--- title: 'Cristo, nuestra victoria' date: 2003-08-07 activity: 1 place: city: Las Cruces state: New Mexico country: US duration: 00:00:00 public: false youtube: translations: files: --- Muy buenas noches, amados amigos y hermanos presentes; es para mí un privilegio y bendición grande estar con ustedes, aquí en las Cruces, Nuevo México, en Norteamérica, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente a este tiempo final. Reciban también saludos de mi esposa Erica, y los niños reciban saludos de América y de Yahannah Gabriela. Para esta noche leemos en Primera de Corintios, capítulo 15, versos 49 en adelante, donde dice: “*Y así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial.”* Primera de Corintios, capítulo 15, versos 49 en adelante: “*Pero esto digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción.* *He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos* (o sea, no todos vamos a morir)*; pero todos seremos transformados,* *en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados.* *Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad.* *Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria.* *¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?* *Ya que el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado, la ley.* *Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo.* *Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano.”* Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla. Nuestro tema es: **“CRISTO, NUESTRA VICTORIA.”** “CRISTO ES NUESTRA VICTORIA.” El ser humano luego que fue creado por Dios y colocado en el Huerto del Edén, pecó ante Dios al desobedecer la orden divina, al comer del árbol de ciencia del bien y del mal, pecó y la consecuencia del pecado, la paga del pecado es muerte, dice San Pablo en Romanos, capítulo 6, verso 23: “*Mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro”* Ahora vean, las consecuencias del pecado es la muerte; pero para los que reciben a Cristo como su Salvador, que es la dádiva de Dios, el don que Dios ha dado a la raza humana, para que todo aquél que en Él cree no se pierda, mas tenga Vida eterna. Ahora, Cristo es el Árbol de la Vida. Por eso Él dijo: “Yo Soy el Pan que descendió del Cielo, el Pan vivo que descendió del Cielo.” Y dijo: “El que come de este Pan, vivirá para siempre, eternamente.” Cristo es el Árbol de la Vida y Cristo es el Pan de la Vida eterna. Por lo tanto, así como para el ser humano hacerse mortal, comió del árbol de ciencia del bien y del mal y murió. Ahora, aparentemente el ser humano no murió, porque siguió viviendo y Adán vivió 930 años; pero vean, la muerte entró a la raza humana, tanto la muerte física como la muerte espiritual, y Adán murió a la Vida eterna, y por consiguiente todos los seres humanos (los cuales estaban representados en Adán), murieron cuando Adán pecó contra Dios. ¿Murieron a qué? A la Vida eterna, y solamente le quedó a Adán vida temporal, una vida de un lapso de tiempo, que para él fueron 830 años, y que a medida que ha estado pasando el tiempo se ha ido acortando esa vida temporal para el ser humano. Actualmente el que logre vivir 100 años es un campeón, porque es difícil vivir 100 años en la actualidad. En los días de Adán, vean ustedes 930 años, luego también Matusalén, Matusalén fue el más que vivió, fueron 969 años. Y así por el estilo tenemos todas estas personas antediluvianas que vivieron cientos de años, y luego después del diluvio el más que vivió fue, ¿quién? Noé. Noé vivió bastantes años; o sea, fueron como 950 años, vamos a ver... 950 años, y con todo y eso al final murió también. Por lo tanto, la vida en estos cuerpos mortales es temporal, porque el ser humano murió a la Vida eterna, y lo que le quedó por consiguiente fue una vida temporal. Por lo tanto, el ser humano para lograr conseguir lo que siempre ha deseado y lo que los científicos han deseado, y lo que los conquistadores que vinieron de España estaban buscando: estaban buscando la fuente de la juventud. Y la ciencia está buscando la Vida eterna por medio de sus descubrimientos científicos, pero no ha logrado todavía conseguir 100 años más de vida, y mucho menos la Vida eterna. Pero vean, la Vida eterna está en un Hombre, y ese Hombre se llama: Señor Jesucristo. Él es el que nos da la victoria contra la muerte, Él es el que nos da la victoria en contra del diablo, del pecado y de la muerte. Por lo tanto, no tenemos otro en quien confiar nuestro futuro eterno, solamente en un sólo Hombre: nuestro amado Señor Jesucristo, el cual está vivo; murió, pero resucitó glorificado y se sentó a la diestra de Dios en el Cielo, y como Sumo Sacerdote en el Cielo ha estado haciendo intercesión con Su propia Sangre por toda persona escrita en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero que lo recibe como su Salvador personal en el tiempo que le toca vivir aquí en el planeta Tierra; y escucha la persona la predicación del Evangelio de Cristo, y despierta su alma a la realidad de que hay Vida eterna y que esta Vida está escondida en un sitio: en Jesucristo nuestro Salvador. No hay otro lugar donde esté la Vida eterna, solamente en Jesucristo, nuestro Salvador. De esto es que habló San Juan, en Primera de Juan, capítulo 5, cuando dice... Primera de Juan, capítulo 5, verso 10 en adelante, dice: “*El que cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a Dios, le ha hecho mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo.* *Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo.”* Por lo tanto, toda persona para obtener Vida eterna necesita llegar a la Fuente de la Vida eterna, que es Jesucristo, nuestro Salvador. “*El que tiene al Hijo, tiene la vida...”* Tiene la Vida eterna; porque el que tiene a Jesucristo, el Hijo de Dios, *acá* en el alma, porque lo recibió como su Salvador, tiene ahí en su alma la Vida eterna, porque Cristo es la Vida eterna. “*El que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida.”* No tiene la Vida eterna, lo que tiene es una vida temporal, que hasta con un resbalón en una cascara de guineo se le va; porque hay algunos que resbalan en la calle, se dan un golpe en la cabeza y mueren. Por lo tanto, la vida natural que tenemos en estos cuerpos mortales es frágil, tan frágil que se va si uno no la cuida. Pero la Vida eterna, ésa permanece para siempre, y Jesucristo por eso está vivo todavía, vive eternamente y está en el Trono de Dios; y ésa es la Vida eterna que Él tiene para cada persona que Lo recibe como su Salvador personal. Pues no hay otra cosa más importante para la persona que la Vida eterna. Examine usted mismo y usted verá que no hay otra cosa más importante que la Vida eterna, y es lo único eterno. Ahora veamos, una persona puede estudiar, trabajar y convertirse en una persona multimillonaria y luego se muere y no se puede llevar ni un centavo. Y ahora últimamente para que se lleve menos, en vez de colocarle la camisa completa le colocan una partecita nada mas. ¿Ven? Ahora, podemos ver que no se puede llevar nada, aunque era rico en esta Tierra; eso le pasó al hombre rico, del cual Cristo habla y del cual dice que hubo un hombre rico que hacía fiesta cada día, banquetes cada día y se vestía de púrpura. Y hubo otro hombre: Lázaro, un mendigo, que siempre estaba a la puerta y deseaba comer de las migajas que caían de su mesa. Ahora, el hombre rico murió y se encontró ¿dónde? En el infierno, pues fue llevado al infierno por los ángeles caídos del diablo; fue llevado entonces ¿a dónde? A la quinta dimensión, que es el infierno, que es la dimensión del diablo. Pero murió Lázaro y fue llevado por los Ángeles de Dios al Seno de Abraham, al Paraíso, que en aquel tiempo se encontraba cerca de la quinta dimensión y los separaba un grande abismo, y no podían pasar de un lado al otro los que allí se encontraban. Y el hombre rico miró, desde el infierno miró hacia el Paraíso y vio a Abraham y vio también a Lázaro allá. Ahora, vean ustedes, es mejor ser pobre y tener a Cristo en el alma, habiéndolo recibido como su Salvador, porque así tenemos Vida eterna. Y si morimos en esta Tierra, pues vamos al Paraíso; los Ángeles de Dios son enviados para que nos lleven al Paraíso. Ahora, un hombre puede ser rico y si no tiene a Cristo en su alma, cuando se muere va para el mismo lugar que fue el hombre rico. Y el hombre rico allí en el infierno, que es la quinta dimensión, no podía salir del infierno, porque ésa es una dimensión a donde van los que no tienen a Cristo en sus almas, y es una cárcel de la cual no pueden salir, una dimensión de la cual no pueden salir, hasta que llegue el día del juicio final. Y el hombre rico cuando está en el infierno clama a Abraham: “Padre Abraham.” Le llama: “Padre Abraham.” Por lo tanto, Cristo lo coloca ahí como un hebreo, pero un hebreo que no se ocupó de su salvación. Y le dice: “Manda a Lázaro con la punta de su dedo mojada en agua, para que la coloque sobre mi lengua, porque estoy atormentado en este lugar.” Y el padre Abraham le dijo que no podía hacer eso, no podía enviar a Lázaro. Ahora miren, el hombre rico quería que Lázaro fuera enviado al infierno; pero el padre Abraham dijo que eso no puede ser posible. El hombre rico en el infierno era el pobre rico; era tan pobre que no tenía ni un vaso de agua para refrescar su sed. Allí los que van, hayan sido ricos o pobres aquí en la Tierra, no se llevan nada, van allí por incrédulos; a causa de sus pecados van al infierno, porque la paga del pecado es muerte; por lo tanto van a ese lugar, y allí permanecen hasta que Cristo los resucite para ser juzgados en el Juicio final, y luego ser condenados y echados al lago de fuego, que es la segunda muerte. Ahora, es mucho mejor ser pobre y tener a Cristo, porque eso es tener la Vida eterna, y eso es tener la victoria dentro del alma, la victoria en contra de la muerte, la victoria en contra del infierno, y la victoria en contra del lago de fuego, que es la segunda muerte, y por consiguiente la victoria en contra del diablo. Y ahora, Cristo es nuestra victoria, no hay otro a través del cual obtengamos esa victoria. Él ya obtuvo la victoria en favor de todos nosotros, obtuvo la victoria en favor de todos aquellos que le recibirían como su Salvador, y Él salvaría a Su pueblo de sus pecados, y al salvar a Su pueblo de sus pecados, los salva del infierno y del lago de fuego y de la muerte eterna. Decimos la muerte eterna, porque los que sean echados en el lago de fuego, que es la segunda muerte, nunca mas existirán, serán destruidos en cuerpo, espíritu y alma. Cristo dijo: “No temáis a los que matan el cuerpo y después no tienen poder contra el espíritu y el alma; temed a Aquél que puede matar el cuerpo y también el alma y el espíritu en el infierno.” Así como nosotros sentimos en nuestro cuerpo, también se siente en el espíritu y en el alma. Por eso es que ustedes y yo también, cuando tenemos sueños y recibimos algún golpe, sentimos dolor en el mismo sueño, y sin embargo el cuerpo físico no recibió ningún golpe. Y así por el estilo también cuando es una experiencia agradable usted se siente feliz, gozoso, siente alegría, se ríe, y así por el estilo; porque en el espíritu se siente también. Por lo tanto, los que sean echados en el lago de fuego van a sentir. Como también el hombre rico cuando fue echado al infierno, allí sintió también. Ahora, tenemos que comprender estas cosas, para así entender que si en estos cuerpos físicos se siente, y cuando es algo malo se siente muy malo; si es fuego, se siente caliente, si es frío se siente bien frío, y así por el estilo. Y en el espíritu es más fuerte y en el alma también. Por lo tanto, necesitamos todos obtener nuestra victoria en contra del diablo, en contra del infierno, en contra del lago de fuego y en contra de la segunda muerte, y solamente la podemos obtener por medio de una sola persona: nuestro amado Señor Jesucristo. Por eso es que todo ser humano necesita a Jesucristo, por eso fue que Él vino a la Tierra. Vean, lo que sigue diciendo el verso 13, de este mismo capítulo 5 de Primera de Juan, dice: “*Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios.”* La buena noticia para los creyentes en Cristo es: que tenemos Vida eterna, y por consiguiente tenemos la victoria en contra del diablo, del infierno, del lago de fuego, de la segunda muerte; porque Él es nuestra victoria y Él nos ha dado esa victoria. Veamos también lo que nos dice el Mismo Cristo, hablando de todas las ovejas que el Padre le dio para que les dé Vida eterna: que son las personas escritas en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero. En el capítulo 18 de San Mateo, versos 11 al 14, dice Cristo: “*Porque el Hijo del Hombre ha venido para salvar lo que se había perdido.”* El ser humano se perdió al pecar, se perdió de la Vida eterna, perdió la Vida eterna y por consiguiente no puede vivir eternamente, a menos que sea por medio de Jesucristo, nuestro Salvador. “*¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas, y se descarría una de ellas, ¿no deja las noventa y nueve y va por los montes a buscar la que se había descarriado?* *Y si acontece que la encuentra, de cierto os digo que se regocija más por aquélla, que por las noventa y nueve que no se descarriaron.* *Así, no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos, que se pierda uno de estos pequeños.”* No es la voluntad de Dios que se pierdan los escogidos de Dios, la voluntad de Dios es que sean salvos, y por consiguiente Cristo vino para buscar y salvar lo que se había perdido; y ésas son las ovejas que el Padre le dio para que les dé Vida eterna, ésas son las personas que reciben a Cristo como su Salvador personal. Hubo en el tiempo de Jesús personas que no querían creer en Cristo, y Cristo dijo a esas personas una palabra dura, pero que es la verdad. Vean, en el libro, o el evangelio según San Juan, capítulo 10, verso 22 en adelante, dice: “*Celebrábase en Jerusalén la fiesta de la dedicación. Era invierno,* *y Jesús andaba en el templo por el pórtico de Salomón.* *Y le rodearon los judíos y le dijeron: ¿Hasta cuándo nos turbarás el alma? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente.* *Jesús les respondió: Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ellas dan testimonio de mí;* *pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas, como os he dicho...”* Y ahora, encontramos que todo ser humano pasa por esta Tierra, y los que no son de las ovejas de Cristo, que el Padre le dio para que les dé Vida eterna, las cuales están escritas en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, las que no son de esas ovejas, pasan por esta Tierra y nuca reciben a Cristo como su Salvador. Pero los que son ovejas del Señor, en el tiempo que les toca vivir en esta Tierra escuchan la predicación del Evangelio y reciben a Cristo como su Salvador personal, porque son de las ovejas que el Padre le dio para que les dé Vida eterna. Y por eso escuchan la Voz de Cristo, la predicación del Evangelio de Cristo y lo reciben como su Salvador personal. “*Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen,* *y yo les doy vida eterna.”* ¿Qué es lo que nos da Cristo cuando lo recibimos como nuestro Salvador? Vida eterna. Nadie mas puede darle Vida eterna al ser humano, solamente Jesucristo, nuestro Salvador. “*Yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás* (o sea, vivirán por consiguiente eternamente con Cristo)*, ni nadie las arrebatará de mi mano.* *Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre.* *Yo y el Padre uno somos.”* Y ahora, nadie puede arrebatar de la mano del Padre Celestial las ovejas que le ha dado a Cristo para que les dé Vida eterna. La Vida eterna la recibimos de Jesucristo nuestro Salvador, cuando lo recibimos como nuestro Salvador Él perdona nuestros pecados, nos limpia con Su Sangre preciosa de todo pecado, y somos bautizados en agua en Su Nombre, y Él nos bautiza con Espíritu Santo y Fuego, y obtenemos así el nuevo nacimiento, nacemos del Cielo, y venimos a ser nuevas criaturas. En Primera de Juan, capítulo 1, verso 5 al 7, dice: “*Este es el mensaje que hemos oído de él, y os anunciamos: Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él.* *Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad;* *pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado.”* Lo único que limpia de todo pecado al ser humano es la Sangre de Jesucristo nuestro Salvador. Por eso en el Antiguo Testamento encontramos que Dios ordenó al pueblo hebreo llevar a cabo sacrificios por el pecado, sacrificios de animalitos; pero esos sacrificios no eran perfectos, porque los animales no tienen alma, y por cuanto no tienen alma, la sangre de esos animales no es perfecta y no puede limpiar al ser humano de todo pecado, solamente cubría el pecado en lo que llegaba una sangre perfecta que quitara el pecado del ser humano. Y cuando murió Cristo en la Cruz del Calvario, allí está la Sangre perfecta que limpia de todo pecado al ser humano. Juan el Bautista cuando presentó a Cristo dijo: “He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.” Por lo tanto, el único que puede quitar el pecado del ser humano es Jesucristo, nuestro Salvador y Él con Su Sangre nos limpia de todo pecado. Y entonces por cuanto la paga del pecado es la muerte, si quita el pecado, ya entonces no tenemos que morir eternamente, sino que viviremos eternamente con Cristo en Su Reino “De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo unigénito para que todo aquél que en Él cree no se pierda, mas tenga Vida eterna.” Para eso fue que Cristo vino a esta Tierra hace dos mil años y murió en la Cruz del Calvario: para que todo aquél que en Él cree no se pierda, sino que tenga Vida eterna. Y ahora, ¿de qué le vale al hombre si gana todo el mundo y pierde su alma? De nada le sirvió vivir en esta Tierra y ser una persona, un ser humano, de nada le sirvió. Pero si vive en esta Tierra y recibe a Cristo como su Salvador, sí que le ha servido de mucho, aunque sea una persona sencilla, aunque sea una persona pobre; pues la salvación no se compra con dinero. Ya Cristo pagó el precio de la salvación y lo ofrece gratuitamente para los pobres, para los ricos, para los adultos, para los jóvenes, para todas las personas. Por lo tanto, todos tienen derecho a la Vida eterna, recibiendo a Cristo como su Salvador personal, y nadie tiene derecho a la Vida eterna sin Jesucristo, nuestro Salvador; no importa que la persona sea rica o sea buena (humanamente hablando), no tiene derecho a la Vida eterna si no tiene a Cristo como su Salvador personal. Él es nuestra victoria, Él es el que nos da la victoria en contra del pecado y de la muerte, y en contra del diablo que fue el originador del pecado. Ahora, encontramos que nuestro amado Señor Jesucristo se reflejó en el Antiguo Testamento en aquellos sacrificios que el pueblo hebreo efectuaba por el pecado. Sin esos sacrificios el pueblo hebreo en el Antiguo Testamento, sería juzgado y condenado; por eso efectuaban esos sacrificios y eran perdonados y la sangre de esos sacrificios los cubría de todo pecado. El mundo antediluviano, encontramos que pereció por ser incrédulos; pero Noé no pereció, porque Noé era un creyente en Dios y ofrecía a Dios el sacrificio por el pecado por él y por su familia. Y ahora, encontramos que se requiere tener el Sacrificio por el pecado que Dios ha establecido para todo ser humano. Ya no tenemos que sacrificar animalitos por nuestros pecados, porque ya fue sacrificado Jesucristo, el Cordero de Dios, en la Cruz del Calvario por nuestros pecados, para con Su Sangre limpiarnos de todo pecado; y ese Sacrificio es para hebreos y para gentiles también. Por lo tanto, todos tenemos derecho a obtener la gran victoria en el Amor Divino, a través de Jesucristo nuestro Salvador, y obtener la salvación y Vida eterna. El Señor Jesucristo luego que resucitó, apareció en diferentes ocasiones a Sus discípulos y el día en que Él tuvo que ascender al Cielo, encontramos que Él dio instrucciones a Sus discípulos, y también antes de ese día dio instrucciones a Sus discípulos. Vean, en San Lucas, capítulo 24, versos 44 en adelante las palabras de Cristo: “*Y les dijo: Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos.* *Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras.”* Ninguna persona por sí misma puede entender las Escrituras, a menos que Cristo por medio de Su Espíritu Santo le abra las Escrituras y les abra el entendimiento. “*Y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día;* *y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén.”* Por eso se predica el Evangelio de Cristo, en donde se enseña a las personas que se requiere que se arrepientan de sus pecados y los confiesen a Cristo para obtener el perdón de sus pecados y ser limpios con la Sangre de Cristo y obtener salvación y Vida eterna. En San Marcos, también Cristo habló antes de irse de en medio de Sus discípulos. Dice, capítulo 16, versos 15 al 16, dice: “*Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.* *El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.”* Tan simple como eso. Es un asunto de creer o no creer. El no creer significa que la persona es condenada y echada al infierno cuando terminan sus días aquí en la Tierra, y después cuando sea juzgado en el juicio final, será echada en el lago de fuego, que es la segunda muerte, donde será exterminado en cuerpo, espíritu y alma, y nadie quiere ir para ese lugar; ahí es donde dejarán de existir millones de personas, dejarán de existir en cuerpo, en espíritu y en alma, como si nunca en la vida hubiesen existido, así será después que sean destruidos en el lago de fuego, que es la segunda muerte. Pero para los creyentes en Cristo la promesa es: *“El que creyere y fuere bautizado, será salvo.”* Esas personas han obtenido la salvación de su alma y vivirán eternamente con Cristo en Su Reino en cuerpos nuevos, eternos y glorificados y jóvenes para toda la eternidad, cuerpos iguales al cuerpo glorificado de Jesucristo nuestro Salvador; y eso sí que nos gustó a nosotros ¿verdad? Porque ésa es la bendición que hay para todos los que reciben a Cristo como su Salvador. Esa bendición de tener un cuerpo glorificado, eterno y joven para toda la eternidad, la persona no lo puede recibir, a menos que sea a través de Jesucristo nuestro Salvador, para lo cual necesita recibir a Cristo como su Salvador personal, para poder obtener el perdón de sus pecados, ser limpio de todo pecado y obtener la salvación y Vida eterna, y Él nos va a dar un cuerpo nuevo, eterno, inmortal, incorruptible y glorificado como Su cuerpo glorificado. Desde que Él se fue al Cielo hasta este día, Él no se ha puesto viejo, está tan joven como cuando se fue de aquí de la Tierra, y Él está sentado a la diestra de Dios en el Cielo. Ésa es la clase de cuerpo que todos nosotros deseamos y estamos esperando, ésa es la clase de cuerpo prometido para los creyentes en Cristo. Vean, aquí en el libro de... o carta de San Pablo a los Filipenses, hablándonos de ese cuerpo, dice capítulo 3, verso 20 al 21 de Filipenses, dice: “*Mas nuestra ciudadanía está en los cielos.”* ¿Por qué está en los cielos? Porque toda persona que nace en la Tierra es ciudadano terrenal y es ciudadano del país donde nació. Y el nuevo nacimiento ¿es del Cielo o es de la Tierra? Es del Cielo. Por lo tanto, las personas que reciben a Cristo como su Salvador, lavan sus pecados en la Sangre de Cristo, son bautizados en agua en Su Nombre y Cristo los bautiza con Espíritu Santo y Fuego, han obtenido el nuevo nacimiento, han nacido del Cielo, y por consiguiente son ciudadanos celestiales, tienen una ciudadanía celestial; aunque físicamente todavía tengamos la ciudadanía terrenal, porque tenemos nuestro cuerpo físico; pero también tenemos la más importante que es: la ciudadanía celestial. Sigue diciendo: *“...de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo;* *el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra...”* ¿Ven? Él va a transformar este cuerpo físico que tenemos, que es el cuerpo en el cual hemos venido a la Tierra en una forma de humillación, pero vamos a ser transformados y entonces estaremos en gloria, estaremos en un cuerpo glorificado. “*...para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya.”* ¿Ven? Él va a transformar nuestros cuerpos, para que sea igual al cuerpo glorificado que Él tiene, y entonces todos tendremos un cuerpo glorificado y eterno, igual al cuerpo glorificado de Jesucristo nuestro Salvador; y será un cuerpo joven para toda la eternidad, representará de 18 a 21 años de edad. Nunca se enfermará, ni siquiera una gripe, nunca se pondrá viejo, ni siquiera una cana le saldrá en el cabello, ni una arruga en el rostro. Nunca se va a envejecer ese cuerpo, porque es un cuerpo eterno, igual al cuerpo glorificado de Jesucristo nuestro Salvador, y es un cuerpo inter-dimensional. Cristo ascendió al Cielo sin necesidad de un avión o de un cohete, porque puede pasar de una dimensión a otra. Así es el cuerpo que Él nos va a dar a nosotros muy pronto. ¿Y con qué poder Él va a hacer eso? ¿Tiene Él el poder para hacerlo?, dice: “*...por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.”* Todas las cosas, toda la Creación está sujeta a Él por el poder que Él tiene, Cristo dijo: “Todo poder me es dado en el Cielo y en la Tierra.” Eso está en San Mateo, capítulo 28, verso 16 en adelante. Ahora, hemos visto porqué todos necesitamos recibir a Cristo como nuestro Salvador: porque todos queremos vivir eternamente con Cristo en Su Reino en un cuerpo nuevo, eterno y glorificado, como el cuerpo glorificado de Jesucristo. Y solamente por medio de Jesucristo es que podemos obtener esa victoria de ser restaurados a la Vida eterna. Y ahora, vean lo que San Pedro el Día de Pentecostés lleno del Espíritu Santo habló en su primer Mensaje, en su primer Mensaje lleno del Espíritu Santo, en el capítulo 2 del libro de los Hechos, versos 34 en adelante, dice: “*Porque David no subió a los cielos; pero él mismo dice: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra,* *Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies.* *Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.”* Por eso es que a Jesús lo llamamos SEÑOR JESUCRISTO, Señor Jesucristo: porque Dios lo ha hecho Señor y Cristo, porque en Él habitó la plenitud de la divinidad, la plenitud de Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Y era el padre que moraba en Él el que hacía las obras, hacía los milagros, las maravillas, las sanidades, resucitaba los muertos, y así por el estilo; pero no era Jesús de Sí mismo, era el Padre que moraba en Jesús. Y las palabras que Jesús hablaba, no las hablaba de Sí mismo, sino que el Padre que moraba en Él, hablaba a través de Él, colocaba en Su boca lo que Él tenía que hablar. “*Al oir esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?* *Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.* *Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.”* El que llama a la persona es el Señor. No es que la persona de sí mismo viene, es que Cristo lo trae, lo llama, le habla directamente a su alma, y esa persona por cuanto es de Dios, oye la Voz de Dios, la Voz de Cristo, siendo una oveja del Señor oye la Voz del Buen Pastor, la Voz de Cristo llamándole, para que arrepentido de sus pecados le reciba como su Salvador personal; para así que obtenga el perdón de sus pecados, sea limpiado con la Sangre de Cristo de todo pecado, sea bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo lo bautice con Espíritu Santo y Fuego y obtenga así el nuevo nacimiento, y nazca en el Reino de Cristo, el Reino de Dios, nazca del Cielo y sea un ciudadano Celestial con Vida eterna, y sea un ciudadano con Cristo, nuestra victoria *acá* en el alma. Él es nuestra Victoria, y tenemos que tenerlo *aquí* para estar en victoria todos los días de nuestra vida. Por lo tanto, toda persona que ya ha recibido a Cristo como su Salvador personal, tiene la victoria en su alma, tiene a Cristo, que es nuestra victoria, y vivirá eternamente con Cristo en Su Reino. Ha sido sacado del reino de las tinieblas, del reino del maligno y ha sido colocado en el Reino de Jesucristo, nuestro Salvador; eso es lo que ha sucedido con las personas que han recibido a Cristo como su Salvador personal, han lavado sus pecados en la Sangre de Cristo, han sido bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y Cristo los ha bautizado con Espíritu Santo y Fuego, y así han obtenido el nuevo nacimiento; han obtenido ese nuevo nacimiento de y con Vida eterna, han nacido de nuevo, han nacido a la Vida eterna; la cual el ser humano perdió en el Huerto del Edén. Y ahora, hemos visto a Cristo como nuestra victoria. Sin Cristo el ser humano no puede vivir eternamente, sin Cristo el ser humano no puede ser limpio de todo pecado, sin Cristo el ser humano está perdido, sin Cristo el ser humano no tiene Vida eterna; lo que tiene es un lapso de tiempo para vivir en este planeta Tierra. Y la persona no puede ser tan descuidada con su alma y tan conforme, no puede ser conforme con un lapso de tiempo de 20, 40, 50, 60, 70 ó 100 años, ó 120 años de vida y nada mas, habiendo Vida eterna, existiendo la Vida eterna y estando disponible para mí y para todos ustedes también. Por lo tanto, nuestra alma clama por Vida eterna, y no podemos negarle a nuestra alma esa oportunidad de Vida eterna, esa oportunidad de vivir eternamente en un cuerpo eterno y glorificado, como el cuerpo glorificado de Jesucristo, nuestro Salvador. Cuando usted tiene hambre, ¿le negaría usted un buen plato de arroz con frijoles y chiles, a su cuerpo, a su estómago? No, donde lo encuentre ahí se lo come; si está disponible para usted, si no está disponible, ¿qué sucede? Se le salen los ojos, pero no lo puede alcanzar. Y nuestra alma no puede comer arroz, frijoles y chile. “Porque no solamente de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la Boca de Dios.” Por lo tanto, tenemos que recibir la predicación del Evangelio y tenemos que recibir a Cristo como nuestro Salvador, lavar nuestros pecados en Su Sangre y ser bautizados en agua en Su Nombre y Él nos bautiza con Espíritu Santo y Fuego, y obtenemos la salvación y Vida eterna. Y así hemos comido espiritualmente el Alimento que nos da Vida eterna. Así como el alimento físico nos da vida, pero temporal, ya al otro día tenemos hambre, y algunos el mismo día tienen hambre, la primera vez en la mañana y comen, y ya al medio día o antes ya tienen hambre y vuelven a comer, y ya de 2:00 a 5:00 de la tarde les da hambre de nuevo y vuelven a comer, y ya antes de acostarse, algo también comen, porque les da hambre a algunas personas. Otros no son así, pero algunos sí. Y ahora, todo ser humano tiene hambre y sed (eso está aquí en la Escritura), pero muchas personas no saben cómo hacer para suplir ese alimento y esa agua, por la cual el alma de los seres humanos está sedienta. En Romanos, capítulo 8, verso 11 en adelante, dice: “*He aquí vienen días, dice Jehová el Señor, en los cuales enviaré hambre a la tierra, no hambre de pan, ni sed de agua, sino de oir la palabra de Jehová.”* Esa hambre es *acá* en el alma de los seres humanos. Los seres humanos sin Cristo sienten ese vacío *ahí*, como sienten ese vacío *acá* en la barriga cuando no tienen alimento, y dicen: “Tengo mi estómago, mi barriga vacía, tengo hambre,” y salen a buscar qué comer. Y así sucede cuando no tienen a Cristo, el Pan de Vida, cuando no lo tienen en el corazón: se sienten vacíos. Pero los que han recibido a Cristo como su Salvador, siempre están comiendo de Cristo, están comiéndose la Palabra de Cristo y siempre están bien alimentados espiritualmente, y cuando sienten un poquito de hambre buscan la Palabra y se alimentan con la Palabra de Cristo y se mantienen bien alimentados, se mantienen bien alimentados con el Mensaje correspondiente a su tiempo; y ése es el verdadero alimento, y ése es Cristo en la forma de Mensaje, en la forma de Palabra. Ahora, hemos visto que para obtener la victoria necesitamos a Jesucristo, porque Cristo es nuestra victoria, Cristo es nuestra victoria. Cristo es mi victoria, y la victoria ¿de quién mas? De cada uno de ustedes también. Por lo tanto, tenemos Vida eterna; porque hemos recibido a Cristo el cual es la Vida eterna, y Él nos da Vida eterna. Por eso vivimos felices y vivimos tranquilos, vivimos seguros de que si nuestros días terrenales terminan vamos al Paraíso a vivir, y luego cuando Cristo resucite los creyentes en Él, también resucitaremos con Cristo, y luego tendremos el cuerpo nuevo, en el cual resucitaremos, si es que nuestro cuerpo físico muere. Pero si para ese tiempo en que Cristo resucite los muertos creyentes en Él, todavía estamos aquí en la Tierra vivos, seremos transformados sin ver muerte. Ahora, hemos visto que tener a Cristo *acá* en el alma, es tener la victoria en el Amor divino, tener la victoria y tener la Vida eterna. Y aunque tengamos problemas físicos en la Tierra, con todo y eso tenemos Vida eterna *acá*, y tenemos la Paz de Cristo *acá*. Aunque haya guerras en el mundo, tenemos paz *acá* nosotros. Aunque tengamos problemas en el cuerpo físico, tenemos *acá* la salvación del alma, tenemos la victoria, que es Cristo, nuestro Salvador. Y ahora, ¿cuántos ya han recibido a Cristo como su Salvador personal? La buena noticia es que ustedes tienen Vida eterna y yo también. Los que no lo han recibido no tienen Vida eterna, y por consiguiente van rumbo a la destrucción total del alma y del espíritu y también del cuerpo, van rumbo al lago de fuego. Pero ¿qué pueden hacer para evitar ser echados en el lago de fuego? Lo mismo que nosotros hemos hecho: recibir a Cristo como nuestro Salvador personal. Él nos perdona, nos limpia con Su Sangre preciosa, somos bautizados en agua en Su Nombre y Él nos bautiza con Espíritu Santo y Fuego, y obtenemos así la victoria, y obtenemos la salvación de nuestra alma, obtenemos Vida eterna. En estos momentos los que todavía no han recibido a Cristo, pues no tienen Vida eterna, pero pueden recibir a Cristo y pueden recibir la Vida eterna en esta misma noche, y el Rvdo. Miguel Bermúdez Marín estará orando por ustedes para que Cristo les perdone, les limpie con Su Sangre preciosa, y sean bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo; pues Cristo dijo: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo.” Tan simple como eso. Y el Rvdo. Miguel Bermúdez Marín estará orando por ustedes, para que Cristo extienda Su Misericordia hacia ustedes, y les bendiga y les dé la victoria, y obtengan así a Cristo en sus almas, que es nuestra victoria. “**CRISTO, NUESTRA VICTORIA.”** Dejo al Rvdo. Miguel Bermúdez Marín para orar por todas las personas que levantarán sus manos para recibir a Cristo, para que Cristo tenga Misericordia de ustedes y les perdone, les limpie con Su Sangre preciosa, sean bautizados en agua en Su Nombre y Cristo les bautice con Espíritu y Fuego y obtengan Vida eterna. Con nosotros nuevamente el Rvdo. Miguel Bermúdez Marín para orar por todas las personas que levantarán sus manos para que el Rvdo. Miguel Bermúdez Marín ore por ustedes. Muchas gracias por vuestra amable atención, amables amigos y hermanos presentes. Con nosotros el Rvdo. Miguel Bermúdez Marín. “**CRISTO, NUESTRA VICTORIA.”**