--- title: 'La Familia de Dios' date: 2005-04-28 activity: 1 place: city: Buenos Aires state: country: AR duration: 00:00:00 public: false youtube: translations: files: --- Muy buenas noches, amables amigos y hermanos presentes, y los que están a través de internet o del satélite en otras naciones. ***Que las bendiciones de Jesucristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes y sobre mí también, y nos abra las Escrituras y nos hable directamente a nuestra alma, y nos enseñe Su Palabra en esta ocasión. En el Nombre del Señor Jesucristo, el Ángel del Pacto. Amén y amén.*** Para esta ocasión leemos en Oseas, capítulo 1, versos 8 al 11, donde nos dice: “*Después de haber destetado a Lo-ruhama, concibió y dio a luz un hijo.* *Y dijo Dios: Ponle por nombre Lo-ammi, porque vosotros no sois mi pueblo, ni yo seré vuestro Dios.* *Con todo, será el número de los hijos de Israel como la arena del mar, que no se puede medir ni contar. Y en el lugar en donde les fue dicho: Vosotros no sois pueblo mío, les será dicho: Sois hijos del Dios viviente.* *Y se congregarán los hijos de Judá y de Israel, y nombrarán un solo jefe, y subirán de la tierra; porque el día de Jezreel será grande.”* Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla. Nuestro tema es: **“LA FAMILIA DE DIOS.”** En este pasaje que hemos leído, tenemos aquí la profecía de la Familia de Dios, que sería creada y llamada de entre un pueblo que no era pueblo, o sea, de entre los gentiles Dios llamaría un pueblo para Su Nombre. La descendencia de Abraham se extendió por el mundo entero, y por consiguiente en este llamado que es hecho, todos los que son descendientes de Abraham, son llamados hijos y son recogidos por medio de la gran Trompeta o gran Voz de Trompeta del Evangelio de la Gracia, y después en el Día Postrero, en adición con la gran Voz de Trompeta del Evangelio del Reino, lo cual es la gran Voz de Trompeta del año del jubileo. Ambas trompetas: la Trompeta del Evangelio de la Gracia y la Trompeta del Evangelio del Reino, son trompetas que proclaman el año del jubileo. Por lo tanto, estas son trompetas de plata, porque plata tipifica redención; por eso Dios le ordenó allá a Moisés y a Aarón fabricar dos trompetas de plata, y esas eran usadas en las fiestas especiales y eran usadas para congregar al pueblo. Ahora, encontramos que de en medio del pueblo que no es pueblo de Dios, o sea, de en medio de los gentiles ahora está prometido que Dios va a llamar hijos e hijas, ¿por qué? porque la descendencia de Abraham se extendió por todas las naciones del mundo, a causa de los cautiverios y de las persecuciones por las cuales el pueblo hebreo ha pasado. El Apóstol Pablo nos dice en Hebreos, capítulo 2, versos 9 en adelante: “*Pero vemos a aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles, a Jesús, coronado de gloria y de honra, a causa del padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios gustase la muerte por todos.* *Porque convenía a aquel por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas subsisten, que habiendo de llevar muchos hijos a la gloria, perfeccionase por aflicciones al autor de la salvación de ellos.* *Porque el que santifica y los que son santificados, de uno son todos; por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos,* *diciendo:* *Anunciaré a mis hermanos tu nombre,* *En medio de la congregación te alabaré.* *Y otra vez:* *Yo confiaré en él.* *Y de nuevo:* *He aquí, yo y los hijos que Dios me dio.* *Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo,* *y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre.* *Porque ciertamente no socorrió a los ángeles, sino que socorrió a la descendencia de Abraham.”* Y ahora, la descendencia de Abraham ha estado esparcida por todas las naciones. Y ahora, encontramos que las diez tribus del Norte que formaban el reino del Norte, y del cual el cetro correspondía a Efraín. La tribu del Sur compuesta por la tribu de Judá y la tribu de Benjamín, ese cetro de ese reino y de ese rey correspondía al rey del Sur, descendiente siempre del rey David. Pero ahora en el reino del Norte ahora corresponde a la tribu de Efraín y a un descendiente de Efraín. Y ahora, el pueblo hebreo que era un solo reino o que estaba bajo un solo reino, luego fue dividido en dos reinos en el tiempo de Roboam el hijo de Salomón, y Jeroboam descendiente de Efraín vino a tomar las diez tribus y se quedó Roboam el descendiente de Salomón con dos tribus. Todo eso fue por el pecado de Salomón, por haber inclinado su corazón a dioses ajenos, y haber permitido la construcción de templos paganos en Israel, y haber permitido esas religiones paganas. Todo fue por causa de complacer a sus esposas paganas. No se puede complacer a ninguna persona si está en juego la verdad de Dios; si está en juego el Programa de Dios, no se puede complacer a ninguna persona. Vean ustedes, Salomón perdió una bendición grande para su descendencia. Y ahora, encontramos que las tribus del Norte fueron esparcidas por el mundo entero, y todo esto a causa de los pecados de los reyes de las diez tribus del Norte, o del reino del Norte. Fue allá que colocaron dos becerros de oro para que el pueblo no fuera a Jerusalén a adorar a Dios, y el corazón del pueblo no se tornara al rey Roboam, que era el descendiente de Salomón. Ahora, podemos ver que aparentemente desaparecieron las tribus del Norte, del reino del Norte, y las tribus del reino del Norte son las que tienen una bendición sin la cual Israel no puede ser establecido de nuevo como una nación, como un reino, como el Reino de Dios, y un Rey: el Mesías reinando sobre el pueblo hebreo sentado sobre el Trono de David, al cual el Mesías es heredero, Él es heredero a ese Reino y a ese Trono. En las tribus del Norte está la tribu de Efraín y por consiguiente la Bendición de la Primogenitura, por esa causa es que para el tiempo final el palo, palo de Efraín o palo de José en la mano de Efraín, y palo de Judá, serán juntados como un solo palo en la mano de Dios, como fue en la mano del Profeta Ezequiel. O sea, que todo ese programa ahí establecido tiene que cumplirse para que el pueblo hebreo nuevamente tenga el Reino de Dios en su medio, con el Rey Mesías gobernando sobre el pueblo hebreo. El Mesías prometido para el pueblo hebreo vendría en las setenta semanas, ahí estaría el Mesías prometido y Su ministerio lo comenzaría en la semana número setenta, y a la mitad de la semana número setenta moriría el Mesías, y no por sí, o sea, que no se quitaría la vida, y no por enfermedad, sino que moriría como Expiación por los pecados del pueblo de Dios, de la familia de Dios. En Daniel, en el libro del Profeta Daniel, capítulo 7, verso 24 dice el Arcángel Gabriel al Profeta Daniel: “*Setenta semanas...”* Vamos a ver aquí para que tengamos el cuadro claro, vamos a comenzar en el capítulo 9, verso 21 en adelante, dice: “*Aún estaba hablando en oración, cuando el varón Gabriel, a quien había visto en la visión al principio, volando con presteza , vino a mí como a la hora del sacrificio de la tarde.* *Y me hizo entender, y habló conmigo, diciendo: Daniel, ahora he salido para darte sabiduría y entendimiento.* *Al principio de tus ruegos fue dada la orden, y yo he venido para enseñártela, porque tú eres muy amado. Entiende, pues, la orden, y entiende la visión.* *Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para terminar la prevaricación, y poner fin al pecado, y expiar la iniquidad, para traer la justicia perdurable, y sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos.”* Vean, setenta semanas están determinadas sobre el pueblo hebreo para poner fin al pecado y expiar la iniquidad; por lo tanto, un sacrificio de expiación tiene que ser efectuado para quitar la iniquidad, para expiar la iniquidad y poner fin al pecado, lo cual fue tipificado en el sacrificio del macho cabrío que efectuaba el pueblo hebreo el día diez del mes séptimo de cada año, en donde el macho cabrío moría por los pecadores. Los pecados del pueblo eran demandados en ese macho cabrío, el cual moría por los pecados del pueblo; moría entonces el macho cabrío como pecador, el cual tipifica al Mesías que tomaría nuestros pecados y moriría como pecador, moriría por nuestros pecados. Él no tenía pecado, no podía morir, pero al tomar nuestros pecados se hizo pecado por nosotros y se hizo mortal para morir por todos nosotros. Dice: “*Sabe, pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas.”* Siete semanas y sesenta y dos semanas, son sesenta y nueve semanas; y siendo que estas son semanas de años, son cuatrocientos ochenta y tres años, que transcurrirían hasta que el Mesías Príncipe apareciera en Su ministerio mesiánico para predicar el año agradable del Señor. Sigue diciendo: “*Se volverá a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos.* *Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías.”* O sea, que el Mesías en Su venida tenía que morir, le sería quitada la vida al Mesías: “*Se quitará la vida al Mesías, mas no por sí; y el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario; y su fin será con inundación, y hasta el fin de la guerra durarán las devastaciones.”* Después de la venida del Mesías y la muerte del Mesías, como el Sacrificio de la Expiación por los pecados del pueblo hebreo y los pecados de todos los hijos de Dios, encontramos que después de eso Jerusalén sería destruida. Jerusalén fue ya destruida, el templo que estaba en Jerusalén, el cual construyó Herodes en cuarenta y seis años fue también destruido; y el Mesías que vendría y moriría después de las sesenta y nueve semanas, después de los cuatrocientos ochenta y tres años, el Mesías tendría Su ministerio y moriría en la semana número setenta, a la mitad de esa semana. El único que se ajusta a esa profecía es una sola persona: el Mesías Príncipe; por lo tanto, el Mesías Príncipe es el único que cumpliría esa profecía. Vamos a ver también en Isaías 53 lo que nos dice, este es un capítulo, un pasaje mesiánico. Dice el verso 10: “*Con todo eso, Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole a padecimiento* (está hablando del Mesías en Su venida)*. Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada.”* Y ahora, vean ustedes, dice: *“Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado.”* O sea, que el Mesías Príncipe en Su Venida, tenía que poner Su vida en Expiación por el pecado. ¿Y cómo tenía que poner Su vida en Expiación por el pecado? Pues muriendo como la Expiación por los pecados de Su pueblo. Así como cuando el macho cabrío de la expiación moría, estaba muriendo por los pecados del pueblo, lo cual era tipo y figura del Mesías en Su Venida, que moriría por los pecados del pueblo, tomando los pecados del pueblo. Y ahora, con la muerte del Mesías Príncipe, con Su muerte como la Expiación por los pecados de Su pueblo, ya los seres humanos tendrían la Expiación perfecta por sus pecados, ya no necesitarían sacrificios de animalitos por los pecados, porque ya tendrían el Sacrificio perfecto del Mesías como la Expiación por nuestros pecados. Ahora, el único que se ajusta a estas profecías es un solo hombre: el Mesías Príncipe, Él es el único que puede cumplir estas profecías y Su muerte no ser por mera casualidad, por vejez, por enfermedad o por una tragedia, sino Su muerte ser el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados. Le será quitada la vida al Mesías, como le era quitada la vida al macho cabrío de la expiación. ¿Y quién se encargaba de quitarle la vida al macho cabrío de la expiación? El sumo sacerdote, él era el que hacía esa labor. Y ahora, el pueblo hebreo fue escogido por Dios, y Dios dijo que sería un pueblo de sacerdotes; vean, en la víspera de la pascua allá en Egipto, cada familia tenía que sacrificar el cordero pascual y colocar la sangre en el dintel y los postes de la puerta de sus hogares, y asar el cordero pascual, asarlo y colocarlo dentro del hogar, para durante la noche de la pascua estar todos dentro comiendo ese cordero pascual. Por lo tanto, todos los padres de familia en Israel fueron sacerdotes, pues sacrificaron el cordero de Dios, porque el pueblo hebreo es un pueblo de sacerdotes, dice Dios en Éxodo, capítulo 19, Éxodo, capítulo 19, aquí está mencionado, dice capítulo 19, verso 4 al 7, dice: “*Vosotros visteis lo que hice a los egipcios, y cómo os tomé sobre alas de águilas, y os he traído a mí.* *Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra.* *Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa. Estas son las palabras que dirás a los hijos de Israel.”* Y ahora, el pueblo hebreo sería un pueblo de sacerdotes y gente santa, un reino de sacerdotes y gente santa. Y ahora, encontramos que el Mesías Príncipe vendría a Su pueblo, el pueblo hebreo, y por consiguiente vendría como un hebreo, naciendo a través de una mujer virgen hebrea, y sería un descendiente del rey David, por lo tanto, esa virgen tenía que ser descendiente del rey David, por lo tanto, era de la realeza aunque fuera pobre. La pobreza no quita lo que la persona es delante de Dios. Y ahora, el Mesías Príncipe tenía que venir como un descendiente del rey David, y por consiguiente como uno de la tribu de Judá, tenía que venir para morir como el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados. Y ahora, por cuanto el pueblo hebreo es un pueblo, una nación, un pueblo de sacerdotes, un reino de sacerdotes y gente santa, encontramos que ese orden sacerdotal encabezado por el sumo sacerdote tenía que sacrificar el sacrificio de la expiación por los pecados del pueblo. Eso tenía que hacerlo cada año, el día diez del mes séptimo de cada año. Y ahora, cuando aparece el Mesías Príncipe, Juan el Bautista dice: “He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.” San Juan, capítulo 1, versos 28 al 36. Y si Jesús es el Cordero de Dios que iba a quitar el pecado del mundo, para quitarlo tenía que morir como el Sacrificio de la Expiación por los pecados del pueblo. Y ahora, el sumo sacerdote fue el que condenó a Cristo en mutuo acuerdo con los miembros del sanedrín; no sabía lo que estaba haciendo, no sabía que allí tenía al Mesías Príncipe, conforme a la profecía de Isaías y conforme a la profecía de Daniel y demás profecías. No comprendía el sumo sacerdote y los miembros del concilio del sanedrín lo que estaba sucediendo en el Programa de Dios. Dios cegó a Su pueblo, cegó a sus líderes religiosos con un propósito divino. Por lo tanto, la gente no puede criticar al pueblo hebreo ni a esos sacerdotes y a ese concilio, y al sumo sacerdote Caifás y al sumo sacerdote Anás suegro de Caifás, sino que solamente debe comprender que cuando una persona está ciega a algo, se convierte en un enemigo de eso a lo cual está ciego, aunque ahí esté la bendición para la persona. Encontramos que siendo que el Mesías tenía que morir, ser sacrificado como la Expiación por nuestros pecados, pues entonces tenía que ser crucificado, tenía que ser sentenciado a muerte. Pero, el sumo sacerdote y los miembros del concilio del sanedrín no sabían lo que estaban haciendo, por eso Cristo en la Cruz del Calvario dijo: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen.” Pero allí en la Cruz del Calvario a petición del sumo sacerdote y los miembros del concilio del sanedrín, y demás sacerdotes y escribas y fariseos y doctores de la ley, a petición de ellos fue Cristo crucificado. Por lo tanto, ese orden sacerdotal sacrificó a Cristo, el sumo sacerdote sacrificó a Cristo, sacrificó el Sacrificio, hizo el Sacrificio de la Expiación por los pecados del ser humano. Pero en todo esto fue Dios obrando para que así sucediera, para que la humanidad tuviera el Sacrificio de la Expiación por sus pecados. Y todos los hijos e hijas de Dios que estaban dispersos por el mundo entero, en las diferentes etapas de la historia de la raza humana, pudieran tener el Sacrificio perfecto de la Expiación por nuestros pecados. El pueblo hebreo como nación todavía no ha entendido; pero millones de hebreos si entendieron y creyeron en Cristo como el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados. Ahora, de entre los gentiles, de entre el pueblo del cual Dios dijo que este no era Su pueblo, pues los gentiles no son el pueblo de Dios, el pueblo de Dios es el pueblo hebreo, pueblo, la nación creada por Dios. Pero ahora, de entre los gentiles Dios llamaría un pueblo para Su Nombre, ¿Ven? De entre los gentiles Dios tendría hijos e hijas; vean, aquí lo dice Oseas, dice: “Vosotros no sois mi pueblo...” Dice, vamos a ver: “Con todo...” 10 al 11 de Oseas, capítulo 1: “*Con todo, será el número de los hijos de Israel como la arena del mar, que no se puede medir ni contar. Y en el lugar en donde les fue dicho: Vosotros no sois pueblo mío, les será dicho: Sois hijos del Dios viviente.”* Pues Dios colocaría hijos e hijas entre los gentiles, estas personas están escritas en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero; por lo tanto, escuchan la predicación del Evangelio de Cristo, y creen en Cristo como el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados. El único que cumplió todos los requisitos establecidos en la profecía mesiánica, para morir como el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados fue Jesucristo. Y si alguna persona no cree que Jesucristo es el Mesías Príncipe prometido, que vino conforme a la profecía de las setenta semanas de Daniel, entonces hay que buscar otra persona que haya cumplido esas profecías mesiánicas, y no hay otra persona. Y si no hay otra persona que pueda ser presentado como el Mesías Príncipe, y que Su muerte sea el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados, si no lo hay, y Cristo no fuera esa persona, entonces la humanidad no tiene un Sacrificio de Expiación por sus pecados y entonces la profecía de Daniel está equivocada. Pero no está equivocada esa profecía que trajo el Arcángel Gabriel al Profeta Daniel, ni está equivocada tampoco la profecía de Isaías, capítulo 53, verso 10. Todo eso está perfectamente correcto, y todo eso se cumplió en una sola persona: en la persona de Jesucristo; y Su muerte no fue una tragedia, sino fue la bendición más grande que la raza humana ha recibido de parte de Dios. Recibió el Sacrificio de la Expiación por sus pecados, para que toda persona que arrepentido de sus pecados reciba a Cristo como su único y suficiente Salvador, obtenga el perdón de sus pecados, sea limpio de todo pecado con la Sangre de Cristo, la Sangre del Sacrificio de la Expiación, y sea bautizada en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo lo bautice con Espíritu Santo y Fuego y obtenga así el nuevo nacimiento, y nazca en el Reino de Cristo, en el Reino de Dios, como un hijo o una hija de Dios, y venga a ser, venga a ser un miembro de la familia de Dios. La familia de Dios son los hijos e hijas de Dios, los creyentes en Cristo nacidos de nuevo, y forman la Iglesia del Señor Jesucristo, estos son los hijos e hijas de Dios que vienen por medio del Segundo Adán; el Segundo Adán es nuestro amado Señor Jesucristo, por lo tanto, vienen a la Iglesia del Señor Jesucristo, nacen de nuevo, nacen en la Iglesia del Señor Jesucristo y por consiguiente nacen en el Reino de Dios y por consiguiente nacen a la Vida eterna. Por lo tanto, con el Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados, la humanidad recibió el Sacrificio de la Expiación para cada ser humano ser reconciliado con Dios, obtener el perdón de los pecados, ser limpios de todo pecado con la Sangre de ese Sacrificio, la Sangre de Cristo en la Cruz del Calvario, ser bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo arrepentidos de los pecados. Y Cristo lo bautiza con Espíritu Santo y Fuego y produce en la persona el nuevo nacimiento, nace a una nueva vida: a la Vida eterna en el Reino eterno de Jesucristo el Hijo de Dios, nace en la familia de Dios. Cuando se dice que una persona pertenece a la familia de Dios, que una persona es un hijo o una hija de Dios, eso significa que es un descendiente de Dios. Usted cuando dice - el padre y la madre dice: “Éste es un hijo nuestro.” ¿Qué significa eso? Que es un descendiente suyo. Y cuando Dios dice: “Estos son hijos míos.” ¿Qué significa eso? Que somos descendientes de Dios. Vean aquí el Apóstol Pablo en Efesios, capítulo 2, versos 19 en adelante (19 al 22), dice: “*Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios.”* Por lo tanto, somos miembros de la realeza celestial, miembros del Rey de los Cielos y de la Tierra; como dicen acá en la Tierra cuando alguien es de la realeza, dicen que es de sangre azul, tiene sangre azul, pero toda la sangre es roja, pero es un término que se le da a los de la realeza. Y ahora, los de la realeza celestial, descendientes del Rey celestial, descendientes de Dios, son los hijos e hijas de Dios nacidos de nuevo, nacidos del Agua y del Espíritu, nacidos al creer en Jesucristo y Su Sacrificio en la Cruz del Calvario, como el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados. La persona obtiene el perdón de sus pecados, es limpio de todo pecado con la Sangre de Cristo, es perdonado, limpio de todo pecado, bautizado en agua en Su Nombre, y Cristo lo bautiza con Espíritu Santo y Fuego y así la persona recibe el Espíritu de Cristo, ¿por qué? porque esa persona es un hijo o una hija de Dios. “Y por cuanto sois hijos, Dios envió el Espíritu de Su Hijo (el Espíritu de Cristo) a nuestros corazones.” Y ahora, todos los miembros de la Iglesia de Jesucristo son hijos e hijas de Dios, son la Familia de Dios, son los descendientes de Dios por medio de Jesucristo, el Segundo Adán; por lo tanto, esa es la Raza que Dios está creando, una Raza de inmortales. Todavía tenemos el cuerpo físico que es mortal, pero pronto Cristo nos va a dar un cuerpo inmortal; y cuando tengamos el cuerpo nuevo, inmortal, incorruptible y glorificado, entonces seremos inmortales físicamente también. Pero ya en nuestra alma somos inmortales, tenemos Vida eterna, y ya Cristo nos ha dado un cuerpo angelical, un espíritu angelical de la sexta dimensión, que es también inmortal y joven, parecido a nuestro cuerpo físico pero de otra dimensión, es llamado el Ángel de Jehová que acampa en derredor de los que le temen y los defiende. Por eso cuando Pedro estaba en la cárcel y durante la noche el Ángel del Señor lo libertó, y Pedro se fue a la casa donde estaban orando por él y tocó la puerta, una joven llamada Rode se acercó a la puerta para abrir la puerta, y cuando escuchó que era Pedro, de gozo no abrió la puerta, sino que se regresó a donde estaban orando por Pedro, y dice a todos los que estaban allí: “¡Es Pedro!” Y le dicen: “Rode, estás loca, ¡es su Ángel!” Es que ellos pensaban que si estaba allá apareciendo Pedro, estaba apareciendo en su cuerpo angelical, y ya entonces lo habían matado; pero la joven insistía y decía: “No, ¡es Pedro!” Y fueron y abrieron la puerta y era Pedro en realidad, el Ángel del Señor lo había libertado. Y ahora, vean ahí, en ese pasaje encontramos que la Iglesia primitiva conocía el misterio de que cada persona tiene un ángel, lo cual es su cuerpo angelical, el cuerpo angelical que Cristo le ha dado al darle el nuevo nacimiento. Por eso es que también cuando Cristo resucitó todos pensaban que era un espíritu, o sea, que era Jesucristo en espíritu, en Su cuerpo angelical, porque un espíritu es un cuerpo parecido a nuestro cuerpo pero de otra dimensión. Ahora, todas estas personas que corresponden a la familia de Dios, son hijos e hijas de Dios, y por lo tanto, son personas que han entrado a formar parte de una nueva raza con Vida eterna, pertenecen a la familia de Dios. Y así como Dios es eterno, esta familia es eterna también, porque son los hijos e hijas de Dios, la familia de Dios. Y ahora, esta familia es la familia más importante que ha pisado este planeta Tierra, es una familia celestial pero que ha venido a esta Tierra. Por eso es que encontramos a San Pablo hablándonos en Filipenses, capítulo 3, verso 20 al 21 diciéndonos: “*Mas nuestra ciudadanía está en los cielos.”* “Pero, ¿no somos ciudadanos de aquí de la Tierra? ¿No tenemos una ciudadanía y un pasaporte y un acta de nacimiento que nos identifica a nosotros como ciudadanos terrenales y como ciudadanos de una nación?” Claro que sí, porque el nacimiento físico que hemos obtenido a través de nuestros padres terrenales nos ha colocado a cada uno de nosotros como terrenales. Pero cuando hemos obtenido el nuevo nacimiento somos colocados como ciudadanos celestiales, ciudadanos de la Nueva Jerusalén, donde está escrito nuestro nombre desde antes de la fundación del mundo. Así como los padres terrenales escogen los nombres para sus hijos aún antes de engendrarlos, la mayor parte de las personas hacen así, y ya tienen pensado cuántos hijos van a tener y los nombres que le van a poner a sus hijos. Y Dios desde antes de la fundación del mundo, en Su Programa ya tuvo cuántos hijos va a tener y el nombre de cada uno de Sus hijos, de Sus hijos y de Sus hijas. Por lo tanto, el nombre nuestro está escrito en el Cielo desde antes de la fundación del mundo. Pero hemos nacido de nuevo, y hemos nacido ¿de dónde? Del Cielo, porque el nuevo nacimiento es del Cielo, no es de la Tierra; por eso somos ciudadanos celestiales de la Nueva Jerusalén, de la Jerusalén celestial, y por consiguiente miembros de la Familia de Dios. Ya no somos extranjeros ni advenedizos, sino miembros de la familia de Dios. Vean cómo sigue diciendo aquí San Pablo: “*Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo;* *el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra.”* ¿Ven? Va a transformar nuestro cuerpo, ¿para qué? para que tengamos un cuerpo eterno, inmortal, incorruptible y glorificado, como Su cuerpo glorificado y eterno: “*El cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya.”* Para que sea un cuerpo glorificado como Su cuerpo glorificado, y entonces seremos inmortales físicamente también, porque somos miembros de la familia de Dios, y por consiguiente, así como Dios es eterno, es inmortal, también los miembros de su familia. “Pero nuestro cuerpo físico todavía es mortal.” Claro que sí, este cuerpo físico que tenemos Dios nos lo ha dado temporalmente para que aquí en la Tierra hagamos contacto con Cristo y obtengamos la Vida eterna. El propósito de nuestra existencia en la Tierra es que nosotros obedezcamos al Evangelio de Cristo, creyendo en Cristo de todo corazón, recibiéndolo como nuestro único y suficiente Salvador, creyendo en Su Sacrificio en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados, y arrepentidos de nuestros pecados dar testimonio público de nuestra fe en Cristo, recibiéndole como nuestro único y suficiente Salvador, para que Cristo nos perdone, y con Su Sangre nos limpie de todo pecado, y seamos bautizados en agua en Su Nombre, y Él nos bautice con Espíritu Santo y Fuego y produzca en nosotros el nuevo nacimiento. Ése es el propósito de nuestra vida aquí en la Tierra; y al obtener el nuevo nacimiento, pues hemos nacido de nuevo, hemos nacido en la Familia de Dios como hijos e hijas de Dios. Vean, vamos a continuar leyendo aquí en Efesios, capítulo 2, verso 19 donde estábamos leyendo, donde dice: “*Y miembros de la familia de Dios,* *edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo,* *en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor;* *en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu.”* ¿Ven? Y ahora, cada persona como individuo es un templo humano para Dios, así como Cristo dijo en San Juan, capítulo 2, verso 19 en adelante: “*Destruyan este templo, y en tres días lo edificaré.”* Ellos pensaban que estaba hablando del templo físico que había construido Herodes en cuarenta y seis años, pero Él estaba hablando de Su cuerpo, porque el cuerpo de Cristo es el Templo humano de Dios. Y ahora, San Pablo nos dice: “¿No saben ustedes que ustedes son templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?” Y ahora, nosotros también somos un templo humano de Dios, en el cual mora el Espíritu de Dios, el Espíritu de Cristo. Y ahora, somos edificados para ser un templo santo en el Señor como individuos, para la plenitud de Dios morar en nosotros. Ya tenemos las primicias, el Espíritu Santo, y nos falta la plenitud, en donde tendremos el cuerpo físico, eterno, inmortal, incorruptible y glorificado, y entonces ya tendremos la plenitud, Dios estará morando en nosotros en toda Su plenitud, y seremos a imagen y semejanza de Dios, a imagen y semejanza de Jesucristo. La imagen de Dios es Cristo en Su cuerpo angelical, llamado el Ángel del Pacto, y la semejanza de Dios, la semejanza física de Dios es Cristo en Su cuerpo físico, el cual ya está glorificado. ¿Ven lo sencillo que es todo? Ahora, este templo también es la Iglesia del Señor Jesucristo, como un Templo Espiritual compuesto por todos los creyentes en Cristo, ese Templo ha ido creciendo de etapa en etapa, de edad en edad, a medida que Dios ha estado llamando y juntando a todos Sus escogidos en Su Iglesia, en Su Redil, que es la Casa de Dios, la Familia de Dios, los descendientes de Dios. Vean, aquí en Hebreos, capítulo 3, verso 5 al 6 dice San Pablo: “*Y Moisés a la verdad fue fiel en toda la casa de Dios, como siervo, para testimonio de lo que se iba a decir;* *pero Cristo como hijo sobre su casa, la cual casa somos nosotros.”* ¿Ven? Cristo como Hijo sobre Su Casa: “*La cual casa somos nosotros, si retenemos firme hasta el fin la confianza y el gloriarnos en la esperanza.”* Y ahora, la Casa de Dios, lo cual es la Familia de Dios, somos nosotros, y sobre esa Casa, sobre esa Familia, Cristo es el que está sobre esa Familia, porque Cristo es el Unigénito de Dios y también el Primogénito de Dios. Por lo tanto, así como el mayor está sobre todos sus hermanos, Cristo está sobre todos Sus hermanos, sobre toda la familia de Dios, sobre toda la descendencia de Dios, Cristo es el Primogénito y también el Unigénito. Como Unigénito, pues todos los demás hijos vienen a través de Cristo, y como el Primogénito, Él es el primero, el mayor de toda esa familia de Dios. Por lo tanto, tenemos un hermano mayor que se llama: SEÑOR JESUCRISTO, el cual murió por mí. ¿Y por quién más? Por cada uno de ustedes en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados. No hay otro sacrificio de expiación por nuestros pecados, ni para hebreos ni para gentiles, solamente hay uno, y es el Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario. Ese misterio lo va a entender el pueblo hebreo como nación muy pronto, todavía Dios está llamando de entre los gentiles un pueblo para Su Nombre, el cual en su mayoría, o el ciento por ciento son descendientes de Abraham también, pertenecientes a las tribus perdidas de Israel, a las diez tribus perdidas de Israel, y también pertenecientes muchos a las dos tribus del Sur: la tribu de Judá y la tribu de Benjamín. Porque Dios no socorrió a los Ángeles, sino que socorrió a las decendencia de Abraham, o sea, que la humanidad está llena de descendientes de Abraham, y digamos que el setenta y cinco por ciento para no exagerar mucho, el setenta y cinco por ciento ni saben que son descendientes de Abraham. Ahora, la bendición de Dios y la bendición del Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados, vean, es para toda la descendencia de Abraham, sea que sepan que son descendientes de Abraham o no sepan que son descendientes de Abraham. No hay otro Sacrificio por el pecado del ser humano, el Mesías Príncipe vendría y moriría, daría Su vida por nuestros pecados, daría Su vida en Expiación por el pecado. Eso es lo que dice Isaías, capítulo 53, verso 10. El Mesías tenía que morir en Su Primera Venida para poder quitar el pecado del mundo, para poder salvar a Su pueblo de sus pecados, tenía que efectuarse un Sacrificio de Expiación, el cual estaba simbolizado, representado en el sacrificio del macho cabrío de la expiación del día diez del mes séptimo de cada año. Luego, toda persona que no creía y no se arrepentía de sus pecados y no pedía perdón a Dios ese día diez del mes séptimo de cada año, era cortado del pueblo, perdía el derecho, privilegio y bendición de continuar viviendo. Y ahora, toda persona que no se arrepiente de sus pecados y confiese a Cristo sus pecados, creyendo en el Sacrificio de Cristo como el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados, la persona que arrepentido de sus pecados no viene a Cristo, pidiendo perdón a Cristo por sus pecados ¿qué le sucede? Pierde la bendición, privilegio y derecho a continuar viviendo por toda la eternidad, pierde el derecho a la Vida eterna. Pero el que cree y recibe a Cristo como su Salvador, dando testimonio público de su fe en Cristo, obtiene la Vida eterna y vivirá eternamente con Cristo en Su Reino eterno como un miembro de la Familia de Dios. “**LA FAMILIA DE DIOS.”** Esa es la Familia más importante, no solamente de la Tierra, sino de los Cielos también, porque son descendientes directos de Dios, y tienen la Sangre de Cristo *acá*, porque han aplicado la Sangre de Cristo en sus corazones. Por lo tanto, toda persona que ha recibido a Cristo como su Salvador, creyendo en el Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados, ha obtenido la bendición de la reconciliación con Dios. Si alguna persona no ha dado testimonio público de su fe en Cristo, pero en esta noche, en esta ocasión la fe de Cristo ha nacido en su alma al escuchar la predicación del Evangelio de Cristo, puede dar testimonio público de su fe en Cristo, pues la fe viene por el oír la Palabra de Dios, el Evangelio de Cristo, y con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación. En estos momentos tienen la oportunidad de dar testimonio público de su fe en Cristo, recibiéndole como su único y suficiente Salvador. Cristo dijo: “El que me confesare delante de los hombres, Yo le confesaré delante de mi Padre; pero el que me negare delante de los hombres, Yo le negaré delante de mi Padre que está en los Cielos.” San Mateo, capítulo 10, versos 32 al 33. Por lo tanto, es un asunto de fe en Cristo para obtener la salvación y Vida eterna, y es un asunto de no creer en Cristo para la persona ser condenada y perder la oportunidad, bendición y derecho a vivir eternamente en el Reino de Dios. Las personas que están en otras naciones, conectadas con esta transmisión, escuchando la predicación del Evangelio de Cristo en esta noche, pueden también dar testimonio público de su fe en Cristo los que todavía no han dado testimonio de su fe en Cristo. Y pueden venir a los Pies de Cristo los que están en otras naciones, pueden pasar al frente y venir a los Pies de Cristo allí donde ustedes se encuentran en las iglesias, o auditorios o lugares públicos donde ustedes se encuentran escuchando en esta ocasión. Y también los que están aquí presentes, si no han dado testimonio público de su fe en Cristo, pueden hacerlo en esta noche para que queden incluidos en la oración que estaré haciendo por todos los que estarán viniendo a los Pies de Cristo, para dar testimonio público de su fe en Cristo. Pueden venir y yo oraré por ustedes para que Cristo les reciba en Su Reino, les perdone y con Su Sangre les limpie de todo pecado. Pueden continuar viniendo a los Pies de Cristo. Los niños de diez años en adelante también pueden venir a los Pies de Cristo, para que queden incluidos en esta oración que haré por todas las personas que están recibiendo a Cristo como su único y suficiente Salvador. Vamos a dar unos minutos en lo que llegan todas las personas que han escuchado y han creído en Cristo de todo corazón, nació la fe de Cristo en sus almas y ahora llegó el momento de dar testimonio público de su fe en Cristo, recibiéndole como vuestro único y suficiente Salvador. Cristo muriendo en la Cruz del Calvario, es el Sacrificio de la Expiación por el pecado de todo ser humano que está escrito en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, por todo ser humano que viviría en este planeta Tierra. Todavía vienen más personas de camino que desean ser reconciliados con Dios y vivir eternamente en el Reino de Dios, pues son familia de Dios, hijos e hijas de Dios que serían juntados, congregados en un solo Cuerpo Místico de creyentes. Todos vamos a vivir también allá en la tierra de Israel cuando el Mesías establezca Su Reino físico en el planeta Tierra, allá en la tierra de Israel y Jerusalén sea la Capital del mundo, y el territorio de Israel sea el Distrito Federal. Todo eso está en el Programa de Dios, en ese Reino yo estaré como Rey, como Sacerdote y como Juez. ¿Y quién más? Cada uno de ustedes también, porque Cristo con Su Sangre nos ha limpiado de todo pecado y nos ha hecho para nuestro Dios Reyes y Sacerdotes, y reinaremos con Él, con Cristo, reinaremos con Él en el Milenio y luego por toda la eternidad. Pertenecemos a un Orden Sacerdotal Celestial, el Orden Sacerdotal de Melquisedec, el cual fue tipificado en el orden sacerdotal levítico. Del Orden Sacerdotal Celestial Jesucristo es el Sumo Sacerdote, el cual intercede en el Cielo, en el Templo Celestial con Su propia Sangre, por toda persona que lo recibe como su único y suficiente Salvador. Por lo tanto, el tabernáculo que construyó Moisés y el templo que construyó el rey Salomón, solamente es el tipo y figura del Templo Celestial, y el orden sacerdotal del cual Aarón era el sumo sacerdote, solamente eso es el tipo y figura del Orden Sacerdotal Celestial de Melquisedec, un Orden que es eterno. A ese Orden eterno Sacerdotal pertenezco yo. ¿Y quién más? Cada uno de ustedes también como Sacerdotes de Dios, y al Orden de la Teocracia y de la Monarquía Celestial según el Orden de Melquisedec, porque Melquisedec es Rey de Salem (de Jerusalén), y es Rey de Paz y Rey de Justicia y Sacerdote del Dios Altísimo. Y todos los miembros de la Familia de Dios pertenecen a ese Orden Celestial, a ese Orden Celestial de ese Orden Sacerdotal de Melquisedec, y a ese Orden Teocrático y también de la Monarquía del Reino Celestial, que es conforme al Orden de Melquisedec. Melquisedec es el Mesías Príncipe. Y ahora, hemos visto el misterio de la Familia de Dios, y hemos visto que somos parte de la Familia de Dios, hijos e hijas de Dios que necesitábamos un Sacrificio de Expiación por nuestros pecados, para ser reconciliados con Dios y ser restaurados a la Vida eterna y al Reino eterno de Dios. Todavía si falta alguna persona puede venir a los Pies de Cristo, para que quede incluido en esta oración que estaré haciendo dentro de algunos segundos. Vamos a estar puestos en pie para orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo. También los que están en otras naciones, pueden continuar viniendo a los Pies de Cristo si falta alguno por venir. Y los niños de diez años en adelante también. Vamos a orar por las personas que han venido a los Pies de nuestro amado Salvador Jesucristo, el Mesías Príncipe que murió como el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados, y que resucitó y ascendió al Cielo y está a la diestra de Dios en el Cielo, sentado en el Trono de Dios, haciendo intercesión como Sumo Sacerdote por nuestros pecados. Si en el tabernáculo que construyó Moisés, si Dios ordenó construir un tabernáculo y hubo un sacrificio allí, y estaba allí la presencia de Dios, y también en el templo que construyó Salomón, es porque hay un Templo, un Tabernáculo en el Cielo. Y ahora, la Sangre del Mesías era la única Sangre que podía ser llevada al Templo Celestial y ser colocada sobre el propiciatorio del Templo Celestial, que es ese propiciatorio el Trono de Dios. Ya vamos a orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo. Si falta alguna persona por venir, puede hacerlo para que quede incluida en esta oración que estaré haciendo dentro de algunos segundos. También los que falten por venir a los Pies de Cristo en otras naciones, pueden venir. Vamos a levantar nuestras manos al Cielo. Siempre cuando llega el momento de dar testimonio público de su fe en Cristo, algunos son tímidos y piensan que los van a ver pasar al frente y se avergüenzan, les da timidez y se avergüenzan. Pero no podemos avergonzarnos de Cristo, Cristo dijo: “El que se avergonzare de mí delante de los hombres, Yo me avergonzaré de él delante de mi Padre.” Por lo tanto, no nos podemos avergonzar de Cristo, lo recibimos para que Él nos dé el perdón de nuestros pecados y nos limpie de todo pecado con Su Sangre, y nos dé la salvación y Vida eterna y nos reconcilie así con Dios. Es Vida eterna recibir a Cristo como nuestro único y suficiente Salvador. Vamos ya a orar por los que han venido a los Pies de Cristo; si alguno estaba tímido para venir a los Pies de Cristo, diga: “Yo quiero vivir eternamente, yo quiero ser reconciliado con Dios, por lo tanto, me levanto y paso al frente y doy testimonio público de mi fe en Cristo, y lo recibo como mi único y suficiente Salvador, creyendo en Su muerte como el Sacrificio de la Expiación por mis pecados.” Vamos a levantar nuestras manos a Cristo al Cielo, y repitan conmigo esta oración los que han venido a los Pies de Cristo aquí en Buenos Aires, Argentina y los que están también en otras naciones: ***Señor Jesucristo, vengo a Ti en estos momentos, creyendo en Ti de todo corazón, ha nacido Tu fe en mí a medida que estuve escuchando la predicación de Tu Evangelio. Creo en Tu Primera Venida, creo en Tu muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de la Expiación por mis pecados.*** ***Señor Jesucristo, reconozco que soy pecador, Ten Misericordia de mí.*** ***Señor Jesucristo, reconozco que Tú eres el único Salvador, y doy testimonio público de mi fe en Ti y Te recibo como mi único y suficiente Salvador.*** ***Señor Jesucristo, salva mi alma Te lo ruego, en Tus Manos encomiendo mi alma.*** ***Señor Jesucristo, perdona mis pecados y con Tu Sangre límpiame de todo pecado, y bautízame con Espíritu Santo y Fuego luego que yo sea bautizado en agua en Tu Nombre, te ruego produzcas en mí el nuevo nacimiento, quiero nacer a la Vida eterna en Tu Reino eterno, para vivir Contigo por toda la eternidad.*** ***Señor Jesucristo, salva mi alma Te lo ruego. En Tu Nombre eterno y glorioso Señor Jesucristo. Amén y amén.*** Y ahora, con nuestras manos levantadas a Cristo, al Cielo, decimos todos: **¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! Amén y amén.** Cristo les ha recibido en Su Reino, ha perdonado vuestros pecados y con Su Sangre les ha limpiado de todo pecado, por cuanto ustedes escucharon la predicación del Evangelio de Cristo y creyeron en Cristo como vuestro único y suficiente Salvador, reconociendo que el Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario es el Sacrificio de la Expiación por vuestros pecados. Cristo dijo en San Marcos, capítulo 16, versos 15 al 16: “*Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.* *El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.”* Ustedes han escuchado la predicación del Evangelio de Cristo y creyeron de todo corazón, porque nació la fe de Cristo *acá* en vuestra alma, y han dado testimonio público de vuestra fe en Cristo. Ustedes me dirán: “Todavía me falta una cosa: me falta ser bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo. ¿Cuándo me pueden bautizar? Quiero ser bautizado lo más pronto posible en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, quiero cumplir Su mandato completo.” Por cuanto ustedes han creído de todo corazón en Cristo, bien pueden ser bautizados en agua esta misma noche, en estos mismos momentos. ***Y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento, y así entren a formar parte de la Familia de Dios.*** ***Que las bendiciones de Cristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes y sobre mí también, y Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, luego que sean bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo.*** ***Y a vuestros familiares Cristo los traiga a Sus Pies y les dé la salvación y Vida eterna para vivir con ustedes en el Reino eterno de Jesucristo, vivir por toda la eternidad. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén y amén.*** Pregunto al ministro si hay agua, Al Reverendo Guillermo Rodríguez: Hay agua, hay bautisterio. ¿Hay ropas bautismales también? Hay ropas bautismales también. ¿Hay ministros que les bautizarán en agua? Hay también ministros aquí que les bautizarán en agua. ¿Y hay personas que cuidarán de sus ropas también? Hay personas que cuidarán de vuestras ropas también. Por lo tanto, bien pueden ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego. Ha sido para mí un privilegio grande estar con ustedes en esta noche, dándoles testimonio de nuestro tema: **“LA FAMILIA DE DIOS.”** Hemos visto cuál es la Familia de Dios: la Familia Celestial de Dios. Que Dios les continúe bendiciendo a todos, y pasen todos muy buenas noches. Con nosotros el Reverendo Guillermo Rodríguez para indicarles hacia dónde caminar para cambiarse de ropas, colocarse las ropas bautismales y ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo. Dios les continúe bendiciendo a todos. Con nosotros el Reverendo Guillermo Rodríguez. “**LA FAMILIA DE DIOS.”**