--- title: 'La Familia de Dios' date: 2008-07-24 activity: 2 place: city: San Salvador state: San Salvador country: SV duration: 00:00:00 public: false youtube: translations: files: --- Muy buenas noches, amados amigos y hermanos presentes y los que están a través del satélite Amazonas o de internet en diferentes naciones. ***Que las bendiciones de Cristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes, y que en esta noche Cristo nos hable directamente a nuestra alma, nos abra las Escrituras, nos abra el entendimiento y nos alimente el alma con Su Palabra. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.*** Para esta noche quiero agradecerles también el respaldo que le han estado dando a Puerto Rico en el proyecto de la compra de terreno y también la construcción del nuevo auditorio o Carpa-Catedral que pronto se tendrá en Puerto Rico. Para esta ocasión también les agradezco no solo lo que han hecho, sino lo que están haciendo y lo que harán por Puerto Rico; ya ustedes han escuchado acerca de la base escritural para la construcción de ese nuevo auditorio Carpa-Catedral. Y que Dios los bendiga a todos por lo que han hecho, están haciendo y lo que harán, y en el Reino Milenial de Cristo también tengan grandes galardones para disfrutarlos en el Reino Milenial, y que en esta Tierra mientras estamos en estos cuerpos, también Dios los prospere grandemente, espiritualmente y materialmente también. Ahora, vamos a las Escrituras, en San Lucas, capí­tulo 19, verso 10, que dice de la siguiente manera... vamos a leer el verso 9 también, esto fue cuando Cristo fue a la casa de Zaqueo, el cual era un publicano, y fue a la casa de ese publicano cobrador de impuestos, y lo vieron allí­. Verso 5 en adelante, dice: *"Cuando Jesús llegó a aquel lugar, mirando hacia arriba, le vio, y le dijo: Zaqueo, date prisa, desciende..."* Se habí­a subido a un árbol sicómoro, y para verlo, porque era pequeño, bajito; y entre la multitud, aunque se levantara en la punta de los pies no podí­a ver a Jesús, porque otras personas eran más altas que él; y ahora al subirse en el árbol cuando Jesús pasa por el lugar, mira hacia arriba y le dice: "Zaqueo, baja," le dijo, vean: *"Cuando Jesús llegó a aquel lugar, mirando hacia arriba, le vio, y le dijo: Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que pose yo en tu casa.* *Entonces él descendió aprisa, y le recibió gozoso.* *Al ver esto, todos murmuraban, diciendo que habí­a entrado a posar con un hombre pecador.* *Entonces Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: He aquí­, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres..."* Y ahora vean: *"He aquí­, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado.* *Jesús le dijo: Hoy ha venido la salvación a esta casa; por cuanto él también es hijo de Abraham.* *Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se habí­a perdido."* Y por cuanto él es hijo de Abraham, Zaqueo, entra aquí­ al programa de salvación. **"LA FAMILIA DE DIOS."** Es nuestro tema para esta ocasión. *"Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se habí­a perdido."* Cuando nos colocamos en el tiempo de Jesús, encontramos que del Reino de David dos reinos se habí­an formado: el reino del Sur con la tribu de Judá y la tribu de Benjamí­n, a la cual también se unió la tribu de Leví­, la tribu de los sacerdotes y levitas que serví­an en el templo, porque el templo estaba en Jerusalén. La tribu de Judá con la tribu de Benjamí­n formaban el reino del Sur, del cual, la tribu de Judá, estaba a la cabeza con la descendencia de David en el Trono; y la tribu o las tribus del Norte (diez tribus), que habí­an sido dadas a Jeroboam en el tiempo de Roboam, hijo del rey Salomón, fueron desarraigadas de la tierra de Israel, fueron llevadas a Asiria, y de ahí­ también fueron esparcidas a otras naciones. Y ahora, a esas diez tribus que formaban el reino del Norte se les llama el reino de Israel y también se les llama el reino de Efraí­n, porque a la cabeza de esas diez tribus estaba la tribu de Efraí­n que tení­a el liderazgo del reino del Norte. Esas tribus al ser desarraigadas de su tierra por la idolatrí­a que el rey Jeroboam estableció colocando un becerro de oro en Samaria y el otro en Bet-el y causó que el pueblo se inclinara a la idolatrí­a, porque el pueblo hebreo ha sido muy sensible y muy dado a la idolatrí­a en algunos tiempos, no solamente las diez tribus del reino del Norte, sino que también las dos tribus del reino del Sur en algunos tiempos han entrado a la idolatrí­a, dejando a su Dios y provocándole a ira. Y ahora, el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se habí­a perdido; las diez tribus del reino del Norte se perdieron, o sea, fueron desarraigadas de su tierra y fueron asimiladas en otras naciones, y por esa causa desaparecieron como tribu, se perdieron. Pero Dios es el Salvador, el Redentor, y Dios a través del Mesí­as Prí­ncipe vino a buscar y a salvar lo que se habí­a perdido, por esa causa le dice Cristo a Sus discí­pulos: "Vayan a la casa, a las ovejas de la casa de Israel." O sea, a las ovejas perdidas de la casa de Israel, que es el pueblo o Reino que se habí­a perdido y que pertenecí­a al Reino de David, cuando estaba unido ese reino del Norte al reino del Sur. Él dijo a Sus discí­pulos que fueran a las ovejas perdidas de la casa de Israel, y también en otra ocasión Cristo dice que Él vino a las ovejas perdidas de la casa de Israel, o sea, la casa de Israel es el reino del Norte; cuando se dice la casa de Judá, se refiere al reino del Sur. En Ezequiel 37 está la profecí­a de la restauración del Reino de David, en donde el reino del Norte y el reino del Sur se van a unir, en donde el palo que está en la mano de Efraí­n que es la tribu cabeza de los diez reinos, y el palo que está en la mano de Judá que es la tribu cabeza del reino del Sur, van a ser colocados juntos; así­ como fueron colocados juntos en la mano del Profeta Ezequiel, son colocados en la mano de Dios como un solo Reino para la restauración así­ del Reino del Amado, o sea, del Reino de David ser restaurado. El Amado, el David, será el Mesí­as Prí­ncipe, porque David se escribe igual que Amado, significa por consiguiente lo mismo: "el Amado," el Amado que es el Mesí­as Prí­ncipe que restaurará las tribus de Israel (las doce tribus), las restaurará en un solo Reino: el Reino del Mesí­as que será establecido en la Tierra. Y por cuanto las tribus del reino del Norte fueron esparcidas por el mundo, luego de su destierro por el reino de Asiria donde fueron llevadas, y de ahí­ fueron esparcidas más adelante a otras naciones; y ahora, Cristo enví­a a Sus discí­pulos a las ovejas perdidas de la casa de Israel, o sea, del reino del Norte, y por cuanto la promesa de Dios en Jeremí­as, capí­tulo 31, versos 31 en adelante es que Dios establecerá un nuevo Pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá, y luego más adelante dice en ese mismo pasaje de Jeremí­as 31, dice \[versos 31-33\]: *"He aquí­ que vienen dí­as, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá* (o sea, con el reino, con los descendientes del reino del Norte y con los descendientes del reino del Sur)*.* *No como el pacto que hice con sus padres el dí­a que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto, aunque fui yo un marido para ellos, dice Jehová.* *Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos dí­as, dice el Señor \[Jehová\]."* Y ahora, miren lo que dice: "Pero este es el Pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos dí­as, dice el Señor." Y no menciona la casa de Judá. *"Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo."* Y ahora, aquí­ este nuevo Pacto muestra que lo va a establecer con la casa de Israel: el reino del Norte, y lo va a escribir acá en el corazón: *"Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo."* Vamos a ver lo que San Pablo nos enseña en Romanos, capí­tulo 9, verso 25 al 27: *"Como también en Oseas dice:* *Llamaré pueblo mí­o al que no era mi pueblo,* *Y a la no amada, amada.* *Y en el lugar donde se les dijo:* *Vosotros no sois pueblo mí­o,* *Allí­ serán llamados hijos del Dios viviente.* *También Isaí­as clama tocante a Israel: Si fuere el número de los hijos de Israel como la arena del mar, tan sólo el remanente será salvo."* Y aquí­ está hablando nuevamente de Israel, de la casa de Israel, del reino del Norte. Y ahora, veamos otro pasaje que nos habla de ese reino del Norte en Hebreos, capí­tulo 8, verso 7 en adelante, dice: *"Porque si aquel primero hubiera sido sin defecto* (o sea, el primer Pacto)*, ciertamente no se hubiera procurado lugar para el segundo.* *Porque reprendiéndolos dice:* *He aquí­ vienen dí­as, dice el Señor,* *En que estableceré con la casa de Israel y la casa de Judá un nuevo pacto;* *No como el pacto que hice con sus padres El dí­a que los tomé de la mano para sacarlos de la tierra de Egipto;* *Porque ellos no permanecieron en mi pacto,* *Y yo me desentendí­ de ellos, dice el Señor.* *Por lo cual, este es el pacto que haré con la casa de Israel* (y ahora, toma a la casa de Israel y no menciona ahora en esta ocasión a la casa de Judá)*. .* *Por lo cual, este es el pacto que haré con la casa de Israel.* *Después de aquellos dí­as, dice el Señor:* *Pondré mis leyes en la mente de ellos,* *Y sobre su corazón las escribiré;* *Y seré a ellos por Dios,* *Y ellos me serán a mí­ por pueblo;* *Y ninguno enseñará a su prójimo,* *Y ninguno a su hermano, diciendo: Conoce al Señor;* *Porque todos me conocerán,* *Desde el menor hasta el mayor de ellos.* *Porque seré propicio a sus injusticias,* *Y nunca más me acordaré de sus pecados y de sus iniquidades.* *Al decir: Nuevo pacto, ha dado por viejo al primero; y lo que se da por viejo y se envejece, está próximo a desaparecer."* Así­ como cuando se da a una persona por viejo, se sigue envejeciendo y luego se muere; así­ es con el Pacto antiguo, ha sido dado por viejo dice aquí­ San Pablo, y lo que se da por viejo y se envejece, está próximo a desaparecer, y luego solamente quedará el nuevo, lo joven, el nuevo Pacto. Y bajo ese nuevo Pacto es que Dios estará como marido de la casa de Israel de todos aquellos que entran al nuevo Pacto, ¿cómo? Escuchando la predicación del Evangelio de Cristo, naciendo la fe de Cristo en su alma y dando testimonio público de su fe en Cristo, recibiéndolo como su único y suficiente Salvador, y arrepentidos de sus pecados pidiéndole perdón a Cristo, y siendo bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, como dice San Pedro en el libro de los Hechos el Dí­a de Pentecostés en su mensaje, donde dice en el capí­tulo 2, verso 36 en adelante: *"Sepa, pues, ciertí­simamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo."* Por eso llamamos a Jesús: SEÑOR JESUCRISTO, porque Dios ha hecho a Jesús **Señor** y **Cristo**, y por esa causa es predicado como el Señor Jesucristo, el Señor y Cristo: *"Al oí­r esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?* *Pedro les dijo: Arrepentí­os, y bautí­cese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espí­ritu Santo.* *Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.* *Y con otras muchas palabras testificaba y les exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación.* *Así­ que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel dí­a como tres mil personas."* Y en el verso 47... leí­mos hasta el 41, hasta el verso 41, y en el verso 47 dice la forma en que ellos luego pasaban los dí­as, semanas y meses. Dice: *"Y perseverando unánimes cada dí­a en el templo, y partiendo el pan en las casas, comí­an juntos con alegrí­a y sencillez de corazón,* *alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadí­a cada dí­a a la iglesia los que habí­an de ser salvos."* El Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar los que se habí­an perdido. Y ahora, los que han de ser salvos, son añadidos a la Iglesia del Señor Jesucristo, que son las personas que entran al nuevo Pacto por medio de Cristo y son limpiados con la Sangre de Cristo nuestro Salvador, la Sangre del nuevo Pacto eterno que Dios ha establecido, al cual ha estado entrando la casa de Israel encabezada por la tribu de Efraí­n, que es el que tiene el bastón de mando, el cetro de mando del reino del Norte, o sea, de la casa de Israel; y el cetro de mando de la casa de Judá, del reino del Sur, pues lo tiene Judá. Y ahora, podemos ver que este misterio de las dos casas, la casa de Judá y la casa de Israel, está siendo dado a conocer al pueblo de Dios, y ha estado entrando la descendencia de las tribus perdidas, ha estado entrando al Reino de Dios y ha estado por consiguiente naciendo en el Reino de Dios por medio del nuevo nacimiento para venir a ser la Familia de Dios, la descendencia de Dios como nos dice San Juan, capí­tulo 1, verso 12 al 13, cuando nos dice: *"A lo suyo vino* (o sea, a los judí­os)*, y los suyos no le recibieron.* *Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios;* *los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios."* Esto nos habla del nuevo nacimiento, del cual le habló Cristo a Nicodemo en San Juan, capí­tulo 3, versos 3 en adelante, donde le dice: *"Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.* *Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?* *Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espí­ritu, no puede entrar en el reino de Dios.* *Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espí­ritu, espí­ritu es."* Y ahora, se nace del Agua y del Espí­ritu, y lo que es nacido del Espí­ritu, Espí­ritu es. La persona al nacer de nuevo, al nacer del Espí­ritu de Dios obtiene un cuerpo angelical, obtiene el Espí­ritu de Dios que es dado por Dios a través de Cristo, de lo cual habla San Pablo conocedor de este misterio del nuevo nacimiento, en Gálatas, capí­tulo 4, y nos dice de la siguiente manera: *"Pero también digo: Entre tanto que el heredero es niño, en nada difiere del esclavo, aunque es señor de todo;* *sino que está bajo tutores y curadores hasta el tiempo señalado por el padre.* *Así­ también nosotros, cuando éramos niños, estábamos en esclavitud bajo los rudimentos del mundo.* *Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley,* *para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos.* *Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espí­ritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre!* (Recuerden que Abba, es Padre) *Así­ que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo."* Y ahora, el Espí­ritu de Cristo viene a cada persona que lo recibe como su único y suficiente Salvador arrepentido de sus pecados, confesando sus pecados a Cristo, y es bautizado en agua en Su Nombre, y Cristo luego lo bautiza con Espí­ritu Santo y Fuego y produce en la persona el nuevo nacimiento, nace en el Reino de Dios, nace en la Vida eterna para vivir eternamente con Cristo en Su Reino. Y por consiguiente viene a ser un hijo o una hija de Dios nacida en el Reino de Dios, Reino que está en la esfera espiritual, y por consiguiente es colocado en la Iglesia del Señor Jesucristo, que es el Redil de las ovejas del Señor Jesucristo, que el Padre le dio para buscarlas, llamarlas y colocarlas en Su Redil; o sea, salvarlas y darles por consiguiente la Vida eterna. Él dijo: "También tengo otras ovejas que no son de este redil," estaba hablándole allí­ a hebreos, y les dice: "Las cuales también debo traer, y oirán mi Voz, y habrá un rebaño y un pastor." El rebaño es la Iglesia del Señor Jesucristo, el Pastor es Cristo, y las ovejas ¿quiénes son? Somos nosotros. "Mis ovejas oyen mi Voz y me siguen, y yo las conozco como el Padre me conoce, y yo les doy Vida eterna." Dice Cristo en San Juan, capí­tulo 10, verso 27 al 30. ¿Para qué Él llama Sus ovejas y para qué responden Sus ovejas escuchando Su Voz y siguiéndolo, recibiéndolo como Salvador? Para recibir Vida eterna, esa es la meta: la Vida eterna con Cristo en Su Reino eterno, y así­ es como venimos a formar parte de la Familia de Dios, de la cual San Pablo hablando en su carta a los Efesios, dice de la siguiente manera, capí­tulo 2, verso 19 en adelante, dice: *"Así­ que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios."* Y por consiguiente Reyes y Sacerdotes y Jueces, porque esta Familia de Dios, estos hijos e hijas de Dios pertenecen a la realeza celestial, porque son hijos del Rey de los Cielos y de la Tierra. *"Edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo,* *en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor."* Y ahora, muestra que esta familia es un templo santo en el Señor, así­ como Cristo dijo frente al templo allá en Jerusalén en el capí­tulo 2 de San Juan, versos 17 al 20: "Destruyan este templo, y en tres dí­as yo lo levantaré." Le dicen: "En cuarenta y seis años fue construido, levantado este templo, ¿y tú dices que en tres dí­as lo vas a levantar?" Pero Él no hablaba del templo fí­sico, sino que hablaba de Su cuerpo, porque el cuerpo humano es un templo espiritual para Dios; por eso tiene atrio, que es el cuerpo fí­sico; tiene lugar santo, que es el espí­ritu de la persona; y tiene el lugar santí­simo, que es el alma de la persona. El ser humano es un templo, y por eso tiene que darle la bienvenida a Dios para que habite en él, en su alma, y sea el Rey que gobierne sobre su vida, el Rey que le da a conocer sus preceptos, pues dijo Dios: "Escribiré mis leyes en su mente y en su corazón," y así­ es como el Rey de reyes, el Dios eterno por medio de Cristo, reina en la vida de la persona, y desde el alma gobierna el espí­ritu y el cuerpo de la persona. Y es un privilegio ser gobernado, ser guiado, ser dirigido por el Rey de los Cielos y de la Tierra, Él siempre gobierna bien aquellas personas en las cuales Él mora acá en su alma y en su mente, pues ahí­ Él escribe sus leyes; como las escribió en dos tablas de piedra, ahora las escribe en las tablas del corazón, del alma de cada persona, esto es bajo el nuevo Pacto que Él establecerí­a con la casa de Israel. *"En quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espí­ritu."* Es por medio del Espí­ritu que Cristo coloca en nuestras vidas ¿qué? Dios mora en el corazón, en el alma de cada persona; para hacerlo más claro, así­ como Adán se multiplicó por medio de Eva en muchos hijos, así­ también Cristo se multiplicarí­a en muchos hijos e hijas de Dios en y a través de Su Iglesia, para lo cual colocarí­a Su Espí­ritu en cada persona. Y luego en el Dí­a Postrero les dará un cuerpo nuevo, eterno, inmortal, incorruptible, como Su cuerpo glorificado, y joven para toda la eternidad. Así­ como se multiplica la persona fí­sicamente y no deja de ser la persona, o sea, que una persona se multiplica en muchos hijos y sigue siendo el mismo cuerpo, aunque se vaya poniendo más viejo, pero no le va a faltar un pedazo porque tuvo un hijo y no le va a faltar otro pedazo porque tuvo un segundo hijo, sigue siendo la misma persona, el mismo cuerpo, pero es que en él estaban esos genes, y a través de esa forma en que Dios estableció, sale esa vida que está en la persona para hacerse manifiesta. Y así­ Cristo se multiplica en muchos hijos e hijas en el campo espiritual, dándole de Su Espí­ritu, y así­ cada persona tiene el Espí­ritu de Cristo que es un cuerpo angelical, eso es el Espí­ritu de Cristo en cada persona, llamado el Ángel del Señor que acampa en derredor de los que le temen y los defiende, y conocido por la Iglesia primitiva como el ángel de la persona, lo cual expresó el grupo de creyentes en Cristo que estaba en la casa donde estaban orando por Pedro, cuando Pedro fue tomado preso y colocado en la cárcel para el otro dí­a de seguro matarlo como habí­an matado a Jacobo. Pero el Ángel de Dios lo libertó y él fue y tocó la puerta donde estaban reunidos los hermanos, los creyentes, y una joven llamada Rode salió para abrir la puerta, y cuando oyó que era Pedro de gozo no abrió la puerta, o sea, que conocí­a bien la voz de Pedro; y si en aquel tiempo tení­an en las puertas una ventanita pequeñita como en algunos lugares, que la abren y miran quién es el que está a la puerta, pues mucho más estaba segura de que era Pedro. Y de gozo no abrió la puerta, sino que fue a los hermanos, los creyentes que estaban allí­ en la casa, y les dijo: "Es Pedro el que está tocando la puerta." Y ellos le dicen: "Rode, estás loca, no es Pedro." Ellos sabí­an que Pedro estaba en la cárcel, y era difí­cil salir de la cárcel, estaba encadenado y con una guardia, uno a cada lado. Pero lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios, y le dicen a Rode: "Estás loca Rode, no es Pedro, es su Ángel." En muchos paí­ses cuando ven que una persona pasa y desaparece y conocen qué persona es la que pasó, dicen: "Ha muerto fulano de tal, es el espí­ritu de fulano de tal el que pasó, porque salió del cuerpo, ya murió." En muchos paí­ses, no sé si aquí­, levanten la mano los que han oí­do acerca de eso... aquí­ algunos; en muchos paí­ses creen en esa forma, y allí­ los creyentes en Cristo creí­an que cuando morí­a la persona, salí­a en espí­ritu, en el cuerpo espiritual y podí­a visitar a sus amigos antes de irse a la sexta dimensión. Por eso cuando Cristo resucitó creí­an que era un espí­ritu y que no era realmente Cristo resucitado, y también cuando caminó sobre las aguas del Mar de Galilea creí­an que era un espí­ritu. Ahora, podemos ver que la Iglesia primitiva tení­a conocimiento de que cada creyente en Cristo tiene un ángel que es un cuerpo angelical, el cual recibe cuando obtiene el nuevo nacimiento; cuando recibe el Espí­ritu de Cristo, eso es lo que recibe, un cuerpo angelical, esa es la imagen de la persona, porque Dios hizo al ser humano a Su imagen y a Su semejanza; la imagen de Dios es el cuerpo angelical, el Ángel del Pacto que aparecí­a a los profetas en el Antiguo Testamento, y ese es nada menos que Cristo en Su cuerpo angelical, por lo cual Él podí­a decir: "Antes que Abraham fuese, yo soy." ¿Cómo era? Era el Ángel del Pacto, el Ángel de Dios, el mismo Ángel que le apareció al profeta Moisés en una zarza en una llama de fuego, y le dijo. "Yo soy el Dios de tu padre (o sea, el padre de Moisés que era Amram)," le apareció a Moisés en una zarza y le habló en esa forma, y le dijo: "Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob," el mismo Dios que le prometió a Abraham que libertarí­a a su descendencia que estarí­a en tierra ajena, en tierra extraña por cuatrocientos años esclavizada. Y ahora, podemos ver que la Familia de Dios nace en el Reino de Dios, primero en la esfera espiritual es que nace como un hijo o una hija de Dios al recibir el Espí­ritu de Cristo, y luego en el Dí­a Postrero cuando los muertos en Cristo resuciten en cuerpos eternos, inmortales, jóvenes y glorificados es que reciben el cuerpo fí­sico, eterno para reinar con Cristo, y los que estarán vivos serán transformados en ese tiempo obteniendo el cuerpo eterno y glorificado, que será la adopción fí­sica como hijos e hijas de Dios, hijos con Vida eterna fí­sica. Pero ya cuando reciben el Espí­ritu de Cristo, obtienen el nuevo nacimiento por consiguiente, entran a la Vida eterna, ya tienen Vida eterna, ya han sido restaurados a la Vida eterna; y ahora, eso, desde la caí­da del Huerto del Edén, encontramos que el ser humano perdió la Vida eterna, murió a la Vida eterna, Dios habí­a dicho: "El dí­a que comas del árbol de ciencia del bien y del mal, ese dí­a morirás." Y murió a la Vida eterna, que es lo más importante y solamente le quedó vida temporal, la cual se acaba, en aquel tiempo se le acabó a Adán a los \*930 años, a Matusalén a los 969 años, y luego siguió acortándose la vida del ser humano, y en la actualidad a casi todos a los 70 u 80 años, y son pocos los que llegan a 100 años. Es porque la vida fí­sica que tenemos la heredamos de Adán y Eva, pero la Vida eterna la heredamos de Cristo, y ya en la esfera espiritual tenemos Vida eterna, nuestra alma tiene Vida eterna porque hemos recibido a Cristo como nuestro único y suficiente Salvador, porque Él vino para buscar y salvar lo que se habí­a perdido. Y ahora, podemos ver que todos los que están viniendo a los Pies de Cristo, desde el Dí­a de Pentecostés han estado entrando al nuevo Pacto y pertenecen a las tribus perdidas de Israel muchos de ello; la mayor parte de las tribus perdidas de Israel han estado entrando al cristianismo, al nuevo Pacto y por consiguiente han estado entrando a la Vida eterna, y han estado siendo llamados por Dios hijos e hijas de Dios, pertenecen a la Familia de Dios. Y por consiguiente siendo que Dios es el Rey de los Cielos y de la Tierra, pertenecen a la realeza, por esa causa dice la Escritura que por medio de la Sangre de Cristo hemos sido limpiados de todo pecado y hemos sido hechos para nuestro Dios, Reyes y Sacerdotes, Reyes y Sacerdotes conforme al Orden celestial de Melquisedec. **"LA FAMILIA DE DIOS."** Esos son los creyentes en Cristo nacidos de nuevo, en donde la mayor parte de las tribus perdidas han entrado al nuevo Pacto al recibir a Cristo como único y suficiente Salvador, reconociendo la Venida del Mesí­as cumplida en Jesucristo, creyendo en Su Nombre como el único Nombre bajo el Cielo dado a los hombres en que podemos ser salvos, y creyendo en Su muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de Expiación por nuestros pecados, y así­ recibiendo nuestra reconciliación con Dios por medio de Cristo, en Su Sacrificio expiatorio llevado a cabo en la Cruz del Calvario. Al creer en Cristo es que obtenemos esa bendición de la salvación y Vida eterna y somos justificados por la fe en Cristo, quedamos como si nunca en la vida hubiésemos pecado, porque la Sangre de Cristo nos limpia de todo pecado. Por eso San Pablo nos habla en Romanos, capí­tulo 5, de la siguiente manera: *"Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo."* Y ahora, la paz para el alma de cada persona es por medio de Cristo, al ser justificados por la fe en Cristo recibimos, tenemos paz para con Dios, ya no estamos como enemigos de Dios, sino como amigos e hijos e hijas de Dios, reconciliados con Dios por medio de Jesucristo; y también en este mismo capí­tulo continúa diciendo: *"Por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios."* Luego sigue diciéndonos: *"Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia;* *y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza;* *y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espí­ritu Santo que nos fue dado.* *Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impí­os.* *Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno.* *Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros (la muestra de Su amor hacia nosotros, la muestra del amor de Dios hacia nosotros es que Cristo murió por nosotros, siendo aún pecadores).* *Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira.* *Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida.* *Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación."* La reconciliación con Dios ya no es por medio del sacrificio que se llevaba a cabo cada año el dí­a diez del mes séptimo allá en el templo, ni siquiera hay templo en la actualidad allá en Jerusalén, sino que el templo fue destruido. Por lo tanto, no hay lugar dónde efectuar el Sacrificio de Expiación por el pecado del dí­a diez del mes séptimo, como hací­an en el Antiguo Testamento cuando sacrificaban el macho cabrí­o de la expiación, y luego el otro macho cabrí­o que era por Azazel, el sumo sacerdote colocaba sus manos sobre la cabeza de él, y confesaba los pecados del pueblo y lo enviaba lejos por medio de una persona. Esos dos machos cabrí­os representan a Cristo, Él llevó nuestros pecados, los llevó lejos, los llevó cuando murió al infierno, y allá los dejó. Y ahora, podemos ver la bendición de ser miembros de la Familia de Dios, por medio del Segundo Adán, nuestro amado Señor Jesucristo, el cual por medio de Su muerte en la Cruz del Calvario nos redimió y envió Su Espí­ritu a nuestras almas, a nuestros corazones, para así­ darnos el nuevo nacimiento, nacer en Su Reino, el Reino de Dios, y por consiguiente nacer a la Vida eterna. Ya todos los creyentes en Cristo nacidos de nuevo tienen Vida eterna, y no perecerán jamás, y nadie los arrebatará de la mano del Padre, nadie los arrebatará de la mano de Cristo ni de la mano del Padre, porque el Padre dio esas almas, esas ovejas, esas personas a Cristo para que los buscara y les diera Vida eterna, para eso fue que Cristo vino a la Tierra: para buscar y salvar lo que se habí­a perdido, o sea, para buscarme a mí­ y salvarme a mí­. ¿Y a quién más? A cada uno de ustedes también. Si hay alguna persona que todaví­a no ha recibido a Cristo como Salvador, puede hacerlo en estos momentos y yo estaré orando por usted, lo estaré presentando a Cristo. Vamos a dar unos minutos mientras llegan a los Pies de Cristo las personas que han escuchado la predicación del Evangelio de Cristo y nació la fe de Cristo en sus almas, y ahora tienen la oportunidad de dar testimonio público de su fe en Cristo, recibiéndole como su único y suficiente Salvador. Dios tiene mucho pueblo en esta República de El Salvador y los está llamando, porque son ovejas que el Padre le dio a Cristo para que las busque y las salve y por consiguiente les dé la Vida eterna. Dios nos ha dado Vida eterna, y esta vida está en Su Hijo, en Jesucristo. Jesucristo tiene la exclusividad de la Vida eterna, usted no puede ir a una persona y decirle: "Yo quiero que me des la Vida eterna." Solamente hay UNO que se la puede dar a usted porque tiene la exclusividad de la Vida eterna, y ese es nuestro amado Señor Jesucristo, y por esa causa fue que Él dijo: "Mis ovejas oyen mi Voz y me siguen, y yo las conozco como el Padre me conoce, y yo les doy Vida eterna." Jesucristo es el único que le puede dar Vida eterna a una persona, porque Dios ha colocado la Vida eterna en Jesucristo, esta Vida eterna está en Jesucristo, por eso el que tiene a Cristo en su corazón porque lo recibió como Salvador, tiene la Vida eterna; el que no ha recibido a Cristo, no tiene a Cristo en su corazón y por consiguiente no tiene Vida eterna, solamente tiene vida temporal y no sabe cuándo se le va a terminar. Y si se le termina sin haber recibido la Vida eterna, no tiene esperanza de vivir nuevamente en esta Tierra, no tiene esperanza de vivir en el Reino de Dios y por consiguiente dejará de existir para siempre. Es importante asegurar nuestro futuro eterno con Cristo en Su Reino eterno, y eso lo podemos hacer mientras vivimos en esta Tierra, en estos cuerpos mortales, no podemos esperar a morir para después decir como el hombre rico del cual habló Cristo, el cual al morir pasó al infierno y allá en el infierno querí­a una oportunidad, y allí­ no hay oportunidades para ninguna persona. El que va allí­ es porque despreció la Vida eterna que podí­a obtener a través de Cristo y por consiguiente ya no tiene más oportunidad. Por eso Cristo dijo: "De qué le vale al hombre si ganare todo el mundo y perdiere su alma?" *"Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras."* (San Mateo, capí­tulo 16, versos 26 al 28). Tenemos que despertar a la realidad de que la oportunidad para vivir eternamente la tenemos mientras estamos viviendo aquí­ en la Tierra, recibiendo a Cristo como nuestro único y suficiente Salvador, reconociendo que Su muerte en la cruz es el Sacrificio de Expiación por nuestros pecados, para obtener el perdón de nuestros pecados, ser limpios de todo pecado con la Sangre de Cristo y ser reconciliados con Dios, y por consiguiente ser hijos e hijas de Dios nacidos de nuevo, nacidos en el Reino de Dios. Pueden continuar viniendo a los Pies de Cristo las personas que faltan, todaví­a vienen más personas, por lo cual estamos esperando unos segundos, y también en las demás naciones están viniendo a los Pies de Cristo en los lugares que hay actividad, y también en los lugares que estarán escuchando esta conferencia, también estarán viniendo a los Pies de Cristo en el momento correspondiente. Y pueden venir a los Pies de Cristo los que están escuchando esta conferencia grabada en otras naciones. En estos momentos es en vivo que estamos teniendo esta actividad en San Salvador, República de El Salvador. Si están conectados en otros paí­ses, les voy a pedir que me informen cuando ya hayan concluido el llamamiento al altar, para que queden incluidos en esta oración las personas de otras naciones que están viniendo a los Pies de Cristo. Dios tiene mucho pueblo en esta ciudad y en esta nación y los está llamando, y en toda la América Latina, en todo el continente americano, en Norteamérica también, en África, en Japón, en China, y en todas las naciones, y los está llamando en este tiempo final para que nazcan en el Reino de Dios y por consiguiente en la Familia de Dios como hijos e hijas de Dios. Vamos a estar puestos en pie para orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo. Si falta alguno por venir, puede venir para que quede incluido en esta oración que estaré haciendo por ustedes. Lo más importante para el ser humano es la vida; sin la vida no hay nada de valor, tener una educación universitaria es buena, pero si no tiene la vida, pues de nada sirve una educación universitaria. Ser rico es bueno, si sabe usar las riquezas para el Reino de Dios. Pero si se pierde la vida, de nada le sirvió la riqueza. Lo más importante es la salvación del alma de la persona, el ser humano es alma viviente, eso es lo que es la persona: alma viviente, el espí­ritu de la persona es un cuerpo de otra dimensión, y el cuerpo fí­sico es un cuerpo de esta dimensión, pero el alma es lo que es en realidad la persona. Por eso cuando se habla de la salvación, se habla de la salvación del alma, y por eso Cristo dice. "¿De qué le vale al hombre si ganare todo el mundo y perdiere su alma?" No dice: "Y perdiere su cuerpo," sino: "Y perdiere su alma," por lo tanto, lo más importante es la Vida eterna para el alma de la persona. Y tenemos que asegurar nuestro futuro eterno con Cristo en Su Reino eterno, tenemos que asegurar la Vida eterna para nuestra alma, y como único la podemos asegurar es con Jesucristo, porque Él es el que tiene la exclusividad de la Vida eterna para otorgarla a todos los que lo reciben como su único y suficiente Salvador. Vamos a orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo. Si falta alguno por venir, puede venir, y los niños de diez años en adelante también pueden venir a los Pies de Cristo, ya tienen conocimiento del bien y del mal. Todaví­a veo que vienen más personas caminando, y vamos a dar unos segundos para si es que vienen a recibir a Cristo o si ya son creyentes, pues quedarán allá. Vamos a levantar nuestras manos al Cielo, a Cristo, para presentar a Cristo todas estas personas que han venido a Sus Pies. Con nuestros ojos cerrados, nuestras manos levantadas al Cielo, repitan conmigo esta oración los que han venido a los Pies de Cristo: ***Señor Jesucristo, escuché la predicación de Tu Evangelio y nació Tu fe en mi corazón, en mi alma, creo en Tu Primera Venida, creo en Tu Nombre como el único Nombre bajo el Cielo en que podemos ser salvos, creo en Tu muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de Expiación por mis pecados y por los de todo ser humano. Reconozco que soy pecador y necesito un Salvador, creo que Tú eres mi único y suficiente Salvador que fue crucificado, fue sepultado y resucitó el domingo de resurrección, y cuarenta dí­as después ascendió al Cielo y se sentó en el Trono de Dios, y estás como Sumo Sacerdote haciendo intercesión con Tu propia Sangre por todos los que Te reciben como su único y suficiente Salvador.*** ***Señor, reconozco que soy pecador y necesito un Salvador, doy testimonio público de mi fe en Ti y de Tu fe en mí­, y Te recibo como mi único y suficiente Salvador. Me rindo a Ti, me entrego a Ti en alma, espí­ritu y cuerpo.*** ***Señor, Te ruego perdones mis pecados y con Tu Sangre me limpies de todo pecado y me bautices con Espí­ritu Santo y Fuego luego que yo sea bautizado en agua en Tu Nombre, y produzcas en mí­ el nuevo nacimiento.*** ***Señor, quiero nacer en Tu Reino, quiero entrar a Tu Reino, quiero vivir Contigo eternamente.*** ***Señor, Te ruego salves mi alma. Sálvame, Señor. Te lo ruego en Tu Nombre eterno y glorioso, Señor Jesucristo. Amén.*** Y con nuestras manos levantadas al Cielo, a Cristo, todos decimos: **¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! ¡La Sangre del Señor Jesucristo me limpió de todo pecado! Amén y amén.** Cristo les ha recibido en Su Reino, ha perdonado vuestros pecados y con Su Sangre les ha limpiado de todo pecado, porque ustedes escucharon la predicación del Evangelio de Cristo y lo han recibido como vuestro único y suficiente Salvador. Cristo dijo: *"Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.* *El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado."* "Quiero ser bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo lo más pronto posible (me dirán ustedes). ¿Cuándo me pueden bautizar?" Es la pregunta de ustedes. Por cuanto ustedes han creí­do en Cristo de todo corazón, bien pueden ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo en estos momentos. **Y que Cristo les bautice con Espí­ritu Santo y Fuego y produzca en ustedes el nuevo nacimiento.** El agua no quita los pecados, es la Sangre de Cristo. El bautismo en agua es tipológico, pero es un mandamiento del Señor que ha estado siendo obedecido por los apóstoles y por todos los ministros, bautizando a todos los que reciben a Cristo como único y suficiente Salvador. En el bautismo en agua la persona se identifica con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección, se identifica como un descendiente del segundo Adán, y por lo tanto en el bautismo en agua la persona está expresando esa identificación con Cristo, el segundo Adán. Cuando la persona recibe a Cristo como Salvador, muere al mundo. Cuando el ministro lo sumerge en las aguas bautismales, tipológicamente está siendo sepultado; y cuando lo levanta de las aguas bautismales, está resucitando a una nueva vida: a la Vida eterna con Cristo en Su Reino eterno. Tan simple como eso. Es importante conocer el simbolismo del bautismo en agua, para hacerlo conscientemente y glorificar a Dios en el bautismo en agua. Conociendo ya el significado del bautismo en agua en el Nombre del Señor Jesucristo como nuestra identificación con Cristo en Su muerte, sepultura y resurrección, bien pueden ser bautizados, y que Cristo les bautice con Espí­ritu Santo y Fuego y produzca en ustedes el nuevo nacimiento, y nos continuaremos viendo por toda la eternidad en el glorioso Reino de nuestro amado Señor Jesucristo, porque somos la Familia de Dios, los hijos e hijas de Dios, los descendientes de Dios. Que Dios les continúe bendiciendo a todos, y adelante, bien pueden ser bautizados. Dejo al ministro con ustedes aquí­, para que les indique hacia dónde dirigirse para colocarse las ropas bautismales y ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo. Que Dios les bendiga, y continúen pasando todos una noche feliz, llena de las bendiciones de Jesucristo nuestro Salvador. **"LA FAMILIA DE DIOS."**