--- title: 'La intercesión de un profeta' date: 2001-04-17 activity: 2 place: city: Atlanta state: Georgia country: US duration: 00:00:00 public: false youtube: translations: files: --- Muy buenas noches, amados amigos y hermanos presentes; es para mí una bendición y privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente a este tiempo final. Para lo cual quiero leer en el libro del Exodo, capítulo 32, verso 7 en adelante, y también capítulo 32, verso 30 al 35. Vamos a leer primero capítulo 32, verso 7 en adelante donde dice: “*Entonces Jehová dijo a Moisés...”* Esto fue cuando Moisés subió al Monte Sinaí en la primera ocasión, y estuvo ayunando por cuarenta días, fue recibiendo las tablas de la Ley. Mientras Moisés estaba en la cúspide del Monte, el pueblo estaba abajo, y miren lo que sucedió en medio del pueblo: “*Entonces Jehová dijo a Moisés: Anda, desciende, porque tu pueblo que sacaste de la tierra de Egipto se ha corrompido.* *Pronto se han apartado del camino que yo les mandé; se han hecho un becerro de fundición, y lo han adorado, y le han ofrecido sacrificios, y han dicho: Israel, estos son tus dioses, que te sacaron de la tierra de Egipto.* *Dijo más Jehová a Moisés: Yo he visto a este pueblo, que por cierto es pueblo de dura cerviz.* *Ahora, pues, déjame que se encienda mi ira en ellos, y los consuma; y de ti yo haré una nación grande.* *Entonces Moisés oró en presencia de Jehová su Dios, y dijo: Oh Jehová, ¿por qué se encenderá tu furor contra tu pueblo, que tú sacaste de la tierra de Egipto con gran poder y con mano fuerte?* *¿Por qué han de hablar los egipcios, diciendo: Para mal los sacó, para matarlos en los montes, y para raerlos de sobre la faz de la tierra? Vuélvete del ardor de tu ira, y arrepiéntete de este mal contra tu pueblo.* *Acuérdate de Abraham, de Isaac y de Israel tus siervos, a los cuales has jurado por ti mismo, y les has dicho: Yo multiplicaré vuestra descendencia como las estrellas del cielo; y daré a vuestra descendencia toda esta tierra de que he hablado, y la tomarán por heredad para siempre.* *Entonces Jehová se arrepintió del mal que dijo que había de hacer a su pueblo.”* Luego en el mismo capítulo, sigue diciendo: “*Y volvió Moisés y descendió del monte, trayendo en su mano las dos tablas del testimonio, las tablas escritas por ambos lados; de uno y otro lado estaban escritas.* *Y las tablas eran obra de Dios, y la escritura era escritura de Dios grabada sobre las tablas.* *Cuando oyó Josué el clamor del pueblo que gritaba, dijo a Moisés: Alarido de pelea hay en el campamento.* *Y él respondió* (Moisés)*: No es voz de alaridos de fuertes, ni voz de alaridos de débiles; voz de cantar oigo yo.* *Y aconteció que cuando él llegó al campamento, y vio el becerro y las danzas, ardió la ira de Moisés, y arrojó las tablas de sus manos, y las quebró al pie del monte.* *Y tomó el becerro que habían hecho, y lo quemó en el fuego, y lo molió hasta reducirlo a polvo, que esparció sobre las aguas, y lo dio a beber a los hijos de Israel.* *Y dijo Moisés a Aarón: ¿Qué te ha hecho este pueblo, que has traído sobre él tan gran pecado?* *Y respondió Aarón: No se enoje mi señor; tú conoces al pueblo, que es inclinado al mal.* *Porque me dijeron: Haznos dioses que vayan delante de nosotros; porque a este Moisés, el varón que nos sacó de la tierra de Egipto, no sabemos qué le haya acontecido.”* Luego, en el mismo capítulo 32, verso 30 al 35, dice: “*Y aconteció que al día siguiente dijo Moisés al pueblo: Vosotros habéis cometido un gran pecado, pero yo subiré ahora a Jehová; quizá le aplacaré acerca de vuestro pecado.* *Entonces volvió Moisés a Jehová, y dijo: Te ruego, pues este pueblo ha cometido un gran pecado, porque se hicieron dioses de oro,* *que perdones ahora su pecado, y si no, ráeme ahora de tu libro que has escrito.* *Y Jehová respondió a Moisés: Al que pecare contra mí, a éste raeré yo de mi libro.* *Vé, pues, ahora, lleva a este pueblo a donde te he dicho; he aquí mi ángel irá delante de ti; pero en el día del castigo, yo castigaré en ellos su pecado.* *Y Jehová hirió al pueblo, porque habían hecho el becerro que formó Aarón.”* Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla. Nuestro tema es: **“LA INTERCESION DE UN PROFETA.”** A través de la historia Bíblica, encontramos que los Profetas de Dios siempre han orado por el pueblo de Dios; y han orado por diferentes personas también como individuos. Encontramos por ejemplo a Noé, el cual oraba a Dios y sacrificaba a Dios los sacrificios correspondientes por él y por su familia; y cuando Dios fue a destruir la humanidad, Noé halló gracia delante de Dios, Dios dijo que era un varón perfecto. Ahora, no porque no cometía errores, sino porque él ofrecía a Dios el sacrificio por el pecado, y por consiguiente sus pecados estaban cubiertos delante de Dios; y por eso cuando Dios miró, vio a Noé un hombre justo; un hombre, el cual tenía sus pecados cubiertos con la sangre de los sacrificios que él ofrecía por él y por su familia. Cada patriarca es la cabeza de su familia, de su descendencia, de sus hijos y sus nietos, y las demás personas que nazcan en esa familia mientras viva esa cabeza de la familia, que es el patriarca, como lo era Aarón, o como lo era Noé, y como lo era Abraham y como lo eran los diferentes patriarcas de Dios. Ahora, el patriarca era el sacerdote que ofrecía los sacrificios a Dios por él y por su familia. Encontramos el caso del patriarca Job, el cual ofrecía a Dios los sacrificios por el pecado (por él y por su familia); y por eso también Dios vio que Job era un hombre justo, era un hombre perfecto. Y ahora, encontramos también a Abraham. A Abraham lo encontramos orando por el rey de Gerar, el cual es Abimelec, el cual había tomado a Sara para hacerla su esposa, por cuanto Abraham dijo que era su hermana. Ahora, Sara tenía unos 89 años de edad, para esa ocasión ya *Elohím* con Sus Arcángeles le había aparecido a Abraham y a Sara, y habían ellos comido con Abraham aquel becerro tierno que Abraham les preparó; y también *Elohím* le había dicho a Abraham que por medio de Sara tendría el hijo que El le había prometido. Sara se rió, Dios la reprendió, le dijo: “¿Por qué Sara, tu mujer se ha reído?” Se había reído en su corazón, no exteriormente. Y ahora, Dios le confirma a Abraham que le va a dar el hijo que El ha prometido, lo va a dar por medio de Sara a Abraham, como El se lo había prometido. Encontramos que también *Elohím* le revela a Abraham (más a delante en ese mismo día), que ha descendido porque el clamor de Sodoma ha subido delante de la presencia de Dios. Y Dios había descendido en carne humana, porque Dios había creado para Sí mismo, y para el Arcángel Gabriel y el Arcángel Miguel un cuerpo para cada uno, el cual creó del polvo de la Tierra, y por eso aparecieron en forma humana y pudieron comer con Abraham. Luego los Arcángeles Gabriel y Miguel fueron a Sodoma y allá se encontraron con Lot, pero todavía *Elohím* se encontraba con Abraham, y le reveló a Abraham lo que iba a hacer. Dice: “¿Encubriré Yo a Abraham lo que Yo voy a hacer?” Y comenzó a decirle a Abraham lo que iba hacer. “Porque no hará nada el Señor Jehová, sin que antes revele Sus secretos a Sus Siervos Sus Profetas.” Dice Amós capítulo 3, verso 7. Si queremos saber lo que Dios va a hacer, entonces encontremos al Profeta Mensajero que El tiene para el tiempo en que uno está viviendo, y a través de ése Profeta, Dios revela al pueblo lo que El va a hacer. Ahora, Dios le revela a Abraham lo que va hacer, y Abraham comienza a interceder por su sobrino Lot, y por consiguiente por toda la ciudad donde vivía Lot; comienza con cincuenta personas diciendo: —“No destruirá el Juez de toda la Tierra, ¿destruirá al justo con el injusto? No haga tal cosa el Juez de toda la Tierra. Si hay allí cincuenta justos ¿destruirás la ciudad?” — Dios le dice: “No la destruiré por amor a esos cincuenta justos.” — Y luego Abraham le dice: “Pero, si no hay cincuenta, sino que hay solamente cuarenta y cinco.” — Dios le dice: “No la destruiré por amor a esos cuarenta y cinco justos. ” — Y Abraham sigue hablándole y le dice: “Y si no hay nada más que cuarenta justos.” — Dios dice: “No la destruiré por amor a esos cuarenta justos.” — Y luego Abraham sigue hablándole, y dice: “Pero quizás no hay cuarenta, sino solamente treinta.” — Dios le dice: “No la destruiré por amor a esos treinta.” Sigue Abraham hablando, viendo que Dios le está diciendo que no va a destruir la ciudad si halla esa cantidad de personas justas, cubiertas con la sangre de sacrificios ordenados por Dios, cubiertos sus pecados con esa sangre de esos sacrificios. Ahora, Abraham le dice: “Quizás no hay treinta, quizás solamente hay veinte.” — Dios dice: “No la destruiré, no destruiré la ciudad por amor a esos veinte.” — Luego le dice Abraham: “Hablaré una vez más, solamente una vez más; quizás no hay veinte, quizás solamente hay diez.” — Dios dice: “No la destruiré por amor a esos diez (a esos diez justos).” Miren, por amor a los justos, ¿quiénes son los justos? En el Nuevo Testamento los justos son los que han lavado sus vestiduras en la Sangre del Cordero, los que han recibido a Cristo como su Salvador, han lavado sus pecados en la Sangre de Cristo y han sido bautizados en Su Nombre, y han recibido Su Espíritu Santo; esas personas han sido lavadas con la Sangre de Cristo, sus pecados han sido quitados, porque la Sangre de Cristo no cubre el pecado sino que lo quita. Y al ser quitado el pecado del ser humano, la persona queda justificada delante de Dios, queda como si nunca en la vida hubiese pecado. Y ahora, por amor a esos justos lavados en la Sangre de Cristo, es que la Misericordia de Dios ha sido extendida a la raza humana, y Dios hasta el momento no ha destruido a la humanidad. Aunque sabemos que la humanidad se merece la destrucción; pero por amor a esos justos lavados con la Sangre de Cristo, no ha venido el juicio divino sobre la raza humana; pero va a venir sobre la raza humana cuando esos justos sean quitados de este planeta Tierra. Ahora, Cristo ha prometido llevar a Sus hijos a la Cena de las Bodas del Cordero, y por consiguiente los justos serán quitados del planeta Tierra, y entonces vendrá el juicio divino sobre la humanidad, porque no habrán justos en la Tierra para evitar que el juicio divino venga sobre la raza humana; y ya la Sangre de Cristo no estará en el Trono de Intercesión en el Cielo para hacer Intercesión, por lo tanto vendrá el juicio de Dios como está profetizado. Pero hasta el momento no ha venido el juicio de Dios en toda su plenitud sobre la raza humana, solamente parcialmente ha venido el juicio de Dios sobre algunas naciones en diferentes tiempos. Ahora, vean ustedes, Dios ha tenido siempre en la Tierra Profetas que han intercedido por el pueblo, y han intercedido por naciones para que el juico divino no caiga sobre esas naciones. Ahora, hemos visto a estos Profetas, como Noé, como Abraham y también como Moisés, el cual en la lectura que tuvimos intercedió por su pueblo, el cual iba a ser destruido por Dios, y Dios le dijo: “Déjame destruirlo.” Ahora, miren cómo Dios le pide permiso a Moisés, le dice: “Déjame destruirlo, permíteme destruir este pueblo y Yo te pondré en una posición mejor, Yo haré de ti una nación grande y poderosa.” Moisés le dice a Dios que no lo haga, le dice: “Arrepiéntete de ese castigo, de ese juicio que has pensado traer sobre el pueblo; porque van a decir las naciones, va a decir Egipto y las demás naciones que Tu trajiste al pueblo para destruírlos aquí en el desierto. Acuérdate de Tu pacto con Abraham, con Isaac, con Jacob, a los cuales les prometiste que heredarían la Tierra (o sea, la Tierra de Israel, la Tierra donde ellos vivían).” Y entonces Moisés, vean ustedes, no con argumentos humanos, sino con la Palabra, con el Pacto que Dios había hecho con Abraham, Isaac y Jacob, trayéndole a memoria ese Pacto, Moisés logra que Dios se arrepienta de ese juicio. Vean: “*Acuerdate de Abraham...”* Verso 13 del capítulo 32 del Exodo: “*Acuérdate de Abraham, de Isaac y de Israel tus siervos, a los cuales has jurado por ti mismo, y les has dicho: Yo multiplicaré vuestra descendencia como las estrellas del cielo; y daré a vuestra descendencia toda esta tierra de que he hablado, y la tomarán por heredad para siempre.* *Entonces Jehová se arrepintió del mal que dijo que había de hacer a su pueblo.”* Y ahora miren, Dios arrepintiéndose del mal que le dijo a Moisés que iba a traer sobre el pueblo; porque Dios es misericordioso y se arrepiente del juicio, del castigo que va a traer sobre el pueblo. Dios es tan grande, y miren: es movido a Misericordia cuando la persona se allega, cuando el Profeta se allega a Dios en la forma correcta. Y Moisés viene con - recordando a Dios el Pacto que hizo con Abraham, Isaac y Jacob; esas promesas que le dio a Abraham, a Isaac y a Jacob. Y ahora, Dios se arrepintió de ese castigo, de ese juicio que iba a traer sobre el pueblo hebreo. Ahora Moisés, vean ustedes, está ahí intercediendo por el pueblo hebreo, por la descendencia terrenal de Abraham. Luego, más adelante, en ese mismo capítulo Moisés le dice a Dios que perdone al pueblo, que perdone el pecado del pueblo o si no, le dice: “O si no, ráeme ahora de Tu libro que has escrito.” Moisés sabía aquí el nombre, su nombre estaba escrito en el Libro de Dios, el Libro de la Vida. Y ahora, Dios le dice: “*Y Jehová respondió a Moisés: Al que pecare contra mí, a éste raeré yo de mi libro.”* Por eso encontramos que en el Nuevo Testamento, Cristo dice que nuestros nombres están escritos en el Cielo, ¿dónde? En el Libro de la Vida. El Libro de la Vida tiene dos secciones muy importantes, y la sección más importante es la sección del Libro de la Vida del Cordero; esos son los que serían redimidos con la Sangre del Cordero de Dios, de Jesucristo nuestro Salvador, esos son por los cuales Jesucristo haría Intercesión. Ahora, encontramos que también en el libro del Apocalipsis se nos habla del Libro de la Vida del Cordero, ahí están escritos los nombres de todos los que serían redimidos con la Sangre de Jesucristo nuestro Salvador. Y ahora, así como Moisés intercedió por el pueblo hebreo, y le pidió a Dios que se arrepintiera del castigo que iba a traer sobre el pueblo y Dios se arrepintió, vean ustedes; ¿por qué este hombre puede obtener éxito intercediendo por el pueblo? Porque Dios está velado y revelado a través del Profeta Moisés, y en Moisés se está reflejando Cristo, y por cuanto se está reflejando Cristo en Moisés, ahí se está reflejando la Obra que Cristo haría en Su Primera Venida, Su Obra de Redención ¿para obtener qué? Para obtener el perdón de nuestros pecados, y obtener así el que Dios se arrepienta del castigo que corresponde a cada persona a causa de su pecado. O sea, que en Moisés ahí intercediendo por el pueblo, está Cristo en Espíritu Santo intercediendo, era Cristo en Moisés; y por esa causa es que Moisés obtiene éxito en esa intercesión por el pueblo; y viene a ser eso tipo y figura de la intercesión de otro Profeta más poderoso que Moisés, el cual es nuestro amado Señor Jesucristo. Así como Moisés intercedió por el pueblo hebreo, el Israel terrenal, el Señor Jesucristo Intercedería por el Israel Celestial, por todos los que tienen sus nombres escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, y obtendría éxito en Su Intercesión, pues El con Su Sangre nos ha limpiado de todo pecado, El ha pagado el precio de la Redención allá en la Cruz del Calvario. Y en Romanos, capítulo 8, dice el Apóstol San Pablo, versos 26 al 27: “*Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles.* *Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos.”* Y en Romanos, capítulo 8, verso 28 en adelante, dice: “*Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.* *Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos.* *Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó.* *¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?* *El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?* *¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica.* *¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros.”* Y ahora, tenemos a Jesucristo, el Poderoso Profeta intercediendo por todos nosotros, intercediendo por el Israel Celestial, por todas las personas que tienen sus nombres escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero. Eso es lo que hace Cristo en el Trono del Padre, en el cual El se ha sentado cuando ascendió al Cielo victorioso, y le fue dado todo poder en el Cielo y en la Tierra. Y El está con Su propia Sangre en el Cielo, en el Trono del Padre, en el Trono de Intercesión, haciendo Intercesión por todos los que tienen sus nombres escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero. Así como lo hacía el sumo sacerdote en el tabernáculo que construyó Moisés y en el templo que construyó el rey Salomón. El día diez del mes séptimo el sumo sacerdote sacrificaba el macho cabrío de la expiación que era por Jehová, y tomaba la sangre de ese mancho cabrío en una vasija de oro, y la llevaba dentro del lugar santísimo y esparcía sobre el propiciatorio siete veces; y él llevaba a cabo así todas las labores de ese día de la expiación, y luego cuando terminaba sus labores y salía del lugar santísimo, el pueblo hebreo quedaba perdonado y por consiguiente reconciliado con Dios. Ahora, esta fiesta se llevaba a cabo siempre el día diez del mes séptimo de cada año. En Levítico, capítulo 23, versos 26 al 32, dice: “*También habló Jehová a Moisés, diciendo:* *A los diez días de este mes séptimo será el día de expiación; tendréis santa convocación, y afligiréis vuestras almas, y ofreceréis ofrenda encendida a Jehová.* *Ningún trabajo haréis en este día; porque es día de expiación, para reconciliaros delante de Jehová vuestro Dios.”* ¿Para qué era ese día de la expiación en donde se sacrificaba el macho cabrío de la expiación y se llevaba la sangre del macho cabrío al lugar santísimo, y se esparcía sobre el propiciatorio con el dedo (lo hacia el sumo sacerdote)? ¿Para qué era? Para ser reconciliado el pueblo con Dios. Eso se hacía cada año. ¿Por qué? Porque la sangre de los machos cabríos no es una sangre perfecta y esos animales tampoco son perfectos; pero está tipificando a Cristo el macho cabrío, y la sangre del macho cabrío está representando la Sangre de Jesucristo. Y ahora, para la reconciliación del pueblo hebreo con Dios, cada año se llevaba a cabo la expiación, el día diez del mes séptimo, y sin esa expiación no podía ser reconciliado el pueblo con Dios. Y ahora, vean lo que a continuación dice: “*Porque toda persona que no se afligiere en este mismo día, será cortada de su pueblo.”* Y esto quedó establecido así: cada persona tenía que afligirse por sus pecados, arrepentido por sus pecados debe ir a la presencia de Dios y pedirle perdón a Dios y estar en ese día guardando esa fiesta ese día, para que al salir el sumo sacerdote, la persona quedara reconciliada con Dios. Pero el que no se afligiera en ese día, sería cortado del pueblo; o sea, ese año esa persona moriría, de una forma o de otra forma esa persona moriría, estaba sentenciado a muerte. Y ahora, esto tipifica en el Nuevo Testamento: el macho cabrío de la expiación a Cristo; su sangre siendo llevada al lugar santísimo, rociada sobre el propiciatorio, representa a Cristo como Sumo Sacerdote subiendo al Cielo con Su propia Sangre, lo cual sucedió cuando ascendió al Cielo victorioso, y colocando Su Sangre sobre el Propiciatorio, que es el Trono de Dios en el Cielo. Y toda persona que se aflige por sus pecados, se arrepiente de sus pecados, y recibe a Cristo como su Salvador, y lava sus pecados en la Sangre de Cristo, obtiene el perdón de sus pecados, obtiene la reconciliación con Dios. Porque así como esta obra del día de la expiación era para la reconciliación de cada persona perteneciente al pueblo hebreo, ser reconciliado con Dios; ahora la Obra de Cristo, Su Sacrificio, es para la reconciliación del ser humano con Dios, El está en el Trono del Padre en el Lugar Santísimo del Templo Celestial, llevando a cabo esa Obra de Intercesión en el Cielo. Leímos en Romanos, capítulo 8, verso 34, lo que dice acerca de Cristo. Dice: “*¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros.”* Y ahora, en el Cielo tenemos un Profeta que Intercede por nosotros, el cual es nuestro amado Señor Jesucristo, El es la Cabeza de Su Iglesia, El es el Patriarca de Su Iglesia; por lo tanto El es el que con Su Intercesión obtiene el perdón de nuestros pecados, obtiene la reconciliación nuestra con Dios, nos restaura a Dios, nos torna a Dios, y por consiguiente a la Vida eterna. Y reconciliados por Dios por medio de Jesucristo, tenemos nuestros pecados lavados con la Sangre de Cristo, y estamos restaurados a la Vida eterna, y por consiguiente las bendiciones del Cielo, desde el Trono de Dios vienen a todos nosotros: bendiciones espirituales y también bendiciones materiales. Aun el vivir en esta Tierra es una bendición, el poder respirar es una bendición, el poder comer es una bendición. Todo es una bendición para todos nosotros. Ahora, toda persona que no se aflige por sus pecados, arrepentido de sus pecados y recibe a Cristo como su Salvador, será cortado del pueblo, pierde el derecho a la Vida eterna, pierde el derecho a vivir con Dios por toda la eternidad, porque no se afligió en su alma por sus pecados, para recibir a Cristo como su Salvador, lavar sus pecados en la Sangre de Cristo, y ser bautizado en Su Nombre (en agua) y recibir Su Espíritu Santo, para así obtener el nuevo nacimiento y estar reconciliado con Dios. Ahora ya no se requieren los sacrificios de animalitos que el pueblo hebreo llevaba a cabo, porque esos sacrificios eran la sombra, el tipo y figura del Sacrificio que Cristo llevaría a cabo. Ahora no tenemos el tipo y figura, sino que tenemos la realidad, tenemos el Sacrificio de Cristo, y tenemos Cristo haciendo Intercesión en el Cielo en el Trono de Dios, en el Lugar Santísimo del Templo Celestial para la reconciliación de cada persona que tiene su nombre escrito en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero. Tenemos un Israel terrenal (el pueblo hebreo), pero también tenemos un Israel Celestial que es la Iglesia del Señor Jesucristo, los cuales son todas las personas que tienen sus nombres escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero. Por eso San Pablo dice: “Nuestra ciudadanía está (¿dónde?) en los Cielos.” Es en los Cielos donde está también nuestro Intercesor, nuestro amado Señor Jesucristo, y está en el Trono del Padre, sentado haciendo Intercesión por todos nosotros; y cuando cometemos algún error, falta o pecado y lo confesamos a Cristo, El hace Intercesión por nosotros, con Su Sangre borra esa falta, ese error o pecado y quedamos justificados como si no hubiésemos pecado, porque tenemos un Profeta en el Cielo, que es también Sumo Sacerdote del Templo Celestial: El es el Melquisedec que le apareció a Abraham, Sacerdote del Dios Altísimo y Rey de Salem, de Jerusalén, y Rey de paz y Rey de justicia. Ese es nuestro Profeta Intercesor en el Templo Celestial de Dios, allá en el Trono de Dios, y permanecerá allí hasta que entre al Cuerpo Místico de Cristo hasta el último de los que tienen sus nombres escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero. Por eso, así como El ha llamado en edades pasadas y ha juntado Sus escogidos de cada edad, en este tiempo está llamando y juntando a todos Sus escogidos que viven en este tiempo final, hasta que se complete el número de los escogidos de Dios en el Cuerpo Místico de Cristo, o sea, en la Iglesia del Señor Jesucristo, en la Edad correspondiente a este tiempo final, que es la Edad de la Piedra Angular. Y ahora, hemos estado viendo: **“LA INTERCESION DE UN PROFETA.”** Vimos la Intercesión de un Profeta en el Antiguo Testamento, Moisés haciendo intercesión allá por su pueblo, también vimos a Noé haciendo intercesión, cuando ofrecía esos sacrificios a Dios, y también vimos a Job haciendo intercesión por su familia, y también podemos ver a Daniel en el... allá en el capítulo 9, verso 9, cuando estaba orando por su pueblo, haciendo intercesión por su pueblo. Daniel siendo un Profeta tenía acceso a Dios. Y ahora, en el Nuevo Testamento podemos ver a Jesucristo en el Cielo haciendo Intercesión por todos nosotros, haciendo Intercesión por cada persona que tiene su nombre escrito en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero desde antes de la fundación del mundo. Es Jesucristo el Sumo Sacerdote del Templo Celestial. Y como el sumo sacerdote terrenal hacía intercesión en el tabernáculo que construyó Moisés y el templo que construyó Salomón, así Cristo en el Templo Celestial lleva aproximadamente dos mil años haciendo Intercesión por Su pueblo, por los escogidos de Dios, los Primogénitos de Dios escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero. Y se levantará del Trono del Padre hasta que se complete el número de los escogidos de Dios en el Cuerpo Místico del Señor Jesucristo, hasta que haya hecho Intercesión hasta por el último de los escogidos de Dios. Luego para el Reino Milenial, en el Reino Milenial ya habrá un orden establecido, y un Templo establecido en la Tierra, que es la Iglesia, en donde Cristo en Espíritu Santo estará manifestado, y de donde saldrá la Misericordia para los seres humanos que vivirán durante el Reino Milenial. Y desde el Trono de David será que Cristo gobernará y que Cristo extenderá Su Misericordia a la raza humana durante ese Reino Milenial. Ese Trono estará fusionado con el Trono Celestial de Dios, por lo tanto todas las bendiciones del Cielo, vendrán para ese Reino Milenial de Cristo, y por consiguiente para todos los que estarán sujetos a Cristo y Su Reino Milenial. Ahora, hemos visto lo que es la Intercesión de un Profeta. Por eso el Mesías en Su Venida tenía que ser un Profeta, como lo fue Moisés y como lo fueron los otros Profetas. Y ahora, tenemos en el Cielo al Profeta más grande de todos los Profetas: a nuestro amado Señor Jesucristo haciendo Intercesión por todos los que tienen sus nombres escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero. Y El está disponible con Su Sangre las 24 horas del día, para que nosotros confesemos a El toda falta, error o pecado que hayamos cometido, para El con Su Sangre limpiarnos de todo pecado, y quedar justificados como si nunca hubiésemos pecado; para que así vengan las bendiciones del Cielo, de Dios, al alma de cada uno de ustedes y también a mí alma. Ninguna persona se puede acercar a Dios con pecado. ¿Y cómo vamos a hacer, ya que cometemos errores, y pecados y faltas diariamente? Pues tenemos a Cristo haciendo Intercesión en el Cielo con Su propia Sangre, el cual nos limpia con Su Sangre de todo pecado. El es nuestro Intercesor, y El es el Profeta Intercesor y Sumo Sacerdote Intercesor en el Cielo, El es el Sumo Sacerdote del Templo Celestial: ese es nuestro amado Señor Jesucristo, ese es nuestro Intercesor en el Cielo. Tenemos un Intercesor en el Cielo haciendo Intercesión por todos nosotros. Por lo tanto mantengan sus vestiduras limpias, ¿cómo? Pues confesando siempre sus errores, faltas y pecados cuando los cometen, para que así la Sangre de Jesucristo les limpie de todo pecado. Y todo esto es posible ¿por qué? Porque tenemos en el Cielo un Profeta Intercesor, el cual es el Sumo Sacerdote del Templo Celestial. EL PROFETA INTERCESOR. Ya hemos visto que es nuestro amado Señor Jesucristo en el Nuevo Testamento allá en el Cielo. Y hemos visto la Intercesión de un Profeta a través del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento. Y ahora, hemos visto la Intercesión de Jesucristo, el Profeta de Dios en el Cielo. Es la Intercesión más importante que se realizaría y se está realizando desde que Cristo ascendió al Cielo victorioso. Por eso ya no se necesitan los sacrificios de animalitos ni se necesita un sumo sacerdote en un templo allá en la tierra de Israel, para que haga intercesión por nosotros, porque tenemos un Profeta Intercesor, un Profeta Sumo Sacerdote del Templo Celestial en el Cielo. El es Melquisedec, nuestro amado Señor Jesucristo haciendo Intercesión por nosotros en el Cielo, en el Trono de Dios, en el Lugar Santísimo del Templo Celestial. Hemos visto: **“LA INTERCESION DE UN PROFETA.”** Ese ha sido nuestro tema para esta ocasión. Así que, le damos gracias a Dios por tener un Profeta Intercesor en el Cielo, el cual es el Sumo Sacerdote del Cielo, del Templo Celestial, el cual es nuestro amado Señor Jesucristo. *Que las bendiciones del Profeta, Sumo Sacerdote del Templo Celestial, vengan sobre todos ustedes y sobre mí también; y pronto se complete el número de los escogidos de Dios, y pronto Cristo se levante del Trono del Padre, tome el Título de Propiedad, lo abra en el Cielo y reclame a todos los que El ha redimido con Su Sangre, resucite a los muertos en Cristo en cuerpos glorificados y nos transforme a nosotros los que vivimos, y nos lleve con El a la Cena de las Bodas del Cordero en el Cielo. En el Nombre Eterno del Señor Jesucristo. Amén y amén.* Muchas gracias por vuestra amable atención amados amigos y hermanos presentes, y que siempre ustedes mantengan en sus corazones y en sus mentes el misterio revelado de nuestro Profeta y Sumo Sacerdote Celestial, Jesucristo nuestro Salvador. Nunca se desanimen en su vida cristiana, no importan los problemas que tengan en esta vida terrenal, sigan siempre hacia adelante, porque tenemos un Intercesor, un Sumo Sacerdote Intercesor en el Cielo, el cual se compadece de nosotros, nos perdona y nos limpia con Su Sangre de todo pecado; y así podemos seguir adelante nuestra vida cristiana hasta que seamos transformados, y después ya no cometeremos más errores ni faltas, y nunca más pecaremos. Bueno, que Dios les continúe bendiciendo a todos, que Dios les guarde; y dejo con ustedes nuevamente a nuestro amigo y hermano, el Rvdo. Miguel Bermúdez Marín para finalizar nuestra parte en esta ocasión. “**LA INTERCESION DE UN PROFETA”**