--- title: 'Que Dios abra nuestros ojos' date: 2004-08-17 activity: 1 place: city: Santo Domingo state: country: DO duration: 00:00:00 public: false youtube: translations: files: --- Muy buenas noches, amados amigos y hermanos presentes; es para mí una bendición y privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente a este tiempo final. Reciban todos saludos de mi esposa Erica, y los niños reciban saludos de América y de Yahannah Gabriela. Para esta ocasión, leemos en San Mateo, capítulo 20, verso 29 al 34, donde dice: “*Al salir ellos de Jericó, le seguía una gran multitud.* *Y dos ciegos que estaban sentados junto al camino, cuando oyeron que Jesús pasaba, clamaron, diciendo: ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros!* *Y la gente les reprendió para que callasen; pero ellos clamaban más, diciendo: ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros!* *Y deteniéndose Jesús, los llamó, y les dijo: ¿Qué queréis que os haga?* *Ellos le dijeron: Señor, que sean abiertos nuestros ojos.* *Entonces Jesús, compadecido, les tocó los ojos, y en seguida recibieron la vista; y le siguieron.”* Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla. Nuestro tema es: **“QUE DIOS ABRA NUESTROS OJOS.”** A través de la Escritura encontramos que hay ceguedad física y ceguedad espiritual. Por lo tanto, una persona ciega físicamente no ve las cosas que le rodean y lo que está sucediendo; solamente escucha (si tiene el oído bien) escucha, pero no puede ver lo que está sucediendo. Pero una persona ciega espiritualmente no ve las cosas que están sucediendo en el campo espiritual; por ejemplo, no ve lo que Dios está haciendo conforme a lo que Él ha prometido para el tiempo en que la persona está viviendo; y esa ceguedad espiritual es peor que la física. Pero la Escritura dice en el Salmo 146, verso 8, algo que es la esperanza para todos los ciegos tanto físicos como espirituales. Dice Salmo 146, verso 8 en adelante (aun el 7), dice: “*Que hace justicia a los agraviados,* *Que da pan a los hambrientos.* *Jehová liberta a los cautivos;* *Jehová abre los ojos a los ciegos;* *Jehová levanta a los caídos;* *Jehová ama a los justos.* *Jehová guarda a los extranjeros;* *Al huérfano y a la viuda sostiene,* *Y el camino de los impíos trastorna.”* Y ahora, Jehová Dios, el Dios que creó los Cielos y la Tierra, dice que liberta a los cautivos y que abre los ojos a los ciegos y que levanta a los caídos. La raza humana cayó en el Huerto del Edén cuando pecó contra Dios; pero ahora Jehová levanta a los caídos, los levanta y los coloca en Su Reino, el Reino de Dios, el cual es el Reino de Jesucristo nuestro Salvador, y los restaura a la Vida eterna, y abre los ojos a los ciegos. Él abre los ojos a los ciegos que físicamente no tienen vista, y a los ciegos que espiritualmente no tienen vista, no ven. Por lo tanto: **“QUE DIOS ABRA NUESTROS OJOS.”** Es nuestro tema. Para toda persona que quiere ver las cosas de Dios, el Programa Divino correspondiente a nuestro tiempo: que Dios abra nuestros ojos para ver. En los días de nuestro amado Señor Jesucristo aquí en la Tierra, cuando Él estuvo en Su Ministerio terrenal, dijo en San Mateo, capítulo 13, verso 11 al 17: “*El respondiendo, les dijo: Porque a vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos; mas a ellos no les es dado.* *Porque a cualquiera que tiene, se le dará, y tendrá más; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.* *Por eso les hablo por parábolas: porque viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden.”* Ahora vean, aquí no se refiere a una ceguedad física, sino a una ceguedad espiritual. Viendo, no ven, o sea, viendo en medio de ellos el cumplimiento de lo que Dios prometió, lo estaban viendo con los ojos físicos, pero con los ojos espirituales no lo veían; estaban ciegos, o sea, eran personas con vista física, pero sin vista espiritual, ciegos espiritualmente, no entendían lo que estaba sucediendo, lo que ellos estaban viendo. Y como les pasó a los discípulos allá en el mar, cuando estaban bajo aquella tempestad y la barca estaba por hundirse, cuando vieron a Jesús caminando sobre las aguas embravecidas, dijeron: “¡Un fantasma! ¡Es un fantasma!” Porque cuando las personas están en esa etapa entre la vida y la muerte, pueden estar viendo cosas así raras, y ahora para colmo decían: “¡Es un fantasma!” Pero no era un fantasma, era Jesucristo nuestro Salvador. Y para los ciegos espirituales cuando ven con sus ojos físicos lo que Dios está cumpliendo, por cuanto no tienen vista espiritual para ver lo que Dios está haciendo, dicen que es un fantasma, que es Beelzebú, como dijeron de Jesús. Por eso Cristo les dijo a aquellos líderes: “Ciegos guías de ciegos. Si el ciego guía al ciego, ambos caerán en el hoyo, en el hueco.” No se puede dejar la persona guiar por un ciego que no ve el Programa correspondiente al tiempo en que uno vive, y no ve lo que Dios está haciendo en ese tiempo, conforme a lo que Él prometió. Para cada tiempo Dios ha hablado palabra que tiene que Él cumplir; y cuando Dios la cumple, entonces decimos: “Que Dios abra nuestros ojos para ver.” ¿Para ver qué? Para ver el Programa de Dios y el cumplimiento de ese Programa de Dios para el tiempo en que uno está viviendo. Vean, vamos a continuar leyendo aquí: “*Por eso les hablo por parábolas: porque viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden.”* Vean: “Porque viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden.” Un ciego espiritual, aunque vea con sus ojos y escuche con sus oídos físicos, no puede entender el Programa de Dios, porque está ciego espiritualmente. Por lo tanto, necesita un milagro de parte de Jesucristo, Dios tiene que hacer el milagro de darle la vista espiritual, que es la más importante, para poder ver y entender lo que está viendo. “*De manera que se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dijo:* *De oído oiréis, y no entenderéis;* *Y viendo veréis, y no percibiréis.”* O sea, no comprenderán, no entenderán, no percibirán lo que está sucediendo en el Programa de Dios, les pasará por encima. “*Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado,* *Y con los oídos oyen pesadamente,* *Y han cerrado sus ojos;* *Para que no vean con los ojos,* *Y oigan con los oídos,* *Y con el corazón entiendan.”* ¿Ven? Con el corazón entienda. Y si la persona ve con sus ojos, oye con sus oídos y entiende, ¿qué sucede? Se salva, recibe la salvación, porque entonces recibe a Cristo como su único y suficiente Salvador. Pero si no cree, ¿qué sucede si no entiende?: “*Y con el corazón entiendan,* *Y se conviertan,* *Y yo los sane* (los sane, o sea, los salve)*.* *Pero bienaventurados vuestros ojos, porque ven; y vuestros oídos, porque oyen.* *Porque de cierto os digo, que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron.”* ¿Y qué estaban viendo ellos, y qué estaban escuchando ellos? Ellos estaban viendo el cumplimiento de la promesa Mesiánica en Jesús, ellos estaban viendo que Dios había cumplido la promesa de la Venida del Mesías en un sencillo joven carpintero de Nazaret; ellos estaban viéndolo, lo estaban entendiendo, lo estaban comprendiendo, porque tenían ojos espirituales, vista espiritual para ver esas cosas divinas del mundo espiritual que se estaban materializando en medio de ellos. Y tenían oídos para oír, ¿oír qué? Oír el Mesías enseñándoles todas estas cosas. También, en San Mateo, capítulo 11, verso 25 al 26 (25 al 27), dice: “*En aquel tiempo, respondiendo Jesús, dijo: Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos.”* ¿Quiénes eran los sabios y entendidos? El sumo sacerdote y todos los miembros del Concilio del Sanedrín, que eran setenta hombres sabios en asuntos religiosos, y también los fariseos y saduceos y los escribas y doctores de la Ley; eran sabios en el campo religioso. Pero de ellos estaba escondido el misterio de la Primera Venida de Cristo y Su Obra que Él iba a llevar a cabo como Cordero de Dios, muriendo para redimir al ser humano. “*...porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó.* *Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre;* *y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo,* *y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar.”* Por lo tanto, nadie conoce el misterio del Padre y de Su Hijo, Jesucristo, sino aquel a quien Jesucristo lo quiera revelar. Es por revelación divina. Vean, en San Mateo, capítulo 16, versos... verso 3 en adelante, el caso de Pedro, cuando Cristo preguntó: “¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?” Veamos aquí lo que dice... San Mateo, capítulo 16, verso 13 en adelante, dice: “*Viniendo Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?* *Ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas.* *El les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?* *Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.* *Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos.”* Por lo tanto, para conocer esos misterios divinos: el misterio de la Primera Venida de Cristo, se requiere la revelación del Cielo, la revelación divina para saber que Jesucristo es el Hijo de Dios. Por lo tanto, cuando una persona escucha la predicación del Evangelio de Cristo y cree, ha recibido del Cielo la revelación de quién es Jesucristo. Sigue diciendo: “*Y yo también te digo, que tú eres Pedro, edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella.* *Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos. Entonces mandó a sus discípulos que a nadie dijesen que él era Jesús el Cristo* (que a nadie dijesen que Él era Jesús, el Ungido de Dios, el Cristo, el Mesías)*.”* Esta revelación, vean ustedes, era para aquellos a los cuales Dios les había dado ojos para ver y oídos para oír; tenían ojos espirituales para ver y oídos espirituales para oír, y un corazón para creer lo que ellos estaban viendo, creerlo, porque eso era lo que estaba prometido en la Escritura para aquel tiempo. Por lo tanto, los que no pudieron ver, los que no pudieron creer, no estaban viendo con sus ojos espirituales y no estaban comprendiendo, no estaban entendiendo. Por lo tanto, eran ciegos espirituales, aunque tenían ojos para ver físicamente, no tenían ojos espirituales para ver espiritualmente. Por eso Cristo dijo a esos líderes: “Ciegos, guías de ciegos.” Ahora, un ciego guía de ciego es un problema para todos los ciegos; porque si el ciego guía al ciego, ambos caerán en el hoyo, en el hueco. Ahora, lo que se necesita entonces es que Dios haga el milagro que Él ha prometido, porque Jehová, Dios, es el que da vista a los ciegos. Y por eso cuando Emanuel, que significa: “Dios con nosotros.” Conforme a Isaías, capítulo 7, verso 14, donde dice Dios acerca del Hijo de la virgen, donde promete un Hijo a través de una virgen, dice: “*Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo,* *y llamará su nombre Emanuel* (y Emanuel significa: Dios con nosotros)*.”* Por eso en San Mateo, capítulo 3 - en San Mateo, capítulo 3, nos habla acerca de este misterio; y también en San Mateo, capítulo 1, verso 20 en adelante. Dice: “*Y pensando él* (o sea, José) *en esto, he aquí un ángel del Señor le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es.* *Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados.”* Y ahora, aquí el Ángel le dio a conocer el nombre que tenían que colocarle al niño que iba a nacer. Pero vean aquí, en el capítulo 2 de San Mateo, verso 1 en adelante, dice: “*Cuando Jesús nació en Belén de Judea en días del rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalén unos magos,* *diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle.* *Oyendo esto, el rey Herodes se turbó, y toda Jerusalén con él.* *Y convocados todos los principales sacerdotes, y los escribas del pueblo, les preguntó dónde había de nacer el Cristo.* *Ellos le dijeron: En Belén de Judea; porque así está escrito por el profeta:* *Y tú, Belén, de la tierra de Judá,* *No eres la más pequeña entre los príncipes de Judá;* *Porque de ti saldrá un guiador, que apacentará a mi pueblo Israel.”* Aquí podemos ver que el Mesías, Emanuel: Dios con nosotros, Dios manifestado en carne. “Porque grande es el misterio de la piedad, Dios ha sido manifestado en carne en la persona de Jesús.” Dios estaba vestido de un velo de carne llamado, Jesús. Y Dios a través de Jesús, siendo que Él dijo en el Antiguo Testamento: “Jehová abre los ojos al ciego.” Ahora a través de carne humana estaba Dios manifestado abriéndole los ojos a los ciegos en medio del pueblo hebreo. Vean, aquí en San Mateo, capítulo 11, verso 1 en adelante, dice: “*Cuando Jesús terminó de dar instrucciones a sus doce discípulos, se fue de allí a enseñar y a predicar en las ciudades de ellos.* *Y al oír Juan, en la cárcel, los hechos de Cristo, le envió dos de sus discípulos,* *para preguntarle: ¿Eres tú aquel que había de venir, o esperaremos a otro?* *Respondiendo Jesús, les dijo: Id, y haced saber a Juan las cosas que oís y veis.* *Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio;* *y bienaventurado es el que no halle tropiezo en mí.”* Y ahora, Cristo está mandándole decir a Juan a través de los discípulos que Juan envió para preguntarle a Jesús, si Él era aquel Mesías que habría de venir, o esperarían a otro. Si Jesús no era aquel que había de venir después de Juan, entonces Juan se había equivocado señalando a Jesús como el Mesías, como el Cordero de Dios que quitaría el pecado del mundo, como el que vendría después de él, como lo presentó en San Juan, capítulo 1, versos 28 en adelante, cuando dijo: “*Este es aquel del cual yo dije que vendría después de mí, el cual es mayor que yo, y el cual es primero que yo.”* Ahora, Juan no se había equivocado, Juan había visto el Espíritu Santo descender en forma de paloma sobre Jesús, y el que lo mandó a bautizar, le dijo: “Sobre aquel que tú veas el Espíritu Santo descender en forma de paloma, y permanecer sobre Él, ese es Él, ese es el que viene después de ti, ese es el que bautiza con Espíritu Santo y Fuego.” Y Juan dice: “Y yo lo vi, y he dado testimonio de que ese es Él.” Ahora vean, aquí está... en San Juan nos habla y en San Mateo. En San Mateo, capítulo 3, verso 13 en adelante dice, 13 al 17, dice: “*Entonces Jesús vino de Galilea a Juan al Jordán, para ser bautizado por él.* *Mas Juan se le oponía, diciendo: Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?”* Estas palabras de Juan el Bautista indican que Juan, aunque no sabía que Jesús era el Mesías, hasta ese día, Juan, por cuanto eran primos (la madre de Juan el Bautista, Elisabet, era parienta de la virgen María). Cuando estaba Juan en el vientre de Elisabet y ya tenía seis meses o más, la virgen María fue a ver a su parienta, y cuando la llegó y la saludó, Juan el Bautista, que estaba en el vientre de Elisabet, saltó de alegría y fue lleno del Espíritu Santo, aun desde el vientre de su madre. Y ellos tenían buena relación familiar, por lo tanto, ellos se visitaban, y aun cuando iban a Jerusalén, allí de seguro se veían también. Aun María estuvo unos tres meses allá con ellos; y tres meses eran lo que le faltaba a Elisabet para dar a luz. Así que María pudo ver de seguro el nacimiento de Juan el Bautista; y tenía a Jesús en su vientre, la virgen María. Luego en otras ocasiones de seguro se vieron Juan el Bautista y Jesús; porque vean, cuando le habla Juan aquí a Jesús, le habla en una forma familiar. Le dice: “*Mas Juan se le oponía, diciendo: Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?”* ¿Y por qué Juan sabía eso? ¿Y por qué Juan creía y veía que Jesús era más grande que él, más importante? De seguro Juan conocía mucho de la historia de Jesús desde niño hasta ese momento, en donde tenía cerca de treinta años (digamos veintinueve años y medio), pues eran familia, según la carne. Ahora, en la historia de Jesús no nos habla mucho de Jesús hasta después que fue bautizado por Juan el Bautista; antes de eso nos habla de la aparición del Arcángel Gabriel a la virgen María, dándole la buena noticia de que iba a tener un niño y que iba a ser el Heredero al Trono de David, que Dios le daría el Trono de David Su Padre, y reinaría sobre la casa de Jacob para siempre. Pero vean ustedes, luego le dice cómo va a ser, porque ella preguntó cómo iba a suceder todo, y luego no cuenta más la historia de que el Arcángel Gabriel le haya aparecido a la virgen María, aunque cuando nació Jesús le apareció a los pastores allí en Belén de Judea, pero no dice si le apareció a José y a María en esa ocasión. Ahora, encontramos que el Ángel, pues luego le apareció también más adelante (cuando tenía como dos años) en el sueño a José para decirle que se fuera a Egipto, porque Herodes iba a buscar al niño para matarlo, y que no regresara de Egipto a la tierra de Israel, hasta que el Ángel le dijera que regresara. Pero no se sabe, por ejemplo, cuántos días o años estuvo Jesús viviendo en Egipto, y no se sabe qué cosas hizo, si ya desde niño Él llevaba a cabo milagros y maravillas. Pero algo sabía Juan el Bautista, por lo cual le dijo a Jesús: “Yo necesito ser bautizado por Ti, ¿y Tú vienes a mí para que yo Te bautice?” Ahora, Juan el Bautista sabía que Jesús era descendiente del rey David según la carne. Y de seguro el sacerdote Zacarías (padre de Juan el Bautista) y su madre Elisabet, de seguro le hablaron muchísimo acerca de Jesús; porque la buena noticia para Juan era que Él era el precursor del Mesías, el que le prepararía el camino al Mesías. Y por lo tanto, el sacerdote Zacarías, que había recibido esa noticia del Arcángel Gabriel, se la pasó a Elisabet y también a Juan el Bautista. Si cuando Juan ya tenía, digamos, siete años, si todavía estaba vivo Zacarías, de seguro le enseñó todas esas cosas, y le dijo: “Tú eres esta persona: ‘La voz de uno clamando en el desierto.’ Tú eres este Mensajero que vendrá delante del Mesías para prepararle el camino.” Y de seguro toda esa enseñanza la tenía Juan el Bautista *acá* en su corazón. Y de seguro el sacerdote Zacarías le dio a conocer también que la virgen María tendría o tuvo ese niño al cual Juan le prepararía el camino, porque la virgen María fue a la casa de Zacarías y Elisabet, y le dio la noticia de la aparición del Ángel que le dio la buena nueva de que iba a tener un niño. Y el Arcángel no dice aquí la Escritura, que le dijo el nombre a la virgen María, pero al sacerdote Zacarías sí le había dicho cuál era su nombre, le dijo: “Yo Soy Gabriel.” Por lo tanto, la descripción que dio la virgen María de cómo era el Ángel, la descripción que le dio a Zacarías y Elisabet, concordaba con la forma del Ángel Gabriel que le había aparecido al sacerdote Zacarías; y de seguro el sacerdote Zacarías le dijo: “Fue el mismo Ángel o Arcángel Gabriel el que me apareció a mí, te apareció luego a ti.” Siendo que Zacarías era un sacerdote, podía enseñar a la virgen María todas estas cosas de Dios prometidas para ese tiempo. Ahora, Jesús es el Mesías prometido para el pueblo hebreo, pero para ver que Él es el Mesías hay que tener ojos para ver, pero ojos espirituales para ver, y oídos espirituales para oír la Voz de Dios, y para oír al Mesías trayendo Su Mensaje, y para oír lo que Dios dice en Su Palabra y creer de todo corazón. Para eso se requiere que Dios abra los ojos espirituales a las personas. Él es el único que puede abrir los ojos espirituales a las personas también como los ojos físicos de las personas. Él es el que abre los ojos a los ciegos, tanto a los ciegos físicos como a los ciegos espirituales. Por lo tanto, para poder ver, necesitamos un milagro: que Dios nos abra los ojos, y entonces podemos ver las cosas de Dios, y conocer el gran misterio contenido aquí, en Colosenses, capítulo 1, verso 2 al 3: “*...para que sean consolados sus corazones, unidos en amor, hasta alcanzar todas las riquezas de pleno entendimiento, a fin de conocer el misterio de Dios el Padre, y de Cristo,* *en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento.”* ¿Ven? Para conocer el gran misterio de Dios-el Padre y de Cristo; para eso es que viene por el Espíritu Santo la revelación divina a nuestras almas, y nos abre el entendimiento y el corazón, y nos abre así nuestros ojos espirituales, y nos abre el entendimiento para ver y comprender todos estos misterios divinos y comprender el Programa Divino correspondiente al tiempo que nos toca vivir. “Nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar.” Por lo tanto, es un asunto de revelación del Cielo. Pedro dijo, cuando Cristo pregunto: “¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?” Unos decían una cosa, otros decían otra; o sea, diciendo lo que el pueblo pensaba acerca de Jesús. Pero Pedro dijo, cuando Cristo preguntó: “Y ustedes, ¿quién dicen ustedes que es el Hijo del Hombre? Pedro dice: “Tú, Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.” ¿Ven? Le habían sido abiertos los ojos espirituales a Pedro para entender; la revelación divina vino del Cielo e hizo el milagro en Pedro. Por lo tanto, necesitamos que con la revelación divina, Jesucristo nos abra los ojos espirituales para ver y entender el Programa correspondiente a nuestro tiempo; y eso solamente lo puede hacer Dios por medio de Su Espíritu Santo, dándonos la revelación divina, la revelación del Cielo para nuestro tiempo. Dios es el que abre los ojos a los ciegos. *Que Dios abra los ojos espirituales a todas las personas que todavía no han recibido a Cristo como su único y suficiente Salvador, para que vean y entiendan que solamente hay un Salvador, y ese es Jesucristo, el único que puede salvar nuestra alma y colocarla en Su Reino eterno con Vida eterna, para vivir con Cristo por toda la eternidad.* *Que Dios confirme en Cristo a todos los que ya les ha abierto los ojos espirituales y han recibido a Cristo como su único y suficiente Salvador, para que se les mantenga bien abiertos los ojos espirituales caminando en el Programa Divino, y viendo todo el Programa de Dios correspondiente a nuestro tiempo.* Toda persona que ha escuchado la predicación del Evangelio de Cristo y ha recibido a Cristo como su único y suficiente Salvador, ha obtenido la revelación del Cielo, y le han sido abiertos los ojos espirituales por medio de Cristo a través de Su Espíritu Santo por la revelación divina que ha venido a la persona, a través de la predicación del Evangelio. Por eso Cristo dijo: “*Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura;* *el que creyere y fuere bautizado, será salvo, mas el que no creyere, será condenado.”* Tan simple como eso (San Marcos, capítulo 16, verso 15 al 16). Por lo tanto, se requiere que toda persona escuche la Voz de Cristo, para recibir el milagro de obtener la vista espiritual, para ver las cosas espirituales y obtener la salvación de su alma, recibiendo a Cristo como su único y suficiente Salvador. En Romanos, capítulo 5, dice el Apóstol Pablo, comenzando en el verso 8 hasta el 11: “*Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.* *Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira. Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida.* *Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación.”* Por medio de Cristo y Su Sacrificio en la Cruz del Calvario, hemos obtenido la reconciliación con Dios, y hemos entrado al Reino de Dios y estamos dentro del nuevo Pacto, cubiertos con la Sangre del nuevo Pacto, que es la Sangre de Jesucristo nuestro Salvador, en donde tenemos Paz para con Dios, la Paz que Él dijo: “Mi Paz os dejo, Mi Paz os doy; no como el mundo la da, Yo os la doy.” Eso está aquí en otras palabras también, San Juan, capítulo 14, verso 27, donde dice: “*La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo.”* Ahora aquí, vean ustedes, en la forma tan sencilla que nos habla de esta Paz que Él nos da. En el capítulo 16, verso 33, también de San Juan, nos dice Cristo... 17, verso 23, dice... 16, verso 33 de San Juan, dice: “*Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz . En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.”* Y ahora, la Paz de Dios, solamente la obtiene la persona a través de Jesucristo, es estando en Cristo que le persona tiene paz, la Paz del Nuevo Pacto; fuera del Nuevo Pacto el ser humano está en guerra con Dios. Pero dentro del Nuevo Pacto establecido por Cristo, el ser humano está en paz con Dios. La persona no puede tener la Paz de Dios, a menos que esté dentro del nuevo Pacto, habiendo recibido a Jesucristo como su único y suficiente Salvador, habiendo lavado sus pecados en la Sangre de Cristo, habiendo sido bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo y habiendo recibido el Espíritu Santo, y así obteniendo el nuevo nacimiento, así naciendo a una nueva vida, a la Vida eterna, en un nuevo Reino, el Reino de Jesucristo nuestro Salvador. Así la persona queda dentro del Nuevo Pacto cubierto con la Sangre de Cristo, que es la Sangre del Nuevo Pacto, y por consiguiente tiene la Paz del Nuevo Pacto, ese Pacto de Paz que Dios dijo que establecería con Su pueblo. En Primera de Juan, capítulo 5, verso 10 en adelante, dice: “*El que cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a Dios, le ha hecho mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo.* *Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo.”* La Vida eterna está en Jesucristo. Por eso toda persona que quiere la Vida eterna, que quiere vivir eternamente, viene a Jesucristo, lo recibe como su único y suficiente Salvador y pide perdón a Cristo por sus pecados, Cristo lo perdona y con Su Sangre lo limpia de todo pecado, es bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo lo bautiza con Espíritu Santo y Fuego y produce el nuevo nacimiento en la persona; la persona nace a una nueva vida en el Reino de nuestro amado Señor Jesucristo, y así ha asegurado su futuro eterno con Jesucristo en Su Reino eterno. Ninguna otra persona le puede asegurar a usted el futuro eterno suyo, solamente hay UNO, y ese es Jesucristo. Jesucristo es el que nos asegura nuestro futuro eterno. “*El que tiene al Hijo, tiene la vida* (o sea, tiene la Vida eterna) *el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida* (o sea, no tiene la Vida eterna)*.* *Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna.”* La buena noticia es: que para todos los creyentes en Cristo hay Vida eterna, tenemos Vida eterna; esa es la buena noticia. “*...y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios.”* Por lo tanto, todo creyente en Cristo tiene Vida eterna, ha sido reconciliado con Dios y ha sido restaurado a la Vida eterna; porque Dios le abrió sus ojos espirituales. Y ahora que Dios abra los ojos espirituales de los que todavía no han recibido a Cristo como su único y suficiente Salvador, para que lo reciban y tengan salvación y Vida eterna. ¿A cuántos ya Dios les abrió sus ojos espirituales, para recibir a Cristo como Salvador? A todos nosotros. Si hay alguno que todavía no había recibido el milagro de ser abiertos sus ojos espirituales, y ya le han sido abiertos, ha escuchado la predicación del Evangelio de Cristo y ha visto y ha creído; pues puede levantarse y levantar su mano y pasar al frente, y yo estaré orando por usted, para que Cristo le reciba en Su Reino y Cristo le perdone sus pecados y con Su Sangre le limpie de todo pecado y pueda ser bautizado en agua en Su Nombre: en el Nombre de Jesucristo, y Cristo le bautice con Espíritu Santo y Fuego y obtenga el nuevo nacimiento, y así nazca a la Vida eterna y el Reino eterno de Jesucristo nuestro Salvador. Pueden pasar al frente y oraré por ustedes en esta ocasión, para que Cristo les reciba en Su Reino. Recuerden que es un milagro cuando una persona escucha la predicación del Evangelio de Cristo y cree y entiende, es un milagro que Dios está haciendo en su vida, en su alma, para poder ver y entender, para que reciba a Cristo como su único y suficiente Salvador, y obtenga la salvación y Vida eterna. Pueden continuar pasando las demás personas. Cristo ha abierto los ojos espirituales a muchas personas que no tenían sus ojos espirituales abiertos, se los ha abierto en esta noche, para que vean, entiendan y reciban a Cristo como su único y suficiente Salvador. Vean a Cristo, que es el Camino de la Vida eterna, lo vean y caminen en el Camino de la Vida eterna. Cristo es la Puerta y Cristo es el Camino, el Camino angosto que lleva a la Vida, a la Vida eterna. Para caminar, necesitamos tener vista, para caminar viendo por el camino que vamos, y para caminar en el Camino al Cielo, a la Vida eterna, Cristo nos abre los ojos espirituales y vemos el Camino a la Vida eterna, que es Jesucristo nuestro Salvador; para caminar en ese Camino todos los días de nuestra vida y vivir eternamente con Cristo en Su Reino, porque Cristo es el Camino a la Vida eterna, es el Camino que lleva al Padre, que lleva a la Vida eterna. Cristo dijo: “Yo Soy el Camino, la Verdad y la Vida, y nadie viene al Padre, sino por Mí.” Dios ha abierto los ojos espirituales a muchas personas aquí en esta noche; eso es un milagro más grande que abrir los ojos físicos a una persona, porque aunque es un milagro grande, la persona algún día cerrará los ojos nuevamente cuando muera. Pero al que le es abierto, le es dada la vista espiritual, a quien le son abiertos los ojos espirituales, para caminar en el Camino de la Vida eterna, que es Cristo, esos ojos espirituales nunca se cierran, siguen viendo y caminando en el camino que lleva a la Vida eterna, que es Jesucristo nuestro Salvador. Dios nos ha dado Vida eterna, y esta Vida está en Jesucristo Su Hijo, que es el Camino de la Vida eterna, por eso tomamos a Cristo, lo recibimos, al recibirlo hemos entrado al Camino que nos lleva a la Vida eterna, que es Jesucristo nuestro Salvador. Él es la Puerta también, la Puerta a la Vida eterna. Él dijo: “Yo Soy la Puerta, el que por Mí entraré, será salvo, y entrará y saldrá y hallará pastos.” (Capítulo 10, verso 9 de San Juan). Dios tiene mucho pueblo aquí en Santo Domingo, República Dominicana y en sus alrededores y ciudades cercanas, y en toda la república Dominicana; Dios tiene mucho pueblo, muchos hijos. Por lo tanto, Dios por medio de Su Espíritu Santo, estará abriendo los ojos espirituales a miles de dominicanos en este tiempo final, para ver espiritualmente, para ver las cosas espirituales y recibir a Cristo como su único y suficiente Salvador y caminar sirviendo a Cristo todos los días de su vida. Caminar en el Camino que lleva a la Vida eterna, que es Jesucristo nuestro Salvador; porque Jesucristo es el Camino, la Verdad y la Vida. Él es la Vida eterna, Él es la única Verdad y Él es el Camino que nos lleva al Padre. Él dijo: “Y nadie viene al Padre, sino por Mí.” Nadie se puede acercar a Dios, a menos que sea a través de Jesucristo nuestro Salvador. Pueden continuar pasando los que faltan por pasar, porque todavía veo que hay más personas que vienen de camino; porque Dios tiene mucho pueblo aquí presente, a los cuales les abriría los ojos espirituales para ver a Cristo y Su Sacrificio en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de la expiación por nuestros pecados, y así verían a Cristo como el único camino para entrar y llegar a la Vida eterna, y así llegar a Dios, el Padre. Cuando escuchamos la predicación del Evangelio de Cristo, la fe nace *acá* en el alma, porque la fe viene por el oír, el oír la Palabra de Dios. “Y con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.” Luego de la persona escuchar la predicación el Evangelio de Cristo, descubre que nació la fe *acá* en el alma, nació la fe para creer en Cristo, y eso es un milagro: Dios le abrió los ojos espirituales para ver y creer. Y luego pasa al frente para hacer confesión pública, para dar testimonio público de su fe en Cristo, recibiendo a Cristo como su único y suficiente Salvador. Cristo dijo: “El que me confesare delante de los hombres, Yo le confesaré delante de mi Padre; mas el que me negare, Yo le negaré delante de mi Padre.” Si le damos la espalda a Cristo, Cristo nos dará la espalda delante de nuestro Padre celestial. Pero si lo recibimos como Salvador, Cristo nos confiesa delante de nuestro Padre celestial, y entonces Dios nos da la Vida eterna a través de Jesucristo, nuestro Salvador, al recibir a Cristo como nuestro único y suficiente Salvador; porque Jesucristo es el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados para ser reconciliados con Dios; lo cual fue tipificado en el Antiguo Testamento en el sacrificio del macho cabrío de la expiación por los pecados del pueblo, que se efectuaba el día diez, del mes séptimo de cada año, conforme a Levítico, capítulo 16, versos 1 en adelante; y Levítico, capítulo 23, versos 26 al 29. Ahora, ya no se requieren sacrificios de animalitos ni en medio del pueblo hebreo, ni en medio de los gentiles; hay un Sacrificio por la Expiación de nuestros pecados y efectuado por Jesucristo, el Cordero de Dios. Ese es el Sacrificio de la Expiación por los pecados de los hebreos y por los pecados de los gentiles también. Por lo tanto, es un Sacrificio perfecto para hebreos y para gentiles, para obtener el perdón de nuestros pecados, ser limpiados con la Sangre de Cristo de todo pecado, ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo y ser llenos del Espíritu Santo y así obtener el nuevo nacimiento y obtener la salvación y Vida eterna. Tan sencillo como eso es el Programa de Redención de parte de Cristo, para lo cual Dios abre los ojos espirituales de las personas, para que vean, para que entiendan y reciban a Cristo como su único y suficiente Salvador. Pueden continuar pasando los que vienen de camino, para que queden incluidos en esta oración que estaré haciendo por todos los que han escuchado y creído de todo corazón en Cristo y lo están recibiendo como su único y suficiente Salvador. “Porque no hay otro nombre bajo el Cielo dado a los hombres, en que podamos ser salvos, solamente hay uno, y ese Nombre es Señor Jesucristo.” (Libro de los Hechos, capítulo 4, verso 12). Cristo dijo: “*Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura,* *el que creyere y fuere bautizado, será salvo, mas el que no creyere, será condenado.”* (San Marcos, capítulo 16, versos 15 al 16). También Cristo le abrió el entendimiento a Sus discípulos en San Lucas, capítulo 44, verso 41 al 48; y les dijo que era necesario que se cumplieran todas esas profecías, dadas por los profetas, por los salmos también, y que se predicase en Su Nombre el arrepentimiento y el perdón de los pecados; y que era necesario que Él muriera, pero al tercer día Él resucitara. Todo eso lo habló Cristo, lo había enseñado a Sus discípulos, pero ellos todavía no habían comprendido ese misterio hasta que murió y resucitó. Vean, San Lucas, capítulo 24, versos 44 en adelante, dice: “*Y les dijo: Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos.* *Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras;* *y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día;* *y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén.* *Y vosotros sois testigos de estas cosas.”* Aquí tenemos la promesa de la predicación del Evangelio de Cristo, en donde se predica el arrepentimiento y el perdón de los pecados en el Nombre del Señor Jesucristo, para que las personas obtengan la bendición de ver y entender y recibir a Cristo como su único y suficiente Salvador. Unos segundos más y ya oraremos por las personas que han pasado. Vamos a estar puestos en pie todos, y los que faltan por pasar pueden pasar inmediatamente. Cuando llega el momento de dar testimonio público de nuestra fe en Cristo, luego de haber escuchado la predicación del Evangelio de Cristo y de haber creído en el corazón, algunas personas se detienen, se aguantan un poco, algunos se aguantan; pero eso que los aguanta, no es de Dios. Porque Dios quiere que todos procedan al arrepentimiento y reciban a Cristo como su único y suficiente Salvador. Porque Dios no quiere que ninguna persona se pierda, sino que todos procedan al arrepentimiento, que todos reciban a Cristo como su único y suficiente Salvador para obtener la salvación y Vida eterna. Por lo tanto, levántese y diga: “Yo quiero vivir eternamente con Cristo, yo he creído, he escuchado la predicación del Evangelio de Cristo y he creído de todo corazón en Jesucristo, y lo recibo como mi único y suficiente Salvador; paso al frente y doy testimonio público de mi fe en Cristo, recibiéndolo como mi único y suficiente Salvador.” Dios tiene mucho pueblo en esta noche aquí presente, a los cuales les ha abierto los ojos espirituales, y ese es el milagro mas grande; es un milagro más grande que abrirle los ojos físicos a una persona. Dios tiene mucho pueblo aquí, ustedes han sido traídos por el Espíritu de Dios acá, guiados por el Espíritu de Dios para escuchar la predicación del Evangelio de Cristo, y que ahí nazca (en su alma) la fe para creer en Cristo, para recibir a Cristo como su único y suficiente Salvador. El nombre de ustedes está escrito en el Cielo en el Libro de la Vida. Por esa causa ustedes están aquí escuchando la Voz de Cristo el Buen Pastor, llamándolos a Su Redil, para darles la salvación y Vida eterna. Todavía pueden continuar pasando los que faltan por pasar, porque veo personas que vienen de camino, también los que faltan por pasar, pueden pasar para que Cristo les reciba en Su Reino. Pues ya Cristo les abrió los ojos espirituales para ver, para entender y para así recibir a Cristo como vuestro único y suficiente Salvador. Les abrió los ojos para ver que el único medio de salvación y Vida eterna es Jesucristo, para ver que Jesucristo al morir en la Cruz del Calvario, murió como el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados. Sin el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados ninguna persona se puede acercar a Dios. Como el Antiguo Testamento, sin el sacrificio por la expiación de los pecados, que se efectuaba con un animalito, ninguna persona se podía acercar a Dios, para ser reconciliado con Dios y obtener un año más de vida. Así es para obtener la Vida eterna a través de Jesucristo nuestro Salvador. Unos segundos más y ya oraremos por las personas que han pasado. Si falta alguna persona puede pasar inmediatamente, y ya oraremos por las personas que han pasado. Veo personas todavía que vienen caminando. Vamos a dar unos segundos en lo que llegan las personas, a las cuales ya Dios les ha abierto los ojos espirituales para creer en esta noche y recibir a Cristo como su único y suficiente Salvador. Estamos en un tiempo muy importante, en el cual Cristo está llamando y juntando Sus últimos escogidos, las últimas personas que tienen sus nombres escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero. Por esa razón es que ustedes están aquí presentes en esta noche; estamos en el tiempo más glorioso de todos los tiempos. Él dijo que Él buscaría Sus ovejas, y que Sus ovejas escucharían Su Voz. Dijo: “También Tengo otras ovejas que no son de este Redil, a las cuales también debo traer, y oirán Mi Voz, y habrá un Rebaño y un Pastor.” (San Juan, capítulo 10, verso 14 al 16). “Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.” (San Lucas, capítulo 19, verso 10). Para buscar y salvar esas personas es que vino Cristo y murió en la Cruz del Calvario: para la salvación de cada uno de nosotros. Vamos ya a orar por las personas que han pasado. Si falta alguno puede pasar inmediatamente. Los niños también de diez años en adelante pueden pasar para recibir a Cristo como su único y suficiente Salvador. Cristo tiene en Su Reino lugar para los niños también. Él dijo: “Dejad a los niños venir a mí, y no de lo impidáis, porque de los tales es el Reino de los Cielos.” Vamos ya a orar por las personas que han pasado. Vamos a inclinar nuestros rostros para orar en estos momentos. Si falta alguno de los niños, de diez años en adelante, puede pasar también. Continúan pasando más personas que quieren salvación y Vida eterna, a los cuales Dios les ha abierto los ojos espirituales en esta noche, que es la petición que teníamos en nuestro tema: **“QUE DIOS ABRA NUESTROS OJOS.”** Todavía vienen más personas de camino que desean vivir eternamente con Cristo en Su Reino, y por consiguiente, hay que asegurar con Cristo nuestro lugar en Su Reino. Tenemos que asegurar nuestro lugar en la Vida eterna ¿con quién? Con Jesucristo nuestro Salvador. Dios tiene mucho pueblo, muchos hijos en esta actividad y en toda esta ciudad, y en toda la República Dominicana. Cristo vino a la Tierra para morir por todos los hijos e hijas de Dios y congregarlos en UNO, en Cristo, en Su Cuerpo Místico de creyentes, que es Su Iglesia, que es Su Redil, el Redil de las ovejas de Cristo, el Buen Pastor. Todavía continúan pasando más personas, esto es porque Dios tiene mucho pueblo, muchos hijos en esta ciudad. A Pablo, Cristo le dijo en una ocasión: “Habla y no temas, porque yo tengo mucho pueblo en esta ciudad.” Y así es también, en esta ciudad de Santo Domingo, República Dominicana. Si falta todavía alguna persona, puede pasar inmediatamente. Nos hemos mantenido un poquito, porque continúan pasando más personas que han recibido el milagro de sus ojos ser abiertos por Cristo, por el Espíritu Santo en esta noche; y al ser abiertos sus ojos, han visto que Jesucristo es nuestro Sacrificio por nuestros pecados, el Sacrificio de la Expiación por nuestros pecados, y que la única forma de salvación y Vida eterna es Jesucristo, para lo cual lo recibimos como nuestro único y suficiente Salvador. Si falta alguno todavía, puede pasar, y vamos a orar por los que han pasado. Vamos a inclinar nuestros rostros para orar en esta noche, por todos los que han escuchado, han creído, sus ojos espirituales le han sido abiertos, y han creído de todo corazón en Cristo como su único y suficiente Salvador. Pueden acercarse los que están retirados para orar por todos en estos momentos. Vamos a inclinar nuestros rostros para orar, en estos momentos y nuestros ojos cerrados, y repitan conmigo esta oración (nuestros rostros inclinados): ***Señor Jesucristo, he escuchado la predicación de Tu Evangelio y ha nacido en mi alma, en mi corazón, la fe para creer en Ti; por lo cual, Señor Jesucristo, creo en Ti de todo corazón, creo que Tú eres el Sacrificio de la Expiación por mis pecados. Señor Jesucristo, doy testimonio público de mi fe en Ti, y Te recibo como mi único y suficiente Salvador levantando mis manos a Ti*** (levantemos nuestras manos) ***Levantamos nuestras manos a Ti en esta noche, Señor Jesucristo. Señor Jesucristo, doy testimonio público de mi fe en Ti. Te he recibido como mi único y suficiente Salvador en esta noche. Te ruego perdones mis pecados, que con Tu Sangre me limpies de todo pecado y me bautices con Espíritu Santo y Fuego, y produzcas en mí el nuevo nacimiento; quiero nacer en Tu Reino eterno, quiero vivir contigo por toda la eternidad.*** ***Señor Jesucristo, en Tus manos encomiendo mi alma, salva mi alma Señor Jesucristo. Te lo ruego en Tu Nombre eterno y glorioso, Señor Jesucristo. Amén y amén.*** Y ahora repitan conmigo, con nuestras manos levantadas al Cielo: **La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado. La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado. La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado.** Cristo les ha recibido en Su Reino, ha perdonado vuestros pecados y con Su Sangre les ha limpiado de todo pecado. Él dijo: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo.” Ustedes me dirán: “He escuchado la predicación del Evangelio de Cristo, y Él ha abierto mis ojos espirituales y ha dado fe a mi alma, a mi corazón, para creer en Él, y he creído en Él de todo corazón, y lo he recibido como mi único y suficiente Salvador. Pero todavía me falta una cosa: Ser bautizado en agua en Su Nombre, para que Él me bautice con Espíritu Santo y Fuego y produzca en mí el nuevo nacimiento.” En el bautismo en agua, la persona se identifica con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección. Cuando el ministro va a bautizar a una persona, la persona al recibir a Cristo ha muerto al mundo, y ahora tiene que ser sepultado espiritualmente, simbólicamente, sepultado en las aguas bautismales como Cristo fue sepultado en la tumba; y cuando el ministro lo sumerge en las aguas, está sepultando tipológicamente, espiritualmente, a la persona. Y cuando lo levanta de las aguas, la persona está resucitando a una nueva Vida, a la Vida eterna en el Reino eterno de Jesucristo nuestro Salvador. Por lo tanto, ustedes me dirán: “Todavía me falta ser bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo. ¿Cuándo me pueden bautizar?” Por cuanto ustedes han creído de todo corazón en Cristo como vuestro único y suficiente Salvador, bien pueden ser bautizados en agua, esta misma noche. Pregunto al Rvdo., *aquí* si hay agua: Hay agua, hay un bautisterio. ¿Hay ropas bautismales también? Hay ropas bautismales también; hay vestidores para cambiarse de ropas y ser bautizados en agua, y luego colocarse de nuevo las ropas de ustedes, y regresar a vuestros hogares felices y gozosos en el Señor, y agradecidos a Jesucristo por la salvación de vuestra alma. Hay personas también que les pueden ayudar allá en los lugares donde se van a cambiar de ropa, para que así la ropa de ustedes esté segura. Ha sido para mí un privilegio grande estar con ustedes en esta noche, dándoles testimonio de nuestro tema: **“QUE DIOS ABRA NUESTROS OJOS.”** Y aquí podemos ver a todos los que les abrió los ojos en esta noche y lo han recibido como su único y suficiente Salvador. ***Que las bendiciones de Jesucristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes, y les bautice con Espíritu Santo y Fuego, luego que sean bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo. Y a los familiares de ustedes, Cristo los traiga también a Sus pies, para que reciban a Cristo como su único y suficiente Salvador, y obtengan la salvación y Vida eterna, y estén con ustedes también en el Reino eterno de Cristo, viviendo por toda la eternidad. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén y amén.*** Muchas gracias por vuestra amable atención, y continúen pasando una noche llena de las bendiciones de Jesucristo nuestro Salvador. Dejo nuevamente al ministro aquí presente para que les indique hacia dónde caminar para cambiarse de ropas y colocarse las ropas así bautismales, y ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo. Que Dios les bendiga y les guarde, y pasen todos muy buenas noches. Con nosotros *aquí* inmediatamente el ministro, el Rvdo., de este lugar. Dios les bendiga y les guarde a todos. “**QUE DIOS ABRA NUESTROS OJOS.”**