--- title: 'Los Descendientes de Dios' date: 2003-08-26 activity: 1 place: Mapachapa city: Minatitlán state: Veracruz country: MX duration: 00:00:00 public: false youtube: translations: files: --- Muy buenos días, amables amigos y hermanos presentes; es para mí una bendición y privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente a este tiempo final. En esta ocasión no les digo: “Reciban un saludo de mi esposa Erica, y de mis niñas América y Yahannah Gabriela,” sino que le pido a ellas que les den a ustedes personalmente el saludo, pues me acompañan en este viaje, lo cual es un privilegio muy grande que me acompañen en este viaje por la República Mexicana. También nos acompaña en este viaje, me acompaña en este viaje la doctora Nelly Fuentes del Perú, quien aquí la tenemos y les va a dar un saludito ahí con la mano; y también nos acompaña el Rvdo. José Benjamín Pérez, a quien escucharon hace un momento, el cual es mi copastor. También nos acompañan personas de otros países, como del Paraguay, por aquí José; y también de Bolivia, por aquí lo tenemos, Joel Lara, pastor allá en Santa Cruz, Bolivia; y otros más nos acompañan por aquí; Juan Zamorano ya es de *acá* de la República Mexicana, y otros también de la República Mexicana. Muchos saludos de nuestro hermano Bermúdez, él no pudo estar con nosotros, pero está en otro lugar hoy en actividades también. Oremos mucho por él para que Dios lo bendiga: ***que Dios lo bendiga grandemente y lo use grandemente en el día de hoy y todos estos días, y todos los días de su vida también. Amén.*** En esta ocasión leemos en Efesios, capítulo 2, verso 19 al 22. Capítulo 2, versos 19 al 22 de Efesios, donde nos dice el Apóstol San Pablo. “*Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios,* *edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo,* *en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor;* *en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu.”* Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla. Nuestro tema es: **“LOS DESCENDIENTES DE DIOS.”** Siendo que hay descendientes de Dios en esta Tierra, queremos conocer los detalles de todos los descendientes de Dios. Para poder comprender este tema y conocer quiénes son los descendientes de Dios, necesitamos comprender que así como nosotros somos descendientes de nuestros padres y nuestros hijos son descendientes nuestros, así hay descendientes de Dios. Y así como el pueblo hebreo es descendiente de Abraham, así también hay descendientes de Dios en la Tierra. Y así como todos los granos de trigo que usted ve un una planta de trigo, son descendientes de un grano de trigo que fue sembrado en tierra. Jesucristo hablando de Sí mismo, dijo: “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, él solo queda; pero si cae en tierra y muere, mucho fruto lleva.” O sea, muchos granos de trigo; y Jesucristo siendo el grano de trigo original, la semilla original de Dios, el Hijo de Dios, en ese grano de trigo, que es Jesucristo, estaban todos los demás granos de trigo, todos los demás hijos e hijas de Dios. No puede salir ningún grano de trigo en una planta de trigo, a menos que sea del grano de trigo que produjo esa planta de trigo; y no puede salir ningún hijo de Dios a existencia, a menos que sea a través de Jesucristo nuestro Salvador, que es el grano de trigo que Él, o en quien Él se tipificó: en un grano de trigo. Y ahora, hemos visto que los descendientes son los hijos; por lo tanto cuando decimos: “Yo soy descendiente de fulano de tal,” pues está diciendo que *fulano de tal* es su padre; por lo tanto, nuestra ascendencia, vean ustedes... Ahora, mirando a los descendientes de Adán, veamos cómo ocurrió todo en San Lucas, capítulo 3, verso 23 en adelante, dice: “*Jesús mismo al comenzar su ministerio era como de treinta años, hijo, según se creía, de José, hijo de Elí,* *hijo de Matat, hijo de Leví, hijo de Melqui, hijo de Jana, hijo de José,* *hijo de Matatías, hijo de Amós, hijo de Nahum, hijo de Esli, hijo de Nagai,* *hijo de Maat, hijo de Matatías, hijo de Semei, hijo de José, hijo de Judá,* *hijo de Joana, hijo de Resa, hijo de Zorobabel, hijo de Salatiel, hijo de Neri,* *hijo de Melqui, hijo de Adi, hijo de Cosam, hijo de Elmodam, hijo de Evangelio del Reino,* *hijo de Josué, hijo de Eliezer, hijo de Jorim, hijo de Matat,* *hijo de Leví, hijo de Simeón, hijo de Judá, hijo de José, hijo de Jonán, hijo de Eliaquim,* *hijo de Melea, hijo de Mainán, hijo de Matata, hijo de Natán,* *hijo de David, hijo de Isaí, hijo de Obed, hijo de Booz, hijo de Salmón, hijo de Naasón,* *hijo de Aminadab, hijo de Aram, hijo de Esrom, hijo de Fares, hijo de Judá,* *hijo de Jacob, hijo de Isaac, hijo de Abraham, hijo de Taré, hijo de Nacor,* *hijo de Serug, hijo de Ragau, hijo de Peleg, hijo de Heber, hijo de Sala,* *hijo de Cainán, hijo de Arfaxad, hijo de Sem, hijo de Noé, hijo de Lamec,* *hijo de Matusalén, hijo de Enoc, hijo de Jared, hijo de Mahalaleel, hijo de Cainán,* *hijo de Enós, hijo de Set, hijo de Adán, hijo de Dios.”* Y ahora, esa descendencia de Dios que viene por Adán, murió a la Vida eterna cuando pecó en el Huerto del Edén. Esa descendencia ¿de dónde vino? ¿o de dónde vino Adán? De Dios, ¿cómo vino Adán de Dios? Por medio de Jesucristo, porque veamos, dice la Escritura: “*En el principio creó Dios los cielos y la tierra.”* Ahora, veamos aquí en el Génesis, capítulo 1, verso 26 en adelante, dice (26 al 27): “*Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen* (recuerden que la imagen es el cuerpo angelical)*...* *Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza* (y la semejanza es el cuerpo físico de carne)*,* *y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra.* *Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.”* Y ahora, Dios dijo: *“Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza,”* y cuando aquí lo crea, lo creó a Su imagen, faltó la semejanza, y la semejanza se la da más adelante. “*Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra.”* Luego, encontramos o no encontramos ahí, no encontramos ahí el árbol de ciencia del bien y del mal. Pero ahora veamos en el capítulo 2... en el capítulo 1 Dios creó al hombre a Su imagen y semejanza, varón y hembra los creó; eso fue en otra dimensión (la sexta dimensión), le dio un cuerpo angelical al hombre, y en Adán estaba la mujer, varón y hembra creó Dios al hombre, era ambos. Y ahora, en el capítulo 2, verso 7, dice: “*Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente.”* Y ahora, le da el cuerpo de carne, y lo coloca dentro de ese cuerpo de carne y ahí le da la semejanza física; por eso lo más que se parece a Dios es el hombre, el ser humano, y lo más que se parece al ser humano es Dios, porque Dios creó al ser humano a Su imagen y a Su semejanza. Por eso cuando Dios se hizo carne, cuando Dios se manifestó en esta Tierra en forma visible, Su forma visible era como el cuerpo de todos nosotros, y esa forma visible de Dios de carne, tangible, se llamó ¿cómo? Jesús, fue nuestro amado Señor Jesucristo. La semejanza física de Dios tangible es el cuerpo de Jesucristo, el cual ya está glorificado, y la imagen de Dios es un cuerpo de otra dimensión, el cual es llamado el Ángel de Jehová o Ángel del Pacto en el Antiguo Testamento, el cual es nada menos que Jesucristo en Su cuerpo angelical. Por eso es que Jesucristo nos dice, o dice en San Juan, capítulo 8, verso 56 en adelante: “*Abraham vuestro padre se gozó de que había de ver mi día; y lo vio, y se gozó.* *Entonces le dijeron los judíos: Aún no tienes cincuenta años, ¿y has visto a Abraham?* *Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy.”* ¿Cómo era Cristo antes de Abraham? Cristo era en Su cuerpo angelical, el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová, donde estaba el Nombre de Dios, el Ángel que le apareció a Moisés y le dijo: “Yo soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob.” ¿Por qué? Porque era Dios en Su Ángel, el Ángel de Jehová, era Dios en ese cuerpo angelical. Y así como usted y yo llevamos nuestro nombre ¿dónde? Lo llevamos en nosotros mismos; y Dios lleva Su Nombre en Él mismo, en Su cuerpo angelical y luego en Su cuerpo de carne. Ahora, encontramos que en Adán estaba el nombre de Adán, Adán llevaba su nombre en él mismo, y el de su compañera también. Ahora, encontramos que en Ángel de Jehová el cual es Cristo, estaba el Nombre de Dios; por eso Cristo podía decir: “Antes que Abraham fuese, yo soy.” Él es el Cristo, el Verbo, el Ángel de Jehová. Por eso en el capítulo 1, verso 1 en adelante de San Juan, dice: “*En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.* *Este era en el principio con Dios.”* Y ahora, veamos, dice: “*Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.* *En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.”* Y ahora, todas las cosas fueron hechas por el Verbo, ¿y no fue todo creado por Dios? Dios, Dios manifestado en Cristo en Su cuerpo angelical, porque el Verbo que era con Dios es nada menos que Cristo en Su cuerpo angelical, el cual salió de Dios. Al salir de Dios, pues es el Hijo de Dios, porque así como usted es hijo de su padre, ¿por qué? Porque salió de él, vino de él. Cristo dijo: “Yo no he venido de mí mismo, yo he venido, yo he salido de mi Padre,” y así todo hijo, pues tiene que salir de su padre. Por lo tanto, cuando vemos la historia de Abraham, encontramos que Dios le prometió a Abraham (en el Génesis, capítulo 12), hacerlo una gran nación. Vean, dice capítulo 12, verso 1 en adelante del Génesis: “*Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré.* *Y haré de ti una nación grande.”* Ahora, Dios va a hacer de un hombre una nación grande, ¿cómo lo va a hacer? “*...y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición.* *Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra.”* Y ahora, encontramos que Dios va a hacer de un hombre una nación grande. Por lo tanto, potencialmente en Abraham estaba esa nación grande, y no solamente una nación, porque esa nación grande es el pueblo hebreo, una nación terrenal grande. Veamos cómo fue que todo esto surgió: Dios le prometió a Abraham darle un hijo a través de su esposa Sara, cosa imposible humanamente; cuando Dios le habla aquí a Abraham, Abraham tiene unos setenta y cinco años, y Sara tiene por consiguiente unos sesenta y cinco años; por lo tanto, ya ella era una anciana y Abraham también. Pero Abraham creyó, y eso es lo importante, porque para el que cree todas las cosas son posibles, y para Dios no hay nada imposible. Por lo tanto, Abraham creyó a Dios y estuvo esperando ese hijo prometido a través del cual Dios haría una nación grande. Y por consiguiente serían llamados descendientes de Abraham, hijos de Abraham. Ahora, para cumplirse eso, de Abraham salió un hijo, el cual fue concebido en el vientre de Sara cuando Dios rejuveneció a Sara y rejuveneció a Abraham, cuando ya tenían Abraham noventa y nueve años y Sara ochenta y nueve años. Y cuando Abraham cumplió cien años, a los cien años y Sara a los noventa años, les nació el hijo prometido, por lo tanto, fue un año de jubileo para Abraham y para Sara, ése era el segundo año de jubileo para Abraham, porque el año del jubileo en medio del pueblo hebreo se celebra, o sea, se celebraba o se celebra todavía cada cincuenta años. Por lo tanto, el primer año de jubileo para Abraham fue el año número cincuenta de su vida, pero no tuvo ese gozo, ese regocijo que él deseaba tener. Pero cuando tuvo cien años sí que tuvo un jubileo bien grande, pues le nació el hijo prometido. El hijo prometido corresponde al año del jubileo, por lo tanto, el Hijo prometido para la Iglesia de Jesucristo es para el año del jubileo espiritual, que es la Edad de la Piedra Angular. Ahora, a través de ese hijo prometido vendría la descendencia de Abraham que estaba en Abraham, la cual pasó a Isaac, la descendencia de Abraham que tenía la promesa de convertirse en una nación grande, y luego de Abraham pasar a Isaac toda esa simiente, luego de Isaac pasó a Jacob. Encontramos que también la esposa de Isaac tuvo ciertos problemas, y luego tuvo hijo, Dios le concedió tener hijo, y tuvo dos en su vientre, o sea, Rebeca; y luego esos dos niños en el vientre de Rebeca estaban luchando, y cuando van a consultar a Dios a causa de ese problema... Piensen ustedes madres, cuando ustedes tienen un niñito o una niñita en el vientre y sale de esos que brincan mucho ni las dejan dormir. ¿Y cómo sería dos, los cuales estaban ahí luchando en el vientre de Rebeca? Eso era muy difícil para ella. Pero ahora, veamos lo que sucedió en el capítulo 25, verso 19 en adelante dice, del Génesis: “*Estos son los descendientes de Isaac hijo de Abraham: Abraham engendró a Isaac,* *y era Isaac de cuarenta años cuando tomó por mujer a Rebeca, hija de Betuel arameo de Padan-aram, hermana de Labán arameo.* *Y oró Isaac a Jehová por su mujer, que era estéril.”* Y ahora, Abraham tuvo su esposa: Sara que era estéril, y ahora Rebeca, la esposa de Isaac también es estéril. Se casaron cuando Isaac tenía cuarenta años. Ahora vean, esto bien: “*Y oró Isaac a Jehová por su mujer, que era estéril; y lo aceptó Jehová, y concibió Rebeca su mujer.* *Y los hijos luchaban dentro de ella; y dijo: Si es así, ¿para qué vivo yo? Y fue a consultar a Jehová* (o sea, que eso era una batalla dentro del vientre)*;* *Y le respondió Jehová:* *Dos naciones hay en tu seno,* *Y dos pueblos serán divididos desde tus entrañas;* *El un pueblo será más fuerte que el otro pueblo,* *Y el mayor servirá al menor.”* Todavía no habían nacido y ya vean, en la elección divina ya estaba determinado lo que iba a suceder. “*Cuando se cumplieron sus días para dar a luz, he aquí había gemelos en su vientre.* *Y salió el primero rubio, y era todo velludo como una pelliza; y llamaron su nombre Esaú.* *Después salió su hermano, trabada su mano al calcañar de Esaú; y fue llamado su nombre Jacob. Y era Isaac de edad de sesenta años cuando ella los dio a luz.”* Abraham a los setenta y cinco años recibió la promesa de que tendría un hijo por medio de su esposa Sara, la cual ya estaba anciana, y Abraham esperó veinticinco años; y si tenía que esperar más, esperaba más. Pero en el tiempo determinado por Dios, Dios le dio un hijo a Abraham por medio de Sara, y el año cien de Abraham fue de grande jubileo. Ahora, Isaac tiene sesenta años, por lo tanto cuando se casó tenía cuarenta, y cuando nacen los niños tiene sesenta, o sea, veinte años de casados sin tener hijos. Pero ahora Dios escuchó la oración de Isaac, y aunque tenía sesenta años, Él (Dios) le dio la bendición de tener dos hijos. Ahora, encontramos que de Jacob viene la descendencia de Abraham para formar una nación grande. Por eso encontramos que la Bendición de la Primogenitura la luchaban tanto los descendientes de Abraham. En esa bendición en lo material tenían una doble porción, y en lo espiritual sería la porción terrenal y la porción del Cielo también, celestial. Esaú no apreció la Bendición de la Primogenitura y Jacob se la compró, y luego también luchó y obtuvo la bendición de su padre Isaac. Por lo tanto le fue confirmada la Bendición de la Primogenitura. Y por medio de Jacob luego vienen los patriarcas, los cuales encontramos que nacieron en tierra gentil, excepto Benjamín; los demás nacieron en territorio gentil, a medida que iba Jacob trabajando con su suegro allá en Padan-aram, o sea, que el pueblo hebreo, los patriarcas, excepto Benjamín, todos los demás nacieron en territorio gentil. Ahora, encontramos que por medio de Jacob al tener sus hijos, ahí la Bendición de la Primogenitura fue otorgada a José, aunque Rubén era el mayor, pero era el mayor por medio de Lea, y Jacob, pues se había casado con Raquel, pero problemas familiares causaron ciertas situaciones en donde ahora el hijo primogénito (primero) que le nace a Jacob, es por medio de Lea. Por lo tanto, la primogenitura le correspondía aparentemente; pero delante de Dios no era así, delante de Dios la primogenitura le correspondía al hijo que naciera de Jacob a través de Raquel. Así que no importa los problemas que surjan en la vida de las personas, el que es un primogénito es un primogénito, no importa que haya nacido el último de la familia, delante de Dios es lo que cuenta. ¿Y cómo somos primogénitos delante de Dios aunque haya sido la persona nacida el último en la familia, o haya nacido como en el medio de los demás hermanos, o como el segundo? Delante de Dios lo que cuenta es que la persona desde antes de la fundación del mundo haya estado en la mente de Dios y está escrito en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, y esos son los descendientes de Dios. Ahora, encontramos que cuando Jacob fue a echar la Bendición de la Primogenitura en el capítulo 48, verso... vamos a ver, verso 16 en adelante, aún un poco antes, vamos a ver desde el verso 13 en adelante dice, del capítulo 48 del Génesis: “*Y los tomó José a ambos, Efraín a su derecha, a la izquierda de Israel, y Manasés a su izquierda, a la derecha de Israel; y los acercó a él.”* O sea, José llevó sus dos hijos para que Jacob (o sea, Israel) echara sobre ellos la bendición; y José sabía que la bendición primera era la bendición de la primogenitura, el que era bendecido primero se llevaba la bendición grande. Y Manasés era mayor, fue el primero, el primogénito, y Efraín era el segundo. Y colocó José a su mano derecha que venía a ser la mano izquierda de Jacob o de Israel, porque estaban en frente el uno del otro, pues lo llevaba *así*, para que le quedara Efraín, le quedara frente a la mano izquierda de Jacob, para que luego al llegar también Manasés que lo llevaba en la mano izquierda *así*, quedara frente a la mano derecha de Jacob, y Jacob extendiera su mano derecha sobre Manasés y su mano izquierda sobre Efraín, y echara la Bendición de la Primogenitura sobre Manasés, bendijera primero a Manasés. Pero vean, en la misma forma en que José colocó a sus hijos, ahora Jacob, va a colocar a sus nietos, José lo colocó en su mano derecha, y ahora Jacob va a colocar en su mano derecha ¿a quién? A Efraín, al mismo que colocó en su mano derecha José. Y ahora, recuerden que José ahí representa a Cristo, y José siempre ha representado a Cristo, Dios se reflejó a través de José, o sea, que Cristo fue reflejado a través de José. Y ahora, encontramos que cuando Jacob va a bendecir, coloca su mano derecha sobre el menor y su mano izquierda sobre el mayor, y hace una cruz. Y por medio de la cruz, por medio de Cristo crucificado, la bendición del mayor pasó al menor, la bendición del pueblo hebreo pasó a la Iglesia del Señor Jesucristo, que es el pueblo que vino a existencia después del pueblo hebreo aquí en la Tierra. Antes de la Iglesia de Jesucristo aquí en la Tierra, pues estaba el pueblo hebreo. El Israel terrenal estaba primero que el Israel Celestial aquí en la Tierra. Ahora, veamos cómo es que dice aquí la Escritura. “*Entonces Israel extendió su mano derecha, y la puso sobre la cabeza de Efraín, que era el menor, y su mano izquierda sobre la cabeza de Manasés, colocando así sus manos adrede, aunque Manasés era el primogénito.* *Y bendijo a José, diciendo: El Dios en cuya presencia anduvieron mis padres Abraham e Isaac, el Dios que me mantiene desde que yo soy hasta este día,* *el Angel que me liberta de todo mal, bendiga a estos jóvenes; y sea perpetuado en ellos mi nombre, y el nombre de mis padres Abraham e Isaac, y multiplíquense en gran manera en medio de la tierra.* *Pero viendo José que su padre ponía la mano derecha sobre la cabeza de Efraín, le causó esto disgusto; y asió la mano de su padre.”* O sea, tomó la mano de su padre, o sea, la mano derecha que estaba sobre la cabeza de Efraín, la tomó, o sea, se la quitó para colocársela sobre la cabeza de Manasés. O sea, de enderezarle las manos. Aunque cualquier persona trate de quitar la cruz, la crucifixión de Cristo, es imposible. Por medio de la crucifixión de Cristo, por medio de la cruz de Cristo cayó la Bendición de la Primogenitura a los gentiles, a la Iglesia del Señor Jesucristo. ¿No dijo Cristo al pueblo hebreo cuando lo rechazaron en Mateo, capítulo 21, versos 42 en adelante, que el Reino de Dios sería quitado de en medio de ellos y sería dado a un pueblo que produjera los frutos de Él? Por lo tanto, la bendición del Reino ha caído sobre la Iglesia del Señor Jesucristo: la Bendición de la Primogenitura, por eso es que somos Reyes de ese Reino, somos Sacerdotes en ese Reino de Cristo del Orden Sacerdotal no levítico, sino del orden sacerdotal de Melquisedec, y somos Jueces también del poder judicial de Cristo, del poder judicial celestial que pertenece también a Melquisedec. Y ahora, continuamos leyendo: *“Pero viendo José que su padre ponía la mano derecha sobre la cabeza de Efraín, le causó esto disgusto; y asió la mano de su padre, para cambiarla de la cabeza de Efraín a la cabeza de Manasés.* *Y dijo José a su padre: No así, padre mío, porque éste es el primogénito; pon tu mano derecha sobre su cabeza.”* Ahora, José era el príncipe más importante en Egipto, era el segundo en el reino y les está dando una orden a su padre, que es un Profeta y un patriarca; pero su padre dice: “No, yo lo sé hijo mío.” Porque no importa que José fuera un príncipe allí, su padre era un Profeta y era el patriarca y era la cabeza de esa familia. Más bien José era el que tenía que obedecer a Jacob, aunque Jacob o Israel ya estaba ciego y estaba ya en sus últimos días, pero la Palabra de Dios estaba todavía en su boca para bendecir o para maldecir, y lo que él hablara, eso se cumpliría. José sabía eso, porque José también era Profeta, pero su padre estaba todavía en la escena; por lo tanto la bendición venía por medio de Jacob, de Israel, pasaría luego a su descendencia. “*Mas su padre no quiso, y dijo: Lo sé, hijo mío, lo sé; también él vendrá a ser un pueblo, y será también engrandecido; pero su hermano menor será más grande que él, y su descendencia formará multitud de naciones.”* Y ahora, en la descendencia de Abraham, para lo cual Dios dijo a Abraham que lo haría una gran nación, ahora encontramos que esta gran nación es el pueblo hebreo, la nación terrenal; pero tenemos la nación celestial, que es mayor, el Israel Celestial, que es la Iglesia del Señor Jesucristo. Y ahora, veamos hablando aquí de Manasés dice: “*Lo sé, hijo mío, lo sé; también él vendrá a ser un pueblo, y será también engrandecido* (ése es el pueblo hebreo)*,* *pero su hermano menor será más grande que él, y su descendencia formará multitud de naciones.”* Y ahora, encontramos que todos los creyentes en Cristo pertenecen al Reino de Dios, al Reino Celestial, y tienen la Bendición de la Primogenitura. Y así como se formó un pueblo o una nación por medio de los descendientes de Jacob, que son los patriarcas, ahora por medio de los Apóstoles y de los siete Ángeles Mensajeros y del Ángel Mensajero del Día Postrero, se formarían grupos en edades, como las tribus de Israel, y éste es el Israel Celestial formado en cada una de las etapas de la Iglesia de Jesucristo. Y es Cristo en Espíritu Santo en cada etapa, en cada edad manifestado por medio de cada Ángel Mensajero, el que ha llamado y ha juntado Sus escogidos, y ha producido el nuevo nacimiento en cada persona que lo ha recibido como su Salvador personal; y por consiguiente es Cristo, la Simiente Real de Abraham, Cristo el Hijo-Simiente en el cual serían benditas todas las naciones, lo cual no sería en el Isaac terrenal, sino en Cristo, el Isaac Celestial, el cual nacería en medio de la raza hebrea. Y por medio de Cristo, el verdadero Hijo prometido, el Hijo de la promesa que es Cristo, Dios traería a existencia una raza con Vida eterna; y así Dios por medio de Cristo traería la bendición a todas las naciones y formaría muchas naciones, muchas naciones, que son los escogidos de Dios, los cuales en el Reino Milenial y en la eternidad estarán formados también en naciones. Y también los que han ayudado a la Iglesia de Jesucristo estarán también luego en la eternidad. En el milenio solamente estarán los escogidos y los ciento cuarenta y cuatro mil hebreos, y los que sobrevivan a la gran tribulación. Así que el Reino Milenial de Cristo es la luna de miel de Cristo y Su Iglesia, de Cristo y Su Esposa. Por lo tanto, el Reino Milenial de Cristo, será un Reino que no tendrá los problemas que tenemos en este planeta Tierra: no tendrá los problemas de contaminación que hay en las diferentes ciudades, no tendrá los problemas que hay de escases de alimentos, no tendrá los problemas de las guerras, no tendrá los problemas de la vejez para los creyentes en Cristo nacidos de nuevo, porque tendremos un cuerpo nuevo y eterno, y todos seremos igual a Jesucristo: a imagen y semejanza de Cristo, con un cuerpo angelical dentro del cuerpo físico de carne, y el cuerpo físico de carne será glorificado y entonces todos tendremos cuerpos inmortales igual a Jesucristo nuestro Salvador. Porque así como en una planta de trigo todos los granos de trigo tienen el mismo cuerpo que tenía el grano de trigo que fue sembrado en tierra, en la planta de trigo no nacen (los hijos de ese grano de trigo), no nacen como un aguacate, eso sería algo fuera de lo correcto. Por lo tanto, los granos de trigo, que son los hijos e hijas de Dios que vienen por medio de Jesucristo, el Hijo de Dios, todos serán a imagen y semejanza de Jesucristo, con cuerpos angelicales (que es la imagen), y con cuerpos físicos glorificados (que es la semejanza física), y serán cuerpos eternos y jóvenes para toda la eternidad, porque esas personas, esas almas, son las almas de Dios que vienen de la eternidad, vienen de Dios. ¿Y cuándo salimos de Dios? Cuando Cristo salió de Dios, salimos de Dios nosotros. Vean, en una semilla de trigo encontramos que potencialmente está una planta de trigo con muchos granos de trigo; y cuando usted tiene ese grano de trigo, dondequiera que usted lo lleve, ahí va la planta de trigo con todos los demás granos de trigo. Y siendo Cristo la simiente de Dios, el Hijo de Dios, la semilla original, dondequiera que Cristo ha estado, estábamos nosotros con Él. Y ahora, Él nos ha enviado a nosotros en este tiempo a vivir en esta Tierra, ser manifestados en cuerpos físicos de carne naciendo en una raza caída, en una raza que cayó y murió a la vida, murió a la Vida eterna, y solamente le quedó una vida temporal que dura menos de mil años. Al más que le duró fue a Matusalén, y le duró novecientos sesenta y nueve años. En la actualidad Dios ha acortado la vida del ser humano, la vida de la descendencia de Adán según la carne. Y ahora, Dios ha enviado al Segundo Adán, que es Jesucristo, para que se reproduzca en hijos e hijas de Dios; por lo tanto, la manifestación de los hijos e hijas de Dios, la manifestación de los descendientes de Dios es a través de Cristo. Toda persona que recibe a Cristo como su Salvador, lava sus pecados en la Sangre de Cristo, es bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo y Cristo lo bautiza con Espíritu Santo y Fuego, obtiene el nuevo nacimiento, nace como un hijo o una hija de Dios en el Reino de Dios, en el Reino de Jesucristo, y nace como un hijo o como una hija de Dios, porque en su alma es un hijo o una hija de Dios, es una semilla o simiente de Dios, la cual estaba en Dios eternamente. Y cuando de Dios salió Cristo, cuando de Dios salió el Verbo, el cuerpo angelical de Dios, ahí también estábamos nosotros. Por lo tanto, nosotros estábamos eternamente en Dios, y luego cuando de Dios salió Cristo, es llamado el Hijo de Dios, y en el Hijo de Dios salieron todos los hijos e hijas de Dios. Como cuando Abraham tuvo a su hijo Isaac, todo el pueblo hebreo salió en Isaac, salió de Abraham; por eso se le llama al pueblo hebreo: descendientes o hijos de Abraham. Pero ahora están los hijos de Abraham según la fe, que son los hijos de Abraham celestiales, los cuales son los hijos e hijas de Dios. Estos hijos e hijas de Dios están señalados aquí en la Escritura en el capítulo 3, verso 6 en adelante, 6 al 8, dice San Pablo en Gálatas. “*Así Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia.* *Sabed, por tanto, que los que son de fe, éstos son hijos de Abraham.* *Y la Escritura, previendo que Dios había de justificar por la fe a los gentiles, dio de antemano la buena nueva a Abraham, diciendo: En ti serán benditas todas las naciones.* *De modo que los de la fe son bendecidos con el creyente Abraham.* *Porque todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas.* *Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente, porque: El justo por la fe vivirá;* *y la ley no es de fe, sino que dice: El que hiciere estas cosas vivirá por ellas.* *Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero* (y Cristo fue colgado en un madero) *para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu.”* O sea, recibiésemos la promesa del bautismo del Espíritu Santo, recibiésemos la promesa de recibir el Espíritu Santo y obtener el nuevo nacimiento y entrar al Reino de Dios. “*Hermanos, hablo en términos humanos: Un pacto, aunque sea de hombre, una vez ratificado, nadie lo invalida, ni le añade.* *Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo.”* Y ahora, esta simiente de la cual Dios habló: “Y en tu simiente serán benditas todas las naciones,” es Cristo. Y ahora, en el mismo capítulo 3, verso 26 en adelante dice San Pablo, de Gálatas: “*...pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús.”* ¿Ven? Por la fe en Cristo Jesús todos somos hijos e hijas de Dios, porque la persona por la fe en Cristo al recibirlo como su Salvador y pedirle perdón a Cristo por sus pecados, Cristo lo perdona y lo limpia con Su Sangre de todo pecado, y la persona es bautizada en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo lo bautiza con Espíritu Santo y Fuego, y la persona obtiene el nuevo nacimiento, nace en el Reino de Dios, el Reino de Cristo como un hijo o como una hija de Dios, y por consiguiente ha nacido en el Reino de Dios un hijo o una hija: “*...porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos.* *Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús.* *Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa.”* Ahora, podemos ver la bendición tan grande que tenemos al ser creyentes en Jesucristo nuestro Salvador: somos hijos de Abraham y somos hijos e hijas de Dios. Y luego en el capítulo 4 de Gálatas San Pablo hablando, verso 4 en adelante, dice: “*Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley,* *para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos.* *Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre!* *Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo.”* Heredero de Dios por medio de Jesucristo, significa coheredero con Cristo nuestro Salvador. Por medio de Jesucristo es que recibimos la herencia de Dios. Y ahora, siendo hijos e hijas de Dios por medio de Jesucristo, somos los descendientes de Dios. Ahora, podemos comprender este misterio de los descendientes de Dios; por eso es que luego que Cristo murió en la Cruz del Calvario, no tiene ningún valor la circuncisión o la incircuncisión, lo mismo es que la persona esté circuncidada o no esté circuncidada, lo importante veamos lo que es. En el capítulo 6 de Gálatas, capítulo 6, verso 15, dice. “*Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale nada, ni la incircuncisión, sino una nueva creación.”* Y ahora, una nueva creación, una nueva raza está Dios creando por medio de Cristo, el Segundo Adán, el cual está reproduciéndose en hijos e hijas de Dios. Así como el grano de trigo que es sembrado se reproduce en muchos granos de trigo a través de la planta de trigo, que es el producto del grano de trigo; ahora, Cristo por medio de Su Iglesia, que es la planta de trigo, se está reproduciendo en muchos granos de trigo, en muchos hijos e hijas de Dios, y esos hijos e hijas de Dios son los descendientes de Dios, porque un hijo o una hija es un descendiente de su padre. Y si nuestro Padre es Dios, somos descendientes de Dios, si somos hijos e hijas de Dios, somos descendientes de Dios. En el capítulo 5, verso 6, dice (de Gálatas): “*...porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale algo, ni la incircuncisión, sino la fe que obra por el amor.”* Y ahora, es la fe en Cristo que obra por el amor lo que vale, y eso produce el nuevo nacimiento, produce esa Nueva Creación de una Nueva Raza con Vida eterna, una Nueva Raza descendiente ¿de quién? De Dios. Vean aquí en el Salmo 82, nos dice Dios por medio del salmista, Salmo 82, verso 6 en adelante, dice: “*Yo dije: Vosotros sois dioses,* *Y todos vosotros hijos del Altísimo;* *Pero como...”* Ahora vean, ¿quiénes son estas personas que el mismo Dios por medio del salmista llama dioses? Dice que son los hijos de Dios, dice: “*Y todos vosotros hijos del Altísimo;* *Pero como hombres moriréis.”* Estando en estos cuerpos mortales, como hombres terrenales morimos nosotros físicamente, mueren nuestros cuerpos; aunque la promesa es que para el Día Postrero habrá un grupo que no va a ver muerte, sino que van a ser transformados sin ver muerte, porque para ese tiempo Cristo completará Su Iglesia, Cristo completará en Su Casa, en Su Familia, toda la Familia de Dios, toda la descendencia de Dios, todos los hijos e hijas de Dios; o sea, que habrá llamado y juntado ya a todos los escogidos de Dios y estará completa la Familia de Dios, los descendientes de Dios que son los hijos e hijas de Dios, que son los hijos de Luz del Reino de Luz, del Reino de Dios. Y las personas que estén aquí vivas en la Tierra cuando Cristo complete Su Iglesia, esas personas no verán muerte sino que serán transformados, porque Cristo se levantará del Trono del Padre, tomará el Título de Propiedad que es el Libro de los Siete Sellos de Apocalipsis, capítulo 5, verso 1 en adelante y Apocalipsis, capítulo 10, verso 1 en adelante, y lo abrirá en el Cielo y hará Su Obra de Reclamo, reclamará a todos los que Él ha redimido con Su Sangre, resucitará a los que ya han partido, los resucitará en cuerpos eternos y glorificados, cuerpos inmortales y jóvenes que representarán de 18 a 21 años de edad, y a los que vivimos nos transformará, y entonces también nosotros tendremos un cuerpo nuevo y eterno y joven que representará de 18 a 21 años de edad, el cual será un cuerpo eterno, un cuerpo glorificado, igual al cuerpo glorificado de Jesucristo nuestro Salvador. ¿Y por qué una bendición tan grande para los creyentes en Cristo? Porque somos descendientes de Dios. Para una persona ser un descendiente de otra persona, tiene que estar en esa otra persona y salir de esa otra persona, venir de esa otra persona. Y así son los descendientes de Dios, los hijos e hijas de Dios: eternamente estábamos en Dios. Por eso es que Cristo vino para buscar y salvar lo que se había perdido. Si una cosa se le pierde a usted, ¿de quién era? De usted, ¿quién la tenía? Usted, y se le perdió. Y todos los hijos e hijas de Dios, toda la descendencia de Dios ¿dónde estaban? En Dios, pero por causa del pecado en el Huerto del Edén aparecen en la Tierra perdidos en el reino de las tinieblas, el reino del maligno, perdidos sin Vida eterna, perdidos, se perdieron de la Vida eterna y cayeron en el ciclo de tiempo o dimensión de tiempo, en donde solamente podemos vivir en estos cuerpos una cantidad de años muy limitado comparado con la eternidad, pero con la promesa de Redención. Por lo tanto, Cristo vino para redimir lo que se había perdido, vino a buscar y salvar lo que se había perdido. Redimir es volver al lugar de origen, y Cristo viene a tomar esas ovejas que el Padre le dio para darles Vida eterna, o sea, para tomarlas y redimirlas, volverlas al lugar de origen, a la Vida eterna y a las manos de Dios. Por eso es que Dios por medio de Jesucristo nos reconcilió consigo mismo, Dios por medio de Jesucristo ha realizado la reconciliación del ser humano con Dios. Y por eso es que toda persona que estaba en Dios eternamente, pasó a Cristo, y todo lo que Dios tenía en Su mente para llevar a cabo, para crear, todo pasó a Cristo. Dios colocó en Cristo todo el Programa de la Creación, colocó en Cristo todos los descendientes de Dios, por eso en Colosenses nos habla claramente de esto cuando nos dice en el capítulo 1, verso 12 en adelante de Colosenses San Pablo hablándonos, dice: “*Con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz.”* Vean, los santos en luz son los descendientes de Dios, los hijos e hijas de Dios, los cuales tienen una herencia: “*...el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas.”* O sea, nos ha librado del poder, del dominio, del gobierno y del reino del diablo, que es el reino de las tinieblas, tipificado en el reino del faraón que tenía esclavizados a los hebreos allá en Egipto, y el faraón representaba al diablo. Y así como Dios libertó al pueblo hebreo, ahora Él ha libertado a todos los hijos e hijas de Dios, a todas esas almas de Dios que vienen a la Tierra, y nacen en cuerpos mortales y reciben un espíritu del mundo y por consiguiente nacen en el reino de las tinieblas. Pero por medio del nuevo nacimiento nacen en el Reino de Cristo, por eso Cristo dijo a Nicodemo: “De cierto, de cierto te digo, que el no nazca de nuevo, no puede ver el Reino de Dios.” Nicodemo le pregunta: “¿Cómo puede hacerse esto? ¿Puede acaso el hombre ya siendo viejo entrar en el vientre de su madre y nacer?” Cristo le dice: “De cierto, de cierto te digo, que el no nazca del Agua y del Espíritu, no puede entrar al Reino de Dios.” No puede entrar en el Reino de Dios, y le dice: “No te maravilles de que te dije: ‘Os es necesario nacer de nuevo.” No se maravillen de que es necesario nacer de nuevo, sepan que por cuanto hemos nacido en la Tierra en un mundo que cayó de la Vida eterna, un mundo que cayó en las manos del maligno y que cayó en el reino de las tinieblas, ahora se requiere nacer de nuevo. Por medio del nacimiento natural nacimos en esta dimensión terrenal y nacimos en el reino de las tinieblas, y por medio del nuevo nacimiento nacemos en el Reino de Cristo, nacemos en el Reino de Cristo y en esa dimensión celestial y obtenemos el cuerpo angelical teofánico, y tenemos la promesa que Él nos dará un cuerpo físico, glorificado, eterno, inmortal, incorruptible y joven para toda la eternidad. Todas esas bendiciones corresponden al Reino de Jesucristo, el Hijo de Dios. En el reino de las tinieblas, vean, lo que hemos obtenido es un cuerpo de carne mortal, corruptible y temporal, que dura normalmente de setenta a ochenta años, a algunos les llega hasta cien años y pasa de cien años, pero a otros les llega a cincuenta años, a otros a cuarenta años, a otros a treinta años, a otros a veinte años, porque es tan frágil este cuerpo humano, que hasta por una enfermedad perdemos la vida temporal del cuerpo temporal. Por lo tanto, nadie sabe cuántos días va a durarle su cuerpo físico, y en un accidente hasta los niños pueden morir y aún de enfermedades también. Por cuanto nadie sabe cuánto tiempo Dios le ha dado para que viva en el cuerpo de carne, le conviene asegurar su futuro eterno, si no lo asegura no le puede después echar la culpa a Dios de que se le acabó el tiempo y ya no tiene derecho a vivir nuevamente. El gran hombre de Dios: Job, preguntó: “Si el hombre muriere ¿volverá a vivir?” Ésa es la pregunta de todos los seres humanos, y todos quieren volver a vivir pero no en un cuerpo como este mortal, sino en un cuerpo que nunca muera; y esa bendición solamente la puede obtener la persona en el Reino de Jesucristo nuestro Salvador. Por lo cual necesita aceptar, recibir y creer en Él, en el Rey de ese Reino que es Jesucristo nuestro Salvador, y así asegurar su futuro eterno con Cristo en Su Reino, en donde Él le dará un cuerpo eterno y joven para toda la eternidad. Esto es así para todos los descendientes ¿de quién? De Dios, los descendientes de Dios son identificados porque escuchan la Voz de Dios. Cristo dijo: “El que es de Dios, la Voz de Dios oye.” San Juan, capítulo 8, verso 47; y en San Juan, capítulo 10, verso 14 en adelante dice Cristo hablando: “*Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen,* *así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y pongo mi vida por las ovejas.* *También tengo otras ovejas que no son de este redil; aquéllas también debo traer, y oirán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor.”* Y ahora, todas las almas de Dios, toda la descendencia de Dios está tipificada en ovejas, y Cristo en el Buen Pastor, y el Redil de Cristo para Sus ovejas es Su Iglesia, y la Voz de Cristo llamando Sus ovejas en cada tiempo, es la Voz de Cristo por medio de Su Espíritu Santo a través del Mensajero que Él envía en cada edad, a través del cual llama y junta a Sus escogidos correspondientes a cada tiempo. Así es como escuchan la Voz de Cristo, el Buen Pastor, las ovejas de Cristo. También nos dijo Cristo en ese mismo capítulo 10, cuando le preguntan...y le dicen: “Si Tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente...” Vean, capítulo 10, verso 22, dice de San Juan: “*Celebrábase en Jerusalén la fiesta de la dedicación. Era invierno,* *y Jesús andaba en el templo por el pórtico de Salomón.* *Y le rodearon los judíos y le dijeron: ¿Hasta cuándo nos turbarás el alma? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente.* *Jesús les respondió: Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ellas dan testimonio de mí;* *pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas, como os he dicho.”* Esto es muy triste saber que hay personas que no son de las ovejas de Cristo, no son de las ovejas que el Padre le ha dado para que les dé Vida eterna. Las ovejas que no son de Cristo, pues no escuchan la Voz de Cristo, no escuchan la Voz del Buen Pastor, que es Cristo, y Su Voz es Su Palabra, Su Mensaje, el Evangelio de Cristo: “*Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen.”* Un seguidor de Cristo es una oveja de Cristo. “*...y yo les doy vida eterna.”* Vean lo que hace Cristo con las ovejas que oyen Su Voz: les da Vida eterna, los restaura a la Vida eterna, los redime, los coloca de nuevo en la Vida eterna. Y los reconcilia con Dios y hace la paz entre la persona y Dios, y Dios y la persona. Sin Cristo no hay paz para el ser humano, sin Cristo el ser humano no está en paz con Dios. Cristo dijo: “Mi paz os dejo, mi paz os doy; no como el mundo la da yo os la doy.” Y también encontramos que el Nuevo Pacto es el Pacto de paz para el ser humano. Por lo tanto, es el Pacto en donde el ser humano está en paz con Dios, y tiene a Dios como un Dios amoroso que lo bendice, no tiene a un Dios airado contra él. Ahora, los que no están en paz con Dios porque no han recibido a Cristo, vean, no están reconciliados con Dios y la ira de Dios está sobre esas personas, y son hijos de ira. Ahora, sigue diciendo Cristo: “*...y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano.* *Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre.* *Yo y el Padre uno somos.”* Ahora, podemos ver que estas son las ovejas que el Padre le dio para que les dé Vida eterna, produzca en ellos el nuevo nacimiento, en donde nacen a la vida: a la Vida eterna, pues cuando nacimos a la vida aquí a través de nuestros padres, nacimos a la vida terrenal, a una vida temporal, por eso tenemos un cuerpo temporal. Pero cuando nacemos en Cristo: “Si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron, he aquí todas son hechas nuevas.” Y Él nos da un cuerpo angelical teofánico, y luego nos dará un cuerpo físico glorificado, y entonces todos seremos iguales a Jesucristo nuestro Salvador, ¿Por qué? Porque somos descendientes de Dios, hijos e hijas de Dios por medio de Jesucristo nuestro Salvador. Y ahora, continuamos aquí en Colosenses, nos detuvimos en el verso 13, donde dice: “*...el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo,* *en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados.* *El es la imagen del Dios invisible.”* ¿Ven? Jesucristo es la imagen del Dios invisible en Su cuerpo angelical llamado el Ángel del Pacto, y Él es también la semejanza de Dios, la semejanza física, el cuerpo físico de Dios en donde moró Dios en toda Su plenitud, donde moró la Divinidad; y por eso Jesucristo es la imagen y semejanza de Dios: la imagen en Su cuerpo angelical, y la semejanza física en Su cuerpo de carne, el cual ya está glorificado. “*El es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación.”* El Primogénito de toda Creación, por lo tanto antes que Jesucristo no existía el Universo, no existían las galaxias, no existían los sistemas solares, no existían los planetas, no existía vida, excepto en Dios, y de Dios salió la Vida eterna manifestada en un cuerpo angelical en donde Dios moró. Dice: “*Porque en él fueron creadas todas las cosas* (¿en quién? En Jesucristo)*, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él.”* Nadie tiene nada, todo le pertenece a Jesucristo nuestro Salvador, todo fue creado por medio de Él (de Jesucristo). ¿Y quién creó por medio de Jesucristo? Dios, Dios por medio de Jesucristo creó los Cielos y la Tierra. Toda la Creación la trajo a existencia Dios por medio de Jesucristo en Su cuerpo angelical, llamado el Verbo que era con Dios y era Dios. También llamado *el Logos*. “*Y él es antes de todas las cosas.”* ¿Ven? Jesucristo es antes de todas las cosas. “*Y todas las cosas en él subsisten.”* El que le da continuidad de vida es Jesucristo. Cristo dijo: “Todo poder me es dado en el Cielo y en la Tierra.” Por lo tanto, Cristo es el que sostiene, sustenta toda la Creación. “*...y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia;* *por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud.”* Padre, Hijo y Espíritu Santo, todo habitó en Jesucristo nuestro Salvador. Por eso Cristo decía que las obras que Él hacía, no las hacía de Sí mismo, sino que el Padre que estaba en Él era el que hacía las obras; y también lo que Cristo hablaba Él decía que no lo hablaba de Sí mismo, ¿era quién? El Padre en Él hablando al pueblo hebreo, Dios colocando Su Palabra en la boca de Jesús. “*...y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz.* *Y a vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y enemigos en vuestra mente, haciendo malas obras, ahora os ha reconciliado.”* Y ahora, Él nos ha reconciliado cuando lo recibimos como nuestro Salvador a Cristo, y pedimos perdón a Cristo por nuestros pecados, Él nos perdona y con Su Sangre nos limpia de todo pecado, y se hace efectivo en nosotros el Sacrificio que Cristo realizó en la Cruz del Calvario, y somos bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo nos bautiza con Espíritu Santo y Fuego, y obtenemos el nuevo nacimiento. Así es como nacemos del Agua y del Espíritu y entramos al Reino de Dios, ¿cómo? Naciendo en el Reino de Dios como bebés, como niñitos. Así como entramos a esta Tierra naciendo a través de nuestros padres terrenales, entramos al Reino de Cristo naciendo como hijos e hijas de Dios. Y ahora, Cristo luego de resucitado en el capítulo 24 de San Lucas dijo, versos 46 en adelante: “*Y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día;* *y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén.”* El arrepentimiento y el perdón de los pecados se predica en el Nombre del Señor Jesucristo, y las personas que escuchan la predicación del Evangelio reciben a Cristo arrepentidos de sus pecados, y Cristo los perdona y con Su Sangre los limpia de todo pecado, y son bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo los bautiza con Espíritu Santo y Fuego y obtienen el nuevo nacimiento, y nacen en el Reino de Dios, el Reino de Cristo como hijos e hijas de Dios. Esto porque somos descendientes de Dios. En San Marcos, capítulo 16, versos 15 al 16 Cristo dijo: “*Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.* *El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.”* Tan simple como eso. El que cree y recibe a Cristo como su Salvador, Cristo lo perdona, lo limpia con Su Sangre preciosa, es bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, Cristo lo bautiza con Espíritu Santo y Fuego y obtiene la persona el nuevo nacimiento, nace en el Reino de Dios, en el Reino de Jesucristo. San Pedro dijo en el capítulo 4, verso 12 del libro de los Hechos predicando en su segundo Mensaje: “*Porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.”* Entonces si no hay otro nombre, ¿cuál es ese Nombre en que podemos ser salvos? “Señor Jesucristo,” ése es el Nombre. En el Nombre del Señor Jesucristo es que toda persona puede obtener la salvación de su alma y asegurar su futuro eterno en el Reino de Dios, el Reino de Jesucristo, para vivir eternamente con Cristo en Su Reino en un cuerpo nuevo, eterno, inmortal, incorruptible y glorificado, como el cuerpo glorificado que tiene Jesucristo nuestro Salvador. ¿De qué le vale al hombre si ganare todo el mundo y pierde su alma? De nada le habrá servido vivir en esta Tierra. Lo más importante que usted y yo tenemos es nuestra alma, eso es lo que somos en realidad. El cuerpo físico es una casa terrenal temporal, el espíritu de la persona es otra casa, otro cuerpo pero de otra dimensión; pero el alma de la persona, eso es lo que en realidad es la persona: alma viviente. Por eso es que se habla de la salvación del alma. Y ahora, por eso fue que Cristo dijo: “¿De qué le vale al hombre si ganare todo el mundo y pierde su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?” No hay dinero con el cual la persona pueda comprar la salvación de su alma. La salvación de nuestra alma la compró Cristo en la Cruz del Calvario dando Su vida por nosotros, Él murió para que nosotros podamos vivir eternamente. Y ahora, eso fue... les estuve citando San Mateo, capítulo 16, verso 26 en adelante. Sigue diciendo: “*Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras* (o sea, que cada persona va a recibir la recompensa de acuerdo a sus obras)*.”* Ahora, en el libro de los Hechos, capítulo 2, verso 34 en adelante, San Pedro predicando el Día de Pentecostés, dice: “*Porque David no subió a los cielos; pero él mismo dice:* *Dijo el Señor a mi Señor:* *Siéntate a mi diestra,* *Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies.* *Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.”* Por eso es que llamamos a Jesús SEÑOR JESUCRISTO: porque Dios lo ha hecho Señor y Cristo, porque en Él habitó, habita y habitará la plenitud de Dios, la plenitud de la divinidad. “*Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?* *Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.* *Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.* *Y con otras muchas palabras testificaba y les exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación.* *Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas.”* Como tres mil persona creyeron, recibieron a Cristo como su Salvador arrepentidos de sus pecados, fueron perdonados, fueron limpiados por la Sangre de Cristo, fueron bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo los bautizó con Espíritu Santo y Fuego, y fueron añadidos a la Iglesia del Señor Jesucristo, entraron al Reino de Dios, entraron a la Iglesia del Señor Jesucristo. Como los granos de trigo nacen en la planta de trigo, nacieron en la planta de trigo, la Iglesia de Jesucristo como tres mil personas cuando Pedro predicó ese Mensaje. Y ahora, es muy importante comprender que toda persona que no tiene a Cristo no tiene la Vida eterna, no está reconciliado con Dios y por consiguiente está perdido, está bajo condenación y lo que le espera es ser juzgado en el juicio final, y condenado y echado al lago de fuego, que es la segunda muerte, donde dejará de existir en cuerpo, espíritu y alma. Pero nadie quiere que lo echen en el lago de fuego, ese mismo lugar, el lago de fuego, será el lugar donde Dios echará al anticristo, al hombre de pecado, y al diablo. Y nadie quiere ir a ese lugar donde va a estar el diablo siendo destruido, más bien decimos: “Le dejamos ese lugar para él solo, que se quede con él, él se lo ha ganado, no se lo vamos a quitar. Nosotros queremos quedarnos con Cristo nuestro Salvador, nosotros queremos vivir con Cristo en Su Reino eternamente.” Primera de Juan, capítulo 5, verso 10 en adelante, dice. “*El que cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a Dios, le ha hecho mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo.* *Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo* (o sea, en Jesucristo)*.* *El que tiene al Hijo, tiene la vida.”* O sea, el que tiene al Hijo de Dios: a Jesucristo, tiene la Vida eterna. ¿Y quiénes son los que tienen al Hijo de Dios, a Jesucristo? Los que lo han recibido como su Salvador *acá* en su alma. “*El que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida.”* O sea, no tiene la Vida eterna, lo que tiene es una vida temporal, que no sabe ni cuántos años o días le va a durar esa vida terrenal. “*Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios.”* Y ahora, los creyentes en el Nombre del Señor Jesucristo, el Hijo de Dios, tienen Vida eterna. ¿Y quiénes son esas personas? Nosotros que hemos creído en el Nombre de Jesucristo, el Hijo de Dios, y hemos pedido a Cristo perdón por nuestros pecados y hemos obtenido el perdón, y Él nos ha limpiado con Su Sangre preciosa, porque la Sangre de Jesucristo, el Hijo de Dios, nos limpia de todo pecado, y hemos sido bautizados en agua en Su Nombre y Él nos ha bautizado con Espíritu Santo y Fuego y ha producido en nosotros el nuevo nacimiento, y hemos nacido en Su Reino, el Reino de Jesucristo el Hijo de Dios, con Vida eterna, porque al nacer en el Reino de Cristo, nacemos en la Vida eterna, nacemos con Vida eterna. Y ahora, en el capítulo 3 de Primera de Juan... les había leído Primera de Juan, capítulo 5, verso 10 en adelante, y ahora Primera de Juan, capítulo 3, verso 1 en adelante, dice: “*Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él.* *Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es.”* Y ahora, tenemos un privilegio grande: somos llamados hijos de Dios y por eso el mundo no nos conoce, porque no le conoce a Él; y tenemos la promesa de que cuando Él se manifieste, cuando Él termine Su Obra de Intercesión en el Cielo, cuando Él complete Su Iglesia, cuando haya llamado hasta el último escogido y lo haya colocado en Su Cuerpo Místico de creyentes, en Su Iglesia, en Su Reino, entonces se levantará del Trono del Padre, tomará el Título de Propiedad que es el Libro de los Siete Sellos, lo abrirá en el Cielo y hará Su Obra de Reclamo, reclamará a todos los que Él ha redimido con Su Sangre, resucitará los muertos creyentes en Él y a nosotros nos transformará, y seremos entonces a Su imagen y semejanza, seremos semejantes a Él en cuerpos inmortales, cuerpos glorificados con Vida eterna. “*Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es.”* Seremos semejantes a Él porque nos va a transformar, y entonces lo veremos en Su cuerpo glorificado porque también nosotros tendremos un cuerpo glorificado. Y ahora, ¿dónde están esas personas que van a ser transformados que son llamados hijos de Dios, que son la descendencia de Dios? Aquí estamos, glorificando a Dios y dándole gracias a Dios por Jesucristo, por habernos libertado, por habernos salvado, por habernos restaurado a la Vida eterna y por consiguiente al Reino de Dios. Y ahora, los que todavía no han recibido a Cristo como su Salvador, todavía no tienen Vida eterna, y por cuanto no tienen Vida eterna perecerán, dejarán de existir en cuerpo, espíritu y alma. Pero, ¿qué pueden hacer esas personas para no dejar de existir? Lo mismo que nosotros hemos hecho: recibir a Cristo como su Salvador personal, y Cristo lo perdonará, lo limpiará Cristo con Su Sangre preciosa de todo pecado, será bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo lo bautizará con Espíritu Santo y Fuego y obtiene así el nuevo nacimiento, nace en el Reino de Cristo con Vida eterna, nace a la Vida eterna, y queda reconciliado con Dios y es llamado un hijo o una hija de Dios, y por consiguiente un descendiente de Dios. “**LOS DESCENDIENTES DE DIOS.”** Hemos visto quiénes son los descendientes de Dios, ¿quiénes son? Nosotros, porque somos descendientes de Dios por medio de la fe en Cristo nuestro Salvador, somos descendientes de Dios porque estábamos en Dios eternamente, y de Dios hemos venido a través de Jesucristo nuestro Salvador. Ahora, todos aquellos que todavía no han recibido a Cristo como su Salvador y están aquí presentes, están aquí presentes porque ustedes son descendientes también de Dios en sus almas. Ustedes están en el Cielo escritos en el Libro de la Vida, y por eso Dios los ha traído hasta aquí para que ustedes hagan contacto con Cristo, la Vida eterna, y obtengan el perdón de sus pecados, y sean limpiados con la Sangre de Cristo de todo pecado, y sean bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo los bautice con Espíritu Santo y Fuego y obtengan el nuevo nacimiento, nazcan en el Reino de Jesucristo a y con Vida eterna, nazcan a la Vida eterna en el Reino de Jesucristo nuestro Salvador. Por lo tanto, daremos la oportunidad a las personas que en esta tarde desean recibir a Cristo como su Salvador personal para asegurar su futuro eterno con Cristo en Su Reino, pueden levantar sus manos y estaré orando por ustedes en esta ocasión, para que Cristo les reciba, les perdone y con Su Sangre les limpie de todo pecado. Por *acá* veo manos levantadas, por *aquí* también, en la parte *acá* del centro, y atrás también veo manos levantadas, pueden pasar *acá* al frente para orar por ustedes, para que Cristo extienda Su Misericordia hacia ustedes, les perdone y les limpie con Su Sangre preciosa, y sean bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego y así obtengan el nuevo nacimiento, nazcan en el Reino de Cristo con Vida eterna, nazcan a la Vida eterna en el Reino de Jesucristo nuestro Salvador. Estamos esperando que lleguen los que ya vienen bajando de *esta* parte, que son muchos, porque todos desean vivir eternamente con Cristo en Su Reino, todos deseamos vivir en cuerpos eternos con Cristo nuestro Salvador, y el único que ofrece esa bendición tan grande ¿es quién? Jesucristo nuestro Salvador. Nadie más tiene esa bendición para los seres humanos. También los niños de doce años en adelante pueden recibir a Cristo como su Salvador personal, y también las personas que en alguna ocasión servían a Cristo y se apartaron de Cristo, pueden también ser reconciliados con Cristo en esta ocasión, porque la Misericordia todavía está disponible para todos los seres humanos que reciben a Cristo como su Salvador personal. Todavía vienen bajando más personas, parece que van a tener que sacar las sillas del frente si falta espacio. Hay hambre y sed en el alma del ser humano de la Vida eterna, porque todo ser humano en su alma piensa: “¿Qué hago yo en este planeta Tierra? ¿Nací yo para vivir así como los animales que viven un tiempo y después se mueren, y se acabó todo?” Luego cuando la persona medita, dice: “No, no puede ser posible que mi vida sea así, un propósito Dios tiene con mi vida aquí en la Tierra.” Pues el propósito es que usted reciba a Cristo como su Salvador, para que Cristo perdone sus pecados y con Su Sangre lo limpie de todo pecado, sea bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, pues Él dijo: “*El que creyere y fuere bautizado, será salvo.”* Y Cristo lo bautiza con Espíritu Santo y Fuego y obtiene el nuevo nacimiento y entra al Reino de Dios con Vida eterna, o sea, que nace a la Vida eterna, por eso se requiere el nuevo nacimiento. Recuerden que el nacimiento que obtuvimos aquí en la Tierra es mortal, temporal, por un tiempito; pero porque fue que nacimos a una vida temporal para hacer contacto con Cristo y entonces obtener el nuevo nacimiento, el nacimiento a la Vida eterna. Todavía siguen llegando más personas, vamos a esperar por las últimas personas que faltan por pasar para orar ya por todos aquí, para que Cristo extienda Su amor y Misericordia hacia todos ustedes, y les perdone, les limpie con Su Sangre preciosa de todo pecado y les dé Vida eterna, que es lo que nuestra alma necesita y lo que quiere nuestra alma: vivir eternamente con Cristo en Su Reino, para eso fue que Él vino y murió en la Cruz del Calvario: para darnos Vida eterna. “*De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito , para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.”* Eso es lo que el alma nuestra desea: Vida eterna, y esta vida está en Jesucristo, Él es la Vida eterna. Todavía siguen pasando más personas, por eso no hemos comenzado a orar por ustedes, vamos a esperar las últimas personas, que pasen las últimas personas para ya orar por todos ustedes. Todavía vienen algunas personas más, y queremos que queden incluidas en la oración por todos ustedes. Ahora, reconociendo que la Sangre de Cristo nos limpia de todo pecado, vamos a decir todos juntos orando: ***Señor Jesucristo, yo Te recibo como mi único y suficiente Salvador, y he creído que Tu Sangre me limpia de todo pecado.*** ***Señor Jesucristo, perdona mis pecados y límpiame con Tu Sangre de todo pecado. Señor Jesucristo, lleva a cabo en mí el nuevo nacimiento, en Tus manos yo me encomiendo, y, Señor, Te pido que guíes mi vida, todos los momentos que me faltan por vivir en este cuerpo terrenal.*** ***Señor Jesucristo, produce en mí el nuevo nacimiento y colócame en Tu Reino con Vida eterna. En Tus manos me encomiendo Señor Jesucristo. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén y amén.*** Y ahora, repetimos: ***La Sangre del Señor Jesucristo me ha limpiado de todo pecado, la Sangre del Señor Jesucristo me ha limpiado de todo pecado.*** Así ha sido, Cristo les ha perdonado y les ha limpiado con Su Sangre de todo pecado. Y ahora, vamos a hacer la oración de acción de gracias a Dios por lo que Jesucristo ha hecho por ustedes, todos con nuestros rostros inclinados: ***Padre nuestro que estás en el Cielo, vengo a Ti en el Nombre del Señor Jesucristo, y presento a Ti todas estas personas que han pasado al frente y han recibido a Cristo como su Salvador personal.*** ***Señor, recíbeles y tenles en Tu Reino para toda la eternidad, en Tus manos los encomiendo, guía sus vidas, todos los momentos que vivan en este planeta Tierra; y cuando terminen sus días aquí en la Tierra, Señor, que pasen al Paraíso a vivir en el cuerpo angelical, si es que parten antes de la resurrección de los muertos en Cristo.*** ***Pero si están todavía vivos cuando los muertos en Cristo sean resucitados, transfórmalos a ellos y a mí también, y danos el cuerpo eterno, el cuerpo glorificado, y así seamos, Señor, a imagen y semejanza de Jesucristo nuestro Salvador.*** ***Padre, Te ruego todas estas cosas en el Nombre del Señor Jesucristo. Amén y amén.*** Luego que Felipe le explicó el Evangelio de Cristo al eunuco, el eunuco iba con Felipe en el carro y vio agua, y le dice a Felipe: “¿Qué impide que yo sea bautizado? He aquí agua.” Felipe le dice: “Si crees de todo corazón, bien puedes.” Y el eunuco le dijo: “Yo creo que Jesucristo es el Hijo de Dios.” Y bajaron del carro y Felipe bautizó al eunuco. Siendo que Cristo dijo: “*Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.* *El que creyere y fuere bautizado, será salvo.”* Por lo tanto, el eunuco dijo: “Ya he creído, el próximo paso es ser bautizado en agua como dijo Jesús (según le explicó Felipe),” y fue bautizado en agua. Así también es con ustedes: ustedes han creído la predicación del Evangelio, han recibido a Cristo como su Salvador, han creído que Jesucristo es el Hijo de Dios que vino para salvar nuestras almas, y lo hemos recibido y hemos recibido su salvación. Y ahora, ustedes se preguntarán: “¿Y cuándo me van a bautizar?” Pero ustedes si miran *aquí* y en otros lugares qué hay, ustedes dirán: “¿Cuándo me van a bautizar? Yo quiero ser bautizado ya, porque Cristo dijo: ‘El que creyere y fuere bautizado, será salvo,’ y yo he creído y quiero ser bautizado.” No hay nadie que lo pueda detener a usted, ya ustedes han visto que hay agua, por lo tanto bien pueden ser bautizados en agua hoy en el Nombre del Señor Jesucristo. Y ahora, vamos a preguntarle al ministro *aquí*, si además de agua tiene las vestiduras bautismales y lugar donde puedan cambiarse de ropa para ser bautizados todos los que han creído de todo corazón, y han dicho: “Yo he creído, ahora quiero ser bautizado, conforme a lo que Cristo dijo: ‘El que creyere y fuere bautizado, será salvo,’ quiero completar el mandato de Cristo.” Y ahora, tenemos al Rvdo. (por *aquí*: Bladimiro, para que les diga si pueden o no pueden, si tienen las vestiduras, vestimentas bautismales o no las tienen, ¿las tienen? ¿Tienen agua? ¿Vestiduras bautismales también? Vamos a pedir al Rvdo. *aquí*, Bladimiro, pase para que les diga hacia qué lugar pueden moverse para obtener las vestiduras y ser bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo. Ha habido lugares en donde han sido tantas las personas, que se han acabado las vestiduras y la gente han dicho: “Yo quiero ser bautizado,” y han entrado con la ropa que traen puesta también, ¿por qué? Porque no quieren esperar hasta otro día, porque el mandato de Cristo es: *“El que creyere y fuere bautizado, será salvo.”* Y ellos quieren asegurar la salvación de su alma, quieren cumplir el mandato de Cristo, lo cual garantiza de parte de Cristo la salvación del alma de los creyentes. Bueno, muchas gracias por vuestra amable atención, y que Dios les continúe bendiciendo a todos. Dejo el Rvdo. Bladimiro *aquí*, para que él continúe esta parte de los bautismos diciéndoles hacia dónde necesitan moverse para luego ser bautizados. Que Dios les bendiga y les guarde a todos. “**LOS DESCENDIENTES DE DIOS.”**