuerpo fí­sico, pero nuestra alma va a otra dimensión en el cuerpo espiritual, en el espí­ritu de la persona, que es un cuerpo de otra dimensión. Y queremos ir a la dimensión de Dios, adonde están los ángeles, donde están los apóstoles, donde están todos esos creyentes en Cristo de edades pasadas. Esa dimensión es llamada "el Paraí­so," es la sexta dimensión. Vamos ya a orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo en esta ocasión, si falta alguno por venir puede venir, para que quede incluido en esta oración que estaremos haciendo por todos los que han venido a los Pies de Cristo. De todas las decisiones importantes que el ser humano hace y que ustedes han hecho en su vida, una sola es la más importante, una sola es la que le coloca a usted en la Vida eterna y esa es: recibir a Cristo como nuestro único y suficiente Salvador; y esa es la decisión que ustedes han hecho en esta ocasión, por lo cual les felicito por la decisión de recibir a Cristo como único y suficiente Salvador. Yo la hice hace muchí­simos años, por el año '59, y estoy muy contento y muy feliz de haber hecho esa decisión tan importante en mi vida, la más importante que yo he hecho fue esa: recibir a Cristo como mi único y suficiente Salvador. Vamos a levantar nuestras manos al Cielo, a Cristo, y con nuestros ojos cerrados, los que han venido a los Pies de Cristo y están aquí­ presentes y los que están en otras naciones, repitan conmigo esta oración que estaré haciendo: ***Señor Jesucristo, escuché la predicación de Tu Evangelio y nació Tu fe en mi corazón, en mi alma; creo en Ti con toda mi alma, creo en Tu primera Venida, creo en Tu muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de Expiación por mis pecados y por los de todo ser humano. Creo en Tu Nombre como el único Nombre bajo el Cielo dado a los hombres en que podemos ser salvos. Reconozco que soy pecador y necesito un Salvador, un Redentor, doy testimonio público de mi fe en Ti y Te recibo como mi único y suficiente Salvador. Te ruego perdones mis pecados, y con Tu Sangre me limpies de todo pecado y me bautices con Espí­ritu Santo y Fuego, y produzcas en mí­ el nuevo nacimiento. Quiero nacer en Tu Reino, quiero vivir eternamente Contigo en Tu Reino.*** ***Señor, sálvame, Te lo ruego, en Tu Nombre eterno y glorioso, Señor Jesucristo. Amén.*** Y con nuestras manos levantadas al Cielo a Cristo todos decimos: **¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! Amén y amén.** Cristo les ha recibido en Su Reino, ha perdonado vuestros pecados y con Su Sangre les ha limpiado de todo pecado porque ustedes escucharon la predicación del Evangelio de Cristo. La predicación de la reconciliación del ser humano con Dios, y entendieron, nació la fe de Cristo en vuestra alma y lo han recibido como vuestro único y suficiente Salvador. Cristo dijo: *"Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.* *El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere será condenado."* (San Marcos, capí­tulo 16, versos 15 al 16). Y ahora, ustedes me dirán: "Ya escuché la predicación del Evangelio de Cristo, nació la fe de Cristo en mi alma y lo he recibido como mi Salvador. Él dijo: 'El que creyere (ya creí­ y lo recibí­) y fuere bautizado, será salvo.' Quiero ser bautizado en agua lo más pronto posible porque Él dijo: 'El que creyere y fuere bautizado, será salvo.'¿Cuándo me pueden bautizar?" Es la pregunta desde lo profundo de vuestra alma. El dí­a que San Pedro predicó allá, el Dí­a de Pentecostés, como tres mil personas creyeron y preguntaron: "Varones hermanos, ¿qué haremos?" Le preguntaron a Pedro y los demás apóstoles, eso está en el libro de los Hechos, capí­tulo 2, verso 31 al 47. Y Pedro puesto en pie con los once apóstoles, dice a ellos: "Arrepentí­os, y bautí­cese cada uno de vosotros en el Nombre de Jesucristo para perdón de los pecados, y recibiréis el don del Espí­ritu Santo, porque para vosotros es la promesa, para los que están cerca y para los que están lejos, para todos." Ya sea los que estaban allá, en Jerusalén, o los que estaban en diferentes lugares de Israel, o los que estaban en otras naciones, la misma promesa de recibir el Espí­ritu de Cristo es para todos aquellos que escuchan el Evangelio, creen, reciben a Cristo como Salvador y son bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo. Cristo los bautiza con Espí­ritu Santo y Fuego y produce en la persona el nuevo nacimiento, así­ nace en el Reino de Cristo, en el Reino de Dios, y por consiguiente, nace a la Vida eterna; y así­ tiene asegurado su futuro eterno con Cristo en Su Reino eterno. El bautismo en agua es un mandamiento del Señor en el cual nos identificamos con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección. Cuando la persona recibe a Cristo como Salvador muere al mundo, y cuando el ministro lo sumerge en las aguas bautismales tipológicamente está siendo sepultado; y cuando lo levanta de las aguas bautismales está resucitando a una nueva vida: a la Vida eterna con Cristo en Su Reino eterno. El bautismo en agua les dije que es tipológico, simbólico. El agua no quita los pecados, es la Sangre de Jesucristo nuestro Salvador la que nos limpia de todo pecado, pero el bautismo en agua es un mandamiento del Señor Jesucristo, el cual fue obedecido por los apóstoles, y por todos los ministros que han predicado el Evangelio, y por todas las personas que han recibido a Cristo como único y suficiente Salvador. Es un requisito ordenado por Cristo, por consiguiente, ha estado siendo cumplido en todos los tiempos en medio del Cristianismo y en nuestro tiempo también. Por lo tanto, bien pueden ser bautizados. **Y que Cristo les bautice con Espí­ritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento; y nos continuaremos viendo por toda la eternidad en el glorioso Reino de nuestro amado Señor Jesucristo.** Ha sido para mí­ un privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión. Muchas gracias por vuestra amable atención, y mis felicitaciones por la decisión que tomaron de recibir a Cristo como único y suficiente Salvador, lo cual significa Vida eterna para ustedes como también lo significa para mí­ cuando yo hice la decisión de recibir a Cristo como mi único y suficiente Salvador. Dejo aquí­ al ministro correspondiente, reverendo Tillerí­a, para que les indique hacia dónde dirigirse para colocarse las ropas bautismales y ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo. Hay ropas bautismales para que no se mojen las ropas que ustedes tienen, hay vestidores de ropas, y también hay bautisterios, hay todo lo que se necesita y personas que les ayudarán. Que Dios les bendiga y les guarde, y continúen pasando una tarde llena de las bendiciones de Cristo nuestro Salvador, ustedes que están presentes y los que están también en otras naciones. Los que en otras naciones están y recibieron a Cristo, también pueden ser bautizados en agua en estos momentos. Dejo al reverendo Tillerí­a con ustedes. Que Dios les bendiga y les guarde. **"RECONCILIAOS HOY CON DIOS."**