--- title: 'Tened Fe en Dios' date: 2003-05-20 activity: 1 place: city: Ciudad del Carmen state: Campeche country: MX duration: 00:00:00 public: false youtube: translations: files: --- Muy buenas tardes, amados amigos y hermanos presentes; es para mí una bendición grande estar con ustedes en esta ocasión, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente a este tiempo final. Reciban todos saludos de mi esposa Erica, y también los niños reciban saludos de mis niñas América y Yahannah Gabriela. En esta noche leemos en San Marcos, capítulo 11, versos 20 al 26, donde dice de la siguiente manera: “*Y pasando por la mañana, vieron que la higuera se había secado desde las raíces.* *Entonces Pedro, acordándose, le dijo: Maestro, mira, la higuera que maldijiste se ha secado.* *Respondiendo Jesús, les dijo: Tened fe en Dios.* *Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho.* *Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá.* *Y cuando estéis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas.* *Porque si vosotros no perdonáis, tampoco vuestro Padre que está en los cielos os perdonará vuestras ofensas.”* Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla. Nuestro tema es: **“TENED FE EN DIOS.”** El Apóstol San Pablo hablando de la fe, nos dice en el libro o carta de San Pablo a los Hebreos, en el capítulo 11 nos dice (en el capítulo 11, verso 1): “*Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.”* Y toda persona tiene que tener certeza de lo que espera de parte de Dios, tiene que creerlo en su alma, creerlo de todo corazón, y estar ahí creyéndolo seguro de que como Dios ha dicho, así es, y va a recibir lo que Dios ha prometido. “Y la convicción de lo que no se ve.” Usted tiene convicción de algo que usted no ve, pero por cuanto Dios lo dice en Su Palabra, usted lo cree con toda su alma. Por lo tanto, toda persona necesita tener fe en Dios, para creer a Dios y creer lo que Dios ha dicho en Su Palabra y recibir las bendiciones que Cristo ha prometido para usted y para mí. Encontramos que en una ocasión San Pedro y los demás Apóstoles se encontraban en la barca, la embarcación, luego que Jesús había multiplicado los panes y los peces, luego los envió (a ellos) a que pasaran al otro lado del mar de Genesaret o Galilea, y mientras ellos iban Jesús se quedó orando; y luego ya en la cuarta vigilia, ya la embarcación estaba azotada por una fuerte tempestad y todos estaban muy preocupados, muy asustados, porque estaban a punto de perecer; y miren lo que sucedió, aquí tenemos la historia en el capítulo 14 de San Mateo, verso 22 en adelante, dice: “*En seguida Jesús hizo a sus discípulos entrar en la barca e ir delante de él a la otra ribera, entre tanto que él despedía a la multitud* (la multitud que había comido los panes y los peces, ahora Cristo las iba a despedir, pero envió a Sus discípulos, adelante, al otro lado del mar)*.* *Despedida la multitud, subió al monte a orar aparte; y cuando llegó la noche, estaba allí solo.* *Y ya la barca estaba en medio del mar, azotada por las olas; porque el viento era contrario.* *Mas a la cuarta vigilia de la noche, Jesús vino a ellos andando sobre el mar.* *Y los discípulos, viéndole andar sobre el mar, se turbaron, diciendo: ¡Un fantasma! Y dieron voces de miedo.* *Pero en seguida Jesús les habló, diciendo: ¡Tened ánimo; yo soy, no temáis!* *Entonces le respondió Pedro, y dijo: Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas.* *Y él dijo: Ven. Y descendiendo Pedro de la barca , andaba sobre las aguas para ir a Jesús.* *Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces, diciendo: ¡Señor, sálvame!* *Al momento Jesús, extendiendo la mano, asió de él, y le dijo: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?* *Y cuando ellos subieron en la barca, se calmó el viento.”* Y ahora, encontramos que la acción de Pedro: caminar sobre las aguas, estaba basada en fe, en que Jesucristo le habló una Palabra cuando Pedro le dijo: “Señor, si eres Tú, di que yo vaya a Ti sobre las aguas.” Y Jesús dijo: “Ven.” Y Pedro descendiendo, comenzó a caminar sobre las aguas basado en la Palabra que Cristo habló cuando le dijo: “Ven.” La fe de Pedro para caminar sobre las aguas estaba basada en la Palabra de Cristo; él creyó lo que Cristo dijo y caminó sobre las aguas. Y cuando usted cree lo que Dios ha dicho en Su Palabra, lo que Cristo ha dicho, usted obtiene lo que Cristo ha dicho. Cristo le dijo: “Ven.” O sea: “Ven caminando sobre las aguas.” Y Pedro creyó y fue caminando sobre las aguas. Y así sucede para nosotros también: cuando nosotros creemos con toda nuestra alma lo que Cristo ha dicho en Su Palabra, nosotros obtenemos lo que Él ha dicho. Ahora, Pedro viendo las circunstancias que le rodeaban, que era aquella tempestad con fuertes vientos y olas gigantes, tuvo miedo y comenzó a hundirse; él vio las circunstancias que le rodeaban y su fe en vez de crecer, bajó, y al bajar también Pedro bajó, y por poco se ahoga, y clamó a Cristo: “¡Sálvame Señor!” Y Cristo extendió Su mano, lo tomó de la mano y lo sacó, y le dijo: “¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?” Si Pedro no dudaba, pues continuaba caminando sobre las aguas, basada su fe en la Palabra que Cristo le había hablado. Y ahora, la fe de toda persona tiene que estar basada en la Palabra de Cristo, la Palabra de Dios; y sin importar las circunstancias que le rodeen, sean negativas o positivas, camine hacia adelante con esa Palabra *acá* en su alma, creyéndola con toda su alma y usted obtendrá siempre la victoria. Cristo, en la lectura que tuvimos al principio, dijo que solamente se requería una fe pequeña. Por lo tanto... hay otros lugares donde dice: “Si tuviereis fe como un grano de mostaza.” Así que esta fe como un grano de mostaza, veamos aquí en San Mateo 21, verso 19 en adelante lo que Cristo dijo, capítulo 21, verso 19 en adelante, dice (vamos a ver, del 18 en adelante): “*Por la mañana, volviendo a la ciudad, tuvo hambre.* *Y viendo una higuera cerca del camino, vino a ella, y no halló nada en ella, sino hojas solamente; y le dijo: Nunca jamás nazca de ti fruto. Y luego se secó la higuera.* *Viendo esto los discípulos, decían maravillados: ¿Cómo es que se secó en seguida la higuera?* *Respondiendo Jesús, les dijo: De cierto os digo, que si tuviereis fe, y no dudareis, no sólo haréis esto de la higuera, sino que si a este monte dijereis: Quítate y échate en el mar, será hecho.* *Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis.”* Aquí nos muestra el poder de la fe, el poder de la fe basada —la fe— en la Palabra de Dios, la Palabra de Cristo, la fe basada en Dios, creyendo lo que Dios ha dicho. Y ahora, hay otro lugar también que nos habla de la fe como un grano de mostaza. Por lo tanto, toda persona puede tener esa clase de fe y mantenerse creyendo, para que su fe no descienda, sino que siga creciendo; porque la fe del creyente en Cristo va creciendo a medida que el creyente en Cristo va escuchado la Palabra de Cristo, va escuchando la Palabra de Dios, y va aliméntandose esa fe hasta que crece a un nivel muy alto. Así como los niños a medida que le damos alimentos (comida), nacen pequeñitos y a medida que van comiendo, tomando leche y así por el estilo, van creciendo; y la Escritura nos dice que “No solamente de pan vivirá el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios.” Cuando la persona recibe a Cristo como su Salvador, lava sus pecados en la Sangre de Cristo y es bautizado en agua en Su Nombre, obtiene el perdón de sus pecados y Cristo lo limpia con Su Sangre preciosa, es bautizada la persona en agua en el Nombre del Señor Jesucristo y Cristo lo bautiza con Espíritu Santo y Fuego y obtiene el nuevo nacimiento, y por consiguiente nace en el Reino de Dios, entra al Reino de Dios. Porque el que no nazca del Agua y del Espíritu, no puede entrar al Reino de Dios; pero el que nace del Agua y del Espíritu, sí entra al Reino de Dios. De eso fue que habló Cristo a Nicodemo en San Juan, capítulo 3, verso 1 al 6. Y ahora, cuando la persona obtiene el nuevo nacimiento, ha nacido en el Reino de Dios como un bebé, y hay que darle Alimento Espiritual, y ese Alimento Espiritual es la Palabra de Dios, la Palabra de Cristo, para que la persona vaya creciendo espiritualmente y su fe vaya creciendo, y así la persona sea un creyente, un cristiano bien fundamentado, fundamentado en la Palabra del Señor, y así la fe de la persona crezca y pueda obtener todas las bendiciones que Cristo ha prometido en Su Palabra. Vean, otro caso de fe... Recuerden: No debe ser la persona como Pedro, que se puso a mirar los problemas y su fe bajó y por poco se ahoga. Eso es lo que le sucede a algunas personas que comienzan a servir a Cristo y ven los problemas de la vida en ellos o en otras personas, y entonces se desaniman, y creen que no van a llegar a ningún lugar y comienzan luego a hundirse espiritualmente ¿por qué? Porque su fe decae. No mire usted los problemas, mire la meta que Cristo ha colocado para nosotros, que es la salvación de nuestra alma, para vivir con Cristo en Su Reino por toda la eternidad en cuerpos glorificados y eternos, como el cuerpo glorificado de nuestro amado Señor Jesucristo. Cristo dijo: “El que pone su mano en el arado y mira hacia atrás, no es apto para el Reino de Dios.” Por lo tanto, usted ha colocado su mano en el arado, usted ha recibido a Cristo como su Salvador; por lo tanto, siga adelante, no importa los problemas que le vengan a usted o le vengan a otras personas; no importa los problemas tampoco que surjan en la Iglesia o en algunas personas u hogares creyentes. Usted tiene una meta y es la de ser eterno en un cuerpo eterno y vivir con Cristo en Su Reino por toda la eternidad. Por lo tanto, siga usted adelante y siga alimentando su fe, ¿con qué? Con la Palabra de Cristo, y así su fe va aumentando, va creciendo. Ahora, veamos un caso muy importante, el cual es un caso en donde tenía que ser ejercitada la fe. Está en Números, capítulo 21. Eso fue allá en el tiempo del Profeta Moisés. Números, capítulo 21, vamos a ver este pasaje, verso 5 en adelante, dice: “*Y habló el pueblo contra Dios y contra Moisés: ¿Por qué nos hiciste subir de Egipto para que muramos en este desierto? Pues no hay pan ni agua, y nuestra alma tiene fastidio de este pan tan liviano* (o sea, tenían fastidio del maná que Dios les daba cada día). *Y Jehová envió entre el pueblo serpientes ardientes, que mordían al pueblo; y murió mucho pueblo de Israel.”* Esas serpientes ardientes eran serpientes venenosas que mordían al pueblo. “*Entonces el pueblo vino a Moisés y dijo: Hemos pecado por haber hablado contra Jehová, y contra ti; ruega a Jehová que quite de nosotros estas serpientes. Y Moisés oró por el pueblo.* *Y Jehová dijo a Moisés: Hazte una serpiente ardiente, y ponla sobre una asta; y cualquiera que fuere mordido y mirare a ella, vivirá.* *Y Moisés hizo una serpiente de bronce, y la puso sobre una asta; y cuando alguna serpiente mordía a alguno, miraba a la serpiente de bronce, y vivía.”* Ahí ocurría un milagro grande, porque literalmente el bronce o una serpiente de bronce no puede curar a una persona que está mordida por una serpiente venenosa; era aquella serpiente de bronce tipo y figura de Cristo muriendo en la Cruz del Calvario y llevando nuestros pecados y por consiguiente muriendo por nuestros pecados. El juicio divino que tenía que caer sobre nosotros por nuestros pecados, cayó sobre Jesucristo. Él llevó nuestros pecados y por consiguiente el juicio del pecado nuestro cayó sobre Jesucristo; el pecado nuestro fue juzgado y condenado y efectuado en Jesucristo nuestro Salvador, para que nosotros no seamos juzgados y condenados, sino que podamos ser salvos, podamos vivir eternamente. Esa serpiente de bronce significaba, representaba también, que el pecado del pueblo había sido juzgado en esa serpiente de bronce. Pero el pecado de las personas, cuando eran mordidas por esas serpientes venenosas, el pecado de las personas estaba en las personas, pero con una mirada de fe, era una mirada de fe; porque no tenía nada que tocar de momento, solamente mirar, mirar y ver una serpiente de bronce y quedaba anulado el veneno y el efecto del veneno, que era la muerte, quedaba anulado en la persona. El que miraba creyendo que iba a ser libre del veneno y del efecto del veneno, iba ser libre de la muerte; porque una persona que es mordida por una serpiente venenosa, está condenado a morir, ya están condenado, lo que le faltan son unos minutos para morir; y algunas veces si es muy venenosa, hasta segundos nada más. Pero en esos segundos entre la vida y la muerte, una mirada de fe; tenían que tener fe en Dios, en lo que Dios le había dicho a Moisés: que mirando esa serpiente de bronce no morirían, sino que vivirían. ¿Qué pasaba ahí? Ahí lo que sucedía era que el pecado de la persona era transferido a la serpiente; o sea, quedaba perdonada la persona y por consiguiente quedaba libre del efecto del pecado, porque el efecto del pecado, el resultado del pecado, es la muerte; porque la paga del pecado es la muerte. En Romanos, capítulo 6, verso 23, dice: “*Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.”* Así que esa serpiente de bronce allí, está tipificando a Jesucristo crucificado, para que todo aquel que en Él cree no se pierda, para que todo aquel que en Cristo cree, no muera eternamente, no sea echado al lago de fuego y sea quemado allí en el lago de fuego, sino que viva eternamente. Y ahora, por eso es que Cristo en San Juan, capítulo 3, verso 14 en adelante, dice (14 y 15, dice): “*Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado,* *para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.”* Ahora, vean cómo fue representado, tipificado allá en el Antiguo Testamento, en aquella serpiente de bronce, el Sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario. La serpiente antigua allá en el Génesis mordió la raza humana, o sea, hizo que la raza humana pecara, y entró la muerte a la raza humana al entrar el pecado a la raza humana; y por consiguiente la raza humana, cuando Adán y Eva pecaron, la raza humana murió a la Vida eterna, la raza humana perdió el derecho a vivir eternamente en el cuerpo físico que Adán y Eva tenían y que tendrían los descendientes de Adán y Eva. Porque así como las serpientes venenosas mordían al pueblo hebreo en el desierto, así también allá en el Huerto del Edén, la serpiente antigua, en la cual estaba el diablo metido, hizo pecar a Eva, y Eva a Adán; y así entró el pecado a la raza humana y el resultado del pecado que es la muerte; y de ahí en adelante Adán y Eva vinieron a ser mortales, y todos los descendientes de Adán y Eva han venido a ser mortales por esa causa. Pero encontramos que aún en el Antiguo Testamento, Dios estableció sacrificios por el pecado, en donde sacrificaban animalitos, corderitos, y el pecado de las personas era perdonado y eran cubiertos los pecados con la sangre de esos animalitos. No podían ser quitados los pecados, porque los animales no tienen alma y por consiguiente no son perfectos, y un sacrificio de un animalito no es un sacrificio perfecto. Por eso tenían que estar haciendo continuamente sacrificios por el pecado. También está el sacrificio del macho cabrío de la expiación, que aparece en Levítico, capítulo 23, versos 26 en adelante. Ese era un sacrificio que era efectuado anualmente; el día diez del mes séptimo de cada año, el sumo sacerdote tenía que ofrecer a Dios ese sacrificio por el pecado del pueblo hebreo. Dice así Levítico, capítulo 23, verso 26 en adelante: “*También habló Jehová a Moisés, diciendo:* *A los diez días de este mes séptimo será el día de expiación; tendréis santa convocación, y afligiréis vuestras almas, y ofreceréis ofrenda encendida a Jehová.* *Ningún trabajo haréis en este día; porque es día de expiación, para reconciliaros delante de Jehová vuestro Dios.* *Porque toda persona que no se afligiere en este mismo día, será cortada de su pueblo.”* Y ahora, aquí también cada persona del pueblo hebreo tenía que tener fe en Dios, para creer con toda su alma que cuando el sumo sacerdote sacrificara ese macho cabrío de la expiación y luego llevara al lugar santísimo la sangre de ese macho cabrío en una vasija de oro, y él esparcía sobre el propiciatorio, que es la tapa del arca del pacto, donde estaban los dos querubines de oro, él esparcía sobre el propiciatorio siete veces con su dedo de esa sangre del macho cabrío, y allí estaba Dios en aquella Luz, aquella Columna de Fuego, estaba sobre el propiciatorio. Y Dios aceptaba el sacrificio y aceptaba la sangre de ese sacrificio; y las personas que en ese día se habían arrepentido de sus pecados y habían pedido perdón a Dios por sus pecados y creían que cuando se efectuara ese sacrificio por el pecado, ellos quedarían perdonados y quedarían cubiertos con la sangre de la expiación de ese macho cabrío y que Dios no vería sus pecados, los pasaría por alto, porque no los vería, porque estarían cubiertos con la sangre de esa expiación, entonces ellos tendrían derecho a vivir un año más como pueblo de Dios. Ahora, la persona que no le daba importancia a ese día y al sacrificio de ese día, lo que le sucedía era: que luego que el sumo sacerdote terminaba sus labores, esa persona no quedaba reconciliada con Dios. Sin embargo el que creyó y se arrepintió delante de Dios y pidió perdón a Dios, quedaba perdonada y quedaba reconciliada con Dios y tenía derecho a vivir un año más en medio del pueblo hebreo. Pero el que no se arrepintió y no creyó, no quedaba reconciliada con Dios, ni quedaba perdonada por Dios, y por consiguiente Dios la cortaría del pueblo hebreo, no tenía derecho a vivir un año más como pueblo de Dios; o sea, que en algún momento esa persona moriría, porque no se arrepintió, no creyó y no fue reconciliada por consiguiente con Dios, porque no tuvo fe en Dios. Pero el que tuvo fe en Dios, fue reconciliada con Dios y siguió viviendo, le fue preservada la vida por un año más. ¿Por qué tenían que hacer ese sacrificio todos los años? Porque como los animales no tienen alma, la sangre tampoco es perfecta y el espíritu del animal no puede venir a la persona. Pero ese sacrificio daba testimonio de un Sacrificio Perfecto que sería efectuado por un Hombre perfecto, el cual sería el Mesías, el Hijo de Dios, y cuando Él efectuara ese Sacrificio por el pecado, ya no se iban a necesitar más sacrificios de animalitos por el pecado. La persona que recibiría a Cristo como su Salvador, que confesaría a Cristo sus pecados, recibiría el perdón de sus pecados, Cristo lo perdonaría, Cristo lo lavaría con Su Sangre preciosa y lo limpiaría de todo pecado, la persona sería bautizada en agua en el Nombre del Señor Jesucristo y Cristo lo bautizaría con Espíritu Santo y fuego, y la persona quedaba reconciliada con Dios, no para vivir un año más, sino para vivir por toda la eternidad con Cristo en Su Reino como pueblo de Dios. Ahora, nuestro cuerpo físico es mortal, porque la raza humana pecó cuando Adán y Eva pecaron, porque la raza humana estaba representada en Adán y Eva; como un árbol antes de aparecer y los frutos de ese árbol antes de aparecer, están representados en una semilla (si es de aguacate, está representado el árbol con todos los aguacates que ha de tener, está representado todo en esa semilla, todo está allí, hasta las hojas). Pero tiene que llegar el tiempo en que se siembra esa semilla, nace, y entonces aparece un árbol de aguacate, si es la semilla de aguacate, o de mango, si es una semilla de mango; porque cada simiente tiene que dar conforme a su género. Cristo, hablando de Sí mismo dijo: “Si el Hijo del Hombre, o sea, si el grano de trigo no cae en tierra y muere, él sólo queda; pero si cae en tierra y muere, mucho fruto lleva.” Ése es Jesucristo, el Grano de Trigo que murió por todos nosotros, para llevar mucho fruto, ese mucho fruto es muchos hijos e hijas de Dios, iguales a Jesucristo nuestro Salvador. Por eso es que la meta de Cristo con nosotros y la meta nuestra con Cristo es: ser iguales a Jesucristo con cuerpos eternos y glorificados, como el cuerpo glorificado de Jesucristo nuestro Salvador. Ahora, nuestro cuerpo físico es mortal, porque hemos nacido en y de una raza que pecó y que fue juzgada y condenada a la muerte física, y está condenada también a la segunda muerte, que es el lago de fuego, donde Dios echará a todas las personas que no han tenido fe en Dios en el tiempo que les ha tocado vivir; los echará en cuerpo, espíritu y en alma en el lago de fuego, donde serán quemados y dejarán de existir en cuerpo, espíritu y alma. Pero a los que han tenido fe en Dios, recibiendo a Cristo como su Salvador personal, Cristo los colocará en Su Reino y vivirán con Cristo por toda la eternidad; porque han adquirido el derecho de ser reconciliados con Dios, no para un año, sino para toda la eternidad. Y ahora, no tenemos que ir al pueblo hebreo, allá a Jerusalén, para que un sumo sacerdote sacrifique un macho cabrío de la expiación para nosotros ser reconciliados con Dios, porque ya el Sumo Sacerdote del Cielo, del Templo Celestial, que es Jesucristo, llevó a cabo el Sacrificio por el pecado del ser humano allá en Jerusalén en la Cruz del Calvario. Él fue sacrificado por nosotros para que así nuestros pecados sean perdonados y seamos limpiados de todo pecado con la Sangre de Cristo y seamos bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo y Cristo nos bautice con Espíritu Santo y Fuego, y así obtengamos el nuevo nacimiento, nazcamos en el Reino de Cristo, en el Reino de Dios, como unos niños, unos bebés, en el Reino de Cristo. Por eso fue que Cristo cuando estuvo hablando acerca del pecador arrepentido, dijo que cuando un pecador se arrepiente, hay gozo en el Cielo. Cuando una persona recibe a Cristo como su Salvador, lava sus pecados en la Sangre de Cristo y es bautizada en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, Cristo la bautiza con Espíritu Santo y Fuego, y esa persona obtiene el nuevo nacimiento, nace como un bebé en el Reino de Dios; y por consiguiente hay gozo en el Cielo, de los Ángeles y de todos los santos de edades pasadas que están en el Paraíso. Y cuando son dos las personas que reciben a Cristo, hay gozo doble en el Cielo, y cuando son diez, hay más gozo en el Cielo, y cuando son veinte, hay más gozo en el Cielo. Es que sucede lo mismo que sucede en un hogar, en donde están esperando un bebé, que nazca un bebé: cuando nace hay gozo en esa familia y los familiares, los suegros de esa pareja también se gozan con el nacimiento de ese bebé esperado. Y si son dos y estaban esperando dos, hay un gozo doble, porque cuando toman a uno se gozan porque nació ese bebé, y luego cuando toman al otro, se vuelven a gozar, porque nació ese otro bebé. ¿Ven? Y así es en el Cielo. Dios en el Cielo y todos los Ángeles de Dios, siempre han estado esperando el nacimiento de hijos e hijas de Dios en el Reino de Dios, la Iglesia del Señor Jesucristo; y por eso de etapa en etapa, de edad en edad, han estado naciendo en el Reino de Dios millones de hijos e hijas de Dios, que reciben a Cristo como su Salvador, lavan sus pecados en la Sangre de Cristo, son bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo y Cristo los bautiza con Espíritu Santo y Fuego, y obtienen el nuevo nacimiento y así nacen en el Reino de Dios, entran al Reino de Dios. ¿Vieron lo sencillo que es nacer en el Reino de Dios y obtener el derecho a vivir, no por un año más, sino por toda la eternidad? Dios hace Su Programa de salvación sencillo, para que las personas no tengan necesidad de ir a una universidad a estudiar, para después recibir la salvación de su alma; sino que las personas hayan estudiado o no hayan estudiado en la escuela, puedan tener fe en Dios y obtener la salvación de su alma, para vivir eternamente con Cristo en Su Reino. Por lo tanto está al alcance de todos los seres humanos la salvación del alma, que Cristo ofrece para todos los que le reciben como su Salvador, lo cuales colocan su fe en Jesucristo nuestro Salvador. Dice en San Juan, capítulo 3, verso 16 en adelante, Cristo aquí hablando, dice: “*Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.”* El que no cree, se pierde; pero el que cree, no se pierde, sino que obtiene Vida eterna, y esta Vida está en Jesucristo nuestro Salvador. Ninguna otra persona puede otorgarle a usted Vida eterna, solamente hay Uno, y ése es Jesucristo nuestro Salvador; porque Él es el que la tiene, el que tiene esa Vida eterna y el que la da, la otorga, ¿a quiénes? A los que tienen fe en Dios y reciben a Cristo como su Salvador personal. “*Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.* *El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.”* Y ahora, podemos aquí ver, comprender, que para todo ser humano hay dos cosas, y una de ellas es la que la persona va a tener: o condenación o salvación y Vida eterna, y la diferencia lo va a hacer la fe. El que tiene fe en Dios, obtiene la salvación de su alma, porque recibe a Cristo como su Salvador personal, cree en el testimonio que Dios ha dado acerca de Su Hijo Jesucristo, cree que Dios envió a Jesucristo al mundo para morir por todos nosotros, para así perdonar nuestros pecados y con Su Sangre limpiarnos de todo pecado y darnos Vida eterna. En San Juan, capítulo... Primera de Juan, capítulo 5, verso 10 al 13, dice: “*El que cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a Dios, le ha hecho mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo.* *Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo.”* La Vida eterna está en el Hijo de Dios: Jesucristo. Por eso Él dijo en San Juan, capítulo 14, verso 6: “Yo Soy el Camino, la Verdad, y la Vida, y nadie viene al Padre, sino por mí.” No hay otra forma en que el ser humano pueda llegar a Dios, tiene que ser a través de Jesucristo nuestro Salvador. Y no hay otra forma para el ser humano recibir Vida eterna, sino a través de Jesucristo nuestro Salvador, porque nuestra vida está en Jesucristo. “*El que tiene al Hijo, tiene la vida...”* El que tiene al Hijo, porque lo ha recibido como su Salvador, lo tiene *acá* en su alma y tiene Vida eterna. “*...el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida* (o sea, no tiene Vida eterna). *Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios.”* Aquí nos muestra que para todos los creyentes en Cristo hay una bendición y es que tenemos Vida eterna, hemos sido reconciliados con Dios y hemos sido restaurados a la Vida eterna. Ya nuestra alma tiene Vida eterna, y si nuestro cuerpo físico muere no hay ningún problema, vamos en alma y espíritu a vivir al Paraíso, que es otra dimensión, donde están allí los Apóstoles y todos los creyentes de edades pasadas, los cuales esperan la Venida de Cristo al Paraíso, para la resurrección de ellos en cuerpos nuevos, en cuerpos glorificados; pues Cristo prometió para los creyentes en Él una resurrección. Vean, en San Juan, capítulo 6, versos 39 al 40, Cristo dice: “*Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero.”* Aquí la promesa es que Cristo no perderá nada de lo que el Padre le dio, no perderá ninguna de las ovejas que el Padre le dio para que les dé salvación y Vida eterna, sino que las va a resucitar en el Día Postrero. El Día Postrero es el Séptimo Milenio de Adán hacia acá, o Tercer Milenio de Cristo hacia acá. Pero no sabemos en que año de ese Séptimo Milenio de Adán hacia acá ha de ocurrir la resurrección de los muertos en Cristo. “*Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.”* Y ahora, todo aquel que ve al Hijo y cree en Él, la voluntad de Dios es que tenga Vida eterna; como toda persona que era mordida por serpientes venenosas y miraba a la serpiente de bronce que estaba levantada en una vara, conforme a como Dios le ordenó a Moisés, la persona que miraba, vivía, o sea, quedaba cancelado, anulado el veneno de la serpiente venenosa y por consiguiente quedaba anulada la muerte. Y ahora, la promesa aquí es: que el que ve al Hijo y cree en Él, no morirá, sino que la voluntad de Dios es que tenga Vida eterna, y Cristo dice: “Y yo le resucitaré en el Día Postrero.” En San Juan también, capítulo 11, verso 25 al 26, Cristo hablando con Marta, la hermana de Lázaro, cuando Cristo fue a resucitar a Lázaro, le dijo: “*Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.* *Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?* *Le dijo: Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo.”* Y ahora, toda persona que vive y cree en Jesucristo, no morirá eternamente; si muere su cuerpo físico, luego va a ser resucitado por Cristo en el Día Postrero; ya esa persona tiene Vida eterna, ha confirmado su lugar y su nombre en la Vida eterna, y por consiguiente esa persona no puede ser condenada y ser echada al lago de fuego, porque esa persona tuvo fe en Dios, creyendo en Jesucristo nuestro Salvador, el Hijo de Dios, que Dios prometió que enviaría y lo envió como sacrificio por nosotros, muriendo en la Cruz del Calvario. Y ahora, podemos ver lo importante que es tener fe en Dios, tener fe en Dios para lo más importante que es la salvación de nuestra alma. También tenemos fe en Dios para nuestra sanidad, la sanidad física; tenemos fe en Dios para muchas cosas en la vida; pero para la cosa más grande que usted y yo tenemos fe en Dios es: para la salvación de nuestra alma; y la fe sin obras es muerta. Muchas personas dicen: “Yo creo en Dios.” Eso está muy bueno; pero tiene que su fe tener las obras de fe. Toda persona que dice que cree en Dios, tiene que tener las obras de fe, que son: recibir a Cristo como su Salvador personal y ser bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo y Cristo lo bautizará con Espíritu Santo y Fuego, y así la persona obtiene el nuevo nacimiento y la persona viene a ser un hijo de Dios, nacido en el Reino de Dios. La fe tiene que ser acompañada por las obras, y esas obras son obras de fe. Cuando una persona recibe a Cristo como su Salvador, está mostrando que tiene fe en Dios, y por consiguiente cree en Jesucristo, el Hijo de Dios, enviado para nuestra salvación. Esa es la forma de mostrar nuestra fe en Dios, para la salvación de nuestra alma. Ahora, podemos ver porqué Cristo mandó a predicar, en San Lucas, capítulo 24, versos 45 en adelante, dice: “*Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras;* *y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día;* *y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén.* *Y vosotros sois testigos de estas cosas.”* Cristo ordenó ir predicando el Evangelio y predicando el arrepentimiento y el perdón de los pecados en el Nombre del Señor Jesucristo; porque cuando se llama al pueblo para que vengan a Cristo arrepentidos de sus pecados y para que reciban a Cristo, para que Cristo los perdone, porque no hay otra persona que pueda perdonar los pecados suyos o los pecados míos, solamente hay Uno sólo y se llama: Señor Jesucristo. Por eso es tan importante tener nuestra fe en Dios, creyendo en Jesucristo como nuestro Salvador. Él es el que perdona todos nuestros pecados y sana todas nuestras dolencias. Por eso encontramos que en muchas ocasiones Cristo dijo a algunas personas: “Tu fe te ha salvado.” En otras ocasiones encontramos a Cristo hablando a Sus discípulos, diciéndole a ellos: “Hombres de poca fe.” Ahora, en otra ocasión en que trajeron a Cristo un hombre paralítico, y por cuanto no podían entrar a la casa donde Cristo estaba hablando, porque hubo muchas personas allí reunidas, entonces se subieron por el techo de la casa, abrieron un hueco en el techo de la casa y bajaron al hombre paralítico, y Jesús cuando los ve haciendo esto, dice que vio la fe de ellos. ¿Cómo se puede ver la fe de una persona? Por las obras de fe, por lo que hace creyendo en Dios. Fue que ellos creyeron con toda su alma y ellos creyeron que iba a ser sanado ese paralítico, y por consiguiente comenzaron a obrar. Era una obra de fe. No era por romper el techo de una casa. No, no era una obra de mala intención, era una obra de fe en favor de aquel hombre paralítico. Y Cristo viendo la fe de ellos, le habló al paralítico, perdonó los pecados del hombre y luego lo sanó. Porque, ¿qué es más fácil: perdonar los pecados de una persona, o decirle a una persona: “Levántate y anda”? Ahora, lo más difícil es el perdón de los pecados y ya sabemos quién es el que perdona pecados: es nuestro amado Señor Jesucristo. Y ahora, veamos lo que nos dice Cristo mismo, en San Marcos, capítulo 16, verso 15 en adelante, dice: “*Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.* *El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.”* Toda persona desea ser salva, no desea ser condenada, porque los que son condenados son echados al lago de fuego, donde serán quemados en cuerpo, espíritu y alma, y dejarán de existir para siempre, como si nunca en la vida hubiesen existido. Pero los que son salvos vivirán eternamente con Cristo en Su Reino y serán Reyes y Sacerdotes y reinarán con Cristo por el Milenio y luego por toda la eternidad. Por lo tanto, se requiere que toda persona que quiere ser salva y vivir eternamente en el Reino de Cristo, reciba al Rey de ese Reino, que es Jesucristo nuestro Salvador. El que creyere y fuere bautizado, será salvo. Esa es la forma para recibir la salvación de nuestra alma: creyendo en Jesucristo nuestro Salvador; y eso es poner la fe en Dios, eso es tener fe en Dios, porque creemos en el que Dios ha enviado, creemos en el Hijo de Dios, Jesucristo, el cual murió por ti y por mí en la Cruz del Calvario, para que nuestros pecados sean transferidos a Cristo y entonces no tengamos que morir eternamente, sino que podamos vivir eternamente con Cristo en Su Reino glorioso. Ahora, en el libro de los Hechos, capítulo 2, el Día de Pentecostés, donde fueron llenos del Espíritu Santo ciento veinte creyentes en Cristo, incluyendo a la virgen María y también al Apóstol Pedro, y a los demás Apóstoles, excepto Judas Iscariote que ya no estaba con ellos. Dice en el capítulo 2 del libro de los Hechos, versos 34 en adelante: “*Porque David no subió a los cielos; pero él mismo dice: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra,* *Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies.* *Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.* *Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?* *Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.* *Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.* *Y con otras muchas palabras testificaba y les exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa generación.* *Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas.”* Y ahora, aquí podemos ver claramente que como tres mil personas, al escuchar la predicación del Evangelio de la Gracia por labios de San Pedro en quién estaba el Espíritu Santo hablando a través de San Pedro, tuvieron fe en Dios y creyeron en Jesucristo como nuestro Salvador, y recibieron a Cristo y fueron bautizados en agua como tres mil personas; porque inmediatamente que una persona recibe a Cristo como su Salvador, lo que desea es que lo bauticen rápidamente en agua en el Nombre del Señor Jesucristo; porque Cristo dijo: “El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.” Por eso cuando Felipe le habló al eunuco y le explicó la muerte de Cristo, encontramos que el eunuco luego le dice a Felipe: “Aquí hay agua, ¿qué impide para que yo sea bautizado?” Felipe le dijo: “Si crees de todo corazón, bien puedes.” Y el eunuco dijo: “Sí, yo creo que Jesucristo es el Hijo de Dios.” Y bajaron del carro del eunuco y Felipe lo bautizó; y así se fue feliz y contento el eunuco así a su hogar que estaba en otra nación. Y así toda persona que recibe a Cristo como su Salvador, desea que lo bauticen rápidamente en el Nombre del Señor Jesucristo, para luego regresar a su hogar feliz y contento y con la salvación y Vida eterna, otorgada por Jesucristo a su alma. Ahora, hemos visto que Dios espera a que la persona tenga fe, esa fe tiene que estar puesta en Dios y lo que Él ha prometido. Por lo tanto, nuestra fe en Dios está colocada en Jesucristo nuestro Salvador, que es el Hijo prometido que Dios prometió enviar para la salvación de nuestra alma, para morir por todos nosotros en la Cruz del Calvario. Por lo tanto, tened fe en Dios, colocando vuestra fe en Jesucristo nuestro Salvador. Toda persona que ha recibido a Cristo como su Salvador, ha lavado sus pecados en la Sangre de Cristo y ha sido bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo y ha recibido el Espíritu Santo, esa persona tiene Vida eterna y vivirá con Cristo en Su Reino por toda la eternidad. Los que no han recibido a Cristo no tienen Vida eterna, y si mueren no pueden ir al Cielo, no pueden ir al Paraíso, porque no han recibido a Cristo como su Salvador, y por consiguiente no han obtenido el perdón de sus pecados y no han sido lavados con la Sangre de Jesucristo nuestro Salvador. Por lo tanto, esas personas mueren y van a la quinta dimensión, que es el infierno, y esperan al juicio final, donde serán juzgados, condenados y echados al lago de fuego. Pero los que han creído en Cristo, han puesto su fe en Jesucristo, tienen Vida eterna, y si mueren físicamente van al Paraíso a vivir, donde están los Apóstoles, donde están todos los santos de Cristo, donde están todos los creyentes en Cristo que ya han muerto físicamente, y tienen la promesa de una resurrección en cuerpos eternos, iguales al cuerpo glorificado de Jesucristo nuestro Salvador. Y los que vivimos y permanecemos vivos hasta el momento en que Cristo resucite a los creyentes en Él que ya han muerto, pues seremos transformados, y entonces tendremos un cuerpo eterno y glorificado, igual al cuerpo glorificado de Jesucristo nuestro Salvador. Esa es la promesa para todos los que tienen fe en Dios y han colocado esa fe en Dios en Jesucristo nuestro Salvador, recibiéndolo como nuestro Salvador personal y suficiente Salvador. Por lo tanto, en esta noche, los que ya tienen a Cristo en sus corazones ya tienen Vida eterna; los que no lo han recibido, no tienen Vida eterna. Pero pueden recibir Vida eterna, recibiendo a Cristo como su Salvador, porque Jesucristo es la Vida eterna. Por lo tanto, el Rvdo. Miguel Bermúdez Marín orará por todas las personas que levantarán sus manos para recibir a Cristo como su suficiente Salvador, para que Cristo perdone sus pecados, para que Cristo les limpie con Su Sangre preciosa y para que Cristo los bautice con Espíritu Santo y fuego y para que sean bautizados en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, y así obtengan salvación y Vida eterna. Nuestro tema ha sido: **“TENED FE EN DIOS.”** Tened fe en Dios para salvación y Vida eterna. Para eso es que la fe en Dios se expresa en su forma más amplia: para obtener la salvación de nuestra alma. Por lo tanto, dejo al Rvdo. Miguel Bermúdez Marín para que ore por todas las personas que levantarán sus manos para recibir a Cristo como su Salvador personal. Muchas gracias por vuestra amable atención amados amigos y hermanos presentes, y continúen pasando una noche llena de las bendiciones de Jesucristo nuestro Salvador. Con nosotros nuevamente el Rvdo. Miguel Bermúdez Marín, para orar por las personas que levantarán sus manos, las cuales desean que Cristo tenga Misericordia de ustedes y salve el alma de ustedes y les dé salvación y Vida eterna. Que Dios les bendiga, y con nosotros el Rvdo. Miguel Bermúdez Marín. “**TENED FE EN DIOS.”**